martes, 24 de abril de 2018

Tamara Grosso: “Me interesaba que el personaje fuera un concepto más que una persona”






La escritora Tamara Grosso habló con Entre Vidas acerca de su libro Guatepeor publicado por la editorial Modesto Rimba. Además, adelantó que está trabajando en otro libro que tiene el formato de diccionario y saldría en el mes de junio a través de la editorial Perronauta.




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Creo que no tengo un ritual. Las ideas o los poemas por lo general surgen cuando estoy haciendo otra cosa o cuando no estoy en mi casa, y los anoto en donde puedo. Muchas veces, si se me ocurre una idea mientras estoy ocupada o en la calle y no puedo escribirla en ese momento, me quedo trabajando el poema en la cabeza hasta que pueda escribirlo.
Después suelo dejarlo olvidado hasta que se me ocurre ponerme a ordenar y corregir poemas, y ahí es más un ritual de trabajo, de preparar el mate y sentarme en la computadora a editar, que es el mismo proceso que tenía para estudiar o que tengo para trabajar. Separo mucho la parte de escribir, que para mí es el proceso creativo, de la de corregir y editar, que es un trabajo. Cuando escribí Guatepeor, muchas veces lo hacía en el colectivo, volviendo de la facultad, a mano en un cuaderno que tenía solo ese texto y que llevaba a todos lados. Después me sentaba a pasarlo y editarlo y se transformaba mucho.

¿Con qué frecuencia escribís?
Escribo casi todos los días, pero poco. Algún poema o ni siquiera eso, alguna frase que anoto. Pero sentarme a ordenar y trabajar los textos, en cambio, es algo que hago muy cada tanto, cuando tengo todo un día libre, cuando junto la voluntad necesaria.

¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
Mi mamá siempre me regaló libros y a mi me gustaba escribir desde muy chica. Después, cuando tenía más o menos 15 años, empecé a ir a un taller literario en una escuela de arte pública de La Matanza, y ahí me enteré de que existía mucha más literatura de la que yo conocía. Ahí lo empecé a tomar más en serio.

¿Por qué decidiste que tu novela se llamara Guatepeor?
Guatepeor es el nombre del personaje. Tenía que tener un nombre así, porque me interesaba que el personaje fuera un concepto más que una persona. Y además que no estuviera definido nada, ni siquiera el género, si siquiera que tipo de ser era. Guatepeor me permitía jugar con el concepto de Guatemala que es el otro personaje de la novela. Todo empezó como un texto breve, de un par de escenas en las que aparecía Guatepeor como personaje que dialogaba o se comparaba con otros personajes, y después me di cuenta que eso que había escrito abría las puertas a un texto más extenso.

¿Cuál fue la imagen disparadora de la historia?
Creo que una de las primeras imágenes fue la que se terminó convirtiendo en el fragmento que dice “Una vez, se me cayó Guatepeor del bolsillo y me di cuenta seis metros después, cuando me la alcanzó alguien que cruzaba la avenida”. Creo que una lectura posible del libro es que habla de esas personas que te importan mucho en un momento de la vida y en otra etapa ya no están más, y esa imagen es muy gráfica. También la frase “Buen día Guatepeor, te invitaría a desayunar”, que está dos veces en el libro, era como una idea recurrente que tuve todo el tiempo mientras lo escribía. Era como un chiste y también algo muy serio, como “no me importa nada sos el mal, pero te invitaría a desayunar”. Tuve esa frase muchos meses todo el tiempo en la cabeza.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
Eso fue cambiando también. Cuando escribí Guatepeor o los poemas que están publicados en Márgenes, creo que me interesaban las múltiples posibilidades de las relaciones entre las personas. Estaba estudiando (comunicación) y tenía en la cabeza muchas ideas teóricas y abstractas. En los poemas que estoy escribiendo ahora aparecen temas más terrenales y urbanos. Una mudanza, la casa, la ciudad, otras ciudades. Tiene que ver con diferentes etapas. Igual también estoy trabajando en otro proyecto que se va a publicar este año, y es más abstracto y en la línea de Guatepeor.

¿Qué libros o autores recomendarías? 
Depende a quién. A alguien que escribe le recomendaría a Lydia Davis, a Ben Lerner, o el libro El lenguaje materno de Fabio Morábito, que son libros o autores que en algún momento me recomendaron a mí. Me gustaría poder viajar a cuando tenía 15 años y recomendarme leer a Sylvia Plath, Sharon Olds, Anne Sexton, todas las poetas en inglés que conocí bastante más tarde. Y siempre leer a los contemporáneos argentinos y latinoamericanos, si no sabés que están escribiendo ellos estás en una burbuja.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
No espero nada del ambiente, sí espero cosas de mí. Espero poder tener la voluntad y la claridad para escribir todo lo que me interesa escribir.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con la editorial Modesto Rimba
Conocí a Mauro Lo Coco hace muchos años en la carrera de comunicación, fue mi profesor. Después hice taller con él y cuando armó la editorial me propuso publicarme. En ese momento yo estaba escribiendo Guatepeor y Márgenes, estaban los dos terminados y los estaba corrigiendo y al mismo tiempo que Mauro me propuso publicar también me lo propuso Débora Hadges, en Objeto editorial. Durante un tiempo los libros iban a publicarse al revés, Guatepeor por Objeto Editorial y los poemas en Modesto Rimba. Al final en algún momento tuve la epifanía de que tenía que invertirlos y por suerte los dos aceptaron porque creo que esa era la editorial correcta para cada uno.

¿En qué otro proyecto estás trabajando actualmente?
En un libro que todavía no tiene el título definido y que tiene el formato de un diccionario, con la editorial Perronautas. La idea es que salga en Junio. Con ellos ya publiqué una plaqueta, que se llama Las partes de la ciudad y es un mini poemario. El proyecto nuevo es muy distinto, es en prosa y de género no muy definido, más parecido a Guatepeor. También en paralelo estoy escribiendo otros poemas que estoy corrigiendo con Laura Wittner, y que me gustaría publicar más adelante.



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miércoles, 18 de abril de 2018

Samantha San Romé: “Somos lo que nos pasa”






La escritora Samantha San Romé habló con Entre Vidas acerca de su novela Todo lo que nos pasa, editada por Hojas del Sur. Además, la poeta señaló que defiende mucho las redes sociales para crear lazos y que hasta le importan más que los premios.



¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Muchos. Despliego uno u otro según la necesidad del texto. Tengo que entrar en clima, ejercitar el músculo del lenguaje. Salgo a caminar. Me siento en un café o en una plaza y miro. Tomo apuntes. Escucho. Leo. A veces necesito el silencio y la soledad total. Después me aburro o me deprimo. Me abro un vino, le escribo a algún ex, a mis amigas, necesito hablar, escuchar música, bailar, les digo que vayamos a un bar. Todo es parte de lo mismo. Si quiero escribir, hago todas las cosas para encontrar inspiración, hasta ir al chino a ver qué pasa. En general, pienso de noche. A la noche aparecen las ideas. A la mañana hago una estructura, ordeno. Tiene que haber luz, abro las ventanas. Y durante el día soy la obrera: trabajo el texto.

¿Con qué frecuencia escribís?
Creo que la mente está escribiendo siempre. La consciencia es un texto. Prácticamente, en la “hoja”, todos los días escribo algo. Aunque sea una palabra.

¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
Diría el amor por la escritura porque me recuerdo escribiendo antes y más que leyendo. Mis viejos me escribían cartas. Mi papá escribía canciones. Mi mamá copiaba poemas en las carpetas. Yo escribía en diarios e inventaba historias y se las contaba a mis amigas en los recreos de la escuela. Seguro se acuerdan. Después tuve que leer. Si quería escribir, tenía que leer más. Pero fue en la adolescencia.

¿Por qué decidiste que tu novela se llamara Todo lo que nos pasa?
Tiene que ver con la identidad, con la pregunta sobre quiénes somos. Juan Solá lo definió mejor que yo en el prólogo: “al final es todo lo que nos pasa lo que nos enseña a amar”. Somos lo que nos pasa. Precisamente: vamos siendo. Pero somos cuando elegimos. Ese fue mi aprendizaje. Al principio pensé que estaba hablando de un personaje femenino que buscaba su libertad. Está de moda eso de soltar, de desprenderse de cosas y de personas para ser libres. Y entendí que la protagonista no buscaba liberarse de nada ni nadie sino aceptar lo que tiene, lo que le pasa, cómo le pasa, reconocer el propio deseo y vivir con lo verdaderamente suyo, a su manera. En el medio yo estaba leyendo sobre zapatismo y la palabra autonomía me influenció bastante –alegremente- porque tiene en cuenta a los “Otros”.

¿Cuál fue la imagen disparadora que da inicio a la historia?
No fue una imagen, fueron voces. La voz de Bety, esa viejita que se la da de sabelotodo sin llegar a ser arrogante, que cada dos oraciones cita el horóscopo y a través de Julia intenta hablarle al marido muerto, que aprende a amarlo. Una voz contradictoria que se dice y desdice, que se forma de lo que es, lo que dice ser, lo que fue, lo que quiso ser, lo que no se animó y también lo que no pudo. Y la voz de Julia rebelde y escéptica, pero con su propia fe en los ideales. Ellas dos hablando, con palabras que las unen y rechazan. Todo el tiempo así: “Querida, la vida es lo que nos pasa. También es lo que elegimos, Bety. Bueno Julia, pero elegimos lo que podemos. Y como podemos, Bety.” Todo eso tomando vino y escuchando tango.

¿Cómo fue el proceso de escritura?
La novela la escribí en un año (creo). Lo disfruté mucho. Escribí escuchando música, leyendo astrología trucha, llorando, en el bondi, escuchando a la verdadera dueña de mi departamento. Hasta hice entrevistas. Para un capítulo, quise entender a alguien muy religioso y le pregunté a mi mamá: “¿para vos qué es el cielo?” Pensando que me iba a decir una pavada y me dijo la respuesta más linda: “un misterio”. Está en el libro.

¿Cómo surge la idea de incorporar en algunos capítulos diálogos de chat?
Surge de una idea que vengo trabajando y pensando más allá de la novela. Tiene que ver con la lingüística y la semiótica. La idea de que todos/as usamos la función poética del lenguaje cuando escribimos en el chat. Todas esas decisiones que tomamos, lo que hacemos y seleccionamos cuando charlamos virtualmente, le importa a la literatura. O debería.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
No sé, ¿qué podemos decir nosotros/as sobre los temas? Me siento un poco ridícula diciendo que hablo de amor o de libertad o del miedo. En general, el ser humano es alguien que siempre siente que tiene cosas importantes para decir. Es un poco cansador darnos cuenta de que hacemos eso: hablamos todo el tiempo. A mí me gusta la literatura que surge de lo que veo y lo que escucho, de los demás, de lo que leí. Me gusta cuando es al revés: cuando la escritura es la que habla, cuando nutre los temas y el yo se desdibuja un poco y no te sentís el centro del mundo porque encima no lo sos.

También escribís poesía, ¿con qué género literario te sentís más cómoda?
Si yo pudiera definir, diría que la poesía es el lenguaje de todo texto. Una manera de estar y de mirar y de hacer. Es más todavía, es toda una cosmovisión del mundo que para mí tiene que ver hasta con el socialismo, con desnaturalizar, con la creatividad, con cuestionarnos las cosas tal cual las conocemos. No me siento cómoda en los géneros. Pero sí, diría que el poema es más generoso. En narrativa siento que tengo que saber más cosas. Hay una grieta ahí. La poesía es más revolucionaria, libre, inclusiva aunque pareciera que se mueve en un círculo cerrado. Para mí es más excluyente la narrativa, más prejuiciosa, menos auténtica. Hay canon, hay bien y mal. Capaz no sea así, pero yo lo siento así.

Publicaste anteriormente el libro de microrrelatos Permanente con editorial Árbol Gordo y el libro de poesía Ojalá el tiempo no fuera una prisión con la editorial El Ojo del Mármol. ¿Cómo fue el proceso de selección de ambos libros? 
Sí, los libros fueron tres experiencias súper distintas pero relacionadas. Los poemas y los microrrelatos los ordené buscando una coherencia. Así descarté muchos textos. Lo que desecho no es que lo tiro, lo guardo para otro libro o queda en alguna parte. Pero intento que las partes sean un todo que es el libro y que tiene que tener un sentido.

¿Cuáles son tus poemas favoritos y cuáles los que han destacado tus lectores?
Mi poema preferido es el epígrafe del libro de poesías “ojalá el tiempo no fuera una prisión” y no lo escribí yo, lo escribió mi hermanita Sara a los seis años durante un ejercicio que hicimos juntas en mi taller. Dice: “Una nena abre una puerta y ve una nube rosa. Entonces se sorprende y quiere ir a tocarla, pero la nube se desarma”. Habla de la ilusión mejor que nada. Tengo preferidos, pero queda mal que los diga yo. En general coinciden con los que me han destacado. Eso es bueno.

¿Qué libros o autores recomendarías? 
Esa pregunta siempre me costó porque yo voy cambiando, entonces cambian los libros: mis preferidos y mis lecturas. Pero hay cosas que no cambian. Algunas mujeres: Marguerite Duras, Sharon Olds, Clarice Lispector, Virginia Woolf. Hay que leer los libros y autores que nos gustan. En eso también es importante elegir. Tenemos que conocernos y saber cuáles son los libros para nosotros/as. Armar el propio canon porque el que arman para nosotros no puede representar a todos, deja gente afuera. Es ideológico. Excluye gente de la lectura. Lo que sí recomiendo es leer siempre otras cosas: filosofía, política, psicoanálisis. Es útil para escribir.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con la editorial Hojas del sur
Por las redes sociales. Es una oportunidad para quienes tienen proyectos de escritura. Es para otra nota, pero democratiza bastante. Yo defiendo mucho las redes para crear lazos. Me importan más que los premios. Te leen más personas que en un jurado. Y mientras ahí te dicen está bien o mal, en las redes te llega un mensaje como: tu texto me hizo escribir esto… y eso puede ser un círculo de intercambio re poderoso.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Siempre escribo poesías. Estoy escribiendo unos mails porque sigo con el tema de la virtualidad, pero no lo pienso como proyecto. El proyecto viene después.



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Gabriela Clara Pignataro: "Hay en la tundra una especie de mitología para mí"





La escritora Gabriela Clara Pignataro habló con Entre Vidas acerca de la publicación de su flamanete libro de poesía Tundra con Añosluz Editora. La presentación será el viernes 20 de abril a las 21 horas en El Quetzal Casa Cultural, Guatemala 4516, Palermo y contará con la presencia de las escritoras Fernanda García Lao y Gabriela Luzzi.




PH Delfina Carmona


¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
No sé si es un ritual, pero sí una tensión o una provocación: desconfiar de la imagen que aparece, dejarla ir, no forzarla. Si retorna e insiste, puede que la escriba. Es como una sustancia, una emulsión que va de lo invisible a lo visible y se constela en una forma a la que a veces el pensamiento y el lenguaje ordenan imperfectamente. La poesía es un acecho. Nunca siento o digo “voy a sentarme a escribir un poema”, es más bien un ente acuciante que merodea lo cotidiano y cuando irrumpe, cuando esa imagen, esa forma punza, tomo notas, que muchas quedan desguazadas en cuadernos, archivos de word, un pizarrón en la cocina, al borde del recibo de expensas.

¿Con qué frecuencia escribís?
Creo que todo el tiempo, aunque el devenir gráfico aparece en islas a lo largo de los meses; pero digo todo el tiempo, porque considero que no se puede nunca abandonar la observación y la simbolización del mundo conocido y también de lo incognoscible. Es un filo que recorre la experiencia, un modo de leer lo habitable y habitado que luego es poema, esa forma nueva que antes no existía. Es la manera que encontré de hacerle preguntas al plástico que recubre toda las cosas. Desde las 6am que despierto, el trabajo, el barrio, los mandados,etc, etc, hasta la trasnoche que me acuesto (y también cuando se duerme) el residuo de todo eso, con suerte y dedicación en algún momento puede llegar a quedar registro.

¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
No estoy muy segura, pero puede que la búsqueda en la poesía venga por un lado como un efecto de la fascinación por la ciencia ficción, los enigmas y la física cuántica que emocionaban a mi viejo, y de la mano de él, de sus colecciones de libros de tapa azul con letras plateadas, su universo de taller mecánico, camiones, relatos de viajes; y por otra parte una llave importante fue último regalo que me hizo mi vieja, una antología poética de Goethe que había conseguido en el Parque Rivadavia después de mucho buscar, también los textos del Subcomandate Marcos que ella leía, los boleros que cantaba. Creo que ese amor también tiene que ver en encontrar en la poesía una suerte de protección, de resguardo, una fisura donde podía escaparme y ahí ejercitar mi propia violencia.

¿Por qué decidiste que tu libro de poesía se llamara Tundra?
Hay en la tundra una especie de mitología para mí. Son varios los motivos: porque es un bioma inhóspito, dónde sorprendentemente crecen muchísimas flores que soportan lo extremo dónde los árboles no, entonces esa relación ilusoria entre condición, apariencia y vitalidad guarda el misterio de lo insurgente; está poblada de animales salvajes, nocturnos, solitarios, depredadores y también de clanes, hay una potencia rabiosa en sus movimientos, sus hábitos. Me resulta hipnótica la existencia de cosas pequeñas, mínimas como los líquenes, los musgos y la escala inconmensurable extensión de suelo permanentemente helado. Me gusta quedarme en el páramo y ver que pasa, dejar que el tiempo pase, hacer uso del silencio y del ruido, que herramientas elementales se ofrecen, descubrir que materia prima anida para mí.

¿Cómo fue el proceso de selección de las poesías que aparecen en el libro?
Fueron organizándose en pulsos, en ejes más atmosféricos por así decirlo, que en el libro son capítulos: hielo, hacha, polvo, fuego, madera. Durante muchos años las poesías fueron, guardándose en carpetas, con fotos, notas, cosas que voy encontrando objetos que guardo y al releer los poemas varias veces, encontré los diálogos posibles entre estos, sus texturas.

¿Cuál es tu poesía preferida del libro?
Creo que Juana de la Tundra.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
De todo lo que pueda alimentarse. Creo que siempre hay preguntas, intersticios, una cierta condición de extranjeridad (soy hija de inmigrantes, mediante desarraigo y destierro), el errabundeo, distopías, elementos naturales, la rabia, una renuncia a la obediencia. También un cierto pesimismo: si todo lo percibiera bien, no intentaría excavar y redirigir las ramas que pueden tocar el relato de lo real ¿Qué es esto que me han dado? ¿Qué puedo dar? ¿Qué entrego en retorno?

¿Qué libros de poesía o autores recomendarías? 
Ouf hay muchísimos, qué difícil. Voy a nombrar de los últimos libros que leí entre los editados en el último año, sólo por acotar un poco el arco:  El sueño de Sara Singer de Laura García del Castaño, Dolorosa de Fernanda García Lao, Hay leña de Jimena Arnolfi, El agua inmóvil de Pierre Froidevaux, Último signo del árbol de Guillermo Villani, Amiga de Malena Saito,El mal amor de José Sbarra.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Ninguno, en el sentido que no escribo pensando en el ambiente, no es mi afán ser leída sólo en ese corset específico. El poema y el gesto literario es hacia cualquiera. Escribo, intento, escribo y ojala sea para muchos desconocidos; me gustaría afilar bien mi estaca, que las poesías rompan el hielo que puedan, que sean leídas, que se vuelvan algo para alguien.  Un amuleto o un desperfecto técnico. El poema se defiende solo, todo enaltecimiento es accesorio. Si me preguntás que deseo: un poema como bomba en el sistema, un virus silencioso.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Añosluz Editora
Con sorpresa. Añosluz Editora trabaja su catálogo de una manera muy particular, profesional y delicada a la vez, editan títulos hermosos, necesarios y sin pensar en una lógica del auge o la novedad. En algún momento me dijeron, “che mandanos algo alguna vez”. Pasó mucho tiempo desde que clausuré Tundra desde mi proceso (dos años) hasta que dije “bueno ahora que otro lo guadañe”, y ellos se interesaron. Son muy buenos editores y lectores de poesía.

¿En qué nuevo proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy intentando cerrar un proyecto de fotografía analógica que arrastro hace años (soy de procesos lentos), de registros de más de 15 rollos, diversas estaciones y puntos geográficos. También sigo trabajando en un proyecto de instalación documental con mi amiga y directora de teatro Daniela Tuvo que se llama BORDER/IN, sobre migración forzada y refugiados, que esperamos con muchas ganas poder montarlo este año en algún espacio.
Por todo lo demás, llegar a fin de mes, cada mes.




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sábado, 14 de abril de 2018

Francisca Mauas: “Necesito convivir con los personajes de mi ficción antes de sentarme a escribir"




Francisca Mauas habló con Entre Vidas acerca de su flamante libro de narrativa en verso Una sombra entre nosotros publicado por Halley Ediciones y de su editorial Azul Francia.




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Ninguno en particular, me parece. Cada creación fue diferente. Lo que sí me pasa – aunque no creo que sea original – es que necesito convivir con los personajes de mi ficción antes de sentarme a escribir. No existe la hoja en blanco. Hay un tiempo que le precede, lindísimo, cuando aparece una idea y luego los personajes, que cobran vida en la cabeza y ya toman sus propias decisiones.

¿Con qué frecuencia escribís?
Escribir es la etapa casi final. Me siento a hacerlo cuando ya tengo una mínima idea desarrollada. No creo que a todos los que escriben les pase lo mismo. Debe haber quienes se sientan con la hoja en blanco y fluyen como una cascada, pero no es mi caso. Yo necesito tener la idea ya trabajada, convivir con ese mundo y sentirme parte. Por eso la frecuencia es difícil de calcular. Escribo bastante seguido. A veces simplemente tomo notas en un cuaderno, en cualquier parte, y eso también es escribir o es, al menos, parte del proceso.

¿Por qué decidiste que tu libro de se llamara Una sombra entre nosotros?
Es una frase y un concepto que juega en uno de los tres cuentos del libro. Es algo así como un delirio persecutorio de uno de los personajes, que se siente una sombra entre otros dos. A la hora de buscar un título, me pareció que también era algo que tenía que ver con los otros dos relatos. Una sombra que nos persigue, que nos perturba o que nos ama y que, como toda sombra, es ineludible.

Para el que todavía no leyó el libro, ¿qué podrías adelantar del mismo?
Es de lectura rápida. Son cuentos escritos en verso, ágiles, sospecho que ideales, por un lado, para quienes no leen mucha poesía, porque estos textos tienen una historia con personajes como si fuera narrativa y, por otro lado, ideales para aquellos que sí leen poesía y que quieran experimentar un poema largo, distinto a lo que vienen leyendo.

¿Cómo fue que decidiste escribir un libro de narrativa en verso?
Empezó como un experimento. Pasé por la poesía, por el teatro, por un intento de novela, por los guiones… y estaba un poco aburrida, preguntándome qué podía inventar. Y entonces, no recuerdo cómo, empecé a bocetear un cuento en verso. Se lo mandé a mi profe, al gran Diego Paszkowski, y a él le gustó. Me alentó a seguir y continué hasta escribir estos tres relatos. Lo corregí incansablemente, con él y con la ayuda, por supuesto, de Mariana Kruk, que es la editora de Halley, la más genia, compañera y obsesiva por que todo quede perfecto. Un placer.

¿Cómo surgió la posibilidad de publicar el libro con Halley Ediciones?
Mariana Kruk y yo nos hicimos amigas a través de la poesía. Hace unos años, alguien en común nos presentó. Fue encanto a primera vista. Yo amé su escritura y ella la mía. Y eso dio comienzo a una amistad muy preciosa, que tiene que ver con las letras y con lo personal. Una cosa riega la otra. Te lo cuento y se me caen las lágrimas porque son muy emocionantes esos encuentros donde todo juega y todo vale. Ella abrió esta editorial y me ofreció ser parte, pero creo que surgió naturalmente. Ojalá yo tenga el honor de editarla a ella también.

¿De qué temas se nutre tu escritura?
De los libros que leo, de las películas, del arte en general, que siempre genera más arte. De quienes me rodean, de lo que veo del mundo, de lo que me gustaría ver, de lo que no me gusta y desprecio, de lo que me duele, de lo que me parece injusto, de lo que me parece bello, de los sueños que recuerdo al despertar. De todo y de nada, supongo.

¿Con qué género literario te sentís más cómoda cuando escribís?
Casualmente en esto de la narrativa en verso me encontré cómoda. Igual en general no le temo a la escritura. Puedo hacerlo mal o bien, pero es un lugar del que me adueñé desde chica. No importa el género. Ni siquiera importa si es escritura o si es otra disciplina por la que he pasado. Es todo lo mismo en cierto punto. Es uno, ahí, medio desnudo, un poco infantil, tratando de sacar algo de adentro.

¿Cómo fue que te decidiste a armar la editorial Azul Francia?
No tenía idea de cómo se manejaba el tema de las editoriales independientes, salvo por los libros que me editaron otros y a través de los amigos y conocidos editores. Creí que era más complejo. No digo que sea fácil, pero no es imposible. Al menos por ahora, desde que arranqué, no me encontré con obstáculos complicados. Tenía ganas de tener algo propio, que tuviera que ver con las letras, que tuviera que ver con publicar libros, con colaborar con la literatura, con aprender algo nuevo, con agregar a mi vida algo que me divirtiera y me diera impulso a levantarme más contenta.

¿Por qué le pusiste ese nombre?
Azul es mi color favorito y es, además, una obra de teatro que escribí hace unos años, a la que le tengo mucho cariño. También es un nombre que tengo reservado por si algún día tengo una hija. Es una palabra que me gusta musicalmente y que, a pesar de que suele asociarse con la tristeza (blue), para mí tiene que ver con la creación, y nada de lo que sea creación es tristeza, sino alegría y, en cualquier caso, con transformar la tristeza en feliciad. Francia vino de forma natural, por añadidura, es casi mi nombre, un país que relacionamos – en general – con lo romántico, con lo inalcanzable. Estaba en la calle y pensé Listo, lo tengo, es Azul Francia.

¿Qué criterio manejás para la elección del material que editan?
Oigo mucho el término “línea editorial”. Nuestra línea editorial esto, nuestra línea editorial aquello. Mi línea editorial apunta a que me guste lo que estoy leyendo, a que el autor me atraiga como persona, a que sienta una conexión tanto con el texto como con el autor o autora. No son parecidos entre sí los autores ni responden a un criterio en cuanto a estilo ni mucho menos. Es como la literatura que leo y disfruto, es decir, no siempre igual.

¿Con qué obstáculos te encontraste al momento de armar la editorial?
Una vez armado un poco todo (diseño gráfico, armado del primer libro, trámites de toda índole, etc), lancé las páginas de las redes sociales habituales y entré en pánico cuando me encontré tantos autores desesperados por publicar. Me sentí identificada con ellos, por supuesto. Y me asusté cuando me di cuenta de que tenía una editorial y de que tenía que ser cuidadosa con el material que recibía, con las respuestas que daba, con los egos delicados de los artistas. Ese fue un primer obstáculo, creo. Pero la razón por la que no tuve demasiadas dificultades es principalmente porque tengo a Mariana que, además de editar Una sombra entre nosotros, me ayuda en todo. Sin esa mano mágica, imposible.

¿Cuáles son los primeros lanzamientos de la editorial?
El primero, que ya está a la venta y cuya presentación es el 20 de abril, es Almagedón o El final de la razón, una obra teatral de Daniel Canney, que es un artista muy completo, gran persona, muy especial y un orgullo. Me gustó que el primer lanzamiento fuera dramaturgia, ya que el teatro y la actuación son uno de mis primeros amores. Y los que se vienen son dos de poesía, muy diferentes, uno de Gabriela Lucatelli y otro de Pipu Simeoni, dos hermosas poetas que se la juegan toda con sus textos, y una novela corta, muy divertida, de Jorge Rosker. Muy contenta con todo.

¿Qué libros o autores recomendarías?
Uy, qué difícil. Son tantos… Primero recomiendo los de mi profe Diego Paszkowski. Cualquiera de sus novelas es deleite asegurado. También escribe para niños y adolescentes. Recomiendo a mi editora, que es una poeta imperdible. Recomiendo los clásicos que me gusta leer y que nunca fallan: Bolaño, Phillip Roth, Patricia Highsmith, Flaubert, Bioy, Borges. Hay un libro espectacular que se me viene a la cabeza ahora, que me prestaron en su momento, llamado “Gone girl” (Perdida), de Gillian Flynn. No sé cuán reconocida es ella ni su obra pero es un thriller muy interesante y muy bien escrito. Se hizo una película aunque, como puede pasar, no llega ni a los talones del libro.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
En nada especial. Abocada a mi nuevo rol de editora y abierta a que caiga cualquier idea para escribir. Sin apuro. Disfrutando de haber publicado Una sombra entre nosotros.



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lunes, 9 de abril de 2018

Anahí Flores: “Hay un conjunto de cuentos en el libro en el que el tema de la maternidad está muy presente”





La escritora Anahí Flores habló con Entre Vidas acerca de su libro de cuentos Criaturas editado por Alto Pogo y cuya presentación será el viernes 13 de abril a las 20:30 horas en La casa del árbol.




PH Mailén Albamonte Pizarro




Hace un tiempo hablaste en Entre Vidas acerca de tu libro de poesía Ciertas horas de la primavera y acabás de publicar un libro de cuentos. ¿Qué diferencias encontrás entre los dos géneros en cuanto a tu escritura?
Lo primero que pienso es en el tiempo. Ciertas horas de la primavera lo escribí en unos pocos meses. Si bien después tuvo su tiempo de reposo y de revisión, fue un libro relativamente rápido y que, desde el principio, nació como una serie de poemas.
Con Criaturas fue distinto. Primero, porque en total demoré nueve años. Segundo, porque no nacieron como cuentos de una serie, sino que son independientes y luego fueron encastrándose entre sí.

¿Qué temas te sirvieron de disparadores para escribir las historias que aparecen en tu libro de cuentos Criaturas?
Los temas son siempre cosas que me movilizan. A medida que pasa el tiempo, esos asuntos van cambiando. Sin embargo, hay algo que perdura: las grietas en lo que conocemos por realidad desde donde se migra a otras posibles realidades, paralelas. El detalle que percibís o creés percibir y que te desconcierta (unas branquias en el cuello de la empleada de un spa, por ejemplo). Dudar, sobre todo de uno mismo, de lo que uno ve o cree que ve (¿es un espejismo?). De lo que uno escuchó o cree que escuchó.
Hay un conjunto de cuentos en el libro (Láctea, Marea alta, La vacante, Espejismo, El sonido) en el que el tema de la maternidad está muy presente.
Y en todos los cuentos hay algo animal. Diferentes criaturas humanas, animales o de otros planos.

¿Por qué decidiste ponerle ese nombre al libro?
El libro tenía otro nombre, antes. Se llamaba Bichos y, como título, no terminaba de convencerme. Mi amiga Maumy González, una de las primeras lectoras del libro, un día me dijo: ¿qué tal si le ponés Criaturas…?
Y así fue.

¿Cuál es tu cuento más autobiográfico, si es que alguno lo es?
Todos lo son, de una forma u otra. Ya sea en pequeños o en grandes detalles, el disparador es autobiográfico. En La vacante, por ejemplo, está la ansiedad por encontrar una vacante en el colegio que uno eligió para su hijo. Por supuesto que las cosas no se dieron como en el cuento, hay un punto en que la historia se desdobla y entra la ficción.

¿Cómo fue el proceso de selección de los cuentos que aparecen en el libro?
Algunos cuentos son de 2009, 2010. Luego tuve un período (2010, 2011) en el que cada cuento que escribí fue para Todo lo que Roberta quiere. Una vez concluido el libro de Roberta, vino mi embarazo y, durante ese tiempo, escribí muchos poemas. Ni bien nació mi hija, retomé la narrativa y escribí el cuento (tal vez nouvelle) más largo de Criaturas (Láctea). Y todos los cuentos en los que aparece una niña pequeña también son posteriores a su nacimiento. Aquellos cuentos más antiguos los trabajé exhaustivamente en los últimos años ya que, es curioso, mi forma de escribir cambió con la maternidad y sentía que los cuentos, así como estaban, ya no funcionaban. O sea que, si bien es un libro que abarca cuentos del 2009 al 2017, hubo un pulido (en algunos casos reescritura completa del cuento) post-parto en todo el material. Fue durante ese pulido que se conformó el libro, y no antes.

¿Cuál es tu cuento preferido del libro?
Uh, qué difícil. Me siento como una madre que tiene que responder cuál es su hijo preferido… ¿Es posible? Pero para no escapar, te digo que Láctea me identifica mucho. Fue muy intensa su escritura, por los temas que trata y también porque gran parte la escribí con una sola mano (con la otra la sostenía a Sofía, probablemente dormida o mamando o haciendo ambas cosas a la vez). Recuerdo que durante el embarazo me decían: “aprovechá a escribir ahora, que después no te queda tiempo para nada”. Sentí mucha satisfacción de poder demostrarme a mí misma que eso del tiempo era absolutamente relativo.

¿Cómo surgió la posibilidad de publicar el libro con la editorial Alto Pogo?
Tengo un proyecto inédito que se llama Bailarinas. Es una antología de cuentos ambientados en el mundo del ballet, que reúne trabajos de diez autores argentinos contemporáneos. Bueno, hay una venezolana también en el grupo. El tema es que en el ciclo Ficciones del Centro Cultural de la Cooperación, organizaron una charla entre antologadores. Tuve la suerte de ser invitada, a pesar de que Bailarinas estaba (y sigue estando) inédito. Ahí conocí a Hernán Brignardello, que había sido invitado para hablar de Germen, una antología de Alto Pogo. Nos pusimos a conversar y le conté que tenía mi libro de cuentos disponible, me sugirió que se lo enviara, lo leyó y por suerte le gustó. Fue una grata sorpresa trabajar con él: se metió a fondo en la revisión de Criaturas. Hizo que el libro quedara mejor y le estoy agradecida por eso.

¿Qué autores recomendarías leer?
A quienes leen poesía, suelo recomendarles narrativa. Y a quienes van por la narrativa, les sugiero la poesía. En ambos casos, trato de sugerir contemporáneos, ya que a los clásicos suele ser más fácil acceder. Más que autores, voy a recomendar libros, todos leídos o releídos hace poco tiempo:
Ginebra, de Silvia Hopenhayn; Cadáver exquisito, de Agustina Bazterrica; El lugar donde mueren los pájaros, de Tomás Downey; Patio de locos, de Andrés Neuman; El idioma materno, de Fabio Morábito; La altura, de Laura Wittner; Siete casas vacías, de Samanta Schweblin; El mamut, de Eric Schierloh.

Sos de dar talleres durante todo el año, ¿con cuál estás ahora?
En este momento estoy por la mitad de un taller de cuentos con formato epistolar. Es un taller de lectura y escritura. Y en unos días empieza un taller de nouvelle en el que yo también me propongo, en paralelo, escribir una novela corta. O sea que voy a darlo y a hacerlo, al mismo tiempo.

¿Qué podés adelantar de la presentación del libro que será el viernes 13 de abril a las 20:30 horas en La casa del árbol?
Uno nunca sabe qué va a pasar realmente en una presentación.
Pero algunas cosas sí sé.
Por ejemplo, que no pienso tener la tos que tengo ahora.
Además, tenemos preparadas varias cosas:
Nadia Migale va a bailar La muerte del cisne, y yo, justo antes, voy a leer Jerarquía, que es un cuento en el que una bailarina clásica observa detenidamente los movimientos de las alas de una cucaracha y descubre en el bicho cierta calidad de movimiento que ella ansía también tener.
Darío Kullock va a cantar y a tocar la guitarra.
Flora Francola está preparando unas criaturas bastante extrañas que serán el souvenir de los primeros que compren el libro esa noche.
Y yo voy a llevar una torta con velitas, ya que acabo de cumplir años.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy con una novela que arranca, luego se detiene, arranca, se detiene… Tengo toda la intención de que arranque ni bien presente Criaturas. A veces hay que desprenderse de un libro para meterse de lleno en otro.
Hace poco terminé un libro de poemas (son unos cincuenta poemas) y en estos días me pondré a hacer una nueva revisión de ese material.
Y sigo buscando editor para Bailarinas. Ya llegará.



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lunes, 2 de abril de 2018

Julieta Desmarás: “La belleza por ser bella me aburre”






La escritora Julieta Desmarás presentará su libro de poesía La voz mayor, publicado por Alción Editora, el día miércoles 11 de abril a las 21 horas en Nivangio. La autora habló de su flamante libro, de su escritura y de sus nuevos proyectos entre los que se encuentra trabajando  en un mundo extraño que la fascina y que tiene que ver más con la dramaturgia.




PH Bruno Busnelli




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
La lectura. Leo. Leo autores que me inquieten. Algunos imprescindibles. También observo, trato de separarme de lo que sea que quiera indagar, de preguntarme. También hay mucho silencio. Quisiera ser más constante, o mejor dicho, más prolija pero  no funciono así. Mi único ritual es leer, estar en silencio, morir por pensar mejor eso que creo que busco.

¿Con qué frecuencia escribís?
Estoy todo el tiempo escribiendo aunque no tenga un papel y un lápiz. Mi mente no me pertenece.

¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
No lo sé. Mi abuelo Dante era poeta pero no llegué a conocerlo. Llegué grande a sus papeles. Creo que lo que me llevó a la poesía fue la necesidad de protegerme frente a aquello que no puedo comprender.

¿Por qué decidiste que tu libro de poesía se llamara La voz mayor?
La voz mayor es un pude poder. Es el hilo que queda en mis voces luego del derrumbe.  Luego de ese dolor, con todo lo bello y lo perverso, escribí.

¿Cómo fue el proceso de selección de las poesías que aparecen en el libro?
Eso llegó después. Fueron apareciendo y ordenándose solas.  Cada una acontece –creo-en la hoja precisa.

¿Cuál es tu poesía preferida del libro?
No sé si hablaría desde la preferencia. Parto es un poema que me inquieta. También hay otro poema que es apenas una frase, es mi oración.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
Absolutamente de todo aquello que el lenguaje excede.  De todo aquello que se rompe y uno trata de recuperar como los recuerdos o los juguetes de la infancia.

¿Qué libros de poesía o autores recomendarías? 
Pondero todos los campos poéticos que abarca los diferentes lenguajes. Por suerte hay muchos autores que me han atravesado. Muchos. Los que me vienen al corazón son Chéjov, Pascal Quignard, Jattin, Tarkovski, Aglaja Veteranyi. Todos ellos y tantos más me maravillan.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
No sé, me gustaría que me leyeran. Que la inmensa minoría me reserve en lo posible un pequeño pero eterno lugar cerca de los que inquietan y no gustan.  La belleza por ser bella me aburre. Nunca fui por ahí. Mi objetivo es seguir mejorando mis preguntas. Seguir preguntándome. Como dijo Rilke deja que todo  te suceda –lo bello y el espanto.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Alción Editora
Mi primer libro El río & su cajón también fue publicado por Alción. Me tome mi tiempo para publicar. Sin apuro. A diferencia de la generación que me acontece, no tuve necesidad de verme en un catálogo contemporáneo. Siempre trabajé sola. Me llevó mucho tiempo, trabajo arduamente para alcanzar el poema y mientras ese placer de entrega y lucha con el lenguaje, -mientras ese suceso exista-, seguiré escribiendo. Alción llegó por tomarme mi tiempo para elegir bien qué tipo de lugar posible existía para alcanzar el objeto libro. Me lo recomendó una poeta que quiero mucho y con la que  hice taller durante 10 años. Alción es un sello pequeño que trabaja de una manera muy artesana, así como se teje en el lenguaje ellos también procuran ofrecer un catálogo de autores interesante.  Por eso volví a elegirlos y  por suerte ellos me dejan pertenecer a  su selección de poesía que por cierto para mí es uno de los más bellos que se brinda hoy  en poesía.

¿Qué podés adelantar de la presentación del libro que será el 11 de abril a las 21 horas en Nivangio?
Ay! Pura alegría celebrar el nacimiento de otro libro. Estoy contenta.  Será un momento de disfrute, lectura y amigos. Espero que se acerquen los que quieran. Tocará el músico Kabusaki y una actriz y una poeta leerán algunos poemas del libro. Será breve, no  me gustan las presentaciones largas, se confunden con los egos de autor que solemos acarrear los artistas.

¿En qué nuevo proyecto estás trabajando actualmente?
Me encuentro trabajando un mundo extraño que me fascina y que tiene que ver más con la dramaturgia.





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Fedra Spinelli: “El Delta se me impuso”






La escritora Fedra Spinelli habló con Entre Vidas de su libro de prosa poética Delta, publicado por ediciones La Mariposa y La Iguana y de sus nuevos proyectos entre los que se encuentra una novela que viene trabajando en una clínica con la autora Alejandra Zina.






¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
No sé si tengo un ritual específico. Si sé que necesito despejar mi mente de otras cosas y también despejar la mesa de otras cosas, entonces  me pongo a ordenar, limpiar y tirar, papelitos, cosas dela cocina, al fina termino limpiando todo. 

¿Con qué frecuencia escribís?
Soy bastante irregular, me pasa que me concentro por momentos, y a veces pasa mucho tiempo en que no puedo hacerlo. Así que aprovecho mucho cuando encuentro ese clima interno y predisposición. Ahí sí estoy un rato largo, a veces me tomo un día del fin de semana, y no veo a nadie, no hablo por teléfono, no salgo. Me paso todo el día buscando adentro que quiero contar, o solo dejando que fluya en el texto. Es como un día de entrenamiento pero en soledad. El gran dilema para mí es no distraerme, incluso Facebook u otras redes funcionan como grandes distractores. Y además como tengo muchísimo laburo en contacto continuo con personas, soy vendedora, no paro de hablar, para mí el silencio es algo muy buscado y necesario para escribir, y la soledad también.

¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
No sé exactamente quien, supongo que siempre ví a mi mamá leer mucho siempre, muy concentrada en la lectura. Y también tuve muy buenos maestros, y enseguida afiné con ellos y con la literatura. Pero tengo la sensación que nací con hambre, con mucho hambre de historias, de fantasía, de chica me sentía más cómoda habitando mi imaginación. Mi mamá me leía poesía y mitos griegos, y esos fueron mis dos grandes pilares, aún lo son. Me internaba en las historias y me resultaba más placentero y más fácil que habitar el mundo real. Y  a veces todavía me pasa. Sé que era un escape, una protección del mundo, yo era muy introvertida y la literatura resultaba un lugar seguro, loco sí, infinito también, pero seguro.

¿Por qué decidiste que tu libro prosa poética se llamara Delta?
La cosa es que cuando escribí Delta, por lo menos su texto inicial, estaba en el Delta de Tigre en la primera sección, cuidando la casa de un amigo que había decidido salir de viaje en canoa rio arriba, y no sabía cuándo iba a volver. Era verano, yo no tenía un mango y me había ofrecido que me quedé en su casa y le cuidara a su perra Luchi. El Delta se me impuso, habitar ahí esos días, estar a un paso de la ciudad y sin embargo sentirme en una zona agreste, muy vegetal, casi salvaje, el río que te impone su ritmo si se desborda y sube el agua no podes salir de la isla, estar a su merced, la noche en el muelle que es hipnótica, el rumor de lo vegetal, del agua, todo eso se imponía, y no sé Delta es eso , ese conjunto, sentí que tenía llamarse así. Además creo tengo algo con nombrar la geografía y los espacios, tengo otro libro de poemas que se llama Digo bosque. 

¿Cómo fue el proceso de selección de los textos que aparecen en el libro?
Primero escribí de un tirón, sin pensarlo, parecía un diario pero duro, casi como si fuera un informe médico, descriptivo, frío, quería describir los ruidos, las sensaciones y las fabulaciones. Salirme del yo poético típico de los poemas y perder la extrema emotividad. Por eso creo que aparece esa voz rara en tercera persona. Y me pareció un engendró. Pensé bueno, sirvió de catarsis, es un bicho raro. Y después se lo mostré a un par de amigas lectoras, que me dijeron que tenía algo, algo importante, algo entero, ellas conectaron perfectamente bien con el texto. Entonces, lo retoque, lo pulí, y lo dejé dormir. Paso un tiempo. Sentí que pegar el salto y decidir, si era algo publicable, si quería hacer algo con eso, y buscarle lugar. Me llevó otro tiempo, y conocí a las editoras de la Mariposa y la Iguana en una FLIA y me encantó el catálogo y ellas. Concretamos enseguida, les pasé Delta y les gustó mucho. Leticia Hernando se tomó el trabajo de corregirlo y lo revisamos juntas, y finalmente quedo así.

¿Cuál es tu preferido del libro?
Uy, hay muchos, pero mi libro cabecera es Frankenstein, me encanta. Y su autora, Mary, esa cabeza para contar de esa manera, ese espíritu, la ironía de ese relato. La belleza de la estructura, tipo muñeca rusa, la historia dentro de la historia: el capitán que le escribe a la hermana que le cuenta del Doctor que a su vez le narra el experimento y lo sucedido. La voz de la criatura nunca aparece en forma directa. Ese silencio. Ese abandono. Esa negación. Crítica lo más oscuro de la humanidad. Esa oscuridad incluso también en nosotros. 

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
De muchas cosas, otras lecturas, de poesía. Me inspira a veces ver fotos o imágenes. Y sin dudas ahora le robó mucho al cine y las series, cuelgo mucho ahí, me gustan algunos personajes y me los imagino en otros ámbitos , incluso como si pudiera tener diálogos con ellos o fueran mis colegas y amigos.

¿Qué libros o autores recomendarías? 
Un montón, de lo que más me gusto en este último tiempo: Claire Keagan, la irlandesa, todo. Nona Fernandez, la chilena, también. Me encantó el Papel preponderante del oxígeno de Ángeles Salvador y me gustó mucho el libro Quema de Ariadna Castellarnau. También, Inés Garland, recomiendo todos sus libros, pero el último, Una vida más verdadera, es precioso. Todas chicas ehh, bueno, de los varones amé La comemadre de Roque Larraquy. Me gusta mucho Jorge Consiglio. Diego Muzzio es gigante, su poesía es tremenda y sus nouvelles Las esferas circulares también. Y les recomiendo dos poetas que me encantan que son Javier Roldan y Martin Vázquez Grillé.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Dicho así suena a tener un frío plan, en realidad tengo un plan cálido. La literatura me está dando muy buenos colegas y grandes amigos, hay mucho cariño, en serio. Hay una suerte de manada, de grupo invisible, informal, que empieza a juntarse y mi plan es estar aquí, con ellos, con todos nosotros. Es compartir, leer y que me lean, y seguir escribiendo, aprender cosas nuevas y disfrutar.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con ediciones La Mariposa y La Iguana
Como conté antes las conocí en una FLIA, que son las ferias del libro independientes que se realizan en espacios comunitarios que pueden estar en peligro de cierre, y se hacen a modo de defensa de los espacios públicos y culturales. La mariposa y la Iguana es una editorial independiente, creada hace 7 años por Leticia Hernando y Dafne Pidemunt, publican principalmente poesía y género. Ellas mismas son poetas. Son muy buenas editoras tanto en la publicación, corrección, selección de tapa y todo ese proceso creativo, ya les hablé de Leticia Hernando, que está en cada detalle y cuida muchísimo el terminado. Y Dafne Pidemunt que está en la parte comercial, que es la más difícil y que cuesta mucho hacer. Dafne sale a la calle y encara librerías, ferias, lo que sea, la escuché hablar de nuestro libros, de sus catálogo, de sus poetas, con ese cariño nos llama frente a otros, y realmente es muy luchadora y arremete con fuerza para que los libros estén disponibles para todos. Tuve mucha serte de conocerlas y las quiero mucho.

¿Cómo surgió el programa de radio Ficticios?
Surgió casi casual, yo soy vendedora de una editorial y tengo que visitar las librerías que son mis clientes, y así conocí al resto del grupo en el Splendid, de tanto hablar de libros y recomendarnos y quedarme más de la cuenta conversando. Ariel Toledo y Debret me  propusieron hacer un programa de radio con lo que hablábamos en el pasillo.

Con Ficticios una vez por mes hacían eventos en los que invitan reconocidos escritores. ¿A cuál te hubiese gustado tener? ¿Cuál te sorprendió de los que fueron a leer?
Ay nos quedaron muchos escritores sin venir todavía, me hubieran gustado mucho que vengan Roque Larraquy e Inés Garland, porque sus entrevistas fueron divinas. Y una deuda enorme para mí es tener a Hernán Ronsino, lo admiro, es una gran persona y sería un lujo y una enorme alegría poder hablar con él y escúchalo leer.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy con varias cosas y poco tiempo. Me mata que el trabajo que paga la renta, como decían en una película, me tomé tanto tiempo y energía. Mi gran dilema va ser, como siempre, concentrarme y organizarme. Tengo una novela en camino, la vengo trabajando en una clínica con Alejandra Zina, que es una excelente guía. Además estoy dando taller y por abrir otro más, vamos a ver si puedo con todo.


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Pamela Terlizzi Prina: “Es un libro de duelo y de crisis, escribirlo fue catártico”






La escritora Pamela Terlizzi Prina habló con Entre Vidas acerca de su flamante libro de poesía No cuentes pesadillas en ayunas, publicado por la editorial Santos Locos. El nombre surgió de una frase de su abuela y la autora contó que el ochenta por ciento del libro lo escribió en uno o dos meses. Además, Pamela adelantó que Siga al Conejo Blanco, ciclo de arte que coordina junto a Agustina Bazterrica, vuelve el 27 de abril y van a estar cada tercer viernes del mes en Club de Música, en Paraguay 5519, Palermo.



¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir? 
¿El desorden puede ser considerado un ritual? Espero que sí, porque es lo que habitualmente me rodea. Soy tremendamente desordenada y tengo una coherencia rigurosa al respecto: llevo mi desorden a todos lados. Igual, más allá del chiste, creo que mi único ritual es la abstracción. Cuando empiezo a escribir entro en una especie de sordera, de embotamiento donde sólo puedo escuchar mis dilaciones internas. Debe ser porque vivo quitándole minutos al resto de las actividades para poder escribir. Sí, debe ser eso: escribir como modo de supervivencia.

¿Con qué frecuencia escribís? 
Creo que en el tema de la frecuencia podemos aplicar la teoría de los rituales: no soy nada metódica. Tengo épocas en las que escribo todos los días un poco y otras de meses enteros sin escribir. Al menos no un texto con un objetivo claro. Estas sequías son más en la narrativa que en la poesía. Tengo una frase muy repetida que dice: siempre quiero escribir narrativa y siempre puedo escribir poesía. En fin, soy hija del rigor. El deadline me ordena y me vuelve productiva.

¿Quién te inculcó tu amor por la poesía? 
Honestamente, no recuerdo que nadie me haya puesto un libro de poesía en las manos, o que me haya leído poesía. Quiero decir, no tengo una herencia poética, si se me permite la expresión. Sí recuerdo un poema de Julia Prilutzky Farny; lo tenía mi mamá copiado a mano en una hoja de cuaderno. Yo era apenas una preadolescente. "Sé que voy al dolor, inútilmente", así terminaba. Envidié profundamente esa capacidad de conmover, de mostrar tanto con un puñado de palabras. Esa envidia terrible fue un germen.

¿Por qué decidiste que tu libro se llamara No cuentes pesadillas en ayunas
Es una frase que decía mi abuela. Las pesadillas contadas en ayunas se hacían realidad, ese era el mito. Y es un libro oscuro y doméstico. Una frase acuñada en el seno familiar para contar tragedias a escala hogareña: digamos que me pareció que pintaba de cuerpo entero al libro, que bien podría ser una pesadilla vuelta realidad a fuerza de negligencias y torpezas.

¿Cómo fue el proceso de selección de los poemas que aparecen en el libro? 
La verdad es que el ochenta por ciento del libro lo escribí en uno o dos meses, y prácticamente en el orden en el que quedaron finalmente. Es un libro de duelo y de crisis, escribirlo fue catártico. Había algunos textos que finalmente no entraron y hubo otros que no pensé en primera instancia como parte del libro, y efectivamente terminaron adentro. En eso fue fundamental la mirada de Marcos Gras, que interpretó la voz del libro inmediatamente. Así que no sólo hubo selección, sino trabajo. No tengo dudas de que el libro resultó mucho mejor como sistema, que quedó mucho más balanceado gracias a su intervención. En estas cosas se ve la importancia de un editor comprometido. Me hizo laburar como ningún otro editor y se lo agradezco muchísimo. Por eso y por militar la poesía como lo hace.

¿Cuál es tu poema preferido del libro y cuál es el que destacan los lectores? 
¡Qué difícil! Creo que las preferencias varían según el ánimo, pero me gustan mucho Plaga, Punto de fuga, Plebe. Y los lectores suelen quedar muy atravesados con Nona, Yo confieso y Juguemos. Casi todo el arco temático del libro se puede ver en estos poemas. La cuestión de género, la opresión doméstica, la crisis como punto de partida.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
Tanto en narrativa como en poesía me interesan las historias chiquitas, porque el objetivo es que la obra tenga un sentido poético, simbólico, incluso por sobre lo que cuenta. Me interesa mucho más el cómo que el qué. Dicho esto, es imposible no advertir que todo lo que escribo tiene una enorme carga erótica y de alguna manera está atravesado por la muerte. Lo opresivo, lo brutal como condición humana.

¿Qué libros de poesía o autores recomendarías? 
Doliente, de Patricia González López, es un librazo. También me gustó mucho San Francisco, de Luciano Lamberti. Recomiendo leer a Walter Lezcano, por supuesto. Y a Virginia Janza, Julieta Desmarás, Flor Codagnone, Salvador Biedma. ¡Y a María Teresa Adruetto, por favor! Y a Irene Gruss, y Julieta Dal Verme, qué lucidez. También estén atentos al próximo libro de Paula Brecciaroli. Si mis deseos se hicieran realidad, tendría que salir un libro de poesía de Yair Magrino. ¡Y voy a hacer muy injusta con todos los libros que estoy olvidando!

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario? 
En realidad tengo objetivos en la literatura, y no son más que seguir escribiendo y poder seguir siendo leída. Las editoriales, por supuesto, son un factor importante en esa ecuación. Así que espero que proliferen espacios comprometidos y gustosos de lo que hacen, como La Coop. En cuanto al ambiente literario, voy a citar palabras de un amigo, Pablo Martínez Burkett: "escribimos para terminar tomando cervezas y comiendo asados". Coincido. Y agrego: para enamorarnos de los amigos y amigas que te da este oficio. A veces, con mucha suerte, además de colegas, encontrás compañeros para la lucha, la creación, la felicidad.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con la editorial Santos Locos
Gracias al "celestinazgo" de Macarena Moraña. Yo estaba trabajando en un libro de narrativa, no tenía pensado ni proyectar ni publicar poesía este año, pero la charla surgió como todo lo que rodeó a este libro: por obra del destino. Yo había ido a la casa de Macarena a buscar a Eva, mi gata hermosa con antifaz de superheroína. Mientras nuestras hijas jugaban, Macarena me insistió para que hable con Marcos por los textos que escribí tras la muerte de mi papá. Y lo hice. Y fue la mejor decisión que pude haber tomado.

¿Qué podés contar de la presentación del libro que hicieron en Nivangio? 
Que tuve el mejor equipo que podría haber soñado. Macarena Moraña y Silvina Gruppo hablaron sobre el libro y Walter Lezcano me entrevistó en vivo. Después leyeron algunos textos Julieta Desmarás, Patricia González López y Virginia Janza. Y hasta tuve DJ: gracias a Paula Brecciaroli terminamos bailando hasta las 2AM como si estuviéramos en un boliche. Fue una noche inmensamente feliz, llena de gente querida. Quedé sorprendida, además, de la cantidad de gente que hubo. Fue hermoso.

¿En qué nuevo proyecto estás trabajando actualmente?
Siempre estoy trabajando para Siga al Conejo Blanco, el ciclo de arte que coordino con Agustina Bazterrica, mi hermana literaria. Y este año hay muchos cambios: incorporamos a la organización del ciclo a Mariana Collante, que es periodista cultural, además de una genia sideral. También nos mudamos de espacio. A partir del 27 de abril nos van a encontrar cada tercer viernes del mes en Club de Música, en Paraguay 5519, Palermo. Estamos preparando una fiesta para Mayo, que es nuestro aniversario. En lo puramente literario, voy a retomar el libro de cuentos que abandoné el año pasado. Además, sigo trabajando en una novela. Para No cuentes pesadillas en ayunas, todavía nos quedan algunas presentaciones: una en el pago chico, en Adrogué, y otra en Montevideo. No tengo fechas aún, pero serán entre Mayo y Junio. Por último, el 4 de abril comienzo a coordinar un grupo de lectura y taller de escritura creativa junto a Jorgelina Etze en Adrogué. Nos vamos a orientar a la lectura de autores contemporáneos, así que estamos muy entusiasmadas.



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Carolina Riccio: “El amor atraviesa todo lo que escribo”




La escritora Carolina Riccio acaba de publicar su libro de poemas El lugar de la herida con la editorial Caleta Olivia y habló con Entre Vidas acerca del proceso de escritura. Además, contó que el nombre del libro tiene que ver con Alejandra Pizarnik, su poeta favorita y adelantó que en sus poemas, en mayor o menor medida, hay una herida desde la que habla.



¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
No tengo rituales, por lo general las ganas de escribir me vienen leyendo, cuando estoy caminando por la calle o en el colectivo en medio de algún viaje. De repente una frase o una sensación opera como disparador, pero soy muy desordenada y poco metódica para escribir. Me encantaría ser más disciplinada.

¿Con qué frecuencia escribís?
Tampoco tengo una frecuencia determinada. Depende el día, el estado anímico, el tiempo que disponga. Una vez leí que Balzac tenía un horario específico para escribir. Yo lo intenté, pero no pude…escribo cuando lo siento, así me encuentre arriba de un colectivo o en medio de una reunión. Hasta me llegué a mandar audios a mí misma por wapp para no olvidarme de una imagen, por ejemplo, que me vino a la cabeza.

¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
Creo que fue un encuentro personal. No tengo nadie en mi familia lector de poesía, pero sí podría decir que el amor por los libros me lo inculcó mi papá que siempre está leyendo, por lo general de historia o religión.

¿Por qué decidiste que tu libro de poesía se llamara El lugar de la herida?
Siempre supe que el nombre del libro iba a tener que ver con Alejandra Pizarnik, mi poeta favorita. Era una forma de hacerle un pequeño homenaje. Y leyendo ese magnífico verso de ella que dice: “Tú eliges el lugar de la herida en donde hablamos nuestro silencio” supe de inmediato que ese iba a ser el nombre, que representaba a los poemas del libro y que les daba cierta unidad porque en todos, en mayor o menor medida, hay una herida desde la que hablo.

¿Cómo fue el proceso de selección de las poesías que aparecen en el libro?
Fue un proceso bastante natural o darwiniano, donde fueron quedando los que me parecían más acordes a lo que yo quería contar. Los dividí en tres apartados para que pueda tener cierta coherencia el libro como unidad. Como dice Pablo Ramos en la contratapa que tan gentilmente hizo para el libro, los poemas que elegí son los que irradiaban cierta oscuridad que yo quería expresar pero que a la vez son luminosos porque intentan hacer algo lindo con ella.

¿Cuál es tu poesía preferida del libro?
¡Qué difícil! Creo que los poemas que hablan de la dualidad que siento en relación al cuerpo como objeto de seducción y a la vez como obstáculo para que un ser vea al otro desde una concepción más profunda y no ligada a lo efímero. Y también me gusta mucho un poema que tiene que ver con la enfermedad de mi mamá, no tanto por el valor literario que pueda tener sino porque me ayudó a sacar afuera algunas sensaciones que no me estaba permitiendo tener de manera conciente o que no se ponían en juego desde la palabra cotidiana pero que encontraron su expresión por ahí. Fui mi forma de tratar de hacer algo bello con el dolor.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
Intento hablar de todo lo que me moviliza e inquieta. Sin dudas, el amor atraviesa todo lo que escribo ¡Es el interrogante y el motor de mi vida! Pero también hablo de la soledad, la muerte, la feminidad y la religión.

¿Qué libros de poesía o autores recomendarías? 
En este momento leo muy variado en lo que respecta a poesía. Una mezcla tremenda de estilos. Sin dudas, recomendaría a Alejandra Pizarnik. Si lees a Alejandra y no sentís nada, no leas poesía. Pero también recomendaría Sharon Olds, Pessoa, Piedad Bonnett, José Sbarra, Olga Orozco, Carver, Hölderlin, Trakl, Urondo, Pavese, Pound, Éluard…  De Argentina, contemporáneos, me gusta mucho Fabián Casas y Laura García Del Castaño. 

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Leer mucho y tratar de escribir un poco. Agrandar mi biblioteca. Y hace poquito empecé taller con Alicia Genovese, así que con mucha expectativa por aprender todo lo que pueda de esta gran poeta.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con la editorial Caleta Olivia
Le mandé a Pablo Gabo Moreno el borrador del libro porque es un sello que me gusta mucho y que está valorizando a la poesía y a las voces nuevas. Fue mi primera opción cuando realmente estuve decidida a querer publicar y rápidamente tuve un buen feedback de él y se encaminó el libro.

¿Qué podés adelantar de la presentación?
Por el momento puedo decirte que la presentación va a ser el 21/4, en Abasto. Va a presentarlo Gaby Larralde que, para mí, es mi hada madrina de la poesía. Hice taller con ella un año. Fue muy generosa con los conocimientos que me transmitió, a parte de ser una chica super cálida y creativa. Me incentivó a tener confianza en mi escritura y fue la primera persona que me llamó poeta.

¿Tenés algún otro proyecto?
Proyecto es una palabra superlativa para mí, que soy medio fóbica. Sí puedo decirte que tengo algunas ideas en la cabeza que espero poder poner en palabras. Y en lo personal, ser menos pesimista, aunque sin ese pesimismo (que en el fondo amo, pero como todo amor a veces es un poco dañino) creo que no hubiese podido escribir nada.


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