La escritora Esther Cross habló con Entre Vidas de la reedición de su libro Kavanagh, publicado por Clubcinco Editores y adelantó que está escribiendo otro libro de cuentos y toma notas sobre la vida de un fotógrafo del que quiere escribir.
¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Como me disperso fácilmente, busco neutralidad y silencio. Al mismo tiempo me gusta la calle. Por eso voy a un bar, prendo la notebook, me pongo los auriculares y escribo.
¿Con qué frecuencia escribís?
No tengo un ritmo regular, cambia mucho. Cuando llego a una primera versión de un libro es distinto, el método se impone: escribo y corrijo con frecuencia, varias horas por día.
¿Por qué decidiste que el libro de cuentos se llamara Kavanagh?
Porque los cuentos pasaban en el Kavanagh. Fue la primera idea, después di un rodeo, pensé en otros títulos pero me parecían demasiado indirectos o afectados y volví a Kavanagh.
¿Cómo surge la elección del epígrafe, fragmento de La torre inclinada de Virginia Woolf?
Un día, mientras escribía los cuentos del libro, releí el ensayo de Woolf y pesqué la cita con mis antenas obsesivas.
¿Cuál es tu cuento preferido del libro y cuál es el que destacan los lectores?
Mi preferido es El traductor de Conrad. El de algunos lectores es Los Wilkinson.
¿Cómo te llegó la posibilidad de reeditar el libro con Clubcinco Editores?
Hablando con los editores. Cuando me lo propusieron me entusiasmé mucho. Admiro el trabajo que hacen Virginia Gallardo, Yair Magriño y Edgardo Scott a quien además ya conocía hace tiempo, de tantos años entre libros: fuimos jurado en un concurso de cuentos y varias veces comentamos lecturas. Virginia, Yair y Edgardo son tres editores excelentes, excelentes escritores también.
¿De qué temas se nutre tu escritura?
Cada libro me parece distinto, por eso no veo temas en común. También es cierto que al mirar atrás veo algunas afinidades. Por releer Frankenstein cuando estaba escribiendo una novela sobre una robot, empecé a escribir un libro sobre Mary Shelley. Este año un amigo leyó un cuento que escribí en el 2000 y salió publicado de nuevo hace poco en un diario. “Ya estabas con Frankenstein sin darte cuenta”, me dijo, y tenía razón. Un tema lleva a otro. Una cree que al terminar un libro se despide de un tema pero, ¿es así? Después de todo, una no sabe tan bien sobre qué escribe. Los temas siguen abiertos en la cabeza sin que nos demos cuenta, y cada tanto salen a la superficie en otro libro, como esos monstruos de los que hay fotos borrosas aunque nadie sabe si existen o no.
¿De qué tema todavía no escribiste pero te gustaría hacerlo en un futuro?
De una madre con sus hijos, con su hija o su hijo, desde el punto de vista de la madre. A veces tengo la impresión de que un gran porcentaje de libros está escrito por hijas, por hijos. ¿Por qué contar del otro lado es más difícil? Me intriga esa dificultad.
También quiero escribir sobre un fotógrafo, estoy leyendo sobre él, de hecho.
¿Qué libros o autores recomendarías?
Mariana Dimópulos, Betina González, Angie Pradelli, Marcelo Carnero, Ariadna Castellarnau, Mercedes Alvarez, Ariel Magnus, Paula Pérez Alonso, Ricardo Coler, Ana Cerri, Enrique Molina, Silvina Ocampo, Flannery O’Connor, Carson Mc Cullers, Enrique Solinas, Richard Yates, Carel Kapek. Dejo acá para no agotar el concepto de recomendación.
¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Encontrarme con colegas que admiro y quiero para hablar sobre los libros que leemos y escribimos, y la vida que nos toca vivir, para saber qué piensan.
¿En qué otro proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy escribiendo cuentos mientras tomo notas sobre la vida de un fotógrafo sobre el que quiero escribir. Hoy, después de un año y medio, voy a abrir el archivo con la versión completa de una novela que tuve que dejar en el freezer por complicaciones de la vida. A ver qué encuentro.
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