miércoles, 29 de agosto de 2018
Marcos Tabossi: “Existen especies de cárceles internas que nos construimos para hacer de nuestro entorno un lugar más habitable”
El escritor Marcos Tabossi habló con Entre Vidas de su libro Una especie de cárcel, publicado a través de Peces de Ciudad Ediciones, y adelantó que actualmente está trabajando en una novela juvenil, escribiendo cuentos y buscando editorial para una novela que tiene terminada.
¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Reviso los mails, pongo música, cambio la música, voy al baño, abro las redes sociales, cierro las redes sociales, preparo mate, se me enfría, pongo el celular al lado del teclado, abro el whatsapp mil veces, me pongo de mal humor, y cuando me odio lo suficiente por insistir con algo que no es para mí, recién entonces pongo caracteres en la página.
Todo esto siempre y cuando no tenga a mis hijos colgados del cuello.
¿Con qué frecuencia escribís?
Soy rachero, como un nueve de área. Merodeo todo el tiempo. Doy vueltas como un perro antes de cavar el pozo. Eso lo hago con frecuencia, casi todos los días. Como el delantero que en cada partido tiene tres o cuatro mano a mano. Pero cuando estoy con la pólvora mojada sólo en un mínimo porcentaje de todos esos juegos sexuales, paso al acto de escribir.
Son muchas más las frustraciones que los momentos donde la escritura fluye.
¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
Mi viejo me inculcó el amor por la lectura. Él es historiador y no lo recuerdo en otra situación que no fuera metido en su escritorio inspeccionando con lupa (cuando digo lupa quiero decir lupa, literal) diarios amarillos del siglo XIX. Tiene una biblioteca tan grande que no deja pedazo de pared a la vista. Ese ambiente era el santuario dentro de la casa, tarde o temprano me iba a cautivar.
Recuerdo de chico ir a un negocio de canje de libros e historietas –un sucucho polvoriento- y llevarme, junto con el canje, algunas historietas de Patoruzú de contrabando, dentro de una campera inflable. Alguna vez mi viejo se dio cuenta y no me retó, o no tanto. Incluso insinuó que el dueño del local estaba al tanto del hurto y que lo permitía. Ese día creí aprender que robar lectura no estaba tan mal.
Ya en la adolescencia empecé a leer filosofía y literatura. Ahí había magia. No podía ser que al leer Dracula, por ejemplo, sintiera un miedo real, en el cuerpo, cuanto todo cuanto había era un conjunto de caracteres impreso en tinta negra.
¿Por qué decidiste que tu libro de cuentos se llamara Una especie de cárcel?
Es el cuento que más me gusta y el más extenso. Además, ese título atraviesa a todos los cuentos del libro. En cada historia hay momentos en que los protagonistas se enfrentan a ese mundo interior que asusta, a lo monstruoso que tenemos dentro, a aquello que preferimos no ver o no saber. Existen especies de cárceles internas que nos construimos para hacer de nuestro entorno un lugar más habitable. Algo de esto hay en cada cuento.
¿Cómo fue el proceso de selección de los cuentos que aparecen en el libro?
Una especie de cárcel fue el último cuento escrito y el que marcó la pauta para los anteriores. A partir de ese cuento busqué, dentro de las historias que más me gustan, aquellas que pudieran establecer un diálogo, sea en la temática, en el tono o en el registro. Fue una tarea sencilla y hasta ¿frustrante? Pienso lo de frustrante al darme cuenta que la gran mayoría de lo escribo transita caminos y temáticas similares.
¿Cuál es tu cuento preferido del libro y cuál es el que destacan los lectores?
Mi cuento preferido es una especie de cárcel. No sólo por el resultado, al ver la cosa terminada, sino, fundamentalmente, por el proceso. Me sentí tan cercano al personaje que fui viviendo sensaciones parecidas a las suyas mientras escribía. Algo que no me pasa con frecuencia. En general los cuentos los escribo yo y los personajes son míos. Y si me dejo llevar, es una actitud elegida y adoptada de antemano. Acá, en cambio, sentí que el personaje impulsaba mis dedos en el teclado y debía abandonar la escritura en cada párrafo por falta de aire.
Los lectores recuerdan más el cuento “la correntada”. Es un cuento que fue premiado y había sido publicado en una antología. Es el primer cuento del libro y trabaja el vínculo de dos hermanos que juegan en el río, hijos de una madre sumida en la melancolía.
¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Peces de Ciudad Ediciones?
Conocía la editorial porque uno de los autores me había hablado de ella. Contacté a una de las editoras que me invitó a leer en uno de los eventos que organizan para conocer nuevos autores. Parece que el cuento que leí les gustó porque a la semana me escribieron para empezar a trabajar con el material que quería publicar
¿De qué temas se nutre tu escritura?
De varias cosas. A veces tomo imágenes que recuerdo de mi vida y trabajo con ellas: las estiro, las torsiono, las doblo, en fin, busco en esos recuerdos otros destinos posibles. También me gusta retener frases textuales que funcionan como imágenes acústicas y que funcionan como la condensación de toda una lógica de pensamiento que tiene una persona. Soy psicólogo y el ámbito del consultorio suele ser un caldo de cultivo para recolectar dichos, frases, expresiones que después serán el corazón de alguna historia.
Trato de despegarme bastante de los conflictos reales que escucho en el consultorio, en todo caso rescato los detalles imperceptibles y trabajo sobre ellos.
¿Qué libros o autores recomendarías?
Me gusta recomendar autores argentinos y contemporáneos. Leo mucha literatura argentina y me gusta consumir editoriales llamadas independientes, las más chicas. Si pienso en libros que he leído últimamente me han gustado mucho “Carrusel” de Enrique Decarli, editado por Kintsugi y “los silencios” de Mauricio Koch, editado por Conejos.
Otros autores argentinos influyentes son Hernan Ronsino, Samanta Schweblin y Selva Almada, por nombrar algunos.
¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Me encantaría conservar las ganas de escribir. Ojalá pueda escribir historias de las cuales estar orgulloso y que la publicación sea una consecuencia esperable por la calidad de los textos y no una meta en sí misma. Ah, y que cada vez haya más gente que me lea. ¿Es mucho pedir?
¿En qué nuevo proyecto estás trabajando actualmente?
Actualmente estoy trabajando en una novela juvenil y escribiendo cuentos. También estoy buscando editor para una novela que le veo destino de publicación.
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Edgardo Scott: “Mi objetivo mayor es estar cada vez más cerca de la poesía”
El escritor Edgardo Scott habló con Entre Vidas acerca de su novela Luto, publicada por Emecé y contó que le puso ese nombre porque ahí está el objeto de la novela y porque siempre trata de que en el título esté la marca de lectura que propone el autor. Además, adelantó que está corrigiendo un libro de relatos autobiográficos que quizá sea lo próximo que publique en términos de ficción.
¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Ninguno. Ningún ritual, ninguna superstición.
¿Con qué frecuencia escribís?
No lo sé. De algún modo, siempre; o todos los días, sería la respuesta más fiel. Aunque siempre sienta que demoro, postergo o desoigo un poco la escritura; no escribo lo primero que me viene a la cabeza, cualquier ocurrencia (tan propia de la manufactura del arte contemporáneo), no tengo urgencia por escribir ni tampoco tengo a la escritura entre mis “hábitos”. Pero en un momento dado irrumpe, empuja, se hace lugar, me hace a un lado y dice lo suyo, y yo siempre me siento un poco un médium. O siento un poco lo que dice tan bien Felisberto en su decálogo.
¿Cuál fue la imagen disparadora que dio inicio a la historia de tu novela Luto?
No fue una imagen, fue una reacción, un desahogo. El desahogo de encontrarme -de recuperar, de recordar- con una forma y un relato directos, cuando estaba metido en dos libros -sigo metido en esos libros- grandes, nada directos, que llevan mucho trabajo.
¿Por qué decidiste ponerle ese nombre?
Porque ahí está el objeto de la novela y porque siempre trato de que en el título esté la marca de lectura que propone el autor.
¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con Emecé?
Se lo envié a Mercedes Güiraldes, y también a Paola Lucantis, sin darme cuenta. Y en un momento coincidieron lecturas en Planeta y se decidió que saliera por Emecé.
Para el que todavía no leyó la novela, ¿con qué se va a encontrar?
En principio se va a encontrar con Chiche, con un personaje particular; también se va a encontrar con un narrador vecino o una especie de cámara narrativa con un zoom también particular, y con una época y un paisaje -los años ´90 en los suburbios de Buenos Aires- que yo ya había elaborado, aunque de otra manera, en El exceso.
¿Qué repercusiones tuviste respecto de los lectores de la novela?
Hubo a grandes rasgos de dos niveles de lectura, que por supuesto también se cruzan; por un lado están los lectores de la fábula, del relato, los lectores que se identifican con el paisaje o los personajes. Y por otro, están también los lectores de la forma, los lectores a los que les gustó mucho el montaje de la novela. Francisco Bitar, Paula Pérez Alonso o María Sonia Cristoff, por ejemplo, la leyeron en esa clave. Martín Kohan, por el otro, me decía eso que en verdad compartimos, esa cosa del personaje gris, mezcla de pobre tipo y canalla o miserable.
¿De qué tema que todavía no escribiste tenés pensado hacerlo próximamente?
Los temas surgen en tantos motivos de escritura. Siempre habría que pensar y leer los temas, los contenidos en literatura de una manera menos identificable, menos informativa o periodística; esa zona tan del orden de la “opinión pública” -la opinión no piensa, decía Bachelard- que es un poco a lo que estamos acostumbrados por tanto mass media, por ese fuego a discreción de los contenidos estrafalarios y demagógicos de todos los días en las principales redes sociales. Me parece que hay que pensar los contenidos en literatura como formas, como motivos textiles -texto viene de textil: arabescos, círculos, polígonos, garabatos, tramados- que queremos tejer o pintar. O escalas, arpegios, acentos, tonos. Además porque eso no significa que el pensamiento de esa manera no sea interpelado. Pero el discurso estético, el arte, no puede reducirse a un temario sociológico o a una agenda ideológica de marketing.
¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Te diría que soy un poco refractario a los dos sustantivos y al adjetivo de la pregunta: objetivos, ambiente y literario. O al menos, al imaginario común de esa idea, yo digo, un poco snob y gremial. Como si “el ambiente literario” fuera un lugar bien definido. Y la verdad que si lo es, es sólo por la cristalización de ciertas representaciones de poder. Como en cualquier gremio o en cualquier snobismo, justamente. Pero como no me gusta impugnar, reformular ni no responder a las preguntas, te diría que mi objetivo mayor es estar cada vez más cerca de la poesía, en cualquier plano, y después, que en mi caso, algo de esa poética, tiene que ver con ir descifrando y construyendo a la vez un proyecto artístico sobre todo en prosa; una obra que se despliegue de diversas formas y siempre un poco imprevisible para mí mismo.
¿Qué libros de los que hayas leído últimamente recomendarías?
Me está gustando mucho Autorretrato en el estudio, de Giorgio Agamben.
¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy corrigiendo un libro de relatos autobiográficos que quizá sea lo próximo que publique en términos de ficción y estoy empezando a trabajar en la traducción de un libro de Michel Onfray, una biografía de Henry David Thoreau.
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lunes, 27 de agosto de 2018
Yanina Giglio: “Quería que mi primer libro funcionara como un todo”
La escritora Yanina Giglio habló con Entre Vidas de su libro La Do Te publicado con Alción Editora y de Odelia Editora, editorial formada por ocho mujeres de diferentes disciplinas. Además, contó que trabaja en un formato de entrevistas un tanto particulares, que recibe el nombre de La entrevista patafísica.
¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Siento la escritura como un ritual en sí mismo.
Creo que estamos siempre escribiendo porque estamos vivos, despiertos en estado de extrañamiento o de alienación estamos constantemente acumulando historias, atravesados por miles de situaciones de comunicación, recubiertos de memorias sensibles. Escribir, en este sentido es vivir, es respirar la letra, el signo, como materia viva significante.
A esto es lo que llamamos escrivivir. Yo practico escrivivir: escribo con y desde el cuerpo. Digamos que primero la experiencia atraviesa el cuerpo, para luego ser ficcionalizada en papel. Considero al primer momento, el de experienciar, propiamente de la escritura; y el segundo momento (cuando estamos en el teclado o con la birome) este es para mí un momento de montaje o de reescritura. Luego vendrá el “verdadero” trabajo del proceso: editar para resultar originales.
Pero si me preguntás por el momento previo a sentarme frente a la pantalla, diría que suele ser un tiempo de observación profunda, ya sea de un material escrito o fílmico o de la empiria misma.
¿Con qué frecuencia escribís?
Siguiendo la lógica de mi primera respuesta “siempre estamos escribiendo”, ya sea en modo de sentir el mundo o en modo de ficcionalizar y trasvasarlo en papel.
¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
Es un amor propio. Nos conocimos durante una guerra, eso que fue mi infancia. Ella fue mi campo de refugio. La amaba más y más, porque lograba alejarme y protegerme de la violencia que reducía mi vida.
¿Por qué decidiste que tu libro se llamara La Do Te?
Fue una decisión ética y estética, conceptual también, que funciona casi en forma de acertijo. Quería que mi primer libro funcionara como un todo, como un signo en sí mismo, entonces, en el nivel de sentido del significado encontraba “La dote”, con toda la cuestión machista de la mujer entendida como una mercancía que se entrega y se decide sobre ella y sin ella. Digamos que la temática de los textos del libro estará denunciando esto una y otra vez: nacer con el género femenino es un estigma, ya es per se ingresar a un estado de violencia.
Por otro lado, del lado del significante del signo, su parte audible, me gustaba imaginar estos textos como partes de una sinfonía musical que complementaba y acompañaba a otros escritos, de otros escrivivientes. El ritmo poético preeminente en la prosa me resultaba una ofrenda musical (La y Do). Así fue que imaginé una nueva nota musical: “Te”. Sería una nota musical faltante que interpelaría al otro, buscándolo, un sonido específico como un pedido de auxilio o de piedad.
Así, entonces, desde el título del libro ya se puede jugar a descubrir la multiplicidad de sentidos.
¿Cómo surge la elección del epígrafe, fragmento de Jacques Derrida?
Fue ya hacia el final, cuando tenía que entregar el manuscrito a la editorial que encontré esta frase. Y fue un momento de cierre (aunque se lea al principio del libro) porque me permitió entender desde la racionalidad qué era lo que estaba denunciando en letras. Me dio la síntesis de la trama que subyace en alguna de las capas de sentido que aglomeran La Do Te.
¿Cómo fue el proceso de selección de los relatos que aparecen en el libro?
Solo quedaron fuera de esa camada algunos textos muy herméticos, con lo cual selección casi no hicimos, se decantaron solos (digo hicimos porque La Do Te fue parte de mi trabajo en el taller de la poeta Claudia Masin).
Sí fue una ardua tarea darle un orden a los textos. Ahí el criterio fue la intensidad, guiar al lector en un recorrido de intensidades desplegadas: empezar en un punto elevado de tensión; sostenerlo; llevarlo a lo más hondo para luego emerger en un final de aguas abiertas.
¿Cuál es tu relato preferido del libro y cuál es el que destacan los lectores?
No puedo elegir uno, no. Pero sí puedo decirte que mi predilecto para leer en los ciclos es "Tiempo de reverberación". Me interesa esta ferocidad del texto y su suerte de catarata. Los oyentes quedan impactados, aturdidos, estáticos…
El público ha señalado varias veces uno de los primero poemas, “Variaciones de la tortura”. Es un texto muy breve que describe una relación madre-hija un tanto compleja, destructiva, un estrago.
¿De qué temas se nutre tu escritura?
El gran tema -del que luego se desprenden muchos otros- diría que es el intento. Es una escritura sísifa que se pregunta una y otra vez por el móvil del intento, cómo, por qué y hasta cuándo es posible seguir intentándolo. ¿Y para qué? Desde este nodo, se desatan luego las violencias, las memorias, los mandatos, los traumas y tantos más como subtemas de la existencia humana.
¿Qué temas de los que todavía no escribiste te gustaría hacerlo en un futuro?
Me gustaría escribir sobre una experiencia que viví hace relativamente muy poco. Hace 8 meses doné mi riñón izquierdo a mi esposa.
Quisiera dejar este testimonio, más que nada porque me ha costado mucho encontrarme en alguna lectura sobre el tema.
¿Qué libros o autores recomendarías leer?
Recomiendo lo que te entretenga y lo que te ayude a sanar al mismo tiempo. Cada cual tiene sus heridas, no podría “recetar” un libro como un genérico, para todo el mundo; sino al contrario, hay un libro para cada dolor y para cada momento de una vida.
Podría sí decir que mi sanadora es Clarice Lispector, con su pócima Aprendizaje o el libro de los placeres ha salvado mi vida.
¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Alción Editora?
A través de su editor, Juan Maldonado. Le envié el material por mail, se interesó mucho, nos encontramos a charlar en el aula más grande de Filo, y en menos de 3 meses ya estábamos publicando. Todo muy pero muy veloz, comparado con tantos años de desear editar.
¿Cómo nace Odelia Editora?
Odelia nace a partir de un taller de edición en la librería Alamut. Dicho taller tenía como objetivo conformar una editorial independiente. Las asistentes fuimos todas mujeres. Ninguna de nosotras se conocía entre sí. Pero todas tuvimos desde el día cero las energías destinadas a la concreción del proyecto.
Creo que ninguna de nosotras imaginó tanta producción en tan poco tiempo. Nos sorprendemos de nosotras mismas.
Odelia está formada por 8 mujeres de diferentes disciplinas (abogacía, letras, diseño gráfico, producción de TV, psicología, filosofía, teatro y edición).
¿Cuál es el criterio de selección del material que publican?
Al momento tenemos dos colecciones: Muertos Vivos que reúne autores recobrados de narrativa, ya fallecidos, y cuyas obras habían dejado de circular en el mercado; y Avalancha, nuestra colección de narrativa contemporánea (novela y cuento), compuesta de voces nacionales e internacionales. Por lo tanto, en principio, los autores son seleccionados de acuerdo a los criterios estéticos de cada colección.
Para esto la premisa es que nuestros libros no pueden ser indiferentes al público -pueden gustar o no-, pero jamás pasar inadvertidos. Tanto por su contenido literario como por su diseño, los libros de Odelia despiertan emociones, generan movimientos, “cambian tu paisaje” (como solemos decir en las redes).
¿Cuáles son los pasos a seguir con la editorial?
Apuntamos a seguir construyendo un catálogo diverso, polifónico, multicultural, igualitario, asombroso y movilizador.
Luego de haber participado en la FED ya nos estamos preparando para nuestro primer viaje a Chile, a la “Furia del Libro” de Santiago. Esperamos hacer nuevos intercambios internacionales y fortalecer nuestros lazos con escritores y colegas.
¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Trabajo en un formato de entrevistas un tanto particulares, se llama “La entrevista patafísica”. Invito a escribir a cuatro manos a poetas y escritores sobre un tema extraordinario. Está resultando muy interesante, tanto que en simultáneo empecé a desarrollar un estudio ensayístico sobre el formato y sus procesos creativos.
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Pipu Simeoni: “Por lo general hablo de lo que nos interesa a todos: amor en todos sus ámbitos”
La escritora Pipu Simeoni habló con Entre Vidas acerca de su libro de poesía Lo que tapa por un rato al corazón, publicado por Azul Francia Editorial y además, contó que actualmente trabaja en la escritura de otro poemario.
¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Ninguno. Quizás estoy limpiando el baño y se me ocurre una idea y la guardo en la cabeza para el momento de sentarme a escribir. No es que digo antes de escribir “tengo que hacer tal y tal cosa” No, para nada. Ganas de escribir tengo todo el tiempo, pero no tengo todo el tiempo para escribir, entonces voy por el mundo escribiendo en la cabeza, qué se yo, observo cosas que son inobservables en la calle, en reuniones, etc. Ese es mi ritual, escaparme de situaciones horribles sin tener que irme, escribo en la cabeza y ya me fui. Luego vuelco todo, obvio.
¿Con qué frecuencia escribís?
Con frecuencia.
¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
Nadie. La vida misma me llevó a meterme por ahí. Mi casa siempre fue muy poco concentrable, entonces en un momento me vi amiga de las cosas cortas y rápidas para leerse, pero también la vida profunda que llevé y llevo -porque tuve una vida duranga- se volcaban para el lado poético, cosas cortas y rápidas pero profundas. Siempre necesité mensajes, imágenes, musicalidades. Siempre apuntando a cosas que me llevaran a reconstruirme.
¿Por qué decidiste que tu libro de poesía se llamara Lo que tapa por un rato al corazón?
Porque amo las ironías, y ésta es una de ellas.
¿Cómo fue el proceso de selección de los poemas que aparecen en el libro?
Siempre busco la historia. A pesar de que sean poemas surtidos, siempre le encuentro la historia y los ordeno así, tratando de contar una historia aunque después de historia no tenga nada, pero me hace sentir bien saber que laburé mucho el libro.
¿Cuál es tu poema preferido del libro?
No tengo preferido. Todos tienen todo de mí, y yo no me prefiero. Jajaja.
¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Azul Francia Editorial?
Porque soy una buscatodo, ¡jojo! Me la recomendó una amiga, More Fernández Nuñez.
¿De qué temas se nutre tu escritura?
De lo que no me pasa y quisiera, o de lo que me pasa y no quiero. Juego mucho, entro y salgo de mí, juego a ser una que vi en la calle, qué se yo. Pero por lo general hablo de lo que nos interesa a todos: amor en todos sus ámbitos.
¿Qué libros de poesía o autores recomendarías?
Recomiendo como siempre, aunque me digan que ya pasó de moda, y que bla bla bla, a Alejandra Pizarnik, es la primera poeta que leí y nunca más encontré algo parecido. Mucha gente te dice “era depresiva” y a mí qué me importa su vida. Ojalá te vuele los pelos como a mí.
¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Otro poemario.
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Alejandra Decurgez: “Mis Muertos Amarillos se inclina hacia lo terrorífico en el dominio de lo cotidiano”
La escritora Alejandra Decurgez publicó la novela Mis muertos amarillos a través de Peces de Ciudad Ediciones y le contó a Entre Vidas que se viene la segunda edición del libro que agotó la primera tirada. Además, adelantó que está trabajando en dos libros de cuentos y en la adaptación a comic de algunas de sus historias.
¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Mis rituales incluyen encender un sahumerio o el hornito y, por qué no, dar vueltas por la casa, ordenar la ropa que acumulo en el respaldo de las sillas, acariciar a mi gata Bianca, meditar, chusmear lo que anda pasando en las redes y buscar la música adecuada para lo que voy a escribir. En conclusión: procastinar es parte importante de mi preparación para el momento de escribir.
¿Con qué frecuencia escribís?
En general, en las mañanas libres de lunes y martes y, cuando puedo, un rato los sábados y domingos. Soy una persona matutina y necesito un buen número de horas disponibles para poder entrar en la vibración correcta (o procastinar, como prefieran). Tengo un ritmo lento de trabajo y corrijo muchas veces, por lo que me lleva bastante tiempo terminar los cuentos, los guiones y las novelas.
¿Cuál fue la imagen disparadora que dio inicio a la historia de tu novela Mis muertos amarillos?
La escena que es el corazón de Mis Muertos Amarillos surgió de una novela todavía inédita. Ambas tienen una ligera conexión en esa escena, a pesar de que Mis Muertos Amarillos opera en un registro realista y la otra novela (no menciono el nombre porque está en concurso) es una mezcla de CF y fantasía, con algo de realismo.
¿Por qué decidiste ponerle ese nombre?
Lo amarillo tiene un significado que se va develando a medida que transcurre la historia, igual que los muertos, pero la expresión es una suerte de diálogo con el espíritu y el estilo de William Faulkner, que fue una gran inspiración para esta novela.
¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con Peces de Ciudad Ediciones?
Para celebrar el día del escritor de 2017, Peces de Ciudad convocó a algunos autores a leer, y yo estaba entre ellos. A la editorial le gustó el cuento que leí, y me contactaron. Mis Muertos Amarillos fue escrita especialmente para Peces de Ciudad, no era material que ya tuviera disponible.
Para el que todavía no leyó la novela, ¿con qué se va a encontrar?
En algún punto, se va a encontrar con el clima inquietante que habita en mis cuentos de ciencia ficción, si bien Mis Muertos Amarillos se inclina hacia lo terrorífico en el dominio de lo cotidiano, con un importante componente onírico.
¿Qué repercusiones tuviste respecto de los lectores de la novela?
Mucha gente resaltó la escritura tan visual, como de guión, que caracteriza la novela, lo cual tiene sentido porque me formé como guionista. También comentaron lo perturbadora que les resultó. Y muchos dijeron haberla leído “de una sentada”.
¿De qué tema que todavía no escribiste tenés pensado hacerlo próximamente?
Hace tiempo tengo ganas de escribir un policial negro o una novela negra, géneros que me fascina leer, pero todavía no apareció ni la imagen inspiradora, ni la historia.
¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Encontrar nuevos espacios para compartir lo que escribo, tanto en el país como en el exterior, y seguir animándome a incursionar en géneros y temáticas distintas.
¿Qué libros de los que hayas leído últimamente recomendarías?
Justo ahora estoy leyendo La Profundidad del Mar Amarillo, de Nic Pizzolatto (el guionista de True Detective y autor de la novela Galveston). Lo recomiendo a quienes disfruten de cuentos con clima melancólico, ambientados en el sur profundo de Estados Unidos. También recomiendo Este es el Mar, de Mariana Enríquez, que tiene un tono y trabaja una temática distinta a las habituales para esta autora, y Magnetizado, de Carlos Busqued, una suerte de El Adversario local. Para quienes gustan de la narrativa gráfica recomiendo La Sudestada, de Juan Sáenz Valiente, una maravilla total.
¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Además de la segunda edición de Mis Muertos Amarillos, que se viene con tapa nueva e ilustraciones, tengo dos grandes grupos de cuentos en proceso de escritura. Uno está compuesto por relatos protagonizados por niños con diversos grados de perturbación, algunos en el registro del horror o la ciencia ficción y algunos, realistas. El otro conjunto de cuentos se podría catalogar dentro de lo que se conoce como new weird y todos giran alrededor de un burdel, La Pagoda de Ming.
Por fuera de la narrativa, tengo varios proyectos con el dibujante Grendel Bellarousse, que incluyen la adaptación de algunos de mis cuentos y novelas a comic, una historieta de terror ya terminada y una novela de ciencia ficción a medio escribir. El año que viene me gustaría volver a escribir guiones en inglés para retomar el circuito de concursos internacionales.
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miércoles, 22 de agosto de 2018
Diego Meret: "Lo bobo yo lo relaciono con la falta de competencia social, con una suerte de desconexión, con las dificultades del personaje para adaptarse a todo lo exterior"
El escritor Diego Meret presenta su novela El niño bobo, publicada por Peces de Ciudad Ediciones, el día sábado 25 de agosto a las 20 horas en el Tano Cabrón, en Jean Jaures 715, CABA. El autor habló con Entre Vidas de la flamante publicación y de sus próximos proyectos entre los que se encuentran dos libros de relatos y la novela Los montes.
¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Tienen que ver con los objetos, con el tiempo y con algunos lugares. Libretas de hojas lisas y más bien gruesas, microfibras de tinta negra. Escribo a mano y me gusta pensar en una libreta para cada relato y salir a buscarlas. No mezclo ideas. Una libreta por relato. También me gusta perder el tiempo, provocarme espacios de ocio, así que, si por ejemplo consigo dos horas para escribir, a lo mejor estoy una hora sin hacer nada. Porque el ocio me permite, supongo, un mayor nivel de concentración. En cuanto a los lugares, suelo vincular relatos con bares. Si empecé un relato en un bar en particular, hago lo posible por continuarlo en el mismo bar. Ese tipo de caprichos.
¿Con qué frecuencia escribís?
Depende del momento del año. Puedo pasar de escribir todos los días a casi no escribir. Pero igual tengo textos en la cabeza desde que me despierto hasta que me acuesto. Pienso mucho en escribir. Acumulo.
¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
No estoy seguro. Pero siempre digo que fue mi abuela, que era artista plástica y poeta. Cuando murió mi abuelo, fuimos a vivir con ella y me gustaba verla escribir. Ella escribía nada más que para escribir poesía. Tenía un vínculo doméstico con la poesía. Yo creo que no pensaba en literatura. Pensaba en su casa, en su vida y en escribir poesía. De ahí me quedó la idea de que escribir es escribir poesía.
¿Cuál fue la imagen disparadora que da inicio a la historia de tu novela El niño bobo?
Un niño sucio sentado sobre la pared de un baldío.
¿Por qué decidiste ponerle ese nombre?
Lo bobo yo lo relaciono con la falta de competencia social, con una suerte de desconexión, con las dificultades del personaje para adaptarse a todo lo exterior. Y como además es una novelita sobre la infancia, pensé en ese título. La infancia como el momento en que se da el desprendimiento de los objetos, de la separación entre las personas de las cosas... y cuando lo social bombardea por todos los costados.
¿Cómo fue el proceso de escritura de la novela?
La escribí hace como diez años, casi en simultáneo con En la pausa (Mansalva, 2009). Después la fui retocando y le recorté un poco los bordes. Se la pasé a la poeta Belén Iannuzzi, que me hizo el favor de leer el manuscrito y la seguí corrigiendo. La abandoné y después de un tiempo se la volví a pasar a Belén, y la volvió a leer – lo que ya es una prueba de amistad–. Con el tiempo las versiones del texto se me fueron solapando y perdiendo y corregí versiones que ya había corregido y así. De cualquier manera, no pienso que haya cambiado demasiado esta versión de la primera.
¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Peces de Ciudad Ediciones?
El año pasado abrí una cuenta de Facebook y me contactó por ahí Facundo Mallonaro, que había leído En la pausa (Mansalva, 2009). Hablamos un poco de libros y me preguntó si eventualmente estaría interesado en publicar con Peces de Ciudad. Seguimos charlando cada tanto y una tarde le mandé el archivo de El niño bobo. Lo leyó, después lo leyó Angie Pagnotta y finalmente me escribió Sole Blanco para decirme que querían publicar la novelita.
¿De qué temas se nutre tu escritura?
Más allá de la lectura, se nutre del acto de escribir. De las ganas de escribir, de entrar en esa deriva. El otro día estaba leyendo un libro de Benjamin que me regaló una amiga, Infancia en Berlín... Al principio Benjamin dice algo así como que no es fácil perderse en una Ciudad, que es una actividad que requiere cierta destreza y que, cuando se logra, algo sucede, pero que eso que sucede –y que es lo único que importa– no se puede describir. Imagino que mi escritura se nutre de esa deriva, en abrir un canal y perderme en el texto y en una de esas algo sucede. Puesto así parece muy romántico, pero creo que se nutre más de esa búsqueda o necesidad, que de temas o de ganas de decir, porque además yo no sé nada de ningún tema.
¿Qué libros o autores recomendarías?
Franco Rivero, Francisco Garamona, Belén Iannuzzi, Fernando Callero, Fernanda Laguna, Inés Acevedo, Mariano Pages, Cecilia Pavón, Bernabé de Viscensi, Marina Mariasch, Sergio Bizzio, Daniel Guebel, Edgado Cozarinsky. Ahora estoy leyendo Cuadernos de infancia de Norah Lange, libro que leyó todo el mundo menos yo... una maravilla absoluta. También recomiendo a Sancia Kawamichi, Marcelo Rubio, Matías Bragagnolo, Romina Magallanes, Griselda Perrotta, Gonzalo León, Reinaldo Ladaga, Roberto Videla, Virginia Ducler. No sé... ¡Hay tanto para leer!
¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Ninguno. Creo que ninguno. Me gusta escribir.
¿Qué podés adelantar de la presentación?
Va a ser en Tano Cabrón, en Jean Jaures 715, CABA, por la zona del Abasto, el sábado 25 de agosto a las 20 horas. Va a haber algunas lecturas, entre las cuales una de Belén Iannuzzi. Pero más que nada aprovecharemos el tiempo para brindar y pasarla bien.
¿Tenés algún otro proyecto?
Varios. Estoy con dos libros de relatos en simultáneo, por lo que ando por todos lados con nueve libretas encima. Y corrigiendo una novela que se llama Los montes, para Mansalva, que resultó en un modo de escribir súper desbordante. Prácticamente la escribí gracias a algunos encuentros y charlas que tuve con Francisco Garamona, en tres o cuatro momentos, todos ellos atravesados de esas charlas.
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lunes, 20 de agosto de 2018
Catalina Motto: “Lo que más me gusta de la actuación es contar historias que toquen fibras al espectador y se vaya reflexionando”
La actriz Catalina Motto habló con Entre Vidas de sus comienzos en el mundo de la actuación y de la obra Dos, una desconexión que lleva más de cien funciones y actualmente se presenta todos los viernes a las 20:30 horas en El Método Kairós Teatro (El Salvador 4530, Palermo).
¿Cómo nace tu amor por la actuación?
Yo soy marplatense. Comencé a estudiar allá a los 12 años, por casualidad, porque tenía amigas que estudiaban, así que empecé con Silvia Ferragine en la Alianza Francesa. Al año siguiente seguí estudiando pero con Carlos Castaño. Y ahí empezó todo. Formamos el primer grupo de teatro adolescente independiente de la ciudad. Él nos enseñó la disciplina, responsabilidad y el amor por esta profesión. Realizamos varias obras de teatro allá muy exitosas, realmente ahí empezó mi pasión por la actuación. A los 18 años me vine a vivir a Buenos Aires. Después, en Buenos Aires arranqué en el teatro San Martín, luego hice un año con Lito Cruz, luego los 4 años de formación actoral con Agustín Alezzo y finalmente con Pablo Bellocchio. Cuando llegué a Buenos Aires me costó retomar la actuación, ésta no es una ciudad fácil. Empecé a estudiar otras carreras hasta que pude volver a incursionar en esto. “Dos, una Desconexión” fue un gran impulso, me ayudó a crecer mucho en lo personal y como actriz. A partir de eso vinieron nuevos proyectos teatrales y cinematográficos como películas “Mario on Tour” y “Beyond the Sun” (en inglés).
¿Tenés alguna preferencia entre cine, televisión y teatro?
Me gustan los autores. No el cine, teatro o TV “prefabricado”. Me gusta cuando tienen algo interesante para contar. Algo que te deja pensando. Me gusta el drama, la comedia, el thriller. Veo mucho cine y teatro. Uno de mis directores de cine favoritos es Xavier Dolan.
¿Cómo surge tu llegada a la obra Dos, una desconexión?
Empecé a estudiar con Pablo Bellocchio y me llamó para un casting. Quedé y bueno, acá estamos. Cumplimos 100 funciones hace un par de semanas.
Para el que todavía no fue a ver la obra, ¿qué podés contar de la historia?
Somos 5 actores interpretando una pareja en diferentes instancias de la relación. Es una historia donde el público puede reflejarse en ambos personajes. Sus miradas, conflictos, lo que se dicen, lo que no se dicen, los momentos felices, la desconexión. Son humanos con todo lo que eso implica. En esta historia no hay “buenos” ni “malos”, sino personas atravesando un conflicto. Es muy interesante la devolución que nos hace el público, como los toca de cerca. Creo que es lo que más me gusta de la actuación es contar historias que toquen fibras al espectador y se vaya reflexionando.
¿Cómo fue el proceso de ensayos y en particular el de creación de tu personaje?
Fueron 6 o 7 meses de ensayo, realmente un proceso muy trabajoso, pero a la vez espectacular. Formamos un grupo humano hermoso encabezado por el director Nico Salischiker que desde el comienzo supo llevarse muy bien, siempre tuvimos una conexión increíble y eso es muy importante a la hora de encarar una obra. Claudia, mi personaje, fue atravesando distintas instancias a medida que íbamos ensayando, trabajé mucho; es un personaje muy difícil porque prácticamente hablo sola casi toda la obra. Trabajamos en conjunto con el director, también me apoyé mucho en mis compañeros. Hoy por hoy, viéndolo a la distancia, siento que mi personaje creció a la par que crecí yo también en estos 3 años. Creo que la Claudia de hoy es mucho más madura.
¿Qué podés decir de tu personaje y con qué desafíos te encontraste?
El mayor desafío fue el hecho de hablar sola, hablarle a un teléfono. El teatro (al menos como lo veo yo) es el otro, la atención está puesta en el otro, y al estar sola es mucho más difícil. Hoy por hoy, después de hacerlo hace tanto tiempo ya me divierto y puedo jugar mucho más.
¿Qué criterio empleas para elegir las propuestas laborales que te llegan?
Claramente el guion.
Entre Vidas es una página de entrevista en la que una gran parte de las notas son a escritores. ¿Vos escribís teatro o algún otro género?
Nunca escribí nada, por ahora, pero estoy tomando clases de guión. Quizá en algún momento me largue a escribir, aunque reconozco que es un trabajo muy difícil. Creo que la clave es dejar de juzgarme y animarme.
De los últimos libros que leíste, ¿cuáles recomendarías?
Últimamente me puse a leer clásicos que nunca había leído y el que me volvió loca es Cien años de Soledad de Gabriel García Márquez.
¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente artístico?
Seguir creciendo en cine y teatro. Me encantaría poder trabajar también fuera de Argentina.
¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy ensayando “Abulia” que fue la primera obra que escribió Pablo Bellocchio, pero esta vez dirigida por Maximiliano Zago. En septiembre voy a filmar la opera prima de Ignacio Lidejover que ideó junto a Zago. Además, estoy realizando mi primera asistencia de dirección en una obra a estrenar posiblemente a fin de año compuesta por un equipo íntegramente de mujeres. Eso me tiene muy motivada. Será dirigida por Marianela Avalos y actuada por Sol Agüero y Ailín Salas.
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Mariana Travacio: “Cada cuento nace del fallido anterior, son meros intentos de bordear lo que sigue reverberando, insistente y sin respuesta”
La escritora Mariana Travacio publicó el libro de relatos Cenizas de carnaval a través de Tusquets Editores y le contó a Entre Vidas que actualmente anda explorando la noción de fracaso: sus inflexiones, sus rarezas, sus azares.
¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
No muchos. A veces creo que ninguno. Más que rituales, creo que tengo algunas preferencias. Prefiero el silencio, por ejemplo, pero eso es relativo: me he encontrado escribiendo rodeada de ruidos. Prefiero el teclado de una computadora al esfuerzo de la manugrafía, pero eso también es relativo: últimamente me encuentro garabateando cuadernos, hojas sueltas, servilletas. De todas formas, sí, prefiero la quietud, la soledad, el silencio.
¿Con qué frecuencia escribís?
De distintas formas, y con distintos fines, escribo a diario. Las ideas precarias, en cuadernos sueltos. Las frases que sobrevienen, en servilletas o en pedazos de papel. A veces son escenas que aparecen de golpe. Eso va siempre en papeles sueltos. Lo curioso es que suelo perderlos, es raro que vuelva sobre ellos. A veces los reencuentro, pero pasaron años. No obstante, es como si el acto de escritura los hubiera dejado grabados, disponibles para cuando me hicieran falta. Me encuentro retomándolos, años después, frescos, como si acabasen de sobrevenir, cuando me siento, en silencio y de noche, en mi estudio, a escribir.
¿Por qué decidiste que el libro de relatos se llamara Cenizas de carnaval?
El título del libro se lo debo a mi editora, Paola Lucantis. El manuscrito se llamaba Como veneno en abril. Pero yo venía de publicar una novela que se llamaba Como si existiese el perdón: decidimos abandonar la insensatez de que ambos títulos comenzaran con la misma palabra. Y así anduvimos, con este tema dando vueltas, durante varios meses. Hasta que una tarde, en casa, en pleno proceso de edición, Paola sugiere ese título: Cenizas de carnaval. Me pareció un hallazgo; la mesa estaba plácida y plagada de papeles: sentí que ese nombre permitía condensar el recorrido del libro.
¿Cuál fue la imagen disparadora del relato que le da el nombre al libro?
No sé si Cenizas de carnaval nace tanto de una imagen. Creo que surge más de una obsesión. Lo escribí siete veces, con siete narradores distintos: siete puntos de vista. Fue un infierno, pero estaba obsesionada. Había muerto un familiar. Estábamos en el velorio. La esposa, anciana, sentada al lado del cajón, inmóvil, toda la noche, sin que se le perdiera un instante de esa noche a su lado. Al día siguiente, se puso de pie sólo para seguirlo hasta el cementerio. Después volvió a su casa, se acostó a dormir y ya no volvió a despertarse. Este cuento nace esa perplejidad. ¿Qué muertes son esas?, ¿de qué muere esa anciana?, ¿de amor?, ¿de frío?, ¿de ausencia? No sé. Como si nos pudiéramos morir a puro empeño de morir, al día siguiente, por mera decisión, como quien baja la térmica. Algo de eso me interpeló profundamente y me obligó a escribir este cuento.
¿Cómo surge la elección del epígrafe, fragmento de Chico Buarque?
“Pero si con la edad nos da por repetir ciertas historias -dice Chico- no es por demencia senil, sino porque algunas historias no paran de ocurrir en nosotros hasta el final de la vida”. Creo que lo elegí porque me pareció que daba cuenta de la estructura del libro: la repetición como intento de elaboración de lo indigerible, de lo traumático: de lo que no tiene nombre. La sucesión de historias, a lo largo del libro, no hace más que recorrer esa misma cosa: la noción de ausencia, algunas formas de la fragilidad, la incertidumbre.
¿Qué diferencias notás entre tu anterior libro de relatos Cotidiano y Cenizas de carnaval?
No lo sé. Cada cuento, de cada libro, tiene su propia génesis y su propio proceso de escritura. Pero los cuentos son riesgosos; como decía Bolaño, “nunca aborde los cuentos de uno en uno; si uno aborda los cuentos de uno en uno, honestamente, uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte”. Y a veces creo que es eso: cada cuento nace del fallido anterior, son meros intentos de bordear lo que sigue reverberando, insistente y sin respuesta.
¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Tusquets Editores?
Me escribió la querida Paola Lucantis. Poco después estábamos en un café, en el barrio de Congreso, conociéndonos. Fue bellísima la experiencia y yo le estoy muy agradecida.
¿De qué temas se nutre tu escritura?
Supongo que de los mismos temas que nos conciernen a todos desde el inicio: el amor, la vida y la muerte. Como decía Rulfo, estamos contando lo mismo que han contado desde Virgilio. El tema es cómo lo contamos, de qué forma, con cuáles artificios. Estoy de acuerdo con Rulfo. Creo que el gran tema, en literatura, es el asunto de la forma.
¿De qué tema todavía no escribiste pero te gustaría hacerlo en un futuro?
No tengo la menor idea. Me voy dejando llevar. Me importa que aparezca una voz. Después, la escritura se limita a escuchar esa gramática. Y es la cadencia de esa voz la que compone la historia. Y prefiero que eso siga así. Como decía la querida Duras: “si se supiera algo de lo que se va a escribir, antes de hacerlo, antes de escribir, nunca se escribiría. No valdría la pena”. Me interesa precisamente eso: la escritura como acto de descubrimiento.
¿Qué libros o autores recomendarías?
Siempre me cuestan las listas. Siento que dejo afuera, o que me olvido, o que cada día puedo dar una lista distinta. Son tan azarosas, las listas, y tan arbitrarias. Pero, bueno, desde la arbitrariedad de hoy, mientras me gana el fin de la noche, digo: los cuentos de Clarice Lispector; los ensayos de Pascal Quignard; La tinta de la melancolía, de Jean Starobinski; La monja alférez, de De Quincey; El orden natural de las cosas, de António Lobo Antunes; La escoba del sistema, de David Foster Wallace; Exploradores del abismo, de Enrique Vila-Matas; El testamento de O’Jaral, de Marcelo Cohen; Alexis o el tratado del inútil combate, de Marguerite Yourcenar; Los límites del control, de Yamila Bêgné; Deslinde, de Debret Viana.
¿En qué otro proyecto estás trabajando actualmente?
Ando explorando la noción de fracaso: sus inflexiones, sus rarezas, sus azares.
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sábado, 18 de agosto de 2018
Valeria De Vito: “Clown es el libro que me permite cerrar una etapa”
La escritora Valeria De Vito habló con Entre Vidas acerca de su libro de poesía Clown, publicado por la editorial santafesina De l’aire, creada por los poetas Graciela Prieto Rey y Juan Pablo Bagnarol. Además, la autora contó que su editorial El Ojo del Mármol nació con la inquietud de hacer circular los textos de poetas que leía en sus blogs.
¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
No tengo rituales. Me siento y escribo. Sí escribo en distintos contextos. A veces necesito escuchar música muy fuerte o estar en silencio absoluto, a veces escribo viajando en el transporte público anotando una idea o unas líneas de algo que esté disparándose en el momento: una imagen, un sonido, algo que está en el aire y no quiero que se me escape.
¿Con qué frecuencia escribís?
Escribo menos de lo que quiero y más de lo que creo. Desde hace unos años, llevo notas, apuntes de una novela que va a tomando forma, entonces se acrecienta la necesidad de avanzar, y surge, regularmente, una escritura más ordenada. Escribo casi todos los días, por la mañana bien temprano, algunas horas de corrido.
¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
Mi mamá me recitaba romances para dormir; un vecino de mi abuelo siempre interpretaba en las reuniones familiares sonetos de Borges o poemas de Almafuerte. Luego en la secundaria y en el profesorado tuve excelentes profesoras y profesores que acompañaron el descubrimiento personal del discurso poético. Hoy en día me contagian mis alumnos cuando me dicen que aman la poesía, o los poetas que envían sus libros para editar, o mis compañeros poetas que son enormes y de quienes también aprendo muchísimo. La poesía, la escritura es un camino en construcción que va enriqueciéndose de todos y de todo.
¿Por qué decidiste que tu libro de poesía se llamara Clown?
Clown es un libro que tiene que ver con lo que te decía en la respuesta anterior. La poesía o la escritura como “un camino en construcción”. Es el primer libro de poemas que escribí, de donde desplegaron “Colección de fantasmas” y “Un ramillete de rocío” que son los dos libros publicados con anterioridad. En la primera versión de Clown había dos partes: “Plan c ” y “Colección de fantasmas”, esta última quedó afuera porque pedía textos más narrativos y de temática social. En esa corrección y separación de ambas partes, hubo poemas cuyo mensaje profundizaba en el desencanto de una relación amorosa y esto generó la esencia de “Un ramillete de rocío”. En este recorrido, Clown es el libro que me permite cerrar una etapa. No puedo verlo separado de los otros dos. Sin dudas es una idea fiel a mis preferencias en la poesía: brevedad, imágenes sin golpes bajos, ni ornamentos y que pueda leerse de un tirón. Así lo escribí: de corrido, una noche fría de julio, en 2013. Y porque surgió de una idea que iba y venía, que caía y se remontaba en un lenguaje diáfano, mientras escribía lloraba y reía al mismo tiempo. En esa situación tragicómica, payasesca de escritora Clown se nombró así mismo.
¿De qué temas se nutre tu escritura?
Depende de lo que quiera decir, de lo que me esté ocupando en ese momento. En el caso particular de este poemario, el tema es la escritura. Pero el quehacer literario se nutre de lo que leo, lo que escucho, lo que observo.
¿Qué libros de poesía o autores recomendarías?
Recomiendo los dos últimos libros de poesía que leí y un bonus. En primer lugar, “Martes Verde” de la colectiva #poetasporelderechoalabortolegal, que reúne los 53 poemas leídos en los Martes Verde antes de que saliera la media sansación en diputados, que fue editado de manera colectiva por diez editoriales independientes y revistas literarias. En segundo lugar, “Enfrentar al muerto” de Carolina Bartalini, es un libro que me gustó muchísimo justamente por las cuestiones que mencioné más arriba, acerca de las ideas que tengo de la poesía. Brevedad, imágenes claras y ritmo construyendo la temática del poemario. Y por último, invito a que lean el diario de Anaïs Nin. Es un clásico pero en épocas en que la poesía del “Yo” está cuestionada y a la vez sobrepasada, considero que la lectura de ese monumental documento, puede ser una herramienta interesantísima para repensar la estética que buscamos construir.
¿Cómo surgió la posibilidad de publicar el libro con la editorial santafesina De l’aire?
Graciela Prieto Rey y Juan Pablo Bagnarol son dos personas amorosas que hacen su trabajo con mucho profesionalismo. El libro me lo habían pedido dos editoriales pero no me convencían las propuestas. A ellos le gustó como es e inmediatamente comenzamos a pensar cómo sería la publicación de un libro así. Me parece importante además que sea una editorial de una provincia amiga, es un modo de descentralizar, y apoyar proyectos editoriales que están súper buenos.
¿Cómo nace tu sello editorial El Ojo del Mármol?
Con la inquietud de hacer circular los textos de poetas que leía desde sus blogs, con los que intercambiábamos lecturas y nos comentábamos las publicaciones en las redes. Me preguntaba cómo aún mis amigos o compañeros de estudio no sabían de la existencia de esos poetas.
¿Cuáles son los libros que van a publicar este año?
El primer libro que publicamos fue “Martes verde”, que es una co-edición de varias editoriales que participamos de la colectiva #poetasporelderechoalabortolegal. En los próximos meses, saldrán dos libros más de nuestra colección de notas y ensayos de autor de Paula Jiménez España y Rodolfo Edwards. En poesía, sumamos títulos de Juan Fernando García, Tamara Domenech, Mauro Quesada, Lorena Curruhinca, Roxana Molinelli, Alejandra Méndez Bujonok y una reedición del primer libro de Gustavo Yuste, entre otros.
¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
En una novela.
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lunes, 13 de agosto de 2018
Marcela Chaoul: “Cuando empecé a escribir no tenía definido el personaje”
La escritora Marcela Chaoul publicó su novela El asco de las pulseras a través de la editorial Hojas del Sur y habló con Entre Vidas acerca de la historia protagonizada por Renata, de trece años. En dicho libro, ella por medio de peripecias va vivenciando su relación con los padres, amigos, estudio y principalmente con la transformación que va a teniendo con su cuerpo.
¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Escribo en el escritorio: llevo una botella de agua, pañuelos de papel y si es invierno, caliento el ambiente. Cierro la puerta, aunque no haya nadie en casa.
¿Con qué frecuencia escribís?
Intento escribir todos los días para darle continuidad a la novela del momento y para que mis dedos no pierdan la práctica. Cuando no tuve tiempo durante el día, termino de cenar, prendo la computadora y, en un archivo que lo llamo ejercicio de creatividad, escribo, aunque sea, un párrafo.
¿Cuál fue la imagen disparadora que dio inicio a la historia de tu novela El asco de las pulseras?
Cuando tenía nueve años, jugaba en casa de un compañero de la escuela y en su cuarto había rifles de aire comprimido. Me apuntó y la bala entró por mi ojo izquierdo y quedó tan bien alojada en mi cabeza, que los médicos decidieron no sacarla. El ojo lo reemplacé por una prótesis. Fue un cambio abrupto en mi vida. La primera novela que escribí, fue sobre cómo crecí con la bala y la prótesis, pero no la publiqué. En la segunda novela, quise saber cómo hubiera sido mi adolescencia sin haber sufrido esa tragedia y me dejé llevar por lo que mi cuerpo tenía para contarme.
¿Por qué decidiste ponerle ese nombre?
Cuando terminé la primera escritura, al leerla en papel, descubrí que a Renata, la protagonista, muchas cosas le daban asco. Quise agregarle al título un objeto que normalmente se usa como algo atractivo y la contradicción de pulsera con asco me pareció acertada.
¿Cómo fue el proceso de construcción de la protagonista Renata?
Cuando empecé a escribir no tenía definido el personaje. A medida que escribía las peripecias, surgió el nombre de Renata y fui construyendo su personalidad. Fue como un rompecabezas: fui juntando piezas de cómo eran mis compañeras del secundario y situaciones vividas. Después, me dejé llevar por la ficción y las hipérboles.
¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con la editorial Hojas del Sur?
Fue gracias a Luis Mey, mi profesor y guía literario, que se contactó con Andrés Mego, dueño de la editorial.
Para el que todavía no leyó la novela, ¿con qué se va a encontrar?
Renata tiene trece años. A través de sus peripecias vivencia un subi baja de emociones cuando se relaciona con sus padres, con amigos, con el estudio y sobre todo, con las transformaciones que su cuerpo va teniendo como la de todo adolescente.
¿Qué repercusiones tuviste respecto de los lectores de la novela?
Que es graciosa, atrapante, cruda, dura, fuerte, tierna, vertiginosa. Que no pudieron parar de leerla, la devoraron. Que se quedaron con ganas de más y que escriba la continuación. Que se identificaron con el personaje y que al utilizar lugares comunes, conocidos, se sintieron parte de la novela. Que el libro les sirve para entender a sus hijos adolescentes y para que los adolescentes también lo lean. Que es un libro que los profesionales, que trabajan con adolescentes y padres de adolescentes, debieran leer.
¿De qué tema que todavía no escribiste tenés pensado hacerlo próximamente?
Estoy indagando sobre el incesto, la promiscuidad y la perversión. Me parece que son temas recurrentes dentro del ámbito familiar que quedan solapados en la cotidianeidad.
¿Cómo es tu experiencia en el taller con Luis Mey?
Empecé hace tres años, individual. Al principio, una vez por semana y a los pocos meses, dos veces por semana. Me urgía escribir y encontré en él a la persona que buscaba: exigente, sensible, honesto, generoso y dedicado. Nuestras clases son intensas. Discutimos nuestros puntos de vista hasta lograr un punto medio. Me respeta cuando estoy bloqueada y me da ejercicios adecuados para cada situación. Me enseñó cómo elegir la compra de libros. Cómo organizar mi biblioteca. No solo me ayuda a escribir, sino que también a relacionarme con la literatura y a transitar el camino solitario de la escritura. Me dio la llave de todas las puertas que tienen alguna conexión literaria. Me presentó a varios de sus alumnos y a su vez yo lo recomiendo como profesor y escritor. Se va generando una linda cofradía. Somos muy amigos y hacemos literatura de todo lo que nos rodea y vivenciamos.
¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Ser de utilidad a los lectores, de la misma manera que los libros de otros autores lo son para mí. Compartir con otros autores un espacio de charla informal donde podamos hablar de la soledad del escritor y no sentirnos tan solos en el angustiante camino de la escritura.
¿Qué libros de los que hayas leído últimamente recomendarías?
Claus y Lucas de Agota Kristof. Middlesex de Jeffrey Eugenides. El mundo según Garp de John Irving. Los pájaros de la tristeza de Luis Mey. La débil mental de Ariana Harwicz.
¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy corrigiendo una novela que dejé reposar hace un año. Al mismo tiempo, como me enseñó Luis, escribo una nueva.
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Nazareno Petrone: “El gran disparador fue un libro de Levrero”
El escritor Nazareno Petrone publicó el libro de cuentos El fulbito de los lunes y otros cuentos con Qeja Ediciones, editorial de la que es uno de los creadores. Además, adelantó que está empezando a escribir su primera novela y que próximamente publicará un poemario.
¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
En general los rituales son más para postergar la escritura que para no escribir, nos llenamos de supuestos ideales para tener el tiempo, el clima, la soledad perfecta, solo para evitar el momento de escritura. Es raro, uno disfruta de escribir pero bueno, como todo esfuerzo, es fácil esquivarlo. Yendo a mis rituales, si o si, necesito tener el texto medianamente armado, organizado, planeado en mente. Me cuesta mucho sentarme en blanco, primero lo trabajo en mi cabeza, después encuentro el momento para bajarlo.
¿Con qué frecuencia escribís?
Son rachas. Tengo momentos que varios días de la semana encuentro el espacio para sentarme a escribir, después paso dos semanas y no escribí nada. Igual, por lo general, aunque sea una idea o un poema por semana se me cae.
¿Qué temas te sirvieron de disparadores para escribir las historias que aparecen en tu libro de cuentos El fulbito de los lunes y otros cuentos?
El gran disparador fue un libro de Levrero que se llama ‘Caza de conejos’. Me lo regalaron para un cumpleaños, lo leí de un tirón, al mes lo leí de nuevo, había algo que me atraía, que me gustaba y a la vez me daba la sensación de que podía armar algo de ese estilo. Después usé toda mi vida relacionada al fútbol, años de jugar, de ir a la cancha, de ver por televisión, todo eso está en el libro.
¿Cómo fue el proceso de selección de los cuentos que aparecen en el libro?
La mayor parte del libro son pequeños relatos que empecé a pensar sueltos y cuando vi que tenía varios y podían ser un libro decidí hacer 90 por los minutos del juego. Los tres cuentos restantes que vienen al final los elegí por el tema. Tengo cerca de 25 cuentos reunidos de todo tipo entre los cuales solo tres eran de fútbol. Me pareció que estaba bien agregarlos.
¿Cuál es tu cuento preferido del libro y cuál el que destacan los lectores?
Es difícil elegir uno porque son 90, con los lectores me pasó lo mismo, destacaron de todo tipo, en algunos podía coincidir con ellos, en otros casos me sorprendía que les haya gustado justo ese. Lo que sí disfrutaba era poner uno en el medio que no tenga nada que ver con lo que venía escribiendo, que quedara descolgado.
El libro fue publicado por tu editorial Qeja Ediciones, ¿cómo surgió ese proyecto?
Creo que la principal causa por la que surgió armar la editorial es porque estamos en un contexto que se puede. Más allá de los problemas económicos que puede haber, o la competencia que tienen los libros con millones de nuevos artefactos, la tecnología y las redes hacen que podamos trabajar en equipo con mayor facilidad. Ahora se puede contactar a un editor, a un diseñador, la imprenta, alguien que haga la web, los interiores, todo está al alcance de la mano. Tener la posibilidad de sacar libros sin intermediarios, vivir el proceso, estar en la elección de tapas, colores, venta, promos, presentaciones, está buenísimo. Además te aleja de andar peleando por un lugar, ya lo tenés asegurado, lo único que te queda es ponerte a escribir.
¿Qué expectativas tienen con la editorial?
Las expectativas van girando y transformándose a medida que vamos avanzando. Nos decimos todo el tiempo que tenemos que ir de a poco, tranquilos, no gastar de más, pero aparece un libro que queremos publicar y lo publicamos. Mientras tengamos plata en la rueda y podamos editar, vamos a seguir. Vivir de esto lo vemos muy lejano. Lo que sí queremos es editar a gente que nos guste, que nos caiga bien, que podamos generar un vínculo. Nuestro último libro ‘El interior afuera’ de María Lobo, lo presentamos en el Festival Internacional de Literatura de Tucumán. Nos invitaron allá, nos llevaron a comer empanadas, tomamos vino, participamos de lecturas, escuchamos otros autores. Al final del viaje la cuenta no era la plata que habíamos ganado sino el tiempo que pasamos. Hacer algo hoy, que todo está tan afectado por el mercado, sabiendo que no te va a dar réditos, hace que se puedan disfrutar de otras cosas, también te lleva, inevitablemente, a elegir más por gustos y placeres que por números. Y eso hace bien. Medio en joda, medio en serio, a la vuelta, decíamos que tenemos que publicar a alguien de Mendoza para que nos inviten a un viñedo. Creo que esa es la mejor expectativa que podemos tener. Tal vez dentro de unos años cambiemos el rumbo y sí podamos vivir de la editorial, por el momento nos queda disfrutar estas cosas.
¿Qué libros o autores recomendarías leer?
De lo último que leí, sin dudas, lo que más me gustó fue Magnetizado de Carlos Busqued. No podía dejar de leerlo. Un autor a recomendar que me gusta mucho es Fernando Pessoa, creo que esa sensibilidad, ahora, es imposible de encontrar.
¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Terminé de escribir un poemario que saldrá en los próximos meses o el año que viene. Además estoy trabajando otro poemario pero compartido con Leticia, novia y socia, en que dividimos el libro a la mitad, cada uno hace su parte pero a la vez se complementan. Y estoy arrancando a escribir mi primera novela. Respecto a la editorial nuestro próximo libro va a ser ‘No quiero ser tu amigo’ de Luciano Lutereau. Y para el año que viene pensamos inaugurar nuestra sección ensayos.
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Romina Guzmán: “Creo mucho en lo curativo y transformador de las palabras en todo sentido”
La escritora Romina Guzmán publicó el libro Terapia poética a través de Halley Ediciones y habló con Entre Vidas acerca de dicha publicación y señaló que en este momento está iniciando una exploración como autora que había comenzado hace un tiempo como lectora y espectadora.
¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Es muy loco lo que me pasa con la escritura porque soy una persona muy ritualista salvo al momento de escribir. Creo que eso tiene que ver con que la escritura es un momento de plena libertad.
¿Con qué frecuencia escribís?
Llevo un diario en el que intento escribir todos los días aunque más no sea unas líneas. A veces escribo poco, pero siempre escribo. Una o dos veces a la semana, dependiendo del tiempo, me gusta releer el diario y sacar material para poesía. Muchos de esos esbozos se convierten en poemas.
¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
Hará unos años me familiaricé como espectadora con los poetas que hacen Slams e improvisaciones y si bien mi estilo es muy distinto, eso me hizo ponerme a explorar más a poetas que escriben para ser leídos oralmente. Creo que eso me hizo replantearme la poesía de una manera muy distinta. Fue mi hermana Noelia la que me presentó a ese mundo y le estaré siempre agradecida.
¿Por qué decidiste que tu libro de poesía se llamara “Terapia poética”?
Para mí la poesía, como cualquier actividad artística, es una actividad sumamente terapéutica y catártica. Creo mucho en lo curativo y transformador de las palabras en todo sentido. Más allá de eso, me pareció que el título era atinado para proponer una hipótesis de lectura y a su vez plantear de una manera sutil lo que significa la poesía para mí.
¿Cómo fue el proceso de selección de los poemas que aparecen en el libro?
En realidad al leer varios de los poemas me surgió esa hipótesis de lectura. También pensar en lo terapéutico del proceso de escritura me resultaba motivador para escribir. Empecé a seleccionar poemas en relación, si se quiere, a esa consigna para que hubiera un hilo conductor.
¿Cuál es tu poema preferido del libro y cuál es el que destacan los lectores?
Creo que tengo etapas con los poemas. En un principio me gustaba mucho el poema 1 de la sección Neurosis Obsesiva, creo que me pintaba a la perfección. Pero después me cansó un poco. Hoy, creo que mi favorito es “Regresión”. Los lectores destacan el último: “Poda” y de la sección Duelar “Irma”.
¿De qué temas se nutre tu escritura?
No me gusta ser muy solemne en cuanto a los temas, creo que básicamente los poetas terminamos hablando siempre del amor o de su falta y eso es algo muy profundo y trascendente en si mismo. Trato de buscar palabras, o situaciones cotidianas que hablen de eso. Trato de recurrir mucho a lo concreto, a los objetos del día a día y a veces, esto sí que es muy cliché, al clima.
¿Qué libros de poesía o autores recomendarías?
Pizarnik y Girondo para mi fueron claves. Me gusta la brevedad de Pizarnik y el lenguaje cotidiano de Girondo. Pero también me gusta invitar a la exploración de espacios de literatura alternativos, autores y autoras de editoriales independientes que hay en abundancia y muy buenos. Creo que hay muchas voces que representan la poesía desde los márgenes y me gusta recomendar la exploración de esos escenarios.
¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
No tengo la verdad un objetivo específico. Estoy por el momento iniciando una exploración como autora que había comenzado hace un tiempo como lectora y espectadora. Me interesa mucho lo interdisciplinario, la hibridez entre la lectura/escritura y otros lenguajes del arte como la música o la ilustración así que la búsqueda va bastante por ahí.
¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Halley Ediciones?
Mi primer acercamiento a Mariana Kruk, editora de Halley fue porque editó la obra de un gran amigo mío. Después comencé un taller con ella y muchos de los poemas de mi libro fueron surgiendo a partir de consignas del mismo, hasta que pensé en una idea contenedora de esos poemas y otros. Ella estaba familiarizada con mi proyecto y fue un gran honor recibir la invitación a publicar.
¿En qué nuevo proyecto estás trabajando actualmente?
Tengo alguna idea revoloteándome en la cabeza como consigna para un nuevo poemario pero no sé si llamarla “proyecto” porque aún está muy verde. Por lo pronto sigo escribiendo y tratando de agrupar poemas cuando veo que hay de esos hilos sutiles que de alguna manera los unen o relacionan. También estoy viendo las posibilidades de ver cómo mis poemas podrían llegar a interactuar con otros lenguajes como el de la fotografía o la música.
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Haidu Kowski: “Me vestía bien y caminaba las góndolas en horarios donde no había mucha gente”
El escritor Haidu Kowski habló con Entre Vidas acerca de su novela Instrucciones para robar supermercados, publicada por Tusquets Editores. Además, actualmente trabaja en una obra de teatro llamada Fogón, que escribió, dirige y estrenará este año. Y por último, en el 2019 saldrá nueva novela también a través de Tusquets.
PH Luca Frondoni
¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
No soy de sentarme un rato largo, entonces mi ritual es bastante ecléctico, puedo escribir en cualquier lado, en la calle, con gente en mi casa, en casa de otros, creo que el ritual sería no frenar ante la arremetida de una idea o del deseo de escribir. El silencio no me inspira, necesito música y mucho bardo alrededor. Creo que es un efecto del jam de escritura en mi vida, donde ejercité la escritura frente al público devenido en lector instantáneo.
¿Con qué frecuencia escribís?
Todos los días, todo el tiempo que pueda.
¿Cuál fue la imagen disparadora que dio inicio a la historia de tu novela Instrucciones para robar supermercados?
No tener plata para comprar comida y tener mucho tiempo libre. Entonces me iba a los supermercados. Sin ninguna razón en particular. Me vestía bien y caminaba las góndolas en horarios donde no había mucha gente. Observaba, estudiaba y nunca dejaba de probar. De pronto me di cuenta que el supermercado era una especie de iglesia del capitalismo, que acogía a todo aquel que tuviese algo para dar a cambio de sus frutos. Un lugar plagado de referencias de consumo donde el pobre tenía vetado el acceso. Un dia, en plena hora pico, me crucé con un pibe que cortaba los sachets de leche con una gillette, otro día con uno que en el estacionamiento, vendías las cosas que robaba. Y las etiquetas flojas por la humedad de la carne...
¿Cómo surge la elección de ese nombre para el libro?
Al principio la novela era eso, puras instrucciones reales de cómo hacerlo, pero en ocho años de escritura mutó hasta la obra que es hoy. El título me acompañó siempre.
¿Cómo fue el proceso de construcción del protagonista Franco?
Fue bastante más complicado que otros personajes, pero también puede ser el mismo actor que estuvo en otras historias que supe escribir. Franco llegó a la historia en una segunda escritura. De hecho, en un momento también pensé en llamar a la novela “El método Franco”, pero no. Franco es mezcla de gente de la calle, con gente que no está en la calle y tiene un trabajo de mierda, o gente que la acaban de hechar, pero con las ínfulas de un pibe que tuvo una familia estricta que hasta ese momento no le había servido para nada. Todos esos conviven en su cabeza. Se siente descalzado, antisistema, pero a su manera tiene la suficiencia para subsiustir los avatares que le surjen en el camino. La subsistencia lo guía e incluso lo hace obrar en contra de sus ideales.
¿En qué te identificás con el personaje de Franco?
En el poder de la subsistencia, en que no me importa mucho el qué diran y en el odio al sistema que nos abraza hasta la asfixia. Franco tiene el ojo para entender que aunque ciertas costumbres son aprobadas por la sociedad, no todas deberían existir.
¿Por qué elige robar carne?
Porque la carne es la droga argentina, y si vas a robar algo es importante que se venda fácil. (Dicen que la droga se vende fácil, yo no lo sé). Además tiene que ver con nuestras entrañas ganaderas, con robarle a los dueños de todo y jugarle sucio a la moda vegetariana.
¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con Tusquets Editores?
Se lo di a un editor y a los quince días me dijeron que había tenido una gran lectura. Pensé que era joda, pero no. ¡El sueño del pibe! Gente muy profesional la de Tusquets.
¿Qué diferencias notás en vos como autor entre el que publicó Manual de estrategias del póker (Estrategias de poker para la vida) y el que publicó el nuevo libro?
Siento que no hay ninguna diferencia, que puedo escribir sobre lo que quiera, siempre y cuando profundice en el tema. Por otro lado, el libro de poker fue un encargo, lo escribí en siete meses, mucho trabajo de lectura y escritura. Creo que gracias a eso tuve el impulso de práctica para bajar a papel una tercera versión de Instrucciones para robar supermercados.
¿De qué tema que todavía no escribiste tenés pensado hacerlo próximamente?
Sobre apuestas deportivas y los apostadores, sobre la prostitución mental y sobre la represión silenciosa.
¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Publicar diez novelas más, una mejor que otra, y después morirme. (La primera parte va a ser más difícil que la segunda).
¿Qué libros de los que hayas leído últimamente recomendarías?
Trilogía de la guerra, de Agustín Fernández Mallo. Tiene todo, es un viaje en el tiempo ligado a los espacios bélicos pero carente de violencia explícita.
¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
En una obra de teatro que escribí y dirijo, se llama Fogón, estrena este año, se hace en mi casa. En una novela nueva que sale en 2019, también por Tusquets. En una posible serie de ocho capítulos con Instrucciones. En apostar sin fundirme.
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Leticia Martin: “Me gusta imaginar resultados delirantes a planteos actuales que considero hipócritas, falsos o ambiguos.”
La escritora Leticia Martin habló con Entre Vidas acerca de su novela Estrógenos publicada por editorial Galerna y de su flamante Qeja Ediciones con la que próximamente publicarán un libro que reúne toda la poesía escrita de Luciano Lutereau a la fecha.
¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
No soy de armar escena literaria, al contrario. Desacralizo el acto. Tomo mate, a veces escribo mientras almuerzo, a veces antes de irme a mi casa, cuando quedo sola en la oficina, o cuando me desvelo. También me di cuenta que me miro las manos en el teclado, y las uñas, así que a veces me distraigo con una lima o un esmalte. Y después vuelvo, más prolija, de nuevo a lo mío. Es como una válvula de escape inconsciente. Soy lo menos ordenada en relación a rutinas de escritura, suelo dejar libros tirados por la mesa, por ahí, por la casa, en el trabajo, en las mochila… Eso sí, necesito la energía condensada en otros libros cerca, leer un poco antes de ponerme o solo estar cerca, olerlos. También he descubierto que necesito tener un mínimo orden en la casa, como la cena marchando o el lavarropas en funcionamiento. Como si escribir siempre tuviera que suceder mientras otras cosas avanzan.
¿Con qué frecuencia escribís?
Escribo a diario. Si no es un cuento, es un capítulo de una novela, mails con comentarios a autores que edito, un poema, las respuestas de entrevista como esta, un prólogo, una presentación, una contratapa, la lectura que hice de un libro, alguna nota, algo. Para mí todo es escritura y si bien algunas de esas materialidades fluye más que otras, todas se están retroalimentando y hasta, algunas veces, conversan.
¿Cuál fue la imagen disparadora que dio inicio a la historia de tu novela Estrógenos?
Tenía en la retina el dibujo de una fila de hombres embarazados con una bandejita de casa de comidas rápidas entre las manos. Esperaban algo, no sabía qué. Eso que terminó en la escena de la sala de detención de paternidades gestantes que por decreto instalaran los Continuistas en un sanatorio tomado, luego de declarar el Estado de Sitio. Esa imagen y algunas otras de maltrato laboral que sufrí embarazada, y quería tomar y tergiversar apenas para la ficción.
¿Por qué decidiste ponerle ese nombre?
El nombre es un poco de Nicolás Mavrakis. Una tarde estábamos conversando con Juan Terranova y él acerca de mi novela y yo tenía una lista de nombres bastante baratos, porque no terminaba de decidirme. Ahora solo recuerdo uno que se me imponía, que era: “Parto peneano”, algo bastante obvio. También había algunos más feos, como “Euramérica”. Entonces Nicolás dijo esa palabra, que está un poco a lo largo de toda la novela, y desde el comienzo, cuando Martín, el protagonista, se inyecta comienza a inyectarse Estrógenos para feminizar su organismo y poder adaptar su fisiología a la gestación inminente. En esa época yo estaba leyendo y discutiendo con Testo Yonki de Paul Beatriz Preciado, que es un diario de reflexiones y anotaciones acerca de cómo va cambiando su cuerpo en la medida que ella se inyecta Testosterona para masculinizarse. Creo que linkear eso funcionó como un sí rotundo a la sugerencia de Nicolás y así quedó bautizada la novela.
¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con la editorial Galerna?
Fue de verdad resultado de una impertinencia. Recuerdo que había ido como lectora a la Feria del Libro y que estaba en la presentación de tres títulos de esa editorial, en una de las salas del primer piso. Entonces pensé en acercarme a Gonzalo Garcés, que oficiaba de editor y presentador de esos títulos. Durante toda la tarde armé una pregunta para él. Cuando pude acercarme ya estábamos en la escalera mecánica, bajando hacia el ingreso del predio Ferial de Palermo. Duró dos minutos el intercambio, pero escuché la respuesta que esperaba. “Imprimí el material y dejámelo a Galerna”, dijo él. Eso hice. Al poco tiempo Garcés me contactó para preguntarme si la novela estaba comprometida en algún concurso. Le conté que sí, que estaba en tres. Y le pedí que esperáramos el veredicto. Pero él me respondió con una frase muy graciosa: “Vos querés salir a escondidas con tu amante y tener la cena servida al volver. Y eso no puede pasar. Vas a tener que decidirte”. Así que bajé Estrógenos de los tres concursos y dejé que el editor trabajara. Fue un gesto de confianza en Galerna y en él. Lo que vino fue muy bueno. Sobre todo por las diversas lecturas y mails comentando la novela, que recibí de muchas personas.
Para el que todavía no leyó la novela, ¿con qué se va a encontrar?
Hombres y mujeres disciplinados al punto de no poder escapar a la realidad de un futuro distópico donde los sectores Continuistas se han impuesto a los sectores Extincionistas, obligando a los hombres a engendrar y continuar sus embarazos hasta el término; para salvar a la humanidad. Una extraña forma de dialogar con la realidad tangible de nuestro país y nuestro mundo, pero dentro de una lógica ficcional propia.
¿Qué repercusiones tuviste respecto de los lectores de la novela?
Muchas preguntas, muchos cuestionamientos, algunos comentarios de personas molestas, lecturas que afirman cosas que no quise decir, intenciones de hacer una serie y una película. No creo que haya mucho más que pedir a cambio de lo que escribimos y echamos a rodar por el mundo.
¿De qué tema que todavía no escribiste tenés pensado hacerlo próximamente?
Acabo de terminar una novela muy distinta a Estrógenos, que titulé: La transición y que está buscando su destino. Fue un intento de ir a otro género, de ponerme en una situación de escritura distinta y no segura. Quizá pronto pueda ponerme a escribir otros futuros próximos. Me gusta imaginar resultados delirantes a planteos actuales que considero hipócritas, falsos o ambiguos. Creo que en ese juego se corren velos que en lo cotidiano no siempre es fácil identificar.
¿Cómo surge Qeja Ediciones?
Como respuesta al amor y a la confianza, como segunda oportunidad, como inquietud por lo que hay detrás, arriba, adentro y al dorso de los libros, para luchar contra el miedo a decir lo que no parece posible decir en democracia, para quitarle entidad a nuestros empleos, para evitar la mezquindad y el individualismo que parecen haber inyectado en nuestro adn, para no ser razonables, porque hay crisis y todavía tenemos de todo, porque podemos pensar y poner las manos en la masa, porque ahorrar en dólares es triste en un país endeudado a cien años, porque creemos en lo que escribimos y en los que escriben, porque hay historias que merecen ser leídas y porque apagamos la tele y luchamos contra la neurosis obsesiva de universitario de clase media que en el fondo seguimos siendo.
¿Por qué decidieron ponerle ese nombre a la editorial?
Esa es una pregunta que debería responder Nazareno Petrone. Él cuenta muy bien el relato de la noche en que surgió el nombre de la editorial, en el barrio de San Telmo. Me encanta escucharlo. Pero intento una reflexión. Quejarse es argentino. Ni siquiera es protestar, o hacer valer derechos. Quejarse es andar rumiando por lo bajo, algo que en el fondo no cambia la realidad, no permite oponerse de lleno, no te empuja a tomar la palabra. Y en el fondo todos somos, un poco, ese gesto horrible. ¿Qué mejor que ponerse una foto de lo que no queremos ser como motivo y motor? Cada libro que sale de imprenta, después de un arduo trabajo y esfuerzo, es un triunfo de lo escrito por sobre lo balbuceado en forma de queja. Una forma de extirpar lo que no. Algo así.
¿Qué libros publicaron y cuáles son los que van a estar publicando próximamente?
El próximo libro reúne toda la poesía escrita de Luciano Lutereau a la fecha, quien además declaró que ya no va a escribir poesía nunca más (cosa que no le creemos). Se llama: No quiero ser tu amigo” y reúne los títulos: Todos contentos, Forever juntos y Cumbia nena. También van a salir dos poemarios antes de fin de año: uno de Nazareno Petrone y otro mío. En marzo si el país sigue funcionando, publicaremos el primer título de la colección de ensayos. Estamos trabajando en la edición con Daniel Mundo y no puedo más de contenta con el material que nos acercó y el trabajo distendido que estamos haciendo. Nos quedan varias cenas y vinos por delante.
¿Cuál es criterio de selección de los libros que publican?
Está llegando muchísimo material y es muy difícil construir ese criterio. Nos importa mucho que el autor no confunda nuestro trabajo con el de una empresa, que el trato sea constructivo para ambos, y estar sumando valor al campo cultural. Nos interesa que el autor sepa que nos importa hacer crecer su material, incorporar distintas voces a la editorial, apuntar al federalismo, pensar el futuro digital del libro, saltar a los intermediarios y no fundirnos en el intento.
¿Qué libros de los que hayas leído últimamente recomendarías?
El interior afuera, de María Lobo.
¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Tengo un hermoso proyecto en mente que es aprender a decir “no” y concentrar toda mi energía en las cosas que valen mucho la pena: afectos, libros, alumnos y escuchar música.
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Giselle Aronson: “Mi intención era recorrer un camino experimental con la poesía, quería nutrirme de ella”
La escritora Giselle Aronson incursiona en la poesía con su nuevo libro En el hueco que queda, publicado por Halley Ediciones. La autora le contó a Entre Vidas que cuando empezó el taller virtual con Mariana Kruk buscaba encontrar lo poético en su escritura y con el paso del tiempo ese lugar fue convirtiéndose en un refugio.
PH Angie Pagnotta
¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Tengo que estar vestida y calzada. No puedo escribir en pantuflas, difícilmente en ojotas, tiene que ser un calzado que me cubra el pie. Tampoco en pijama. Mate preparado. Es muy probable que en el momento en que me disponga frente a la computadora, Jana, mi gata, venga a reclamar su dosis de cariño. Entonces, se vuelve ineludible auparla, acariciarla un rato, aceptar el amasado de sus garras cuidadosas y esperar a que se considere satisfecha y se vaya.
¿Con qué frecuencia escribís?
No hay frecuencia, últimamente. No puedo establecer ya un lapso entre un momento de escritura y otro. Sucede como una contingencia, un hecho fortuito, casi un milagro. No me gusta que sea así pero así está siendo por estos días.
Siempre escribiste narrativa, ¿cómo se da tu llegada a la poesía?
Cuando me preguntaban si escribía poesía, yo decía que sí pero que era como cantar en la ducha; un acto de intimidad, algo privado. El año pasado, en esa búsqueda que no cesa, comencé un taller de poesía con Mariana Kruk. Empezaron a aparecer poemas nuevos pero también trabajamos mucho sobre los ya escritos, desde hace diez años hasta ahora. Tuve muy buena devolución de esos poemas “viejos”, entonces, me di cuenta de que yo no había llegado a la poesía, como pensaba hasta ese momento, sino que ya estaba ahí. Que sólo hacía falta que alguien echara luz para ver el espacio. Ese taller y Mariana tuvieron ese rol iluminador y yo estoy muy agradecida por eso.
¿De qué temas te nutriste para escribir las poesías que aparecen en tu libro En el hueco que queda?
Son imágenes que van apareciendo. Pueden ser de la vida cotidiana, o reacciones ante sucesos que ocurren. Las tormentas, la lluvia, el silencio, las palabras, los huecos, los recovecos, las ansias, son temas recurrentes en los poemas.
¿Por qué decidiste ponerle ese nombre?
Es un verso de uno de los poemas pero representa a todo el libro. Siempre queda un hueco: por algo que no está, que falta, que nunca estuvo, que se busca, un deseo. Entonces, el lenguaje aparece para nombrar eso que no está, para llenar ese hueco pero tampoco lo logra del todo.
¿Cómo fue el proceso de selección de los poemas que aparecen en el libro?
Al principio creí que había elegido los poemas más trabajados, los más consistentes, los que más me gustaban o aquellos en los que más se escuchaba mi voz. Pero ninguna elección es inocente. Una vez que estuvo armado me di cuenta de que el libro no responde ni escapa a otra cosa que no sea la búsqueda que llevo a cabo desde el primer momento. Lo que no está, lo que no se sabe, lo que queda por fuera de lo predecible, lo racional, lo que se busca, lo que interroga.
¿Cuál es tu poema preferido del libro?
Son muchos. Sólo por elegir uno diré que Animal.
¿Cuál fue tu experiencia con el taller virtual que da la poeta Mariana Kruk?
Es un espacio imprescindible. Empecé el taller como parte de esa búsqueda, quería encontrar lo poético en mi escritura. Con el paso de los meses, fue convirtiéndose en un refugio, un abrazo. Es increíble que un espacio virtual tenga la capacidad de alivianar el peso de los días, de una realidad difícil y agobiante. Más que virtual es un espacio virtuoso.
¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con Halley Ediciones?
Cuando yo empecé el taller con Mariana Kruk, mi intención era recorrer un camino experimental con la poesía, quería nutrirme de ella. Jamás me imaginé (ni en mis delirios más pretenciosos) escribir un poemario. A medida que avanzamos en el trabajo, fue surgiendo un material sólido. La editorial Halley no recibe pedidos, ellos son quienes invitan a los autores a publicar. Un día llegó esa invitación y fue un honor y una alegría inmensos.
¿Qué libros o autores de poesía recomendarías?
Olga Orozco, Glauce Baldovin, Jorge Boccanera, Julieta Lopérgolo, Eduardo Lalo, Idea Vilariño, Pamela Terlizzi Prina, Mariana Kruk, Raúl Delgado, Macarena Trigo, todos los autores de Halley Ediciones. Me estoy quedando corta, podría mencionar a muchos más.
¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Sigo escribiendo poesía.
Hace un año y medio que estoy empezando una novela. La empiezo y la vuelvo a empezar. Ya no sé si es una búsqueda o una trampa.
También estoy revisando algunos cuentos escritos.
Continúo con los talleres literarios en Haedo y seguimos coordinando con Fernando Veríssimo, el ciclo Crudo & Cocido.
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