El escritor Marcelo di Marco, autor de un best seller fundamental sobre la creación literaria como lo es "Taller de corte & corrección", publicó su novela "
Victoria entre las sombras" bajo la editorial Random House Mondadori para su colección Sudamericana Joven. La historia se basa en dos chicos que escapan de su hogar y a partir de allí empiezan a vivir diferentes vicisitudes que desembocan en un final apasionante. En la publicación nos vamos a encontrar con una mezcla de géneros entre el suspenso, el terror, lo fantástico, hasta pasar por toques de humor con un lenguaje claro en una novela costumbrista y para personas de cualquier edad. La presentación de VELS se llevó a cabo el 26 de septiembre en el Centro Cultural General San Martín ante una sala repleta por doscientas cincuenta personas, algo inusitado para este tipo de eventos. Di Marco habló con "Entre vidas" para analizar su nueva novela. Agradecemos a Daniel Grad por la fotografía original.
Muchos escritores afirman que varias de sus novelas nacen a partir de un cuento, ¿cómo fue en tu caso con Victoria entre las sombras?
En mi caso, hacía rato que me rondaba la necesidad de contar una narración de largo aliento. Jamás se me ocurriría la posibilidad de “estirar” un cuento mío, pues siempre procuro escribir historias que imploten, que estallen hacia adentro. Nada más centrípeto que el relato, en oposición a la novela, absolutamente centrífuga. Mis historias breves empiezan y terminan, aunque algunas tengan lo que se conoce por “final abierto”. Vels fue posible por mis ganas de ver qué se sentía navegando en las aguas fluyentes de la novela. Estaba un poco cansado de todas las imposiciones que el cuento exige en aras de la unidad de efecto.
¿Cómo nació la historia?
La historia nació muy distinta de como se la conoce ahora. El título original era El Club de los Sin-Cara. Contaba las aventuras de un par de amigos adolescentes, uno de los cuales estaba de vacaciones en Mar del Plata, y el otro era oriundo de esa ciudad. Procuran fundar un club de chicos que les hagan imposible la vida a “los grandes”. Tratan de reclutar socios, pero fracasan: los otros chicos de la playa han perdido el sentido de la rebeldía y la aventura. Como verás, algo ha quedado de esa cosmovisión. Mejor dicho, esa cosmovisión, con otro argumento, hoy se ve potenciada en esta nueva versión. En su momento, dicha versión fue rechazada por mi editorial. Y, por cierto, Sudamericana hizo muy bien en rechazarla: era un mero intento por “parecerse” a una novela. La de ahora, a decir verdad, me satisface mucho; a los lectores, a juzgar por las entusiastas críticas que vengo recibiendo, también les sucede lo mismo. Es notable comprobar cómo se puede volver a trabajar con esa materia elástica que es la novela. Con el cuento, un orden cerrado por excelencia, eso es imposible.
¿Qué trabajo previo hiciste para poder construir a los personajes?
Los personajes se fueron construyendo solos. Puede parecerte un lugar común o un rasgo de esnobismo, pero es la verdad. El día en que trabajaba metido en la novela, me sentaba ante la pantalla de mi Mac sin saber qué era lo que iba a pasar. Como quien se sienta frente a una película de otro, una historia que se va desarrollando, sin su voluntad, plano a plano. Pues bien, eso fue lo que me sucedió a mí como autor. Lo del “agujero en el papel”, proceso psicológico que describe Stephen King en Misery. Los personajes se iban haciendo como nos vamos haciendo nosotros: enfrentándonos con los sucesos caóticos que nos salen al cruce. Y su modo de reacción frente a ese caos perfecto, los —y nos— obliga a responder. Frente a la agresión externa, hay solo tres caminos: 1. Rajar; 2. Adaptarse; 3. Combatir. Mis personajes optan por el tercero.

¿Qué podemos encontrar de autobiográfico?
Una noche clave, vivida en “mi infancia de porquería” —Salinger dixit— me tocó sufrir uno de los episodios más espantosos que puedas imaginarte. Fue la primera y única vez en que me subí al Tren Fantasma, del Ital Park. Tenía cinco o seis años, y viajaba con mi padre a bordo de un carrito estrepitoso, adentro de las entrañas de ese siniestro laberinto. No puedo narrar con suficientes palabras el terror que me produjo entrar en el secreto de esos túneles, que mi imaginación infantil magnificaba. Fue un viaje eterno, realmente inolvidable. Si me aparto un poco de las más recientes elucubraciones teológicas, puedo asegurar que el infierno es eso. Y esa prefiguración del infierno, que gracias a Dios duró tres minutos, fue a parar a mi novela. Como así también el día en que un hijo de puta, en la secundaria, me quemó la mano con un cigarrillo, tal como le sucede a mi protagonista. La candidez se paga caro en el mundo de hoy. Todavía me duele esa herida.
La Yaya, la abuela del protagonista… ¿viene a ser la persona que tiene los pies sobre la tierra?
La Yaya tiene los pies en la tierra, sí, pero también tiene los ojos en el cielo. Dentro del universo corrupto de los adultos que se pavonean en mi novela, ella es nada menos que la voz de la razón. Justamente, desde su heroica visión cristiana, alaba la capacidad de resistencia de Tomás y la entrega noble que él hace al defender a su amiga. En ese sentido, creo que el capítulo 18 de VELS funciona como una especie de bisagra. A partir de allí, las peripecias que les esperan a Tomás y a los gemelos que lo secundan, serán mucho más terribles. No puedo revelar en esta entrevista a qué deberán enfrentarse, pero te lo aseguro: lo que les sucederá le ha puesto la piel de gallina al más pintado. Incluso hoy recibí un e-mail de un alumno mío del Chaco, profesor de Lengua y Literatura: “La parte del Matrero me hizo asustar en serio. ¡Y a la noche soñé con eso! Increíble”. Bueno, espero que esa magia se siga desplegando desde las páginas de esta oscura fábula que me tocó inventar.
Leer más...