sábado, 2 de abril de 2016

Walter Gómez: “Quien leyó Isósceles, debe saber que va a leer líneas tan turbias como existencialistas”



Se viene la segunda novela del escritor Walter Gómez y estuvo hablando con Entre Vidas de Concupiscencia, secuela de Isósceles. Su nueva publicación habla de temas tan complejos como el amor, el deseo, la posesión, la trata de personas, la venganza, y de nuevo la vida, la muerte, la soledad, y la locura.


¿Tenes algún ritual en el momento previo a escribir?
Ritual no, necesito que las condiciones ambientales estén dadas, eso sí. Que no haya cerca un televisor encendido ni música que pueda desconcentrarme, es indispensable. A excepción de eso, mayormente escribo siempre en los mismos lugares y trato de generar las condiciones.

¿Cuál fue la imagen disparadora de tu segunda novela Concupiscencia?
Concupiscencia es la continuación de Isósceles, mi primera novela, con lo cual la imagen disparadora es aquella que generó la primera. Ahora, el disparador de esta novela fue descomprimir la opresión de Isósceles. Se podría decir que la historia es una sola y en verdad me dolió escribir Isósceles pero esa novela así como se editó se escribió en seis meses, y Concupiscencia me llevó tres años. No porque me haya costado cerrarlo sino porque salió como una exhalación. Isósceles me turbó escribirlo y Concupiscencia claramente lo disfruté.

¿Por qué le pusiste ese nombre?
El nombre también surgió cuando estaba escribiendo Isósceles. Hay una conversación entre los protagonistas (Lorena y Rogelio) donde ella le explica lo que le pasa con él, y se lo define como concupiscencia. Ahí decidí que la segunda parte lleve ese nombre porque explicaba a partir de esa definición las conductas de la protagonista. El nombre fue un tema de largo debate interior ya que había amigos y otra gente cercana que me decían que no era un buen nombre para un libro. Sin embargo escuché atentamente las palabras de mi querido amigo y colega Luis Duarte, y me terminó de convencer.

¿Qué tiene Walter del protagonista Rogelio?
Muchísima menor audacia a involucrarse. Después en realidad poco porque Rogelio es un tipo absolutamente solo y busca vivir una vida más acompañado, y precisamente yo estoy en las antípodas. Tengo una familia numerosa y quizás la variable es que busco consecuentemente mayor tiempo de estar solo para escribir que es lo que me falta… Ahora ambas novelas tienen diálogos filosóficos, existencialistas y en ese sentido, desde el pensamiento me siento mucho mas representado por Lorena y su línea ideológica. Pero es una vida que tiene sus costos…

Julieta vuelve a tener un rol importante, ¿cómo surge la idea de hablar de un tema tan serio como el de la trata de personas?
Todas las mañanas tomo un café en La Continental de Av. De Mayo y San José, y hubo una mañana que llamativamente una camioneta Sprinter se estacionó justo de la vereda de enfrente sobre San José. Por esa vereda pasaba todas las mañanas una colegiala que solía ver como a un montón de gente que rutinariamente ves todos los días cuando sos rigurosos con los horarios. Ese día estacionó esa camioneta que jamás había visto, con dos tipos arriba, apagaron las luces y ellos se quedaron en el vehículo. A los cinco minutos pasó la estudiante y en un golpe de vista su imagen se pierde en un extremo del vehículo, fue un segundo que no la vi aparecer del otro lado. Ese fue el disparador y a esa chica describí en el personaje de Julieta y en términos existencialistas reflexioné sobre el alto grado de vulnerabilidad que tenemos. A esa chica se la pudo haber tragado la tierra que a las siete de la mañana no iba a haber testigos de nada. A partir de ese hecho empecé a investigar el tema y el sistema de postas que describo en Isósceles está mencionado en informes de cancillería alertando del tema y como se manejan las redes. Este doloroso tema no sucede en las provincias solamente o en las villas, el tráfico de personas sucede a la vuelta de la esquina en medio de la capital y la idea era mostrarlo de la manera mas cercana para tomar conciencia que no es un tema que le pasa a otro. Nos pasa a todos y acá a la vuelta.

¿Qué podes adelantar de la historia de tu nueva novela?
Lo primero es dejar en claro que Concupiscencia se lee perfectamente sin haber leído primero Isósceles. Si bien una es continuación de la otra, son independientes y tienen, cada una, un principio, un medio y un final. En Concupiscencia Lorena y Rogelio, sus protagonistas, vuelven a encontrarse. Toda una vuelta de tuerca a partir del final de Isósceles. Lorena le plantea un nuevo escenario, quizás el menos esperado. Julieta, ya con 19 años, muy cambiada en busca de algo que con el correr de las páginas se sabrá de qué se trata. Como dice la contratapa, el amor, el deseo, la posesión, la trata de personas, la venganza, y de nuevo la vida, la muerte, la soledad, y la locura. Esos son los caminos que recorre Concupiscencia. Quien leyó Isósceles, debe saber que va a leer líneas tan turbias como existencialistas. Y que va a convivir con personajes tan oscuros como libres.

¿Qué trabajo previo realizas antes de escribir cada novela?
Un trabajo profundo sobre los personajes, primero. Ellos tienen que aparecer casi en carne y hueso. Los tengo que tener visualizados. Lorena en la vida real existe tal cual la describo en cada centímetro. Después configuro la personalidad de cada uno. Como te contaba en una respuesta anterior, Julieta existe tal cual. Y por supuesto, quizás antes que todo esto, la historia por supuesto en el que uno es el puente de lo que va contando. A mí me pasó en ambas novelas que no estaba predispuesto a contar determinadas cosas y después los personajes solos te llevan.

¿Cómo te definirías como escritor?
Te puedo hablar de Walter Gómez persona en tanto escribe, o lee. La verdad es que no me defino como escritor. Mis pasiones son leer y escribir, pero son las pasiones de Walter Gómez.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Llegar a que me lean diferentes personas. Cuando me dicen, y me pasó mucho, que mi libro lo fueron prestando a distintas personas me pone muy contento. Quiero llegar a diversos lectores.

¿Qué proyecto tenés para este año?
Poder seguir escribiendo mi tercera novela, que ya empecé. Y obviamente seguir trabajando para que Concupiscencia llegue a muchas manos.
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Macarena Moraña: “No tengo demasiado poder sobre lo que escribo, el poder lo tiene la escritura misma, y la escritura es lo que me excede”



La escritora Macarena Moraña estuvo hablando con Entre vidas acerca de su novela Los escarabajos, editada por Alto Pogo, de los sueños que tiene y de sus rituales antes de ponerse a escribir cada historia.



¿Tenes algún ritual en el momento previo a ponerte a escribir?
Tengo varios rituales, pero varían según donde me encuentre o donde me ataque la necesidad de ponerme a escribir. Tal vez el más firme es el gesto de hacerlo a mano, como estoy haciendo ahora, en mi cuaderno, con una lapicera que me permita avanzar con cierta velocidad. Después paso a la computadora y edito. Otro ritual que me funciona bastante bien es el de salir a caminar antes de sentarme a escribir, oxigenarme antes de arrancar. Mi mejor momento para escribir es la mañana.

¿Cómo surge la idea de tu novela Los escarabajos?
Los escarabajos nacieron en el taller literario que tomé con Guillermo Saccomano, a partir de un ejercicio que propuso con la temática de “el doble”. Originalmente fue un cuento largo, pero enseguida sentí la necesidad de abrirlo, de hacerlo crecer, y ahí empezó el viaje, el más intenso hasta ahora en términos literarios.

¿Cómo se dio tu llegada a la editorial Alto Pogo?
Una amiga escritora, Debora Mundani, conocía a Marcos Almada y a su editorial Alto Pogo y también a Los escarabajos, y nos presentó a todos. Le mandé la novela a Marcos y un mes después, un domingo a la tardecita, esa hora en que ya no hay esperanzas, me escribió para decirme que le había gustado y que la quería publicar. Tardé por lo menos dos horas en entender las simplísimas palabras del mensaje, acostumbrada más bien a las idas y vueltas, a los obstáculos, a las roscas. Parecía imposible que fuera así de fácil, pero fue, y eso se sostuvo en el tiempo ya que la novela me allanó montones de caminos, los personajes hablaron por mí y hasta casi te diría que ya se manejan solos.

¿Cuánto tiempo te llevó escribir la historia?
Entre el primer archivo de Word y la última galera, pasaron tres años y medio. La novela tomó mi tiempo, mis días, mi mente, mi corazón. Hubo recreos necesarios, también hubo momentos de mucho trabajo. Iosi Havilio fue mi guía en la segunda mitad del camino, una grandísima experiencia.




¿Por qué decidiste ponerle como nombre Los escarabajos?
Primero fue por la traducción de The Beatles, pero después le fui encontrando otras connotaciones. Mis muchachos son algo descuidados, viven en un barrio poco glamoroso del conurbano, durante los ambiguos y extraños años noventas. Tanto la época como el barrio como sus familias van haciendo de ellos suertes de bichos, de pequeños seres negros, oscuros, como son los escarabajos. Y otra razón posible que me gusta mucho, tiene que ver con eso que les ocurre a este tipo de insectos cuando quedan patas para arriba: no pueden levantarse solos, por sus medios, necesitan del empujón de otro. Y a mis pibitos les pasa eso, son dependientes los unos de los otros, sobretodo cuando hay que volver de una caída que te dejó manoteando el aire con desesperación.

¿Qué tiene Macarena Moraña del protagonista Juan?
La historia de Juan no es la mía, pero en él vive la orfandad, un estado que no me es ajeno. Tuve una infancia de una abundancia material enorme y con ausencias afectivas igual de grandes. Deje de ver a mi padre a mis diecinueve años y mi madre murió a mis veintiuno. Con esas partidas concretas terminé de entender que la orfandad es un estado, una sensación que te abarca, en mi caso desde chica. Escribiendo intento darle forma al vacío y convertir las ausencias en entidades, pero no con la pretensión de comprender, sino, simplemente, de hacerle caso a lo que se me impone. No tengo demasiado poder sobre lo que escribo, el poder lo tiene la escritura misma, y la escritura es lo que me excede.

La novela habla de caer y volver a levantarse, habla de ir en busca de sus sueños. ¿Qué sueños tenes?
Sueño con tener una casa cerca del agua, río o mar, donde cocinar, leer y escribir. Sueño con que la felicidad dure periodos cada vez más prolongados. Sueño con el mejor de los futuros para mis hijas y para mis libros. En definitiva, aunque sea un desparramo de glucosa, el sueño siempre es el mismo: vivir el amor en sus tantísimas formas, desde un vaso de vino tinto, hasta las charlas infinitas con mis amigos o leerle en voz alta a alguien que me gusta mucho un texto que me complazca haber escrito.

¿Con qué se va a encontrar el lector que todavía no leyó tu novela?
Se va a encontrar con la historia de un grupo de amigos posibles, vivos, porque son más o menos como los que pudimos o podemos tener todos, hayamos hecho más menos lío, consumido más menos drogas, más menos sexo, pero habiendo transitado el rock and roll que es la adolescencia.

¿Qué objetivos tenes dentro del ambiente literario?
“Ambiente literario” me remite a un living de pisos de madera, alfombra mullida, hogar a leña, música clásica y paredes atestadas de libros entre los que me paseo con mi vasito de whisky on the rocks, saludando amigos, colegas, con los que mantenemos conversaciones profundísimas sobre libros que no leímos. Pero hablando en serio lo que me gustaría que pase con mis libros es lo que viene pasando multiplicado por mil millón: que me lean cada vez más lectores, que disfruten de la literatura que hago, que puedo hacer.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy en un momento de mucho zapping. Entro en un cuento, lo dejo reposar, escribo una crónica, mando larguísimos mails con ejercicios que invento como invento mis ficciones, escribo una reseña, leo la novela que me viene convocando, le agrego un par de palabritas, retomo aquel cuento y termino escribiéndole una carta a alguien que amo. Estoy felizmente desordenada, pero sé que tanto el libro de cuentos como la nueva novela se bancan mi desorden y mi esquizofrenia porque saben que tarde o temprano me rendiré ante sus caprichos y demandas para salir juntos al ruedo. Y olé.

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