lunes, 13 de agosto de 2018

Leticia Martin: “Me gusta imaginar resultados delirantes a planteos actuales que considero hipócritas, falsos o ambiguos.”





La escritora Leticia Martin habló con Entre Vidas acerca de su novela Estrógenos publicada por editorial Galerna y de su flamante Qeja Ediciones con la que próximamente publicarán un libro que reúne toda la poesía escrita de Luciano Lutereau a la fecha.




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
No soy de armar escena literaria, al contrario. Desacralizo el acto. Tomo mate, a veces escribo mientras almuerzo, a veces antes de irme a mi casa, cuando quedo sola en la oficina, o cuando me desvelo. También me di cuenta que me miro las manos en el teclado, y las uñas, así que a veces me distraigo con una lima o un esmalte. Y después vuelvo, más prolija, de nuevo a lo mío. Es como una válvula de escape inconsciente. Soy lo menos ordenada en relación a rutinas de escritura, suelo dejar libros tirados por la mesa, por ahí, por la casa, en el trabajo, en las mochila… Eso sí, necesito la energía condensada en otros libros cerca, leer un poco antes de ponerme o solo estar cerca, olerlos. También he descubierto que necesito tener un mínimo orden en la casa, como la cena marchando o el lavarropas en funcionamiento. Como si escribir siempre tuviera que suceder mientras otras cosas avanzan.

¿Con qué frecuencia escribís?
Escribo a diario. Si no es un cuento, es un capítulo de una novela, mails con comentarios a autores que edito, un poema, las respuestas de entrevista como esta, un prólogo, una presentación, una contratapa, la lectura que hice de un libro, alguna nota, algo. Para mí todo es escritura y si bien algunas de esas materialidades fluye más que otras, todas se están retroalimentando y hasta, algunas veces, conversan.

¿Cuál fue la imagen disparadora que dio inicio a la historia de tu novela Estrógenos?
Tenía en la retina el dibujo de una fila de hombres embarazados con una bandejita de casa de comidas rápidas entre las manos. Esperaban algo, no sabía qué. Eso que terminó en la escena de la sala de detención de paternidades gestantes que por decreto instalaran los Continuistas en un sanatorio tomado, luego de declarar el Estado de Sitio. Esa imagen y algunas otras de maltrato laboral que sufrí embarazada, y quería tomar y tergiversar apenas para la ficción.

¿Por qué decidiste ponerle ese nombre?
El nombre es un poco de Nicolás Mavrakis. Una tarde estábamos conversando con Juan Terranova y él acerca de mi novela y yo tenía una lista de nombres bastante baratos, porque no terminaba de decidirme. Ahora solo recuerdo uno que se me imponía, que era: “Parto peneano”, algo bastante obvio. También había algunos más feos, como “Euramérica”. Entonces Nicolás dijo esa palabra, que está un poco a lo largo de toda la novela, y desde el comienzo, cuando Martín, el protagonista, se inyecta comienza a inyectarse Estrógenos para feminizar su organismo y poder adaptar su fisiología a la gestación inminente. En esa época yo estaba leyendo y discutiendo con Testo Yonki de Paul Beatriz Preciado, que es un diario de reflexiones y anotaciones acerca de cómo va cambiando su cuerpo en la medida que ella se inyecta Testosterona para masculinizarse. Creo que linkear eso funcionó como un sí rotundo a la sugerencia de Nicolás y así quedó bautizada la novela. 

¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con la editorial Galerna?
Fue de verdad resultado de una impertinencia. Recuerdo que había ido como lectora a la Feria del Libro y que estaba en la presentación de tres títulos de esa editorial, en una de las salas del primer piso. Entonces pensé en acercarme a Gonzalo Garcés, que oficiaba de editor y presentador de esos títulos. Durante toda la tarde armé una pregunta para él. Cuando pude acercarme ya estábamos en la escalera mecánica, bajando hacia el ingreso del predio Ferial de Palermo. Duró dos minutos el intercambio, pero escuché la respuesta que esperaba. “Imprimí el material y dejámelo a Galerna”, dijo él. Eso hice. Al poco tiempo Garcés me contactó para preguntarme si la novela estaba comprometida en algún concurso. Le conté que sí, que estaba en tres. Y le pedí que esperáramos el veredicto. Pero él me respondió con una frase muy graciosa: “Vos querés salir a escondidas con tu amante y tener la cena servida al volver. Y eso no puede pasar. Vas a tener que decidirte”. Así que bajé Estrógenos de los tres concursos y dejé que el editor trabajara. Fue un gesto de confianza en Galerna y en él. Lo que vino fue muy bueno. Sobre todo por las diversas lecturas y mails comentando la novela, que recibí de muchas personas.

Para el que todavía no leyó la novela, ¿con qué se va a encontrar?
Hombres y mujeres disciplinados al punto de no poder escapar a la realidad de un futuro distópico donde los sectores Continuistas se han impuesto a los sectores Extincionistas, obligando a los hombres a engendrar y continuar sus embarazos hasta el término; para salvar a la humanidad. Una extraña forma de dialogar con la realidad tangible de nuestro país y nuestro mundo, pero dentro de una lógica ficcional propia. 

¿Qué repercusiones tuviste respecto de los lectores de la novela?
Muchas preguntas, muchos cuestionamientos, algunos comentarios de personas molestas, lecturas que afirman cosas que no quise decir, intenciones de hacer una serie y una película. No creo que haya mucho más que pedir a cambio de lo que escribimos y echamos a rodar por el mundo.

¿De qué tema que todavía no escribiste tenés pensado hacerlo próximamente?
Acabo de terminar una novela muy distinta a Estrógenos, que titulé: La transición y que está buscando su destino. Fue un intento de ir a otro género, de ponerme en una situación de escritura distinta y no segura. Quizá pronto pueda ponerme a escribir otros futuros próximos. Me gusta imaginar resultados delirantes a planteos actuales que considero hipócritas, falsos o ambiguos. Creo que en ese juego se corren velos que en lo cotidiano no siempre es fácil identificar.

¿Cómo surge Qeja Ediciones?
Como respuesta al amor y a la confianza, como segunda oportunidad, como inquietud por lo que hay detrás, arriba, adentro y al dorso de los libros, para luchar contra el miedo a decir lo que no parece posible decir en democracia, para quitarle entidad a nuestros empleos, para evitar la mezquindad y el individualismo que parecen haber inyectado en nuestro adn, para no ser razonables, porque hay crisis y todavía tenemos de todo, porque podemos pensar y poner las manos en la masa, porque ahorrar en dólares es triste en un país endeudado a cien años, porque creemos en lo que escribimos y en los que escriben, porque hay historias que merecen ser leídas y porque apagamos la tele y luchamos contra la neurosis obsesiva de universitario de clase media que en el fondo seguimos siendo.

¿Por qué decidieron ponerle ese nombre a la editorial?
Esa es una pregunta que debería responder Nazareno Petrone. Él cuenta muy bien el relato de la noche en que surgió el nombre de la editorial, en el barrio de San Telmo. Me encanta escucharlo. Pero intento una reflexión. Quejarse es argentino. Ni siquiera es protestar, o hacer valer derechos. Quejarse es andar rumiando por lo bajo, algo que en el fondo no cambia la realidad, no permite oponerse de lleno, no te empuja a tomar la palabra. Y en el fondo todos somos, un poco, ese gesto horrible. ¿Qué mejor que ponerse una foto de lo que no queremos ser como motivo y motor? Cada libro que sale de imprenta, después de un arduo trabajo y esfuerzo, es un triunfo de lo escrito por sobre lo balbuceado en forma de queja. Una forma de extirpar lo que no. Algo así.

¿Qué libros publicaron y cuáles son los que van a estar publicando próximamente?
El próximo libro reúne toda la poesía escrita de Luciano Lutereau a la fecha, quien además declaró que ya no va a escribir poesía nunca más (cosa que no le creemos). Se llama: No quiero ser tu amigo” y reúne los títulos: Todos contentos, Forever juntos y Cumbia nena. También van a salir dos poemarios antes de fin de año: uno de Nazareno Petrone y otro mío. En marzo si el país sigue funcionando, publicaremos el primer título de la colección de ensayos. Estamos trabajando en la edición con Daniel Mundo y no puedo más de contenta con el material que nos acercó y el trabajo distendido que estamos haciendo. Nos quedan varias cenas y vinos por delante.

¿Cuál es criterio de selección de los libros que publican?
Está llegando muchísimo material y es muy difícil construir ese criterio. Nos importa mucho que el autor no confunda nuestro trabajo con el de una empresa, que el trato sea constructivo para ambos, y estar sumando valor al campo cultural. Nos interesa que el autor sepa que nos importa hacer crecer su material, incorporar distintas voces a la editorial, apuntar al federalismo, pensar el futuro digital del libro, saltar a los intermediarios y no fundirnos en el intento.

¿Qué libros de los que hayas leído últimamente recomendarías?
El interior afuera, de María Lobo.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Tengo un hermoso proyecto en mente que es aprender a decir “no” y concentrar toda mi energía en las cosas que valen mucho la pena: afectos, libros, alumnos y escuchar música.





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