lunes, 19 de agosto de 2019

María Sola: “Un dibujo o una pintura pueden sugerirme un relato”







María Sola estudió Historia del Arte y realizó talleres literarios, primero con Antonio Di Benedetto y luego con Alberto Laiseca. Con este último trabajó varios de los cuentos que aparecen en su primer libro Mujer Deshabitada, publicado por la editorial Muerde Muertos. La autora habló con Entre Vidas acerca de su debut literario y contó que un dibujo o una pintura suelen ser la imagen disparadora varias de los relatos que escribe.





¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Primero ordeno todo, después preparo el mate, luego elijo música para escuchar mientras escribo, y por último, suspendo las llamadas.

¿Cómo fue el proceso de selección de los 52 relatos que aparecen en Mujer deshabitada?
Como son bastante variados, los fuimos ordenando acorde a la densidad y la temática, y elegimos agruparlos en seis secciones que sugieren una perspectiva: “De la magia y el arte”, “De transformaciones y finales”, “Del pasado y los vínculos”, “De humanos y bestias”, “De relaciones y encuentros” y “De sueños y pesadillas”. Al inicio de cada sección, incorporamos una pintura mía como antesala de estos universos.

¿Por qué decidiste ponerle ese nombre al libro?
Todo surgió de un dibujo mío de 2,35 metros de altura que lleva ese título. La imagen me inspiró el cuento, y finalmente, el dibujo ilustró la portada.

¿De qué temas se nutre tu escritura?
Como comenté antes, de pronto un dibujo o una pintura pueden sugerirme un relato. Otras veces arranco con una frase que me suena y avanzo hacia el encuentro de la historia. Debo agregar, también, que los escritores que me acompañan durante la vida son una fuente constante de inspiración.

¿Cuál es tu relato preferido y cuál es de los lectores?
Como con los hijos, no puedo elegir uno. Por ahora, entre los más comentados están: “Padre”, “Última estación”, “Año sabático” y “Punto cruz”.

Los textos los trabajaste en el taller de Alberto Laiseca. ¿Cómo fue esa experiencia?
Digamos que, lamentablemente, lo conocí un poco tarde, llegué con él a trabajar más o menos la mitad del libro. Me escuchaba leer, y alentó fuertemente mi independencia a escribir lo que me diera la gana, sabiendo de antemano que no tenía ninguna experiencia. Fue un monstruo literario, y un lujo para mí tenerlo de Maestro, aparte del cariño enorme que me generó.

La contratapa fue escrita por Selva Almada. ¿Qué fue lo primero que dijo al leer tu libro?
Hacía mucho tiempo que no la veía y la sabía muy ocupada como para pedirle una lectura. José María Marcos (editor de Muerde Muertos) me alentó, y ella accedió con gusto. Después de seis meses, me envió su comentario y lo leí. Me senté de golpe y le mandé un whatsapp preguntándole si creía en lo que había escrito, y contestó: “Ay, querida, siempre escribo lo que siento”.

¿Cómo surgió la posibilidad de editar con Muerde Muertos?
Cuando conocí a José María, supe que sería la única persona con quien podría llegar a concretar el libro.

¿Con qué se van a encontrar los lectores?
Con circunstancias imaginarias, fantásticas o delirantes, algunas enmarcadas en situaciones verosímiles.

¿Qué libros o autores recomendarías?
¡Uy, tantos!  Rioplatenses: Alberto Laiseca, Antonio Di Benedetto, Horacio Quiroga, Julio Cortázar, Alejandra Pizarnik, Juan Carlos Onetti, Oliverio Girondo, Rodolfo Fogwill, Selva Almada, Marosa di Giorgio, Gabriela Cabezón Cámara, Natalia Rodríguez Simón. Europeos: Marguerite Yourcenar, Simone de Beauvoir, Edgar Allan Poe, Guy de Maupassant. ¡Y muchos más!

¿De qué tema todavía no escribiste y te gustaría hacerlo en un futuro? ¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Sobre la miseria, la social y la interna que los humanos tenemos en el rincón oscuro del corazón. Estoy intentando avanzar con una novela, mientras sigo con los cuentos, que es el territorio que más me gusta.



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