domingo, 22 de julio de 2018

Julieta Lopérgolo: “No quería que el libro fuera una especie de catarsis, un desahogo a secas, digamos”





La escritora Julieta Lopérgolo habló con Entre Vidas de su libro de poesía Para que exista esa isla publicado por la editorial Postales Japonesas, en la que habla de diferentes momentos desde que se entera que su padre estaba enfermo. 




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
¿Rituales? Ninguno. Tal vez podría decir que no suelo escribir de noche.  De noche leo.

¿Con qué frecuencia escribís?
Escribo a diario, lo que no quiere decir que escribo todos los días (risas). A lo mejor en días y días de escribir aparece algo que yo puedo llamar poema, que dice algo de lo que quiero decir de un modo que me conforma en cierta medida. No sé si es porque estuve muchos años sin escribir poemas, que es lo que solía escribir desde muy chica, que se me da por escribir cada día, y digo que se me da porque tampoco es que me obligue a eso o que se trate de un hábito consciente. 

¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
En casa de mis padres siempre hubo libros, de todo tipo, desde diccionarios, enciclopedias, libros de historia, política, economía, novelas, muchas colecciones de las que editaba el CEDAL, por ejemplo, libros de psicoanálisis, teatro, y también, aunque en menor medida, poesía. Cuando cumplí ocho años mi papá me regaló Romeo y Julieta, una edición de Losada que todavía conservo y no presto, y que leí mil veces. No diría que mis viejos eran lectores de poesía. Sin embargo, muy poco tiempo antes de morir le conté a mi papá que estaba escribiendo poesía y me dijo “yo no entiendo cómo hay gente a la que no le interesa la poesía”. Te diría que nunca lo he visto leer un libro de poesía, pero sí había una valoración y una apuesta en él con respecto a la poesía, o al menos así lo siento.

¿Por qué decidiste que tu libro de poesía se llamara Para que exista esa isla?
El título no es una ocurrencia enteramente mía. De hecho no se me ocurría ninguno hasta que un amigo que quiero mucho, y que leyó el libro unas cuantas veces antes de que se publicara, me señaló el último poema del libro, el último verso de ese poema, que es precisamente “para que exista esa isla”, y me pareció que era muy justo que ése fuera el título del libro. Un nombre y un lugar que estuve buscando mientras lo escribía, y todavía busco.

El libro está dividido en tres etapas que tienen que ver con momentos de tu padre, entre ellos el momento de su enfermedad y el momento posterior. ¿Cómo surgió la decisión de escribir un libro sobre un tema tan movilizador?
Esas etapas tienen que ver con momentos de mi padre y también con momentos míos, y de nosotros. Cuando mi papá se enfermó yo volví a escribir, y también me mudé a otro país, y con la escritura algo empezó a pacificarse, aun con mucho dolor y también impotencia (yo vivo en Montevideo y mi papá vivía en Rosario) por no poder acompañar a mi papá como hubiera querido. El libro va de un invierno a otro, el año que mi papá sobrevivió a la enfermedad hasta que se murió. Cuando lo internaron y ya no estuvo consciente, escribía casi todo el tiempo. Era mi manera de estar con él, de traerlo, de despedirme. Una vez que murió,  seguí escribiendo porque no podía dejar de hacerlo, y no sólo sobre mi padre o para él, sino sobre otras cosas.

¿Cómo fue el proceso de selección de los poemas que aparecen en el libro?
No quedaron muchos poemas fuera del libro. Me aterraba que fueran cursis, que yo quedara demasiado pegada al sufrimiento. No quería que el libro fuera una especie de catarsis, un desahogo a secas, digamos. Tampoco quería que sólo hubiera muerte, mi papá muerto.

¿Cuál es tu poema preferido del libro y cuál el que destacan los lectores?
Si tengo que decir uno, me quedo con un poema de la primera parte del libro, un poema que es al mismo tiempo una escena que recuerdo con mucha precisión. Una mañana en la que iba a escuchar el parte médico que daban en la unidad de terapia intensiva había muchos perros tendidos en la vereda del hospital que ocupaba toda una manzana. Era una imagen tan hermosa en el medio de todo el dolor de esos días… Recuerdo que antes de entrar al hospital me quedé un rato mirando esos perros. Después escribí. Es un poema breve pero en esos momentos me dio mucha felicidad escribirlo:
En la cuadra del hospital
el sol traza una franja
de esquina a esquina.
Sobre esa línea
los perros duermen
sin amontonarse
en la luz del invierno.

En cuanto a si hay alguno que destaquen los lectores… el último poema de la primera parte:
Por última vez
había que subir a la terraza a destender
tu ropa.
Había que ver cómo algo tan simple
nos hería. 
Esa mañana contraria a las demás
la forma de tu cuerpo ondulaba en la soga,
el aire envejecido,
empastado de nada,
todo lo que no.
Queríamos decir mañana y no,
cielo celeste no,
ni vamos,
ni en un rato.
Lo único importante era esa ropa paralela
a la certeza enorme de tu muerte
en los oídos.
Podríamos haber velado directamente
la ropa tendida,
abrazados,
mientras soplaba ese viento desacostumbrado de junio
sobre el techo inocente de tu casa.

¿Qué libros de poesía o autores recomendarías? 
Qué difícil. Yo diría que hay leer siempre a César Vallejo, a José Emilio Pacheco, a Diana Bellessi, a Eliseo Diego, a Juan L. Ortiz. Y a Derek Walcott, a W. Szymborska, a Yehuda Amijai, a S. Plath. A Montalbetti, a Bustriazo Ortiz, a Gianuzzi, a Arturo Carrera, a Leopoldo Castilla. Y a Denise León, Sonia Scarabelli, Elena Anníbali, Soledad Castresana, Carlos Battilana, Dolores Etchecopar, Julia Magistratti, Alejandra Correa, María Mascheroni, Pablo Romero. Y tantos más. 
Hay poetas que no han publicado libros todavía pero que son tremendos tremendos, como Fidel Maguna y Eleonora Larumbe, de Rosario.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con la editorial Postales Japonesas?
Una amiga compartió unos poemas míos en Facebook y justo Andrés Nieva (de Postales Japonesas) los leyó y se interesó. Me escribió para preguntarme si tenía algún libro escrito para mandarle, y resulta que tenía dos. Le mandé primero Para que exista esa isla y me propuso trabajar juntos y editarlo. Muy generoso Andrés,  como editor y como lector.

¿Con qué se va a encontrar la persona que todavía no leyó tu libro? 
No sé si puedo responder eso porque ese libro es una experiencia, singular como toda experiencia. En Para que exista está mi papá, está el amor que nos tuvimos durante todos los años en los que vivimos al mismo tiempo, el amor ahora que él ya no está, y también están mi madre, mis hermanos, nuestras infancias, la vida en Rosario, aunque no nombre esa ciudad en los poemas. A veces pienso que también está la pregunta, nada original, acerca de qué es un padre y cómo escribirlo.

En unos meses sale un nuevo libro de tu autoría, ¿qué podés adelantar de dicha publicación?
Un amigo diría que es un libro de meteorología poética. Eso podría ser un adelanto (risas).

¿Tenés pensado escribir otro género literario?
No se me ocurre qué. De momento intento escribir poemas.

¿En qué nuevo proyecto estás trabajando actualmente?
Sigo escribiendo. Una vez Carlos Battilana me dijo algo en relación a la publicación de libros de poesía, que me pareció maravilloso: “nadie espera nuestros libros”, y bien pensado esto produce una libertad enorme.




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