lunes, 26 de diciembre de 2011
Sorteo del 2do número de "La Balandra"
Se viene fin de año y “Entre vidas” va a estar sorteando un ejemplar del 2do número de la revista de narrativa "La Balandra".
Las condiciones a cumplir son las siguientes:
- Ser seguidor del blog “Entre vidas” (ir al blog http://entrevidasmm.blogspot.com, acceder con gmail y agregarse como seguidor).
- Ser seguidor del FanPage de "La Balandra" en facebook.
- Enviar un mail a la dirección entrevidasmm@gmail.com indicando en el asunto "Quiero La Balandra" y en el cuerpo del mail: nombre y apellido, edad y cómo se enteraron del sorteo.
La inscripción finaliza el día 1 de enero de 2012 a las 15 hs y el ganador se sabrá el día 2 de enero de 2012.
El ganador retirará la revista por la zona de Capital Federal, sin excepción.
Se agradece la difusión.
domingo, 25 de diciembre de 2011
Ganadora del sorteo de la novela "Los abandonados"
La persona ganadora del sorteo de la novela "Los abandonados" de Luis Mey es MERCEDES CORONATO. Felicitaciones!!! Nos ponemos en contacto a través del mail de Entre Vidas para que retires el libro. Muchas gracias a todos por participar!!!
domingo, 18 de diciembre de 2011
Mercedes Giuffré: “Los escritores de novela histórica no estamos tratando de recuperar el pasado sino que estamos tratando de entender el presente”
La escritora Mercedes Giuffré es licenciada en Letras y docente universitaria pero su reconocimiento literario llega de la mano de su personaje Samuel Redhead, protagonista de las tres novelas que publicó hasta el momento. El género que maneja es el de la novela policial histórica, razón por la que tuvo que realizar una importante investigación de la época colonial. El tercer libro de la saga se llama “El carro de la muerte” y trata el tema de los esclavos con una mirada diferente a la que se nos enseñó en las escuelas argentinas. Giuffré es de esas personas que respira literatura, es una apasionada y eso queda reflejado al escucharla hablar de Redhead como si estuviera describiendo a un hijo.
¿Quién te inculcó el amor por la literatura?
En mi casa se leía mucho. Y tuve la suerte de tener muy buenas maestras que me hicieron tomar contacto con la literatura infantil y juvenil primero, y en la secundaria con los clásicos universales. Mi profesora, Rosalía, con quien sigo viéndome, fue muy importante en mi formación como lectora. Creo que ninguno de sus alumnos ha olvidado lo maravillosas que eran sus clases. Pero ya desde chica yo escribía. Mis padres lo advirtieron y me mandaron al taller literario que funcionaba en la escuela por las tardes. Después, en la adolescencia, manifesté que quería ser escritora y apoyaron esa decisión enviándome a un taller más “profesional” que dirigía la poeta Hebe Solves, quien lamentablemente ya falleció. Mi padre es artista plástico y tenía su taller de alumnos en el piso de arriba y Hebe, el suyo, en el piso de abajo. Con ella fui perfeccionando el estilo, puliendo la expresión. Más tarde seguí la carrera de Letras tratando de acercarme a la literatura desde una perspectiva analítica y crítica. Aprendí a abordar los textos de otra manera.
¿Te acordás lo primero que escribiste que consideraste publicable?
Sí, me acuerdo. Tengo carpetas llenas de poemas, cuentos y una novela que empecé a escribir a los 14 años. Pero fue recién cerca de los 30 que consideré publicable una serie de cuentos. No estaba desesperada por editarlos pero me parecía que el verlos impresos iba a cambiar algo en mí, entonces los publiqué en una editorial de autor y sentí que fue un paso gigante, un cambio. La edición fue de muy pocos ejemplares y ya no se consigue. Después, publiqué un ensayo académico sobre la novela histórica argentina en una editorial universitaria. Éste fue muy bien recibido y se ha utilizado en varias cátedras, en tesis y en artículos de investigación. A partir de ahí, consideré el dedicarme a escribir ya profesionalmente.
Ahí aparecen las historias de Redhead.
Durante la crisis del 2001 me quedé sin trabajo y estaba muy angustiada. Daba algunas clases en la facultad pero no podía vivir de eso. Y notaba que el mal momento del país no era sólo un resultado de la mala política reciente, sino que su origen había que buscarlo en el tiempo. Yo vivía el presente como algo caótico, incomprensible y doloroso. Soy de la idea de que los escritores de novela histórica, en realidad, no estamos tratando de recuperar el pasado, que es lo que hace el historiador, sino que estamos tratando de entender el presente. Vamos al pasado, como si se tratara de un espejo, para entender lo que nos pasa ahora. Justamente por eso me puse a leer bibliografía de la época de las Invasiones Inglesas y de la Revolución de Mayo porque para mí son los momentos clave de nuestra conciencia nacional. Leí empedernidamente durante cuatro años y medio acerca del tema. A mitad de ese proceso, digamos a los dos años, se me apareció el personaje de Samuel Redhead. Después quise recorrer museos, visitar ambientes genuinamente coloniales, ver los carruajes de la época, la ropa, etc. Trasladarme mentalmente a los espacios que quería recrear. Y de ese modo, lentamente, fui encontrando el tono con el que quería contar la historia. Por un lado, era una manera de evadirme de la realidad caótica que me rodeaba, y por el otro, de encontrar un hilo conductor entre el momento fundacional de nuestra identidad y el futuro que debíamos construir para salir de la crisis. Con “Deuda de sangre” se inició Redhead como personaje así como la serie de novelas que protagoniza. Pero también me inicié yo como novelista. Es una obra con mucha carga en la que descubrí mi estilo. Después fui creciendo como narradora, y Redhead fue creció a la par como personaje. Por eso estamos tan unidos.
¿Cuándo empezaste a escribir “Deuda de sangre” ya veías que iba a ser una saga?
Sí. Cuando apareció el personaje en mi mente, lo hizo como una historia de vida muy larga. Sé toda su historia hasta el fin. Y a partir de ese marco, empiezo a pensar los misterios de cada una de las entregas, los títulos de cada novela y su historia particular, porque cada libro tiene un caso policial y se resuelve en sí mismo. No es necesario leerlos todos, a menos que uno quiera saber qué pasa con el personaje y con su gente (que es lo que espero les suceda a los lectores).
¿Cómo surge el nombre “Redhead y cómo elegiste la profesión del protagonista?
Por un lado, necesitaba un personaje que fuese dúctil para meterse en los diferentes ambientes. La sociedad de esa época estaba muy estratificada. ¡Y había un estamento que vivía en la esclavitud! Ya ahí tenemos un problema para formar un país. Teníamos un grupo de comerciantes y sus familias, que formaban lo que hoy sería una clase media-alta con aspiraciones aristocráticas. Después estaba la antigua casta militar española, muy venida a menos, y luego tenías al pueblo raso. Entonces yo necesitaba un personaje que pudiera relacionarse abiertamente con todos esos grupos sin ser cuestionado, y además alguien que tuviera la suficiente educación y cultura y fuese un buen observador. Por otro lado, me pareció muy interesante el paralelo entre el investigador de misterios y el cirujano que hace una autopsia. El cuerpo que disecciona el investigador es la sociedad (lo mismo que hace el escritor en su obra). Por eso mi personaje es médico “y” cirujano, en una época en la que ambas disciplinas se diferenciaban en cuanto a la adquisición de los conocimientos. El médico se formaba en la universidad y el cirujano se formaba en algunos colegios y en el campo de batalla. Redhead tiene las dos formaciones. Finalmente, el nombre es el de un médico real que vivió en esa época y que acompañó a Manuel Belgrano a casi todas las campañas y con quien tradujeron del inglés varios textos que al general le interesaba que estuviesen disponibles en español. Yo tomé el apellido de Joseph Redhead y algunos de sus rasgos, no todos.
En la tercera novela “El carro de la muerte” arranca con una serie de asesinatos de esclavos, ¿la idea es dar a conocer la verdadera historia de la esclavitud que no aparece en los manuales?
Mi generación fue educada con una historia de cotillón. No sólo en la primaria (que cursé en tiempos del Proceso), sino luego, en la escuela secundaria, ya en plena democracia. Me acuerdo que para las fiestas patrias me pintaban la cara con corcho quemado y me hacían actuar de negrita mazamorrera. La visión de la esclavitud era ésa. ¡Patética! Todos felices, cada uno en su rol. No se enseñaba lo que significó realmente ese genocidio. La condición del esclavo era deplorable, acá como en todas partes. La Asamblea del año XIII dictó la libertad de vientres, pero quienes ya habían nacido esclavos lo siguieron siendo y servían en las casas de los blancos o en sus tierras. Algunos compraron su libertad peleando en las guerras de Independencia. Por eso los ejércitos se nutrieron con batallones de negros y eran los que iban a la vanguardia, la “carne de cañón”. También se los mandó a la frontera a luchar contra el indio. Se los trató muy mal y nosotros, durante mucho tiempo, creímos lo que se nos inculcó en la escuela: que acá se los trataba bien a los esclavos, que la gente era cariñosa con ellos, que no trabajaban como mulas y que acá no hubo racismo (ni lo hay…). ¿De dónde viene entonces la frase de “trabajar como un negro”? La esclavitud fue terrible porque era esclavitud. Y nadie puede ser feliz ni vivir dignamente en esa condición. Lo que me lleva a cuestionarme sobre las esclavitudes actuales: la trata de personas, el sometimiento sexual sistemático avalado por la complicidad de quienes tienen los medios para evitarlo, la explotación de los inmigrantes ilegales en las fábricas… Espero que abramos los ojos como sociedad (a nivel global, porque esto no es privativo de nuestro país). El mundo entero está volviendo a los tiempos de la esclavitud.
¿En la tercera novela la idea era ir cerrando la historia de vida del protagonista?
Cerrar una etapa. Las dos novelas que siguen inician otra. La vida de Redhead es como la vida de cualquiera de nosotros, y va cambiando. Es más, yo siempre digo que Redhead es un poco todos nosotros, porque proviene de diversos orígenes y elige vivir acá.
¿Qué tenés de Redhead?
Mucho. Él, como yo, tiene la mitad de sus ancestros en Galicia. Es metódico, a veces obsesivo. Tiene una gran necesidad de justicia. Y a veces espera demasiado de la gente.
¿Qué repercusiones tuviste con tu última novela “El carro de la muerte”?
Me escribieron muchas personas. Tengo un grupo de lectores que me escribe desde la primera novela y con el que mantenemos un diálogo fluido. A algunos los conocí en persona, a otros no porque viven lejos. Incluso tengo lectores del extranjero. Varios son médicos. Entre las cosas lindas que surgieron a partir de las publicaciones, por ejemplo, los dos primeros libros fueron leídos en la clase de literatura de un colegio de Carlos Casares. Un orgullo para mí. Otra repercusión fue que me invitaron a dar varias charlas y estoy viajando seguido por el país, conociendo a otros escritores.
¿Qué libros de autores argentinos recomendarías?
Leo mucho a mis colegas y creo que en Argentina hay, (contra lo que afirman algunos que quizá no han leído lo suficiente), una nueva y rica generación de narradores. La literatura argentina y latinoamericana está creciendo y cambiando, y a mí me interesa mucho lo que surge. En cuanto a nombres, me gusta la obra de Liliana Bodoc, me parece que lo que hace es original, de un nivel narrativo único. Me gusta y mucho lo que hace Leonardo Oyola, que en mi opinión está a la vanguardia de la literatura argentina actual. Es un escritor que espero sea valorado porque se lo merece. Otro tanto puedo decir de Pedro Mairal, Andrés Neuman, Samanta Schweblin, María Inés Krimer y Alejandra Zina. Y Claudia Piñeiro, que me parece una narradora formidable. Me gusta también el trabajo de la escritora cordobesa Cristina Bajo, que viene desarrollando desde hace bastante una saga ambientada en su tierra durante las guerras civiles. Me encanta lo que hace el ya clásico Pablo de Santis. Tengo en la mesa de luz un libro de Luis Mey que me regaló un buen amigo. Pero es injusto no mencionar a otros muchos a quienes admiro. La lista sería interminable. ¡Y no he leído todo lo que quiero leer todavía! Así que si me preguntás dentro de unos meses, seguro tendré más nombres.
¿Actualmente en qué estás trabajando?
En una novela distinta, también policial pero saliendo del lugar cómodo que me proporcionaba Redhead. Yo podría escribir veinte novelas con este personaje, pero no me parece interesante, de momento, porque me convertiría en una “escribidora” y no en una escritora. Tal vez las escriba pero a lo largo de los años. No como una máquina que expende libros. El escritor tiene que ir creciendo intelectualmente, no sólo estéticamente. Creo que es el momento de explorar otro tipo de policial, que es el género con el que me siento más auténtica, y después sí volver a Redhead pero cambiada. Crecida. No repetir la fórmula hasta el cansancio. Estoy explorando otro lenguaje, incursionando en algo más crudo y con cierto humor. Y estoy releyendo a Chandler.
jueves, 15 de diciembre de 2011
Sorteo de la novela "Los abandonados"
Se vienen las fiestas y “Entre vidas” va a estar sorteando un ejemplar de la novela “Los abandonados” del escritor Luis Mey.
Las condiciones a cumplir son las siguientes:
- Ser seguidor del blog “Entre vidas” (ir al blog http://entrevidasmm.blogspot.com, acceder con gmail y agregarse como seguidor).
- Enviar un mail a la dirección entrevidasmm@gmail.com indicando en el asunto "Quiero el libro de Luis Mey" y en el cuerpo del mail: nombre y apellido, edad y cómo se enteraron del sorteo.
La inscripción finaliza el día 25 de diciembre de 2011 a las 15 hs y el ganador se sabrá el día 26 de diciembre de 2011.
El ganador retirará el libro por la zona de Capital Federal, sin excepción.
Se agradece la difusión.
lunes, 28 de noviembre de 2011
Samanta Schweblin: “Todavía me sorprende descubrir como casi todos los lectores optan por la resolución fantástica”
Samanta Schweblin es una de las escritoras jóvenes más importantes de la actualidad y con el correr del tiempo ha conseguido el reconocimiento de críticos, colegas y un gran número de lectores. La autora lleva publicado dos libros de cuentos llamados “El núcleo del disturbio” y “Pájaros en la boca”, con los que ha obtenido el Premio del Fondo Nacional de las Artes 2001 y el Premio Casa de las Américas 2008, respectivamente. Samanta estuvo hablando con “Entre vidas” para contar parte de su rica historia dentro del mundo literario.
Sos egresada de la carrera de Imagen y Sonido de la UBA, ¿en qué momento decidiste dedicarte a una profesión distinta como es la de escritor?
En realidad, no me dedico todavía cien por ciento a la “profesión de escritor”, de hecho, es muy poco el tiempo que hoy dedico a la escritura a lo largo de toda una semana. Pero poco a poco fueron surgiendo trabajos que rondaban la literatura –dar clases, tener un taller, charlas, eventos- y, aunque sinceramente gano con ellos mucho menos de lo que ganaba con mis trabajos anteriores, siento que permanezco mucho más tiempo en el mundo de la ficción, y así lo prefiero.
¿Qué fue lo primero que escribiste?
Antes de aprender a escribir le dictaba cuentos a mi mamá y ella los escribía por mi en un cuaderno de hojas blancas, dejando los espacios para que yo después haga los dibujos. Pero eso no es exactamente escribir, claro. Mi primer cuento formal, con principio y fin (si es que eso es lo que hace “formal” a un cuento), lo escribí en el primer año del secundario. Era un cuento espantoso: un águila que, parada sobre un acantilado, se preguntaba si debía o no sobrevolar el bosque. “…era lo que más deseaba hacer en el mundo, pero sabía que entre los árboles estaba el cazador, y que, si se echaba a volar, él la mataría…” Así todo, el águila “abría las alas y se echaba a volar, porque la belleza del bosque valía la pena…” y el cazador, por supuesto, disparaba. La historia era larga y empalagosa, y cumplía con todos los lugares comunes posibles. Pero el diario mensual del colegio reservó para mi historia la contraportada del mes siguiente y mi familia estaba muy orgullosa de todo el asunto. Así que yo estaba feliz.
¿Cuáles fueron los escritores que te marcaron y ayudaron a pulir tu estilo?
Los que me marcaron fueron los que leí en mi adolescencia: Kafka, Dostoievski, Vian, Bradbury, Ballard… Los que me dieron las mejores lecciones de estilo fueron en gran parte los norteamericanos, desde Hemingway y O’Connor a Salinger, Carver, Cheever… Siempre admiré el control y la precisión absoluta de estos autores sobre sus textos.
¿Qué cambió en tu vida tras obtener una serie de premios literarios por tus libros “El núcleo del Disturbio” y “Pájaros en la boca”?
Muchas cosas. Algunas pequeñas, pero importantes. Cambió definitivamente mi profesión, porque me dieron el empujón final para pasarme completamente a este otro lado del mundo, que es el lado de la ficción. Me dieron nuevos y buenos amigos. Me abrieron las puertas a varios viajes y traducciones. Y me dieron un montón de problemas con la AFIP, donde que por más que explico y explico que mis viajes son invitaciones extranjeras, no pueden entender como un monotributista clase B viaja “inadmisiblemente” por todo el mundo.
Hasta el momento publicaste libros de cuentos, ¿tenés pensado escribir alguna novela?
No por ahora.
Pasaron siete años entre la publicación de “El núcleo del disturbio” y la salida de tu libro de cuentos “Pájaros en la boca”, ¿qué hiciste en ese intervalo?
Bueno, ya estás peor que los de la AFIP. La verdad es que después de terminar “El Núcleo…” pasé un par de años sin escribir absolutamente nada. De hecho, lo mismo está pasando con “Pájaros…” Recién este año volví a sentarme a escribir. A mi no me funciona eso de escribir todos los días. Funciono un poco como una esponja: tengo períodos de absorción de información y material, y períodos producción. En el primer período también escribo, pero difícilmente termine algo. Empiezo miles de historias, escribo cosas que no vienen ni van a ningún lado, leo mucho, pierdo el tiempo activamente. La segunda etapa se da en períodos más breves de tiempo, quizá porque justamente ya tengo material dando vuelta hace tiempo.
¿Qué método de escritura tenés? ¿Escribís a partir de imágenes? ¿Tenés que saber el final del cuento antes de empezar a escribirlo?
A veces sí, a veces no. Prefiero escribir sabiendo el final, porque es mucho más fácil avanzar sin bifurcarse o aburrirse a mitad de camino. Pero a veces solo hay un principio, y trabajo igual hasta encontrar qué es lo que quiero contar. Ese es el tipo de cuentos en los que hay que arremangarse para quitar y reescribir bastante.
En tus cuentos predominan historias fantásticas y con toques de terror, ¿es el estilo con el que más cómoda te sentís?
En realidad, de todas las historias del último libro solo dos de ellas son efectivamente fantásticas, el resto deja abierta la decisión al lector. Todavía me sorprende descubrir como casi todos los lectores optan por la resolución fantástica, y casi ninguno por la realista. Es esa brecha la que me gusta. Avanzar con un pie sobre lo real y otro sobre lo fantástico, creo que eso es incluso lo que asoma los cuentos hacia el terror: la posibilidad de que lo fantástico esté tan, pero tan cerca de lo real.
¿Por qué no es tan habitual que en la Argentina se editen publicaciones del género fantástico?
Bueno, fue muy habitual en generaciones anteriores. Gran parte de la mejor cuentística rioplatense es fantástica: Borges, Bioy Casares, Di Benedetto, Ocampo, por seguir nombrando siempre –injustamente- al puñado más conocido. Y tampoco creo que esta generación esté tan corrida de ese lugar. Creo que lo aborda pero desde otro lugar. Pienso en los cuentos de Pedro Mairal, de Mariana Enríquez, de Federico Falco…
¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy con un nuevo libro de cuentos.
Contame de los viajes que estás haciendo…
Los próximos son a Costa Rica y a Brasil, a presentar el libro. Y en Mayo del año que viene me voy a vivir un año a Berlín, con la beca de la DAAD. Así que ya estoy estudiando alemán.
¿En qué momento pensaste que podías vivir de la literatura?
Todavía no me lo creo, cada mes me parece un milagro. A veces siento que no me lo merezco y temo que, si me descubren acá escondida trabajando en algo que me gusta, me den condena perpetua en un call-center.
domingo, 27 de noviembre de 2011
John Verdon: “Quería ver si podía escribir una novela”
No es tan frecuente que un escritor se transforme en best seller a los 69 años pero éste fue el caso de John Verdon. Tras jubilarse, luego de haber trabajado como director creativo de varias agencias publicitarias, quiso ir por el sueño de toda su vida y lo consiguió. Su primer libro “Se lo que estas pensando” fue rápidamente uno de los más vendidos y con la segunda novela “No abras los ojos”, ambos publicados por Random House Mondadori, ha superado el éxito de la publicación anterior. El autor estuvo de visita por la Argentina y Entre vidas aprovechó para entrevistarlo.
¿Cómo surge lo de dedicarse a la escritura profesionalmente?
Escribí toda mi vida en el mundo de la publicidad pero era muy limitado lo que podía escribir. Siempre lo tuve en mi mente y tenía la fantasía de escribir algo. Cuando me jubilé, estaba libre para hacer lo quisiera pero la primera cosa que hice fue construir muebles. Lo hice diez años y mi esposa me instó a hacer algo en la ficción. Me gusta leer sobre misterios, siempre quería escribir algo en ese género y así empecé con el primer libro. Tenía unas ideas que quería transformar en un misterio interesante. Trabajé con ideas y vueltas durante dos o tres años pero no tenía idea de que esto se iba a publicar. Quería ver si podía escribir una novela, simplemente. Cuando mi esposa la leyó, finalmente le gustó y me ayudó a conseguir un agente. Tuve suerte en conseguir el agente que tengo. Le vendió el libro a la Editorial Random House dos semanas después de habérselo enviado. El editor de Random House se emocionó mucho con el libro y me ofreció un contrato por un libro más mientras fuera el mismo detective con su esposa.
¿Tuvo alguna imagen disparadora para dar inicio a la historia de su primera novela “Se lo que estás pensando”?
La historia comenzó con la idea de una persona que tiene un pasado muy oscuro con un presente y un futuro muy exitosos pero con un miedo del pasado que lo acecha. La idea era suponer una persona como esa que tiene una comunicación ambigua que alude a ese pasado. El miedo se empieza a crear en su momento, qué es lo que sabe ésta persona de mí, tiene paranoia. Todo surgió a partir de eso. Usted habla de la imagen. Hay un par de imágenes que se me ocurrieron. Me pareció interesante tener huellas en la nieve pero que simplemente se detuvieran, desparecieran. Esa imagen siempre me gustó. Tenía esa imagen que vino mucho antes del libro pero luego lo relacioné con la historia de una persona.
Sin embargo en su nuevo libro “No abras los ojos” el inicio del libro es con una novia decapitada en el día de su boda, una muerte con más saña.
Para mi nuevo libro tenía esa imagen pero tenía que pensar por qué había sucedido eso, quién sería esa mujer, por qué le cortarían la cabeza. El comienzo del misterio siempre es una idea muy poderosa, me encantan los primeros quince minutos de las películas de ciencia ficción cuando vemos el primer indicio de algo malo.
¿Qué trabajo previo de investigación tuvo que realizar?
No tuve que investigar en la cuestión psicológica, la parte psicológica salió de mi cabeza pero para los procedimientos policiales visité una academia de policía en Nueva York y visité un laboratorio forense. También leí un par de libros acerca de la investigación de escenas del crimen. Mi hijo es oficial de policía. Me ayudó en el segundo libro y me está ayudando con el tercero.
¿Cuándo comenzó a escribir su primer libro “Se lo que estás pensando” ya había definido que iba a tratarse de una saga?
No pensé que lo iba a publicar siquiera. Me propuse tratar de escribir un libro, mi objetivo era que le gustara a mi mujer, que lo aprobara y pensara que era bueno. Cuando empecé a escribir el libro ya tenía 65 años, no había publicado nada así que no creía que iba a publicar un libro.
¿Qué semejanzas encuentra entre usted y David y cuáles entre su mujer y Madeleine?
David y yo somos muy introvertidos, muy analíticos, siempre estamos pensando. El 90 por ciento de mi vida pasa por mi cabeza. Sin embargo, el 90 por ciento de la vida de mi mujer pasa afuera. Si mi esposa ve una flor en la colina, por ejemplo, ella dice ¡que linda! y si yo veo una flor fuera de estación me pregunto porque ocurre eso. También, Madeleine y mi esposa son mucho más impulsivas, tomas decisiones rápidamente. Yo tengo que pensar las cosas tres días, por lo menos. Somos similares en esos sentidos pero somos diferentes en que David Gurney es mucho más valiente que yo, nunca podría hacer lo que hace él, tengo mucho miedo. Y mi esposa es mucho alegre, Madeleine no se ríe.
¿Está pensando en escribir otra novela que no tenga que ver con David Gurney?
No, quizás algún día quiera hacer algo que no se puede hacer en éste formato pero ahora la estructura del misterio con éste matrimonio en el medio me permite hacer todo lo que quiero escribir. Tengo un contrato para el cuarto libro así que por lo menos escribiré cuatro novelas con David Gurney de protagonista.
domingo, 13 de noviembre de 2011
Victoria Bayona: “Hay que apostar al Fantasy argentino”
Su fanatismo por la saga de Indiana Jones y el libro de La Isla del tesoro fueron los disparadores para que la escritora Victoria Bayona escribiera su primera novela “Camino a Aletheia”, eligiendo contar una historia de “Fantasy”, género en el que prevalecen las aventuras dentro de un mundo mágico. La autora de 33 años habló con “Entre vidas” para contarnos de su debut literario, analizar su libro y dejar sus impresiones acerca de un género poco habitual para los escritores argentinos.
Estudiaste teatro, música, dibujo y sos escritora. ¿Cuál es la disciplina que más te gusta?
Si tuviera que elegir entre las cuatro disciplinas: escritura, dibujo, canto o actuación; desde siempre elegiría la escritura. Si los tengo que poner en orden de importancia, primero está la escritura, después el dibujo, la actuación y por último el canto.
¿Qué fue lo primero que escribiste?
Lo primero que escribí fue poesía, cuando tenía 11 o 12 años. Me había enamorado de la Antología de Alfosina Storni y ahí arranqué hasta que me propuse escribir una novela de Fantasy, a los 26, que es el género que más me gusta leer. Así surgió Aletheia.
¿Por qué te decidiste por escribir fantasy?
Venía leyendo mucho del género. Me enganché con la saga de Harry Potter, empecé a leer los libros de “Una serie de eventos desafortunados” y justo estaba en un momento en el que estaba trabajando en una compañía de teatro como actriz en donde viajábamos por todo el país. Me encontré con mucho tiempo muerto en la camioneta. Me la pasaba mirando por la ventanilla imaginándome cosas y pensé en aprovechar y planificar una historia. Me compré un cuaderno de hojas lisas y empecé hacer el boceto de los personajes, a pensar un poco la historia. También coincidió con un sueño, -yo sueño mucho con ballenas-. En el sueño me levantaba en un barco, iba a cubierta y veía los lomos de tres ballenas rosas y una oscura. Me desperté, escribí un borrador en primera persona, y esa fue la primera imagen del libro, había nacido la capitana Marion.
¿Cómo elegiste la palabra Aletheia?
La palabra Aletheia es una palabra que me gustó mucho desde que la escuché por primera vez y tenía ganas de usarla para algo. La aprendí cuando estudiaba Filosofía en Bellas Artes. Ahí nos hablaron de la Aletheia, que significa descorrer el velo para descubrir lo oculto, una palabra que habla de la verdad como desocultamiento. Me pareció hermosa. Entonces pensé en ponerle Aletheia a la isla. Me gustaba que el personaje fuera camino a la verdad y que en ese camino a la verdad sufriera una transformación. En la trama todo está ligado a la búsqueda de la verdad.
¿Por qué le pusiste Marion a la protagonista de la historia?
Porque Marion es la novia de Indiana Jones en la primera película de la saga. Me copa esa película, me encantaba ese personaje y, como es una mujer fuerte, pensé: “mi capitana tiene que ser así”. Después me causó gracia porque ya había terminado de escribir “Camino a Aletheia” cuando salió la cuarta película de Indiana Jones y habían convocado a Marion Ravenwood de nuevo.
¿Qué similitudes encontrás con Marion?
Creo que Marion es como una versión mía sin censura. Yo soy más política, a Marion no le importa nada. Eso me gusta, ella responde como quiere, si tiene ganas, está de malhumor... No sé si tengo muchas cosas en común con ella, pero lo que sí sé es que me encantaría ser su amiga.
¿Cómo llegás a la Editorial Norma para poder publicar tu primer libro?
Es gracioso. Cuando empiezo a entusiasmarme con la historia y a pensar que podía escribir algo mínimamente coherente, me pongo a chusmear en las librerías que había en el mercado. Había escuchado hablar de los libros de Liliana Bodoc, de “La Saga de los Confines”. Justo para esa época leí una entrevista en donde ella contaba su historia, cómo había llegado a publicar. Había llevado su libro a Norma, entre otras editoriales y se la publicaron. Pensé que era un muy buen dato: que Norma era una editorial que recibía manuscritos de gente desconocida, que los leía y, si le gustaban, los publicaba. Entonces pensé: “me encantaría que me publique Norma”. Cuando terminé de escribir la novela, llamé por teléfono a la editorial, pregunté a quién le tenía que mandar la novela y la mandé por mail. Me respondieron que dentro de los cuatro meses me iban a dar una respuesta. Pasado ese tiempo llamé, pero habían cambiado de editora, ahora estaba Ana Lucía Salgado. Hablé con Ana Lucía, le pregunté si había leído mi novela y por esas cosas de los tiempos editoriales, siempre la respuesta era negativa. Pasaba el tiempo y la estuve llamando unos cuantos meses hasta que creo que –pobre- se cansó, y me dijo que la llamara en dos semanas que me iba a dar una respuesta. Antes de que se cumplieran, estaba chequeando en un locutorio mis mails y veo uno de Ana Lucía en el que me decía que había leído mi novela y que le gustaría publicarla. Yo no lo podía creer. Quería abrazar al empleado.
¿Las ilustraciones que aparecen en la publicación son tuyas?
Sí. Está bueno porque en un principio pensé que no iba a poder ilustrarla pero como se demoró un poco el tiempo de publicación, me dieron vía libre y pude hacer las ilustraciones, que era algo que tenía muchas ganas de hacer. Me parece que quedó lindo, es como un plus.
¿Hay posibilidades que las historias de Marion se transformen en una saga?
Sí, ya escribí la secuela, la terminé de escribir en Mayo. Tiene mucha más acción y romance. Quedó abierta para una tercera y no sé cuántas serán.
¿Leíste algo en particular que te haya ayudado a escribir la novela?
Leí “La isla del tesoro” que fue una gran inspiración. Yo no sé nadar, con eso te digo todo. De navegación, cero. Leí ese libro y fui subrayando los términos de navegación, busqué mucho en Internet acerca de las partes del barco.
¿Qué repercusiones tuviste de los lectores?
Hasta ahora, por suerte, todos los feedbacks fueron positivos. Me gusta cuando me dicen que la historia los atrapa y que les da ganas de saber qué pasa. Me parece que en cuanto a la escritura, es lo primero que escribo y tendrá sus cosas... Pero me gusta pensar que es una linda historia y que te divierte.
Para la gente que todavía no leyó la novela, ¿por qué pensás que tendría que hacerlo?
Es una historia entretenida. Además, más allá de lo fantasioso y de la aventura, también se tocan temas que son profundos, como la desilusión de la Capitana en ciertos momentos de su vida, las cosas que tiene que enfrentar, por qué llega a ser quién es, la amistad. Hay bastantes temas que hacen a lo humano, a los sentimientos, que me parece que están presentes en la novela y que son hermosos de explorar como escritor y como lector.
¿Por qué las editoriales no tienen un catálogo de novelas de Fantasy de escritores argentinos?
Es un género poco explorado pero cada vez somos más los que nos estamos animando. Ojalá seamos los precursores. Dentro de poco sale una novela de Fantasy de Leo Batic, hace unas semanas salió otra de Márgara Averbach… Hay que apostar al Fantasy argentino.
miércoles, 9 de noviembre de 2011
Hugo Salas: “Me divierte pensar que Hugo Salas pueda terminar convirtiéndose en mi Ripley”
El escritor Hugo Salas publicó su primera novela “Los restos mortales” en la que el narrador de la historia recibe el nombre del autor dejando entrever que tiene mucho de autobiográfico. El libro cuenta como un asesino a sueldo llega a un pequeño pueblo patagónico con el fin de matar a la mamá de Salas. Entre las páginas de ésta novela maravillosa aparecen el sexo y la violencia, dos cosas que como señala el autor “son parte fundamental de la vida”.
¿En qué momento de tu vida decidiste que querías ser escritor?
Empecé a escribir muy chico, alrededor de los nueve años, y recuerdo que en el colegio secundario estaba absolutamente seguro (con esa confianza temeraria que suele tener todo adolescente) de que iba a ser escritor. Sin embargo, a los dieciocho dejé de escribir, y durante mucho tiempo estuve convencido de que aquello no había sido más que una vocación adolescente (si bien, en el terreno laboral, el periodismo iba convirtiéndome en un escribiente profesionalizado). Aunque fui gestando (y abandonando) distintos proyectos, recién a los 28 retomé seriamente la escritura, con plena conciencia de todo lo que implicaba. Recién ahí “decidí” ser escritor.
¿Qué fue lo primero que escribiste?
Lo más viejo de lo que tengo memoria –no conservo el material, afortunadamente– es una nouvelle escrita en tercer o cuarto grado, donde se contaba la historia de un asesino desesperado y vengativo (por aquel entonces no conocíamos todavía el concepto de los asesinos seriales, pero nos fascinaban igual). Comenzaba con una escena en que el protagonista (sospechosamente, un niño) asesinaba a un perro “en defensa propia”. Lo más probable es que haya sido una mala copia de El juguete rabioso, cruzado con fantasías vindicatorias propias de la edad.
¿Por qué decidiste que el narrador de tu primera novela “Los restos mortales” se llamara Hugo Salas?
Más allá de que la reiteración de mi nombre en el del narrador blanqueaba el contenido autobiográfico del libro, también me resultaba interesante ese doble gesto en términos del problema de la autoría, con los múltiples problemas que supone decir “yo” dentro del discurso literario. De hecho, me resulta raro que tantos escritores argentinos escriban sobre sí mismos (ya sea en términos realistas o idílicos) pero se cambien el nombre.
¿Fue difícil la construcción de la primera persona?
Cualquier voz, en literatura, es difícil de construir, aún la supuestamente propia (digo supuestamente porque me parece que nadie termina nunca de conocer su voz, su cuerpo, tal como los conocen los demás, como pura exterioridad… ¿quién no ha fantaseado con poder verse a sí mismo fuera del espejo?). En términos prácticos, el dilema de la identidad se resuelve entendiendo que uno es tan imaginario como cualquier otro personaje. Me divierte pensar que Hugo Salas pueda terminar convirtiéndose en mi Ripley (salvando las diferencias, claro está).
¿Cómo nace la historia?
Lo primero que tuve en claro fue el personaje de Pedro, un hombre cansado, rutinario, perdido en un hotel de mala muerte en medio de la Patagonia, más concretamente en la zona norte de Santa Cruz, donde nací. A poco de comenzar a escribir sobre él, descubrí que era un asesino a sueldo, lo que me planteó una pregunta, ¿qué corno hace un asesino a sueldo ahí? Y la respuesta surgió “sola”, o había estado esperando agazapada: entendí que ese hombre sólo podía estar ahí para matar a mi madre. Allí, justamente, comienza a producirse el cruce entre la invención (Pedro) y la autobiografía (mi madre murió asesinada, efectivamente, tal como se cuenta en la novela).
En alguna oportunidad has dicho que te intrigaba tu propia familia, ¿podrías contar qué es lo que te llamaba la atención de ellos?
La capacidad para resguardar su historia. Normalmente, todas las familias tienen una serie de relatos que contribuyen a aceitar la trama vincular, y como tales son públicos o al menos compartidos, y otros que se cuentan a escondidas, los secretos (vergonzantes o terribles). En mi familia, fundamentalmente la de mi madre, que era la más cercana a mí durante mi infancia, se producía algo muy extraño: todos los relatos, incluso los más anodinos y banales, recibían el tratamiento dispensado a los secretos, con lo que cualquier cosa que hubiese ocurrido antes del nacimiento de uno, se perdía en la más extraña e incomprensible de las brumas. Paradójicamente, la revelación solía hacerse de una manera bastante brutal y directa, sin mucho cuidado, y cuando el que entonces pasaba a recibir la historia acusaba recibo y daba cuenta de su impacto, todos reaccionaban con extrañamiento, como si se hubiese tratado de la cosa más pública y conocida del mundo, lo que a su vez servía para tapar otra parte de información. Un ejemplo concreto: durante toda mi infancia, mi madre organizaba cajas con ropa usada para “una gente pobre del pueblo” (el pueblo del que provenía su familia, en la provincia de Río Negro). Sin embargo, a los 14 años advierto que el domicilio no corresponde a ese pueblo y pregunto. Sin mucho preámbulo, mi madre me contesta que se trata de los hijos y nietos de mi abuela materna, la familia que armó luego de abandonar a mi abuelo, cuando ella era chica (hasta ese momento, sin saber muy bien cómo, yo suponía que esa abuela había muerto, sencillamente), que yo sabía perfectamente quiénes eran. La respuesta fue tan tajante que ahorró, por ejemplo, que yo preguntara hasta qué edad esa abuela había estado viva, y si yo hubiese podido llegar a conocerla (dato que ignoro al día de hoy). Este mecanismo tenía por resultado, desde luego, una familia muy intrigante, pero bastante literaria, al menos en su capacidad de aportar peripecias.
¿Tu historia familiar fue el motor que te impulsó a escribir la novela?
No, como señalé antes la novela, que es la historia de Pedro, se cruzó accidentalmente con mi propia historia… digamos que fue como un choque en cadena sobre una autopista, con los resultados predecibles para todos los involucrados.
¿Qué trabajo previo tuviste que realizar para construir el personaje de Lidia, la prostituta del pueblo?
Para mí, parte de ser escritor es ser curioso. No tanto para conocer/saber cosas, sino ante todo para afinar el oído y descubrir modos de habla. En ese sentido, el personaje de Lidia fue relativamente sencillo, porque a lo largo de mi vida conocí a varias trabajadoras sexuales, en su mayoría travestis, y eso me permitió traspolar muchos códigos y modos de relación. Por otra parte, creo que la prostitución no deja de ser un caso extremo de las condiciones laborales que la mayoría de nosotros vivimos bajo el capitalismo en su forma actual.
¿Siempre tuviste en mente el nombre de la novela o manejabas alguna alternativa? ¿Por qué recibe ese nombre?
Durante mucho tiempo, la novela no tuvo nombre, pero cuando apareció fue Los restos mortales, y por suerte nadie me pidió que barajara una alternativa. Me parece que compendia varias cosas: por un lado, la noción de la literatura como algo que se produce con restos (de charlas, de imágenes, de historias y en este caso hasta de mi biografía), y por otro, una noción psicoanalítica que siempre me gustó, según la cual todos somos, de alguna manera, el resto de la cópula de nuestros padres (percepción agravada, desde luego, cuando los padres de uno han sostenido una relación tan pasional). Esos restos, a su vez, son mortales en un doble sentido: mueren y matan. Y todo ello se condensa en esa frase fija, un poco fosilizada, que se utiliza como eufemismo para referirse a un cadáver.
En la novela aparecen varias situaciones de sexo y violencia, ¿la idea era apuntar a una historia dura?
No, en ningún momento hubo un afán “sensacionalista”, por llamarlo de alguna manera. Sencillamente, considero que el sexo y la violencia son parte fundamental de la vida. Tal vez lo que intenté pensar fue por qué, al menos en este momento particular de la historia, tienden a aparecer tan ligados.
¿Al mismo tiempo que escribías la historia leíste algunos libros dentro del género policial negro como para ayudarte en el proceso creativo?
Durante los períodos de escritura, suelo reservarme el acto de leer como un lugar que me libera de los materiales con los que estoy trabajando, por lo que comúnmente leo cualquier cosa que no tenga que ver con el tema. Sí he trabajado con anterioridad el género, en la literatura y sobre todo en el cine (que es mi principal espacio de investigación como crítico), pero no sentí la necesidad de volver sobre esos pasos durante el proceso de producción.
Hay escritores que escriben a partir de una imagen, otros no empiezan a escribir si no saben el final de antemano, ¿cómo es en tu caso?
Creo que a diferencia del cuento, que es un género mucho más técnico (y, por ende, en términos generales, suele tener un mayor grado de planificación, cierto avance más deliberado), la novela ofrece justamente el gustito de la búsqueda, del descubrimiento. Personalmente, ingreso en los proyectos novelísticos a partir de una situación, a la que sigue cierta configuración de personaje o personajes. Qué ocurrirá con ellos es algo que tengo que descubrir en el camino. De hecho, las novelas que están muy “organizadas” de antemano suelen provocarme cierto aburrimiento, porque esos materiales están, de alguna manera, exhibidos desde el comienzo.
Por último, ¿en qué proyectos estás trabajando actualmente?
Mientras avanzo sobre dos proyectos de novela de los que no tengo mucho para decir de momento, intento organizar un volumen de relatos y textos breves, sin título todavía, probablemente para publicar en 2012 o 2013.
martes, 1 de noviembre de 2011
Gastón Intelisano: “Se van a encontrar con un tipo de policial que en la Argentina no hay”
En un país en donde escasean las novelas policiales con análisis forenses el joven escritor Gastón Intelisano acaba de publicar “Modus Operandi”. Su intención es la de ser el primero de una serie de autores que se vuelquen a un género. Intelisano también es Radiólogo y Licenciado en Criminalística, ésto último le sirvió como experiencia para poder describir a la perfección los procedimientos que aparecen en una novela apasionante.
¿Qué fue lo primero que leíste dentro del género de policial forense que haya servido de disparador para poder escribir tu primera novela?
En el 2000, caminando por Corrientes, recorriendo la librería de usados, entre los libros policiales en oferta me encontré con el libro Post mortem, la primera novela de Patricia Cornwell. Ahí entre una pila de libros que tenía, me lo llevo y cuando llegó el momento de leerlo me fascinó mucho como transmitía las situaciones, te dabas cuenta que ella había estado en la escena de un crimen, en la morgue. Después me enteré que ella tenía una base en el tema porque había trabajado seis años en la oficina médico-forense de Virginia. Yo leí otros autores y por ahí no transmiten tanto. La sensación que se tiene al estar frente a una mesa de autopsias se puede transmitir únicamente estando ahí. En sí fue como mi inspiración. A partir de ahí empiezo a leer una serie que tiene que ella que es la de Scarpetta y empiezo a buscar todos sus títulos. Fui leyendo todos sus libros casi al mismo tiempo que yo comienzo a estudiar para mi licenciatura en criminalística. Entonces pensé en pasar del lugar cómodo de lector a escribir y en el año 2002 empiezo a escribir Modus Operandi.
¿Vos hasta ese momento habías escrito algo?
Había escrito algunas cosas pero más del estilo de mi otro autor favorito que es Stephen King, más apuntando al suspenso y al terror, no al policial. Pero si me gustaba el relato oscuro. Lo que si, hasta ese momento no había pensado nunca en escribir seriamente una novela, había escrito cuentos cortos.
¿Cómo se te ocurre la idea de “Modus Operandi”?
Se me ocurre a través de un caso que me llamó mucho la atención cuando yo estaba haciendo las prácticas en Policía Federal. Acompañaba al equipo médico-forense en el móvil e íbamos a los lugares del hecho que podía ser un accidente, un suicidio, un homicidio, he visto ahorcados, baleados, atropellados, descuartizados, lo que te imagines. Hubo un caso en particular que en su momento no se había hecho la conexión pero que eran muertes muy parecidas de mujeres, en un época entre 2000 y 2001. Se dan cosas muy parecidas, en la ciudad de Buenos Aires. No es igual a como cuento en la novela pero sí tomé lo de contar casos parecidos. Nadie quería hablar como que se trataba de un asesino serial porque es como una mala palabra, es generar paranoia en la gente. Entonces me aparece una primera imagen de alguien investigando éstos crímenes, alguien que hacía la conexión entre tres o cuatro crímenes que podrían estar relacionados. Ahí empiezo un trabajo de preguntar como se investigarían los casos, los pasos a seguir y eso dispara el empezar a escribir. Arranqué sin tener personajes pero tenía el caso. Cuando tenía que poner los nombres de los personajes dejaba el espacio en blanco y así escribí cuatro o cinco capítulos. Después empiezo el trabajo de desarrollar los personajes. Como en toda investigación intervienen el policía, la médica-forense y el criminalista, ahí ya tenía los tres primeros personajes. Primero fue buscar los nombres. El personaje principal es Santiago Soler y surge porque un día estaba en casa con la televisión en silencio y en un canal de España le estaba haciendo una entrevista a un tal Santiago Soler y me pareció que sonaba bien. Y el nombre de los demás, para el de la médica forense usé la guía y así nace la Dra Andrea DeMarco y el apellido Battaglia es un apellido que siempre me gustó. Y Andrés se llama por mi sobrino, mi ahijado. Después el resto de los personajes fueron saliendo solos.
¿Fuiste a algún taller literario?
No, no fui a ninguno. Primero fue como un trabajo de leer mucho. Stephen King en el libro “Mientras escribo” dice que para sentarte a escribir primero tenés que haber leído mucho. Leo mucho desde chico y eso me ayudó. Mientras estudiaba había veces que leía tres novelas al mismo tiempo. Dejaba una y volvía con otra. Hasta fui asimilando como el modelo de escritura. Arrancar con un misterio, que podía ser una muerte y a partir de ahí entran los personajes y el tema de la investigación. Al mismo tiempo que escribía “Modus Operandi” también escribía otra novela que no era policial, como de enredos pero llegó un punto en el que me quedé.
¿Por qué elegiste la ciudad de Mar del Plata para centrar la historia?
Porque es una ciudad que me gusta mucho, casi toda mi infancia, mis vacaciones hasta los quince años fueron en Mar del Plata. Yo tengo familia en esa ciudad, tengo muchos recuerdos de Mar del Plata, la ví cambiar y ahora es otra cosa totalmente distinta. Pasé muchos veranos allá y es una ciudad que también me gustaría para vivir. Es un lugar que tiene todo lo que tiene Buenos Aires y además el mar.
¿Cuál fue el consejo que más te sirvió para construir la historia de la novela?
A nivel médico-forense tuve mucha ayuda de las que son mis dos mejores amigas que son las dos médicas-forenses y ellas me conectaron con gente que me permitieron el acceso de entrada a la morgue judicial que es un lugar que si no tenés un conocido no entras para nada. Después tengo un primo que es policía al que le hice varias preguntas. También, trabajé en la librería Ateneo con Luis Mey, nos hicimos amigos y hablé mucho con él que me dio muchos consejos, no de la novela que escribí sino de la escritura en general. Por ejemplo, me dijo que una vez que terminara de escribir una novela no la tenía que leer, dejala, encajonala y en unos meses la lees para corregirla, sino apenas la terminas te va a parecer que está perfecta. Es verdad, yo la guardé como medio año y ahí la pude ver mejor y hacerle cambios.
¿Por qué pensás que no se publican tantos libros argentinos de un género policial más volcado a lo forense?
Veo una diferencia muy grande de lo que es el policial en otros países y lo que es acá. En nuestro país lo consideran un género menor, un género para leerlo en vacaciones pero en otros países no es así. Estados Unidos tiene una gran cantidad de autores de policiales y de seguidores de ese género. El que lee policial es muy fiel al autor, a los personajes, por eso es que en otros país hay tantas sagas. Creo también que un poco se debe que recién ahora lo forense está teniendo conocimiento acá y se esta valorando más. Yo desde el 2001 que estuve haciendo prácticas y se trabaja de forma espectacular, no tenemos nada que envidiarle a otros países. La gente tiende a pensar que no estamos preparados, quizás falta un poco pero estamos equipados y hay gente que trabaja muy bien.
¿Estás pensando a “Modus Operandi” como el inicio de una saga?
Sí, la idea es esa. Yo ya estoy escribiendo el próximo, es un nuevo caso en el que van a estar los mismos tres personajes: Soler, DeMarco y Battaglia. Tengo varios casos que ya tengo armados en los que van a intervenir ellos y la idea es sacar un libro por año en la que se traten nuevos casos con éstos personajes. Con el tiempo los vamos a ir conociendo más a cada uno.
¿Cómo se da la posibilidad de editar tu primer libro?
Empieza en el noviembre de 2010. Yo también soy radiólogo y estaba trabajando de eso hasta noviembre que renuncio después de un año medio feo a nivel laboral. Un día estaba haciendo limpieza de la computadora y encuentro el archivo de la novela. Lo abrí, lo leí todo y pensé que estaba bueno como para publicarlo. Yo venía de presentarlo en editoriales grandes pero me dijeron que volviera más adelante. Entonces pensé en buscar una editorial chica. Renuncié a mi trabajo y como tenía la posibilidad económica me puse a buscar y llego a “Autores de Argentina”. Lo que me gustó de la editorial es su estética, la página que tienen en internet, otros libros que habían publicado y el tema de la promoción de sus libros. Mi libro también está en e-book. Empezaron las tratativas con Germán Echeverría que es el director, le comenté lo de la novela, le pareció interesante porque no hay autores argentinos que escriban del género policial forense. Antes lo había llevado a una correctora que había sido profesora mía en la Universidad. Tenemos una reunión en su casa, le comento de la novela y se la dejo para que vea. No paso ni una semana y me llega un mail que de asunto decía “Un orgasmo literario”. En el mail me cuenta que había leído la novela y le había encantado, ella no leía novelas salvo las de Humberto Eco. Me dijo que enganchó con mi novela. Cuando ella me da esa opinión me decidí a publicarla.
¿Con qué se va a encontrar la persona que todavía no leyó la novela?
Se va a encontrar con una historia en la que la mantendrá atrapada el suspenso y en la que se va a sentir cerca de los personajes. Como mi idea es hacer una saga es importante que suceda eso. También, está bueno que es un policial que uno está acostumbrado a leerlo en otras ciudades y uno se va a encontrar con la cercanía de leer lugares que están acá en Buenos Aires, que están en Mar del Plata. Me parece que uno no se tiene que imaginar una cuadra de Nueva York sino que uno quizás caminó por esa cuadra que yo nombro en el libro. Se van a encontrar con un tipo de policial que en la Argentina no hay. Mucha investigación, los procedimientos son como cuento en el libro. “Modus Operandi” tiene el atractivo de lograr la cercanía con algo más universal. Más costumbrista.
¿Qué tiene de autográfica la novela?
Siempre digo, Santiago Soler no soy yo. Coincidimos en que los dos somos Licenciados en Criminalística, en la obsesión por su trabajo y el entusiasmo por lo mismo. También coincidimos en el compromiso con la justicia.
Para finalizar, ¿cuál es tu objetivo dentro de la literatura?
Me encantaría ser el disparador de otros escritores, que haya más escritores que se dediquen al género policial forense. No necesariamente tienen que ser forenses para escribir del tema, pueden tener buenos contactos, investigar y también escribir del género. Yo tengo las herramientas por trabajar todo el día con éstos temas pero por ahí otro escritor puede tener una imaginación importante y escriba algo grandioso. Me gustaría seguir escribiendo, dedicarme únicamente a escribir. Es un sueño que siempre tuve. Igualmente me encanta mi trabajo. Más allá de eso, quiero seguir la serie, que los personajes sigan creciendo y que los casos sean cada vez más interesantes.
sábado, 29 de octubre de 2011
Alejandra Laurencich: “El escritor se hace, sin dudas”
Alejandra Laurencich, destacada escritora y guionista, autora de los libros de cuentos “Coronados de gloria” e “Historias de mujeres oscuras” y de la novela “Vete de mí”, actualmente es la fundadora y directora de la revista de narrativa “La Balandra”. Si bien la publicación ya se puede conseguir en kiosco y revistas, el lanzamiento oficial será el 1 de noviembre a las 19 hs en la Fundación de Tomás Eloy Martínez, y en la presentación estará el staff complemento y destacados escritores argentinos. Alejandra estuvo hablando con “Entre Vidas” de sus comienzos, sus proyectos y de la revista trimestral “La Balandra”, imprescindible y muy recomendable para la gente del mundo literario.
¿En qué momento de tu vida sentiste que ibas a dedicarte a la literatura?
En el 89, cuando comencé a escribir mi primera novela, que fue un mamotreto de 800 páginas, si no más. Pero apenas empecé, dije: esto es lo que siempre anduve buscando, esto es ser feliz. Había atisbado el oficio de narrar, el placer de sentarme a transcribir en escenas, en diálogos, los personajes con los que soñaba.
En tu libro “Coronadas de gloria” hay dos cuentos “Felicidad” y “De rodillas” que se destacan ampliamente, ¿en qué momento de tu vida los escribiste?
Todos los cuentos de ese libro fueron escritos a lo largo de la década del 90 aproximadamente. Esos que mencionás pueden haber sido escritos a fines de esa década. Pero Felicidad lo tuve en la cabeza durante un par de años, dándole vueltas completamente a la idea, para ver cómo estructurarlo, por dónde comenzar a contarla, qué soporte contendría el conflicto.
Tu última novela “Vete de mí” la escribiste y corregiste durante 18 años, ¿por qué ocurrió esa demora?
Esa novela la comencé a escribir en el 91, en el 93 tenía una versión terminada y la presenté a concurso, salió finalista en Emecé en el 94, pero yo atravesaba un momento difícil, cuando me enteré de esta condición, casi por causalidad, en el 95 (porque por decisión del jurado, creo, no se habían dado a conocer los finalistas), así que ni siquiera pensé en sacarle rédito a ese reconocimiento, como se estila con las novelas que salen finalistas. Luego fui tocándole cosas al original, cambiando partes, porque a medida que evolucionaba literariamente veía cosas que no me gustaban, hasta que en algún momento pensé que tenía que cambiarle el narrador, y así la reescribí íntegra, y como cada vez que la presentaba a concurso no salía premiada, tenía tiempo para seguir metiéndole mano, y así pasaron los años, salió mi libro de cuentos, luego el otro, y la novela seguía recibiendo correcciones y nuevas ideas que s eme ocurrían, hasta que al fin, firmé contrato para publicarla.
¿El nombre de la novela se debe a un disco de la banda “Almendra”?
Sí, fue sugerencia de la editora, por el tango, o el bolero no sé, pero yo pensé en ese tema de Spinetta, que me fascinaba, y me encantó.
¿Existe alguna posibilidad de escribir una continuación de la historia protagonizada por el personaje de Luis?
¡Ya la tengo empezada! Todo el año pasado me dediqué a escribir esa novela, tengo más o menos 160 páginas de la continuación, la novela calculo que podría estar lista en 300 o 400. Es lo que me falta pero La balandra me lleva mucho tiempo. Si tuviera más tiempo, incluso podría re-escribir el mamotreto ese del que te hablé, que es la continuación hacia atrás, o sea, lo anterior a esa parte de la historia que conté en Vete de mí.
Además de escribir cuentos y novelas, sos guionista. ¿Cómo fue la experiencia de colaborar en la escritura del guión de la película “El salto de Christian”?
Fue una experiencia interesante, el guión era de Eduardo Calcagno, el director: él me propuso colaborar, cuando el guión ya estaba listo, había que mirar el guión, escribirle algunas escenas que quería cambiar, y escribir partes para el personaje que interpretaba Gastón Pauls y algún otro. Lo más lindo fue que inmediatamente se filmó, así que yo pude escuchar cómo se reía la gente el cine con los chistes que yo le había puesto al personaje unas semanas atrás, en la intimidad de mi estudio, riéndome sola, y en pantuflas.
¿Cómo surge la idea de la revista de narrativa “La Balandra”?
Hace años que doy taller y hago supervisión de obra para autores, y en los novatos, y en algún momento, siempre aparecían las mismas preguntas ante el oficio, ante el mundo editorial, los concursos, de pronto me encontraba contando lo mismo, o desmitificando la tarea del escritor, una y otra vez, porque además cada pregunta de los autores que empiezan me remite siempre, a pensar en mi propia experiencia de cuando fui novata, o de mis compañeros en aquél entonces: el deslumbramiento o la perplejidad que muchos teníamos frente a cuestiones que hoy, con años en el oficio y en el mercado, me parecen cotidianas, absolutamente distintas de cómo las imaginaba. Muchas veces me decía a mí misma: qué bueno sería que los autores ya consolidados pudieran mostrar a los que empiezan, o a los lectores, lo que es este oficio por dentro. Y en cuanto tuve oportunidad de pensar la revista que yo quería, me dije: eso es lo que voy a mostrar, voy a poner a hablar a los autores consagrados de estos temas que ocupan la imaginación de muchos de los que empiezan, o que les inquietan. Para no sólo acompañarlos, sino, de algún modo, advertirles: ojo, ¡miren dónde se están metiendo!
En principio la publicación va a ser trimestral, ¿está en los planes que salga mensualmente?
No, de ninguna manera. Es muy difícil hacer una revista de esta calidad de información y contenido en un tiempo tan corto, hay mucha gestión de textos, conseguir los permisos de publicación, y antes de eso, la búsqueda que implican ciertas secciones. Por lo menos yo no me siento capacitada a hacer un número de estos en menos tiempo.
En el primer número la nota de tapa plantea la pregunta de si un escritor nace o se hace, ¿cuál es tu opinión al respecto?
Creo que todo el que se dedica a escribir ha sentido en algún momento de su vida (probablemente la infancia o la adolescencia) la atracción por la palabra, por la letra escrita o pronunciada; se ha visto expresando o fantaseando en oraciones, una escena o un sentimiento. Eso es lo que a mí me sucedió. Entonces, por ese lado creo que hay algo con lo que se nace, esa inclinación a la palabra, así como otros nacen con una inclinación a los sonidos, o los motores, o las matemáticas. Pero estoy convencida de que con eso solo no se es escritor, que incluso muchas personas pueden ir perdiendo esa inclinación natural por la palabra si no practican la escritura, si no se sientan una y otra vez, durante años, a escribir, a corregir, a enmendar o pulir lo escrito. Entonces, el escritor se hace, sin dudas.
¿Con qué dificultades te encontraste al momento de llevar a cabo la revista?
Lo más difícil fue armar el equipo que sintonizara genuinamente con la idea motora, con los objetivos. Y explicar a todos los que colaboraban, que lo que se decía había que contarlo de un modo bien simple, sin dar ningún “dato” por sentado, digamos, porque lo que para nuestro ambiente puede ser cosa de todos los días, algo sabido y recontrasabido, para el que empieza puede ser una incógnita mayúscula. Y el tema del diseño, por el que tuvimos que atrasar la salida de la revista casi un mes y medio, después de cambiar varias veces de diseñador. Pero Willy Weiss, es una maravilla, se compenetró inmediatamente con la propuesta.
Leyendo “La Balandra” lo que se aprecia es la calidad del papel, del material de lectura pero también del nivel de firmas importantes que opinan y colaboran. ¿Cómo fue el proceso de armado del staff y el aporte de escritores de la talla de Guillermo Martínez o Romina Doval?
Apelé a amigos o conocidos, gente que me parece muy trabajadora y comprometida, sea escritor, periodista, fotógrafo o corrector, les planteaba la idea, les proponía colaborar o integrar el staff. La mayoría de las veces fue una cuestión de intuición, que no siempre fue acertada, pero es la única forma de manejarme que conozco. Guillermo Martínez y Romina Doval se entusiasmaron enseguida, apostaron por mí de una forma incondicional, como tantos otros, Claudia Piñeiro, Sylvia Iparraguirre, Ronsino, Muslip, Gamerro, Saccomano, Meradi, la traductora Patricia Wilson, Andrés Neuman, que nos envió un cuento inédito, tan generoso él, y todos los editorazos, que en medio de sus ocupaciones se hicieron un tiempo para mandar sus colaboraciones. Los tremendos periodistas que nos acompañan. Hubo deserciones, también, por falta de tiempo, o por otros motivos, pero también ascensos: Azucena Galettini, por ejemplo, fue convocada como correctora, y terminó siendo asesora, y como le decimos en broma, multiuso, porque sabe hacer cualquier tarea, y hubo y hay una sintonía completa con ella; y en general, hay sintonía en el equipo, con Willy, el diseñador, y con la fotógrafa, Rocío Pedroza, que es de familia (conozco su sensibilidad desde pequeñita), y hasta con la gente de difusión, Maumy González (una escritora inédita fenomenal), y Licia de Casenave que nos ayuda en el lanzamiento, todos son, de alguna manera, entrañables. Estoy muy contenta con el equipo que quedó.
¿Qué repercusiones vienen teniendo de los lectores?
Una repercusión extraordinaria, nunca imaginé que la revista podría llegar a despertar, en tan poco tiempo, tanto reconocimiento. Se agotó en algunos kioscos, cada día son más los libreros que la piden, los lectores que escriben pidiéndola desde distintos puntos del país, los escritores o periodistas que me hacen llegar elogios descomunales. Algún día pediré permiso para publicarlos y los pondré en el correo de la revista. Para que vean que no exagero ni un poco.
Más allá que ya está en venta, el martes 1 de noviembre es la presentación, ¿quiénes formarán parte y en dónde se llevará a cabo?
Estaremos los del staff completo (es mi intención), y dos de los talentosos nuevos autores que hemos publicado, Fernando Zúñiga y Carlos Costa, porque Julia Rendón está en Ecuador. Y Elsa Drucaroff, y Ángel Berlanga, creo que Mariana Enríquez es la única que no podrá asistir, una lástima. También muchos de los escritores que colaboraron y periodistas que ya confirmaron asistencia. Una fiesta, una celebración. Gracias a la generosidad de la Fundación Tomás Eloy Martínez, que nos ofreció su espacio: Carlos Calvo 4319, primer piso, a las siete de la tarde. Margarita García Robayo, que es la directora de la Fundación, coordinará la presentación.
Para el que todavía no compró el primer ejemplar, ¿con qué se va a encontrar?
Con el oficio de escribir, visto desde adentro, con la palabra y las reflexiones de muchos de los más talentosos personajes relacionados con la narrativa, de esta época y de otros tiempos también, todo dispuesto de una forma tan cuidada y con tanto cariño, que no va poder dejar de leer.
Por último, además de “La Balandra”, ¿en qué otros proyectos estás trabajando actualmente?
¡¡En armarme una agenda posible para escribir las dos novelas que tengo empezadas y el libro de cuentos que quiero terminar!!
lunes, 24 de octubre de 2011
Marcelo di Marco: “Estaba un poco cansado de todas las imposiciones que el cuento exige en aras de la unidad de efecto”
El escritor Marcelo di Marco, autor de un best seller fundamental sobre la creación literaria como lo es "Taller de corte & corrección", publicó su novela "Victoria entre las sombras" bajo la editorial Random House Mondadori para su colección Sudamericana Joven. La historia se basa en dos chicos que escapan de su hogar y a partir de allí empiezan a vivir diferentes vicisitudes que desembocan en un final apasionante. En la publicación nos vamos a encontrar con una mezcla de géneros entre el suspenso, el terror, lo fantástico, hasta pasar por toques de humor con un lenguaje claro en una novela costumbrista y para personas de cualquier edad. La presentación de VELS se llevó a cabo el 26 de septiembre en el Centro Cultural General San Martín ante una sala repleta por doscientas cincuenta personas, algo inusitado para este tipo de eventos. Di Marco habló con "Entre vidas" para analizar su nueva novela. Agradecemos a Daniel Grad por la fotografía original.
Muchos escritores afirman que varias de sus novelas nacen a partir de un cuento, ¿cómo fue en tu caso con Victoria entre las sombras?
En mi caso, hacía rato que me rondaba la necesidad de contar una narración de largo aliento. Jamás se me ocurriría la posibilidad de “estirar” un cuento mío, pues siempre procuro escribir historias que imploten, que estallen hacia adentro. Nada más centrípeto que el relato, en oposición a la novela, absolutamente centrífuga. Mis historias breves empiezan y terminan, aunque algunas tengan lo que se conoce por “final abierto”. Vels fue posible por mis ganas de ver qué se sentía navegando en las aguas fluyentes de la novela. Estaba un poco cansado de todas las imposiciones que el cuento exige en aras de la unidad de efecto.
¿Cómo nació la historia?
La historia nació muy distinta de como se la conoce ahora. El título original era El Club de los Sin-Cara. Contaba las aventuras de un par de amigos adolescentes, uno de los cuales estaba de vacaciones en Mar del Plata, y el otro era oriundo de esa ciudad. Procuran fundar un club de chicos que les hagan imposible la vida a “los grandes”. Tratan de reclutar socios, pero fracasan: los otros chicos de la playa han perdido el sentido de la rebeldía y la aventura. Como verás, algo ha quedado de esa cosmovisión. Mejor dicho, esa cosmovisión, con otro argumento, hoy se ve potenciada en esta nueva versión. En su momento, dicha versión fue rechazada por mi editorial. Y, por cierto, Sudamericana hizo muy bien en rechazarla: era un mero intento por “parecerse” a una novela. La de ahora, a decir verdad, me satisface mucho; a los lectores, a juzgar por las entusiastas críticas que vengo recibiendo, también les sucede lo mismo. Es notable comprobar cómo se puede volver a trabajar con esa materia elástica que es la novela. Con el cuento, un orden cerrado por excelencia, eso es imposible.
¿Qué trabajo previo hiciste para poder construir a los personajes?
Los personajes se fueron construyendo solos. Puede parecerte un lugar común o un rasgo de esnobismo, pero es la verdad. El día en que trabajaba metido en la novela, me sentaba ante la pantalla de mi Mac sin saber qué era lo que iba a pasar. Como quien se sienta frente a una película de otro, una historia que se va desarrollando, sin su voluntad, plano a plano. Pues bien, eso fue lo que me sucedió a mí como autor. Lo del “agujero en el papel”, proceso psicológico que describe Stephen King en Misery. Los personajes se iban haciendo como nos vamos haciendo nosotros: enfrentándonos con los sucesos caóticos que nos salen al cruce. Y su modo de reacción frente a ese caos perfecto, los —y nos— obliga a responder. Frente a la agresión externa, hay solo tres caminos: 1. Rajar; 2. Adaptarse; 3. Combatir. Mis personajes optan por el tercero.
¿Qué podemos encontrar de autobiográfico?
Una noche clave, vivida en “mi infancia de porquería” —Salinger dixit— me tocó sufrir uno de los episodios más espantosos que puedas imaginarte. Fue la primera y única vez en que me subí al Tren Fantasma, del Ital Park. Tenía cinco o seis años, y viajaba con mi padre a bordo de un carrito estrepitoso, adentro de las entrañas de ese siniestro laberinto. No puedo narrar con suficientes palabras el terror que me produjo entrar en el secreto de esos túneles, que mi imaginación infantil magnificaba. Fue un viaje eterno, realmente inolvidable. Si me aparto un poco de las más recientes elucubraciones teológicas, puedo asegurar que el infierno es eso. Y esa prefiguración del infierno, que gracias a Dios duró tres minutos, fue a parar a mi novela. Como así también el día en que un hijo de puta, en la secundaria, me quemó la mano con un cigarrillo, tal como le sucede a mi protagonista. La candidez se paga caro en el mundo de hoy. Todavía me duele esa herida.
La Yaya, la abuela del protagonista… ¿viene a ser la persona que tiene los pies sobre la tierra?
La Yaya tiene los pies en la tierra, sí, pero también tiene los ojos en el cielo. Dentro del universo corrupto de los adultos que se pavonean en mi novela, ella es nada menos que la voz de la razón. Justamente, desde su heroica visión cristiana, alaba la capacidad de resistencia de Tomás y la entrega noble que él hace al defender a su amiga. En ese sentido, creo que el capítulo 18 de VELS funciona como una especie de bisagra. A partir de allí, las peripecias que les esperan a Tomás y a los gemelos que lo secundan, serán mucho más terribles. No puedo revelar en esta entrevista a qué deberán enfrentarse, pero te lo aseguro: lo que les sucederá le ha puesto la piel de gallina al más pintado. Incluso hoy recibí un e-mail de un alumno mío del Chaco, profesor de Lengua y Literatura: “La parte del Matrero me hizo asustar en serio. ¡Y a la noche soñé con eso! Increíble”. Bueno, espero que esa magia se siga desplegando desde las páginas de esta oscura fábula que me tocó inventar.
lunes, 10 de octubre de 2011
Pablo Ramos: “María es el amor, y quería compensar la ecuación mirando a Gabriel desde el amor”
Con la trilogía protagonizada por Gabriel Reyes, el escritor Pablo Ramos alcanzó la popularidad y el reconocimiento de sus colegas y de los críticos literarios. La novela que completa parte de su historia autobiográfica es “En cinco minutos levántate María” en la que el autor cuenta la historia a partir de la voz de María, mamá de Gabriel. Los relatos de Ramos suelen ser muy crudos, muy fuertes y con un nivel de dramatismo impensado. Pablo habló con “Entre vidas” para analizar su última novela y hablar acerca de la numerosa cantidad de proyectos en los que está trabajando actualmente.
¿Cuándo arrancaste a escribir “El orígen de la tristeza” ya tenías la idea de armar una trilogía con “La ley de la ferocidad” y tu última novela “En cinco minutos levántate María”?
No, nunca pensé en una trilogía. Pero sí sabía que este personaje iba a necesitar mucha más tela para forrar su vestido. Y también sabía que iba a necesitar otro punto de vista. De hecho la novela “de la madre” es la que siempre supe que iba a escribir. Pero el orden de escritura y publicación, en mí, es de suma importancia. Tengo un claro proyecto a seguir, a eso me refiero.
¿Cuánto de autobiográfico hay en tus novelas?
Lo justo y necesario, lo plenamente espiritual y en lo formal, o si se quiere, en lo que son hechos tal y cual... lo mínimo, porque nunca estos significaron mucho para mí. Yo, frente a mi vida, soy un personaje frente al “intento de entendimiento” de esa vida.
¿Qué trabajo previo tuviste que realizar para crear a Gabriel Reyes?
Básicamente vivir. Pero profundamente, fracasar en el amor, en todo tipo de amor.
¿Por qué decidiste terminar la trilogía utilizando la voz de María?
Por que de ella viene-vengo y es justo que vayamos (los dos) hacía ella. María es La Eva de adán, además de la madre, Gabriel es un neo Adán urbano. María es el amor, y quería compensar la ecuación mirando a Gabriel desde el amor.
¿Qué relación tenés con tu madre? ¿Qué opinión tuvo acerca de la novela?
La relación con mi madre es siempre la medida de lo que soy capaz de dar. Siento que le debo todo, fue y es la persona más influyente e importante en mi vida. No soy nada sin ella. Y ella siente que escribí su retrato, está vanidosa y siente orgullo, para ella un escritor es una persona superior, una persona de luz. Y creo que la estoy haciendo feliz más allá de lo dura de mi literatura
¿Por qué la historia transcurre en tan solo cinco minutos?
No son sólo cinco minutos. La historia, fijate, transcurre de cinco en cinco minutos, de hecho empieza de madrugada y termina con el amanecer. Lo que pasa es que ello pierde la noción del tiempo. Es simple, siempre a mí me gusta tener bien marcado el tiempo. El origen... son tres momentos claros La ley... tres días... y ahora son pequeñas concesiones que el personaje se da. Un personaje como María, ella misma lo dice, sólo se quedaría en la cama si estuviera dormida o enferma. De lo contrario sería pereza y ella odia profundamente la pereza, la combare. Pero esta vez siente algo, y ese “algo” se hace fuerte y se va permitiendo cinco minutos y cinco más... una manera de decir en realidad, pero se “obliga a pensar” y se va armando la novela...
¿De los tres libros cuál fue el que te costó más para escribir?
Me costaron distinto. “El origen...” me costó porque estaba haciendo mis primeros pasos “serios”, y no tenía claro cómo hacer y estaba inseguro y definía y pensaba mucho todo. “La ley...” me costó sangre … mucha,.. dolor... y dinero y salud.. quedé fundido y destruido, hay una foto de ese momento... terrible. Y María es un libro donde asumí una primera que muchos pensaban imposible para mí. Y es el libro dónde llegue a obsesionarme tanto con el lenguaje que me la pasé año y medio en Alemania, aislado, corrigiendo.
¿Por qué las tres publicaciones llevan cinco palabras en sus títulos? ¿Fue una cábala?
Las cinco publicaciones. Hay que sumar “Cuando lo peor haya pasado” y “El sueño de los murciélagos”, de ahora en más será así. El año que viene saco otro libro de cuentos “El camino de la luna”, jeje, un poco por cábala y otro poco por un contrato privado con mi querida Julia Salzman. Ella me lo pidió y yo la amo.
¿Qué escritores de los que no son tan populares recomendarías?
Recomendaría a J. P. Donlevy, Robert Walser, Juan José Manauta, José Campus, Sergio Gaiteri – un genio del cuento-, Horacio Convertini – otro cuentista notable -, Miguel Semás – inédito y con una novela formidable que ya dará que hablar -, y Samanta Sweblin.
¿En qué nuevo proyecto estás trabajando actualmente?
Terminé un guión de cine junto a Alejandro Lingenti: “Eterno como el propio mal” (5palabras, jeje), filmaremos la próxima primavera y estoy adaptando junto al director de teatro y actor Alberto Ajaka, “La ley de la ferocidad” para un unipersonal. Aparte de eso corrijo un libro de cuentos, corrijo un libro de poemas y escribo dos novelas “Los ángeles también deben morir” y “Mientras mi mujer no está”, un toco, ¿no?
domingo, 9 de octubre de 2011
Oscar Fariña: “Me gustan los títulos que se puedan hacer remera”
¿Quién iba a pensar que alguien podía reescribir un clásico como “El Martín Fierro” pero con un lenguaje tumbero? Ese alguien existe y es el escritor paraguayo Oscar Fariña que publicó el libro “El Guacho Martín Fierro”, en dónde a través de la poesía adapta el libro de Hernández pero desde la mirada de un pibe chorro. El poeta analizó con “Entre vidas” su novedosa publicación en la que respeta la métrica pero que a su vez emplea un vocabulario marginal que conoce de su infancia. Se agradece la excelente predisposición de Andrea Stefanoni y las fotografías de Ezequiel F. Muñoz.
¿Cómo fue que se te ocurrió escribir “El guacho Martín Fierro”, que es el clásico de José Hernández pero desde una óptica de un pibe chorro?
Yo antes en un poemario anterior había trabajo mucho con ese registro marginal. El libro se llama “Pintó el arrebato” y viendo lo que se hacía acá en el país en la poesía, a mí llegaba menos. Todo lo que se lee es más de clase media. Vicisitudes urbanas de pibes de esa clase social. Yo estaba un poco aburrido de todo eso y también de lo que yo mismo estaba produciendo y ahí se me ocurrió ver la posibilidad de escribir más poemas con un registro marginal, suburbano. Pensando en esto, preste atención a una serie de bibliografía y de cierto grupo de mi familia que vive en la provincia. Por ejemplo, “Pintó el arrebato” en el imaginario de mi cabeza transcurre en el barrio Nueve de abril, que es en dónde el otro día explotó la garrafa. Y ese primer libro empezó a circular y tuvo una buena repercusión. Empecé editando un fotolog, me gustaba esa idea de editar poesía en un lugar que no tenía nada que ver y después hice unas fotocopias que repartía. Y muchas devoluciones que tenía de la gente eran relacionadas a la gauchesca. En un principio mientras lo escribía no estaba en mi cabeza esto pero me interesa mucho la gauchesca. Y lo de la gauchesca se cruzó con otra cosa. En el año 2010 apareció un libro que se llama “Orgullo y prejuicio y zombies”, básicamente metían zombies en la novela de Jane Austen. Me pareció una idea buenísima, igual en ese caso la idea es mejor que el libro. Entonces se me ocurrió hacer algo así pero local y llegué a “Don segundo zombie”, traté de desarrollar en ese proyecto pero no me gustó, hice un par de capítulos. En ese momento tenía en la cabeza también el Martín Fierro y salió de lo de mezclar ese libro con éste registro marginal, cabeza, cumbianchero, con el que el yo había trabajo en “Pintó el arrebato”. Yo trabajo mucho por títulos, el título es mi faro. Si me entusiasmo con un título trato de justificarlo y escribir algo. Me gustan los títulos que se puedan hacer remera. Una vuelta estaba con la tapa de un Martín Fierro, que tenía el típico gaucho con el caballo y la cincha, con el brazo al aire y empecé a dibujarlo pero hice una moto y una cartera, un motochorro y pensé que era por ese lado que tenía que escribir. Esa es la génesis. Tenía el título y tenía ese dibujo que me entusiasmo, ahí fue que arranqué. Imprimí los versos de Internet y escribí los versos al lado.
Respetás mucho la métrica.
Absolutamente la respeto, es algo buscado. Mi hipótesis de trabajo fue la siguiente. A mí me gusta mucho el Martín Fierro pero no me gustan las lecturas que se le dieron. Veo a la gente que generalmente busca el Martín Fierro y entiendo que está mal leído. Está la imagen ingenua, el gaucho manso con la vaquita al lado, tomando mate. El verdadero texto está cargado de violencia, contradicciones e incluso verbalmente es problemático, todo eso se deja al lado, no se presta atención. Hacen una lectura muy superficial e ingenua y los pibes la padecen. Te hacen leer en cuarto o quinto año ese libro y es un bajón. Yo creo en la actualidad de ese texto, la gente joven podría leerlo con más entusiasmo. Entonces fui cambiando algunas cosas, actualicé el personaje, a la vez tratando de cambiar lo menos posible para ver cuánto de actual tiene el texto original y mostrémoslo para ver que pasa. La métrica es absoluta, seguí el texto verso por verso, muchos de los versos ni siquiera se tocaron pero tocando alguna cosa ya se resignifica todo.
En un momento contás como “El guacho” mata a una persona al igual que en el libro original.
Exacto, funciona todo igual. Eso es algo que se perdía del personaje original. Ahí mata a alguien porque sí y porque está borracho, culpa de su borrachera y de sus prejuicios. Me parece que es loco que un Premio tan careta como el Martín Fierro premie a los mejores de la televisión y lleve el nombre de un cocoliche, de un bardero. Discursivamente o verbalmente a mí parecía muy rico tratarlo desde el habla típica coloquial de las lenguas marginales que a nivel social es el grupo más productivo. Los que estamos más escolarizados respondemos más al modelo y estamos más atentos a eso. Nos enseñaron a hacer “las cosas bien” y los pibes que no están integrados son más libres, más creativos y el idioma se vuelve más plástico.
¿Qué es lo que tanto te apasiona del mundo marginal?
Hay algo del culto del valor, del que caía también Borges. Yo escribo aventuras, cosas entretenidas. No sabría como escribir acerca de la vida de un contador. Por su puesto que a los pibes que están en el agite le pasan más cosas que al tipo de clase media estándar.
¿Qué tiene de autobiográfico?
No sé si tiene algo estrictamente autobiográfico. Lo que si me parece es que tengo un manejo del discurso y del código callejero suburbano. Mis tíos viven en el barrio 9 de abril todavía y es un barrio de calle de tierra, en dónde hay rock and roll. Hay agite, hay unos códigos que se manejan de estar ahí y hay como un espíritu de barrio que lo manejo por haber participado, sobre todo en esos años acaso fundamentales, formadores de la adolescencia. Ahora hace mucho que no voy. Las vivencias y las cosas que te marcan te dan ganas de contarlas después. La literatura es eso, contar lo que te marca absolutamente tergiversado. Yo no hago crónica, tampoco denuncia social, entiendo que son lecturas que se desprenden, sobre todo de “El Martín Fierro”. En un primer momento estoy haciendo un trabajo verbal, una intervención de discurso.
En un momento hay una especie de denuncia social…
Yo no quiero anular esas posibles líneas de lectura porque no quiero anular ninguna, que cada uno lea lo que quiera. Claramente el contenido de denuncia está porque lo ha dicho Borges, el libro original era un folletín de denuncia contra el Ministerio de Guerra y como los gauchos terminaban en la frontera haciéndola le guerra al indio, arbitrariamente. En mi traspolación al mundo carcelario, al servicio penitenciario, eso necesariamente está.
¿Cómo surgió la posibilidad de editar el libro?
Me lo propone la editora. Factotum trabaja narrativa y a mí no se me había ocurrido a través de ellos. En un principio había pensado en ver qué onda con los pibes de “Barcelona” que editan libros, la ví más o menos en la onda de ellos. Tuve un intercambio de mails con el director y él me dio a entender que ellos son un grupo cerrado, que son diez chabones que trabajan siempre del mismo modo ellos solos. Eso no salió pero Andrea Stefanoni que estuvo muy atenta, se enteró, se ve que le interesó y me lo propuso ella.
¿Cuál es el papel de los dibujos tumberos dentro de la publicación?
Los dibujos son fundamentales en éste libro. Un dibujo inicial me disparó a escribir. Yo dibujo mal pero había cosas del libro original que tenían que estar, las ilustraciones y el glosario. No tenía muy claro al principio que iba a hacer los dibujos. Los hice incluso para mostrárselos a mi editora porque hasta ese momento no tenía el texto completo. Es un texto que el contenido visual hace mucho al sentido del libro. Entonces no me servía mostrar solo el texto, necesitaba mostrar también los dibujos. Básicamente la que decide que salga con éstos dibujos es mi editora Andrea, ella vio eso y me parece que acertó. Me doy cuenta que justamente lo que necesitaba el texto eran ese tipo de dibujos. Representa y va en concordancia con el estilo del libro. Yo juego mucho con las alteraciones ortográficas, todo respondía al mismo modelo, medio amateur, más coloquial.
¿Querés que te lea algún público en particular?
Me gustaría que lo lea la gente que vive esa realidad, que lo lean los pibes. Hay muchos que lo leyeron y se cagaron de la risa. Quisiera que en medio de la risa se cuele otra cosa también pero por supuesto la risa es a lo que apunto y a lo que quiero que se enganchen.
¿Por qué decidiste escribir acerca de la primera parte del Martín Fierro y no de la segunda?
Porque la segunda parte cambia absolutamente de registro, es la parte careta del Martín Fierro y la menos rica. Estoy hablando del original. En la primera parte Hernández habla de la denuncia, de las condiciones en las que vivía el gaucho perseguido. Era el paria, el que no le llegaba al Estado y que el Estado usaba como carne de cañón para ir expandiendo las fronteras, sus límites. Lo que pasa que en esos años el texto circuló terriblemente, lo leía el pulpero a los analfabetos y el éxito y la popularidad lo cambió tanto a Hernández que hasta llegó a Senador. Era como el “Bati” jugó en River y pasó a jugar en Boca, de repente de estar en contra del Estado pasó a estar a favor del Estado y en esa segunda parte hay una clara intención doctrinaria de amansamiento pedagógica del gaucho. La segunda parte es la que no me sirve a mí. Políticamente es reaccionaria.
¿Tu libro es mejor que el de José Hernández?
Yo no voy a decir eso pero lo que sí, a mí me gusta mucho la ciencia ficción y hay un tópico que está siempre que es el clon que termina reemplazando al original. Quiero eso, contaminar, que pase algo. Es una fantasía pero me gustaría que muestren en las escuelas mi libro.
¿Tenés pensando escribir alguna novela?
Me encantaría escribir narrativa, yo consumo mucha narrativa. Tengo amigos poetas que no leen nada de narrativa, que la vida de ellos pasa por la poesía.
De los últimos libros que leíste, ¿cuáles recomendarías?
De los últimos libros que leí recomiendo “Bellas artes” de Luis Sagasti y “Las primas” de Autora Venturini.
¿En qué estás trabajando actualmente?
Estoy con varios poemas, hay un par de editoriales independientes en las que a lo mejor sale alguna cosa entonces estoy separando material y pensando mucho en la posibilidad, que no abandoné del todo, en lo de “Don Segundo Zombie”. En cómo trabajar eso. También tengo una idea para escribir alguna novela exagerada histórica acerca de la Guerra de la Triple Alianza pero con zombies. Igualmente me parece que lo que importa es ponerse, sentarse. Cuando en mi cabeza algo haga el clic, a lo mejor cuando encuentre el título de otra cosa voy a empezar a escribir.
lunes, 26 de septiembre de 2011
Gustavo Nielsen: “Trato de que haya el mínimo de azar posible”
El escritor Gustavo Nielsen obtuvo el Premio Clarín de Novela 2010 por su obra “La otra playa”, tras quedar en dos oportunidades entre los diez finalistas por su novela “El corazón de Doli”. La historia ganadora es original, mezclando el género fantástico con un tono romántico. Nielsen tiene un largo camino dentro de la literatura pero el galardón permitió un mayor acercamiento con los lectores. El también arquitecto habló con “Entre vidas” acerca de “La otra playa” y de su más reciente publicación, la reedición del libro de cuentos “La fe ciega”, que se había editado únicamente en España.
¿En qué momento comenzó a dedicarse a la escritura?
Empecé a los 13 años, tentado por ser como Quiroga, Poe, Castillo, Cortázar, Bradbury. Quería ser ese tipo de persona: la que se comunica con los demás a través de historias. Pero nunca me dediqué por completo a escribir. Todavía hoy hago más de una cosa: arquitectura, dibujo o escritura. Cuando un rubro empieza a aburrirme, me cambio al otro. En el momento en que respondo a esta entrevista estoy autoexiliado en Unquillo, escribiendo una novela difícil, en casa de mi amigo Aco Valtier.
¿Cuándo terminó de escribir su libro “La otra playa” pensó que tenía entre sus manos una posible historia ganadora del Premio Clarín de Novela?
No. Estaba mucho más confiado con “El corazón de Doli”, la novela que había sido finalista dos veces en años anteriores. Pero lo que yo siento nunca tiene mucho que ver con el mundo comercial, me pasa siempre. Raro sería que la pegara.
Al obtener el premio se lo dedicó a Fogwill, ¿qué vínculo tenía con el escritor?
Fue mi amigo.
¿Cómo nace la idea de la novela?
Tiene que ver con una amiga nadadora, que sentía que su padre, fallecido hace unos años, la venía a buscar cuando hacía la plancha en un instante de relajación. Después empezaron a aparecer las escenas, una por una. Primero la de las diapos, después la del asado uruguayo con Zoppi, que pasaron realmente. Tuve que adaptarlas un poco, exagerándolas. En ficción siempre se trata de exagerar la realidad.
¿Por qué decidió escribir dos historias diferentes que se terminan uniendo?
Porque eran dos mundos que se tenían que comunicar en una ventanita. El acá y el más allá, para decirlo de un modo simple.
¿En qué momento eligió que los dos protagonistas, Antonio y Lorena, iban a ser fotógrafos?
Cuando era chico hacía fotografía en el modo analógico, que era el único que existía. Tenía un cuarto oscuro armado en un baño exterior en la casa de mi familia en Castelar. Revelaba de noche, porque el baño tenía un par de vidrios esmerilados. Nadie salía al patio a la hora en que yo revelaba con once o doce años. El espacio era apretado. Las cubetas eran medios envases plásticos de lavandina, en sus modelos de más volumen. Con la mitad de abajo hacía la cubeta, con la de arriba un embudo. No era un invento mío, lo había sacado de la revista Lúpin. La dimensión máxima del papel que entraba en esa cubeta cilíndrica era un cuarto de pliego A4. Ver la aparición de la persona retratada bajo la luz roja del cuarto oscuro debe ser lo más parecido a ver un fantasma. Esa gente viene de la nada, de un mundo líquido, tibio y ácido. Siempre me asustó.
El capítulo fundamental del libro es el 7, ¿lo pensó como el punto de inflexión de la novela?
El capítulo 7 fue, durante años, un desastre. Me resultaba dificilísimo de escribir. Para la corrección que hice a las vísperas del premio pude ordenarlo bastante, en una de las tantas reescrituras. Mi preocupación estuvo centrada en ese capítulo. Estoy orgulloso de mi trabajo, sincero y meticuloso, para el que usé instrumentos del lenguaje televisivo de las series. Viendo Los Sopranos supe cómo hacerlo. Cuando tuve la solución a la vista, componerlo me resultó sospechosamente sencillo.
¿Desde el principio ya tenía definido el final de “La otra playa” o se fue sorprendiendo a media que la iba escribiendo?
Todo está definido en lo que escribo, si no tengo el final no puedo ni empezar. Trato de que haya el mínimo de azar posible. No obstante, a veces los personajes o las situaciones terminan dominando algunas partes menos importantes que el cierre. De este libro estaban definidos el comienzo, el final y, como vos bien descubriste, el capítulo del medio, el 7. Pero definir un modo de resolverlo no quiere decir que uno ya lo tiene resuelto. En este libro, lo único que salió fácil fue el primer capítulo.
Varias de sus publicaciones tienen mucho del género fantástico, ¿es lo que más lo atrapa?
Es por donde empecé a leer. Cuando empezás a leer muy temprano, es posible que lo fantástico domine tus lecturas de grande. Amo a Bioy Casares, por ejemplo. La invención de Morel, Plan de evasión, Dormir al sol son unos librazos. También puede ser que crezcas en las lecturas, a mí no me ha pasado demasiado. Sigo siendo un niño en muchas cosas. Podría decirte, para algunas: lamentablemente. Pero me alegro con las otras. No tengo prejuicios a la hora de leer, por ejemplo, algo me gusta o no me gusta, como si estuviéramos hablando de un postre, o una golosina. Eso es infantil pero está bueno.
Se acaba de reeditar un libro de cuentos suyo que había salido solamente en España, La fe ciega. ¿Qué conexión le encuentra con La otra playa?
Poca. La otra playa es una novela, La fe ciega es un libro de cuentos. Siete cuentos, como en Marvin, como en Playa quemada. Nunca sé si voy a conformar o defraudar a mis lectores con mis novelas. Son muy diferentes, cada una se juega por entero a la novedad. Así lo siento cuando las escribo, así percibo que son leídas, a través de los comentarios que recibo. Pero los cuentos no, mis cuentos siempre caen bien. Son como un mismo mundo que se va llenando de personajes que no coinciden, pero se permiten ser buenos vecinos. Y yo los pongo ahí, como parte de un plan que desconozco, que me supera. Están. Los quiero, los defiendo, son mis grandes amigos, a pesar de que a veces se porten mal.
Véndanos un poco La fe ciega.
Si tuviera que existir como vendedor, me moriría de hambre. Es algo que noto cuando veo a mis socios arquitectos, que son diez años más chicos que yo, están hiper conectados y trabajan en la difusión del estudio como verdaderos agentes de prensa. Soy muy tonto en el acto de vender, no sé hacerlo. Lo lamento.
Hagamos la prueba. ¿Por qué debería comprar La fe ciega?
Bueno, podría decirte que ahí están tres de los mejores cinco cuentos que escribí en mi vida: Adiós, Bob, La fe ciega y El café de los micros. El último ha ganado muchos premios y fue traducido a varios idiomas. Además porque está el cuento que más quiero; Turf. Me lo contó un amigo que también falleció, Oscar Gallo, que era fanático del Hipódromo de La Plata. Él me inició en las carreras de caballos. Aprecié mucho a ese hombre. Tenía unos datos que jamás volví a recibir. Era una especie de mago del dato: ganaban los caballos a los que él jugaba, era algo natural, o parecía así. Me fue muy bien en ese tiempo, fue como ganarme una modesta lotería, gracias a sus pálpitos y recomendaciones. Oscar era un sabio del turf, tuve el placer de ser su amigo, nunca lo voy a olvidar. Con él me pasó lo mismo que con Fogwill, otro genio en lo suyo, y que te daba lo que sabía desinteresadamente, sólo por el hecho de compartir y disfrutar de la amistad. En el libro también hay un par de cuentos sobre el mundillo de la literatura que están funcionando muy bien, por los comentarios que leo. Son mis cuentos sorpresa.
Tres de cinco… ¿cuáles son los otros dos que nos recomendaría leer de sus otros cuentos?
Marvin y Playa quemada. Ambos se pueden leer en los libros (de Playa quemada hay una muy buena edición de Interzona actualmente en librerías, y Marvin, aunque lamentablemente está discontinuado, se consigue en Mercado Libre). También se pueden leer gratis en Internet en mi sitio www.mandarinasdulces.blogspot.com
¿Qué libros de los últimos que leyó recomendaría?
Cinco libros de autores argentinos y un libro mexicano: Era el cielo, Las garras del niño inútil, La virgen cabeza, Bajo este sol tremendo y Kryptonita. El mexicano es Los culpables.
¿En que nueva novela está trabajando actualmente?
Estaba trabajando hasta antes de ayer con una novela que pasa íntegra en el Jardín Botánico de Thays, con unos personajes perversos y hasta seres extraterrestres en forma de semillas esféricas. Pero, a pesar de que me aislé (como intento hacer siempre), el período post premio Clarín tiene una inercia que es buena y mala, pero no me permite concentrarme tanto, de corrido, por decirlo de alguna manera. Una cosa que espero dure muy poco (contesto este reportaje el domingo 25 de setiembre, el lunes 3 de octubre deberé viajar para estar en la fiesta de entrega del premio a otro escritor, lo que es un augurio de paz). No te digo que me reconozcan por la calle, pero sí te ubican de las ferias del libro, y te la pasás moviéndote. Lo bueno es que estoy conociendo el interior del país, con hermosos paisajes y gente muy copada. Lo malo es que no consigo parar la pelota más de tres días, aunque me lo proponga. Nunca antes me había pasado. Tal vez sea el momento de generar solamente microficciones.
¿Cuál es su máxima aspiración como escritor?
Escribir.