El escritor Sergio Muñoz publicó el libro Vengo de un lugar a través de Halley Ediciones y habló con Entre Vidas del proceso de escritura y selección de los poemas que forman parte de dicha publicación.
¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Dedico un tiempo a que el entorno sea agradable, que me inspire; música instrumental, chill out, con una vela aromática si es de noche, o luz tenue si es durante el día. Físicamente busco comodidad, puede ser sentado o acostado con la computadora en la falda. Me gusta tener algo para picar (comer) y tomar, que compro exclusivamente para tener a mi lado mientras voy desarrollando la idea. Antes de comenzar a escribir, como un acto meditativo, releo lo que ya tengo escrito para refrescar y poder “enganchar” con las ideas que traigo a incluir. Y así lentamente voy ingresando nuevamente en el texto que sigue abriéndose y desarrollándose. Durante la noche estoy más lúcido para escribir y es cuando logro concretar muchos textos. En la mañana ni lo intento porque no me gusta madrugar, y aunque lo haga no logro despertar hasta cerca del mediodía.
¿Con qué frecuencia escribís?
Tengo mis épocas. Y los disparadores aparecen cuando estoy preparado para verlos; una frase, una leyenda, una canción, una escena, un gesto, etc. Aunque siento que todo el tiempo estoy escribiendo, en mi cabeza, y demoran en concretarse por el nivel de abstracción del que suelo partir. Voy acumulando ideas que me vienen todo el tiempo, pero al no saber cómo concretarlo lo voy “anotando” en mi cabeza apelando mucho a la memoria. Más adelante, en el proceso de maduración, sucede algo que termina por ensamblar las distintas ideas que hasta ese momento tenían sentido para mí pero no lograba hilarlas. Hasta que baja al papel y todo empieza a ser más claro y viable.
¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
Durante el 2015 asistí, en Montevideo, a un taller literario que frecuentaba desde hacía varios años. Siempre fui más por la narrativa (o la dramaturgia, por estar vinculado al teatro), pero esos últimos meses me propuse como ejercicio escribir poesía, en el taller, para agarrar más experiencia en el campo de la escritura. Focalicé allí y empecé a descubrir que podía decir cosas que no había podido decir con la narrativa. Y de a poco me empecé a enamorar de la poesía y sus posibilidades. Una magia comenzó a aparecer en mi escritura, en mi forma de leer, de pensar, de hablar, de sentir. En el taller de poesía de la UNA profundicé en las herramientas que me terminaron de afianzar y me hicieron ver, al volver a la narrativa, que mi sensibilidad había cambiado. La poesía es una ventana a la esencia; un camino de ida.
¿Por qué decidiste que tu libro de poesía se llamara Vengo de un lugar?
Cuando empezó a emerger la idea del segundo poemario quería encontrar en la poesía, que sabía que lo podía hacer, la posibilidad de ir más allá del lenguaje. Que no hablara sobre lo que me estaba pasando (que ya lo había hecho en SEMPITERNO), ni tampoco sobre lo que me había pasado o sobre lo que me gustaría que me pasara. Sino que fuera atemporal. Que pudiera correrme de los lugares comunes que me han hecho que todo vuelva a suceder. De alguna manera encontrar una poética que saliera del binomio causa-efecto. Que mis actos no provoquen un caos o una caricia, sino que sea una idea que colapsa desde otro lugar; ese que recuerdo desde que era pequeño, esa inocencia que no conoce de culpa, pecado, perdón, o miedo; que reafirma una realidad que no condena al perdonado. El título impera una verdad lúcida e intransigente; dice que “vengo de un lugar” que no es este donde estoy, que no es físico (si bien vengo de otro país) y es innombrable. Un no-lugar.
¿Cómo fue el proceso de selección de los poemas que aparecen en el libro?
Todo comenzó con un poema de 36 versos. Luego cada verso sería el detonante de otro poema; de ahí los acrósticos. Entonces nacieron los poemas disponibles para estar en el libro: todos son parte de una narrativa que cuenta la historia de dos gigantes. Cada poema emerge del verso que lo sostiene. Pero me propuse generar un esquema que fuera bien claro, si bien no a simple vista pero sí con las lecturas repetidas y detalladas, para que el libro tuviera una especie de “esqueleto” que pudiera dar cuenta y sentido a toda la nebulosa que puede estar rodeando este objeto. El libro, un solo poema, se divide en cinco capítulos que responden a los cinco elementos (agua, fuego, aire, madera, metal) y a su vez a los cinco sentidos (tacto, vista, oído, gusto, olfato) combinándose en cada capítulo, comenzando con el sentido que percibe el objeto más lejano hasta el que lo percibe más cercano. Dentro de cada capítulo a su vez, habrían cinco poemas, uno por cada sentido/elemento. Pero a su vez cada uno de estos tiene su propio anagrama, o sombra, que es concebido desde la idea de yin-yang; poema hecho con exactamente la misma cantidad de palabras que cambiaría el sentido de aquel, aportándole una nueva visión sobre lo que propone el poema, también como acróstico. De los 36 seleccioné 25 y luego realicé los anagramas de estos. Entonces serían 50 poemas acrósticos: 25 poemas y sus anagramas.
¿Cuál es tu poema preferido del libro y cuál es el que destacan los lectores?
Mi poema preferido es: INSENSIBLE
no despierta apasionado
imagina lo peor
a la bronca ha calmado
yace tieso sobre piedra
esperándolo entender
recuerda el sueño atroz
noche de liberación
intensiones desterradas
mira el lecho y lo respira
a sus pies llenos de barro
ñandú mira sorprendido
asustado y extrañado
no se mueven hay tensión
abrazados en el éter
No hay un poema que algún lector haya destacado. Lo que me interesa, que creo que es un logro intencional, es que se destaca el libro en su totalidad. Cada detalle, cada palabra, cada disposición de los caracteres en él hace sentido en el lector. Hay un mirar en su totalidad; lo reafirma el diseño en tapa.
¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Halley Ediciones?
Mariana Kruk es la directora de Halley Ediciones, con quien ya había publicado mi primer poemario “SEMPITERNO” cuando pertenecía ella a PECES DE CIUDAD. Luego retomé la narrativa en un contexto académico en la UNA, pero continué con la poesía; cursando y a la vez gestando algunas ideas. Escribiendo “en mi cabeza”, porque no sabía cómo traducirlo en la escritura. La idea fue madurando hasta que un día sentí la necesidad de empezar a ver cómo quedaba en el papel. Estaba demasiado complejo en mis ideas como para poder “verlo”. Entonces comencé a escribir. Me sorprendí. Y sentí que era una buena idea a concretar. Le conté a Mariana que tenía algo para publicar, ella me dijo que las puertas de Halley estaban abiertas para mí y que le enviara el material. Su respuesta fue un SI rotundo de primera!! Si bien era una idea que a mí me había encantado y confiaba en ella, no sé nada aún sobre viabilidades con respecto a proyectos de este estilo donde, además de ser poesía, puede estar reducido a ciertos lectores más curiosos, abiertos y lo que se les revele no necesariamente en la primera lectura. Nuevamente me sorprendí; algo estaba empezando a descubrir en ese nuevo libro, a pesar mío, que me impulsó a ir adelante en la concreción. Luego comenzamos el proceso de corrección con Mariana, donde hubo muchas preguntas sobre las que crecimos ambos en el intercambio, y se abrieron muchas respuestas que me ayudaron a entender y crecer sobre este oficio tan maravilloso. Trabajar con Mariana es lo más hermoso que me ha pasado en mi experiencia como escritor. Tengo tendencia a disfrutar más de los proceso, si estos fueron transformadores, que de los productos. Este fue uno.
¿De qué temas se nutre tu escritura?
De experiencias, sin apego. De paradigmas. De retazos del pasado. De lo que escucho. De este cuento que me toca transitar. De mis errores y malas elecciones. De lo que veo. De mis deseos e incomprensiones. De mis decepciones y alegrías. De mis ganas de acceder a ese lugar que es mal llamado “muerte”. De lo que toco. Del desapego. De los ciclos. Del amor que puede esconder una amenaza. De la ceguera humana. De las tristezas. De lo que digo. De la justicia divina. De las infinitas veces que no amé y decidí que me he inventado. De lo que huelo. De la inconsciencia. De lo que mi corazón me recuerda. De lo que mi cuerpo esconde. De las miradas sin ojos. De los cuerpos que aparentan estar separados. De amar mi futuro incierto. De Dios. De vos.
¿De qué temas que aún no escribiste te gustaría hacerlo próximamente?
Sobre la violencia; una poética de la violencia. SEMPITERNO es básicamente agresivo. Pero quiero escribir sobre la normatividad de la violencia; cuando ser violento ya no es “ser violento”, sino que es ser normal, es un lenguaje común, natural, esperable y aceptable. Incluso reclamable. Un paradigma que pone en horizontalidad la necesidad de que otro supla mi necesidad y la obtención de objetos de consumo; no hay límite que enmarque lo uno y lo otro. Con más distancia, es un tema que necesito bajar al papel, como un nuevo idioma que aprendí a hablar, pero no lo quiero utilizar. Saberlo me permite reconocerlo; para no hablarlo, para abolirlo. Para no darle realidad.
¿Qué libros de poesía o autores recomendarías?
Dentro de la poesía recomiendo a José Gorostiza. Su poema Muerte sin fin es el más impactante. El libro “POESÍA Y POÉTICA de Gorostiza” habla sobre su universo tan particular dentro de la escritura en varios géneros que incursionó. Este libro me atrapó por su claridad para adentrarse en la poética de este autor; su análisis es claro y, sin dejar de ser la poesía el estilo que impera en el discurso, logra extraer los artilugios de este poeta para poder hacer “el viaje”.
También recomiendo a Cristina Peri Rossi. La conocí con “LAS LEYES DE LA HOSPITALIDAD” y luego con su novela “SOLITARIO DE AMOR”; un libro visceral, poético, onírico y edípico. Cuando lo terminé de leer sentí un vacío muy grande, pero un vacío abismal. Me hizo viajar al vientre materno.
En la narrativa dos libros que al día de hoy los veo con una vigencia terrible son las novelas “ENSAYO SOBRE LA CEGUERA” y “ENSAYO SOBRE LA LUCIDEZ” de José Saramago. El primero me parece una alegoría tan real y actual que resulta un fantasma apocalíptico pero esperanzador. El segundo es una luz sobre el primero, un poco más concreto de verlo, y una lección para todos sobre una posible salvación al sistema que hemos dejado instalarse. Ambos son actuales, letales, esperanzadores, tristes, lamentables, reveladores e inteligentes. Dos libros que hay que leer.
¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Mi naturaleza es estar siempre en varios proyectos a la vez. Como actor estoy en un proyecto de la pieza teatral “LOS PADRES TERRIBLES” de Jean Cocteau, de la que soy parte del elenco en Montevideo y este mes realizamos dos únicas funciones por cumplir su estreno de diez años. A raíz de estas dos funciones a sala llena (400 espectadores cada una) estamos trabajando la idea de llevarla por el interior de Uruguay y quizás venga a Buenos Aires, como lo hizo en el 2011 con dos funciones a sala llena en Timbre 4. En la escritura estoy en proceso de narrativa, algo un poco más extenso donde por única y última vez plasmaré más explícitamente datos autobiográficos que me han solicitado que lo haga. Y tengo ganas de hacerlo. Creo que es el momento de soltar definitivamente las extrañezas de ciertas vivencias que siguen haciendo eco en mis escrituras. Y seguir transitando la UNA es un gran proyecto que me permite ampliar mi fluidez de expresión.