lunes, 9 de julio de 2018

Tamara Till: “Quebec es una novela contada a través de los silencios, de lo que no se dice”




La escritora Tamara Till, luego de obtener el premio Bernardo Gordon, publicó la novela Quebec con la editorial Conejos. La autora le contó a Entre Vidas que en principio el libro estaba pensado como una serie de cuentos de la infancia. Además, señaló que actualmente está trabajando en una serie de relatos de pueblo.



¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Eso depende, sobre todo, del momento de escritura que esté atravesando, de cómo está mi relación con lo que estoy escribiendo al momento de sentarme. Si estoy arrancando un texto, por ejemplo, necesito encerrarme en mi estudio, tener el escritorio medianamente acomodado, la tranquilidad mental como para estar frente a la compu aunque no pueda escribir nada y, especialmente, tiempo. Si estoy en esos momento de apasionamiento con el texto, no necesito nada, ni estudio, ni escritorio, ni computadora y, casi te diría, ni tiempo, la escritura se impone a todo lo demás, puedo estar en el colectivo, en una cola o en el medio de una reunión y, ya sea en la computadora, en una libreta o en mi cabeza, escribo. Y, en los momento más difíciles, cuando estoy atascada o enojada con un texto, tengo todos los rituales del mundo, desde hacerme el mate, hasta necesitar que la cocina esté impecablemente limpia, o cualquier otra cosa que postergue de manera indefinida el momento de sentarme a escribir.

¿Con qué frecuencia escribís?
En este momento mi frecuencia de escritura es muy fluctuante (y también depende de cómo está mi relación con el texto que estoy trabajando). Tengo una mañana libre por semana que es la que dedico con cierta constancia a la escritura, el resto de los días me hago espacio cuando puedo, después de trabajar y entre medio de planificar clases, llevar a mis hijos a sus actividades y estudiar.

¿Cuál fue la imagen disparadora que dio inicio a la historia de tu novela Quebec?
En realidad, esta novela arrancó con una serie de cuentos de infancia. Hacía taller con Ángela Pradelli y un día, después de leer uno de aquellos cuentos, con esa aguda intuición que la caracteriza, Ángela me dijo que le parecía importante saber quién era la adulta que narraba esas historias. Esa misma noche me apareció la imagen de la mujer caminando sola por la nieve en un parque de Quebec, en el que había estado durante un invierno. Era la imagen de la mujer y la de algunas de las cosas que veía mientras caminaba. Es una imagen que está en la novela, fragmentada en varios capítulos. Finalmente esa historia se impuso de tal manera que los cuentos de infancia quedaron afuera, ya formaban parte de otro universo.

¿Por qué decidiste ponerle ese nombre?
Cuando tuve que pensarle un nombre, sabía con claridad que quería que remitiera a “lejos” y a “frío”. Enseguida se me vino Quebec a la cabeza. Me acuerdo que le pregunté a una amiga: si te digo Quebec, ¿a qué te suena? Su respuesta incluía, justamente, esas dos palabras, lejos y frío. Por las dudas, no le pregunté a nadie más.

¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con la editorial Conejos?
Tuve mucha suerte. Terminé la novela en noviembre de 2015, justo para cuando cerraba el plazo para presentarse al concurso Bernardo Kordon, que organizan las editoriales Conejos y Paisanita Editora. El concurso es, además, uno de los poquísimos que admiten textos de hasta cien páginas, mi novela tenía ciento siete. El premio era la publicación de los dos libros ganadores, uno por cada editorial. Fui una de las ganadoras junto con Pablo Puel, a él lo publicó Paisanita y a mí, Conejos. Quebec es mi primera novela y tuve la suerte de publicarla con una editorial hermosa, conformada por gente que ama la literatura y tiene un compromiso impresionante con sus libros y sus autores.

Para el que todavía no leyó la novela, ¿con qué se va a encontrar?
Creo que Quebec es una novela contada a través de los silencios, de lo que no se dice. Es la historia de una pareja que se muda a Quebec, tal vez, con la solapada esperanza de que ese movimiento diluya algo que ocurre entre ellos y de lo que no hablan. Lo que va a encontrar el lector es una sucesión de pequeñas acciones cotidianas miradas desde muy cerca y resignificadas por el frío, la distancia y todo ese silencio en el que están inmersos estos personajes.

¿Qué repercusiones tuviste respecto de los lectores de la novela?
La verdad es que estoy muy contenta con las repercusiones. En general recibí palabras bellas, lindas devoluciones, muchas me revelaron aspectos o sentidos de la novela que, tal vez, yo misma ignoraba. Eso fue lo más interesante, lo más conmovedor. Ángela Pradelli, alguna vez me dijo que esta era una novela de revelaciones y, en ese aspecto, que sigan revelándoseme sentidos ahora, que ya pasó tanto, me provoca una sensación extraña de ajenidad y pertenencia al mismo tiempo.

¿De qué tema que todavía no escribiste tenés pensado hacerlo próximamente?
La verdad, no tengo mucha idea. Creo intuir que, en algún momento, escribiré algo relacionado con la adopción, con algunos momentos particulares de ese proceso. Pero no creo que sea algo que vaya a pasar dentro de poco.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
El principal es seguir escribiendo. Como te dije antes, en este momento me cuesta bastante encontrar el tiempo y la cabeza para hacerlo con constancia y ese es mi objetivo ahora. Y seguir publicando, también. Para mí eso tiene un sentido, le da un cierre, completa eso que se gesta dentro de uno y que termina de concretarse cuando atraviesa todas las instancias que conlleva la publicación. Desde que a alguien le interese el material como para publicarlo, hasta el proceso de edición (que, en el caso de Quebec, fue buenísimo), que se convierta en libro y que pueda ser leído por gente que no me conoce, que no le pondrá mi voz a los personajes, ni mis paisajes a los escenarios.

¿Qué libros de los que hayas leído últimamente recomendarías?
“Tal vez mañana”, de Dafne Casoy. Es una gran novela que encara, desde un lugar muy único, muy propio, muy amoroso, esa búsqueda, siempre inconclusa, de una hija de desaparecidos, que va recogiendo fragmentos y uniéndolos de una forma y de otra para construir una imagen (una imagen viva, sensorial, táctil, cotidiana) de sus padres. En este momento estoy volviendo a leer “Recorre los campos azules”, de Claire Keegan, que es una maravilla. Y terminé hace poco el primer libro de poesía de Paula Brecciaroli, “La sinceridad de un golpe”, muy, pero muy bueno.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
En ese momento estoy trabajando con una serie de relatos de pueblo. Por ahora los personajes comparten un mismo escenario, pero no todas las historias ocurren en la misma época. En este entretejido, también, circulan algunos secretos, que cada personaje mantiene escondido por diversas razones. Es todo lo que puedo decirte por ahora. Si terminará como un libro de cuentos, una novela o en la nada, es algo que sabré más adelante. Por ahora, sigo avanzando.



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