domingo, 20 de noviembre de 2016

Luciana Reif: “Escribo sobre lo cercano, sobre lo que abre el tajo en la piel”




La poeta Luciana Reif publicó el libro Entrada en calor con la editorial El ojo del mármol y habló con Entre Vidas acerca de los temas que la movilizan a escribir. Además, analizó algunos poemas del libro y señaló que por el momento no encontró una respuesta a la frase “¿de qué nos salva el amor?" Actualmente está trabajando en unas poesías que aparecen en una próxima publicación.




¿Qué rituales tenes al momento previo a escribir?
No suelo tener rituales, ni decidir conscientemente el momento previo a escribir, no preparo la escena como si se tratara de poner el mantel a la hora de cenar. Por lo general la búsqueda poética en mi caso coincide con una búsqueda al mismo tiempo existencial. Los temas que problematizo en mi día a día, las preguntas que me mueven, que me construyen y destruyen como persona, son las que terminan -a veces más directa o a veces más indirectamente - formando parte de mi escritura. Por eso para mí escribir es una forma más de vivir, un momento hermoso pero no un ritual apartado de otros actos igualmente cotidianos. Por lo general leo, charlo con amigos, vuelvo sobre la historia, trato de leer cosas que me convoquen, que despierten al pez oculto que después tarde o temprano saltará a la superficie y se convertirá en poema.

¿Con qué frecuencia escribís?
No tengo tampoco una frecuencia específica, creo que tiene más que ver con lo que late, o como bombea el corazón, a veces más deprisa, a veces más pausado. De todos modos siempre estoy escribiendo incluso cuando no escribo, siempre hay un animal dormido interrogándose, creo que el momento de la escritura es solo la punta del iceberg, lo visible para el lector. Tengo períodos donde hay una mayor canalización en la escritura, y momentos más introspectivos donde la cabeza se ejercita de formas inexplicables. No es algo que esté al alcance de mi control, por suerte.

¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
En mi casa siempre se respiró un aire de reflexividad importante, una tensión constante por no mantenernos solo en la superficie. La familia siempre estuvo y está presente como un núcleo de amor y de terror. Eso de algún modo genera un ambiente propicio. La familia es una hermosa caja de cristal con una bailarina danzando en el centro, podemos observar ese baile y esa música durante horas, pero esa cajita es muy frágil y tarde o temprano va a romperse. Ese es el momento en que empiezo a escribir. Agradeciendo ese amor pero al mismo tiempo caminando sobre los cristales rotos.  De todas formas en lo concreto, los primeros versos salieron un día, una tarde precisa volviendo en colectivo de la escuela primaria cuando tenía diez años. Mientras miraba por la ventana, las imágenes e ideas se empezaron a transformar en versos. ¿Porqué esa tarde, porqué esos versos, justo en ese momento? No lo sé, es algo misterioso y del orden de lo desconocido, y prefiero seguir guardando para mí ese suspenso.

¿Por qué decidiste que tu libro de poesía se llamara Entrada en calor, poema del libro en el que hablas del chico que te gustaba del gimnasio?
Si bien es el título que le da el nombre al primer poema, me parece un título que abre sentido, que no cierra. Me parece un título disparador que habla de un comienzo, pero también de un porvenir. Ancla en este libro, como objeto material y hecho lingüístico concreto, pero al mismo tiempo me permite pensar en el horizonte. Además claro me pareció un título sugerente y sugestivo; hasta puedo decir: sexy. Me gusta que el título genere esa pequeña electricidad corporal propia de la erótica.

Uno de los mejores poemas del libro es Ausencia. ¿En qué momento lo escribiste? ¿Cuál fue la imagen disparadora?
Ese poema, si mi memoria no me falla, lo escribí en el 2011, y para ser aún más sincera no recuerdo la imagen disparadora. Pero por ese entonces, e incluso mucho más ahora, sigo insistiendo con los vínculos, y con esa pregunta por nuestra propia identidad que se pone en juego en la relación con los otros, y sobre todo la relación tan íntima que se teje entre dos personas en una cama. Me interesa el cuerpo como lugar material, sensorial, donde se van depositando y sedimentando esas vivencias. Y al mismo tiempo el poder mágico de la mente, ese poder de levitar y sobrevolar lo que nos rodea. ¿Será la carne la que nos termina empujando hacia la tierra?

Una de las frases de uno de los poemas dice ¿de qué nos salva el amor?. ¿Llegaste a alguna respuesta?
Por suerte no llegue a ninguna respuesta, la sigo buscando, siempre busco. Lo que sí creo es en el amor como algo que va mucho más allá de una pareja monogámica heterosexual, más allá del amor burgués. Es una forma cuando se corre el riesgo de ello, de desnudarnos por completo y bucear en nuestras profundidades de la mano de los otros, y los otros harán lo propio y buscarán también que los ayudemos a bucear. Entonces el amor implica siempre movimiento. Creo que si tuviera que aventurar una hipótesis diría que el amor es un arrecife de coral en el fondo del océano donde estamos juntos, rodeados por nuestros fantasmas, pero al mismo tiempo la luz entra leve como un suspiro y se refracta transfigurando los fantasmas en hadas o en seres voladores, creo que el amor logra esa comunión entre el miedo y el deseo.

En tus poemas hablas de tu infancia, de tu mamá, de tu abuela, de sexo. ¿De qué tema que te interese todavía no escribiste en ningún poema?
Me gustaría poder escribir sobre muchas cosas, pero como dice Marosa Di Giorgio un ángel pone los temas en mis manos y yo escribo. No soy muy exigente en ese sentido, escribo sobre lo cercano, sobre lo que abre el tajo en la piel. Pero eso no significa escribir solamente desde el dolor; o mejor dicho, no entiendo el tajo en la piel solo como lo que lastima, creo que las experiencias más vitalistas también logran desarmarnos. No me interesa escribir sobre lo cristalino, sobre lo dado, sino rastrear esa constante marea que impide que me quede quieta o que vea las cosas solo desde una única cara.
¿Cómo fue el proceso de selección de los poemas que aparecen en el libro?
El libro lo corregí con Osvaldo Bossi, y con él elegimos qué poemas quedaban adentro y cuales afuera. Lo que se busco en este caso fue no ser reiterativa, tratar de que cada poema tuviera su singularidad y su porqué en el libro. Como unas pinceladas en una pintura, nada que quitar, nada que agregar.

¿Cuál es tu poema preferido del libro y cuál el que destacan los lectores?
Esta es una pregunta difícil y seguro cada tanto tiempo cambiaría la respuesta. Hay poemas respecto a los cuales estoy segura, y siento un terreno de tranquilidad cuando me poso encima de ellos. Sé que están ahí y podrían acompañarme años. Con La Zafra me pasa muchísimo,  es un poema que un poco sale del registro intimista que tiene el libro. Habla del proceso de producción de caña de azúcar en el norte argentino y las contradicciones que viven los trabajadores. Después los poemas más intimistas creo que son mucho más permeables a mis propios momentos existenciales, aquel poema donde me pregunto ¿de qué nos salva el amor? también me gusta mucho. Hay un verso que dice “revuelvo como si buscara alguna prenda hecha a mi medida en un canasto de liquidación”; cada vez que lo leo me significa algo diferente según mi momento personal, de una u otra forma todos en algún momento de la vida experimentamos esa fragilidad, o el deseo de encontrar algo a nuestra medida y que ese algo no exista. Me parece que eso se vincula mucho también a aquel otro poema donde quiero volver a la panza de mi mamá, uno de los lugares más seguros y al mismo tiempo más ligados a la muerte o a la no existencia como diría Freud. Mis lectores también por suerte tiene gustos variados, en su momento gustaba mucho “Cuando mi hija con su cepillo de pelo nuevo” que es un poema que reivindica por así decirlo la filiación materno familiar, en donde pienso a las mujeres de mi familia como amazonas enormes, o como caballos. También el que gusta mucho es el que le da nombre al libro “Entrada en Calor” que es un poema erótico desde el lugar de una chica que desea a un chico en el gimnasio y fantasea con eso.  De hecho una amiga después de leer ese poema me dijo que tuvo muy buen sexo con su chico, si “Entrada en calor” genera eso algo debo estar haciendo bien.

¿De qué temas se nutre tu escritura?
De lo cercano, ahora mientras escribo estas palabras, estoy en el jardín de la casa de mis viejos, mi vieja corta el césped, y siento que hay algo que se esconde en torno a esta escena. No quiero irme lejos por ahora con la escritura, no sueño con otras galaxias, o con países lejanos. Lo que existe, lo que me rodea, el vínculo cotidiano, el amor ¿Cuántas caras esconde? ¿Cuántas capas profundas atrapa? ¿Cómo respira esta tierra al calor de nuestros pasos? Lo cercano me parece que tiene una profundidad arrolladora.

¿Manejas la idea de escribir próximamente una novela o un libro de cuentos?
Me encantaría pero la vida me hizo inquieta, intempestiva, entonces los poemas los escribo en un rapto, la luz baja hacia mí, o una imagen llega de lo profundo y la escribo. Por ahora no logré el tiempo necesario que intuyo requiere la narrativa, una mayor consistencia, o el culo quieto en la silla con una idea que persista y que no se evapore rápidamente de las manos como pasa con mis poemas.


¿Qué libros de poesía o autores recomendarías?
El último libro que leí es “No develarás el misterio” de Marosa Di Giorgio, y me voló mucho la cabeza. Creo que me permitió expandir las fronteras de lo que considero realismo, y esa necesidad tan imperiosa a veces de volver al terreno de la fantasía, de lo onírico. Creo que en el día a día siempre pisamos tierra firme, y para sobrevivir es necesario hacer algo tan básico como trabajar, conseguir un techo y comida para alimentarse. Ahora bien esta lucha que es el día a día también está formada de lianas invisibles que nos permiten viajar entre las copas de los árboles. Marosa está ahí acompañando ese instante. También recomiendo mucho la obra poética de Sharon Olds. Este año Gog y Magog editó una antología suya “La materia de este mundo”  que reúne poemas de sus distintos libros. Tuve la oportunidad de escribir una reseña sobre esta antología que fue publicada en la Revista de Espacio Enjambre. Sharon Olds fue una de las primeras poetas mujeres que me abrió un mundo totalmente nuevo cuando comencé a escribir. Sobre todo por romper con determinados preconceptos que ubican a la mujer en el mundo privado, ligada a valores como la maternidad, la fidelidad, la ternura. Y en el mismo sentido de lo que digo en respuestas anteriores, creo que vivo intentando romper con esos estereotipos en el día a día, a través de lo mágico, de lo poético y de luchar contra el machismo en los actos cotidianos de la vida como no dejar que un hombre crea que es su obligación invitarme la cena. Parecen trivialidades, pero me parece importante que se evidencie que estos vínculos íntimos están atravesados por relaciones de poder. Cuando una poeta escribe sobre esto, visibiliza y permite que estos temas entren en la arena política. Como ya dijo Voloshinov todo signo es ideológico; refleja y refracta la lucha de clases y también le agregaría yo la lucha contra el patriarcado. No puedo dejar de admirar a las poetas mujeres que con una calidad estética increíble se meten de lleno en esta lucha.

¿Cómo surgió la posibilidad de publicar el libro con el sello editorial El ojo del mármol?
La conocí personalmente a Valeria De Vito (artífice de “El ojo del mármol”) en el 2015 en la feria del libro. A mí la editorial ya me atraía mucho por tener conocidos que habían editado ahí. Paralelo a conocer a Valeria, fui queriendo cerrar mi primer libro. Le comenté a ella que estaba en este proceso si le interesaba publicarlo, le mandé algunos poemas, y el resto bueno, ya saben la historia.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Ahora estoy corrigiendo algunos poemas para un segundo libro que saldría a fines del año próximo. Va a ser un libro con una densidad diferente, menos ligera y más espesa. Seguramente no sea un libro para hacer la digestión. Estoy trabajando con una amiga, Luisina Varona,  en un blog que vamos a lanzar a fin de este año que se va a llamar “Un hogar fuera de mí” y va a trabajar sobre la temática del amor en los tiempos posmodernos, a través de registros literarios, notas periodísticas y crónicas. Y también trabajando en la traducción de un libro de una poeta malaya, Bernice Chauly. Tuve la suerte de toparme con su libro “Onkalo” en Malasia, cuando el año pasado viaje unos meses por el sudeste asiático. No quiero adelantar tanto, pero es increíble el universalismo de determinadas temáticas, incluso en países con una cultura oriental muy diferente a la nuestra.


domingo, 13 de noviembre de 2016

Néstor Darío Figueiras: “Si uno intentara escribir para un lector ideal, su obra sería cualquier cosa menos genuina”




El escritor Néstor Darío Figueiras publicó el libro de cuentos El cerrojo del mundo está en Butteler a través de la editorial Textos Intrusos, en el mismo uno puede encontrarse con historias que pasen por diversos géneros entre los que se encuentran la ciencia ficción y la fantasía. El autor señaló que el editor Hernán Casabella le acercó la propuesta de publicar su libro ya que antes había formado parte de una antología llamada Umbrales y crepúsculos.




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Casi siempre pongo música, algo de rock progresivo, o heavy metal… O lo que sea, mientras sea algo que me guste. Últimamente repito mucho el soundtrack del animé coreano “Wonderful Days”. Me parece hermoso, muy inspirador. Muchos relatos surgen de la música que escucho. Por ejemplo, Danza-sobre-un-volcán, el protagonista de “En el museo de los Sueños Verdaderos”, debe su nombre a “Dance On A Volcano”, la canción de Genesis que abre el disco “A Trick of the Tail”. Otro “ritual” es caminar, cuando tengo el tiempo para hacerlo. Una buena caminata por la ciudad (también con música en los auriculares) me mete en algún clima particular, una atmósfera que necesito invocar para que se desarrolle la historia. Puedo tener la idea en más o menos delineada en mi mente, pero sin ese clima especial —que es único para cada historia—, es difícil que el relato se concrete. Y de ese modo, muchos cuentos quedan ligados a ciertos sitios de Buenos Aires, los cuales pueden estar presentes en la historia o no. Más de una vez tuve que volver a determinados lugares para poder empaparme de ese clima y poder terminar un relato. Me pasó con “Una nota que garpe”, publicado por Ediciones Ayarmanot en la antología “Buenos Aires Próxima”, un cuento largo donde la Facultad de Agronomía y La Paternal son algo más que el escenario. Y también con “El cerrojo del mundo está en Butteler”, cuyo verdadero protagonista es el pasaje Butteler, cerca de Parque Chacabuco.

¿Con qué frecuencia escribís?
Escribo mucho menos de lo que quisiera. Trato de hacerlo todos los días, pero me cuesta mucho lograr esa continuidad. Y no siempre por falta de tiempo. Escribir es para mí una tarea muy ardua. Pero a la vez me resulta muy seductor. Un placer trabajoso, más que un trabajo placentero. Admiro mucho a los colegas que tienen un gran nivel de producción —“admiro” es un eufemismo para “envidio”—, y espero alguna vez alcanzar un ritmo sostenido.

¿Cómo fue el proceso de selección de los cuentos que aparecen en tu libro El cerrojo del mundo está en Butteler?
No fue una selección difícil. Hernán Casabella —alma mater de Textos Intrusos— me dio una mano grande para elegir los mejores relatos entre los que le mostré. En realidad es un libro bastante ecléctico, a pesar de que las temáticas de los cuentos siempre rondan en torno a la ciencia-ficción y el fantástico, o el “cuento extraño”. No hay un hilo conductor, o parece no haberlo a simple vista, aunque creo que algunos tópicos se repiten, como el uso del poder, la memoria, o la intrusión tiránica de la tecnología en los cuerpos.

¿Por qué decidiste ponerle ese nombre al libro?
La sugerencia para el título también vino de Hernán. A pesar de que es un título largo, a él le pareció muy sonoro e idiosincrático, con mucho “gancho”, por la referencia barrial (y futbolera también, aunque el cuento nada tenga que ver con el deporte favorito de Borges). Al principio a mí no me sonaba, pero al ver lo dificultoso de encontrar un denominador común para los cuentos, tal como dije en la respuesta anterior, lo acepté. Luego, cuando Guillermo Vidal hizo la ilustración de la portada, inspirada en el relato, me convencí. Pero si me quedaba alguna duda, ésta se disipó cuando el diseñador Paulo Santonocito me mostró el concepto de la cubierta, con un cerrojo abrazando el tomo, el pasador de ese portón oxidado que apenas deja entrever el zaguán borgeano que conjuró Vidal (otra vez Borges, omnipresente en mis respuestas). En ese momento sentí que era el título correcto y el libro cobró su forma definitiva. Ahí comenzó a tener entidad para mí.

Al leer cada cuento uno se encuentra con historias repletas de ciencia ficción, fantasía y mucha imaginación. ¿De qué temas te nutriste para escribir cada relato?
Más que nutrirme de temas, me nutrí de otras obras. De la literatura que me gusta leer. Porque uno quiere escribir aquello que le gustaría leer. Yo creo eso. Por lo menos en un principio, la cosa es medio egocéntrica, medio onanista. Pienso que si uno intentara escribir para un “lector ideal”, su obra sería cualquier cosa menos genuina. Es más: como no existe un tal lector —¿qué cualidades reuniría un “lector ideal”—, es inútil proponerse semejante empresa. El primer lector que debe ser satisfecho es uno mismo. Por eso la literatura es una tarea solitaria. Escribir, por lo menos al comienzo, es casi un solipsismo. Luego, cuando la obra madura y llega a los lectores, se produce el milagro de la conexión, el puente entre los mundos. En el texto de los agradecimientos yo digo que el libro empezó a ser escrito antes de lo que cualquiera pudiera imaginar, cuando mi viejo me trajo “2001: una odisea espacial” y cuando mi vieja me regaló “Crónicas marcianas”. En otras palabras, todo lo que leí en mi vida confluye de una u otra forma en las historias de “El cerrojo del mundo está en Butteler”.

¿Cuál es tu cuento preferido del libro y cuál el que destacan los lectores?
Hoy, Mi-Relato-Preferido-De-Butteler —“Butteler” es la forma abreviada que yo le doy al título de este primer libro— es un laurel que se debate entre el cuento que da nombre al libro, “En el museo de los Sueños Verdaderos”, “Bendita” y “Reunión de consorcio”. Si tengo que elegir alguno, me quedo con “En el museo…”. Muchos me han dicho que también prefieren este último. Pero otros lectores eligen “Bendita”, o “El cerrojo…”. Igual siento que desde que los puse a todos juntos en un libro, mi sentir hacia cada uno de ellos cambió. Por ejemplo, “Las transmigraciones…” (tengo un tema con los títulos largos, parece), es un cuento que me gustaba mucho; o mejor dicho, que me gusta mucho si no lo contemplo como parte del libro. No es que ahora me desagrade: fue publicado originalmente en Revista Próxima, de Laura Ponce —junto a una ilustración mía, una publicación de la cual estoy muy orgulloso—, y hace poco ha sido elegido para formar parte de una antología extranjera que pretende reunir una muestra de la mejor ciencia-ficción y narrativa especulativa de Argentina. Pero visto en el conjunto de Butteler, siento que se desluce un poco. Por otro lado, sí sé con seguridad que el que menos me gusta es “La libertad anhelada”, porque me da la sensación que la idea requería más trabajo. En fin… Tal vez un libro de cuentos sea una especie de fórmula química. O, mejor aún, una receta de cocina, en la que el sabor de los ingredientes cambia al componer algo más grande.

¿Cómo surgió la posibilidad de publicar el libro con la Editorial Textos Intrusos?
Hernán me mandó un inbox diciendo que estaba interesado en publicarme, así, sin muchas vueltas. Obviamente, fue una gran sorpresa para mí. En verdad, él había quedado muy contento con mis constantes posteos en Facebook para difundir una antología anterior de Textos Intrusos, en la que participé junto a otros escritores, algunos de los cuáles son grandes amigos, como Esteban Moscarda y Verónica Vázquez. Este libro se llama “Umbrales y crepúsculos”.

¿A que le atribuís que una gran cantidad de escritores estén publicando libros de literatura infantil o juvenil? ¿Está en tus planes volcarte a ese género?
Creo que no es novedad que el sector más consumidor de la población es el de los pibes, aún para la industria cultural. Por eso las editoriales están ávidas de este tipo de literatura, lo que hace que más escritores opten por probar suerte con el género. Pero más allá de la cuestión marketinera, creo que hay quienes se dedican a esa literatura en vista de la oportunidad —haciéndolo bien, claro, no se trata de una crítica— mientras otros tienen un genuino y natural talento para hacerlo. No creo que sea para cualquiera. Yo recuerdo que, estando en sexto grado, los libros del franco-belga Philippe Ebly me volaron el marote (especialmente los de la serie “Conquistadores de lo imposible”). No podía dejar de leerlos. Si alguna vez probara suerte en esto de la literatura infanto-juvenil, la verdad, me gustaría crear algo parecido a lo que él hizo. O tener una idea revolucionaria como Edward Packard con “Elige tu propia aventura”. (¡Qué buen concepto! No me cansaba de leer una y otra vez esos libros, tratando de alcanzar todos los finales). Igual es raro cómo funciona la cabeza de los chicos hoy en día, al estar tan estimulados… Hace poco, me escribió por chat la madre de mi lector más joven, un chico de once años que se había devorado Butteler en dos días. Imaginate mi sorpresa. (Y susto también, porque hay algunos cuentos que nos son aptos para todo público… O eso creo). El pibe estaba feliz. Quería más. Tuve que recomendarle a la mamá algunos libros y autores. Sé que tengo una conexión con los chicos. Volví a comprobarlo hace unos días en un café literario celebrado en un colegio secundario al que me invitaron. Pero aún no sé si me pondré a escribir algo específicamente pensado para ellos.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
¿En el ambiente literario? No sé. La expresión “ambiente literario” me pone en guardia. Como en todos los contextos artísticos, en él suele haber pugnas que, la verdad, me parecen una boludez. Me gustaría afirmar que tengo el narcisismo bien domado, como dice un amigo mío, pero apenas lo controlo. Aún así, en el ambiente no procuro mucho más que seguir aprendiendo y haciendo buenos amigos. Todas mis pretensiones “literarias” apuntan a los lectores. Mi norte es uno, y es muy claro: cuando escribo —y luego, cuando me publican—, lo que persigo es causar en los lectores esa maravilla que me llenó el pecho cuando leía de chico, y que ahora, habiendo pasado tanta agua bajo el puente, parece tan huidiza. Que una historia mía le produzca profunda satisfacción al lector, que el mismo se sienta complacido al cerrar la tapa, deseando que el viaje que le propuse no hubiera terminado nunca… Eso es lo que ansío cuando me pongo a escribir. Si viene acompañado de reconocimientos, premios y dinero, mejor, ¿no? (Aunque ganar dinero escribiendo suena un poco ilusorio… Será porque la realidad de nuestra latitud no acompaña). El error es empezar al revés, poniendo la fama y el reconocimiento como objetivos, cuando en realidad suelen ser la consecuencia natural de una meta mayor. La vieja cuestión de qué significa “éxito” para cada uno.

¿En qué proyecto estas trabajando actualmente?
Ahora estoy terminando de corregir y pulir los textos de mi segundo libro de cuentos, que se va a intitular “Capricho #43”, y que, a diferencia de Butteler, es una suerte de “monstruario” con muchas ficciones breves y microficciones (aunque va a tener algunos cuentos cortos también, como “Želva” y “El turbocronión y los carteles de siempre”), con temáticas más vinculadas al terror, al género fantástico y al New Weird. (Pero siempre destilo algo de CF…). Por otro lado, tengo que terminar un par de relatos largos, uno para la Revista Próxima, de viajes en el tiempo, y otro para una antología de New Weird (que también estará inscrito en el mismo universo que “El cerrojo del mundo está en Butteler” y “Želva”). Por último, tengo que abocarme de lleno a una novela, un proyecto largamente esperado por Ediciones Ayarmanot, antes de que Laura Ponce tome medidas drásticas, jajajaja.


sábado, 12 de noviembre de 2016

Mirta Ovsejevich: “Quería transmitir que el amor no se busca en un lugar virtual, sino que se encuentra en la vida real”




La escritora Mirta Ovsejevich publicó su primera novela llamada Solo pido que sea presentable a través de la Editorial Ediciones Deldragón. El libro cuenta la historia de Mónica que al estar cerca de cumplir los 50 años empieza a buscar pareja por internet y a medida que va teniendo citas con diferentes y disparatados candidatos se va dando cuenta que el amor no se encuentra en un lugar virtual, tal cuál señala también la autora en la entrevista que le dio a Entre Vidas.





¿Qué rituales tenes al momento previo a escribir?
¿Rituales? Ninguno. Solo trato de tener una idea, antes de empezar, de algún personaje o de alguna situación. Algún disparador. Algo sobre lo que ir tejiendo una trama. No creo en la escritura automática, eso de ponerme a escribir cualquier cosa y pensar que de ahí va a salir algo interesante. Si te parece llamarlo ritual, llevo siempre la famosa libretita y la birome para anotar lo que escucho y me interesa. No uso las notas de voz del celular. Me gusta escribirlo.

¿Con qué frecuencia escribís?
Soy bastante inconstante. Cuando trabajo en algún texto, estoy tan entusiasmada que necesito escribir todos los días. Si no encuentro el tiempo lo hago a la noche, tarde. Pero para empezar algo nuevo, pueden pasar días o años, depende.

¿Cómo nace la historia de tu novela Solo pido que sea presentable?
Todos los que estuvimos alguna vez en un sitio para encontrar pareja sabemos cómo son esos lugares. No sé si alguna vez alguien realmente encontró pareja. Lo que sí se encuentran a granel son personajes Fui llevando un registro, que después llevé al límite de la caricatura. Entre los míos, los de amigas y los de amigos, y algunos que inventé, tuve material de sobra para escribir la novela. Además, tenía en mente los personajes cercanos a la protagonista: hijos, padres, amigos. También tuve que trabajar su crecimiento. No podía dejarla haciendo citas hasta el final de la novela.

Al leer la novela uno no puede dejar de pensar que muchas personas deben estar en la misma situación de Mónica buscando pareja y conociendo gente todo el tiempo. ¿Tuviste alguna historia de referencia?
A esto me refería en la pregunta anterior. Conozco gente que no se desanima. Pasan los años y siguen buscando en los mismos lugares. La verdad es que lo mío fue una pequeña pasada, ya que me di cuenta de que no es mi manera de conocer gente. Pero reconozco que de vez en cuando volví a entrar para buscar nuevos personajes.

A lo largo de los treces capítulos Mónica pasa de ilusionarse con cada nueva salida hasta frustrarse por los hombres que conoce. ¿Fue algo que buscabas? ¿Realizaste previamente un análisis de cada candidato? ¿Dejaste alguno fuera de la novela?
Dejé un 95% fuera de la novela. Era tanta la cantidad de personajes, que tuve que elegir con cuidado. Había categorías: raros, aburridos, gays, etc. Y dentro de cada categoría elegí los que me parecieron más representativos. Igual quiero aclarar que si alguno de ellos leyera la novela, no se reconocería. Fui cuidadosa en modificar nombres y  situaciones. La idea era no  lastimar a nadie. También inventé algunos personajes que quería que aparecieran aunque no fueran reales.
Sí, lo de la ilusión y posterior frustración fue algo que buscaba. Quería transmitir que el amor no se busca en un lugar virtual, sino que se encuentra (o no) en la vida real.

¿La historia tiene algo de autobiográfico? ¿Qué tiene Mirta de Mónica?
Además de la búsqueda de pareja por Internet, hay algunas cosas autobiográficas. Creo que al ser una primera novela, se usan más los elementos que uno conoce por su experiencia de vida. Al principio es difícil escribir sobre lo que una no conoce. Escuché decir, no me acuerdo por qué escritor, que cuando uno ha exprimido su memoria hasta agotar todas las anécdotas de su vida, incluso la más pequeña, recién entonces se ve obligado a crear otros universos. Comparto con Mónica la afición por la lectura, algunas (pocas) preocupaciones por el paso del tiempo, la crianza de los hijos, aunque los míos tienen otras edades, y el estereotipo de los padres judíos, que en general en la tercera edad tienen esos caracteres que aparecen en la novela.

¿Se acercaron lectoras diciéndote que se sentían identificadas con el personaje de Mónica?
Sí, unas cuantas, especialmente se sentían identificadas las que buscaban pareja en sitios de Internet. También algunos lectores que, a pesar de que la protagonista es mujer, se tentaron y la leyeron. La frutillita del postre fue en un encuentro con Carlos Ulanovsky, quien recibió un ejemplar a través de la prensa, y me preguntó si me había escrito algún lector para confesarme su enamoramiento de Mónica, o sea de la creadora del personaje, que soy yo. Fue muy gracioso.

¿Cómo es tu experiencia en el taller de Ariel Bermani?
La verdad, maravillosa. En realidad yo hago taller individual. Corregimos todo el tiempo. Tenía la mente en blanco y me fue tirando de a una, cinco consignas, y ya tengo como 120 páginas de una novela. No boludea para nada. Además es muy buena persona, que no es poco.

¿Cómo se dio la posibilidad de publicar con la Editorial Ediciones Deldragón?
Tengo una amiga que publicó tres obras en esta Editorial y me la recomendó. Está manejada por gente muy correcta, colaboradora y cumplidora. Además está la calidad del libro como objeto, que para mí no es un detalle menor. Estoy muy satisfecha con el trabajo que hicieron.

¿Qué objetivos tenes dentro del ambiente literario?
No tengo objetivos más que crecer como lectora y como escritora. Disfruto mucho escribiendo y me hace bien anímicamente. Hay momentos difíciles, como cuando estoy empantanada y no sé para donde llevar la historia, o nada me parece interesante, pero en general es mayor el placer que el sufrimiento. No sé qué más se puede pedir.

¿En qué proyecto estas trabajando actualmente?
Acabo de terminar un libro de doce cuentos, que todavía necesita corrección, y estoy terminando la primera versión de una novela. Siento que estoy en un momento muy creativo, y eso me hace bien.




sábado, 5 de noviembre de 2016

César Sodero: “Mi idea era reconstruir el pueblo de nuevo”





El escritor César Sodero publicó el libro de cuentos Sierra Grande a través de la Editorial Alto Pogo con el fin de reconstruir el pueblo en el que nació por medio de la literatura. Afirma que el libro es una obra de ficción cien por cien. El autor estuvo hablando con Entre Vidas acerca de su flamante libro y de los proyectos en los que está trabajando entre los que se destacan una adaptación de unos cuentos para una productora española que filmaría un largometraje en ese país.








PH Mai Albamonte Pizarro

¿Qué rituales tenes al momento previo a escribir?
Doy muchas vueltas antes de sentarme a escribir. Pero creo que siempre hago más o menos lo mismo. Preparo el mate, me siento frente a la compu, pongo música, navego por internet buscando algún disparador, y después empiezo a escribir. Una vez que sé por donde voy necesito estar en silencio, entonces sí, apago la música y empiezo a escuchar lo que estoy escribiendo. Empiezo a sentir y a buscar el ritmo de las frases.

¿Con qué frecuencia escribís?
Escribo por períodos. Hay meses que escribo mucho y otros que escribo poco. Y otros meses que no escribo nada. Ahora estoy en un período en el que estoy escribiendo muchas cosas al mismo tiempo.

¿Qué temas te sirvieron de disparadores para escribir las historias que aparecen en tu libro de cuentos Sierra Grande?
La nostalgia de hablar de una época que marcó mi vida para siempre. Y también las ganas de darle voz a historias que estaban olvidadas. Hay muy poco material sobre cómo se vivía en los años noventa en la Patagonia.

¿Por qué decidiste que todos los cuentos sucedan en la Patagonia, más precisamente en Sierra Grande?
Empecé a escribir el libro sabiendo que se tenía que llamar Sierra Grande, que es el pueblo en el que nací. Mi adolescencia la pasé ahí y tenía ganas de darle cuerpo al espítiru de esa época, a los noventa. Bastante oscuro, por cierto.  Mi idea era reconstruir el pueblo de nuevo. Partir de un punto geográfico real para proyectar el imaginario que sentía que había formado parte de aquellos años. Creo, y estoy convencido de eso, de que cada libro tiene que fundar un mito. Todo libro de ficción tiene que generar su propia mitología. Un universo propio. Porque me parece que la literatura es una herramienta genial para romper estructuras. Para poner en crisis nuestras creencias y a partir de ahí ampliar nuestra visión del mundo.

Vos naciste en Río Negro, ¿qué tiene de autobiográfico el libro?
Todo y nada. Muchos me preguntan si lo que cuento pasó de verdad. Como si existiera una realidad de la que uno pudiera dar cuenta con la literatura. Aún hoy creemos en la teoría de la verdad por correspondecia. Y estoy convencido de que eso nos lleva a una visión conservadora de la vida. No importa si lo que cuento se corresponde o no con lo que sucedió. Lo que importa es la lectura, la obra, la ficción, las sensaciones, los mundos que surgen del libro. Sierra Grande es una obra de ficción, cien por cien. Si de eso alguien puede decir que es autobiográfico no le suma ni le resta nada al libro, porque aunque yo dijera que es una autobiografía el libro sigue siendo el mismo. Una obra de ficción. Una invención. Nada más.

¿Cómo fue el proceso de selección de los cuentos que aparecen en el libro?
Solo quedó afuera una historia porque transcurría en otro tiempo, con los mismos personajes pero años después. No escribí mucho más que lo que está en el libro. Tenía clara la idea del libro y traté de no desviarme de lo que quería contar.

¿Cuál es tu cuento preferido del libro y cuál el que destacan los lectores?
Mi cuento preferido es Odisea, me parece que ahí encontré un tono y un modo de abordar las historias que es el que vengo usando últimamente. A la gente le gusta mucho Los Rusos y también Enriqueta.

¿Cómo surgió la posibilidad de publicar el libro con la Editorial Alto Pogo?
Leí una nota que le hicieron a Marcos Almada, el editor, y me gustó lo que decía. Le escribí, le conté de que se trataba el libro y nos juntamos a tomar un café. Le dejé el libro y cinco meses después me llamó para decirme que lo quería editar.

¿Qué autores recomendarías leer?
De los escritores contemporáneos argentinos me gusta mucho Diego Muzzio, su libro Las esferas invisibles es uno de los mejores libros de la literatura argentina de los últimos años. Muzzio es alguien que tiene buenas historias para contar y sabe cómo contarlas. Además trabaja con temas (la muerte, siempre la muerte) que son incómodos pero necesarios. Recomiendo mucho su trabajo. De los escritores argentinos clásicos, me gustan los cuentos de Fogwill, de Haroldo Conti, de Walsh, Silvina Ocampo, Borges. Casi toda la cuentística argentina clásica me parece insuperable. Por otro lado, abriendo las fronteras, ahora estoy en un período Cormac Mac Carthy, me parece que su novela Meridiano de Sangre es una de las mejores novelas que leí en los últimos años. Otro que me inspira es Maupassant, sus cuentos son increíbles, lo mismo me pasa con William Goyen.  Son muchos, pero estos autores son los que en este momento tengo más presentes porque son los estoy leyendo.

¿En qué proyecto estas trabajando actualmente?
Estoy trabajando en la adaptación de unos cuentos míos para una productora española, es un largometraje que en principio se filmaria en España. También estoy presentando al INCAA un guión que escribí para dirigir mi primer largometraje. Y voy avanzando de a poco en un libro de cuentos que se llama Animales, y como el título lo indica, son historias donde los animales son protagonistas.