El escritor Pablo Mereb publicó el libro de cuentos La sexualidad de los Playmobil a través de la editorial Textos Intrusos y estuvo hablando con Entre Vidas del proceso de escritura y selección de los relatos que aparecen en el libro. Además, adelantó que tiene una novela policial con toques de absurdo que espera editorial para ser publicada.
¿Qué fue lo primero que escribiste que sentiste que era publicable?
A los doce años escribí varios cuentos en una máquina de escribir. Había uno que era buenísimo: una abuela malvada que quería eliminar a sus cinco nietecitos. Era zarpada en cruel esa abu, pero el mayor de los niños no se quedaba atrás. Supongo que me habré inspirado en algún cuento de Socorro! de Elsa Bornemann.
Durante años pensaba que ese había sido mi mejor cuento, que no saldría de ahí, y que nunca podría publicar nada. Hasta que en 1999 apareció “El monstruo”. Ese fue el primero que sentí publicable. Fue para el trabajo práctico final de Taller de Expresión I, en la carrera de Ciencias de la Comunicación (UBA). Como en ese momento me daba vergüenza leer en público la profe Claudia Vespa lo leyó por mí. De los cincuenta y pico de la comisión había resultado su favorito. De hecho iba a integrar una antología de Eudeba ese año, pero me pedían que le sacara casi dos páginas de las siete que tenía, porque en esa antología solo entraban cuentos de cinco páginas. Ya en ese momento empezaban mis aires de divo y me rehusé, pues el cuento, argumenté, perdería sentido.
Años después, “El monstruo” siguió teniendo éxito en distintos ámbitos y en 2015 integró El mundo amaba a otras personas, mi primer libro. Es al día de hoy el texto que más satisfacciones me dio. Por alguna razón, una bomba, una sombrilla y un pie descalzo se convirtieron en la fórmula del éxito.
¿Por qué decidiste que tu libro de cuentos se llamara La sexualidad de los playmobil?
Nombro a mis viejos y queridos playmobil en muchísimos textos, no solo de este libro. Fueron los juguetes de mi infancia. Bah, no solo de mi infancia…
A la hora de buscar un título que pudiera representar al conjunto, tiré varias opciones sobre la mesa. De los veintiún textos, veinte transcurren en Buenos Aires y el restante es sobre un porteño que le hace preguntas demasiado porteñas a su nono de Punta Alta (provincia de Buenos Aires), por eso la mayoría de los títulos iban enfocados a eso, a Buenos Aires, a la porteñidad.
Ganó La sexualidad de los playmobil porque sentí que era el título que mejor le calzaba al espíritu del grupete de relatos. Lo de la porteñidad era más obvio, los playmo merecían estar en la marquesina y lucharon duro por ello.
En la contratapa el autor Raúl Haurat te define como un escritor cabal que lucha internamente para no perder la libertad de la infancia, ¿qué opinás de esa definición?
Y… Viste cómo es Raúl Haurat… Opino que tiene toda la razón del mundo y es un genio, de lo contrario hubiese borrado esa parte por la autoridad que me confiere ser el autor del broli…
En serio… De niño inventaba universos con mi hermano, primos, amigos y… no está bueno perder esa costumbre. En el camino uno se cruza con algunos docentes, jefes y gente poco amiga de la imaginación, gente que dice «madurá, madurá», y bueno, cuando entiendo que su definición de “madurar” se emparenta con lo conservador, lo solemne, el “deber ser” no sé qué, el cinismo, no puedo más que estar en un profundo desacuerdo. Jugar por jugar, loco, si no, ¿para qué vinimos a este mundo?
A los playmo les puedo cambiar cuellitos, muñequeras, sombreros. Con ellos invento personajes nuevos, son juguetes que dan más espacio a la creatividad. Después están los otros, los muñes de acción, los acotaditos, los He-Man, Thundercats, G.I. Joe, Dragon Ball, Power Ranger, Liga de la Justicia, o lo que sea; los caretas. Con los lego está todo bien, comparten ciertos códigos con los playmo, sus hinchadas son amigas.
¿Cómo fue el proceso de selección de los cuentos que aparecen en el libro?
Como siempre, organizo una especie de Eliminatorias. Como son relatos autobiográficos, textos de no ficción, anécdotas escritas con elementos de la literatura y el periodismo, el primer criterio fue ordenarlos de manera cronológica. Después eliminé a los que no estaban tan bien armados, a los que no les encontraba la vuelta; me tiene que copar el final de la historia, si no me copa, si no me produce algo, entonces chau, saludos, en unos años capaz nos vemos de nuevo.
Me quedaban cuarenta y cinco textos, si ponía todos el libro lo tenía que cobrar como $500, así que ahí surgieron nuevas reglas internas. Me di cuenta que tenía muchas historias de gente que moría; decidí que eran demasiadas. También saqué las pocas crónicas formales que tengo, nunca se acostumbraron a la informalidad de sus compañeras.
Las que no podían faltar eran aquellas historias que tanto éxito habían tenido en sobremesas de familiares y amigos. Si no agregaba la del muso, o la de la maldición gitana, iba a decepcionar fans.
¿Cuál es tu cuento preferido del libro y cuál el que destacan los lectores?
«Me cagué de risa con “En las entrañas del rey de los cabellos”», dijeron varios lectores. Ahí cuento algo que pasó en 1997. Fui con mi amigo Dany al Centro Schwanek, por el temita de la caída de nuestros cabellos. Nos echaron a patadas. Supongo que gusta porque describo toda la situación, que para mí fue bastante ridícula; creo que algunos lectores se han sentido identificados. La tensión en la sala de espera, que digan mal tu apellido, que tires un chiste y no se rían, que sientas que el martes te vas a quedar pelado, que te atienda un pariente del hombre lobo.
“El visitante diecisiete”, otro favorito de la multitud. Pablito frente a frente con un murciélago. ¿Qué hacer? Bueno, no debo ser el primero al que le pasó esto y tampoco debo ser el primero que le tiene terror a los murciélagos. Creo que el relato atrae porque no resolví aquella situación de la manera más convencional y práctica posible.
“La culpa fue del tío Kurt” está entre mis elegidos. Ahí me despacho con aventuras de la infancia, los primeros y los últimos asaltos, las peripecias en el Spinetto Shopping, las diferencias entre los ochenta y los noventa. En fin, fue muy divertido escribir ese capítulo. Otra que los Goonies, Cuenta conmigo, El club de los cinco o Stranger things…
Otro ubicado en mi top: “a mi gata nada y a mi amor”; no hay error de tipeo, se escribe así, todo en minúscula. Es una historia triste en un libro plagado de situaciones y personajes más vinculados a la risa y al disparate.
¿Qué libros o autores recomendarías?
Este año descubrí a David Safier, Sara Gallardo, Richard Brautigan, Sharon Olds. Hace poco terminé El arte de tirarse pedos de Pierre-Thomas-Nicholas Hurtaut.
Estoy leyendo, y me está encantando, Instrucciones para robar supermercados, de Haidu Kowski.
Otros argentos que leí este año y recomiendo: Nueces y refugios de Diego Tedeschi Loisa, Estrógenos de Leticia Martin, Al blues no se llega por felicidad de Raúl Haurat, La Strada de Marcelo Rubio, Este es el mar de Mariana Enriquez.
¿Cómo se dio la posibilidad de publicar nuevamente con la editorial Textos Intrusos?
Luego del rotundo éxito de mi primer libro, Hernán Casabella, el coronel general almirante de Textos Intrusos, me preguntó si tenía material para otra aventura. «¡Pus, claro, capitán!», contesté.
Busqué editoriales durante quince años, en 2015 Hernán me dio la posibilidad de publicar y yo a esa altura había acumulado un toco de textos. Algunos de ese toco calculo que valen la pena. Ahora quise probar con estos relatos autobiográficos y por suerte Hernán entró en el juego.
¿Qué sugerencia del editor Hernán Casabella considerás que fue fundamental para la publicación del libro?
Una sugerencia que está siempre en él es «publicá, mono». Que no dé más vueltas, que me deje de joder, que hay que escribir, publicar y hacer circular la cosa.
Después, otros detalles no menores, tipografía, cómo ubicar esas frases que encabezan cada historia, y hasta una pregunta acerca del que hubiese sido el último texto: «¿Qué es ese capítulo? ¿Qué quisiste contar? No entiendo nada». Lo saqué, obvio, no valía la pena, arruinaba el broli. El que quedó finalmente como último es el que habla sobre la sexualidad de los playmobil; hermoso cierre, divino, revelador, una pinturita.
¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Una novela que espera ansiosa su publicación hace siete años; en ella hay dos playmobil que son clave. Es un policial con toques absurdos que escribí mientras laburaba en un local de Once. No hay mejor consejo: para buscar inspiración nada como un laburito en Once; eso sí, olvidate de ganar buena guita…
También ando con otro libro de cuentos. Esta vez, de ficción. Me propuse un desafío muy complejo para este nuevo bello engendro: tratar de que no aparezca, ni se insinúe, playmobil alguno. Desafío jodido si los hay. Espero estar a la altura del acontecimiento.
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