La escritora Yamila Bêgné habló con Entre Vidas acerca de su flamante libro Los límites del control editado por Alto Pogo y de sus nuevos proyectos entre los que se destacan un libro de cuentos escritos en ocasión de canciones y otro libro de cuentos que está más en la línea del trabajo que viene haciendo.
¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Ninguno, diría. Como escribo a la mañana, antes desayuno. Pero, claro, los días en que no escribo también desayuno: así que no sé si cuenta. Soy muy mañosa para otros asuntos (para el desayuno, por ejemplo), pero para escribir prefiero hacer un esfuerzo por despegarme de los ritos y las mañas. Es más sencillo así.
¿Con qué frecuencia escribís?
En general, escribo o corrijo o releo todos los días. Puede ocurrir que un día no se dé, claro, pero me gusta dedicarle al menos un rato todos los días.
¿Cómo fue el proceso de selección de los relatos que aparecen en tu libro Los límites del control?
Armar Los límites del control fue una suerte de juego de fuerzas. Se trató, para mí, de lograr que los cuentos, juntos y en determinado orden, armaran un arco narrativo, temático y estructural semi-sistemático. E insisto mucho en el semi. Tanto que hasta le podría decir cuasi. Tiendo a ser demasiado sistemática cuando pienso en un libro (¿cuándo pienso en cualquier cosa?), pero en este caso se dio algo del orden del azar que, creo, hizo que las sogas se soltaran un poco. Entonces, en vez de terminar con un libro de unidad muy marcada (como son los anteriores, creo), Los límites del control reúne cuentos que tienen un arco común, pero un arco más traslúcido, menos férreo que antes.
Una vez, en ocasión de Protocolos naturales, alguien en la radio me dijo que era un libro muy consistente. Yo dije gracias. Me respondieron: “pero no sé si lo digo como un elogio, eh”. Yo había agradecido porque, en ese momento, no hace tanto, la consistencia cerebral me parecía algo que no podía faltar en un libro de cuentos. Recién ahora, con la publicación y la escritura de Los límites del control, entiendo por qué respondieron lo que respondieron a mi “gracias”. Creo que Los límites del control tiene algo más suelto, más blando, y que no por eso deja de ser firme en otros sentidos: todo eso si logré lo que quería lograr, ¿no?, claro.
¿Por qué decidiste ponerle ese nombre al libro?
Hará seis años, escribí un libro que se llamaba, como la película de Jim Jarmush, Los límites del control. Resultó ser un libro del todo impublicable (ni siquiera lo intenté). Pero, sobre todo, resultó ilegible. Eran cuatro cuentos largos para los que yo me había auto-dictado pautas formales muy estrictas: un cuento sin verbos (odiaba los verbos en ese momento), uno sin sustantivos, otro solo con verbos y sustantivos y nada más, y el último, finalmente, con todo. Y cada uno, además, en torno de un concepto científico. Fue un proceso de escritura del que aprendí mucho: aprendí, sobre todo, que mi forma de llegar al descontrol (o, digámosle, a algo así como la soltura) debía ser a través del control. Llegar al descontrol por exceso de control: saturar un procedimiento (y un modo de ser y de escribir) hasta llevarlo hasta el punto en que comienza a ser otra cosa, pero no porque uno le agrega algo nuevo, sino, justamente, porque uno le agrega demasiado de lo mismo. El título quedó porque creo que sintetiza bien ese proceso; me faltaba dar con el libro que también hiciera legible ese principio.
¿De qué temas se nutre tu escritura?
Como tema, me obsesiona la naturaleza. Creo que por eso también busco motivos científicos como excusa temática: botánica, astronomía. En verdad, pienso ahora, la naturaleza me interesa como tema, sí, pero me obsesiona también como forma. O, más bien, como búsqueda formal. ¿Cómo lograr que algo complejo aparezca, en la página o en el mundo, con las formas de lo natural? Esa es una pregunta que, me parece, la escritura y la naturaleza pueden compartir.
¿Cuál es tu relato preferido del libro y cuál el que destacan los lectores?
A mí me gusta “Un hombre con un proyecto”: creo que porque es un cuento para el que investigué y estudié mucho y, si me salió más o menos como pensaba, todo eso que leí está ahí, pero mezclado también con un principio mucho más laxo y asistemático: algo de puro sonido y puro gusto de la escritura, digamos. Los que han leído el libro mencionan “El sistema del invierno” y “Cajas de humo”: también son cuentos para los que estudié mucho, y que corregí durante al menos tres años.
¿Cómo surgió la posibilidad de publicar el libro con la editorial Alto Pogo?
Conversé con Marcos Almada, uno de los editores de Alto Pogo, y se dio. Juntos, revisamos una última vez los textos, pensamos el orden de los cuentos: siempre es muy bueno contar con la mirada de un editor como él.
¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Seguir escribiendo y seguir publicando. Eso ya es un lujo.
¿Qué libros recomendarías?
De los de siempre:
Worstward Ho, de Beckett.
La mayor, de Saer.
Las ensoñaciones del paseante solitario, de Jean-Jacques Rousseau.
Algunos de los que leí en los últimos años:
El año del pensamiento mágico, de Joan Didion.
Una ofrenda musical, de Luis Sagasti.
Como si existiese el perdón, de Mariana Travacio.
Principio de fuga, de Francisco Cascallares.
Algunos de los, quizás, más raros:
Del caminar sobre el hielo, de Herzog
La mística salvaje, de Michel Hulin
¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy ultimando detalles de un libro de cuentos escritos en ocasión de canciones. Estoy, también, corrigiendo otro libro de cuentos que está más en la línea del trabajo que vengo haciendo (o deshaciendo, más bien, destrabajando: aflojar y aflojar el ansia de sistema) con Los límites del control. Y, además, estoy intentando una novela.
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