lunes, 28 de mayo de 2018

Franco Vaccarini: “La historia trasciende la endogamia con el mundillo literario para convertirse en una novela de crimen”




El escritor Franco Vaccarini publicó la novela La editora con Galerna y habló con Entre Vidas acerca de la historia que habla de un autor inédito que está desesperado por publicar y una editora que pretende usarlo para cobrarse una venganza.  Además, adelantó que trabaja en la edición de una novela policial semi gráfica para jóvenes.




PH María Eugenia Cerutti



¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Preparar café o mate, ordenar un poco el estudio, vagabundear unos minutos por Internet, buscar una música tranquila, abrir las cortinas, mirar el cielo.

¿Con qué frecuencia escribís?
Escribo a diario, por las mañanas. Más allá de que la vida cotidiana siempre tiene trámites, reuniones, idas al centro, viajes cortos y largos, la mayoría de las mañanas puedo sentarme en mi escritorio.

¿Cuál fue la imagen disparadora que dio inicio a la historia de tu novela La editora?
Pensar en un escritor inédito o casi, desesperado por publicar un libro en una editorial importante; y en una editora que pretende utilizarlo como ángel vengador para cobrarse una vieja ofensa.

¿Por qué decidiste ponerle ese nombre?
Porque la editora o el editor es un personaje idealizado para un escritor inédito. Es el que tiene el poder de publicarte o no. Por eso, al menos al principio, es una relación asimétrica y el poder de mi editora es hiperbólico.

¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con la editorial Galerna?
En el año 2013 me propusieron dirigir una colección para chicos, debido a que la mayoría de mis libros están orientados a un público infantil y juvenil. En una charla, conté el argumento de esta historia, que apenas empezaba a escribir. En ese momento estaba Hugo Levín no ya como dueño, sino como director editorial, se entusiasmó y un par de meses después firmamos un contrato. A fines del 2014 Levín se fue y pensé que el contrato quedaría trunco, pero Gonzalo Garcés me impulsó a seguir adelante. A la vez, yo no estaba conforme con lo hecho y reescribí todo. Y aquí estamos.

Para el que todavía no leyó la novela, ¿con qué se va a encontrar?
Sé que mucha gente puede identificarse con Lucas, porque todos conocemos la experiencia de la derrota y él es un derrotado que de pronto se enfrenta a la posibilidad de triunfar, pero tentado para hacer algo que choca de frente contra ciertos principios fundamentales. La historia trasciende la endogamia con el mundillo literario para convertirse en una novela de crimen.

¿Cómo fue la experiencia de presentar la novela en la Feria del libro?
Con algo de nervios en los días previos, pero aliviado porque todo salió bien, hubo mucha gente, amigos, colegas que admiro, parientes, seis editoras y un editor de libros míos anteriores, la verdad que tuvo todos los condimentos para que lo recuerde por mucho tiempo.

¿Qué repercusiones tuviste respecto de los lectores de la novela?
Van llegando y son muy buenas, justifican de algún modo tantas horas de trabajo. Me gusta que se noten mis intenciones, el humor negro que campea en casi todas las páginas, la metamorfosis paulatina de Lucas, la corriente que lo arrastra hacia una opción siniestra.

¿Cómo fue el paso de las novelas juveniles a escribir para adultos primero con Maldito vacío y ahora con La editora?
Soy un escritor para un público joven que, marginalmente, escribe para adultos y es como un empezar de cero, me intriga y me gusta, me entusiasman las ideas que tengo para una tercera novela. Voy tomando notas, nadie me apura. Es como un mundo nuevo dentro de un mundo que ya conozco.

¿Con qué género te sentís más cómodo?
Con la novela. Son raros los días entre novela y novela, en que terminé una y todavía no empecé otra. Una cierta orfandad, como estar en una casa sin techo. La escritura es amparadora.

¿De qué tema que todavía no escribiste tenés pensado hacerlo próximamente?
El devenir de la inteligencia artificial en la vida cotidiana, la convivencia próxima con robots, ya lejos de las fantasías de la ciencia ficción. Cómo aprenderemos a sobrevivir ante el abrumador placebo de las pantallas y las redes sociales.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Un objetivo es también un límite; veo este oficio como un camino y voy, nomás, por el camino. Escribir lo mejor posible, concentrarme en la lectura, tener una vida corriente, y, sobre todo, agradecer que hago lo que me gustó siempre.

¿Qué libros de los que hayas leído últimamente recomendarías?
“Las cosas que perdimos en el fuego”, de Mariana Enriquez; “El íntimo traidor”, de Silvia Renée Arias; “Aguante”, cuentos buenísimos, de Horacio Convertini; los ensayos de “La razón literaria”, de Guillermo Martínez y la relectura de los cuentos de “Una felicidad repulsiva”, también de Martínez; “La respiración cavernaria”, de Samanta Schweblin; “Nos vemos allá arriba”, de Pierre Lemaitre; “Teoría general del olvido”, de José Eduardo Agualusa. Ahora tendré para un tiempo, porque estoy leyendo “4 3 2 1”, de Paul Auster. 957 páginas.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
En estos días, en la edición de una novela semi gráfica, policial, para jóvenes; y escribiendo de a ratos algo nuevo, pero eso, por ahora, es secreto.



domingo, 27 de mayo de 2018

Sandra Buenaventura: “Quiero pensar que los géneros son fluidos”







La escritora Sandra Buenaventura habló con Entre Vidas acerca de su libro de poemas A dónde vas con tu brilloso auto en la noche publicado por la editorial Alto Pogo y adelantó que con Metalúcida están por publicar tres nuevos libros y dos segundas ediciones.


PH Julio Arias-Arranz


¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Un té, seguro. Un sencha japonés con limón, cúrcuma y pimienta. También té de moringa, té puerh, té bancha, té negro. Siempre el té, como rito interior. Y siempre escribo con música, con auriculares, en circuito cerrado, yo sola tengo que escuchar esa música, esas canciones. Nadie puede entrar a esa habitación propia que es la música.

¿Con qué frecuencia escribís?
Todos los días cuando estoy en modo escritura, cuando tengo que largar sí o sí, cuando la palabra  está.  Y siempre es en la computadora, nunca escribo a mano.

¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
No creo que haya un quién. Hay un momento que fue, un momento que sigue siendo, una novela, un cuentito, unos personajes, unas emociones y un ruido interior. Un expandir la vida, y también ser la que yo todavía no había sido.

¿Por qué decidiste que tu libro de poesía se llamara A dónde vas con tu brilloso auto en la noche?
Fue un azar, a través de Mad Men, mirando el último capítulo, yo estaba con mi título borrador y no encontraba uno que me convenciera. Desde ahí me llegó esa frase de Kerouac, de On the road. Un momento eureka.

¿Cómo fue el proceso de selección de los poemas que aparecen en el libro?
La selección fue muy fluida junto a mi editor, Nicolás Correa. También diría que los poemas se conformaban unos con otros. Creo que fue más el seguir ese ritmo.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
Los temas siempre están en otra parte.

¿Qué libros o autores recomendarías? 
Carla Maliandi. Natalia Litvinova. Pamela Terlizzi Prina. Roque Larraquy.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Escribir.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con la editorial Alto Pogo?
A través de Nicolás Correa, el editor de la colección de Poesía. Un lujo.

¿Con qué se va a encontrar la persona que todavía no leyó tu libro?
Lo más lindo que a mí, como lectora, me sucede cuando estoy a punto de leer un libro es el deseo. 

¿Tenés pensado escribir otro género literario?
Quiero pensar que los géneros son fluidos.

¿Cómo surge tu proyecto Metalúcida Editora?
Surge en el 2013, a mi regreso a la Argentina, de un sueño y de una conversación.

¿Cuáles son las próximas publicaciones de la editorial?
Una autora argentina, una autora nigeriana, un autor argentino, dos segundas ediciones.

¿Qué sugerencias les darías a los escritores que buscan publicar?
Escribir.

¿En qué nuevo proyecto estás trabajando actualmente?
Recién lo terminé.



miércoles, 23 de mayo de 2018

Silvia Arazi: “Me asombra mucho la recepción que está teniendo la novela”




La escritora Silvia Arazi publicó la novela La separación con la editorial Galerna y habló con Entre Vidas acerca de dicha historia que cuenta la ruptura de una pareja. Además, la autora señaló que buscó que la novela se pudiera leer como una sucesión de cuentos y que actualmente tiene ganas de empezar a escribir teatro.



¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Necesito sobre todo silencio. Y soledad. O al menos una puerta, para poder cerrarla.

¿Con qué frecuencia escribís?
Me encantaría tener un orden y escribir a diario, pero por ahora es solo un deseo. A veces las urgencias de la vida se imponen, o simplemente me disperso con otras actividades o placeres.

¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
Una amiga muy querida siempre me dice que nací de un repollo porque el arte me interesó desde chica, como un deseo espontáneo, sin ningún estímulo externo. No había biblioteca en casa y nadie en mi familia era afecto a la lectura ni a la música. Sin embargo, mi mamá, una mujer muy sencilla y sensible, siempre alentó mi afición por el arte. Cuando era chica leía, escribía y dibujaba a toda hora. Empecé leyendo con avidez la colección Robin Hood, de tapas amarillas. Y luego, a eso de los diez o doce años, me hice socia del Club de Lectores y de ese modo tuve acceso a grandes libros, quienes a su vez, como una familia secreta, me fueron conduciendo a otros grandes autores.

¿Cuál fue la imagen disparadora que da inicio a la historia de tu novela La separación?
Busqué que esta novela pudiera leerse, también, como una sucesión de cuentos y precisamente el último capítulo “Qué temprano anochece” fue un relato con el cual gané un premio literario en España, hace años. Esa escena cuenta la conversación, aparentemente inocente, que mantiene una pareja que se reencuentra después de un año de separados, en un bar. La idea de la novela nació a partir de esa escena. Fui hacia atrás en el tiempo y me pregunté quiénes eran ellos. ¿Por qué razones se separaron? Cómo fue su matrimonio? Decidí comenzar a narrar la historia a partir de la última noche que pasaron juntos. Y elegí como punto de vista a la mujer. La historia sería contada por la voz de Lucía.

¿En qué te basaste para construir los personajes de Pedro y Lucía?
Muchas veces los narradores nos sentimos obligados a ser ingeniosos o a demostrar que somos inteligentes. En esta novela,  yo traté, y espero haberlo logrado, que la narradora fuera una mujer no muy hermosa, no muy inteligente, una mujer “sin atributos”-lo contrario de una heroína- y al mismo tiempo, lo suficientemente lúcida como para contar su historia con sensibilidad y coraje. Una historia contada por una pequeña voz.

¿Cómo fue el proceso de escritura?
Placentero y lento. Escribo lentamente y, sobre todo, corrijo y releo una y mil veces. Por otra parte quería que la historia siempre dolorosa de una separación, se deslizara, por momentos, hacia la comedia, sin perder su carácter. En un momento le dije al editor: Te entrego la novela porque si sigo corrigiendo me voy a indigestar con mis palabras. Muchas veces siento que podría seguir corrigiendo mis libros hasta el infinito. Y en algún momento hay que parar para no quitarles frescura. Y para no enloquecer.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con la editorial Galerna
Conocía a Gonzalo Garcés, el editor de Galerna,  ya que nos vimos algunos veces en la casa de Abelardo Castillo, hace muchos años. Le envié las primeras páginas y me dijo que le gustaban mucho y que esperaba la novela completa. Cuando se la envié y la leyó, recibí unos de los correos más breves y hermosos de mi vida. Decía: “Emocionado, solo puedo pedirte que firmemos contrato”.

¿Qué repercusiones recibiste por parte de los lectores?
Me asombra mucho la recepción que está teniendo la novela. Además de las reseñas, me escriben muchos lectores  y me hacen saber sus impresiones. Me dicen, de uno y otro modo, que en la novela se leen a sí mismos, lo cual es un comentario muy hermoso.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
Se nutre, sin duda, de todos los libros que he leído. También del asombro, de la pasión, de la imaginación, del silencio, y sobre todo, de la observación y la reflexión.

¿Qué libros o autores recomendarías? 
Me gustan demasiados, pero diré cinco que me vienen ahora a la mente y que me parecen inmensos: Rulfo, Chejov, Vallejo, Pessoa, Strindberg.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Acabo de escribir un cuento para una antología sobre Pessoa que se publicará simultáneamente en Portugal y España para el aniversario de su nacimiento. Disfruté mucho escribiendo ese relato y me quedé con ganas de seguir escribiendo cuentos. Tengo ganas de escribir teatro. Y luego, no sé. En lo posible, iré adonde me lleve el deseo.



J.P. Zooey: “Mis libros tienen en común la tematización del delirio de las formas del saber”



PH Jazmín Teijeiro

El escritor J.P. Zooey publicó la novela ¡Florecieron los neones! a través de Odelia Editora y habló con Entre Vidas acerca de dicha publicación y contó porque escribe bajo un seudónimo. Además, adelantó que está trabajando en la creación de una biblia apócrifa.



¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
En el momento previo a escribir no tengo rituales. Pero sí en las horas o días previos a escribir: el principal ritual es quedarme un poco con las ganas. Saber qué quiero como paso siguiente en la historia: qué tono, qué tema o qué diálogo, hacia dónde voy. Después evito pensar en eso y mucho menos lo escribo, sino más bien le encargo la elaboración al inconsciente. El subsuelo de la mente trabaja incansablemente y es mucho más efectivo que la razón o una técnica. En esas horas o días previos a retomar la escritura confío. Luego, cuando vuelvo a escribir, a menudo el teclear fluye como si respondiese a un dictado.

¿Con qué frecuencia escribís?
Hay períodos en los que escribo todos los días. Cuando veo que estoy errando demasiado, que lo que desecho es más de lo habitual, me impongo descansar. Entonces se desorganiza mi rutina. Siento el peso del aburrimiento. Pero sé que en el sótano se está trabajando fuerte.

¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
Ray Bradbury, Aldous Huxley, Nietzsche, la revista Fierro, todo lo que leía en mi adolescencia.

¿Por qué escribís bajo un seudónimo?
En principio, cuando no se conocían mi cara ni mi nombre civil, me dio mucha libertad. Mi literatura no debía responder a un cuerpo físico, a ese cuerpo que se alimenta con lo que le pagan como profesor en la universidad por dar clases con un determinado punto de vista y una orientación moral. En la literatura podía tener valores y puntos de vista diferentes. Luego, una vez que estuve seguro que contenía en mi cuerpo esas dos personalidades y que no se iban a fundir en una sola, empecé a aparecer como escritor. Así me deshice de tener que controlar el “secreto”, lo cual me estaba consumiendo energía que necesitaba para mejorar mi literatura.

¿Por qué decidiste que tu novela se llamara ¡Florecieron los neones!?
Fue a partir de una frase del libro que se explica en la Introducción y que aparece en la novela: “Y él sintió que multitudes, muchísimos ramilletes florecían en su pecho: lilas, amapolas, dalias, margaritas, y hasta delirios refulgentes como neones”.

¿Cuál fue la imagen disparadora que dio inicio a la historia?
Fueron varias imágenes de ese mundo que está, es cuestión de abrirse a ello, detrás de las apariencias en las que vivimos. Imágenes del mundo más allá de los sentidos. Esas que presentimos un segundo antes de entrar en una crisis y que después queremos olvidar para siempre. A veces, caminando por una calle o cenando en un restaurante, veo cosas por un instante. Cosas que me dicen que no existen.

¿Por qué el libro arranca con una introducción a la que definís como Buda cíborg?
Tal como se dice en el libro, la Introducción se la hago a una novela descartada por un concurso literario y arrojada dentro de un contenedor de residuos reciclables. “Buda cíborg” es el modo que tengo de nombrar al personaje de ese libro, al protagonista. Se trata de alguien capaz de ver más allá de las apariencias y que es, al mismo tiempo, un ciborg. Es decir, una máquina espiritual; un espíritu electrónico.

¿Cómo fue el proceso de escritura?
Una de las reescrituras la hice en un celular, palabra por palabra, sopesando sus ambigüedades, sus ecos, sus reminiscencias. Creo que este libro contiene, si uno se detiene y se posa en sus frases, resonancias que abren múltiples sentidos y posibilidades del pensamiento. A mí me gusta crear libros que, bajo la apariencia de la superficialidad y la velocidad, quien quiera encuentre el agujero de la madriguera por donde ve perderse al conejo. Y decida meterse o no.

¿Qué diferencias notás en vos como autor entre tus libros anteriores y este último?
Hasta el momento creo que mis libros tienen en común la tematización del delirio de las formas del saber. Sol artificial expone los delirios del paper, del ensayo y de la entrevista periodística. Los Electrocutados, los de la Historia y la genealogía. Te quiero hizo delirar a los lectores, con amor, con odio. Y ¡Florecieron los neones! muestra el delirio de la crítica literaria. Lo digo desde la perspectiva de alguien que siente que no puede haber saber que no implique delirio: la medicina, la ingeniería, la botánica, el análisis del discurso, etcétera, etcétera, son formas de saber sumamente disparatadas sobre las que, a lo sumo, podemos esperar que suenen bien, como un poema.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Odelia Editora
Sabía de Odelia, nos habíamos encontrado en algunos eventos. Intuía la profesionalidad con la que trabajan en equipo sus editoras. Luego comprobé además la sensibilidad que las guía y la tenacidad con la que consiguen lo que quieren.

¿Qué libros o autores recomendarías?
J.D. Salinger, Friedrich Nietzsche, Kurt Vonnegut, William Gibson, Philip Dick, por nombrar algunos clásicos. Y entre quienes son contemporáneos y vecinos en la lengua: Marcelo Cohen, Pablo Katchadjian, Pola Oloixarac, Ariana Harwicz.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
En la creación de una Biblia apócrifa.



lunes, 21 de mayo de 2018

Denise Griffith: “Me interesan la desestigmatización de la locura, la marginalidad y el desamor”




La escritora Denise Griffith publicó su libro de poesía Antojos de desorden con la editorial Escritor de la legua y señaló que el que todavía no lo leyó se va a encontrar con unos versos sencillos e intensos a la vez. Además, adelantó que está preparando su segundo libro de poesía llamado Azul Grisáceo.




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
A veces escribo en mi casa, pero prefiero escribir afuera. Muchas veces voy al Parque Saavedra o a cafés. Recién una vez que estoy en uno de esos lugares, empiezo. También siento que necesito estar cerca de una ventana.

¿Con qué frecuencia escribís?
Solo sabría decirte que con una gran frecuencia. Siempre llevo un anotador y una lapicera conmigo y no bien tengo un rato libre en el subte, en el colectivo o en un consultorio, aprovecho. La poesía facilita eso.

¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
El amor por la poesía me lo inculcaron la profesora Claudia Ferradas y su adscripta Estela Meije en la materia de Literatura Inglesa de la facultad. Me ayudaron a encontrar mi propia voz y a sentir curiosidad e investigar diferentes autores.

¿Por qué decidiste que tu libro de poesía se llamara Antojos de desorden?
Me pareció que la palabra antojos daba la idea de varias piezas pequeñas y eso es lo que son mis poemas, incluso los más largos. Son algo que podés “picar” donde quiera que estés. Desorden surge de la idea del caos como desencadenante de la creatividad. También halla su origen en la rebeldía.

¿Cómo fue el proceso de selección de los poemas que aparecen en el libro?
Seleccioné los que, pensé, me representaban más o variaban más entre sí. Tenía otros que eran algo reiterativos y a esos los dejé de lado. Me di cuenta de que el libro llegaba hasta ahí. Por el momento no tenía nada nuevo para agregar.

¿Cuál es tu poema preferido del libro y cuál el que destacan los lectores?
Mi poema preferido es uno de los más breves: “me picó una araña/con cara de mariposa”. Si bien noto que el que destacan los lectores varía mucho, un par coincidieron en que el de la rata con el cosmos era el mejor.

¿De qué temas se nutre tu escritura?
Me interesan la desestigmatización de la locura, la marginalidad y el desamor.

¿Qué libros de poesía o autores recomendarías? 
Recomiendo firmemente a Susana Thénon, a Akiko Yosano (breve pero poderosa), a Chantal Maillard y a Charles Bukowski (con quien me inicié, que tiene poemas tan potentes como Pájaro azul o Un poema casi inventado).  De los contemporáneos, recomiendo a Gustavo Parada Aguirre y a Martina Cruz.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Quiero que quien me lea se sienta un poco menos solo y que comprenda que la belleza también está en lugares inusuales.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con la editorial Escritor de la legua?
Me llegó un mensaje de instagram del buen José Ángel Romano Pérez con la propuesta de editarme. Dijo que había leído unos poemas de mi autoría en internet que le habían gustado. Yo estaba de vacaciones de verano en Brasil en ese momento y me tomó completamente por sorpresa, fue muy grato.

¿Con qué se va a encontrar la persona que todavía no leyó tu libro? 
Yo creo que se va a encontrar con unos versos sencillos e intensos a la vez. Tal vez se preocupe por mi estado anímico, jaja.

¿Tenés pensado escribir otro género literario?
También escribo cuentos y novelas, los cuentos se pueden leer en diversas revistas digitales, y las dos novelas que tenía, las borré. Pero algún día me animaré y volveré a crear una novela. Para entonces, quiero contar con todas las lecturas y herramientas posibles.

¿En qué nuevo proyecto estás trabajando actualmente?
En este momento, estoy preparando mi segundo libro de poesía, que se va a llamar Azul grisáceo y es un poco más sobrio que el anterior.



jueves, 17 de mayo de 2018

Paula Vázquez: “La pulsión de escribir está vinculada a una indagación sobre mi mundo interno”





La escritora Paula Vázquez publicó el libro de cuentos La suerte de las mujeres a través de Añosluz Editora y habló con Entre Vidas acerca de dicha publicación que obtuvo un premio del Fondo Nacional de las Artes en 2016 y de sus próximos proyectos entre los que se encuentra la corrección de un poemario llamado La brújula sumergida.


¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Tantos que no sé si por lo numerosos dejan de calificar como “rituales”. Escribo en una libreta que siempre llevo en la cartera. Escribo en las notas del celular. Escribo en los márgenes de los libros, de cualquier libro que esté leyendo, con lápiz negro, con birome bic azul, sin límites ceremonias ni respeto por más hermosa que sea la edición. Me despierto en medio de la noche y escribo recortes de sueños en el soporte que tenga más a mano. Soy capaz de interrumpir una conversación para anotar una frase que escuché al pasar o que dijo mi –pobre, padeciente- interlocutor. Me gusta mucho escribir cosas que escucho por la calle, en el supermercado, en reuniones con clientes… todo puede servir.

¿Con qué frecuencia escribís?
Todos los días. No siempre con una forma o un objetivo determinado. Después el proceso de escribir un cuento, un poema, es distinto. Necesito hacerme tiempo y espacio para unir todo y componer algo que tenga la forma de un poema, un cuento o lo que sea.

¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
Crecí en una casa en la que no había biblioteca. A los ocho años la Navidad me dejó un Pequeño Larousse Ilustrado de tapa roja, con el que cada noche “jugaba”, y que aún conservo en mi biblioteca. El primer recuerdo que tengo del contacto con la literatura es de un vendedor de colecciones de literatura infantil que pasaba todos los meses, tocaba el timbre en mi casa, dejaba un catálogo, yo elegía y mis padres, por suerte, accedían a comprarme lo que yo les pedía. Después, en el colegio, a través de alguna profesora de literatura, Borges, Cortazar, esas cosas. Y más tarde, a los catorce empecé en el Centro Cultural Rojas el taller literario de Diego Paszkowski, y seguí en los grupos en su casa. Ahí descubrí a Carver, Don DeLillo, Papini, Pennac, Saer, Auster, muchos. Gonzalez Tuñón, Idea Vilariño, también, aunque no leíamos mucho poesía. Y también descubrí la escritura como proceso colectivo y aprendí mucho de mis compañeros y compañeras.

¿Por qué decidiste que tu libro de cuentos se llamara La suerte de las mujeres?
Así se llamaba un ejercicio breve que estaba incluido en la versión original del libro, pero que desentonaba con el resto de los cuentos. Cuando, junto a mis editores (AñosLuz), decidimos sacarlo de la selección final apareció medio evidente que ese tenía que ser el título del libro. Creo que ese título tiene la virtud de zurcir un significante o la dirección que tiene el libro.

¿Cómo fue el proceso de selección de los cuentos que aparecen en el libro?
El libro ganó un premio del Fondo Nacional de las Artes en 2016. A esa primera selección, que trabajé en el taller de obra con Hernán Vanoli, se agregó un cuento nuevo que escribí en 2016 pero que está muy pegado al tono del libro: “Tulipanes”.

¿Cuál es tu cuento preferido del libro y cuál el que destacan los lectores?
Tengo dos cuentos preferidos. “Los pescadores”, porque la infancia y la amistad en el tránsito de niñas a mujeres es algo que me atrae como objeto de indagación y “Un hombre en la ventana”.

¿De qué temas se nutre tu escritura?
La pulsión de escribir está vinculada a una indagación sobre mi mundo interno. Así que va siempre un poco de la mano de lo que me esté atravesando en ese momento. No quiere decir que me identifique con una “literatura del yo” o con lo autobiográfico. Es más la búsqueda del momento en que la voz propia se vuelve extraña. Un poco como la técnica de la asociación libre. Escribo para ver si puedo hacerme decir lo que de otro modo no soy capaz de decir.

¿Qué libros o autores recomendarías?
Nocturnos, de Idea Vilariño. Tierra desacostumbrada, de Jhumpa Lahiri. Las chicas, de Emma Cline. Nuestro mundo muerto, de Liliana Colanzi. A propósito de las mujeres, de Natalia Ginzburg. Cualquier cosa, así sea un apunte al pasar o un video en youtube, de Clarice Lispector. La materia de este mundo, de Sharon Olds. Todos los cuentos de Lydia Davis. O de Flannery O´Connor. O de Amy Hempel. Trilce, de Vallejo. En picado, de Nick Hornby. Nicanor Parra, cualquier cosa. La invención de Morel, de Bioy Casares. Todo Andrés Rivera. No tengo una aproximación formal a la literatura así que la selección es bastante caprichosa.

¿Cómo surgió la posibilidad de publicar el libro con Añosluz Editora?
Me contactaron porque a través de alguna red social se enteraron de que el libro había ganado el premio del Fondo. Yo venía de una experiencia fallida con una editorial grande y en dos minutos sentí que AñosLuz era un espacio hermoso y comprometido con sacar un buen producto. Cuando me mandaron la foto de tapa confirmé que todo lo que yo quería que fuera el libro estaba representado en el amor que le pusieron a la edición.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Tengo unos seis o siete cuentos terminados, que podrían ser un nuevo libro, pero que aún siento muy pegados al tono de “La suerte de las mujeres”. Así que me quiero tomar un tiempo para probar y pensar a conciencia qué quiero escribir. En el medio me reencontré con la poesía. Estoy terminando de corregir un poemario que se llama “La brújula sumergida”.



Paula Giglio: “Me interesa la escritura en todas sus facetas”






La escritora Paula Giglio publicó el libro de poesía Un lugar para mis piernas largas con Caleta Olivia Ediciones y habló con Entre Vidas acerca del proceso de escritura en el que escribió sobre Buenos Aires. Además, la poeta señaló que si bien los libros que publicó hasta ahora son de poesía, no pierde el interés por otros géneros literarios.

¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
No es algo que prepare, en verdad, porque siempre me sucede en la calle, cuando viajo en colectivo, en el medio de una reunión, cuando ya casi estoy por dormirme… Entonces lo que hago es anotar la idea, o a veces directamente el verso, y con el tiempo empiezo a encontrar patrones comunes en todo ese material aparentemente inconexo que se va generando.

¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
Más que amor, yo diría extrañeza, factor sorpresa en un sentido positivo, y fueron los poetas neobjetivistas, llamados también “poetas de los ´90”. En este estilo -más bien descriptivo, donde aparece la voz de un sujeto que observa los acontecimientos como desde afuera- encontré una puerta para empezar a escribir en verso.

¿Por qué decidiste que tu libro se llamaría Un lugar para mis piernas largas?
Era algo que tenía escrito mucho antes de que el libro comenzara a armarse. Pensé varios títulos, pero ninguno me cerraba. Hasta que un día, revisando notas viejas, dije: es este. Creo que los mejores títulos aparecen siempre como una epifanía.

¿Cómo fue el proceso de selección de los poemas que aparecen en el libro?
De repente, estaba escribiendo sobre Buenos Aires. Los poemas van, caminan solos y un día se frenan. Ese día descubrí que tenía un libro terminado.

¿Cuál es tu poema preferido del libro?
Y… es como preguntarle a una madre a cuál de sus hijos quiere más. Amo a todos los poemas por igual. La experiencia que está por detrás de cada poema puede ser, en todo caso, de mayor o menor agrado; en este sentido, tengo hermosos recuerdos del primer año en el que me mudé a Buenos Aires, donde todavía me perdía por sus calles y no sabía qué colectivo tomar para ir acá o allá. Lo viví como una exploración diaria y divertida. Hoy lo revivo cuando, de repente, me encuentro cortando camino por una calle insólita, cuyo nombre no me suena ni remotamente. Hay algo de inocente en el hecho de estar perdido en un lugar, como una sensación de infancia.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
Me suelen hablar de la influencia de la filosofía en mi poesía, de la que seguramente no me escapo. En lo personal, igualmente, me autopercibo como alguien que escribe más desde lo intuitivo, desde algo cotidiano; situación común que no pudo ser registrada como común y natural. En esa vuelta de tuerca va un poco mi camino. Últimamente, las grandes ciudades han sido fuente de inspiración, por supuesto con Buenos Aires a la cabeza.

¿Qué libros de poesía o autores recomendarías? 
No sé si los recomiendo, en el sentido de que no todo autor es para cualquier lector, pero son los que a mí me gustan: los objetivistas –Casas, Wittner, Gambarotta, Raimondi, por poner algunos- Symborska, Brodsky, Circe Maia, Sharon Olds, Lydia Davis, Anne Carson, Teillier, Lihn, Vallejo, Han Dong, Lispector, que no es poeta pero su prosa es muy poética, lo mismo con Marguerite Duras, Marechal, Di Benedetto, Inés Garland… Además de narrativa, también leo dramaturgia. Beckett me marcó un montón.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Los mismos que intento tener en cualquier grupo humano reunido bajo algún fin común; no creo que haya que sobrestimar las circunstancias externas sin que primero se generen en algún lugar más interior de uno, y si uno considera que lo que escribe (más todo el trabajo que eso conlleva) es valorable, en el afuera va a tener valor, va a generar empatía, va a traer afecto. Yo recibo muchos mensajes de gente que no conozco que alguna vez leyó un poema mío, o que recibieron la recomendación de mi libro, o que lo encontraron en la biblioteca de un amigo ayudando en la mudanza y lo leyeron y les encantó… Ese tipo de anécdotas y devoluciones me llenan de alegría porque quiere decir que en un mundo tan dividido, el arte todavía genera puentes entre los seres humanos; ni hablar de cuando me escriben diciendo: compuse este tema en base a tu poema… Se me vino esta imagen y la pinté, mirá, ¿te gusta?

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Caleta Olivia Ediciones
Lo mandé a la editorial y a Gabo le gustó.

¿En qué nuevo proyecto estás trabajando actualmente?
Me interesa la escritura en todas sus facetas. Ahora se me dio por escribir poesía, pero nunca pierdo el interés por otros géneros literarios y la indagación en universos para mí desconocidos. Algún día, quizás… Por lo pronto, tengo otro libro de poesía en camino, ya casi listo, que viene escribiéndose desde hace dos años. Pero tiempo al tiempo, que las Piernas Largas se van a poner celosas.


lunes, 14 de mayo de 2018

Inés Kreplak: “La literatura durante la infancia fue mi vía de escape”






La escritora Inés Kreplak habló con Entre Vidas acerca de su novela Confluencia editada por Alto Pogo y contó que la imagen disparadora que dio inicio a la historia fue una foto de una casa en construcción en el delta, sin techos, con las vigas de madera puestas, parte del piso y una carpa tendida a unos metros. Además, comentó que está trabajando en una tesis que la tiene obsesionada.


¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
La sensación es que “concentro” como los deportistas. Me encierro horas, días, lo que pueda. Si estoy de vacaciones, me retiro, lejos, durante horas con la computadora. El cuento que más me gusta lo escribí mirando el mar. La naturaleza me inspira bastante. Pero si estoy en la ciudad, me encierro. Puedo llegar a faltar al trabajo, cancelar eventos si tengo ganas de escribir. Por eso no lo hago tan seguido. Me absorbe. 

¿Con qué frecuencia escribís?
Escribo todo el tiempo.  Pero literatura, por épocas.
Tengo algunas cosas en las que obligatoriamente tengo que ser regular y ordenada, por lo tanto, en las cosas que puedo elegir me manejo más irregularmente.

¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
Siempre hubo biblioteca en mis casas. Mis padres leían mucho los dos. Pero creo que fue una elección. Yo pedía que me leyeran, pedía que me contaran cuentos antes de dormir, rogaba que me llevaran a la librería, que me compraran libros. Mi papá me había grabado unos cassette en donde me contaba cuentos y yo los escuchaba en Roca, donde vivía entonces. La literatura durante la infancia fue mi vía de escape.

¿Por qué decidiste que tu novela se llamara Confluencia?
Porque es una palabra que tiene que ver con lo que se narra, con cómo se narra y el lugar en el que transcurre la mayor parte del relato. 

¿Cuál fue la imagen disparadora que da inicio a la historia?
Una foto de una casa en construcción en el delta, sin techos, con las vigas de madera puestas, parte del piso y una carpa tendida a unos metros.

¿Cómo fue el proceso de escritura?
Trabajaba mucho durante la semana, cuando podía viajaba a Tigre y cuando volvía me quedaba dos días enteros escribiendo todo. Después fue un trabajo largo de corrección durante los fines de semana y entre trabajo y trabajo.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con la editorial Alto Pogo
Había trabajado con Marcos Almada en la colección de literatura argentina Leer es futuro que armamos para el Ministerio de Cultura de la Nación. Me ofreció leerla en calidad de amigos cuando la terminé. Me hizo algunas sugerencias y un día me dijo que no me ayudaba más si no la publicaba en su sello.  Básicamente me extorsionó.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
De las tretas humanas que inventamos para poder vivir juntos.

¿Qué libros o autores recomendarías? 
Soy ecléctica. Mis libros favoritos clásicos hoy son Moby Dick y Las mil y una noches. Soy muy fanática de Flannery O´Connor, de Cheever, Carver, Hemingway, pero también de Carrère. Admiro mucho a Rodolfo Walsh. Le debo mucho de mi amor por la literatura a Elsa Bornemann, a Graciela Montes, a Ema Wolf y a Roal Dahl. En poesía Juan Gelman, Héctor Viel Temperley, Jorge Teillier, Laura Wittner, Fabián Casas, Sonia Scarabelli, Sharon Olds y muchos más que ahora me estoy olvidando. Leo mucho, leo de todo y eso hace que no pueda decidirme ni por un género, ni por un estilo. Hay momentos para cada cosa. Ahora estoy muy fan de Gabriela Cabezón Cámara, pero porque también la estoy estudiando y la admiro.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Lograr que mi trabajo, sea el que sea, pueda permitirme leer y escribir la mayor cantidad de tiempo posible. Me interesa el arte y la cultura como un lugar creativo, con potencial “revolucionario”, aunque sea en un sentido pequeño, y crítico del mundo en el que vivimos, del modo en que nos vinculamos. Tengo armados proyectos en ese sentido, pero lamentablemente, tengo que regular mi energía y los tiempos que le dedico a cada cosa.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy escribiendo una tesis, que me tiene obsesionada.
Mientras estoy pensando y repensando unos poemas con Laura Wittner.



Gustavo Yuste: “Lo cotidiano es lo que más me llama la atención”




PH Tamara Grosso

El escritor Gustavo Yuste acaba de publicar su libro de poesía Lo que uso y no recomiendo con la editorial Modesto Rimba y en diálogo con Entre Vidas analizó algunos de sus poemas y adelantó que se reeditarán dos libros suyos de poesía pero reunidos en uno solo y con la edición de El ojo del mármol. Además, contó que está puliendo el libro Personas que lloran en sus cumpleaños para su posible publicación el año que viene.

¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
No tengo ningún ritual. Sí soy de trabajar mucho el poema en mi cabeza antes de escribirlo, por lo que retengo ideas o frases escuchadas por ahí hasta que el texto termina de tener forma. Eso puede durar varios días. Incluso, puede que semanas o meses después aproveche frases anotadas en un cuaderno o en cualquier lado para un nuevo poema.

¿Con qué frecuencia escribís?
Siempre que puedo, pero en poesía es difícil hablar de frecuencia, porque no creo que funcione una autoexigencia o una rutina para eso. Sí es importante leer todos los días, ya sea poesía o cualquier género literario. Eso te mantiene siempre lúcido para cuando el momento de la escritura llegue. En cambio, cuando escribí Personas que lloran en sus cumpleaños, novela breve inédita por ahora, la frecuencia diaria a la hora de la escritura sí fue una obligación que me puse.

¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
No hubo una persona en particular, fue algo que se dio espontáneamente. Reconozco que no fui un gran lector de chico, recién empecé a cultivar el hábito de la lectura a los 16 años gracias a una profesora de Literatura que tuve en el secundario, que se llama Silvia Aradas. De esa época me acuerdo haber leído dos libros con bastante intensidad: Rayuela, de Julio Cortázar y La hija de Kheops, de Alberto Laiseca. Gracias al colegio descubrí a Gustavo Adolfo Becquer y algunos poemas de Cortázar que despertaron mi interés en la poesía, ya sea tanto para leerla como para escribirla.  Años después, leer a autores argentinos contemporáneos como Fabián Casas, Cecilia Pavón o Joaquín Giannuzzi, me permitió encontrar mi propia voz.

¿Por qué decidiste que libro de poesía se llamara Lo que uso y no recomiendo?
Cuando el libro empezó a tomar forma en mi cabeza, surgió el poema que tiene el mismo nombre y sentí que englobaba bastante bien al conjunto de textos. Me gusta, en general, jugar con las frases hechas que usamos a diario y en esos días escuché y leí a muchas personas decir “uso y recomiendo” tal cosa. Me pareció interesante retomar ese dicho típico del mundo publicitario para pensar en la contradicción constante de no recomendar  a otras personas lo que nosotros mismos utilizamos o hacemos.

¿Cuál es tu poema preferido del libro y cuál es el que destacan los lectores?
No sé si tengo un poema preferido, aunque creo que “Olor a sol” puede llegar a serlo, tanto por el resultado final, la temática que tiene y porque me permitió formar parte de la Bienal Arte Joven Buenos Aires 2017. Por otro lado, recibí buenos comentarios y devoluciones de varios poemas, es bastante variado eso, pero puedo nombrar a “El turno vence en quince minutos” o “Verte hacer tus cosas” como algunos de los que más reacciones positivas generaron.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
Lo cotidiano es lo que más me llama la atención, porque ahí adentro hay mucho para rescatar si se afina la mirada: desde la imparcialidad de los objetos a lo confuso de los sentimientos. Ver a la rutina desde otro ángulo siempre me parece interesante, da lugar a la epifanía. No me parece que cotidianeidad e intensidad sean opuestos.

¿De qué tema todavía no escribiste ninguna poesía pero te gustaría hacerlo?
No creo que sea una buena idea tener un plan demasiado armado sobre lo que a uno le gustaría escribir, porque puede llevar a la frustración o a poemas forzados. En una entrevista, Carlos Chernov me dijo que uno no escribe lo que quiere, sino lo que puede. Eso no quiere decir que no haya que trabajar, editar y pulir la escritura, pero si se tiene una idea demasiado preconcebida desde el principio, el resultado puede ser una mala copia del ideal.

¿Qué libros de poesía o autores recomendarías? 
Es difícil hacer listas sin dejar gente valiosa afuera. Además de los que nombré (Casas, Pavón y Giannuzzi), se me vienen a la cabeza Circe Maia, Ben Lerner, Mary Oliver, Juana Bignozzi, Juan Manuel Inchauspe, Vicente Luy, Mario Arteca, Gabriela Luzzi, los primeros poemas de Jacobo Fijman. De mis más o menos contemporáneos: Gabriela Clara Pignataro, Mariela Gouiric, Fernando Bogado, Malén Denis y Natalia Leiderman, entre otros, me parecen muy interesantes, cada uno con sus particularidades.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Del ambiente literario no habría que esperar nada más que profesionalismo por parte de las editoriales, distribuidoras, periodistas culturales, etc.  Escribir con el ambiente literario como objetivo no me parece una buena idea, porque vas a ser escrito por los demás en realidad. Ahí vuelvo a lo mismo: uno no escribe realmente lo que quiere, sino lo que puede. Sí tengo objetivos personales: seguir leyendo todo lo que pueda y que eso, de alguna manera u otra, repercuta en mi propia escritura y la enriquezca. Ya lo decía Charly García: alguien que le roba a una persona es un ladrón, pero el que le roba a todos es un genio.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con la editorial Modesto Rimba
Se dio un poco de manera casual, en una charla durante una presentación de un libro de la editorial. Mauro Lo Coco me preguntó si estaba escribiendo algo nuevo y poco a poco se fue armando el proyecto. Por suerte él ya había leído libros míos anteriores y siempre recibí comentarios positivos de su parte.

¿Cómo nace tu trabajo de director de la sección de Letras de la revista digital La Primera Piedra?
La Primera Piedra nace como un proyecto de estudiantes de la carrera de Ciencias de la Comunicación: a falta de espacios donde escribir y ejercer nuestra profesión, decidimos crear el propio. Hoy, con la mayoría ya graduados, tenemos como objetivo fortalecer un medio profesional que nazca de la independencia y la autogestión, que son dos términos que se suelen usar de manera liviana muchas veces. Ser un medio sin recursos no te hace ni independiente ni autogestivo, simplemente te convierte en un medio pobre, como lo somos todos. Tu forma de trabajar es lo que define realmente la independencia y la autogestión. Mi rol en la sección de Letras nació un poco con la misma mirada: ver la falta de espacios dedicados a la literatura de manera profesional, más allá del voluntarismo o de las buenas intenciones. Además, en La Primera Piedra consideramos a la literatura u otras disciplinas vinculadas a la cultura con la misma relevancia que otros temas de actualidad e interés general.

¿En qué otro proyecto estás trabajando actualmente?
Dentro de poco van a salir reeditados mis dos primeros libros –Obsolescencia programada (Eloísa cartonera, 2015) y Tendido eléctrico (Objeto editorial, 2016)– reunidos en uno solo por la editorial El ojo del mármol. Es algo que me pone muy contento, porque ambos fueron libros de producción artesanal y difíciles de conseguir pasado el tiempo, por lo que ahora van a poder llegar a más personas. Además, estoy puliendo Personas que lloran en sus cumpleaños para su posible publicación en 2019  en una editorial que admiro mucho. También estoy trabajando en un libro de entrevistas a poetas mujeres.




Juan José Burzi: “Es, tal vez, el libro más variado de los que publiqué”






El escritor Juan José Burzi publicó el libro de cuentos Shibari a través de Evaristo Editorial y habló con Entre Vidas acerca de su atracción por la literatura japonesa que lo llevó a escribir una serie de relatos que ocurren en dicha cultura. Además, contó que está empezando a investigar para su próximo libro que será sobre pintores y algunos escultores que le gustan mucho.

¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Creo que no tengo rituales permanentes, quizá manías que voy variando. Para escribir los últimos cuentos de este libro, por ejemplo, usé una luz concentrada, una lámpara de mesa (apagaba la luz de la habitación), escribí todo a mano (como siempre) e invariablemente sonó de fondo la música de Joy Division.

¿Con qué frecuencia escribís?
Escribo menos de lo que quisiera. Quizá por eso soy un tanto lento para terminar un libro. Digamos que cuando estoy escribiendo un cuento, trato de no alargar el tiempo, de que no se “enfríe”. Aunque luego, una vez escrito, para considerar si se publica o no puedo dejarlo “descansar” meses, o hasta años.

¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
Quien me leía cuando yo no sabía leer era mi padre. Si bien nunca me dijo: tenés que amar la literatura. Él tampoco era un intelectual ni nada de eso, era marroquinero, y su discurso era que estudiara y que aprendiera algún oficio además, que no fuera un inútil (en eso le fallé). Pero le gustaba leer, y tanto de su parte como de mi madre, jamás me dijeron que no cuando quería una revista o cuando más adelante quería comprar libros. Y con los dos compartía lo que leía luego. Entonces, me parece que los dos, a su manera, aportaron a esto.

¿Por qué decidiste que tu libro de cuentos se llamara Shibari?
Me gusta la palabra, como suena. Me gusta el cuento que se llama Shibari, y me parecía una forma de rendirle un homenaje más bien abierto a mi amor por la literatura japonesa.

¿Cómo fue el proceso de selección de los cuentos que aparecen en el libro?
Es, tal vez, el libro más variado de los que publiqué: hay tres cuentos que fueron publicados en antologías anteriormente, y no quería que quedaran perdidos por ahí. A veces hasta yo me olvido de lo que publico en antologías. Después hay un cuento que escribí hace más de diez años (Severo), y nunca me convenció el final… releyéndolo, me di cuenta de que no era el final lo que fallaba, sino el núcleo del relato. Retoqué eso y me pareció que estaba para ser publicado ya. Mientras escribía el cuento Shibari, me di cuenta de que estaba contando el antecedente de un personaje que aparecía en un cuento publicado en 2012, en el libro “Sueños del hombre elefante”. Entonces decidí sumar a este libro ese cuento (El trabajo del fuego), para que el lector pudiera tener a mano el antes y el después de Misako, la joven japonesa que es parte de ellos. Hay un cuento (El bosque) que supuestamente trata de dos brujas y del amante de una de ellas, pero en realidad lo escribí pensando en la literatura gótica y en la técnica de los pintores impresionistas, que me parecen muy interesantes. Salió eso.

¿Cuál es tu cuento preferido del libro y cuál el que destacan los lectores?
Mi cuento preferido del libro, Nuevo tratado de maniquíes, me lo inspiró la relectura de la obra de Bruno Schulz y descubrir en un museo la obra “La poupée” de Hans Bellmer. Y ahí empezaron a aparecer otros elementos y artistas: los surrealistas, Tadeuz Kantor, los autómatas del siglo XV, el jugador de ajedrez del que escribió Poe, el andrógino que protagoniza el cuento y su obra artística, inventados por mí. No sé en qué medida es un cuento Nuevo tratado de maniquíes, sé que me gusta y espero que al que lo lea le guste también. Quizá más que un cuento sea un cúmulo de fragmentos de historias y de impresiones. Como suele ocurrir, no es el relato que más me han destacado quienes leyeron el libro. Pocas veces coincide mi propio gusto con el de los que me leen. Algunos destacan Shibari, que trata de un grupo de gente que se reúne a practicar y a aprender esta técnica de sogas japonesa. Otros destacaron El bosque, o Alpiel, que trata, en uno de sus argumentos, de un demonio sexual que visita a una joven por las noches.

¿Qué te atrae tanto de la cultura japonesa?
Más que la “cultura japonesa”, digamos que me atraen los escritores del siglo XX japoneses, y en todo caso, lo que hace a su cultura en sus escritos. Pero no ando usando kimonos, ni me disfrazo de Geisha, ni parodio la ceremonia del té y esas cosas que a los occidentales los deja un poco en ridículo cuando hacen. Me atrae Junichiro Tanizaki, Yukio Mishima, Akiyuki Nosaka, Kenzaburo Oé, Ryunosuke Akutagawa, Ryu Murakami, Edogawa Rampo, y la lista se puede extender mucho más. ¿Por qué me gustan? Por las temáticas, por la forma de abordar la muerte, el sexo, el amor. De Tanizaki aprendí más que de Cortázar, por suerte.

¿Cuál fue el proceso de investigación que realizaste para describir con tanta precisión temas tan complejos o poco comunes en nuestro país?
No creo en Dios pero creo en Google. Me pasé horas buscando información por la web, y también fui a bibliotecas.

¿Cómo surgieron nombres tan particulares como los de Nigel, Fukai Kane o Misako, personajes de del cuento que le da el nombre al libro?
Nigel no tengo idea de por qué se me ocurrió, pero me pareció buen seudónimo para ese personaje (En el cuento Shibari todos utilizan un seudónimo). Fukai Kane existió, como lo relato en el cuento: era una delincuente japonesa que fue torturada por medio de la técnica de las sogas, y en vez de sufrir dolor, gozaba. Me pareció que era un buen nombre para que lo adoptara como sinónimo un personaje. Y Misako es un nombre japonés bastante común, que me gusta.

¿De qué temas se nutre tu escritura?
Probablemente de lo que se nutren todos: la vida, la muerte, el sexo, el deseo… y para no aburrir siempre con lo mismo, le agregamos argumentos y tramas.

¿Qué libros o autores recomendarías?
Los japoneses que nombré en una respuesta anterior. Siempre William Faulkner, Onetti, Pierre Michon, Céline, Poe, Baudelaire, Petrus Borel, Pavese, Dostoievski, Cormac McCarthy, Joseph Roth, William Goyen, Ismaíl Kadaré, Bohumil Hrabal, Kafka y muchos más. Se consiguen en librerías de usados y saldos. No hay excusas para no leerlos.

¿Cómo surgió la posibilidad de publicar el libro con Evaristo Editorial?
Uno de los editores me consultó si tenía material para enviarles, así lo evaluaban. Y dio la casualidad de que sí, tenía el libro casi terminado. Me alegra estar en el catálogo de Evaristo, cuenta con autores y títulos muy buenos, es importante estar bien rodeado, te enaltece como autor.

¿Cuál fue tu experiencia con la feria del libro de este año?
Shibari estuvo listo justo para la Feria. Tengo entendido que se vendió muy bien, estuve concurriendo varios días a la Feria, más de lo que lo hubiera hecho sin libro editado. Hice más sociales de lo que haría sin libro nuevo. Cuando se edita un libro, tengo que salir del ostracismo y decir: “Hola, acá estoy”.  Tampoco es tan terrible.

¿Qué cambios notás en vos entre el escritor que publicó los libros anteriores y el que acaba de publicar Shibari?
Noto que me interesan cada vez menos las formas, las estructuras, los finales, y esas cuestiones un tanto técnicas que se dice por ahí que debe contemplar el género cuento. Digo que escribo cuentos, pero hay algunas cosas, como el Nuevo tratado de maniquíes o El bosque, que no sé si es cuento, que me parece es un híbrido. También me parece que tiendo a escribir menos y más corto, que en cuanto menos palabras puedo decir algo, mejor. Si lo puedo decir en un fragmento de 5 líneas, ¿para qué rellenar una carilla?

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy preparando (leyendo y tomando notas), pero no escribiendo, un libro sobre pintores y algunos escultores que me gustan y admiro. Apunto a que sea un libro de ensayos/crónicas breves. No sé cuándo lo empezaré a escribir, no sé cuándo lo voy a terminar, y mucho menos sé quién lo va a querer publicar. Pero así es esto, más que el “día a día”, vivimos el “nunca a nunca”.



Cecilia Szperling: “Son las impresiones sensibles, las que me formaron como soy y que aún perduran en mí”





PH Lucía Vassallo

La escritora Cecilia Szperling habló con Entre Vidas acerca de su libro La máquina de proyectar sueños publicado por Interzona y adelantó que está trabajando en la continuación de la novela mientras disfruta como nunca de la escritura.

¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Cargar mi cerebro.  Llegar a la mesa con la mente muy llena.

¿Con qué frecuencia escribís?
Escribo cuando tengo temporadas largas en las que cuento con mucho tiempo. Enero es la cima de mi escritura. Si no, unas 3 horas por día. A la noche tarde, a la madrugada, a la siesta. Todo muy caótico. Sin orden.

¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
La biblioteca de mi casa familiar. Pero me gustó primero escribir y luego leer. Mi emoción más alta fue cuando la maestra de primer grado me dio un cartoncito celeste en que había escrito con una letra cursiva hermosa Cecilia Szperling. Copié mi nombre y me sentí literalmente más alta. Entre levitar y Alicia en el país cuando se vuelve inmensa.

¿Por qué decidiste que tu novela se llamara La máquina de proyectar sueños?
Doble motivo. Es una novela a la que llamé fabula autobiográfica. Pertenece al orden de lo real haber entrado a la pieza de mis papás y ver un proyector encendido, pero a la realidad de mi imaginación o sueños o deseos. Tal vez tenía fiebre, tal vez lo soñé o tal vez ellos alquilaron un proyector esa noche y se durmieron con el haz de luz sobre sus cabezas. Cuando lo vi, yo me dije La máquina de proyectar sueños? Porqué les envían sueños placenteros a mis hermanas y a mí pesadillas, sueños que no son para una niña de mi edad?

¿Por qué debajo del título dice Fábula autobiográfica?
Es la vida mítica de la infancia. No los hechos puros y duros. Son las impresiones sensibles, las que me formaron como soy y que  aún perduran en mí, de la exacta misma manera. Es fábula fabulosa, la historia onírica y esa materia fundante de la que estoy hecha.

¿Cuál fue la imagen disparadora que da inicio a la historia?
Deambular sola por los pasillos en la casa a la noche. Y un estallido de luz, como un relámpago, que nos pasó una vez con mi padre operando un juego de química. No sé qué azufre combustionó y yo tenía una camisón de plush. Podría haber sido una nena en llamas, incendiada. Pero mi padre lo dominó y solo quedó el testimonio de esa llamada como una marca negra en el camisón rosa. Nos miramos con ojos brillantes y victoriosos y luego me subió en sus brazos hasta la habitación que compartía con mis hermanas. Ellas dormían. Como ocurría siempre, ellas durmiendo y yo desvelada.

¿Cómo fue el proceso de escritura para que la voz narradora sea la de una niña?
Reviví todo como si me pasase en ese momento. Estaba todo intacto. Inscripto en mi con esas palabras y de esa manera.

¿Cómo surge la idea escribir capítulos cortos?
Me propuse una imagen y una situación a la vez. La vida tiene tantos planos y tantas cosas suceden al mismo tiempo. Para esta novela sabía que solo podía contar una imagen pregnante por vez. De otro modo, la intensidad, se vería licuada, diluida.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
De la poesía. De Juana de Ibarbourou, de Silvina Ocampo, de Gabriela Mistral.

¿Qué libros o autores recomendarías? 
Las aventuras de la china iron, de Gabriela Cabezón Cámara.
Black Out, de María Moreno.
Las cosas que perdimos en el fuego, de Mariana Enrriquez
Matata amor, de Ariana Harwicz
La casa de los conejos, de Laura Alcoba
Él cuerpo que habito, de Guadalupe Nettel.
Todos geniales.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Interzona Editora? 
Me encanta el catálogo, y los libros bellos. Flavia Da Rin había hecho un par de fotos para la novela antes de que exista. Y necesitaba una editorial que pudiera poner en tapa esa obra de Flavia. Se lo di a Guido Indij. Lo leyó su genia mujer Constanza Brunet. A la semana me citó y me dijo Sale!! Y resultó un objeto tan bello!!!

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
En la continuación. Las hermanas tienen 12, 15 y 18 años. Estoy entregada con una intensidad tan brutal!!! estoy disfrutando la escritura como nunca.



sábado, 12 de mayo de 2018

Yair Magrino: “Es una novela de iniciación y es un intento de retrato generacional”





El escritor Yair Magrino habló con Entre Vidas de su novela Wonderboy publicada por la editorial Alto Pogo y de su flamante sello Sorojchi Editores con el que estará publicando autores latinoamericanos. Además, el autor señaló que le interesa mucho entrever las relaciones de la Historia y la Política como principales moderadores del accionar humano.

¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
No soy muy de rituales. Creo que por el modo intempestivo en el que me pongo a escribir. Es casi una necesidad, como una explosión. El mate no me falta si escribo de día. No tengo el cliché del vino ni del whisky. Puedo hacerlo con música o en silencio. Con ropa, sin ropa, con calor o con frío. Para mí es un momento de abstracción de la realidad. No tengo hambre, no tengo sed, no tengo nada más que la urgencia de poder crear un pequeño universo.

¿Con qué frecuencia escribís?
Mis momentos de escritura son bastante discontinuos. Nunca pude ser muy disciplinado con eso. Wonderboy la escribí en tres meses. Con la continuación (“Bajo Flores”) estuve seis meses para escribir un par de capítulos, luego la dejé por seis meses y en 15 días escribí la otra mitad que faltaba. Hace poco me ocurrió algo similar con la precuela de Wonderboy (“Adoración de los Manes”). Estuve once meses para escribir cien páginas y en tres meses escribí las doscientas páginas que me faltaban.  Mi escritura se parece bastante a una catarsis. De todos modos, en los momentos en los que no escribo siempre estoy pensando escenas, diferentes variantes para la trama, hago anotaciones en una línea de tiempo, tacho mentalmente, repienso, borro. Eso me ayuda a la hora de sentarme a escribir porque casi todo ya está definido.

¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
En mi casa nunca hubo un gran amor por la literatura. Gran parte de la biblioteca familiar estaba comprendida por libros de pintores y unos pocos libros de Historia. Y muchos adornos para completar los espacios vacíos. De chico me obsesioné con una enciclopedia infantil de Snoopy. La leía todas las noches, prácticamente me la sabía de memoria. Después aparecieron los cuentos de Elsa Bornemann y Mafalda. De ahí pasé a Bradbury, al Quijote, me fascinaban las distopías. Y sobre todo leía muchas novelas de espías, guerrilleros de ETA o del IRA que perdían siempre en sus intentos de revolución. 

¿Por qué decidiste que tu novela se llamara Wonderboy?
Wonderboy es el nombre de un videojuego que fue muy famoso en los 80s y 90s. El título es un guiño. Es una novela de iniciación y es un intento de retrato generacional. Esas generaciones fueron las primeras en acceder a los videojuegos masivamente. El personaje, de un modo bastante cobarde e infantil, reconfigura la realidad para pensarse dentro de un videojuego. Porque allí no hay consecuencias. Cuando se pierde, se pone una ficha más y se vuelve a comenzar. Sin embargo, toda esa ficción que lo protege se rompe y el personaje debe hacerse cargo de su propia aventura. Está muy presente el 2001, es el contexto que da origen a la aventura. Adriana Santa Cruz dijo que Wonderboy es una alegoría de una época contradictoria. Me gusta pensarla así.

¿Cuál fue la imagen disparadora que da inicio a la historia?
Tengo muy claro el día que decidí escribir esa historia. Yo vivía en Barcelona y había ido con mis amigos a una casa okupada en medio de la montaña. Veía toda una comunidad viviendo al margen de la Barcelona que yo vivía y me parecía alucinante. Y al mismo tiempo me reconocí sin el valor necesario para poder llevar a cabo ese estilo de vida. Mis amigos y yo, ya veníamos frecuentando un círculo de actividades anarquistas o que estaban en los márgenes sociales. Había mucha libertad, muchos excesos y mucha gente talentosa. Ese fue el germen. De vuelta en Buenos Aires tardé uno o dos años en encontrar la justificación para escribir la novela. Se dio un poco naturalmente. Comencé con un cuento. Lo dejé. Comencé otro cuento. También lo dejé. Un día se me ocurrió juntarlos y sin darme cuenta tenía todo el universo de Saporitti /Wonderboy. Cuando estuvo eso, el resto salió bastante rápido.

¿Qué tenés de la protagonista Saporitti?
Creo que nada. O puede que todo. Esa primera persona en la que está narrada la novela me permitía jugar con esos bordes. ¿Qué de todo eso es verdad o mentira? Me han preguntado muchas veces qué partes tenían un correlato con la realidad. Los únicos que lo saben son esos amigos que estuvieron conmigo en la casa okupada en la montaña, a quienes les dedico la novela. Me interesa mucho la literatura del yo, no tanto la del ego. No recuerdo se fue Abelardo Castillo u Onetti quien dijo que escribir es recordar mal. Siempre me pareció una excelente definición.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con la editorial Alto Pogo
Un poco el culpable fue Juan Guinot. Le pasé la novela, la leyó y nos juntamos una noche a conversar. Después vinieron dos meses de nuevas correcciones (siguiendo algunas de las recomendaciones de Guinot) y finalmente la acerqué a Alto Pogo. Los tiempos de la literatura (y de las editoriales independientes) son bastante tiranos y quedó un poco relegada. Pasó el tiempo. La novela ganó un premio del Fondo Metropolitano al otro año y con ese aval volví a la carga.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
Los temas son casi siempre los mismos. Me interesa mucho entrever las relaciones de la Historia y la Política como principales moderadores del accionar humano. Somos hijos de la época en que nos toca vivir. Y eso nos enfoca de determinada manera para luchar por ciertos objetivos. O perderlos. Para la generación de mi abuela, por ejemplo, el acceso a la educación para sus hijos era prioridad. Era algo de lo que se hablaba en la panadería o en los cumpleaños. Para la generación de mis padres, que fueron jóvenes en los 70s, de lo que hablaban en las panaderías y en los cumpleaños era de democracia. Y mi generación vio como la democracia mandaba a la bancarrota a todo un país, se robaron ahorros, estafaron jubilados, se demolió la educación y la ciencia. Para las generaciones más jóvenes las luchas pasan por otro tipo de libertad. Están más relacionadas con la diversidad sexual, con la posibilidad de dejar atrás cierto binomio en desuso. Y sobre todo el crecimiento de los movimientos feministas, lo cual celebro. Van detrás de un objetivo igualitario que me parece necesario. Creo que nunca hay que perder de vista cuestiones de clase, de derechos de los trabajadores, de redistribución de riquezas, de programas estatales en cuanto a educación y a inversión en ciencia. Estas cuestiones están siempre presentes a la hora de escribir.

¿Qué libros o autores recomendarías? 
No descubro nada: Saer. Me parece el gran novelista argentino. Y Di Benedetto. De ellos recomiendo cualquiera de sus novelas. De los contemporáneos, me parece que Aníbal Jarkowski es alguien que debería ser leído por todos. De él recomiendo “Rojo Amor”. Y Gustavo Ferreyra me parece un escritor bestial. Las novelas “El Director”, “Piquito de Oro” y “Vértice” me parecen tres maravillas de la literatura argentina de los últimos años. Fabián Casas me gusta mucho. Alan Pauls también. Tengo un amor casi irracional por Silvina Ocampo: en los colegios debería incluirse como bibliografía obligatoria “Autobiografía de Irene”. Inés Garland es de las mejores cuentistas de la actualidad. Y ahora estoy esperando que salga el nuevo libro de cuentos de Clara Anich. Espero que sea pronto. Soy bastante fanático de W. G. Sebald. Escribió “Los Anillos de Saturno” y “Los emigrados”, entre otros.  Emanuelle Carrere es otro escritor que me gusta muchísimo. Y Philip Roth nos sigue enseñando como escribir. Todo lo que leo de él es un manual sobre cómo hacerlo bien. Tiene un manejo estético muy interesante, y sobre todo, claridad y originalidad en cuanto a estructuras narrativas. Gustavo Espinosa, de Uruguay, me parece otro talento importantísimo.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Creo que ninguno en particular. Me pierdo en la acción de todos los días. Tengo dos editoriales (Clubcinco y Sorojchi), soy parte de Grupo Alejandría (somos un colectivo de autores que nos dedicamos a la gestión cultural y la promoción de la lectura). Mantener esas actividades ya es un triunfo. Me hace muy feliz hacer lo que hago. Disfruto mucho. Tal vez sería momento de plantear un norte más claro, salir un poco de las trincheras. De todos modos, me gusta el barro, así que puede que me quede un rato más haciendo todo eso.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Están más relacionados con lo editorial. Acabo de lanzar el sello Sorojchi Editores, con el que estaré publicando autores latinoamericanos. Y el proyecto editorial de Clubcinco Editores me parece hermoso: el rescate y reedición de obras maravillosas que han sido descatalogadas. En cuanto a lo literario, con una lentitud exasperante, estoy trabajando en una novela sobre surf. En realidad, el surf es una excusa para poder escribir sobre el imperialismo cultural. Con el Grupo Alejandría (junto con Clara Anich y Jimena Ruth Rodriguez) estamos llevando a cabo un proyecto hermoso que se llama Mapa Literario con el que llevamos el ciclo al interior, o bien, estamos trayendo escritores del interior y del exterior a Buenos Aires. Grupo Alejandría es eso: tender puentes entre escritores y lectores. Ahora estamos haciendo esos puentes más largos. Y estamos muy felices de poder hacerlo.



Daniel Canney: “Los temas son, en su mayoría, autobiográficos”





Daniel Canney publicó su obra de teatro Almagedón o el final de la razón en un libro que salió por Azul Francia Editora y el autor habló con Entre Vidas acerca de dicho acontecimiento. Además, adelantó que está ensayando la segunda parte y que está escribiendo una sucesión de relatos en formato cuento que le gustaría que derivaran en una novela.

¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Muchas veces escribo incluso viajando en bondi. Pero al hacerlo sistemáticamente, busco estar cómodo. Quizá pongo alguna música que me inspire. Un cigarro. Una copa de vino.

¿Con qué frecuencia escribís?
Intento hacerlo todos los días. Buscando los momentos en cada espacio que encuentro libre.

¿Cuál fue la imagen disparadora que dio inicio a la historia de tu obra de teatro Almagedon o el final de la razón?
Mi cuerpo hecho un ovillo tirado en el piso. 

¿Por qué decidiste ponerle ese nombre?
Siendo pequeño me inculcaron el temor de que el fin del mundo se avecinaba. A este le llamaban Armagedón. Llegué a la edad adulta y descubrí que, durante nuestra existencia, sufrimos varios finales. Alineando este concepto con la perpetuidad del Alma salió el nombre de Almagedón.  O el final de la razón surgió como subtítulo al entrar en conflicto con lo excesivamente racional. Cuando es la mente quien construye la repetición.

¿Cómo fue el proceso de escritura de la obra?
Catártico. En dos horas treinta ya la había arrojado sobre el titilante cursor de un Word. Claro que para ello fueron necesarios treinta y seis años de práctica.

¿De qué temas se nutre tu escritura? ¿De qué tema te gustaría escribir próximamente?
Los temas son, en su mayoría, autobiográficos. Si bien suelo crear nuevos esquemas, siempre está el punto de referencia con algo que me identifica e intento trascender. Me gustaría lograr con esto una escritura absolutamente honesta, prolija y dialécticamente deliciosa. Sobre esto quiero escribir.

¿Cómo se dio la posibilidad de editar la obra con la editorial Azul Francia?
Con Francisca nos conocimos actuando para un programa de televisión. Cuyo contenido (idea) inicial tuve el placer de escribir. Luego, la afinidad nos llevó a crear un bello vínculo que, con el tiempo (y compartiendo nuestros más sinceros sueños), tuvo, entre otras bellas consecuencias, que ella conciba su propia editorial y yo mi primera publicación. 

¿Qué repercusiones tuviste de la gente que leyó el libro?
Uf… Inesperadas. Ya me había sucedido con gente que vio la obra. No lo esperaba con el libro. Personas que me han dado bellas devoluciones. Que se han sentido tocadas por referencias y profundidades antes no vislumbradas. Que me han agradecido la honestidad por la cual pudieron reflejarse. No lo sé. Me da un poco de pudor admitirlo. Pero las repercusiones ampliaron el impulso que subyacía en mí, para continuar escribiendo.

¿Hiciste algún taller de dramaturgia?
Si. De adolescente. Ello marcó el transcurso de mi vida. Pues llegaron a publicarme en un diario local y tiradas independientes (esto en Puerto Madryn). Luego, con lo aprendido y leyendo asiduamente, logré armarme de un sistema para continuar pariendo letras.

¿Escribís o tenés pensado escribir otro género literario?
Escribí una obra que enmarca dentro del género de la ciencia ficción. Me divirtió hacerlo. Aún no la estrené. Considero que los géneros son pragmáticos a la hora de escribir, así que … veremos.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Además de lo teatral (ahora ensayando la segunda parte de Almagedón), estoy escribiendo una sucesión de relatos en formato cuento que me gustaría derivaran en una novela. ¿Ambicioso? No, como dije en un principio, sólo busco trascender, bañando sentires en tinta, para que luego, una vez transformados en letras, vuelen hacia nuevas libertades.




domingo, 6 de mayo de 2018

Bárbara Alí: “Me gustaría escribir poemas o textos ensayísticos-poéticos sobre cuadros y obras de las artes plásticas”




La escritora Bárbara Alí estuvo hablando con Entre Vidas acerca de su libro de poesía “La mancha de los días” publicado a través de la editorial “Qué diría Víctor Hugo?” y señaló que comenzó a escribir una novela. Además, contó que está dando talleres de lectura y escritura junto a Roxana Molinelli.



¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Soy bastante ritualista a la hora de escribir, necesito preparar “un escenario”, crear un espacio y un tiempo propios para que advenga la palabra. Casi siempre están presentes tres elementos: uno o varios libros, una copa de vino o un vaso de cerveza (dependiendo de las condiciones climáticas) y cigarrillos. Lo infaltable: libros, poemas, textos, que me permitan establecer un diálogo con otros, con lo otro, que me disparen en múltiples direcciones, que me provoquen y me incentiven.

¿Con qué frecuencia escribís?
La frecuencia de la escritura se vincula directamente con las situaciones que me estén atravesando. A veces escribir se vuelve un acto urgente, otras veces estoy más dispersa y tengo que ir en busca de las palabras. Trato de escribir dos o tres veces por semana.

¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
La poesía me inculcó mi amor por la poesía. Y sobre todo, la necesidad de encontrar otro lenguaje, diferente al de la vida cotidiana, de abrirme paso frente al aturdimiento de este mundo sobrecargado de estímulos, imágenes y discursos, de hacerme tiempo para crear esas “vacuolas de silencio” de las que habla Deleuze, indispensables para generar un vacío, escucharse y ver si hay algo para decir.

¿Por qué decidiste que libro de poesía se llamara La mancha de los días?
El título surgió de los poemas, de ese encadenamiento de textos hilados por una obsesión: la mancha, lo que permanece, lo que no se borra, lo que dejó el tiempo impreso en la experiencia y me acompaña a todas partes.

¿Cuál es tu poema preferido del libro y cuál es el que destacan los lectores?
Son dos, que están prácticamente unidos,  “Habría que empezar /a contar todo de nuevo: /justo cuando querés /hablar de una habitación /en forma de pecera /
de tu boca haciendo fuerza /para abrirse, la mandíbula/trabada, los dientes apretados/el gesto de defensa/condensado en los ojos/aparecen las antenas/de los edificios más altos/los cables cruzando el cielo/ como un arañazo negro/Es que siempre el cielo/fue un lugar de huida/ cuando la tierra/empezaba a agrietarse. /No es casualidad /que mires el cielo/ es el lugar /del deseo. Y éste otro (el que es más frecuentemente destacado): “Dicen que hay que desear/ cuando la estrella fugaz/está cayendo/ quizás porque /el espacio vacío /que deja lo que se va/es lo que más tarde /podría poblarse”.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
Me obsesionan el tiempo, el amor, la observación de la naturaleza, los vínculos familiares y la muerte. Cada uno de estos temas en sus múltiples sentidos. No soy nada original con las temáticas, creo que todos bordeamos o atravesamos casi siempre estos tópicos, lo que varía es la forma, el estilo, la singularidad que arma la obra.

¿De qué tema todavía no escribiste ninguna poesía pero te gustaría hacerlo?
Me gustaría escribir poemas o textos ensayísticos-poéticos sobre cuadros y obras de las artes plásticas. Me parece muy enriquecedor el cruce entre diferentes disciplinas, no es lo más habitual y creo que hay ahí un enorme campo de exploración.

¿Qué libros de poesía o autores recomendarías? 
Toda la obra poética de Claudia Masin, los libros Bengala y Viernes de Beatriz Vignoli, Héctor Viel Temperley,  la poesía de Sonia Scarabelli, la poesía de Mirta Rosenberg, toda la obra de Padeletti, Louise Glück y en una narrativa más poética: Osvaldo Bossi, Marguerite Duras y Clarice Lispector. Y estoy siendo injusta con muchxs que no aparecen en esta lista pequeña a los fines de esta entrevista.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Que el ambiente literario sea siempre un espacio de escucha, circulación de la palabra y resistencia, donde haya una apertura a la sensibilidad ,diferente a la que se da en otros espacios.
Escribir, compartir. Que la poesía de otrxs y mis palabras nunca dejen de sorprenderme.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con la editorial Qué diría Víctor Hugo?
La posibilidad surgió a partir de un concurso en el que salí en segundo lugar y fue el modo en el cual un grupo de personas pudo acercarse a mi material y decidir publicarlo.

¿En qué otro proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy dando talleres de lectura y escritura junto a Roxana Molinelli (poeta y amiga), abriendo ese hermoso espacio de intercambio y acompañamiento de otros en sus procesos de escritura. También escribo reseñas de libros y crítica de cine en la Plataforma Literaria Liberoamérica . Estoy en el comienzo de la escritura de una novela.



Ariel Hernán Toledo: “Por alguna razón que aun hoy trato de descubrir, la guerra de Malvinas me perseguía”




El escritor Ariel Hernán Toledo habló con Entre Vidas de su flamante obra  de teatro Tumbamadre en la que la guerra de Malvinas cumple un papel preponderante. Además, adelantó que trabaja en una nueva obra y está cerrando una novela que está por entrar a etapa de corrección.

¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
No sé si tengo algún ritual en particular. Solo sé que al momento de ejecutar la escritura necesito aislarme del resto y mantener un silencio que me permita volcar eso que está necesitando surgir. Apunto datos sueltos todo el tiempo. Acumulo frases, palabras, ideas. Y la noche suele ser un buen momento para bajar a tierra eso que uno fue masticando durante el día.

¿Con qué frecuencia escribís?
Todo el tiempo. Tengo la costumbre de escribir en pequeños papeles, hojas A4 que doblo en cuatro. Esas pequeñas páginas que se forman me contienen y me obligan a respetar ciertas cuestiones que no tengo muy claro cómo llamarlas, pero que me ayudan a sentirme cómodo y seguro.

¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
Mi padre, sin dudas. En casa los libros siempre fueron parte de la cosa diaria. Él es un gran lector, un tipo crítico y refinado. Hemos tenido siempre largas conversaciones en torno a la literatura y lo que gira a su alrededor.

¿Cuál fue la imagen disparadora que dio inicio a la historia de tu obra de teatro Tumbamadre?
No fue una imagen. En realidad, por alguna razón que aun hoy trato de descubrir, la guerra de Malvinas me perseguía. Algo que volvía a mí todo el tiempo y me atravesaba. Algo que incomodaba. Recuerdos, datos, historias que estaban ahí y de las que no lograba despegarme. Esa fue la razón por la que termina naciendo Tumbamadre. Escribo para quitarme las cosas de encima, eso que incomoda y molesta. De alguna manera, le devuelvo al mundo lo que el mundo deposita en mí.

¿Por qué decidiste ponerle ese nombre?
Es un juego de palabras. Lo de tumba es porque eso es lo que represento para los chicos que fueron a pelear, una tumba desde el vamos. Lo de madre es porque en esa época a las islas les decían, las hermanitas perdidas.

¿Cómo fue el proceso de escritura de la obra? ¿Realizaste alguna investigación previa?
No. El texto lo escribí en dos noches, casi como un vómito. Luego fueron algunos días de ajustar y afinar lo escrito. Necesitaba quitarme de encima eso que incomodaba. Sentarme a hacer archivo hubiese influido y quizás hasta de manera negativa sobre esas cosas que necesitaba decir.

¿Qué repercusiones tuvieron de los espectadores?
Por suerte fueron buenas. Hubo de todo, gente que salió emocionada, gente que agradecía que sigamos manteniendo viva la memoria sobre nuestra historia más reciente. La memoria histórica debe ser política de estado permanente. El teatro tiene las herramientas necesarias para hacer valer esa memoria. El escritor tiene la obligación de involucrarse con su tiempo, narrar la historia, dejar testimonio de aquellos que fue y que nos hace.

¿De qué temas se nutre tu escritura? ¿De qué tema te gustaría escribir próximamente?
Los temas van surgiendo en base a las inquietudes que se van asomando en el camino. Por alguna razón, los temas aparecen y se renuevan todo el tiempo.  Me nutro de imágenes, sensaciones, experiencias. Entiendo a la literatura como una consecuencia de algo mayor. Es ejecutar eso que no tiene nombre.

¿Qué libros o autores recomendarías?
Son muchos y es difícil pensar en una pequeña selección, pero te puedo nombrar rápido y de memoria algunos como, Gabriela Cabezón Camara, Juan Rulfo, Roberto Arlt, Pascal Quignard, Eduardo Lalo.

También escribís narrativa, ¿con qué género te sentís más cómodo?
Cada uno de ellos tiene su magia. El teatro me da la posibilidad de generar algunos espacios que la narrativa no me lo permite. En cambio con la prosa puedo abordar algunas cuestiones mucho más profundas y jugar un poco más con las formas.

¿Cómo fue la experiencia del año pasado con el programa de radio Ficticios? ¿Tienen intenciones de volver?
La experiencia fue maravillosa, incluso superó por mucho lo que habíamos pensado en un principio. La intención primaria era tener un espacio para poder hablar de literatura y de lo que gira en torno a ella. Pero la cosa creció  y nos obligó a estar a la altura de ese crecimiento. El programa, el ciclo de lecturas, fue toda una experiencia increíble que no hubiera sido posible sin la generosidad de los escritores que siempre estuvieron dispuestos a hacernos la segunda.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy terminando de escribir y comenzando a corrigiendo una nueva obra de teatro que supongo se estará montando para la segunda mitad del año. Estoy cerrando una novela que se está metiendo en pleno proceso de corrección y armando un poemario.



miércoles, 2 de mayo de 2018

Claudia Sobico: “Mi escritura es mi propia indagación en lo que no entiendo”





La escritora Claudia Sobico habló con Entre Vidas de su novela La Grafa publicada por la editorial Alto Pogo y su libro de poesía Venus en Acuario con la editorial Qué diría Víctor Hugo? Además, adelantó que está trabajando en una novela hace tres años y que está incursionando en la literatura infantil con poemas y cuentos aún inéditos.




PH Bruno Szister

¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
No hay momento previo. El ritual es la urgencia. El momento de escritura puede aparecer cuando estoy sentada en un colectivo, parada en el subte, sola en casa o con mis hijos hablándome alrededor. Después la corrección es diferente. Ahí sí me busco momentos de soledad. La preparación es un mate o un vaso de tinto. Música siempre y si me aturde mejor.

¿Con qué frecuencia escribís?
Mucho, todo el tiempo. Escribir no es solo sentarse a tipear palabras en un Word. Escribir es convivir con ese texto que te está atravesando. Pienso qué quiero decir, cómo, cuáles son las palabras, cuál es la música de este texto. Imagino conversaciones con personajes, escenarios, escenas. Leo en voz alta, me grabo y me escucho con los auriculares mientras cruzo la ciudad. Eso también es escribir para mí.

¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
No sé. Creo que es mío. Ese amor lo siento propio. Siempre me gustó leer y escribir. También siempre me sentí profundamente atraída por el misterio de la palabra. Me acuerdo que, de chiquita, me iba a la piecita del fondo, una que mi papá construyó para expulsar a las nenas a que hagan la tarea en otra parte, y me ponía contenta buscar palabras en el diccionario, de esas que no lograba asir. Sentía ahí, en esa búsqueda íntima, que algo se me rebelaba.

¿Por qué decidiste que tu primera novela se llamara La Grafa?
La Grafa fue una fábrica textil ubicada sobre la Avenida Albarellos en el barrio de Villa Pueyrredón. Mi papá trabajó en esa fábrica durante 42 años. Si bien la historia no es sobre la fábrica en sí, las distintas escenas de la novela están teñidas por mi recuerdo del contexto familiar, social,  geográfico, político e histórico que, haber sido hija de un obrero, le dieron a mi niñez. En La Grafa hay tres voces narradoras, la voz de la niña, la de la madre y la del padre. Los recuerdos evocan un momento determinado, años 1979, 1980.

¿Cuál fue la imagen disparadora que dio inicio a la historia?
No fue una imagen, fue un suceso. En agosto de 2012 mi tía Elba se enfermó. Ya estaba muy grande y el temor a perderla, sabiendo lo que eso también significaba para mi mamá (Elba era su única hermana mujer entre 9 hermanos) me despertaron ganas de escribirle algo. Ese texto después trajo otro y otro más. Cuando tuve alrededor de ocho páginas escritas, lo empecé a compartir con Julián López, mi tallerista, con quien venía  trabajando poesía, y él me ayudó a soltar la muñeca (como suele decir él), dejar que el texto aparezca, y a encontrar algunos caminos en mi relato. Fueron no más de cinco meses de escritura, meses muy intensos, de mucha sensibilidad por el trabajo de meterme en esa zona del recuerdo. Fue doloroso por un lado pero a la vez muy lindo. Sentí que escribir sobre mis tíos en esas páginas les daba cierta inmortalidad. Mi sensación es que cada vez que alguien abre las páginas de La Grafa, ellos vuelven a habitar el mundo.

¿Cómo surgió la posibilidad de publicar el libro con la editorial Alto Pogo?
Cuando terminé de corregir, a fines de 2013, registré la novela (consejo de Leo Oyola) y lo envié a un par de editoriales. El día que Marcos Almada inauguró Alto Pogo en Espacio Enjambre, en diciembre de 2013, Alejandra Zina nos presentó, le contó de mi novela y quedamos en que se la mandaba. Al año siguiente nos encontramos en La Casona de Flores, en una lectura del ciclo Carne Argentina, y me dijo que le interesaba publicarla.

Después, en el 2016 publicaste el libro de poesía Venus en Acuario con la editorial Qué diría Víctor Hugo?, ¿cómo fue el proceso de selección de los poemas que aparecen en el libro?
La selección la hice yo, de entre varios poemas que venía corrigiendo hacía ya un tiempo. Primero con mi tallerista Julián López, y después con algunos amigos como Fernando Araldi Oesterheld, Jorge Hardmeier y Dolores Reyes, a quienes agradezco sus lecturas y correcciones. En diciembre de 2015, la editorial Qué diría Victor Hugo?, llamada ahora Kintsugi Editora, abrió un concurso de poesía y les mandé una selección de 20 poemas.  A la semana siguiente me escribió uno de los editores, Andrés Alvarado, y me dijo que los querían publicar fuera del concurso, Salió en abril.

¿Cuál es tu poema preferido del libro y cuál el que destacaron los lectores?
Hay varios que todavía me gustan. Uno de ellos se llama Mamá. Ese poema es sobre mi búsqueda, cuando niña, de algún vestigio de deseo en el cuerpo de mi mamá. Yo sentía que había algo que en ella no estaba o estaba reprimido. Las amas de casa de aquella época vivían muy anuladas, como si la diversión, el disfrute y el placer sexual no fuera para ellas. Las mujeres que yo  veía en algunas películas eran distintas, incluso algunas de mis tías más jóvenes eran distintas.
Me pasaba horas buscándole
piecitas para armarme

El poema que me suelen señalar se llama Obedezco
Obedezco al aliento de mis piernas.
A solo unos pasos
el viento de tu calle
sofocante,
sin permiso
dilata la carne.
Avanzo
-es difuso el entorno-
¡y qué me importa la mirada!
Soy dedo urgente
en tu 5to B.

¿De qué tema que te interese todavía no escribiste ningún poema?
El tema es siempre el mismo. Quiero escribir un instrumento que provoque alguna incomodidad. “Benditos los que se preguntan”, dice la poeta Susana Villalba en uno de sus versos. Eso deseo suscitar con mi escritura: preguntas.

¿De qué temas se nutre tu escritura?
De todo lo que me atraviesa. Lo que vivo me atraviesa y lo que veo también. Me interesan las relaciones humanas. Me pregunto a qué llamamos amor, me pregunto por qué hay tanta violencia dentro de algunas relaciones de pareja, me pregunto por qué sentimos tanta posesión por el cuerpo ajeno. Mi escritura es mi propia indagación de lo que no entiendo. No entiendo a las parejas que se viven controlando. No entiendo el origen ni el sentido de algunas palabras, como infidelidad, por ejemplo.

¿Con qué género literario te sentís más cómoda cuando escribís?
Con la poesía.

¿Qué libros o autores recomendarías?
Últimamente estoy leyendo mucha poesía. Recomendaría La pequeña voz del mundo, de Diana Bellessi. Un libro esencial sobre poesía. Recomendaría además algunas de las poetas que estoy leyendo, como June Jordan, Adrienne Reich, Enda Wyley, Westonia Murray, Marina Tsvietaieva, Svetlana Makaroviĉ, Gruss, Storni, Thénon, Bernardello. No podría mencionar a todas. Otras últimas lecturas que me interesan: Dorothy Parker, Sara Gallardo, Hebe Uhart, Gabriela Cabezón Cámara.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy trabajando en una novela hace como tres años. Escribo de a poco, a medida que va apareciendo el texto. Es una novela fragmentaria, al igual que La Grafa. Alejandra, la protagonista, cuenta algunas vivencias de su madre con distintos hombres y qué le pasaba a ellas con eso. Cuenta también algunas de sus propias vivencias  con distintas personas en el presente. Hay un ir y venir en el tiempo y en el espacio. Estoy también empezando a meterme en un terreno que me encanta que es el de la literatura para niños. Ya escribí algunos poemas y cuentos cortos. Tengo, en este momento de mi vida, más ideas y ganas que tiempo para sentarme a tipear. Ya vendrá.