lunes, 28 de octubre de 2019

Agustina Amabile: “Últimamente escribo más sobre la naturaleza y mi relación con ella”





La escritora Agustina Amabile habló con Entre Vidas de su libro Casa Mandarina publicado por el sello hermano de Caleta Olivia llamado Rangún y contó que al poco tiempo de enviarles el materiales recibió la respuesta para poder editar con ellos.  Además, la autora señaló que mientras sigue escribiendo tiene ganas de empezar a gestionar lecturas y ciclos.




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir? 
No creo tener un ritual previo, el ritual se manifiesta en el mismo momento en el que escribo. La escritura me toma casi por asalto. Es un impulso que no entiende mucho de formas, así que me toman las ganas y las ideas, esté donde esté: En el trabajo, en el colectivo o andando en bicicleta. Hace ya unos años que escribo en un bloc de notas en el celular, ya que no puedo deshacerme de él, al menos intento que sirva a la urgencia que también requiere la inmediatez de los momentos creativos.

¿Con qué frecuencia escribís?
Semanal diría, acercándome a un “casi todos los días”. Depende de la época, también puede pasar que escriba en varios momentos de un mismo día.

¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
Creo que fue un lenguaje o un formato que mi expresividad encontró desde muy chica. No sé si me fue inculcado. Mi papá era un gran orador y escribía, aunque recién de grande me encontré con algunas pocas cosas escritas. Mi abuela creo que fue la que prestó atención y sobre todo que gestionó esta característica mía y la nombró como parte identitaria de mi personalidad. Mis profesoras de lengua y literatura  en primaria y secundaria fueron también impulsoras de ese desarrollo en mí. 

¿Por qué decidiste que tu libro de poesía se llamara Casa Mandarina?
Durante muchos años no escribí hasta que arranqué a hacerlo de nuevo sin proponérmelo y pensé en: qué contuvo, como cuenco o hilo conductor, lo escrito en esos últimos años, la respuesta coincidía con mi llegada a la Casa Mandarina, que es mi casa, donde vivo y he compartido con varias amistades. Con el paso del tiempo se va cargando, cada vez, de más de sentido.

¿Cómo fue el proceso de selección de los poemas que aparecen en el libro?
Originalmente eran el doble de poemas, los fui trabajando uno por uno con mi gran amiga, maestra y correctora Josefina Infante con quien hicimos un trabajo de meses mientras me iba haciendo cargo de la idea de que serían parte de un libro, mi primer libro.

¿Cuál es tu poema preferido del libro y cuál es el que destacan los lectores?
Me es difícil pensar en alguno como preferido, creo que lo que me sucede es que a medida que pasa el tiempo, esa selección en mí continúa y voy prefiriendo menos que más. De los 20 que son, me quedaría con cuatro o cinco; entre ellos podría decir el 18: “voy a correr, tan rápido. No me vas a alcanzar”, siento que escribí exactamente lo que intenté decir, pero con respecto a los poemas que destacan las personas que lo leen, siempre es diverso, hay un par que se repiten, pero después me han sorprendido algunas elecciones que han hecho. Eso es algo que me tranquiliza.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Rangún?
Decidí (en un rapto de valentía) enviar mi material a alguna editorial, Caleta estaba primera en mi lista. Los contacté por Instagram, les dije que tenía un material y si podía enviárselos, me pasaron un mail y les envié un word. Me contestaron enseguida, para mi sorpresa, con el mismo word con algunas anotaciones y así intercambiamos un par de mails más, hasta que tuve que preguntar: “Disculpen, no me queda claro, ¿esto significa que van a publicarlo?” a lo que me respondieron “Claro, Agustina, ya estamos trabajando en ello”. Y así fue que luego firmamos contrato bajo su sello hermano Rangún, y dimos comienzo a esta aventura a pesar del nefasto momento coyuntural que venimos padeciendo en estos 4 años.

¿De qué temas se nutre tu escritura?
De mi vasto mundo emocional; de mis experiencias. Últimamente escribo más sobre la naturaleza y mi relación con ella, sobre lo que no entiendo ni puedo explicar pero necesito expresar o sobre lo que creo entender por un minúsculo momento. En resumen, sobre mi necesidad de poner en palabras lo que me atraviesa.

¿De qué temas que aún no escribiste te gustaría hacerlo en un futuro?
No sé si tengo un tema que quisiera alcanzar. Me conformo con no abandonar este lenguaje que tan vital me es. Me gustaría que sea proporcional y fiel a mi proceso en la vida y no pretender, nunca, escribir lo que no me sea imperioso.

¿Qué libros de poesía o autores recomendarías?
Estoy en proceso de aprendizaje, no he leído hasta ahora tanto como me gustaría. Creo que hice a la inversa, empecé a escribir antes de saber cómo hacerlo. Así que ahora estoy en esa búsqueda, conociendo. De lo contemporáneo, a mí me gusta mucho cómo escribe Marianela Márquez y su libro “Diario de cefalea” editado por Caleta Olivia; Alejandro Güerri, en el “Pez que nada” editado por Añosluz. Y de mis coterráneos, Vicente Luy con su locura y honestidad.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Soy recién llegada a este circuito. Me voy encontrado con personas muy lindas con quienes intercambiamos nuestros libros y también vamos generando vínculos amistosos. Participo de lecturas a las que me van invitando y allí disfruto, más allá de los nervios, que de a poco se van aplacando.
Actualmente estamos organizando una Lectura de poesía con Luis Mey en su librería “Suerte Maldita” para el 23 de noviembre. Y creo que se trata de eso: Conocer y compartir unos mates, una birra o una simple charla, en donde el libro solo ofició de entrada en esta gran mesa.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
En principio, sigo escribiendo. Tengo varios proyectos en mente. En cuanto a la poesía, estoy pensando en gestionar lecturas y ciclos, en Córdoba trabajé muchos años en gestión cultural pero en la organización de eventos musicales, ahora me gustaría retomar mi beta organizativa pero en esta área. Después, hay muchas ideas que van circulando en conjunto con mis amistades, como realizar algún podcast que integre nuestros intereses, como el yoga, la bioenergética, la escritura, etc. Todas estas disciplinas con las que me fui encontrando fueron sin duda semilla, germinaron las raíces de Casa Mandarina, que en definitiva fue un viaje al interior de mi propia tierra.



sábado, 26 de octubre de 2019

Jorgelina Etze: “El libro, en cada cuento, transita el tema de la soledad”





La escritora Jorgelina Etze habló con Entre Vidas de su libro de cuentos Tantas Soledades publicado por la Editorial Luvina y contó que existen tantas soledades como personas. Además, adelantó que está trabajando en una serie de novelas de aventuras que tienen que ver con los piratas.




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Varios. Pero no por un tema de superstición. Lo que pasa es que tengo que estar sola. Me es imposible escribir si hay gente dando vueltas. Así que tengo que esperar a que se haga de noche y que mi hija esté dormida.  Entonces leo algo, me preparo un té, pongo música. Todo  para desconectar de la rutina y conectar con el texto.  Eso sí: escucho música sólo si estoy escribiendo algo nuevo. En la etapa de corrección no escucho música porque detecté que el ritmo que escucho condiciona mi puntuación. 

¿Con qué frecuencia escribís?
Te diría que todos los días. No con la misma intensidad, claro. Los días que aparece algo, esos días que  entro en fase maníaca, puedo escribir un montón. Otros  apenas sale una letra.  Eso no quiere decir que todos los días escribo algo que valga la pena. Hay mucho descarte.  Y también mucha maceración. Mucho escribir, guardar. Rescatar algo viejo, reflotar, darle una vuelta, actualizar.  A veces no escribo, pero corrijo. Y eso también es escribir. 

¿Cómo fue el proceso de selección de los cuentos que aparecen en tu libro Tantas Soledades?
Te diría que fue casi sin pensarlo, medio de casualidad. Un día, buscando un cuento para un concurso, abrí una carpeta de cuentos inéditos. Viste que en los concursos piden  determinadas características: que tenga tal extensión, o que trate  de tal tema. En fin: leyendo los cuentos  para seleccionar el adecuado, me di cuenta de que tenían un tema en común. Todos, de alguna manera, tocaban el tema de la soledad. Y ahí sentí que, sin que yo me diera cuenta,  se había  armado un libro. Los cuentos fueron  escritos en distintas épocas, algunos en el 2007, otros  en el 2018 y muchos en el medio de esos años. Y en ese tiempo pasaron, y me pasaron, muchas cosas. Sin embargo, en todo ese tiempo, la temática de la soledad apareció una y otra vez. Y los cuentos mantuvieron su vigencia. Creo que durante ese tiempo, en realidad, el libro se escribió solo.  Y lo descubrí cuando los leía buscando otra cosa.

¿Por qué decidiste ponerle ese nombre al libro?
Bueno, tiene que ver un poco con lo que te decía antes. El libro, en cada cuento, transita el tema de la soledad. Pero siempre de distintos modos. Encontré soledades de todo tipo. Y vi que existen tantas soledades como personas. Ese título era muy largo. Insoportable, casi. Así que lo corté. Tantas soledades me pareció mejor. 

¿Cuál es el cuento que más te gusta y cuál es el favorito de los lectores?
Uh. Qué difícil. No sé cuál es el que más me gusta. Todos tienen algo que me llama. Supongo que por eso los escribí. Depende del momento, creo. “Café solo”, me gusta mucho. “La otra”, también. Pero todos me gustan. Si  no me gustan a mí…  Jajaja.  Con respecto a los lectores, es gracioso lo que pasa. ¿Viste ese dicho que dice “A cada chancho le llega su San Martín”? Bueno: yo creo que a cada lector le llega su cuento. Porque me ha pasado, por ejemplo, que alguien me diga el que menos me gustó es tal cuento y después, encontrarme con alguien que me dice que el que más le gustó es el que el otro lector no había disfrutado tanto.   Si tuviera que hacer un ranking, “Desamor” gusta mucho. Y “ Ojos muertos”, también.

¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con la Editorial Luvina?
Bueno, yo conozco a Claudia Cortalezzi hace muchos años. Me la encontré de casualidad el día de la presentación de Un café en Buenos Aires, el último libro de Pablo Di Marco, y ese día me contó que estaba encarando un proyecto editorial. Me dio mucha alegría. Siempre es una buena noticia cuando nace una editorial. Yo tenía guardado mi manuscrito hacía tiempo: había sufrido algunos reveces editoriales y estaba casi decidida a no publicar. Porque no es la negativa lo que  bajonea: algunos editores me dijeron que no, con razones muy válidas, y está todo bien. Pero cuando te ignoran o, peor, cuando la respuesta linda con la falta de respeto, uno no la pasa bien. Bueno, así venía la cosa. Entonces, unos días después de ver a Claudia, se me ocurrió preguntarle si estaban recibiendo manuscritos. Me copaba la idea de publicar con ella, porque la conozco y sé cómo trabaja. Y además sabía que, si no le gustaba el libro, me lo iba a decir. Por suerte me dijo que sí, que se lo mandara. Y  después todo fluyó.       
A Fabián lo conocí cuando nos reunimos la primera vez. Entre los dos son un equipo formidable. Cálidos, abiertos, generosos. Fue, y sigue siendo, un placer trabajar con ellos.

¿Qué sugerencias recibiste de los editores Claudia Cortalezzi y Fabián Rossini que consideres fueron fundamentales?
La verdad es que el libro no requirió demasiado trabajo. Los cuentos ya estaban muy trabajados. Yo, mucho tiempo, hice taller con Marcelo di Marco y con Laura Massolo. En ambos talleres se trabaja con mucha rigurosidad, así que el material estaba bastante pulido.  Claudia y Fabián, de todos modos, hicieron un exhaustivo trabajo de revisión y sugirieron algunos muy acertados cambios. Luvina  hace trabajo editorial y de corrección y trabaja de cerca con el autor. Y creo que eso se nota cuando el libro está terminado. Tal vez haya algún error en el libro —seguro que lo hay—, pero gracias al trabajo que hicieron conmigo, yo no lo encontré. Y eso que soy muy obsesiva.     

¿De qué temas se nutre tu escritura?
Hay algunos temas que me obsesionan: la muerte, el primero. Ese lo exploré mucho en mi primer libro de cuentos, No hay una sola forma de morir.  Luego siempre aparece la soledad —obviamente—,  la maternidad,  la religión. Por ahí va la cosa.  Pero creo, no estoy muy segura, que en realidad mi escritura se nutre de preguntas.   Creo que la búsqueda es entender lo que le pasa al otro. ¿Cómo será ser una mujer víctima de trata? Y ahí, buscando esa respuesta, sale un cuento. ¿Cómo será estar en coma? Y ahí sale otro cuento.   

¿De qué tema todavía no escribiste pero te gustaría hacerlo en un futuro?
Si bien en este libro no se ve, me interesa mucho lo sobrenatural. Es posible que en el futuro aborde algo que tiene que ver con eso. No sé. 

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Actualmente, igual que los últimos diez años, estoy trabajando en una serie de novelas de aventuras.  Es un proyecto que tuvo muchas idas y vueltas,  pero que ahora parece haber encontrado su camino. Es una historia de piratas ¡Sí! ¡Piratas! Una saga de tres novelas que me hacen pasar grandes momentos mientras las escribo y las corrijo. Ojalá, pronto, las pueda publicar.   



lunes, 14 de octubre de 2019

Silvina Gruppo: “A la escritura hay que darle lugar para que ocurra”


PH Bruno Szister


La escritora Silvina Gruppo acaba de publicar el libro Oeste a través de la Editorial Conejos y le contó a Entre Vidas acerca del proceso de escritura de la novela. Además, la autora señaló que los lectores se van a encontrar con una historia pequeña, doméstica que, a partir de detalles, narra el patriarcado que las generaciones que anteceden toleraron sin darse cuenta.



¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
El gran ritual es entender que lleva tiempo, que hay que hacerle lugar entre los otros trabajos, entre las lecturas, el análisis, las cuentas, las amistades y la vida familiar. Si estoy con un proyecto en marcha, me agendo tiempos que sean tan respetados como, por ejemplo, las horas de clase. A la escritura hay que darle lugar para que ocurra.

¿Con qué frecuencia escribís?
Tengo dos momentos muy diferentes. Hay etapas en las que tomo apuntes, notas, esbozos de escenas, ambientes, detalles de personajes. Eso es desprolijo y me puede llevar meses, me asaltan ideas en cualquier lado, saco una libreta y escribo lo que voy a querer escribir en otro momento. Cuando ya estoy muy metida en ese mundo, empieza la escritura propiamente dicha y la reescritura.  Ahí necesito más disciplina. En esa etapa escribo todos los días, al menos una hora.

¿Cuál fue la imagen disparadora que dio inicio a la historia de tu novela Oeste?
Hace unos años, en una exposición tuve una charla con Marcela D´Alessandro, una artista amiga. Me contó algo personal y pasaban los días y yo no me lo podía sacar de la cabeza. Tengo que escribir sobre esto, pensé. De esa charla saqué el germen de una imagen que fui transformando y que aparece al final de la novela. Quería narrarla, pero cuando trataba de escribirla tenía que contar primero otra cosa y otra cosa más. Así me di cuenta de que tenía una novela entre manos. Esa imagen insistía, era lo que le daba dirección al texto. Cuando por fin la pude escribir, había llegado al final. También en ese momento surgió el título: Oeste, que funciona más como una metáfora temporal que como un dato espacial.

¿Cómo trabajaste la construcción del personaje principal?
Elsa es una mujer de ochentalargos. Es un personaje ficticio que está construido como un collage de todas las mujeres de mi vida, sobre todo de las mayores. Las frases y las anécdotas de mis mujeres resuenan en el relato de la vida de Elsa transformadas en otra cosa. Cuando terminé de escribir la novela me junté con Beatriz Rivera Otero, una médica gerontóloga prima de mi abuela, y tuvimos una entrevista muy larga en el patio de un geriátrico. Le conté oralmente toda la novela y ella me escuchó hablar como si le estuviera contando un caso clínico. Eso me ayudó a ajustar algunos detalles del personaje y de la historia.

¿Por qué decidiste alternar el narrador en cada capítulo?
Empecé a escribir la novela en una tercera persona focalizada. El narrador hablaba de Elsa, pero muy pegado a sus palabras y a su perspectiva. En un momento pensé cómo contar a su vez una memoria que, probablemente, Elsa tuviera difusa, cómo mostrar la opresión, cómo narrar a un personaje que habría sido más pronunciado por los mandatos de los demás que por ella en primera persona. Y ahí apareció esta voz en segunda que podría ser el pasado mismo, una especie de voz de la conciencia y una fuerza imperativa que, en lugar de hablar sobre Elsa, le habla a ella. El narrador en tercera cuenta más el presente; el narrador en segunda le insiste al personaje para que vuelva sobre un pasado, para que haga, para que deje de hacer.

¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con la Editorial Conejos?
Hace muchos años que leo literatura argentina contemporánea, sigo de cerca la producción de los autores y también me fui familiarizando con los perfiles de las editoriales. Siempre supe que quería que mi primera novela se publicara en una editorial independiente, porque no trabajan con la urgencia del mercado: cuidan los libros que publican y los acompañan en el tiempo. Hice una lista de editoriales y Conejos fue una de mis favoritas. La conocí primero como lectora. Algunos de sus libros me gustaron tanto que los propuse en las clases que doy, o escribí reseñas, o entrevisté a sus autores. Editorial Conejos me interesaba, además, porque no camina sola, une fuerzas con otros sellos independientes en un colectivo que se llama La Coop, tienen una librería en el barrio de Almagro y se ocupan de la distribución y también llevan los libros a distintas ferias nacionales e internacionales.  Les mandé el manuscrito y cuando me respondieron que mi novela les interesaba para su catálogo me dio mucho orgullo, estaba segura de que era una buena decisión publicar con ellos.

¿Qué repercusiones estás teniendo de los lectores?
Salió de imprenta hace muy poquito, así que esto de recibir devoluciones es una novedad que me llena de alegría y me demuestra que el texto ya no me pertenece, muta en cada lectura. Parece que mi personaje les recuerda cosas de sus madres o abuelas. Alguien me dijo que ahora recordaba a Elsa como una persona que hubiera conocido y no como un personaje. 

Para el que todavía no leyó el libro, ¿con qué se va a encontrar?
Se van a encontrar con una historia pequeña, doméstica que, a partir de detalles, narra el patriarcado que las generaciones que nos anteceden toleraron sin darse cuenta.

¿Qué libros de los que hayas leído últimamente recomendarías?
De los últimos libros que leí recomiendo fervientemente La ruta de los hospitales (Alfaguara), de Gloria Peirano, para lectores sensibles al trabajo con el lenguaje y el cruce de perspectivas. Dos sherpas (Entropía) de Sebastián Martínez Daniell me maravilló por el desajuste entre el tiempo de la historia y el tiempo del relato y, además, logra que algo absolutamente ajeno como el Himalaya, se nos vuelva algo propio. Bicho taladro (Paisanita Editora), de María Insúa, además de ser una de las primeras novelas argentinas escritas en lenguaje no binario, crea un mundo roto con una narrativa que también se arma desde las astillas. Póker (Editorial Conejos), de Sergio Dubcovsky, construye la explosión de un personaje contenido, moderado. Historia de Roque Rey (Eterna Cadencia), de Ricardo Romero, crea un personaje con su historia y prehistoria, es un mundo completo que se cierra sobre sí mismo. De este lado del charco (Editorial Conejos) y Una nena muy blanca (Emecé), de Mariana Komiseroff son novelas muy potentes que, sin panfletos, abordan la lucha de clases y los temas urgentes de la lucha feminista.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy en el momento caótico de tomar apuntes para lo que será, muy probablemente, una nueva novela.




Denise Griffith: “La carencia nos mueve”


PH Juan Manuel Pato

La escritora Denise Griffith habló con Entre Vidas acerca de su nuevo libro de poesía llamado Carencia, publicado por la editorial Liberoamérica y contó que tiene intenciones de escribir temas más sociales en forma de narrativa.




¿Por qué decidiste que tu libro de poesía se llamara Carencia?
Es un título fuerte, yo agarraría un libro con ese nombre si lo viese en una feria. Había pensado otros, pero me di cuenta de que no reflejaban las sensaciones de los poemas. Varias personas habían utilizado la palabra “carencia” para definir otros escritos míos y la pensé apropiada para este. Además, puede entenderse de dos modos. Por un lado, está el aspecto más frecuente, que es aquello que nos falta por el costado emocional, afectivo. Pero para mí al mismo tiempo tiene que ver con cómo vivimos la escritura y el lenguaje. La carencia nos mueve. Puedo decir que sigo escribiendo porque nunca me alcanza con lo que ya plasmé, necesito abarcar la esencia de lo que soy con lo escrito y el no lograrlo, esta imposibilidad, me motiva. Eso es hermoso.

¿Cómo fue el proceso de selección de los poemas que aparecen en el libro?
Fue un proceso que duró poco más de un año y, si bien tenía mucho más escrito, quise que quedara lo que realmente reflejaba mi estilo y me diferenciaba.

¿Cuál es tu poema preferido del libro?
Mi poema preferido es aquel que va dedicado a mi abuela difunta, a mi abuela Luisa. Ella me contaba cuentos cuando era muy chiquita y de alguna manera me inculcó el amor por la ficción. Creo que si viese todo lo que estuve publicando y haciendo luego de que falleciera, estaría orgullosa. Nos amaba tanto a mi familia y a mí…

¿Qué diferencias notás en vos como escritora entre este libro y el anterior Antojos de desorden?
Antojos de desorden se escribió bastante rápido. Este fue un largo proceso y, al ser el segundo, ya con cierta exigencia. Creo que con el primer libro tenemos la excusa de que si hay algo que no está bien logrado, sigue siendo el primero y le tenemos compasión y cariño. Con el segundo ya es otro tema. Además, al depender de mi propia mirada como autora y editora traté de ser más exigente. Muchas veces cuando ya tenemos la aprobación de un editore dejamos de preocuparnos. En este caso, lo consulté con mi colega Lucía Bima y ella me dio el visto bueno pero sigue sin ser lo mismo que si hubiese enviado un manuscrito a una editorial que no me conoce. Fue un acto de confianza en el escrito y en mi esfuerzo. Una suerte de amor propio, algo que también expresan estos poemas en su temática.

¿Qué podés contar de la presentación que hiciste en Café La Noire?
Vino mucha más gente de la que esperaba, aparte más que a la presentación de mi primer libro. Fue un momento fuerte, sobre todo porque lo que escribí es así y abrirse, poner el cuerpo, es difícil. Por suerte me encontré ante un público que al final me hizo llegar sus impresiones y por lo visto captó mi mensaje incluso desde su propia experiencia. Fue mucho amor condensado y quedé tan impresionada que esa noche me dormí a las cuatro de la mañana.

¿De qué temas que aún no escribiste te gustaría hacerlo en un futuro?
Temas más sociales en forma de narrativa. A  lo mejor con un toque surrealista.

¿Cómo ves el momento editorial actual?
Lo veo súper complicado tanto para los autores como para los editores. Soy nueva en el oficio pero me puedo imaginar que editar libros hace cinco años era otra cosa. Por el lado de los autores, sé que les está costando conseguir editorial para sus escritos. La mayoría de las editoriales ante la suba desmedida del dólar, postergan.

Además de escribir poesía, lees una gran cantidad de libros para reseñar. ¿Cuáles recomendarías de los que leíste este año?
Reverdecer de Sol Arri (Niña Pez) y Cándida fatal de Daniela Giorgetta (Caleta Olivia). Ambos de poesía muy sentida con la que en lo personal me conecté desde mi sensibilidad.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy trabajando en varios a la vez y es difícil saber cuál vendrá primero.



domingo, 13 de octubre de 2019

Esteban Rauch: “Cuando no escribo pienso en que debería estar escribiendo”






El escritor Esteban Rauch habló con Entre Vidas de su novela La sonrisa de la traición publicada por Azul Francia Editorial y contó que en algún momento le gustaría escribir teatro.





¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Escribo para escaparme, por lo que no importa mucho lo que haga antes, sino sentarme y escribir. De todas formas, me gusta respetar ese tiempo que tengo conmigo mismo, preparo café, leo algo antes de arrancar.

¿Con qué frecuencia escribís?
Depende de en que esté trabajando: el último año fui muy dedicado con un proyecto en particular. Como mi otro trabajo era por las tardes, por lo general me levantaba a la mañana, iba a la biblioteca o a algún café a trabajar en ese texto. No fue una práctica diaria pero casi. Después hay meses en los que, por razones laborales o de otra naturaleza, se complica, pero la necesidad de escribir está. Cuando no escribo pienso en que debería estar escribiendo.

¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
Tuve profesores, tanto en la primaria como en la secundaria, que incentivaron este afán no sólo de leer sino también de escribir. A ellos les tengo mucho cariño.

¿Cuál fue la imagen disparadora que da inicio a la historia de tu novela “La sonrisa de la traición”?
La sonrisa tenía un prólogo de ficción: una suerte de fábula relatada dentro del mundo de la abogacía, donde el fútbol jugaba un papel tan importante como el Derecho mismo, y donde un joven aspirante pasaba de ser entrevistado a jugador efectivo del estudio jurídico. En base a eso surgieron una serie de personajes que transitaban ese ambiente laboral, y algunos de ellos son los que ahora están en la novela. El prólogo, no publicado en esta edición, quedó guardado en algún lugar de la Nube.

¿Por qué le pusiste ese nombre?
Estaba entre La sonrisa y otro título que hacía más referencia al relato coral de la novela. Lo consulté con algunos amigos y La sonrisa pareció ser el más adecuado. Además, representa cierta fuerza de uno de los personajes a quien más me interesó desarrollar a lo largo de la novela.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Azul Francia Editorial?
Terminé de escribir La sonrisa en el 2016. La envié a algunos concursos de novela corta -debido a su extensión- sin pena ni gloria. A principios de este año me contacté con Francisca Mauas, editora de Azul Francia, quien estaba publicando autores que conozco y respeto, y quien también me comentó el interés de publicarla. Fue un desafío, ya habían pasado un par de años desde que la había terminado, pero al final, luego de releerla, encontré cosas nuevas que me incentivaron a publicarla, y la confianza en la editorial jugó un papel importante. Es una editorial que apuesta por la literatura contemporánea local, publica autores noveles, se la juega, eso me gusta.

¿Qué repercusiones tuviste de los lectores de la novela?
Me hicieron saber que no era la lectura a la que estaban acostumbrados, pero que, una vez llegados a la segunda parte de la novela (la misma se divide en tres), entendieron por dónde iba la mano, pero no hacia dónde, lo que hace que la tercera parte sea bella, o al menos sorpresiva.

¿De qué temas se nutre tu escritura?
En ese momento estudiaba Derecho en la Universidad de Buenos Aires, y todo lo que escribía se nutría de esa mística y ese romanticismo que, al menos para mí, tiene el Derecho y la ciudad de Buenos Aires, aun cuando sea un romanticismo que, si se mira de cerca, está poblado de falsedades. Tal vez, al igual que mis personajes, yo haya malinterpretado lo que vi, escuché y leí en esos años, y en el Derecho no exista nada de romántico, no puedo asegurarlo.

¿De qué tema que todavía no hayas escrito te gustaría hacerlo próximamente?
En algún momento me gustaría escribir teatro, sea cual fuere la temática.

¿Qué libros o autores recomendarías?
Bolaño, Rosa Montero, Manuel Puig.

¿En qué nuevo proyecto estás trabajando actualmente?
Acabo de terminar una novela que me llevó un par de años y que mencioné más arriba. Se trata de un drama familiar con elementos de ficción. Ahora vendrá la etapa de corrección y publicación, que es un viaje completamente distinto al de escribirla.



sábado, 12 de octubre de 2019

Héctor Prahim: “El libro tiene la espina dorsal de una novela”




El escritor Héctor Prahim habló con Entre Vidas de su libro El pabellón de los animales domésticos publicado por Indómita Luz Editorial y contó que los cuentos que componen la edición son cápsulas autónomas concatenadas por un mismo color narrativo, para dinamizar y oxigenar la lectura.   




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Busco leer algo potente, que me conmueva, salgo a caminar, me tomo un micro a cualquier parte, miro una película, escucho música, voy al puerto a mirar los barcos pasar, intento instalarme en el movimiento, intento retroceder, meter el cuerpo en cierta insatisfacción, y salir a lo que llamo “estado de gracia”, para obsesionarme con lo que escribo. Marguerite Duras dijo: Estar sola con el libro aún no escrito es estar aun en el primer sueño de la humanidad.  Me gusta eso. Fijate que la invención de la escritura, se calcula, fue hace 3000 años antes de Cristo, y aún hoy se escribe, y se seguirá escribiendo en alguna de las lunas heladas de los planetas gigantes que colonicemos. Sin ánimo de sacralizar la literatura, me parece que la escritura como práctica, es uno de los actos mundanos más espirituales y movilizadores que tenemos.

¿Con qué frecuencia escribís?
Escribir, no escribo siempre,  eso sí, intento “corregir” todos los días, a raja tabla, en papel y después lo paso a computadora. Porque puntual, Mauro, el proceso creativo de un cuento es más espaciado, al menos en mí, que llego a la historia por pura intuición, tanteando, es decir que, en un día bueno, en “estado de gracia”, puedo llegar a tener un cuento crudo, pero me llevará meses corregirlo, documentarme, encontrar el tono y las palabras justas. No me quejo de eso, el proceso creativo me parece una angustia placentera, que reconforta más cuando algunos párrafos con lo que venís luchando, aun así, con algo de insomnio y obsesión, entregan su máxima belleza. 

¿Cómo fue el proceso de selección de los cuentos que aparecen en tu libro El pabellón de los animales domésticos?
Hace algún tiempo, nos juntamos con Valentina Vidal, Marcelo Rubio, Miguel Sardegna y Guadalupe Faraj para trabajar distintos proyectos de novelas, en uno de esos encuentros hermosos, cerveza de por medio, hablando de la intensidad narrativa, Valentina dibujó en el aire la silueta de un dragón, dijo que la novela siempre necesitaba momentos altos y bajos, explosiones controladas, como la silueta de ese dragón, porque de lo contrario se corría el riesgo de anestesiar al lector. Eso quedó grabado en mí. Al tiempo, y como suele pasar, mi naturaleza de cuentista se impuso, y la selección para armar mi libro se basó en eso, en administrar la intensidad, en distribuirla, en hacerla correr como si fueran capítulos. De esa forma, el libro tiene la espina dorsal de una novela, pero con cuentos que son cápsulas autónomas concatenadas por un mismo color narrativo, para dinamizar y oxigenar la lectura.   

¿Cuál fue la imagen disparadora del cuento que le da el nombre al libro?
Por lo general, gran parte del año extrañamos la casa colorida, llena de flores y pájaros que alquilamos en Mar de Ajó, en el barrio “El Silvio”, donde solemos instalarnos un mes y algo para las vacaciones. Allí me gusta levantarme temprano y hacer algo de ejercicio, leer y corregir un buen rato, después bajar a la playa con mi perro, a caminar por esas amplias llanuras costeras que antiguamente, sirvieron como pista de aterrizaje para los aviones que traían el correo y los diarios de la Capital. Vuelvo a la casa con pescado fresco y pan, y espero a que la familia termine de despertar para prepararles el desayuno. Después, bajo el sol cálido de la media mañana, siempre con música, nos ponemos a planificar nuestro largo día de playa. Quizás, ahora que lo pienso, no haya sido una imagen el gran disparador del cuento que mencionas. Es muy probable que a lo largo del tiempo, esa geografía atlántica haya macerado en mí un escenario narrativo.

¿Por qué decidiste ponerle ese nombre?
Me parece que fue una forma justa de decirle gracias a ese cuento, porque me dio todo, porque cuando llegó, coincidió con el nacimiento de Luciana, mi segunda hija, hasta entonces solo tenía cuentos muertos, disecados, desde ese momento entendí cómo tenía que contar, y así lo hice, y mi escritura viró para siempre.   

¿Cuál es el cuento que más te gusta y cuál es el favorito de los lectores?
Son varios, y cada uno me dejó algo, pero si tengo que definirme por uno, ese es la “Densidad del agua”, quizás porque llegó en medio de mi crisis de los 40, y me sostuvo, y fue mi refugio hasta que pasó el temporal. Este año, el ayuntamiento de Bilbao, lo publicó bajo el nombre “Aflicción”, en una edición formidable para toda España, donde me doy el lujo de compartir cartel con escritores geniales como Antonio Tocornal, Jack Babiloni y el maestro Manuel Moya. Ahora si hablamos de los cuentos más renombrados entre los lectores eso son: El pabellón de los animales domésticos, El rectángulo exacto donde estuvo mi cama matrimonial, Temporada de nidos en el garzal y Una voz cálida y humana al otro lado de la línea.

¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con Indómita Luz Editorial?
Cuando el libro fue premiado en Casa de las Américas, recibí varias propuestas de editoriales. Diego Ardiles ya me había contactado, pero pasó un tiempo hasta que pudimos juntarnos a tomar un café y escucharlo contar el proyecto de Indómita Luz, proyecto que me interesó de inmediato, y no me equivoqué. Una vez, Martín Sancia Kawamichi, me dijo que el texto escrito es de uno, el texto con el que convivimos por años, el texto que corregimos, una y otra vez, pero que en definitiva, el libro también pertenecía a toda esa gente que trabajó para ponerlo en pie: editores, correctores, diseñadores, distribuidores, reseñadores, libreros y lectores. El equipo de indómita luz me trató y me trata con un profundo respeto y cariño, como suelen tratar a los libros. 

¿De qué temas se nutre tu escritura?
Esto es algo que charlamos seguido con Roberto Montaña y con Ariel Coronel, cada vez que nos juntamos a comer, o a tomar un café: las obsesiones en nuestra narrativa, la autodestrucción, la desigualdad, el valor de estar vivo, la fragilidad de nuestras emociones, y por sobre todas las cosas, la soledad profunda que experimentamos en esta época de nativos digitales y globales. Si no me equivoco, creo que fue en el 2018 que la entonces primera ministra británica, Theresa May, anunció la creación de una dependencia gubernamental especial, que medios como The Guardian señalaron como el primer Ministerio de la Soledad. Y sí, aunque la primera impresión resulte ridícula, es un hecho, un flagelo tangible y humano de la vida moderna, eso, que cada vez estamos más solos.

¿De qué tema todavía no escribiste pero te gustaría hacerlo en un futuro?
Siria fue la nación de mis abuelos, Siria, que según la ONU, es el mayor desastre humanitario del siglo. Siria me duele, Mauro, la masacre sistemática de su población civil. En el libro hablé de los desplazados, incluso mis personajes son migrantes de sus propias vidas, pero en algún momento me gustaría que mi escritura se vuelva una caricia, un alivio hermano para Siria y para los desplazados, los dolientes del mundo.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
El pabellón de los animales domésticos me ha dado muchas satisfacciones, y tengo algunas propuestas lindas para mi segundo libro, a lo largo del tiempo iré contando. Por lo pronto, leo, salgo a caminar, me tomo un micro a cualquier parte, miro una película, escucho música, escribo, y la mayor parte del tiempo, sueño.



lunes, 7 de octubre de 2019

Alejandra Lerma: “Quería un libro como un viaje por mis otros libros”




La escritora colombiana Alejandra Lerma habló con Entre Vidas acerca de su libro de poesía Precisiones sobre la incerteza publicado por Sic Semper Tyrannis Ediciones y adelantó que en quince días saldrá un libro sobre la muerte de su padre llamado No habitar ya la tierra.




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Me encantan los rituales, pero no los asocio directamente a la escritura, no soy mucho de hábitos fijos, así que mis costumbres varían según el momento que voy atravesando,  pero podría  decirte que en mi casa siempre enciendo palo santo, ese aroma me serena, y que suelo cerrar las cortinas, apagar la música y hacer mucho silencio para escribir.  Casi nunca escribo con los zapatos puestos.

¿Con qué frecuencia escribís?
Depende, corrijo con más frecuencia de la que escribo. He tenido temporadas de verdadera sequía, en las que por meses no se asoma ni un verso, y de pronto una mañana, a las 4 30 am me  veo escribiendo  27 páginas de corrido. La poesía no puede programarse como la narrativa o el periodismo, requiere de una paciencia diferente, tenés que estar al acecho pero con cierta liviandad. Alguna vez le dije a alguien que  aunque no parezca siempre estoy escribiendo, tomo notas  intangibles todo el tiempo.

¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
Mi abuelo, un hombre campesino, que no terminó ni la primaria, pero  aprendió a leer y amó la literatura. Cuando yo apenas aprendía a leer él se quedó ciego, me pedía que le leyera a poetas como León de Greiff, Porfirio Barba Jacob, Almafuerte, Petrarca… yo no entendía nada de lo que decían esos hombres, pero la música se me fue quedando adentro.

¿Por qué decidiste que tu libro de poesía se llamara Precisiones sobre la incerteza?
Mi figura literaria favorita es el oxímoron,  tal vez porque  ese es el aroma de la vida, la combinación de sentidos contrarios que generan otros, imposibles, misteriosos, intensos. La incertidumbre es todo lo que tenemos, el puñado de nada que se nos ha ofrecido, pero al menos sabemos eso, que andamos a tientas por el mundo. Mi libro anterior a este también tenía esta figura en su nombre: Oscuridad en luz alta.

¿Cómo fue el proceso de selección de las poesías que aparecen en el libro?
Quería un libro como un viaje por mis  otros libros, así que de manera cronológica elegí los poemas que consideré más sustanciosos de cada trabajo y los hilé con capítulos. Aquí nada tiene mucha lógica o pretensión, es una incerteza.

¿Cuál es tu poesía preferida del libro y cuál es la que destacan los lectores?
Me gusta mucho  A la anciana que seré, la historia detrás de ese poema, la oculta referencia Wislawa, la plata que me dejó ese texto al ganarse un concurso, y sobre todo el recordatorio que es de mi vejez. Muchas personas me piden que lea  Futuro Imperfecto, que es un poema a mi padre, a veces me agota leerlo tanto.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Sic Semper Tyrannis Ediciones
Esta editorial la dirigen Miguel Tejada y Juliana Soto, dos periodistas de la Universidad del Valle, sitio donde yo estudié la misma carrera,  sabía que estaban comenzando con un proyecto editorial de  muy buena calidad, y me gané un premio municipal para publicar el libro, podía elegir una editorial local y opté por ellos. Nos ha ido muy bien, incluso la chica que hizo la parte del diseño, Juliana Love, se ganó el premio CLAP por el bello trabajo.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
Creo que los temas siempre son los mismos y no son más de cuatro para el mundo de la escritura en general, pero evidentemente hay obsesiones; algunas de las mías: los retratos familiares, la muerte de lo cotidiano, habitar un cuerpo femenino, la relación con las amigas, la desesperanza ante los hombres, el agradecimiento a lo salvaje.

¿De qué tema que aún no hayas escrito te gustaría hacerlo en un futuro?
De mi  intento de suicidio.

¿Qué libros de poesía o autores recomendarías? 
Depende a quien se lo recomiende, es como la música, hay genialidades en cada género, pero sabes que algunas personas entran mejor al metal que a una balada y viceversa. Pero diré que hay pasar por Olga Orozco, Wislawa Szymborska, Enriqueta Ochoa, María Mercedes Carranza,  Ángel González, Roberto Juarroz, Walt Whitman, Anne Sexton, San Agustín, Miyo Vestrini…

¿Manejás la idea de publicar tu libro en el exterior?
Pues no sé si manejo la idea jajajaja, nunca me lo han propuesto y tampoco conozco los canales para hacerlo, pero sería un buen vuelo.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
En 15 días saldrá un libro sobre la muerte de mi padre, lo publicaré a través del premio departamental  de Escritores Vallecaucanos, Jorge Isaacs, son poemas que van del hospital, al cementerio, del cementerio a la infancia, de la infancia a la ira…  No habitar ya la tierra, se llama.
Y como dice la poeta colombiana Bibiana Bernal, tengo un par de casas en obra gris: un libro que se titula Los hombres que no amé y otro que por ahora se llama Promesa de alivio, ambos de poesía. 



miércoles, 2 de octubre de 2019

Daniela Giorgetta: “Me sigue sorprendiendo y poniendo muy contenta cada devolución que me llega”





La escritora Daniela Giorgetta habló con Entre Vidas acerca de su libro Cándida fatal publicado por Rangún Editores, un sello de Caleta Olivia, y contó que su escritura se nutre de los pequeños detalles y emociones de la vida cotidiana. Además, la autora adelantó que ya tiene otro libro de poesía terminado e intenta escribir una novela.




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
La verdad es que no tengo rituales antes de escribir poesía. La poesía se me aparece en
la cabeza, me resuena, me pide que la escriba; es como el ritmo de una canción que se
me pega. Así que cuando eso me pasa, y me pasa bastante seguido, escribo. Escribo en
lo primero que tenga a mano: el celular, papeles, en la compu del trabajo, en mi
compu. Para escribir narrativa sí tengo algunos rituales, porque me lleva más tiempo, me hace
pensar, armar la voz narradora, los personajes, las descripciones. Escribo en mi casa,
me preparo café, mate, cerveza o vino; según el día, el clima, la hora, la situación o mi
humor. A veces acompaño con música que sé que me puede ayudar a conseguir el
ritmo de lo que quiero escribir en ese momento, a veces no escucho nada más que el
ruido de la calle que se mete por el balcón. Extraño el cigarrillo, en la poesía y en la
narrativa. Y en otros momentos también.

¿Con qué frecuencia escribís?
Escribo casi todos los días, aunque sea una pavada, una poesía cortita, un par de
palabras.

¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
Por mi ex pareja, hace muchos años ya, conocí a los llamados poetas malditos y a
algunos otros, pero sobretodo a los de la generación beat. Él me transmitió el amor
por leer, la constancia de escribir y me abrió bastante el horizonte en cuanto a la
literatura. Yo después hice mi propio camino; leyendo recomendaciones, caminando
librerías, conociendo gente.
En mi casa no se leía mucho, menos poesía. A mi abuela le gustaba Alfonsina Storni,
según me ha contado mi mamá, parece que recitaba sus poemas mientras limpiaba.
Pero murió cuando yo era muy chiquita y nunca me encontré con libros de ella, así que
no sé, no tengo tan claro cómo llegué a la poesía, si es que llegué.

¿Por qué decidiste que tu libro de poesía se llamara Cándida fatal?
En realidad lo decidió un amiga mía, Maga, por el nombre de uno de los poemas del
libro. Cándida fatal tiene una historia, es el comienzo de una canción de Daniel Melero
que se llama “tenés”. Fue una canción que marcó el principio y el fin de una relación,
que se puede ver un poco en mi libro, entre otras cosas, claro. Pero me gusta mucho el
oxímoron que se forma entre esas dos palabras; la candidez vs la fatalidad, la ternura
vs lo carnal. Con mi editor, Gabo, estuvimos a punto de cambiarle el nombre porque no nos
terminaba de cerrar, pero finalmente lo dejamos porque ya estaba escrito el prólogo, y
la escritora del mismo, Daniela Fernández, usó como puntapié inicial el título del libro, y la verdad es que quedó precioso. El día de la presentación del libro, con Gabo dijimos
que menos mal que le dejamos ese nombre.

¿Cómo fue el proceso de selección de las poesías que aparecen en el libro?
Más que proceso de selección, fue ordenar todo lo que tenía escrito y darle forma a
algunos poemas que los tenía escritos así nomás.

¿Cuál es tu poesía preferida del libro y cuál es la que destacan los lectores?
De los largos, el que más me gusta es “muerte y yerba mojada”, de los cortitos “no
existas mi amor”. En cuanto a los lectores, es muy diverso lo que me llega respecto a preferencias de
poemas, pero suelen coincidir todos en que es una lectura que los interpela, que les
dice algo o que los hace encontrarse con sensaciones propias. “Sus poemas nos dan la
bienvenida en el espacio familiar de una voz que reconocemos y que se vuelve nuestra
propia voz”, dice Daniela Fernández en el prólogo, y creo que ahí reside lo que
interpela, no lo sé, pero leo eso como eje principal en las reseñas que han hecho
Agustina De Diego y Denise Griffith, y en los mensajes que me llegan directamente a
mí o que me comparte mi editor. Es muy lindo y me sigue sorprendiendo y poniendo
muy contenta cada devolución que me llega.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Rangún Editores?
Fue bastante gracioso, luego de la insistencia de mi amiga Maga, que me puso un plazo
de dos semanas para terminar de ordenar en un solo archivo toda mi poesía, mandé
un mail a dos editoriales, una fue Caleta Olivia, Rangún Editores es un sello de ellos.
Después de mandarlo, releí lo que ahora es mi libro y me quería matar, sentí mucha
verguenza, me pareció un delirio haber pensado que me podían llegar a editar, así que
borré de mi mente ese acto y seguí con mi vida. A la semana me escribió Gabo
diciéndome que me querían publicar. Y a la semana siguiente de la respuesta de Caleta
Olivia, me escribió la otra editorial, Niña Pez, pero ya había cerrado con Caleta.

¿De qué temas se nutre tu escritura?
De los pequeños detalles y emociones de la vida cotidiana. De lo que veo, de lo que
siento, de lo que escucho, de lo que hablo (o no hablo y después escribo) con algunas
personas.

¿De qué temas que aún no escribiste te gustaría hacerlo en un futuro?
Estoy intentando escribir una novela, eso me gustaría poder lograr en un futuro.