domingo, 11 de septiembre de 2011

Nacho Ciatti: “Alemania tiene influencias de Volver al futuro”



Nacho Ciatti es actor, autor, director y músico. Con el paso del tiempo fue haciéndose un lugar dentro del difícil mundo del teatro independiente y actualmente es el creador de la exitosa obra “Alemania”. Se puede ver cada viernes a las 23.15 hs en el Teatro Anfitrión  en la que se destaca un importante elenco compuesto por Iván Moschner, Eugenia Alonso, Michel Noher, Guido Botto Fiora, Florencia Zothner Ciatti y el Cuarteto de cuerdas Edelweiss. Nacho Ciatti habló con “Entre vidas” para contar de sus comienzos y su crecimiento como dramaturgo.

¿Cuál de todas las actividades artísticas que realizas es la que más te gusta?
A mí lo que más me gusta es escribir. Tengo algunos problemas de timidez, que cada vez son menos y el momento más sagrado es el de la escritura. Como que los universos se van mutilplicando sin escuchando otras voces. Me gusta mucho la soledad, soy muy solitario. Es la disciplina en la que más cómodo me encuentro. Después dirigir, que me encanta. Me encanta el encuentro de personas, es algo que se me da genuinamente, me gusta conciliar los grupos, las personas, ir midiendo, acompañando. No soy mucho de imponer la idea. Y por último, actuar. Me pongo muy mental, me fui del otro lado y analizo todo como director. Por ejemplo cuando hice un reemplazo en “Alemania”, en un momento no podía dejar de mirarlos como director. Tengo varias etapas. A veces estoy como muy escritor, otros momentos me dedico a la actuación y hago publicidades.

¿Con qué empezaste?
En verdad empecé a escribir y lo que más arranqué realmente fue la actuación que fue en teatro a los 16 años pero siempre pensé que en el fondo hacía eso para en el futuro llegar a dirigir. Música arranqué de muy chico también pero la dejé. Vuelvo para componer música para la obra. La música es la madre de todas las artes, yo no concibo la vida sin la música.

¿En qué momentos escribís?
Me gusta mucho escribir a la noche y a la tarde en los cafés también me encanta. La verdad que escribo cuando puedo. Muy poco a la mañana.

Tomaste cursos de dramaturgia con Matías Feldman y Mauricio Kartun, ¿Qué es lo que más aprendiste con ellos?
Los dos me dejaron un montón. Kartun me dejó mucha teoría y comprender la teoría desde un lugar muy pragmático, un lugar muy práctico. Es un maestro con todas las letras, te muestra las cosas de una forma terrenal, palpable. Además, me transmitió de vuelta el amor por la escritura, por la reescritura, la corrección es la verdadera escritura. Y Matías Feldman, me enseño también mucha técnica. La obra Alemania la escribí en el taller de él, hicimos mucha corrección. El otro día revisaba los bocetos y me decía que fue increíble como mutó. Feldman me dio una obsesión sana por la corrección, por el conocimiento de algunos materiales dentro de la escritura. Me dio muchas herramientas aplicables. Yo casi siempre fuí medio caradura, salvo en la actuación que estudié la carrera en el conservatorio, siempre me consideré un autodidacta. Antes trabajaba a partir de la intuición y con ellos adquirí herramientas. Igualmente más allá de los conocimientos creo que mucho en la intuición.

¿Qué método de escritura tenés?
Por ejemplo Alemania nació a partir de la fusión de varias imágenes disparadoras. Hay determinadas imágenes que generan movimiento o generan fricción o generan el potencial. Y hay algunas que sirven para lo teatral. Yo siempre trabajé a partir de imágenes de conceptos. Alemania sucede todo en la cama matrimonial y en mi obra anterior todo ocurrió en un asilo para ancianos, con cinco camas en una habitación enorme. Por ejemplo, cuando escribí la obra “Asilo; para que vuelvas” surgió porque a mí interesa el tema de los ancianos, soy medio abuelo, siempre me dijeron “nono”, tengo algo así como retro y bueno, fui a geriátricos y me sentí avasallado por la atmósfera. La televisión siempre encendida en un canal que no sabés ni para qué está porque los abuelos no la están mirando. Y en Alemania trabajamos con la fusión  de imágenes disparadoras. Una era un hospital, un padre con un hijo y una pelota de básquet que entraba y otra era con una madre en una habitación de hotel. Y quedó transmitida una atmósfera de la habitación, una cama matrimonial, una familia, haciendo todo en esa habitación, en una situación de domingo.

¿Te acordás de tu primera vez en un escenario ante público?
Sí, “Malvinas, grito sagrado” se llamaba la obra, la hacíamos en el taller. Nos transmitían el amor y la dedicación por el teatro. Pasamos del humor hasta el drama en ese taller. Hicimos una investigación muy fuerte sobre Malvinas, fuimos con ex combatientes y escribimos una obra ahí, casualmente yo también escribí. Veinticinco adolescentes en escena decía el volante y la obra la hicimos en un teatro muy lindo que cerró, se llamaba “El ombligo de la luna”. Mi personaje era de un ángel que hablaba, era como la conclusión después de la guerra. La obra narraba el punto de vista de un soldado inglés y el de un soldado argentino.


Hablando del teatro independiente, ¿con qué obstáculos te encontraste al momento de llevar a cabo las obras?
El obstáculo mayor es conciliar los horarios con las personas que vamos a trabajar, entre los actores y el equipo técnico. Muchas obras no prosperan por eso, muchas no terminan teniendo el mismo elenco, todos trabajamos de otra cosa. El teatro independiente se hacer por el amor, porque uno puede plasmar el arte ahí y nadie le dice no. Realmente tenés libertad creativa, hasta que viene el tema del dinero y ahí se limita un poco. Para la obra “Alemania” yo convoqué a todos los actores por separado y son personas que laburan mucho. No se ensayó tanto. También, otro obstáculo es el dinero. Yo por suerte tuve la suerte de pegar dos publicidades fuertes con la que produje la obra y no lo podía creer.

¿Cuál era el objetivo al que apuntaste con la obra “Alemania”?
 Confluyen muchas cosas en Alemania. En principio fue como conectarme con la escritura dramática. Antes escribía con poca técnica y más como un cuentista. Y en ésta obra la idea era escribir algo más dramático, con mucho peso, que tenga un estilo, que en realidad se fue dando. Todo se fue organizando desde adentro de la obra. Hay una búsqueda del peso específico en la formación de cada palabra y cada frase. A partir de ahí se fueron dando los personajes. Quería contar la casa en un primer piso con clima de domingo, con alfombra, con una familia de clase media que anteriormente había tenido más dinero. Yo quería una escritura teatral pero que a la vez tampoco se pase al extremo de ser tan hermética porque a la vez la obra tiene un montón de influencias de “Y dónde está el piloto?”, cosas de “Volver al futuro”. El nene tiene cosas de esa película. El plan de los gitanos por ejemplo. Alemania tiene influencias de “Volver al futuro”. Hay algo oculto en mí que es la sensación de que no puedo generar historias, yo siempre trabajo mucho en lo poético, las imágenes. Es como que tengo etapas. Tuve una etapa en la que era de ver mucho cine europeo pero ahora estoy encontrando un costado más de aventura. Un cine más de entretenimiento naif, no vulgar.

¿Por qué pensás que la gente no tendría que perderse de ver tu obra?
Por varias cosas. Alemania es una obra original en su propuesta, conjuga ciertas disciplinas de una forma bastante orgánica. Es un drama con un trasfondo que se sostiene con una buena escenografía, con un aspecto visual y musical importante. Y sobre todo porque es una historia teatral en el sentido que hace jugar a los actores.

¿Qué sensaciones tuviste la primera vez que la viste representada ante el público?
El ensayo general previo fue un desastre que realmente me dejó llorando cuatro días seguidos. Después el estreno fue excelente. Lo que me encanta es que no me aburro nunca, es maravilloso que me pase eso. Cada función es como si la estuviera viendo por primera vez y realmente el elenco está muy bien. Han encontrado cada uno su personaje y una forma de contar ésta historia. Es una historia muy bizarra, muy absurda. La pasamos muy bien con la obra.

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