El escritor Matías Bragagnolo publicó las novelas Petite Mort y El Brujo, ambas a través de la Editorial Extremo Negro. En ambas historias se nota un minucioso trabajo de investigación. En la primera trata el tema de la producción de películas snuff y en la segunda, se adentra en una cárcel en la que el protagonista realiza brujerías. El autor estuvo hablando con Entre Vidas acerca de sus dos exitosas publicaciones y de su ambicioso proyecto en el que contará una historia vinculada a la secta de los Niños de Dios.
¿Tenés algún ritual en el momento previo a ponerte a escribir?
Abrir el archivo de word en el que esté trabajando y apagar el teléfono celular.
¿Con qué frecuencia escribís?
A diario, en los ratos libres que me deja el trabajo.
¿Cuál fue la imagen disparadora que da inicio a la historia de tu novela Petite Mort?
La del vendedor de pornografía clandestina. Estaba escuchando “Self Control” de Laura Branigan mientras hacía otra cosa y escuché eso de “I live among the creatures of the night”. Venía con la idea de escribir una novela sobre el snuff desde hacía mucho tiempo y no quería caer en un argumento trillado. No me importa que un argumento sea sencillo siempre y cuando sea un disparador para situaciones interesantes, pero no iba a caer en la obviedad de un policía investigando una organización de productores de snuff. Y la idea de las “criaturas de la noche” fue el disparador. Las criaturas de la noche eran los clientes del vendedor. Fue como una chispa, el resto vino por obra y gracia de la inspiración (no sirvo para sentarme y preguntarme sobre qué voy a escribir).
¿Por qué decidiste que la novela se adentre en el mundo del porno?
Porque considero al snuff como un subgénero del porno. Centrar la novela en otro ambiente hubiera sido hipócrita.
¿Qué trabajo de investigación realizaste del cine snuff?
Uno muy extenso. Desde lectura de libros de cine hasta ver todo documental o película alusiva que hubiera existido a la fecha en el mercado. De todas maneras, por ser el snuff un subgénero teóricamente inexistente, una leyenda, el mayor trabajo de investigación lo insumió el contexto de la novela, es decir, la industria del porno vista desde adentro.
¿Con qué obstáculos te encontraste para construir una novela tan cruda?
Al principio, mi propio estómago. Hasta que se acostumbró.
¿Cómo nace la historia de tu novela El Brujo?
Inicialmente fue una idea para un cuento, al despertar, estando de vacaciones. El cuento empezó a crecer demasiado, pasó a ser una novela corta, y cuando la cosa se me fue de las manos supe que tenía una novela. No me gusta forzar la extensión de una obra, así que la dejé crecer, y eso fue.
¿Tuviste referencias de series como Prison Break u OZ para escribir la historia?
No. No soy un gran seguidor de series, en realidad. Sí había visto años antes Prison Break, pero no tuve referencias de tipo cinematográfico para escribir el Brujo. La mayor parte de la inspiración, en lo argumental, me vino a través de noticieros y diarios que había visto y leído a lo largo de mi vida.
Los rituales que realiza el brujo son una mezcla de magia negra, ritos umbandas, entre otros. ¿Cómo surge todo ese conocimiento de temas tan complejos y oscuros?
Siempre me sentí atraído por el lado oscuro del ser humano. Y una vez que pasó la ola de nihilismo y ateísmo que me dejó dejar de ser cristiano a los quince años, comencé a interesarme por el esoterismo, la magia ritual, el chamanismo, el satanismo, Aleister Crowley... Aunque tengo que admitir que nunca me lo tomé demasiado en serio. Solo me permito dudar: hasta el día de hoy no he logrado creer en nada que ingrese en la órbita de lo sobrenatural. Ni una estatua de una virgen llorando ni una premonición o un muñeco lleno de agujas me conmueven demasiado.
¿Cómo ves el momento actual del género de policial negro?
Como no soy un especialista en el género, solo veo gente muy talentosa escribiendo excelentes obras que más de una vez son forzosamente encasilladas en el género policial.
¿Qué autores recomendarías?
Limitándome a autores contemporáneos, de la Argentina (y sin centrarme en un género en particular): Martín Sancia, Ezequiel Dellutri, Eduardo Goldman, Marcelo Rubio, Martín Doria, María Inés Krimer, Kike Ferrari, Celso Lunghi, Gabriela Cabezón Cámara, Sebastián Chilano, Ruben Tizziani, Horacio Convertini, Daniel Kruppa, Jorge Yaco, Fernando Figueras... Y la lista podría seguir. Y del exterior (aquí, para simplificar, sí me quedo en el género negro): Stieg Larsson, Don Winslow, Nic Pizzolatto...
¿A qué le atribuís que una gran cantidad de escritores estén publicando libros de literatura infantil o juvenil? ¿Está en tus planes volcarte a ese género?
No sabría a qué atribuirlo. Pero me alegra que así sea, porque nunca dejé de ser lector de literatura infantil. Y no, no está en mis planes volcarme al género. Conozco mis limitaciones. De hecho, creo que es lo único que conozco.
¿En qué proceso de escritura se encuentra tu novela acerca de la secta Niños de Dios?
Es difícil decirlo, porque son tres líneas de tiempo que corren paralelas y parcialmente superpuestas, formando un organismo simbiótico que se desarrolla en cinco volúmenes. No podría decir que esté en un estado avanzado, pero ya tiene plena forma. Llevo más de tres años trabajando en esto. De hecho, El brujo y otras dos novelas todavía inéditas fueron escritas mientras ya estaba inmerso en este proyecto.
¿Qué posibilidades hay de ver una historia tuya en teatro o en cine?
Por ahora, ninguna. No estoy cerrado a la posibilidad, pero por el momento no ha habido propuesta alguna, con excepción, hace ya varios años, de un proyecto fallido que incluso llegó a la etapa de edición (la adaptación a largometraje independiente de mi novela corta “El ermitaño”).
¿En qué proyectos estas trabajando actualmente?
En los cinco volúmenes de la novela de los Niños de Dios. Eso absorbe todo mi tiempo, y estimo que seguirá absorbiéndolo por los próximos tres o cuatro próximos años.
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