martes, 24 de diciembre de 2019

Los escritores eligen sus libros favoritos 2019 - Segunda tanda




Se acerca fin de año y es un buen momento para hacer balances, en este caso, Entre Vidas le pidió a una serie de escritores/as que eligieran los tres mejores libros que leyeron en este 2019. Acá va la segunda tanda de autores que participaron.


PH Miguel Sardegna



Juan Guinot:
“Oeste” de Silvina Gruppo. Editorial Conejos.
“Era tan oscuro el monte” de Natalia Rodríguez Simón. Editorial Mardulce.
“Una familia idealizada” de Diana Piasek. Editorial Metrópolis.

Hernán Domínguez Nimo:
“Sugokuse” de Martín Sancia Kawamichi. Evaristo Editorial.
“Buscando a Jake” de China Miéville. Editorial Ayarmanot.
“Cielo trágico” de John D. Macdonald. Editorial 7mo. Círculo.

Gonzalo Unamuno:
“Las malas” de Camila Sosa Villada. Tusquets.
“Últimos poemas en Prozac” de Fabián Casas. Emecé.
“Bajo Flores” de Guido Veneziale. Rangún.

Patricia González López:
“La poesía no es un proyecto” de Dorothea Lasky. Editorial Overol.
“Novísimos” de Juana Bignozzi. Adriana Hidalgo.
“Una nena muy blanca” de Mariana Komiseroff. Emecé.

Giselle Aronson:
“La ruta de los hospitales” de Gloria Peirano. Alfaguara.
“Como una novela” de Daniel Pennac. Anagrama.
“Oscuros azules” de Miguel Ángel Falconier. Halley Ediciones.

Silvia Renée Arias:
“Autorretrato sin mí” de Fernando Aramburu. Tusquets.
“Faster” de Eduardo Berti. Impedimenta.
“Los asquerosos” de Santiago Lorenzo. Editorial Blackie Books.

María Soledad Manin:

"Che. Ernesto Guevara, una leyenda del Siglo XX" de Pierre Kalfon. Editorial Edhasa.
"Toda Mafalda" de Quino. Ediciones de la Flor.
"La Ley tu ley, poesía reunida" de Juana Bignozzi. Adriana Hidalgo Editora.


María Laura Gras:
“Rara” de Natalia Zito. Emecé.
“La morada imposible” de Susana Thénon. Corregidor.
“El nervio óptico” de María Gainza. Anagrama.

Natalia Zito:
“El nudo materno” de Jane Lazarre. Editorial Las Afueras.
“Dos sherpas” de Sebastián Martínez Daniell. Editorial Entropía.
“Mi abuela, Marta Rivas González” de Rafael Gumucio. Marea Editorial.

Norberto Gugliotella:
“Ya pueden encender las luces” de Ariel Urquiza. Corregidor.
“La ruta de los hospitales” de Gloria Peirano. Alfaguara.
“Cometierra” de Dolores Reyes. Editorial Sigilo.
“Más lento que la noche” de Julieta Lopérgolo”. Postales japonesas.
“Mesa de pájaros” de Denise León. Editorial Bajo la luna.
“Filos” de Florencia Codagnone. Pánico el Pánico.
“Sinceramente” de Cristina Fernández de Kirchner. Editorial Sudamericana.

Héctor Prahim:
“El Cristo roto” de Marcelo Rubio. Editorial también el caracol.
“Fuerza magnética” de Valentina Vidal. Tusquets.
“Shunga” de Martín Sancia Kawamichi. Evaristo Editorial.
“Los hologramas no hacen compañía” de Gonzalo Gossweiler. China Editora.
“Un barrio silencioso” de Luis Alexis Leiva. Azul Francia Editorial.

Miguel Sardegna:
“Cien palomas muertas” de Élida Saidler. Editorial Conejos.
“Sugokuse” de Martín Sancia Kawamichi. Evaristo Editorial.
“La belleza de este día” de Verónica Segura. HD Ediciones.


Ariel Basile:
"Cuentos Completos" de Jorge Asís. Editorial Sudamericana.
"Las cosas que perdimos en el fuego" de Mariana Enriquez. Anagrama.
"La maestra rutal" de Luciano Lamberti. Random House.

Gastón Intelisano:
“La granja de cadáveres” de Bill Bass y Jon Jefferson. Editorial Trayectos.
“Chaos” de Patricia Cornwell. Editorial Harper Collins.
“Como perro que aúlla en la oscuridad” de Eduardo Goldman. Editorial MisteriX.

Patricia Suárez:
“Rara” de Natalia Zito. Emecé.
“Duelo” de Eduardo Halfon. Libros del Asteoride.
“La desaparición de Joseph Mengele” de Gauz. Tusquets.

Claudia Cortalezzi:
“Hojas que caen sobre hojas” de Miguel Sardegna. Editorial Conejos.
“25 noches de insomnio 3” de Marcelo di Marco. Editorial Bärenhaus.
“Los enamorados” de Alfred Hayes. Editorial La Bestia Equilátera.

Jorgelina Etze:
“Distrito territorial San Telmo” de Claudia Cortalezzi. Ediciones Ayarmanot.
“Los elementales” de Michael McDowell. Editorial La Bestia Equilátera.
“La sonrisa del rottweiler” de Cristian Acevedo. Editorial Baldíos en la Lengua.

Cristian Acevedo:
“Rabia” de Sergio Bizzio. Interzona.
“En algún lugar del tiempo” de Richard Matheson. Editorial Factoría de ideas.
“Heroína. La Guerra Gaucha” de Nicolás Correa. Editorial Kintsugi.

Paula Tomassoni:
“Los árboles caídos también son el bosque” de Alejandra Kamiya. Editorial Bajo la luna-
“La ilusión de los mamíferos” de Julián López. Random House.
“Medidas de urgencia” de Gabriela Luzzi. Editorial Club Hem.



domingo, 15 de diciembre de 2019

Los escritores eligen sus libros favoritos 2019 - Primera tanda




Se acerca fin de año y es un buen momento para hacer balances, en este caso, Entre Vidas le pidió a una serie de escritores/as que eligieran los tres mejores libros que leyeron en este 2019. Acá va la primera tanda de autores que participaron.

PH Mariana Kruk



Jorge Consiglio:
“La azotea” de Fernanda Trías. Editorial Laguna Libros.
”Koala” de Lukas Barfuss. Adriana Hidalgo Editora.
“Claus y Lucas” de Agota Kristof. Libros del Asteroide.

Lucas Berruezo:
“Rebeca” de Daphne du. Maurier. Editorial Sudamericana.
“Las horas oscuras” de Juan Francisco Ferrándiz. Editorial Grijalbo.
“El instituto” de Stephen King. Editorial Plaza & Janés.

Marcelo Rubio:
“Cuplá” de Yamila Begne. Editorial Omnivora.
“Mandarinas” de Franco Rosso. Editorial municipal de Rosario.
“Trasfondo” de Manuel Morelli. Azul Francia Editorial.

Mariana Kruk:
“Un día, un gato” de Juan Lima. Editorial Calibroscopio. Poesía. Lo elijo porque este libro, que fue el primero que leí del autor, me arrimó a todo el resto de su maravillosa obra que es un verdadero tesoro.
“En crudo” de Anthony Bourdain. Editorial RBA. Crónica. Me motivó a comprarlo mi pasión por la gastronomía y terminé descubriendo al impecable Anthony, escritor que existió detrás del maestro de la cocina. La mejor sorpresa literaria del año.
“Rabia y relojería” de Macarena Trigo. Qeja Ediciones. Poesía. Me volví adicta a este libro, me convertí en militante de él. Lo compartí hasta el cansancio en mis talleres y más de un alumno me comentó que también se hizo de su propio ejemplar. Es una absoluta belleza.

Pablo Martínez Burkett:
“La lengua de los Geckos” de Fabían García. Editorial Muerde Muertos.
“El Cristo roto” de Marcelo Rubio. Editorial también el caracol.
“Lo raro y lo espeluznante” de Mark Fisher. Editorial Alpha Decay.

Denise Griffith:
“Los soñantes” de Augusto Munaro. Editorial Paradiso.
“El idioma abisal” de Eduardo E. Vardé. Halley Ediciones.
“El amigo” de Sigrid Nunez. Editorial Anagrama.

Mariana Alonso:
“Rinocerontes” de Andrés Pedro Alvarado. Kintsugi Editora.
“El sol mueve la sombra de las cosas quietas” de Alejandra Kamiya. Bajo la luna.
“Tríptico del desamparo” de Pablo Di Marco. Odelia.

María Staudenmann:
“Los galgos, los galgos” de Sara Gallardo. Editorial Sudamericana.
“Breves amores eternos” de Pedro Mairal. Emecé.
“Hágase usted mismo” de Enzo Maqueira. Tusquets.

Gabriela Urrutibehety:
Este año comencé leyendo esa tremenda novela que es “Ojos Azules” de Toni Morrison (Editorial Debolsillo) y no me pude sacar el efecto de encima. Seguí con “Una noche en el paraíso” de Lucía Berlin (Random), un gustito para los que se quedaron con las ganas después del “Manual para mujeres de la limpieza”. Y de los publicados este año, me gustó muchísimo “Llámenme Casandra” de Marcial Gala (Alfaguara).

PH Belén Zavallo


Emilia Vidal:
“Cuentos de los años felices” de Osvaldo Soriano.
“El nadador en el mar secreto” de William Kotzwinkle.
“Cenizas de carnaval” de Mariana Travacio. Tusquets.

Pablo Gabo Moreno:
“Umbría” de Lucía Dorin. Editorial Zindo & Gafuri.
“La medíum” de Lucas Soares. Mansalva.
“En la música vamos” de Andi Nachon. Bajo la luna.

Belén Zavallo:
“Cometierra” de Dolores Reyes. Editorial Sigilo.
“Las malas” (Editorial Tusquets) y “El viaje inútil” (Ediciones DocumenA/Escénicas”) ambos de Camila Sosa Villada.
“La materia de este mundo” y “La habitación sin barrer” de Sharon Olds. Ambos de Editorial Gog y Magog.

Pablo Di Marco:
“La mecánica del agua” de Silvana Vogt. Editorial Entre Ambos.
“Cómo hablar de lo indecible con alguien imposible” de Karolina Urbano. Editorial Alcaldía de Cali.
“Tantas soledades” de Jorgelina Etze. Editorial Luvina.

Sabrina Álvarez:
“Cadáver exquisito” de Agustina Bazterrica. Editorial Alfaguara.
“Degenerado” de Ariana Harwicz. Editorial Anagrama.
“Shunga” de Martín Sancia Kawamichi. Evaristo Editorial.

Enrique Decarli:
“Las esferas invisibles” de Diego Muzzio. Editorial Entropía.
“Cien palomas muertas” de Élida Saidler. Editorial Conejos.
“Crónicas de infancia” de Joaquín Vázquez. Kintsugi Editora.

Daniela Giorgetta:
“¿Quién se hará cargo del hospital de ranas? de Lorrie Moore. Eterna Cadencia.
“Cocaína” de Daniel Jiménez. Editorial Galaxia Gutenberg.
“La ilusión de los mamíferos” de Julián López. Random House.

domingo, 24 de noviembre de 2019

Zayra Margot: “Pedazo de carne es todo lo que no se dice”





La escritora Zayra Margot habló con Entre Vidas de su libro Pedazo de carne publicado por Halley Ediciones y contó que el poemario tiene el orden y disparador de mis recuerdos y alguna que otra mentirilla piadosa.




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Previo a que escriba siempre hay algo que me desborda, pero que se va formando en días anteriores. Me pongo inquieta, me da fastidio todo y odio muchas cosas de mí. Después miro por la ventana, me pongo audífonos con volumen a mil. Doy unas cuantas pitadas hasta que se me vienen frases y las anoto en el computador o en alguna hoja que esté cerca. Así es casi siempre. Sufro cuando escribo, pero se siente rico igual.

¿Con qué frecuencia escribís?
Todas las semanas escribo. Muchas veces son cosas inútiles, pero son el proceso para llegar a algo que no me parezca tan laxo. Pero también me cuido. Cuando la escritura está hurgando muy en mi inconsciente la aparto. Pienso que la imagen del escritor como alguien que le hace bien escribir es errónea (pasa como modo de descarga o poner en papel un sentir, pero no siempre es así y hay que aceptarlo). Hay algo más ahí que un simple gusto. Pienso que estaría bueno aprender a desplazar la escritura y respetar sus momentos.

¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
Nació porque debía de nacer. Antes pasé por la narrativa, pero como todo texto, está lleno de poética. Sentía que cada capítulo que escribía podría resumirse en alguna frase. La poesía siempre estuvo rondando, aunque no la quisiera ella se metía como la mayor delincuente. Pero también hubieron protagonistas. Recuerdo que hace casi dos años fui a los talleres del GYM POÉTICO dirigido por Gerardo Montoya y él siempre nos ponía en aprietos, nos lanzaba consignas y como podíamos nos resolvíamos y después a salir al escenario. Todo así. Nos lanzaba a la cancha. Todo muy lindo.

¿Por qué decidiste que tu libro de poesía se llamara Pedazo de carne?
Pedazo de carne somos todos. Nos creemos importantes cuando en verdad somos carne medio cocinada y a veces podrida de tanto enredo que nos metemos con la vida. A veces deseamos mucho para ese saco de fluidos y huesos que somos.

¿Cómo fue el proceso de selección de las poesías que aparecen en el libro?
Los poemas fueron saliendo solos. Escribía y solo continuaba. Tienen el orden y disparador de mis recuerdos y alguna que otra mentirilla piadosa. Después Mariana Kruk seleccionó los 6 poemas que quedaron fuera de Pedazo de carne, pero los pueden encontrar en el tríptico. Esa fue una gran idea de Mariana.

¿Cuál es tu poema preferida del libro?
No sé si es mi favorito, pero es uno que no puedo dejar de recordar y que creo que muestra el deseo enjaulado con toda la carne viva puesta en el asador. Es el poema 26.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Halley Ediciones
Ya sabía de Halley Ediciones y me parecía una editorial muy particular. Se notaba el cariño y respeto por la obra de cada poeta. Una noche terminé de armar el poemario y decidí mandarlo y Mariana me contestó al día siguiente. Me dijo que se había desayunado mi poemario y eso me entusiasmó mucho. Estoy agradecida por la confianza que depositó en mí y por apostar por mi obra.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
Pedazo de carne es todo lo que no se dice. Es poner la carne viva en el asador (como respondí líneas arriba). Me parece que resulta necesario poder expresar las cosas tal como son, con las palabras verdaderas y sin esconder (aunque siempre se está escondiendo algo). Todo esto sin perder la poética y seguir con un hilo conductor, que en este caso es resaltar todo objeto inanimado y animado en el papel de ser un Pedazo de carne, el cual pasa por un tránsito de deseos y sigue siendo, a pesar de todo.

¿De qué temas que aún no escribiste te gustaría hacerlo en un futuro?
Prefiero terminar con las cosas que estoy arrancando antes de pensar en algo a futuro. Soy una persona que piensa a corto plazo. Creo que conforme vaya terminando lo que estoy haciendo y transite con el día a día saldrá un tema interesante para escribir.

¿Qué libros de poesía o autores recomendarías? 
Recomiendo a Jorge Eslava. Es un escritor peruano que sin querer me inculcó las ganas de escribir. Fue mi profesor en un curso llamado Expresión Escrita en la Universidad de Lima. Deben de leer la novela Sol en su piel y Navajas en el paladar (tiene un trabajo de campo impresionante). Son dos grandes obras de este escritor.
De poesía recomiendo a Macarena Trigo. Su poemario Rabia y Relojería es bastante fuerte. Me parece que es un buen referente de la poesía actual.

¿En qué otro proyecto estás trabajando actualmente?
Ahora estoy haciendo una novela que se llama (hasta ahora) Un dildo y un amor. En el taller de Leticia Martin siempre pasan cosas hermosas y estoy trabajando este proyecto de novela junto a mis compas: Lucía Esteban, Mavi Massaro, Mónica Jurjevcic  y Laura Saiz. Todas comandadas por Leticia. También estoy trabajando entre las paredes blancas de mi cueva, un poemario acerca de las mujeres de la familia, todo lo que pasa en generación en generación y cómo cada hija, nieta, bisnieta afronta ese paquete maléfico (para mí siempre lo que se hereda tiene un tinte maléfico y extraño).
Junto con una gran amiga, Lina Arroyo, estamos entusiasmadas por realizar un guión para un largometraje de ficción. Así que estamos copadas con eso. Ya tenemos nuestras ideas y nos juntamos constantemente para ir charlándolo. Esperemos que después de nuestras vacaciones tomemos mejor impulso. 



domingo, 10 de noviembre de 2019

Martín Di Lisio: “Tuve mucha influencia de mi paso por la carrera de Antropología”





El escritor Martín Di Lisio habló con Entre Vidas acerca de su novela Paraguay publicada por Alto Pogo y contó que la imagen disparadora que dio lugar a la escritura de la historia se dio mientras cuidaba a su abuela en un hospital de Loma Hermosa. Además, el autor adelantó que está terminado de corregir su segunda novela y a mitad de camino de la tercera.



¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Necesito que haya silencio, y un mate a mano si es de mañana, o un té si es de noche.  Suelo leer en voz alta los últimos párrafos del día anterior, para reconectar con el clima y el tono.

¿Con qué frecuencia escribís?
Actualmente, dos o tres veces por semana. Pienso todo el tiempo en lo que estoy escribiendo, pero encontrar el momento de sentarme a escribir me está costando. No hace mucho que prefiero las mañanas a las noches, y eso me ordena un poco el día.

¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
Fue un poco de todo. Mi viejo siempre fue lector de historietas, y de ahí vienen mis primeras lecturas. Y mi vieja tiene un puñado de libros de un Círculo de Lectores de los años setenta, esos libros también influyeron.

¿Cuál fue la imagen disparadora que da inicio a la historia de tu novela Paraguay?
Yo pasaba la noche en el Bocalandro, un hospital de Loma Hermosa, acompañando a mi abuela que estaba internada, esperando una prótesis para la cadera. Y a la noche, yo ya estaba  dormitando, se escuchó una explosión. Un familiar de otro paciente volvió de afuera y nos contó: habían prendido fuego un camión de reparto en la esquina, y había explotado. Esa imagen, el realismo conurbano como le digo, fue el puntapié para Paraguay.

¿Cómo fue el proceso de construcción del protagonista Cáceres?
El elemento de la niebla en los primeros escritos de la novela fue central para ir delineando a Cáceres. Así llegó su origen: una zona nebulosa como el Amambay paraguayo. Se me hizo un personaje callado, aburrido, que se dejaba llevar por los acontecimientos. La primera versión de Paraguay fue un intento en primera persona, pero me chocaba contra las paredes, porque la visión desde Cáceres era demasiado pasiva y silenciosa.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Alto Pogo
Conozco a Marcos Almada desde hace años, y siempre estaba latente la posibilidad de mandarle una novela. Cuando la terminé me la pidió, y así fue. Se inició un proceso muy lindo de edición, Marcos es un gran editor.

¿Qué repercusiones tuviste de los lectores de la novela?
Por suerte muchas y muy buenas. Llama la atención la lógica de la comunidad del taller mecánico, esas noches de teatro y otras artes, esos rituales del grupo. También hubo preguntas de ciudadanos paraguayos que llegaron por la tapa. Quieren saber por qué se llama así la novela, qué sucede, qué representa. Otros me hablan del final, de la sorpresa.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
Tuve mucha influencia de mi paso por la carrera de Antropología, en mis primeros dos libros hay huella de esas lecturas: religiosidad, simbolismos, rituales. De mis lecturas de libros de no-ficción, salen ideas, datos, geografías. Después está la realidad, que siempre irrumpe con alguna imagen, alguna frase, y eso dispara la escritura. Pero no tengo un listado de temas predefinidos. Hace muy poco un amigo que sigue las carreras de autos, me mostró un video de un accidente mortal del TC, y de ahí salió un cuento. Creo que escribo justamente por eso, porque no tengo manera de predecir qué cosas voy a contar, cuál de todos va a ser mi próximo tema.

¿De qué tema que todavía no hayas escrito te gustaría hacerlo próximamente? 
La música y la pintura también son influencias fuertes en mi escritura. Me gustaría plasmar en un libro, la música de alguno de mis discos preferidos, por ejemplo. No sé cómo todavía, tengo alguna idea suelta, pero eso lo tengo pendiente. Así como también, adaptar a la dramaturgia cierta saga de novelas latinoamericanas. Un trabajo arduo.

¿Qué libros o autores recomendarías? 
Es una suerte que entre lo contemporáneo y lo vernáculo haya tanto, mucho y muy bueno.  Ahora se me ocurren tres y muy distintos:
Sergio Gaiteri, el cordobés, su libro Nadie extrañaba la luz, editado por Alto Pogo, y también su producción anterior. Me gustó Sara Luna, libro de poesía de Tom Maver, editado por Llantén. Y si quieren un poco de asfixia, lean Trasfondo de Patricia Ratto, una historia de los submarinistas  en Malvinas, editado por Adriana Hidalgo.

¿En qué nuevo proyecto estás trabajando actualmente?
Terminando de corregir mi siguiente novela, me faltan los últimos retoques, y estoy en la mitad de la escritura de lo que sería mi tercera novela. En paralelo, terminé un libro muy corto de poemas, y un próximo libro de cuentos. Ahora a buscar editorial.



lunes, 28 de octubre de 2019

Agustina Amabile: “Últimamente escribo más sobre la naturaleza y mi relación con ella”





La escritora Agustina Amabile habló con Entre Vidas de su libro Casa Mandarina publicado por el sello hermano de Caleta Olivia llamado Rangún y contó que al poco tiempo de enviarles el materiales recibió la respuesta para poder editar con ellos.  Además, la autora señaló que mientras sigue escribiendo tiene ganas de empezar a gestionar lecturas y ciclos.




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir? 
No creo tener un ritual previo, el ritual se manifiesta en el mismo momento en el que escribo. La escritura me toma casi por asalto. Es un impulso que no entiende mucho de formas, así que me toman las ganas y las ideas, esté donde esté: En el trabajo, en el colectivo o andando en bicicleta. Hace ya unos años que escribo en un bloc de notas en el celular, ya que no puedo deshacerme de él, al menos intento que sirva a la urgencia que también requiere la inmediatez de los momentos creativos.

¿Con qué frecuencia escribís?
Semanal diría, acercándome a un “casi todos los días”. Depende de la época, también puede pasar que escriba en varios momentos de un mismo día.

¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
Creo que fue un lenguaje o un formato que mi expresividad encontró desde muy chica. No sé si me fue inculcado. Mi papá era un gran orador y escribía, aunque recién de grande me encontré con algunas pocas cosas escritas. Mi abuela creo que fue la que prestó atención y sobre todo que gestionó esta característica mía y la nombró como parte identitaria de mi personalidad. Mis profesoras de lengua y literatura  en primaria y secundaria fueron también impulsoras de ese desarrollo en mí. 

¿Por qué decidiste que tu libro de poesía se llamara Casa Mandarina?
Durante muchos años no escribí hasta que arranqué a hacerlo de nuevo sin proponérmelo y pensé en: qué contuvo, como cuenco o hilo conductor, lo escrito en esos últimos años, la respuesta coincidía con mi llegada a la Casa Mandarina, que es mi casa, donde vivo y he compartido con varias amistades. Con el paso del tiempo se va cargando, cada vez, de más de sentido.

¿Cómo fue el proceso de selección de los poemas que aparecen en el libro?
Originalmente eran el doble de poemas, los fui trabajando uno por uno con mi gran amiga, maestra y correctora Josefina Infante con quien hicimos un trabajo de meses mientras me iba haciendo cargo de la idea de que serían parte de un libro, mi primer libro.

¿Cuál es tu poema preferido del libro y cuál es el que destacan los lectores?
Me es difícil pensar en alguno como preferido, creo que lo que me sucede es que a medida que pasa el tiempo, esa selección en mí continúa y voy prefiriendo menos que más. De los 20 que son, me quedaría con cuatro o cinco; entre ellos podría decir el 18: “voy a correr, tan rápido. No me vas a alcanzar”, siento que escribí exactamente lo que intenté decir, pero con respecto a los poemas que destacan las personas que lo leen, siempre es diverso, hay un par que se repiten, pero después me han sorprendido algunas elecciones que han hecho. Eso es algo que me tranquiliza.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Rangún?
Decidí (en un rapto de valentía) enviar mi material a alguna editorial, Caleta estaba primera en mi lista. Los contacté por Instagram, les dije que tenía un material y si podía enviárselos, me pasaron un mail y les envié un word. Me contestaron enseguida, para mi sorpresa, con el mismo word con algunas anotaciones y así intercambiamos un par de mails más, hasta que tuve que preguntar: “Disculpen, no me queda claro, ¿esto significa que van a publicarlo?” a lo que me respondieron “Claro, Agustina, ya estamos trabajando en ello”. Y así fue que luego firmamos contrato bajo su sello hermano Rangún, y dimos comienzo a esta aventura a pesar del nefasto momento coyuntural que venimos padeciendo en estos 4 años.

¿De qué temas se nutre tu escritura?
De mi vasto mundo emocional; de mis experiencias. Últimamente escribo más sobre la naturaleza y mi relación con ella, sobre lo que no entiendo ni puedo explicar pero necesito expresar o sobre lo que creo entender por un minúsculo momento. En resumen, sobre mi necesidad de poner en palabras lo que me atraviesa.

¿De qué temas que aún no escribiste te gustaría hacerlo en un futuro?
No sé si tengo un tema que quisiera alcanzar. Me conformo con no abandonar este lenguaje que tan vital me es. Me gustaría que sea proporcional y fiel a mi proceso en la vida y no pretender, nunca, escribir lo que no me sea imperioso.

¿Qué libros de poesía o autores recomendarías?
Estoy en proceso de aprendizaje, no he leído hasta ahora tanto como me gustaría. Creo que hice a la inversa, empecé a escribir antes de saber cómo hacerlo. Así que ahora estoy en esa búsqueda, conociendo. De lo contemporáneo, a mí me gusta mucho cómo escribe Marianela Márquez y su libro “Diario de cefalea” editado por Caleta Olivia; Alejandro Güerri, en el “Pez que nada” editado por Añosluz. Y de mis coterráneos, Vicente Luy con su locura y honestidad.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Soy recién llegada a este circuito. Me voy encontrado con personas muy lindas con quienes intercambiamos nuestros libros y también vamos generando vínculos amistosos. Participo de lecturas a las que me van invitando y allí disfruto, más allá de los nervios, que de a poco se van aplacando.
Actualmente estamos organizando una Lectura de poesía con Luis Mey en su librería “Suerte Maldita” para el 23 de noviembre. Y creo que se trata de eso: Conocer y compartir unos mates, una birra o una simple charla, en donde el libro solo ofició de entrada en esta gran mesa.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
En principio, sigo escribiendo. Tengo varios proyectos en mente. En cuanto a la poesía, estoy pensando en gestionar lecturas y ciclos, en Córdoba trabajé muchos años en gestión cultural pero en la organización de eventos musicales, ahora me gustaría retomar mi beta organizativa pero en esta área. Después, hay muchas ideas que van circulando en conjunto con mis amistades, como realizar algún podcast que integre nuestros intereses, como el yoga, la bioenergética, la escritura, etc. Todas estas disciplinas con las que me fui encontrando fueron sin duda semilla, germinaron las raíces de Casa Mandarina, que en definitiva fue un viaje al interior de mi propia tierra.



sábado, 26 de octubre de 2019

Jorgelina Etze: “El libro, en cada cuento, transita el tema de la soledad”





La escritora Jorgelina Etze habló con Entre Vidas de su libro de cuentos Tantas Soledades publicado por la Editorial Luvina y contó que existen tantas soledades como personas. Además, adelantó que está trabajando en una serie de novelas de aventuras que tienen que ver con los piratas.




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Varios. Pero no por un tema de superstición. Lo que pasa es que tengo que estar sola. Me es imposible escribir si hay gente dando vueltas. Así que tengo que esperar a que se haga de noche y que mi hija esté dormida.  Entonces leo algo, me preparo un té, pongo música. Todo  para desconectar de la rutina y conectar con el texto.  Eso sí: escucho música sólo si estoy escribiendo algo nuevo. En la etapa de corrección no escucho música porque detecté que el ritmo que escucho condiciona mi puntuación. 

¿Con qué frecuencia escribís?
Te diría que todos los días. No con la misma intensidad, claro. Los días que aparece algo, esos días que  entro en fase maníaca, puedo escribir un montón. Otros  apenas sale una letra.  Eso no quiere decir que todos los días escribo algo que valga la pena. Hay mucho descarte.  Y también mucha maceración. Mucho escribir, guardar. Rescatar algo viejo, reflotar, darle una vuelta, actualizar.  A veces no escribo, pero corrijo. Y eso también es escribir. 

¿Cómo fue el proceso de selección de los cuentos que aparecen en tu libro Tantas Soledades?
Te diría que fue casi sin pensarlo, medio de casualidad. Un día, buscando un cuento para un concurso, abrí una carpeta de cuentos inéditos. Viste que en los concursos piden  determinadas características: que tenga tal extensión, o que trate  de tal tema. En fin: leyendo los cuentos  para seleccionar el adecuado, me di cuenta de que tenían un tema en común. Todos, de alguna manera, tocaban el tema de la soledad. Y ahí sentí que, sin que yo me diera cuenta,  se había  armado un libro. Los cuentos fueron  escritos en distintas épocas, algunos en el 2007, otros  en el 2018 y muchos en el medio de esos años. Y en ese tiempo pasaron, y me pasaron, muchas cosas. Sin embargo, en todo ese tiempo, la temática de la soledad apareció una y otra vez. Y los cuentos mantuvieron su vigencia. Creo que durante ese tiempo, en realidad, el libro se escribió solo.  Y lo descubrí cuando los leía buscando otra cosa.

¿Por qué decidiste ponerle ese nombre al libro?
Bueno, tiene que ver un poco con lo que te decía antes. El libro, en cada cuento, transita el tema de la soledad. Pero siempre de distintos modos. Encontré soledades de todo tipo. Y vi que existen tantas soledades como personas. Ese título era muy largo. Insoportable, casi. Así que lo corté. Tantas soledades me pareció mejor. 

¿Cuál es el cuento que más te gusta y cuál es el favorito de los lectores?
Uh. Qué difícil. No sé cuál es el que más me gusta. Todos tienen algo que me llama. Supongo que por eso los escribí. Depende del momento, creo. “Café solo”, me gusta mucho. “La otra”, también. Pero todos me gustan. Si  no me gustan a mí…  Jajaja.  Con respecto a los lectores, es gracioso lo que pasa. ¿Viste ese dicho que dice “A cada chancho le llega su San Martín”? Bueno: yo creo que a cada lector le llega su cuento. Porque me ha pasado, por ejemplo, que alguien me diga el que menos me gustó es tal cuento y después, encontrarme con alguien que me dice que el que más le gustó es el que el otro lector no había disfrutado tanto.   Si tuviera que hacer un ranking, “Desamor” gusta mucho. Y “ Ojos muertos”, también.

¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con la Editorial Luvina?
Bueno, yo conozco a Claudia Cortalezzi hace muchos años. Me la encontré de casualidad el día de la presentación de Un café en Buenos Aires, el último libro de Pablo Di Marco, y ese día me contó que estaba encarando un proyecto editorial. Me dio mucha alegría. Siempre es una buena noticia cuando nace una editorial. Yo tenía guardado mi manuscrito hacía tiempo: había sufrido algunos reveces editoriales y estaba casi decidida a no publicar. Porque no es la negativa lo que  bajonea: algunos editores me dijeron que no, con razones muy válidas, y está todo bien. Pero cuando te ignoran o, peor, cuando la respuesta linda con la falta de respeto, uno no la pasa bien. Bueno, así venía la cosa. Entonces, unos días después de ver a Claudia, se me ocurrió preguntarle si estaban recibiendo manuscritos. Me copaba la idea de publicar con ella, porque la conozco y sé cómo trabaja. Y además sabía que, si no le gustaba el libro, me lo iba a decir. Por suerte me dijo que sí, que se lo mandara. Y  después todo fluyó.       
A Fabián lo conocí cuando nos reunimos la primera vez. Entre los dos son un equipo formidable. Cálidos, abiertos, generosos. Fue, y sigue siendo, un placer trabajar con ellos.

¿Qué sugerencias recibiste de los editores Claudia Cortalezzi y Fabián Rossini que consideres fueron fundamentales?
La verdad es que el libro no requirió demasiado trabajo. Los cuentos ya estaban muy trabajados. Yo, mucho tiempo, hice taller con Marcelo di Marco y con Laura Massolo. En ambos talleres se trabaja con mucha rigurosidad, así que el material estaba bastante pulido.  Claudia y Fabián, de todos modos, hicieron un exhaustivo trabajo de revisión y sugirieron algunos muy acertados cambios. Luvina  hace trabajo editorial y de corrección y trabaja de cerca con el autor. Y creo que eso se nota cuando el libro está terminado. Tal vez haya algún error en el libro —seguro que lo hay—, pero gracias al trabajo que hicieron conmigo, yo no lo encontré. Y eso que soy muy obsesiva.     

¿De qué temas se nutre tu escritura?
Hay algunos temas que me obsesionan: la muerte, el primero. Ese lo exploré mucho en mi primer libro de cuentos, No hay una sola forma de morir.  Luego siempre aparece la soledad —obviamente—,  la maternidad,  la religión. Por ahí va la cosa.  Pero creo, no estoy muy segura, que en realidad mi escritura se nutre de preguntas.   Creo que la búsqueda es entender lo que le pasa al otro. ¿Cómo será ser una mujer víctima de trata? Y ahí, buscando esa respuesta, sale un cuento. ¿Cómo será estar en coma? Y ahí sale otro cuento.   

¿De qué tema todavía no escribiste pero te gustaría hacerlo en un futuro?
Si bien en este libro no se ve, me interesa mucho lo sobrenatural. Es posible que en el futuro aborde algo que tiene que ver con eso. No sé. 

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Actualmente, igual que los últimos diez años, estoy trabajando en una serie de novelas de aventuras.  Es un proyecto que tuvo muchas idas y vueltas,  pero que ahora parece haber encontrado su camino. Es una historia de piratas ¡Sí! ¡Piratas! Una saga de tres novelas que me hacen pasar grandes momentos mientras las escribo y las corrijo. Ojalá, pronto, las pueda publicar.   



lunes, 14 de octubre de 2019

Silvina Gruppo: “A la escritura hay que darle lugar para que ocurra”


PH Bruno Szister


La escritora Silvina Gruppo acaba de publicar el libro Oeste a través de la Editorial Conejos y le contó a Entre Vidas acerca del proceso de escritura de la novela. Además, la autora señaló que los lectores se van a encontrar con una historia pequeña, doméstica que, a partir de detalles, narra el patriarcado que las generaciones que anteceden toleraron sin darse cuenta.



¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
El gran ritual es entender que lleva tiempo, que hay que hacerle lugar entre los otros trabajos, entre las lecturas, el análisis, las cuentas, las amistades y la vida familiar. Si estoy con un proyecto en marcha, me agendo tiempos que sean tan respetados como, por ejemplo, las horas de clase. A la escritura hay que darle lugar para que ocurra.

¿Con qué frecuencia escribís?
Tengo dos momentos muy diferentes. Hay etapas en las que tomo apuntes, notas, esbozos de escenas, ambientes, detalles de personajes. Eso es desprolijo y me puede llevar meses, me asaltan ideas en cualquier lado, saco una libreta y escribo lo que voy a querer escribir en otro momento. Cuando ya estoy muy metida en ese mundo, empieza la escritura propiamente dicha y la reescritura.  Ahí necesito más disciplina. En esa etapa escribo todos los días, al menos una hora.

¿Cuál fue la imagen disparadora que dio inicio a la historia de tu novela Oeste?
Hace unos años, en una exposición tuve una charla con Marcela D´Alessandro, una artista amiga. Me contó algo personal y pasaban los días y yo no me lo podía sacar de la cabeza. Tengo que escribir sobre esto, pensé. De esa charla saqué el germen de una imagen que fui transformando y que aparece al final de la novela. Quería narrarla, pero cuando trataba de escribirla tenía que contar primero otra cosa y otra cosa más. Así me di cuenta de que tenía una novela entre manos. Esa imagen insistía, era lo que le daba dirección al texto. Cuando por fin la pude escribir, había llegado al final. También en ese momento surgió el título: Oeste, que funciona más como una metáfora temporal que como un dato espacial.

¿Cómo trabajaste la construcción del personaje principal?
Elsa es una mujer de ochentalargos. Es un personaje ficticio que está construido como un collage de todas las mujeres de mi vida, sobre todo de las mayores. Las frases y las anécdotas de mis mujeres resuenan en el relato de la vida de Elsa transformadas en otra cosa. Cuando terminé de escribir la novela me junté con Beatriz Rivera Otero, una médica gerontóloga prima de mi abuela, y tuvimos una entrevista muy larga en el patio de un geriátrico. Le conté oralmente toda la novela y ella me escuchó hablar como si le estuviera contando un caso clínico. Eso me ayudó a ajustar algunos detalles del personaje y de la historia.

¿Por qué decidiste alternar el narrador en cada capítulo?
Empecé a escribir la novela en una tercera persona focalizada. El narrador hablaba de Elsa, pero muy pegado a sus palabras y a su perspectiva. En un momento pensé cómo contar a su vez una memoria que, probablemente, Elsa tuviera difusa, cómo mostrar la opresión, cómo narrar a un personaje que habría sido más pronunciado por los mandatos de los demás que por ella en primera persona. Y ahí apareció esta voz en segunda que podría ser el pasado mismo, una especie de voz de la conciencia y una fuerza imperativa que, en lugar de hablar sobre Elsa, le habla a ella. El narrador en tercera cuenta más el presente; el narrador en segunda le insiste al personaje para que vuelva sobre un pasado, para que haga, para que deje de hacer.

¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con la Editorial Conejos?
Hace muchos años que leo literatura argentina contemporánea, sigo de cerca la producción de los autores y también me fui familiarizando con los perfiles de las editoriales. Siempre supe que quería que mi primera novela se publicara en una editorial independiente, porque no trabajan con la urgencia del mercado: cuidan los libros que publican y los acompañan en el tiempo. Hice una lista de editoriales y Conejos fue una de mis favoritas. La conocí primero como lectora. Algunos de sus libros me gustaron tanto que los propuse en las clases que doy, o escribí reseñas, o entrevisté a sus autores. Editorial Conejos me interesaba, además, porque no camina sola, une fuerzas con otros sellos independientes en un colectivo que se llama La Coop, tienen una librería en el barrio de Almagro y se ocupan de la distribución y también llevan los libros a distintas ferias nacionales e internacionales.  Les mandé el manuscrito y cuando me respondieron que mi novela les interesaba para su catálogo me dio mucho orgullo, estaba segura de que era una buena decisión publicar con ellos.

¿Qué repercusiones estás teniendo de los lectores?
Salió de imprenta hace muy poquito, así que esto de recibir devoluciones es una novedad que me llena de alegría y me demuestra que el texto ya no me pertenece, muta en cada lectura. Parece que mi personaje les recuerda cosas de sus madres o abuelas. Alguien me dijo que ahora recordaba a Elsa como una persona que hubiera conocido y no como un personaje. 

Para el que todavía no leyó el libro, ¿con qué se va a encontrar?
Se van a encontrar con una historia pequeña, doméstica que, a partir de detalles, narra el patriarcado que las generaciones que nos anteceden toleraron sin darse cuenta.

¿Qué libros de los que hayas leído últimamente recomendarías?
De los últimos libros que leí recomiendo fervientemente La ruta de los hospitales (Alfaguara), de Gloria Peirano, para lectores sensibles al trabajo con el lenguaje y el cruce de perspectivas. Dos sherpas (Entropía) de Sebastián Martínez Daniell me maravilló por el desajuste entre el tiempo de la historia y el tiempo del relato y, además, logra que algo absolutamente ajeno como el Himalaya, se nos vuelva algo propio. Bicho taladro (Paisanita Editora), de María Insúa, además de ser una de las primeras novelas argentinas escritas en lenguaje no binario, crea un mundo roto con una narrativa que también se arma desde las astillas. Póker (Editorial Conejos), de Sergio Dubcovsky, construye la explosión de un personaje contenido, moderado. Historia de Roque Rey (Eterna Cadencia), de Ricardo Romero, crea un personaje con su historia y prehistoria, es un mundo completo que se cierra sobre sí mismo. De este lado del charco (Editorial Conejos) y Una nena muy blanca (Emecé), de Mariana Komiseroff son novelas muy potentes que, sin panfletos, abordan la lucha de clases y los temas urgentes de la lucha feminista.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy en el momento caótico de tomar apuntes para lo que será, muy probablemente, una nueva novela.




Denise Griffith: “La carencia nos mueve”


PH Juan Manuel Pato

La escritora Denise Griffith habló con Entre Vidas acerca de su nuevo libro de poesía llamado Carencia, publicado por la editorial Liberoamérica y contó que tiene intenciones de escribir temas más sociales en forma de narrativa.




¿Por qué decidiste que tu libro de poesía se llamara Carencia?
Es un título fuerte, yo agarraría un libro con ese nombre si lo viese en una feria. Había pensado otros, pero me di cuenta de que no reflejaban las sensaciones de los poemas. Varias personas habían utilizado la palabra “carencia” para definir otros escritos míos y la pensé apropiada para este. Además, puede entenderse de dos modos. Por un lado, está el aspecto más frecuente, que es aquello que nos falta por el costado emocional, afectivo. Pero para mí al mismo tiempo tiene que ver con cómo vivimos la escritura y el lenguaje. La carencia nos mueve. Puedo decir que sigo escribiendo porque nunca me alcanza con lo que ya plasmé, necesito abarcar la esencia de lo que soy con lo escrito y el no lograrlo, esta imposibilidad, me motiva. Eso es hermoso.

¿Cómo fue el proceso de selección de los poemas que aparecen en el libro?
Fue un proceso que duró poco más de un año y, si bien tenía mucho más escrito, quise que quedara lo que realmente reflejaba mi estilo y me diferenciaba.

¿Cuál es tu poema preferido del libro?
Mi poema preferido es aquel que va dedicado a mi abuela difunta, a mi abuela Luisa. Ella me contaba cuentos cuando era muy chiquita y de alguna manera me inculcó el amor por la ficción. Creo que si viese todo lo que estuve publicando y haciendo luego de que falleciera, estaría orgullosa. Nos amaba tanto a mi familia y a mí…

¿Qué diferencias notás en vos como escritora entre este libro y el anterior Antojos de desorden?
Antojos de desorden se escribió bastante rápido. Este fue un largo proceso y, al ser el segundo, ya con cierta exigencia. Creo que con el primer libro tenemos la excusa de que si hay algo que no está bien logrado, sigue siendo el primero y le tenemos compasión y cariño. Con el segundo ya es otro tema. Además, al depender de mi propia mirada como autora y editora traté de ser más exigente. Muchas veces cuando ya tenemos la aprobación de un editore dejamos de preocuparnos. En este caso, lo consulté con mi colega Lucía Bima y ella me dio el visto bueno pero sigue sin ser lo mismo que si hubiese enviado un manuscrito a una editorial que no me conoce. Fue un acto de confianza en el escrito y en mi esfuerzo. Una suerte de amor propio, algo que también expresan estos poemas en su temática.

¿Qué podés contar de la presentación que hiciste en Café La Noire?
Vino mucha más gente de la que esperaba, aparte más que a la presentación de mi primer libro. Fue un momento fuerte, sobre todo porque lo que escribí es así y abrirse, poner el cuerpo, es difícil. Por suerte me encontré ante un público que al final me hizo llegar sus impresiones y por lo visto captó mi mensaje incluso desde su propia experiencia. Fue mucho amor condensado y quedé tan impresionada que esa noche me dormí a las cuatro de la mañana.

¿De qué temas que aún no escribiste te gustaría hacerlo en un futuro?
Temas más sociales en forma de narrativa. A  lo mejor con un toque surrealista.

¿Cómo ves el momento editorial actual?
Lo veo súper complicado tanto para los autores como para los editores. Soy nueva en el oficio pero me puedo imaginar que editar libros hace cinco años era otra cosa. Por el lado de los autores, sé que les está costando conseguir editorial para sus escritos. La mayoría de las editoriales ante la suba desmedida del dólar, postergan.

Además de escribir poesía, lees una gran cantidad de libros para reseñar. ¿Cuáles recomendarías de los que leíste este año?
Reverdecer de Sol Arri (Niña Pez) y Cándida fatal de Daniela Giorgetta (Caleta Olivia). Ambos de poesía muy sentida con la que en lo personal me conecté desde mi sensibilidad.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy trabajando en varios a la vez y es difícil saber cuál vendrá primero.



domingo, 13 de octubre de 2019

Esteban Rauch: “Cuando no escribo pienso en que debería estar escribiendo”






El escritor Esteban Rauch habló con Entre Vidas de su novela La sonrisa de la traición publicada por Azul Francia Editorial y contó que en algún momento le gustaría escribir teatro.





¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Escribo para escaparme, por lo que no importa mucho lo que haga antes, sino sentarme y escribir. De todas formas, me gusta respetar ese tiempo que tengo conmigo mismo, preparo café, leo algo antes de arrancar.

¿Con qué frecuencia escribís?
Depende de en que esté trabajando: el último año fui muy dedicado con un proyecto en particular. Como mi otro trabajo era por las tardes, por lo general me levantaba a la mañana, iba a la biblioteca o a algún café a trabajar en ese texto. No fue una práctica diaria pero casi. Después hay meses en los que, por razones laborales o de otra naturaleza, se complica, pero la necesidad de escribir está. Cuando no escribo pienso en que debería estar escribiendo.

¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
Tuve profesores, tanto en la primaria como en la secundaria, que incentivaron este afán no sólo de leer sino también de escribir. A ellos les tengo mucho cariño.

¿Cuál fue la imagen disparadora que da inicio a la historia de tu novela “La sonrisa de la traición”?
La sonrisa tenía un prólogo de ficción: una suerte de fábula relatada dentro del mundo de la abogacía, donde el fútbol jugaba un papel tan importante como el Derecho mismo, y donde un joven aspirante pasaba de ser entrevistado a jugador efectivo del estudio jurídico. En base a eso surgieron una serie de personajes que transitaban ese ambiente laboral, y algunos de ellos son los que ahora están en la novela. El prólogo, no publicado en esta edición, quedó guardado en algún lugar de la Nube.

¿Por qué le pusiste ese nombre?
Estaba entre La sonrisa y otro título que hacía más referencia al relato coral de la novela. Lo consulté con algunos amigos y La sonrisa pareció ser el más adecuado. Además, representa cierta fuerza de uno de los personajes a quien más me interesó desarrollar a lo largo de la novela.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Azul Francia Editorial?
Terminé de escribir La sonrisa en el 2016. La envié a algunos concursos de novela corta -debido a su extensión- sin pena ni gloria. A principios de este año me contacté con Francisca Mauas, editora de Azul Francia, quien estaba publicando autores que conozco y respeto, y quien también me comentó el interés de publicarla. Fue un desafío, ya habían pasado un par de años desde que la había terminado, pero al final, luego de releerla, encontré cosas nuevas que me incentivaron a publicarla, y la confianza en la editorial jugó un papel importante. Es una editorial que apuesta por la literatura contemporánea local, publica autores noveles, se la juega, eso me gusta.

¿Qué repercusiones tuviste de los lectores de la novela?
Me hicieron saber que no era la lectura a la que estaban acostumbrados, pero que, una vez llegados a la segunda parte de la novela (la misma se divide en tres), entendieron por dónde iba la mano, pero no hacia dónde, lo que hace que la tercera parte sea bella, o al menos sorpresiva.

¿De qué temas se nutre tu escritura?
En ese momento estudiaba Derecho en la Universidad de Buenos Aires, y todo lo que escribía se nutría de esa mística y ese romanticismo que, al menos para mí, tiene el Derecho y la ciudad de Buenos Aires, aun cuando sea un romanticismo que, si se mira de cerca, está poblado de falsedades. Tal vez, al igual que mis personajes, yo haya malinterpretado lo que vi, escuché y leí en esos años, y en el Derecho no exista nada de romántico, no puedo asegurarlo.

¿De qué tema que todavía no hayas escrito te gustaría hacerlo próximamente?
En algún momento me gustaría escribir teatro, sea cual fuere la temática.

¿Qué libros o autores recomendarías?
Bolaño, Rosa Montero, Manuel Puig.

¿En qué nuevo proyecto estás trabajando actualmente?
Acabo de terminar una novela que me llevó un par de años y que mencioné más arriba. Se trata de un drama familiar con elementos de ficción. Ahora vendrá la etapa de corrección y publicación, que es un viaje completamente distinto al de escribirla.



sábado, 12 de octubre de 2019

Héctor Prahim: “El libro tiene la espina dorsal de una novela”




El escritor Héctor Prahim habló con Entre Vidas de su libro El pabellón de los animales domésticos publicado por Indómita Luz Editorial y contó que los cuentos que componen la edición son cápsulas autónomas concatenadas por un mismo color narrativo, para dinamizar y oxigenar la lectura.   




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Busco leer algo potente, que me conmueva, salgo a caminar, me tomo un micro a cualquier parte, miro una película, escucho música, voy al puerto a mirar los barcos pasar, intento instalarme en el movimiento, intento retroceder, meter el cuerpo en cierta insatisfacción, y salir a lo que llamo “estado de gracia”, para obsesionarme con lo que escribo. Marguerite Duras dijo: Estar sola con el libro aún no escrito es estar aun en el primer sueño de la humanidad.  Me gusta eso. Fijate que la invención de la escritura, se calcula, fue hace 3000 años antes de Cristo, y aún hoy se escribe, y se seguirá escribiendo en alguna de las lunas heladas de los planetas gigantes que colonicemos. Sin ánimo de sacralizar la literatura, me parece que la escritura como práctica, es uno de los actos mundanos más espirituales y movilizadores que tenemos.

¿Con qué frecuencia escribís?
Escribir, no escribo siempre,  eso sí, intento “corregir” todos los días, a raja tabla, en papel y después lo paso a computadora. Porque puntual, Mauro, el proceso creativo de un cuento es más espaciado, al menos en mí, que llego a la historia por pura intuición, tanteando, es decir que, en un día bueno, en “estado de gracia”, puedo llegar a tener un cuento crudo, pero me llevará meses corregirlo, documentarme, encontrar el tono y las palabras justas. No me quejo de eso, el proceso creativo me parece una angustia placentera, que reconforta más cuando algunos párrafos con lo que venís luchando, aun así, con algo de insomnio y obsesión, entregan su máxima belleza. 

¿Cómo fue el proceso de selección de los cuentos que aparecen en tu libro El pabellón de los animales domésticos?
Hace algún tiempo, nos juntamos con Valentina Vidal, Marcelo Rubio, Miguel Sardegna y Guadalupe Faraj para trabajar distintos proyectos de novelas, en uno de esos encuentros hermosos, cerveza de por medio, hablando de la intensidad narrativa, Valentina dibujó en el aire la silueta de un dragón, dijo que la novela siempre necesitaba momentos altos y bajos, explosiones controladas, como la silueta de ese dragón, porque de lo contrario se corría el riesgo de anestesiar al lector. Eso quedó grabado en mí. Al tiempo, y como suele pasar, mi naturaleza de cuentista se impuso, y la selección para armar mi libro se basó en eso, en administrar la intensidad, en distribuirla, en hacerla correr como si fueran capítulos. De esa forma, el libro tiene la espina dorsal de una novela, pero con cuentos que son cápsulas autónomas concatenadas por un mismo color narrativo, para dinamizar y oxigenar la lectura.   

¿Cuál fue la imagen disparadora del cuento que le da el nombre al libro?
Por lo general, gran parte del año extrañamos la casa colorida, llena de flores y pájaros que alquilamos en Mar de Ajó, en el barrio “El Silvio”, donde solemos instalarnos un mes y algo para las vacaciones. Allí me gusta levantarme temprano y hacer algo de ejercicio, leer y corregir un buen rato, después bajar a la playa con mi perro, a caminar por esas amplias llanuras costeras que antiguamente, sirvieron como pista de aterrizaje para los aviones que traían el correo y los diarios de la Capital. Vuelvo a la casa con pescado fresco y pan, y espero a que la familia termine de despertar para prepararles el desayuno. Después, bajo el sol cálido de la media mañana, siempre con música, nos ponemos a planificar nuestro largo día de playa. Quizás, ahora que lo pienso, no haya sido una imagen el gran disparador del cuento que mencionas. Es muy probable que a lo largo del tiempo, esa geografía atlántica haya macerado en mí un escenario narrativo.

¿Por qué decidiste ponerle ese nombre?
Me parece que fue una forma justa de decirle gracias a ese cuento, porque me dio todo, porque cuando llegó, coincidió con el nacimiento de Luciana, mi segunda hija, hasta entonces solo tenía cuentos muertos, disecados, desde ese momento entendí cómo tenía que contar, y así lo hice, y mi escritura viró para siempre.   

¿Cuál es el cuento que más te gusta y cuál es el favorito de los lectores?
Son varios, y cada uno me dejó algo, pero si tengo que definirme por uno, ese es la “Densidad del agua”, quizás porque llegó en medio de mi crisis de los 40, y me sostuvo, y fue mi refugio hasta que pasó el temporal. Este año, el ayuntamiento de Bilbao, lo publicó bajo el nombre “Aflicción”, en una edición formidable para toda España, donde me doy el lujo de compartir cartel con escritores geniales como Antonio Tocornal, Jack Babiloni y el maestro Manuel Moya. Ahora si hablamos de los cuentos más renombrados entre los lectores eso son: El pabellón de los animales domésticos, El rectángulo exacto donde estuvo mi cama matrimonial, Temporada de nidos en el garzal y Una voz cálida y humana al otro lado de la línea.

¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con Indómita Luz Editorial?
Cuando el libro fue premiado en Casa de las Américas, recibí varias propuestas de editoriales. Diego Ardiles ya me había contactado, pero pasó un tiempo hasta que pudimos juntarnos a tomar un café y escucharlo contar el proyecto de Indómita Luz, proyecto que me interesó de inmediato, y no me equivoqué. Una vez, Martín Sancia Kawamichi, me dijo que el texto escrito es de uno, el texto con el que convivimos por años, el texto que corregimos, una y otra vez, pero que en definitiva, el libro también pertenecía a toda esa gente que trabajó para ponerlo en pie: editores, correctores, diseñadores, distribuidores, reseñadores, libreros y lectores. El equipo de indómita luz me trató y me trata con un profundo respeto y cariño, como suelen tratar a los libros. 

¿De qué temas se nutre tu escritura?
Esto es algo que charlamos seguido con Roberto Montaña y con Ariel Coronel, cada vez que nos juntamos a comer, o a tomar un café: las obsesiones en nuestra narrativa, la autodestrucción, la desigualdad, el valor de estar vivo, la fragilidad de nuestras emociones, y por sobre todas las cosas, la soledad profunda que experimentamos en esta época de nativos digitales y globales. Si no me equivoco, creo que fue en el 2018 que la entonces primera ministra británica, Theresa May, anunció la creación de una dependencia gubernamental especial, que medios como The Guardian señalaron como el primer Ministerio de la Soledad. Y sí, aunque la primera impresión resulte ridícula, es un hecho, un flagelo tangible y humano de la vida moderna, eso, que cada vez estamos más solos.

¿De qué tema todavía no escribiste pero te gustaría hacerlo en un futuro?
Siria fue la nación de mis abuelos, Siria, que según la ONU, es el mayor desastre humanitario del siglo. Siria me duele, Mauro, la masacre sistemática de su población civil. En el libro hablé de los desplazados, incluso mis personajes son migrantes de sus propias vidas, pero en algún momento me gustaría que mi escritura se vuelva una caricia, un alivio hermano para Siria y para los desplazados, los dolientes del mundo.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
El pabellón de los animales domésticos me ha dado muchas satisfacciones, y tengo algunas propuestas lindas para mi segundo libro, a lo largo del tiempo iré contando. Por lo pronto, leo, salgo a caminar, me tomo un micro a cualquier parte, miro una película, escucho música, escribo, y la mayor parte del tiempo, sueño.



lunes, 7 de octubre de 2019

Alejandra Lerma: “Quería un libro como un viaje por mis otros libros”




La escritora colombiana Alejandra Lerma habló con Entre Vidas acerca de su libro de poesía Precisiones sobre la incerteza publicado por Sic Semper Tyrannis Ediciones y adelantó que en quince días saldrá un libro sobre la muerte de su padre llamado No habitar ya la tierra.




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Me encantan los rituales, pero no los asocio directamente a la escritura, no soy mucho de hábitos fijos, así que mis costumbres varían según el momento que voy atravesando,  pero podría  decirte que en mi casa siempre enciendo palo santo, ese aroma me serena, y que suelo cerrar las cortinas, apagar la música y hacer mucho silencio para escribir.  Casi nunca escribo con los zapatos puestos.

¿Con qué frecuencia escribís?
Depende, corrijo con más frecuencia de la que escribo. He tenido temporadas de verdadera sequía, en las que por meses no se asoma ni un verso, y de pronto una mañana, a las 4 30 am me  veo escribiendo  27 páginas de corrido. La poesía no puede programarse como la narrativa o el periodismo, requiere de una paciencia diferente, tenés que estar al acecho pero con cierta liviandad. Alguna vez le dije a alguien que  aunque no parezca siempre estoy escribiendo, tomo notas  intangibles todo el tiempo.

¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
Mi abuelo, un hombre campesino, que no terminó ni la primaria, pero  aprendió a leer y amó la literatura. Cuando yo apenas aprendía a leer él se quedó ciego, me pedía que le leyera a poetas como León de Greiff, Porfirio Barba Jacob, Almafuerte, Petrarca… yo no entendía nada de lo que decían esos hombres, pero la música se me fue quedando adentro.

¿Por qué decidiste que tu libro de poesía se llamara Precisiones sobre la incerteza?
Mi figura literaria favorita es el oxímoron,  tal vez porque  ese es el aroma de la vida, la combinación de sentidos contrarios que generan otros, imposibles, misteriosos, intensos. La incertidumbre es todo lo que tenemos, el puñado de nada que se nos ha ofrecido, pero al menos sabemos eso, que andamos a tientas por el mundo. Mi libro anterior a este también tenía esta figura en su nombre: Oscuridad en luz alta.

¿Cómo fue el proceso de selección de las poesías que aparecen en el libro?
Quería un libro como un viaje por mis  otros libros, así que de manera cronológica elegí los poemas que consideré más sustanciosos de cada trabajo y los hilé con capítulos. Aquí nada tiene mucha lógica o pretensión, es una incerteza.

¿Cuál es tu poesía preferida del libro y cuál es la que destacan los lectores?
Me gusta mucho  A la anciana que seré, la historia detrás de ese poema, la oculta referencia Wislawa, la plata que me dejó ese texto al ganarse un concurso, y sobre todo el recordatorio que es de mi vejez. Muchas personas me piden que lea  Futuro Imperfecto, que es un poema a mi padre, a veces me agota leerlo tanto.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Sic Semper Tyrannis Ediciones
Esta editorial la dirigen Miguel Tejada y Juliana Soto, dos periodistas de la Universidad del Valle, sitio donde yo estudié la misma carrera,  sabía que estaban comenzando con un proyecto editorial de  muy buena calidad, y me gané un premio municipal para publicar el libro, podía elegir una editorial local y opté por ellos. Nos ha ido muy bien, incluso la chica que hizo la parte del diseño, Juliana Love, se ganó el premio CLAP por el bello trabajo.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
Creo que los temas siempre son los mismos y no son más de cuatro para el mundo de la escritura en general, pero evidentemente hay obsesiones; algunas de las mías: los retratos familiares, la muerte de lo cotidiano, habitar un cuerpo femenino, la relación con las amigas, la desesperanza ante los hombres, el agradecimiento a lo salvaje.

¿De qué tema que aún no hayas escrito te gustaría hacerlo en un futuro?
De mi  intento de suicidio.

¿Qué libros de poesía o autores recomendarías? 
Depende a quien se lo recomiende, es como la música, hay genialidades en cada género, pero sabes que algunas personas entran mejor al metal que a una balada y viceversa. Pero diré que hay pasar por Olga Orozco, Wislawa Szymborska, Enriqueta Ochoa, María Mercedes Carranza,  Ángel González, Roberto Juarroz, Walt Whitman, Anne Sexton, San Agustín, Miyo Vestrini…

¿Manejás la idea de publicar tu libro en el exterior?
Pues no sé si manejo la idea jajajaja, nunca me lo han propuesto y tampoco conozco los canales para hacerlo, pero sería un buen vuelo.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
En 15 días saldrá un libro sobre la muerte de mi padre, lo publicaré a través del premio departamental  de Escritores Vallecaucanos, Jorge Isaacs, son poemas que van del hospital, al cementerio, del cementerio a la infancia, de la infancia a la ira…  No habitar ya la tierra, se llama.
Y como dice la poeta colombiana Bibiana Bernal, tengo un par de casas en obra gris: un libro que se titula Los hombres que no amé y otro que por ahora se llama Promesa de alivio, ambos de poesía. 



miércoles, 2 de octubre de 2019

Daniela Giorgetta: “Me sigue sorprendiendo y poniendo muy contenta cada devolución que me llega”





La escritora Daniela Giorgetta habló con Entre Vidas acerca de su libro Cándida fatal publicado por Rangún Editores, un sello de Caleta Olivia, y contó que su escritura se nutre de los pequeños detalles y emociones de la vida cotidiana. Además, la autora adelantó que ya tiene otro libro de poesía terminado e intenta escribir una novela.




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
La verdad es que no tengo rituales antes de escribir poesía. La poesía se me aparece en
la cabeza, me resuena, me pide que la escriba; es como el ritmo de una canción que se
me pega. Así que cuando eso me pasa, y me pasa bastante seguido, escribo. Escribo en
lo primero que tenga a mano: el celular, papeles, en la compu del trabajo, en mi
compu. Para escribir narrativa sí tengo algunos rituales, porque me lleva más tiempo, me hace
pensar, armar la voz narradora, los personajes, las descripciones. Escribo en mi casa,
me preparo café, mate, cerveza o vino; según el día, el clima, la hora, la situación o mi
humor. A veces acompaño con música que sé que me puede ayudar a conseguir el
ritmo de lo que quiero escribir en ese momento, a veces no escucho nada más que el
ruido de la calle que se mete por el balcón. Extraño el cigarrillo, en la poesía y en la
narrativa. Y en otros momentos también.

¿Con qué frecuencia escribís?
Escribo casi todos los días, aunque sea una pavada, una poesía cortita, un par de
palabras.

¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
Por mi ex pareja, hace muchos años ya, conocí a los llamados poetas malditos y a
algunos otros, pero sobretodo a los de la generación beat. Él me transmitió el amor
por leer, la constancia de escribir y me abrió bastante el horizonte en cuanto a la
literatura. Yo después hice mi propio camino; leyendo recomendaciones, caminando
librerías, conociendo gente.
En mi casa no se leía mucho, menos poesía. A mi abuela le gustaba Alfonsina Storni,
según me ha contado mi mamá, parece que recitaba sus poemas mientras limpiaba.
Pero murió cuando yo era muy chiquita y nunca me encontré con libros de ella, así que
no sé, no tengo tan claro cómo llegué a la poesía, si es que llegué.

¿Por qué decidiste que tu libro de poesía se llamara Cándida fatal?
En realidad lo decidió un amiga mía, Maga, por el nombre de uno de los poemas del
libro. Cándida fatal tiene una historia, es el comienzo de una canción de Daniel Melero
que se llama “tenés”. Fue una canción que marcó el principio y el fin de una relación,
que se puede ver un poco en mi libro, entre otras cosas, claro. Pero me gusta mucho el
oxímoron que se forma entre esas dos palabras; la candidez vs la fatalidad, la ternura
vs lo carnal. Con mi editor, Gabo, estuvimos a punto de cambiarle el nombre porque no nos
terminaba de cerrar, pero finalmente lo dejamos porque ya estaba escrito el prólogo, y
la escritora del mismo, Daniela Fernández, usó como puntapié inicial el título del libro, y la verdad es que quedó precioso. El día de la presentación del libro, con Gabo dijimos
que menos mal que le dejamos ese nombre.

¿Cómo fue el proceso de selección de las poesías que aparecen en el libro?
Más que proceso de selección, fue ordenar todo lo que tenía escrito y darle forma a
algunos poemas que los tenía escritos así nomás.

¿Cuál es tu poesía preferida del libro y cuál es la que destacan los lectores?
De los largos, el que más me gusta es “muerte y yerba mojada”, de los cortitos “no
existas mi amor”. En cuanto a los lectores, es muy diverso lo que me llega respecto a preferencias de
poemas, pero suelen coincidir todos en que es una lectura que los interpela, que les
dice algo o que los hace encontrarse con sensaciones propias. “Sus poemas nos dan la
bienvenida en el espacio familiar de una voz que reconocemos y que se vuelve nuestra
propia voz”, dice Daniela Fernández en el prólogo, y creo que ahí reside lo que
interpela, no lo sé, pero leo eso como eje principal en las reseñas que han hecho
Agustina De Diego y Denise Griffith, y en los mensajes que me llegan directamente a
mí o que me comparte mi editor. Es muy lindo y me sigue sorprendiendo y poniendo
muy contenta cada devolución que me llega.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Rangún Editores?
Fue bastante gracioso, luego de la insistencia de mi amiga Maga, que me puso un plazo
de dos semanas para terminar de ordenar en un solo archivo toda mi poesía, mandé
un mail a dos editoriales, una fue Caleta Olivia, Rangún Editores es un sello de ellos.
Después de mandarlo, releí lo que ahora es mi libro y me quería matar, sentí mucha
verguenza, me pareció un delirio haber pensado que me podían llegar a editar, así que
borré de mi mente ese acto y seguí con mi vida. A la semana me escribió Gabo
diciéndome que me querían publicar. Y a la semana siguiente de la respuesta de Caleta
Olivia, me escribió la otra editorial, Niña Pez, pero ya había cerrado con Caleta.

¿De qué temas se nutre tu escritura?
De los pequeños detalles y emociones de la vida cotidiana. De lo que veo, de lo que
siento, de lo que escucho, de lo que hablo (o no hablo y después escribo) con algunas
personas.

¿De qué temas que aún no escribiste te gustaría hacerlo en un futuro?
Estoy intentando escribir una novela, eso me gustaría poder lograr en un futuro.




lunes, 30 de septiembre de 2019

Manuel Morelli: “El cuento es la forma de relato que se adapta mejor a los tiempos en que vivimos”





El escritor Manuel Morelli habló con Entre Vidas acerca de su libro Trasfondo publicado por Azul Francia Editorial y contó que las historias nacieron tras tres meses enteros de insomnio y sufrimiento.




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Escribir es una actividad de tiempo completo. Todo es antes de escribir. En principio, tengo que mantener la cabeza despierta y estar atento a todo o casi todo. Rebuscar donde no solemos mirar. Y así, en ese estado, surgen las ideas. Primero son una revelación  fulmínea, siempre parece la mejor idea del mundo, pero las ideas malas caen y quedan las buenas. Tengo que ponerme a escribir en un momento muy preciso, que es cuando surge la urgencia en el pecho y cuando ya pensé lo suficiente sobre lo que voy a hacer. Ojo, a veces no sé qué voy a hacer. Ese momento es difícil de atrapar. Si lo atrapo, tengo una buena historia. Después se apaga, pero la cosa continúa, esa parte es la más trabajosa, terminar la historia sin el rayo de luz que me llevó a empezar. En cuanto al momento exacto en que tecleo en la computadora, mis rituales vendrían a ser tomar café o té, a veces mate, y fumar cigarrillos. Cuando hay que pensar largo rato prefiero fumar en pipa. A veces el texto me supera y tengo que salir a caminar, o comer algo. A veces tengo que llevarme la computadora a otro lado para terminar. Parte del proceso previo también es hacerse de cuantos libros de calidad se puedan conseguir y leer y leer y leer.

¿Con qué frecuencia escribís?
Como decía, escribir es una actividad de tiempo completo. En lo personal -aunque quizá le pase a todos los escritores-, tengo una cabeza insoportable que escribe todo el tiempo. Así que la frecuencia sería: cada cinco minutos. Pero si hablamos de sentarse a teclear, a poner palabra tras palabra, siempre varía. Hay períodos nefastos en que no puedo sentarme a escribir.
El hecho de estar escribiendo las historias tiene que ver con  no estar viviéndolas. Cuando vivo plenamente no hay necesidad de escribir nada, o casi nada. El momento en que hay que  escribirlo es cuando ya está muerto y hay que ir a recuperarlo. Es como cavar en un cementerio de anécdotas y sentimientos.

¿Cómo fue el proceso de selección de los cuentos que aparecen en tu libro Trasfondo?
No hubo tal cosa. Los cuentos los empecé a trabajar allá por el 2016. De ese año, del 2016, quedó un solo cuento, que no diré cuál es. Los demás nacieron todos durante el año siguiente. Digamos que durante el 2016 se moldeó una forma de escribir y de pensar, una forma de ver el mundo que comparten todos los personajes de Trasfondo; al año siguiente, sólo quedó hacer que sus historias fueran interesantes y potentes. Por suerte salió bien. Compilé todos los cuentos que tenía y no fue necesario romperme la cabeza para saber cuáles iban unos con otros y cuáles directamente no iban. Sin saberlo, había armado, pieza por pieza, una estructura de textos que, podría decirse, encajaban casi matemáticamente unos con otros.

¿Por qué decidiste ponerle ese nombre al libro?
Cuando era chiquito, nueve o diez años, escribía en una máquina de mi abuelo. Quería hacer historias de terror. La cuestión me fascinaba. Me encantaban las películas de terror, sobre todo las españolas, El orfanato, Los ojos de Julia, El laberinto del fauno. A pesar de esto a esa edad no podía terminar de verlas. Después leí a Poe y terminé las películas. Nunca me salió escribir terror. Sólo me salían escenas demasiado crueles, escépticas y que obviamente salían de las manos de un pibe de doce años. No servía. Luego, por cuestiones de la vida, me di cuenta de que lo que es en verdad terrorífico no es nada sobrenatural –a pesar de que mínimo la mitad de los cuentos de Trasfondo son fantásticos-, sino lo que se oculta detrás de las personas, detrás de sus ojos. ¿Qué piensan? ¿Qué esconden? ¿Por qué hacen lo que hacen? ¿De dónde vienen estas personas? ¿A dónde van? ¿Qué pasaría si…-el qué pasaría si es la mejor fórmula-por ejemplo, descarrila un subte un  jueves a las seis de la tarde? A todo eso que está detrás del fondo, lo llamé Trasfondo. El nombre surgió solo. Estas reflexiones las hice después. Quizá porque creía que esta gran pregunta, que hasta entonces no me había hecho, era de esperarse.

¿Cómo surge la idea dividir el libro en tres partes: Trasfondo, Instituciones y Artistas?
Al terminar la selección, me puse a ordenar los cuentos, tuve la idea y me pareció fantástica porque no la había visto en ningún otro libro de cuentos. Además me parece que genera preguntas en el lector. Por ejemplo: ¿por qué este cuento está en instituciones?, ¿cuál es la  institución? Trasfondo tiene que ver exclusivamente con lo que comentaba  en la pregunta anterior. En los cuentos que puse en la segunda parte, Instituciones, hay una influencia  de esta noción Kafkiana del personaje con un objetivo no demasiado claro, y que es interpelado por una Institución casi demoníaca que es mayor que nosotros y con la cual no se puede luchar. En Artistas la cuestión es más simple: los protagonistas son artistas. No me propuse hablar de temas específicos, pero la personalidad del artista siempre fue de mi interés. No la investigué, intenté ver qué había en  mí de artista, a ver si salía algo universal. Lo que conseguí fue personajes con trastorno límite de la personalidad, problemas  de identidad y lo que podría llamarse una adicción a seguir produciendo su arte sin importar las circunstancias ni las consecuencias. Quizá algo así sea la imagen de un artista. A saber, son: una pintora, un escritor y un pianista.

¿Cuál es el cuento que más te gusta y cuál es el favorito de los lectores?
Creo que el cuento más notable es La gran Celia Colling, también, según me dijeron  amigos y conocidos, es el favorito de ellos.
Es el cuento más largo y que, por las temáticas varias que toca, llama mucho  la atención.

¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con Azul Francia Editorial?
Conocía a Francisca Mauas, la editora, por dos razones: primero que iba, como yo, al taller de escritura del maestro Diego Paszkowski; y segundo que había publicado un  libro excelente de narrativa en verso, Una sombra entre nosotros. Azul Francia había publicado algún que otro libro trabajado en el taller. La idea me gustó. Trasfondo es un libro que había pasado sin suerte por varios concursos, y que necesitaba cuanto antes salir como escupido de mis archivos, no tenía sentido guardarlo por más tiempo, ni seguir corrigiendo. Así que cerré los textos –como bien señaló Borges, el texto no se termina sino que se deja-, y envié el manuscrito a Mauas. Me encontraba en un momento espantoso de la vida, quería morir, no  quería saber nada de nada. Mauas recibió el documento y en una semana ya lo había leído. Para mi sorpresa, dijo que el libro era un gol  de mitad de cancha y lo quería. Seis meses después lo presentamos. Aunque la mayor sospecha  que tenía hasta el momento de que podía ser bueno estaba en realidad basada en los comentarios de un gran escritor –que aún no salió a la luz pero que no dudo hará de las suyas- y amigo personal Ramiro Suero, que luego escribiría el bello prólogo que antecede los cuentos.

¿De qué temas se nutre tu escritura?
Creo que el cuento es la forma de relato que se adapta mejor a los tiempos en que vivimos, tiempos de gratificación instantánea, de acelere, donde no hay espacio para lo importante y verdadero. Un cuento es breve en extensión pero engaña a su  brevedad, y permite procesar muchas más  cosas de las que en la teoría permitirían unas pocas páginas. Mis personajes, los de Trasfondo, siendo parte de este mundo y viviendo en un contexto adaptado a él, luchan contra todo esto, y por eso mismo se ven atrapados en una suerte de universo anónimo y hostil, que no es otro que en el que vivimos.
Esta es una pregunta difícil, y no sé si en verdad la estoy contestando. Como una respuesta más específica, puedo dar algunos ejemplos.
Trasfondo surge directamente, sin mediaciones, de tres meses enteros de insomnio y sufrimiento. Como no soy Emile Cioran, no escribí filosofía a partir de eso. Al dejar de sufrir, quedó un rastro, compuesto por los cuentos de Trasfondo,  que me  limité a seguir.
Ataques de pánico, agorafobia, desamor, y demás.
El primer cuento, El caso Morales, sobre un hombre que, después de decir no tengo cáncer, deja en efecto de tener cáncer, se me ocurrió en un hospital, donde estaba porque se me había roto la pierna. El mes que pasé enyesado en cama fue altamente productivo. Surgieron El mordisco de la muerte, El elemento esencial y alguno que otro más seguro.
La hora de los rituales, sobre un drogadicto que no consigue ni una piedra de marihuana prensada, nace de una noche que pasé en la Agronomía tomando vino y paseando. Las noches bonaerenses son de gran ayuda, porque son  hostiles y ocultan muchísimas cosas. Ver las noches ayuda también a ver mejor qué pasa de día, es decir qué vendrá después de aquello que vemos durante el día; miro el tranquilo día y me preguntó: ¿quedará algo de esto cuando caiga el sol?, ¿saldrán los vampiros y los lobos? En Trasfondo definitivamente las noches se pueblan de insomnio, de lobos, de vampiros, de asesinos, de ladrones, de drogadictos, de fantasmas, de enfermedad y de muerte. Y durante el día es difícil para mis personajes no estar afectados por estas cosas.

¿De qué tema todavía no escribiste pero te gustaría hacerlo en un futuro?
La tecnología. Leemos el diario o vemos el noticiero o subimos al transporte público o caminamos por la calle, etcétera, y todo parece el 1984 de Orwell o una larga novela de Margaret Atwood. Las redes, los peligros de las redes, son un tema que me interesa muchísimo. La gente pegada a sus computadoras y celulares, adictos a las pantallas frías, las relaciones por chat, las imágenes que suplantan las palabras, la pornografía… Me parece fascinante que un tipo pueda morir en un accidente de coche por estar mirando Facebook.
Además vivimos un poco en El cuento de la criada, y también en 1984, y también en un cuento de Horacio Quiroga. Estaría mejor, cómo no, vivir en un cuento de Borges, poder soñar a un hombre para crearlo o acceder a una biblioteca infinita, pero estamos más cerca de lo otro, con el aborto penalizado, las cámaras de seguridad, las represiones policiales, la publicidad focalizada, las mentiras del gobierno, los travesticidios y la discriminación… Hay gente en Sudáfrica que espera el Helter Skelter de Charles Manson y vive a la espera del ataque de los negros africanos, en serio, es verdad, están aprovisionados en sus grandes casas y hacen simulacros de evacuación. Es una cosa increíble.
Si bien en Trasfondo hay al menos una sociedad distópica muy clara y alguna otra que no tanto, me gustaría profundizar más en la cuestión. Aunque  si  no pasa, no hay problema, porque hay varios excelentes libros sobre el asunto, por ejemplo, el Kentukis de Schweblin, que parece un capítulo de Black Mirror pero bien logrado; o si leemos a Foucalt en Vigilar y castigar tenemos también un sabor a distopia  en los castigos medievales.
Hasta ahora no termino  de entender el excelente cuento Los afueras de Yanina Rosenberg, y todavía tengo la sensación de que a cualquiera de nosotros puede pasarle algo así caminando por la calle.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Terminé  un segundo libro de cuentos cortos que bien podría ser la continuación de Trasfondo, por las temáticas que toca. Siendo  así, los textos son algo más maduros, menos oscuros, y tienen que ver, además de con crisis de la personalidad, con crisis que sí superan a los personajes, contextos económicos difíciles, hipotéticas asunciones del fascismo al poder, cosas que se esconden a simple vista. Cualquier relación con la realidad Argentina o de cualquier otro país es pura coincidencia.



jueves, 19 de septiembre de 2019

Florencia Ganduglia: “Todos mis poemas laten pasión”





La escritora Florencia Ganduglia habló con Entre Vidas acerca de su libro de poesía Atrapaversos publicado por Halley Ediciones y contó que le gustaría experimentar en la escritura del género de narrativa.




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Algo que considero indispensable al momento de escribir es estar a solas, preparo el mate que me va a acompañar en el proceso de escritura, pongo música para que despierte mi inspiración y comienzo a crear.

¿Con qué frecuencia escribís?
Trato de escribir al menos dos veces por semana, siempre y cuando encuentre el espacio para hacerlo, ya que mi trabajo como kinesióloga me insume mucho tiempo. Sí, disfruto mucho de ese momento en el cual me conecto con mi ser y desde allí se disparan un sinfín de frases y palabras desde donde nacerá el poema.

¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
Desde siempre me gusto la poesía, pero ahora que lo pienso quizás mi madre indirectamente fue participe de despertar ese amor por las palabras, así también como los desamores que he vivido que hicieron más fuerte aún ese deseo de escribir.

¿Cómo fue el proceso de selección de los poemas que aparecen en tu libro Atrapaversos?
Junto a mi editora Mariana Kruk fuimos seleccionando los poemas que irían en el libro, por suerte coincidimos en los que quedarían. Fue muy movilizador tener que releer todo lo que había escrito y descubrir la evolución que tuve. Esa evolución es debida al taller que realizo con Mariana y a que logró que pudiera llegar a conectarme con mi interior, con cada una de las consignas que me dio. Así, algunos poemas fueron quedando fuera y otros son los que hoy dan vida a este libro, Atrapaversos.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Halley Ediciones?
Mariana Kruk, editora de Halley Ediciones fue la que me propuso y me animó a que llevara a cabo este proyecto. Así, con el tiempo, el sueño de ver nacer mi primer libro se hizo real.

¿De qué temas se nutre tu escritura?
Mi escritura podría decirse que se nutre de variados temas, preponderan el amor, el desamor, los deseos incumplidos o que quedaron truncos. Todos mis poemas laten pasión, se podría decir que es mi corazón el que habla con cada uno.

¿De qué temas que aún no escribiste te gustaría hacerlo próximamente?
Me gustaría intentar escribir más sobre temas sociales, siempre y cuando me lo permita el gran tema de inspiración para mí, el amor.

¿Qué libros de poesía o autores recomendarías?
Me gusta mucho Cortázar, Idea Vilariño, Octavio Paz, Sabato… por nombrar algunos de todos, que son muchos.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Sigo escribiendo, seguramente en un tiempo pueda surgir la posibilidad de armar un segundo libro de poemas.
Me gustaría comenzar a experimentar con narrativa, por ahora es una asignatura que tengo pendiente.



sábado, 7 de septiembre de 2019

Sabrina Álvarez: "Solo intento poner algo de luz a través de la ficción"




La escritora Sabrina Álvarez publicó el libro Piacenza con la editorial Modesto Rimba y habló con Entre Vidas del proceso de escritura y de sus inicios en la literatura. Además, la autora adelantó que está terminando de escribir una novela y unos cuentos con un tono que va desde lo erótico a lo perturbador.




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Rituales, no, no tengo. Lo que hago, y es algo que ya se me impuso, es escribir a la mañana. Me levanto, enciendo la computadora, un café y el silencio. Necesito escuchar solamente esa voz narrativa. A veces con los ojos cerrados empiezo a palpitar a una persona que no habla como yo, que se mueve diferente, que siente de otra manera. Lo contemplo para después intentar capturar ese momento, esa persona que más tarde será un personaje.

¿Con qué frecuencia escribís?
Intento escribir todos los días, a la mañana, como dije. No siempre logro encontrar el silencio y la soledad que necesito. Admiro a las personas que pueden escribir en cualquier lugar, con música, o en un bar o en un colectivo. En mi caso eso es imposible, de repente puede ser que escuche una voz, una frase, que sirva luego,  para crear una historia en mi pequeño espacio, aislada.

¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
Creo que la literatura fue parte de mi vida desde chica. Voy a contar una anécdota: Mi padre, todas las noches, me leía algún cuento, pero la mayoría de las veces los inventaba. Era muy gracioso, imitaba las voces de los personajes, los hacía crecer, les daba vida. No dudo de que esas historias me marcaran. Por otro lado, mis padres tenían una juguetería muy grande, tuve la dicha de tener todas las muñecas, y casitas, y cositos, que se me ocurriesen. Pero no había libros. A los nueve años abrí mi alcancía llena de monedas, me fui a la librería y me compré mi primer libro que no fuera ilustrado. Desde ese día no pude parar de leer. Si no podía comprarlos iba a la Biblioteca José Ingenieros. Soy una ávida lectora desde pequeñita.

¿Por qué decidiste que tu novela se llamara Piacenza?
A veces los títulos de las obras aparecen desde el principio. En este caso no fue así. Barajé varios nombres junto con Adriana Romano, mi mentora, y comenzamos a jugar con las palabras: Paciencia–Piacenza. Aparte de ser un lugar físico que está en la novela y en donde el desenlace crea fuerza, creímos que también el nombre Piacenza le daba un halo de misterio.

¿Cuál fue la imagen disparadora que da inicio a la historia?
Aurora apareció en un sueño. Soñé que descubría por las redes que tenía una hermana que se llamaba igual que yo y que vivía en Italia. Fue una pesadilla. Recuerdo que ese día me levanté y no puede parar de escribir. El personaje se me imponía, no podía dejar de pensar en Aurora.

¿Cómo fue el proceso de escritura?
El proceso fue largo. Entré a la casa de mi admirada y querida Adriana Romano, con todo el material: La nouvelle de Aurora, algunos de los cuentos que había comenzado a escribir en el taller de escritura creativa en Casa de Letras, y me voló la cabeza. Todo comenzó a tomar forma, los cuentos crecieron, la historia de Aurora comenzó a adueñarse de los cuentos, y el ritmo tomó otra dimensión. Fue mágico. Desde ese día mi escritura fue otra. 

¿Qué tenés de la protagonista Aurora?
Si la pregunta se refiere a si me siento identificada, la respuesta es no. Lo que puedo compartir con Aurora es, tal vez, alguna fobia, la inseguridad, el miedo que le provoca exponerse. Eso es muy mío. Pero, como dice una amiga: “Los personajes tienen vida, son independientes de quien los crea”. Coincido con mi amiga, no pongo en dudas que Aurora exista. Yo solo la acompañé en ese viaje.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con la editorial Modesto Rimba?
De la mano de Adriana Romano, ella me presentó en la Editorial y tuve la suerte de que aceptaran la obra siendo una escritora novel. Lo valoro y no quiero dejar de remarcar la atención y el cuidado que Modesto Rimba tuvo conmigo como autora y con Piacenza. Fue una experiencia maravillosa que transité junto con Adriana, Mauro Lococo y Mere Echague.

¿De qué temas se nutre tu escritura?
Algo se predispone en mí a hurgar en la intimidad, donde muchas veces no hay respuesta, rasgar hasta encontrar un sentido al sinsentido. Me refiero a esos actos que desgarran, parten, desbaratan la vida cotidiana. La angustia que me provoca esa marejada de historias, las canalizo volcándola en la escritura. Tal vez no sé si respondí bien la pregunta, porque  mi escritura no se nutre de éstas historias que escribo. Solo intento poner algo de luz a través de la ficción.

¿De qué temas aún no escribiste pero te gustaría hacerlo en un futuro?
Me gustaría llegar a escribir algo sobre el humor y el absurdo. Isidoro Blaisten dijo: “El humor descorre el velo del absurdo y esto es la salvación en un mundo gobernado por la estupidez humana, donde la realidad es la mayor fantasía”. Sí, es un gran desafío. Quizás algún día me permita correr el riesgo.

¿Qué libros o autores recomendarías?
¡Uy, tantos! La lista sería larguísima. Actualmente estoy leyendo mucha literatura contemporánea. No voy a tirar un título o autor porque hay mucho talento argentino, y otra vez la lista sería más que larga. Cuando me gusta mucho un autor suelo comprarme  el catálogo completo.
Puedo dar alguna referencia de los géneros literarios que me gustan, como por ejemplo, adoro los cuentos de Abelardo Castillo, me deslumbro con los diálogos de Manuel Puig: Cae la noche tropical. Todo de Clarice Lispector. Todo de Virginia Woolf. Desayuno en Tiffany’s de Truman Capote. El extranjero de Albert Camus. Superviviente de Chuck Palahniuk. Antártida de Claire Keegan. La trilogía de El gran cuaderno de Agota Kristof.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy terminando una novela, podría decir que está casi terminada. En este momento intento separarme un poco, darle aire y poder corregirla. Me pegué mucho a los personajes. También estoy escribiendo cuentos alejados de la voz de Aurora con un tono un poco erótico y otro poco perturbador. En fin, dejo que la escritura fluya y me lleve.