domingo, 30 de septiembre de 2018

Camila Fabbri: “La vida real tiene tanto encubierto que a veces la ficción pareciera ser una hormiga”





La escritora Camila Fabbri habló con Entre Vidas acerca de su libro de cuentos Los accidentes, publicado por el sello Notanpüan y luego reeditado en conjunto con Emecé.  Además, la autora adelantó que está terminando un nuevo libro de cuentos y está trabajando en una novela-crónica que le exige entrevistar amigos y amigas de su ex colegio secundario.





¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
No tengo rituales al momento de escribir; quizás son más bien factores ajenos a mí que se van acomodando por sí solos y dan cuenta de que ese, ese mismísimo instante es el que corresponde para sentarse a trabajar. Por ejemplo, que mi gata Telma se acueste sobre cuadernos y pila de papeles o incluso encima del teclado. Correrla de ahí ya supone un contacto legítimo y comprometido con la computadora. En general si todo se acomoda de manera obligada para el trabajo, puede que escriba solamente dos líneas y las borre a la hora. Escribir, como leí alguna vez que decía D.F Wallace son ocho horas diarias en que unx camina alrededor de la computadora o del cuaderno sin poder bajar nada. Quizás la escritura son solamente diez minutos de todas esas horas que uno dedicó a esa nota que tiene que entregar, o ese cuento, texto, reseña. Se necesita muchísimo tiempo para escribir medio párrafo, y a veces en diez frenéticos minutos se aceleran tres páginas definitorias.

¿Con qué frecuencia escribís?
Escribo a diario. Chateo con amigos, respondo mails, extraigo frases de chats ajenos o propios, frases de esos mismos mails, escribo oraciones que me gustan, frases, imágenes que vi en la calle. Eso es escritura también, entonces podría decir que a diario. Ahora, escritura consciente de asegurar "estoy escribiendo un cuento", eso es una vez a la semana o menos. Son bastante espaciados esos momentos de escritura como tal.

¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
Difícil saber "quién" me inculcó el deseo de leer y escribir. Sospecho que está relacionado directamente con mi madre y mis hermanas, con esa herencia de los libros reunidos en la biblioteca y sin rasguños, e incluso con repetir esa costumbre de leer la misma historia más de una vez y aplicarla en discusiones. Usar lo leído para la conversación diaria, emplear la literatura para la comunicación, apropiarse de palabras de escritorxs que nos conmovieron. Esa herencia, tal vez tan silenciosa, es de las más profundas.

¿Por qué decidiste que tu libro de cuentos se llamara Los accidentes?
Me gustaba cómo sonaba "los accidentes", como una reunión de hechos trágicos o evitables. Es una palabra que no tiene plural, no es posible que varios accidentes sucedan al unísono. Siempre se lo considera como algo que está solo. Me interesó la variante, como un tendal o un ramo de hechos que escapan de las manos.

¿Cómo fue el proceso de selección de los cuentos que aparecen en el libro?
Entregué "Los accidentes" a editorial Notanpüan con un cuento más de los que quedaron en la edición final. Francisco Cascallares, editor primero de este libro, me recomendó que "Añejo" lo dejara para otro libro tal vez. "Añejo" era, más bien, una obra de teatro corta que había escrito y montado. Me interesaba mucho el universo que armaba y lo convertí en cuento, del mismo modo que hice con "condición de buenos nadadores" y con "mi primer hiroshima". Lo cierto es que "añejo" era inconvertible, la acción estaba sujeta al diálogo y no había conversión posible. El resto de los cuentos quedó como fue presentado, aunque alteramos el orden. Es lindo ese trabajo con el editor, editora. Ahora mismo estoy en esa instancia con un libro nuevo que tengo, que sospecho saldrá el año que viene. Todavía no tengo editor o editora, pero me genera mucho deseo esa instancia de corrección y reflexión sobre el primer armado. Creo que el libro se termina de definir todo ahí.

¿Cuál es tu cuento preferido del libro y cuál es el que destacan los lectores?
Mi cuento preferido, hoy, creo que es "condición de buenos nadadores". Es el último cuento que escribí. De los lectores, ¡no sé!

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro?
Acerqué Los accidentes a editorial Notanpuan, tenía en ese entonces 25 años. Publicar me parecía algo imposible, un Everest de mi mundo privado. Dejé el libro y lo olvidé. Al mes me escribieron Francisco Cascallares y Fernando Pérez Morales que querían editarlo; Notanpuan estaba comenzando, tenían en ese entonces seis títulos. Ahora tienen más de diez y tres libros en la feria de Frankfurt. Con Los accidentes viajé, también, a la Feria del Libro de GUadalajara. Notanpuan crece y los autores crecemos a la par. Tenía 25 años y ahora 29. Me gusta pensarlo así.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
Es difícil que uno mismo pueda nombrar sus propios temas. Están ahí, dando vueltas en silencio como en loop en la cabeza, constantemente. Identifico algunas cosas que se repiten, tal vez: la infancia, los niños, las niñas, los bebés, lo accidental, la catástrofe, los animales, el silencio animal y la inimputabilidad de engullirse entre ellxs, a veces aparecen cosas más caricaturescas o imposibles, tal vez más fieles a un género fantástico, la maternidad como pantano.

¿Qué libros o autores recomendarías? 
Ahora mismo acabo de terminar la novela "Los niños" de la escritora colombiana Carolina Sasín, me gustó muchísimo. Hacía tiempo no señalaba tanto párrafo con el lápiz. Y siempre regreso a David Foster Wallace, ahora releyendo "el tenis como experiencia religiosa" e "incendios" de Richard Ford. Soy muy fanática de Sara Gallardo, Leila Guerriero, Patricia Highsmith. No quiero olvidarme de Stephen King como descubrimiento reciente o de Raymond Carver como hallazgo perpetuo.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
No tengo objetivos dentro del ambiente literario. Algún día me gustaría vivir de la escritura; seguir escribiendo durante años y años. Más libros de cuentos, alguna novela, también crónica, un poco de poesía. Que no se detenga el deseo.

¿En qué nuevo proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy cerrando  un nuevo libro de cuentos, que sospecho será para el 2019, y hace unos meses estoy trabajo en una novela-crónica que me exige entrevistar amigos y amigas de mi ex colegio secundario. El género crónica fue un hallazgo que tuve hace un par de años cuando leí "Plano americano" de Leila Guerriero; a partir de ahí seguí indagando y encontré a tantxs y a nuevas e infinitas formas de narrar. La vida real tiene tanto encubierto que a veces la ficción pareciera ser una hormiga. Con esto no quiero desmerecer a nada ni a nadie, no es por nada que la ficción casi siempre es una deformación de la realidad, pero cuando se la escribe tal como es, puede llegar a niveles de construcción altísimos. Al menos eso creo hoy.



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Celina Abud: “Tengo ganas de escribir una novela que hable del lado B de la sexualidad, de lo que no se dice, de lo que hace sufrir”





La escritora Celina Abud publicó el libro de cuentos Alguien con quien hablar con la editorial Crack-Up y habló con Entre Vidas acerca de dicha publicación. Además, la autora contó que actualmente está trabajando en tres cuentos cortos que tocan el tema de la crisis de manera lateral.





¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Me encantaría decir que los tengo, pero no. Soy muy caótica. Ayudó mucho asistir al taller de Hernán Vanoli, quien siempre se portó más como un editor que como un profesor. También me sirvió el intercambio con mis compañeros, cuyas opiniones fueron disparadoras. A falta de rituales, hubo mucha gente que colaboró con alguna idea o contestó dudas, porque en mi caso, un libro no se escribe en soledad. O al menos no me pasó con Alguien con quien hablar. Aunque ahora estoy muy contenta porque voy a sumar algo que cuenta como ritual: por primera vez tendré “un cuarto propio” con buena luz natural, dedicado en forma exclusiva a la escritura y al trabajo. A Virginia Woolf le gusta esto.

¿Con qué frecuencia escribís?
Soy periodista y para que en estos tiempos te cierren las cuentas, tenés que tener más de un trabajo. Por eso, los instantes para la narrativa son cortos, casi nulos. Hay que sumarle además que cuesta poner la cabeza al servicio de la creatividad cuando tu trabajo también es “de escribir”. Me imagino que aprovecho los momentos libres como las parejas con muchos hijos que tienen relaciones cuando todos los nenes se van a dormir.

¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
Soy víctima de una “maldición autogestiva” y los libros no fueron la excepción: al amor por la literatura también me lo inculqué yo sola. Mi casa siempre fue más de la música y mis maestras nunca me recomendaron algo que adorara. Que llegaran los libros a mi vida fue una salvación para mí, que era una nena tímida que pasaba sus recreos leyendo Mujercitas. A la vez, escribir composiciones y poemas me llevó a vivir una vida más luminosa de la que en ese entonces tenía, porque no era la típica “niñita feliz”, sino más bien lo contrario. De hecho, la primera palabra que escribí en mi vida y a los cinco años, fue “harta”, aunque sin h, tras consultar a mis padres qué letra se asociaba con cada sonido. Leer, entonces, era trasladarse a otro lugar y escribir ya era, a partir de mis siete años, una hermosa manera de pasar el tiempo.

¿Por qué decidiste que tu libro de cuentos se llamara Alguien con quien hablar, nombre de uno de los textos?
Fue una suerte de plebiscito. Me costó encontrar un título tanto para el libro como para cada uno de los relatos que lo componen. El primer acercamiento fue gracias a un colega periodista, Lucas Parera, a quien le había dado ese texto para leer y le tiré opciones para titularlo. Fue él quien primero sugirió “Alguien con quien hablar”. Más tarde, en el taller de Vanoli, mi amigo y escritor Matías Amoedo dijo que ese título resumía la esencia de los tres cuentos. Por eso el libro se llama así.

¿Cómo fue el proceso de selección de los cuentos que aparecen en el libro?
Fue atípico. En primer lugar, había escrito el relato “¿Hace cuánto que nos vemos?”, que quedó de 60 páginas en word y así como estaba, no le faltaba ni le sobraba ni una sola palabra.  Era lo mejor que había escrito y sin embargo, era largo para cuento y corto para nouvelle. Entonces pensé en la estructura de tríptico del libro La mujer rota, de Simone de Beavoir y así, de golpe, me vi en la necesidad de escribir dos relatos más que debían ser similares en extensión y en calidad (tenía muchos otros, pero más cortos y de tono distinto). Mi consigna me dio pánico, temía no ser capaz de superarme. Pero después, un hecho casual me impulsó a empezar el texto “Alguien con quien hablar” y lo terminé sin ningún tipo de plan establecido de antemano. “Las agujas” fue el relato que más me costó. De hecho, me tomé una semana de vacaciones en el trabajo para reescribirlo y cerrarlo.

¿Cuál es tu cuento preferido del libro y cuál es el que destacan los lectores?
No tengo un preferido. Podría decir “¿Hace cuánto que nos vemos?”, que fue el que me dio un norte. Aunque también “Alguien con quien hablar”, que  me sirvió para cerrar un duelo personal. Entre los lectores hay una suerte de mano a mano entre esos dos textos, con un ligero favoritismo hacia el último de ellos. “Las agujas” es el menos taquillero, aunque tres personas lo consideraron un favorito, así que tiene su público. Gustó mucho entre quienes hicieron carreras universitarias porque trata de eso.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Crack-Up
Conozco a Ariel Diaz y Paola Adler desde hace muchos años y vi la editorial nacer. Fui testigo de los primeros lanzamientos. Durante una presentación, le dije a Ariel: “A ver si algún día, cuando termine un libro, me publicás a mí”. Y él me miró con cara de: “Sí, mañana”. Muchos años más tarde le di para leer uno de los cuentos a Paola. Ella es una excelente editora porque es muy meticulosa y tiene una gran mirada. Se lo dí sin especular, lo único que buscaba era un consejo. Faltaba poco para terminar el libro, pero faltaba. Cuando ella terminó de leer uno de los relatos, a mis espaldas hablo de mi proyecto con Ariel y también a mis espaldas, ambos decidieron que iban a publicarme. Antes de terminar de escribirlo, ya tenía una oferta para publicar mi primer libro. Más que una oferta, era una certeza: “Te vamos a publicar”. Imposible decir que no ante tal voto de confianza.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
De lo que incomoda y molesta, de los errores, de la miseria humana, de la hipocresía, de la caída de estructuras, del sufrimiento, de los golpes que te ayudan a aprender, de la humanidad cambiante que hace que una misma persona sea la más buena o la peor. Y también del humor para no dejarse amedrentar por los baldazos de agua fría, de las estrategias que se encuentran para soportar esos momentos.

¿Qué temas de los que todavía no escribiste te gustaría hacerlo en un futuro?
Tengo ganas de escribir una novela que hable del lado B de la sexualidad, de lo que no se dice, de lo que hace sufrir. Y quiero hacerla jodida, pero también con mucho humor, con un humor explícito. Es un proyecto que tengo a mediano plazo.

¿Qué libros o autores recomendarías leer? 
Voy a recomendar algunos internacionales. Intimidad de Hanif Kureishi; Una novela rusa, de Emmanuel Carrère; Las partículas elementales, de Michel Houellebecq, La maravillosa vida breve de Óscar Wao, de Junot Díaz y El primer hombre malo, de Miranda July.
Y de argentinos contemporáneos, voy a recomendar tres, el de un hombre, el de una mujer y el de un gran amigo. El primero es Shunga, de Martín Sancia Kawamichi, por considerar que es un libro único del mejor escritor local de esta última y castigada camada de la generación X. El segundo es Una vida en presente, de Paula Puebla, porque su escritura sube la vara, la novela es jugada y su autora, hoy reconocida, siempre se mantuvo en su ley, sin tomar atajos ni caminos fáciles. Y en tercer lugar Efecto tequila, de Matías Amoedo, quien fue el primero en demostrarme mientras escribía esa novela que el humor también puede hacerte llorar, y no de la risa.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Como tengo poco tiempo, estoy trabajando en tres cuentos cortos que tocan el tema de la crisis de manera lateral, porque creo que en estos momentos difíciles sale a relucir lo mejor y lo peor de cada persona. Quiero ahondar en el impacto emocional que produce esta coyuntura en personajes de distintas edades. Por los tiempos que vivimos, tengo muchas ganas de que este proyecto salga bien. Ojalá. 



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sábado, 29 de septiembre de 2018

Miguel Sardegna: “Somos el resultado de nuestras lecturas”





El escritor Miguel Sardegna habló con Entre Vidas acerca de su libro de cuentos Hojas que caen sobre otras hojas publicado por la Editorial Conejos y contó que tiene dos novelas inéditas que no ve la hora de que encuentren lectores.




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Ninguno, no tengo rituales. Hace unos años probablemente te hubiera confesado un riguroso catálogo de comodidades burguesas. Nada muy excéntrico, pero en ese tiempo estaba convencido de que eran condiciones no negociables: la paz del hogar, con mi biblioteca entera bien cerca, un silencio de encierro, la certeza de que disponía de varias horas, mucho café. Todo eso forma parte del pasado. Ahora escribo robándole horas al día, y a la noche. Luciano cumple dos años en algunas semanas, él es el que impone las condiciones y decide los nuevos rituales de casa. Hoy sé que tengo que aprovechar cualquier oportunidad para escribir, incluso las que surgen en la oficina. ¿Estará bien contar esto?  Pocas cosas me dan más felicidad que robarle horas a mi actividad “productiva”, vestido de saco y corbata. Cuando hago eso, siento que conduzco una pequeña y modesta revolución.

¿Con qué frecuencia escribís?
Con las dificultades que acabo de contar, todos los días.

¿Cómo nace tu amor por la cultura japonesa?
En el principio estuvo la lectura. Llegué a Japón a partir de sus novelas y cuentos. Creo que “Sennin”, de Akutagawa, fue el primer cuento japonés que leí. Fue pura casualidad, como suceden siempre las cosas importantes de la vida. No tenía idea de quién era Akutagawa en ese entonces, mientras pasaba las páginas de ese volumen monumental de Bioy, Silvina Ocampo y Borges: Antología de la literatura fantástica. La nota biográfica que armaron de Akutagawa, de apenas un par de renglones, es una delicia. La recuerdo de memoria, dice: Antes de quitarse la vida, explicó fríamente las razones que lo llevaban a tal decisión y compuso una lista de suicidas históricos, en la que incluyó a Cristo. Gracias a esa antología descubrí a Max Beerbohm, a Villiers de l`Isle-Adam, a Lafcadio Hearn. Es increíble, pero me basta pensar en ellos y mencionarlos acá, para querer releerlos. Esas páginas hicieron mucho por mí, me construyeron como lector y como escritor.
Después llegó Kawabata, con la novela Mil grullas. Lo disfruté sin entenderlo del todo. Creo que hay un goce que precede a la auténtica comprensión. Sentí que en esas páginas saboreaba algo nuevo, diferente a todo lo que había probado hasta entonces. Despertó mi apetito, con Kawabata vino el placer de acercarme a la cultura japonesa.

¿Por qué decidiste que tu libro de relatos se llamara Hojas que caen sobre otras hojas?
El libro tuvo varios títulos. Es curioso eso, porque ahora no puedo imaginarlo con uno diferente a Hojas que caen sobre otras hojas. A Editorial Conejos llegó como Imperfección, que es también el título de uno de los diez cuentos del libro. Hay una visión japonesa de la belleza que se vincula con la sombra, con lo inacabado, con la marca que deja la pátina del tiempo. Con la imperfección. El libro juega con todas esas ideas. Es un libro de cuentos japoneses, aunque atravesados por una visión occidental. A mis editores nunca les convenció el título, aunque no me propusieron alternativas. Ya se te va a ocurrir otro, me decían ellos. Ya va a aparecer el título correcto. El caso es que llegamos a las pruebas de galera y todavía no tenía nada nuevo. Finalmente, una tarde, leyendo haiku, entrando en esa dimensión zen y contemplativa que propone la poesía japonesa, di con Hojas que caen sobre otras hojas. Es algo bien concreto, ¿no? Mucho mejor que Imperfección, que es un concepto abstracto, algo que no podemos tocar, ni ver.

¿Cuál es tu relato preferido del libro y cuál es el que destacan los lectores?
No, no, no me pidas que elija uno, por favor. ¿Cómo podría? Por otra parte, los cuentos que más quiero no son los más logrados, o los más inteligentes, sino aquellos que hacen vibrar una cuerda íntima, muy personal. Con sus máscaras, todos los cuentos hablan de mí. Pero voy a hacer otra cosa, que quizá no sea tan diferente: voy a contar cuáles son los que elijo cuando me invitan a algún ciclo de lectura. Siempre leo “La práctica del zen es difícil” o “Fría luz de luciérnagas”. Decido cuál de los dos a último momento. Un cuento es trágico, el otro intenta algo de humor. Decido en función del efecto que me gustaría generar en esa noche concreta, con ese público, en ese bar particular.
¿Cuáles destacan los lectores? Por suerte no coinciden.

¿Por qué decidiste que los relatos se desarrollen en Japón o tengan como eje la cultura de ese país?
Bueno, no estoy seguro de haber elegido tan libremente. No quiero sonar romántico, pero estoy convencido de que hay algo de fatalismo en lo que uno escribe.
Me voy a explicar mejor. Yo creo que escribir es un acto profundamente voluntario, en el que se deben vencer muchas resistencias. Escribir es trabajoso, porque nos pone de cara a nuestras propias limitaciones. Basta sentarse a escribir una noche cualquiera para recordar que no tenemos el talento que deseamos. Jamás podremos escribir como Kawabata. Todos estamos en el barro, dijo Oscar Wilde, pero algunos miramos a las estrellas. Escribir es mirar a las estrellas, sabiendo que no hay manera de alcanzarlas. En esas condiciones, hay mucho de voluntad y de tesón para conseguir escribir una página cualquiera. Del mismo modo, frente a ese acto profundamente voluntario, creo que los temas nos llegan como algo dado, se nos imponen. En el prólogo de El umbral de la noche, Stephen King desarrolla una teoría interesante. Habla de filtros en el cerebro. Dice que tenemos filtros en la cabeza que hacen que algunos temas se nos atasquen y otros, en cambio, sigan de largo. A todos se nos atascan temas distintos. Me gusta esa idea. Mi cerebro, entonces, siguiendo a King, filtra los temas japoneses, no tengo manera de sacármelos de encima.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
Creo que todos somos la suma del cine que vemos, de la pintura que conseguimos apreciar, de la música que escuchamos a diario. Somos el resultado de nuestras lecturas. El arte nos atraviesa y nos transforma. Creo que ese modo de relacionarnos con el mundo va a parar, irremediablemente, a cada página que escribimos. Aunque uno no es del todo consciente de ese pasaje, claro. Dicen que los símbolos siempre exceden a quién los emplea.

¿De qué tema todavía no escribiste pero te gustaría hacerlo en un futuro?
Tengo planeada una novela de ajedrez. Creo que la gran novela del ajedrez argentino todavía no fue escrita.
Soy jugador de ajedrez, aunque hace dos o tres años que no me siento delante de un tablero real, en el Club Argentino de Ajedrez. Algunas noches lo extraño. Otras, agradezco haber podido escapar. Tuve momentos de verdadera fiebre por el ajedrez. Me pasé meses enteros estudiando alguna sutileza de la Najdorf o decidiéndome si la próxima vez que planteara una Eslava me convenía sacar mi alfil o dejarlo adentro de la cadena de peones. El ajedrez provoca eso. El que lo probó, lo sabe. No escribí una sola línea en ese tiempo, fueron años sin literatura. El ajedrez y la literatura son incompatibles, ambos te demandan la vida entera. No se conforman con menos.

¿Qué libros o autores recomendarías? 
Menciono a autores que leí este último tiempo y que disfruté mucho. Amelie Nothomb, Mariana Alonso, Martín Di Lisio, Daniel de Leo, Convertini, Kamiya, Martín Hain, Hanif Kureishi, McEwan, Nicolás Ferraro, Donleavy, David Foster Wallace, Dazai, Ercole Lissardi, Bellomo, Cormac McCarthy, Castagnet, Élida Saidler, Sancia, Chernov, Karina Sacerdote, Carson McCullers.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
La idea es escribir siempre mejor. Supongo que no soy original con esto, ¿no? Escribir mejor y escribir más. Hacer de la escritura el centro vital de mi jornada. Ojalá consiga pasar de la intención al acto. Así me imagino los próximos años, revirtiendo la tendencia de tanta energía dedicada a otras cuestiones que nunca me interesaron.
Algo interesante que me sucedió dentro del “ambiente”, y que jamás soñé, es compartir una cerveza o un café con escritores que admiro. Tótems inalcanzables que antes leía en silencio, en casa, de pronto estaban cerca. Escribir es una tarea solitaria, no necesita de compañeros, pero qué lindo que es encontrarse con gente que comparte la misma pasión. El otro día le contaba en la oficina que se multiplican en mi mesita de luz los libros de amigos.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con la Editorial Conejos
Le escribí a Ariel Bermani preguntando si los Conejos recibían material. Me contestó enseguida con un “obvio, mandámelo”. Ariel es así, un genio. Fui muy afortunado, estoy muy contento con los Conejos. ¿Qué más puede desear un autor que considerarse amigo de sus editores?

¿En qué otro proyecto estás trabajando actualmente?
Tengo dos novelas inéditas que no veo la hora de que encuentren lectores. También tengo terminado un libro de cuentos. Me dio mucho placer escribirlo, disfruté ser un poco sádico. La idea de belleza con la que juegan esos cuentos sórdidos es bien distinta a la de Hojas que caen sobre otras hojas.
Pero quizás, se me ocurre ahora, esos manuscritos ya son parte del pasado, ya quedaron atrás. Fuera de eso, estoy con varios proyectos. Siempre me pasa lo mismo. Arranco varias cosas a la vez, hasta que llega un momento en que uno se destaca y me reclama exclusividad.




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jueves, 27 de septiembre de 2018

Tatiana Goransky: “Lo que me hizo más feliz fue enterarme de que la leyeron como a una verdadera novela de aventuras”







La escritora Tatiana Goransky publicó la novela Don del Agua con la Editorial Evaristo y habló con Entre Vidas de esta reedición de su libro que empezó a gestarse cuando el Damián Blas Vives se lo propuso unos meses antes de la última feria del libro.





¿Cuál fue la imagen disparadora que da inicio a la historia de tu novela Don del Agua?
No fue una imagen, fue una historia. Mi padre me contó que acababa de conocer a un rabdomante español que podía encontrar agua desde helicópteros. Quedé tomada por la narración y el personaje. Al principio quise conocerlo, pero no hubo manera. Él ya no estaba en Buenos Aires y no logramos rastrearlo telefónicamente. Esa ausencia y todas esas preguntas quedaron flotando ahí, en una viñeta imaginaria. Y la duda que aparecía una y otra vez: ¿Qué tipo de personas serán los rabdomantes? ¿Qué harán con todo ese poder? ¿En el futuro serán parte de una elite que gobernará al mundo? ¿Todos los rabdomantes tienen hijos o hijas rabdomantes? Y ahí ya no pude detener la historia.

¿Tuviste algunas referencias literarias como pueden ser los casos de El viejo y el mar o Moby Dick para escribir la historia?
Siempre quise mucho a Melville pero creo que pensé más en Con la soga al cuello de Joseph Conrad y no tanto en Moby Dick. En Conrad está muy presente el conflicto del individuo frente al bien y el mal. A mí me gustó la idea de trabajar eso desde otra perspectiva, una perspectiva más parecida a la que toma, tal vez, John Irving en El Mundo según Garp. Ahí, los personajes atraviesan situaciones difíciles pero su manera de reaccionar no es la más usual. Hay una profundidad psicológica que los aleja de ciertos lugares comunes y así la experiencia es más personal y la trama que se va tejiendo esconde una subtrama. Muchas veces pienso que los personajes son la historia. Este es uno de esos casos.
De cualquier manera, fuera de las referencias literarias, también tuve muchas referencias cinematográficas: Le Grand Bleu de Luc Besson, The Life Aquatic de Wes Anderson, The Abyss de James Cameron, Le Monde du silence de Jacques- Yves Cousteau y Louis Malle y todos los documentales de Cousteau que pude conseguir.

¿Cómo surgió la idea de incorporar un cuaderno de bitácora a la novela?
Fue casi el punto de arranque. Primero vino el prólogo con la historia del padre rabdomante y después la construcción completa del cuaderno de bitácora. La voz del Capitán era esencial para crear el clima de misterio y aventura que necesitaba la novela. 

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con la Editorial Evaristo
Me contactaron unos meses antes de la Feria del Libro de Buenos Aires para preguntarme si quería reeditar Don del Agua con ellos. Pero, en rigor de verdad, Damián Blas Vives me venía diciendo que quería publicar Don del Agua desde que la leyó en el 2014. En ese momento no tenía una editorial pero ya estaba interesado en el libro.

¿Qué repercusiones tuviste de los lectores de la novela?
Eso siempre es difícil de contestar, pero supongo que lo que me hizo más feliz fue enterarme de que la leyeron como a una verdadera novela de aventuras. Extraño mucho las novelas de aventuras. Creo que es un género abandonado y que sería muy interesante ver qué se puede producir desde el aquí y ahora.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
Con el tiempo fui descubriendo que un tema recurrente es la búsqueda de la perfección, casi como karma. Pero también está la exploración del amor, el desencuentro, los lazos biológicos o el tema de lo hereditario, la necesidad de conexión con el otro ya sea a través del éxito o del fracaso, el poder de la imaginación para sortear situaciones traumáticas. En fin, así como me cuesta ceñirme a un género, me cuesta pensar en los temas. Creo que van mutando. Aunque estoy segura de que algunos me acompañarán siempre.

¿De qué tema que todavía no hayas escrito te gustaría hacerlo próximamente?
Algunos dicen que primero vino el verbo, para mí: el personaje. Nunca arranco por un tema, no me funciona como disparador.

¿Qué libros o autores recomendarías? 
Me gusta más recomendar libros.
Ahí van algunos caballitos de batalla que han superado las pruebas del tiempo y algunos recién leídos: El nadador en el mar secreto de William Kotzwinkle, Las Replicantes de Cristina Peri Rossi, Río Negro de Mariano Quirós, Rosencrantz y Guildenstern are dead de Tom Stoppard, Intimidad de Hanif Kureishi, El Petiso Orejudo de María Moreno, Movimiento Único de Diego Gándara, Como si existiese el perdón de Marina Travacio, Desgracia de J. M. Coetzee, Los restos mortales de Hugo Salas, Esos de ahí afuera de Franco Chiaravalloti, Orgía de Pier Paolo Pasolini, Resonancia siniestra de David Toop, La guerra de los gimnasios de César Aira, El jardín de cemento de Ian McEwan, Hablando del asunto de Julian Barnes, Con el sol en la boca de Matías Néspolo, Una vida más verdadera de Inés Garland, Los bosques de Upsala de Álvaro Colomer, Sierra Grande de César Sodero, No es amor de Patricia Kolesnicov,  Silencio Pentacker de Martín Lombardo, El Campo de Griselda Gambaro, Frankenstein de Mary Shelley, The Waste Land de T.S. Eliot, Antología de Spoon River de Edgar Lee Masters, Periodismo de Sonia Budassi, Los Rieles de Aurora Venturini, La casa de Bernarda Alba y Yerma de García Lorca, Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar, El Silenciero de Antonio Di Benedetto, Más que humano de Theodore Sturgeon, Tres Hermanas de Antón Chéjov, Según venga el juego de Joan Didion, Cosa de negros de Washington Cucurto, El peor de los guerreros de Rodrigo Díaz Cortez, La escucha oblicua una invitación a John Cage de Carmen Pardo, Boquitas pintadas de Manuel Puig,  No aceptes caramelos de extraños de Andrea Jeftanovic, Dos veces junio de Martín Kohan y siempre Hamlet y Macbeth de Shakespeare. Ahora estoy leyendo al mismo tiempo Otro caso de inseguridad de inseguridad de Patricia González López y Acá el tiempo es otra cosa de Tomás Downey.
Seguiría, claro.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Seguir escribiendo. No quedarme estancada en un solo texto. Si no encuentro como resolverlo hoy, lo lograré mañana. La vida es larga (en el mejor de los casos) y nada termina o empieza con un solo libro. Al menos nada de lo que a mí realmente me importa. Reivindicar la imaginación como lugar de poder. Poder hacer; poder escribir; poder perder el control sin consecuencias; poder ver más allá de uno mismo; poder salirse de la cotidianidad; poder ejercer un control absoluto, dentro de un lugar de contención; poder recuperar un espacio de juego; poder disfrutar de lo que se teje. Y, algún día, poder vivir de lo que se hace.



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martes, 25 de septiembre de 2018

Leandro Surce: “Editamos ocho libros en un contexto sumamente hostil”





El escritor y Editor Leandro Surce habló con Entre Vidas acerca de su libro de cuentos Pormenores, publicado por la editorial que maneja llamada Kintsugi Editora. Además, habló de la gran cantidad de libros que publicaron este año pese al difícil contexto del país.





¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Ninguno. Yo asocio la escritura a las disposiciones anímicas. Soy bastante heideggeriano en esto.  Es algo que saco de la experiencia: cuando estoy muy triste o relativamente alegre es cuando más fácil me resulta escribir. Sospecho que cuando uno se encuentra en esos estados de ánimo la camisa de fuerza de las inhibiciones, de las inseguridades, se distiende un poco.

¿Con qué frecuencia escribís?
No soy una persona muy estructurada… No sabría identificar una frecuencia. Sólo sé que de tres años a esta parte he intensificado muchísimo mi ritmo de escritura.

¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
Como mi mamá es bibliotecaria, desde niño estuve en contacto con libros. Recuerdo que agarraba los rojos o los azules (esos de las colecciones de Hyspamérica: los clásicos de la literatura universal, los premios Nobel). Leía cualquier cosa: Homero, Shakespeare, Russell, Beckett. Diría que me la inculcaron los propios libros. Como mis primeras lecturas fueron clásicos, cuando empecé a leer cosas más contemporáneas me resultaba super chocante (casi un insulto) que esos autores no estuvieran muertos. Para mí los libros eran como un legado de los muertos.

¿Por qué decidiste que tu libro de cuentos se llamara Pormenores?
A veces las palabras, sobre todo cuando están en modo título, funcionan como “condensadores místicos”. No te dicen de qué va la cosa pero alguna pista te dan. Tenía varios cuentos cortos y un día se me ocurrió esa palabra. Recuerdo que la anoté en la anteportada del libro que estaba leyendo en ese momento, “Más allá del bien y del mal” (de Nietzsche). Me gusta porque está ligada al acto de contar algo, porque es una invitación a la profundización de una anécdota, por ejemplo. Esto es algo que se ve muy bien, por la negativa, en la expresión: “No quiero entrar en los pormenores de…”.

¿Cómo fue el proceso de selección de los cuentos que aparecen en el libro?
Solitario, hermético. Existen tres ediciones de “Pormenores”: La primera en e-book gracias a un concurso en el que participé (2014), la segunda la que hizo la editorial Qué diría Victor Hugo? (2016), la última la que me di el gusto de hacer a través de mi propio sello, Kintsugi Editora (2018). Para la segunda edición, Andrés Alvarado y Gastón Córdova (mis entonces editores), me dieron una mano con la selección. En los otros casos intervino meramente el criterio personal. En la última versión, además de hacer retoques, agregué tres cuentos más.

¿Cuál es tu cuento preferido del libro y cuál es el que destacan los lectores?
Mi preferido es “Por amor”. Siempre lo fue. No sé muy bien por qué. Quizás por ese Japón que desconozco. Quizás por cierta relación de sustitución entre el hijo perdido en la guerra y esa pobre criatura a la que Aiko e Ibuki no dejan crecer. Los lectores destacan “A galope” o “Campo de girasoles”.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
De cualquier cosa (en el buen sentido). Por ejemplo, ahora (ahora desde hace años) estoy fascinado con los monstruos. Exploré un poco. Escribí algunos cuentos, microrrelatos y hasta un ensayo bastante exhaustivo sobre el tema. Pero también me interesa mantener cierto diálogo con la literatura clásica y con la mitología pagana. Ahora (ahora ahora) estoy con eso. Pero como te decía, pude ser cualquier cosa. Acabo de terminar un libro de cinco cuentos. Cuando terminé de escribir los primeros tres me di cuenta de que, a pesar de que en cada caso los personajes cambiaban, el personaje principal siempre era el mismo, que operaba desde un fondo insospechado. Después escribí los otros dos. Pasó exactamente lo mismo. En todos es crucial el más grande de los seres inanimados. Como tema no sé de dónde salió pero ahí está, armando una constelación a su alrededor.

¿Cómo surge Kintsugi Editora?
Surge en noviembre de 2017, con la publicación de un libro bellísimo de cuentos de Mirta Ovsejevich (ella es la culpable): “Matar a los testigos”. También del deseo que tenía de armar un espacio más inclinado hacia la narrativa; un espacio que, además, hiciera lugar a la microficción.

¿Por qué se llama así?
Por su floreciente remisión. En su novela “Fractura”, Andrés Neuman la resume muy bien: “Cuando una cerámica se rompe, los artesanos del kintsugi insertan polvo de oro en cada grieta, subrayando la parte por donde se quebró. Las fracturas y su reparación quedan expuestas en vez de ocultas, y pasan a ocupar un lugar central en la historia del objeto. Poner de manifiesto esa memoria lo ennoblece. Aquello que ha sufrido daños y sobrevivido puede considerarse entonces más valioso, más bello”.

¿Cuáles son las próximas publicaciones de la editorial?
Este año fue un año tremendo. Editamos 8 libros en un contexto sumamente hostil. En este último semestre presentamos dos títulos: “Crónicas de infancia”, de Joaquín Vazquez (poeta, filósofo, hincha de central… nadie es perfecto) y “La piel de Judas”, de Martín Moureu (si el día de mañana San Pedro no me deja entrar es por culpa de Martín). El primero es un libro que, oscilando entre el relato breve y la crónica, da cuenta de la experiencia de un profesor de filosofía con niños. Joaquín tiene el gran mérito de haber logrado plasmar la voz de los chicos, sin distorsiones, mediante su prosa ágil, sensible y lúdica. El poemario de Martín es una locura. Se trata de un gran poema narrativo escrito en tercetos que abreva en varias tradiciones, como la gauchesca. Por último, estamos trabajando en el noveno libro: “Heroína – La guerra gaucha”, una novela de Nicolás Correa. No le falta nada. Tiene una trama muy original (vehiculizada por un lenguaje osado, atrevido) en la que la búsqueda de la identidad y del amor confluyen en un escenario trágico como lo fue la guerra de Malvinas. 

¿Qué criterio utilizan para la elección del material que publican?
El gusto personal es decisivo pero no el único factor. Sin cierto espíritu de apertura sería imposible construir un catálogo variado. Sin embargo, la originalidad, formal o temática, es algo por lo cual siento especial debilidad. Por lo general, si leo un libro que no me produce ningún impacto (ni emocional ni estético ni nada), aunque esté escrito superlativamente bien, tengo que desestimarlo.

¿Qué libros o autores recomendarías? 
Mario Levrero (en especial sus novelas “París”, “El lugar”, “La banda del ciempiés”), el último libro de Fernanda Trías, “No soñarás flores” (de cuentos), también el último de Yamila Bêgné, “Los límites del control” (me encanta su prosa elegante, su apertura cósmica),  “Hojas que caen sobre otras hojas”, de Miguel Sardegna (un libro precioso, poético. Brilla como el oro en la tiniebla reposada de un templo nipón), “Bengalas” o cualquier otro libro de Enrique Decarli (¡lean a este autor!), “No tenemos apuro”, de Carolina Bruck, “El loro que podía adivinar el futuro”, de Luciano Lamberti (kafkiano, stevensoniano, cortazariano), etc. 

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Cuidar el medio ambiente.

¿En qué nuevo proyecto estás trabajando actualmente?
Aparte del libro de cinco cuentos que mencioné, que se me impuso de repente y fue una gran sorpresa para mí, me falta poco para terminar un libro de cuentos que actualiza y reversiona temáticas mitológicas (tanto paganas como cristianas). Algunos cuentos están en fase corrección, otros escribiéndose. También estoy en proceso de hacer la selección definitiva de los microrrelatos que integrarán un libro que todavía no sé cómo titular. Muchos de estos microrrelatos andan actualmente desperdigados por antologías, revistas y blogs.





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lunes, 17 de septiembre de 2018

Emmanuel Lorenzo: “También escribo para sanar, también escribo para no olvidar una vez que sané”






El escritor Emmanuel Lorenzo publicó el poemario La felicidad de los témpanos a través de Peces de Ciudad Ediciones y comentó que le gusta decir que escribe sobre surrealismo social, un género que hibrida el realismo crudo del conurbano con la maravillosa deformación de las formas que la poesía habilita.





¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
No hay rituales específicos más que cierto ensimismamiento conmigo y con una sensación o historia que necesito contar, ya sea en la mansedumbre nocturna de una casa, el caótico trajinar del tren o la servilleta del café de paso. Creo que hay que desacralizar a la escritura, presentarla como el ejercicio artístico de la realidad y sus dimensiones a través de un lenguaje poético.

¿Con qué frecuencia escribís?
Escribo a diario, tanto en casa como en los espacios que frecuento. Si me acuesto sin haber escrito,  la noche se ahueca, cierta culpa me corroe hasta obligarme a levantarme de la cama y escribir, probablemente, sobre esa misma culpa. Es paradójico como, a menudo, la necesidad de escribir se ladea hacia la autorreferencialidad.
Siempre que coordino un taller literario y me indagan sobre la frecuencia de la escritura, intento trasmitir que no debemos únicamente esperar aquel idílico susurro o la idea donde converjan todas las realidades; a veces, sólo hay que empezar a escribir, como una literatura automática que da testimonio sobre el presente. Uno de mis primeros personajes narrativos se llamaba Aurelio, un sextuagenario que se sentaba a diario a orillas de la calle a describir minuciosamente todo lo que sucedía a su alrededor.

¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
Si bien toda mi familia se caracterizó por la devoción literaria y, afortunadamente, crecí en un hogar poblado de libros, mi madre fue siempre la simiente poética. Llegada a Buenos Aires desde Corrientes a los quince años, todo en ella está habitado por una nostalgia perenne que traduce en cierta forma poética de hablar sobre su niñez. Aún hoy se acoda sobre la mesada de azulejos partidos de la cocina, extravía su mirada en la ventana que da al patio y recita de memoria versos que escuchó cuando era joven. Los primeros versos que aprendí se los debo a ella; también cierta colección de poetas latinoamericanos que tomé prestada indefinidamente,

¿Por qué decidiste que tu libro de poesía se llamara La felicidad de los témpanos?
Desde chico me duele la felicidad, me duele el alrededor, a veces hasta pienso que se trata de una facultad que no he descubierto esa de ser “feliz”. Me refiero, por supuesto, a esa felicidad plena, a la ceguera indiferente hacia los demás. Ser feliz de esa forma se me hace vulgar, incluso egoísta.
Puede entonces que sea feliz a mi manera, adoleciendo a diario, llorando con frecuencia, buscando la palabra justa. Ésa es la felicidad de los témpanos, una sonrisa crítica, algo ácida, algo frágil. Pero orgullosa de su fragilidad porque se sabe parte integral de un todo al que abraza a oscuras, al no le quiere ni puede ser indiferente. 

¿Cómo fue el proceso de selección de los poemas que aparecen en el libro?
El proceso de compilación y selección fue un desafío porque buscaba crear una línea de familiaridad entre todos los textos, pero, a su vez, había conceptos de fondo que no quería sacrificar. Resolví, finalmente, dividirlo en cuatro capítulos que respondieran a la raíz madre: La felicidad de los témpanos. “Invisibles”, “Extrañamiento”, “La Memoria, mi habitación y el tiempo” y “Desentierros, desiertos y la mañana para dos” se gestan como pequeños ecosistemas en transformación que dan cobijo a las bestias heridas, excitadas, inconscientes y sensibles que se traman entre los textos. En esa idea, el libro es un ser que pulsa una línea poética, diversificada pero distintiva entre sus partes.
Invisibles es la marea sedienta, las realidades desgraciadamente constantes, quizá la única palabra esencial del libro; Extrañamiento, una mirada torcida a las escenas inconclusas diarias; La Memoria, mi habitación y el Tiempo es pulso, desolvidar, denuncia de la infrecuencia e ilógica de los espacios individuales; y Desentierros, desiertos y la mañana para dos, una forma de pedir perdón, otra de besar y, ante todo, la nostalgia atípica de extrañar futuro mientras se construye el presente.

¿Cuál es tu poema preferido del libro y cuál es el que destacan los lectores?
En esta oportunidad, elegiré como mi poema preferido al 4, porque da cuenta de una de las realidades del área Reconquista, en mi entrañable partido de Gral. San Martín.
El último de los poemas, el 49, suele ser recibido con empatía por varios lectores; siento que a través de sus líneas logré expresar esa incertidumbre cruda del adiós a una relación, esa mezcla sin nombre de rabia, dolor y, finalmente, agradecimiento. Además, la esperanza de su último verso es una columna poética para la supervivencia después de una despedida.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
Me gusta decir que escribo sobre surrealismo social, un género que hibrida el realismo crudo del conurbano con la maravillosa deformación de las formas que la poesía nos habilita. He escrito sobre los trenes y sus pájaros, sobre las despedidas, incluso quienes todavía no conocí; pero, ante todo, sobre lo que me duele, eso que está ahí afuera, y cuando lo escribo, ya forma parte de mí. También escribo para sanar, también escribo para no olvidar una vez que sané.
Una de mis citas literarias favoritas es esa del dramaturgo alemán Beltolt Brecht: “El arte no es un espejo para reflejar la realidad, sino un martillo para darle forma.” De eso se trata, la literatura como mecánica de desintegración de tabúes y principio de inclusión. Lo que no se dice, permanece oculto. Lo que se calle, duele a escondidas.

¿Qué temas de los que todavía no escribiste te gustaría hacerlo en un futuro?
He tenido la suerte de viajar a Europa del Este, específicamente a los Balcanes, y conocer de cerca testimonios sobre el genocidio bosnio y la herencia soviética de la región. Los temas de geopolítica son algunos de los más apasionantes de la literatura, pero no han encontrado su eco en las formas poéticas argentinas, a excepción, quizás, de la poeta Natalia Litvinova.
También pienso en un poemario inspirando en y que únicamente abarque la anatomía de las criaturas artificiales creadas por la sociedad y su adecuación a los ecosistemas naturales. Hablo del tránsito, del ruido, de la contaminación, pero especialmente hablo del tiempo, la más salvaje de todas las invenciones del hombre.

¿Qué libros o autores recomendarías leer? 
Recomiendo ante todo a Belek Antar, un poeta riojano que me influyó radicalmente. También a Juan Ortiz, Leonidas Lamborguini, Alejandra Pizarnilk, Juan Gelman y Vicente Luy. También al chileno Nicanor Parra, a la uruguaya Idea Vilariño,  al cubano José Martí y al peruano Cesar Vallejos. De la innumerable lista de maravillosos poetas mexicanos, nombro a Sor Juana Inés de la Cruz y a Eduardo Lizalde. A esta antojadiza lista de poetas latinoamericanos, sumaré al británico Dylan Thomas, en agradecimiento.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Peces de Ciudad Ediciones
Peces de Ciudad es una de las editoriales más admiradas del circuito independiente argentino por la devoción que tiene por la publicación autogestiva y de calidad. Hacia 2017 había tenido la oportunidad de leer poesía en dos de sus encuentros de San Telmo y, aunque por entonces trabajaba en una novela, conversamos la posibilidad de publicar un poemario que, meses después, se editaría como “La felicidad de los témpanos”.

¿En qué nuevo proyecto estás trabajando actualmente?
Uno de los proyectos en que me estoy concentrando es un poemario escrito en pretérito y primera persona, desde la voz narrativa de un joven que cuenta a través de poco más de veinticinco poemas el pasado de su familia. La historia transcurre en el conurbano profundo y da cuenta de las flaquezas y dulces dramas que cada familia esconde o de los que se enorgullece. Se trata de una mirada, algo satírica aunque desnuda y tierna, de un semblante familiar atípico pero representativo.



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Marcelo Rubio: “Es una novela con personajes extraños que viven en un sitio no menos raro con una laguna seca”





El escritor Marcelo Rubio publicó la novela Lo que trae la niebla a través de Indómita Luz Editorial y habló con Entre Vidas acerca de la historia que tiene como protagonista al periodista Oscar Raimondi al que se le impone un encargo difícil. Además, el autor comentó que está corrigiendo dos novelas y sigue escribiendo cuentos que es el territorio en dónde dice que se siente más cómodo.





¿Cuál fue la imagen disparadora que dio inicio a la historia de tu novela Lo que trae la niebla?
La imagen apareció en el sur, estaba en San Martín de los Andes, una tarde vi bajar, desde los cerros, una niebla intensa, en segundos cubrió toda la ciudad. Era fines de enero y se escuchaban tambores (creo debían ser de una murga ensayando). Allí surgió la idea de hablar de un pueblo y su niebla.

¿Por qué decidiste ponerle ese nombre?
No sé. El título era más largo, Nunca se sabe lo que trae la niebla. Demasiado extenso. Lo real es que jamás varió de esas palabras, fue ese título desde que inicié el manuscrito. Sospecho, ante tu pregunta, a que la niebla de esta novela, en parte, trae respuesta para el lector.

¿Cómo fue el proceso de construcción del protagonista Oscar Raimondi?
Raimondi, el periodista, surge inmediatamente con el argumento de la novela. A él se le impone un encargo difícil, yo lo necesitaba como narrador de los hechos, de personajes. Y el pobre Raimondi, me hizo caso. Ironía al margen, fue un personaje firme desde el inicio de la novela.

¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con Indómita Luz Editorial?
Martín Sancia Kawamichi, gran escritor de novelas (Hotaru, Shunga) y libros infantiles y de cuentos para adultos, le comentó a Diego Ardiles integrante de Indómita Luz, que me pida algún material ya que estaban buscando escritores. Por suerte Diego le hizo caso y me invitó a que le envíe alguna novela. Le mandé Lo que trae la niebla y le gustó. La editorial Indómita Luz es nueva en el mercado, trabaja con gran seriedad, está armando un hermoso catálogo. Indómita está en directa relación con las Confederación de trabajadores de economías populares. Y junto con otras editoriales, escritores y libreros, formamos partes del Colectivo trabajadores de La Palabra (CTP) que funciona en defensa de la cultura, la difusión de la literatura y la necesidad de que las publicaciones lleguen a todos y todas.

Para el que todavía no leyó la novela, ¿con qué se va a encontrar?
Primero, definiendo por la negativa, no se van a encontrar con muertos vivos, ni con asesinatos, ni sangre, ni violaciones. Si buscan eso, no se acerquen a Lo que trae la niebla. Yendo por la definición concreta: Es una novela con personajes extraños que viven en un sitio no menos raro con una laguna seca. Todos están esperando la llegada de un barco, en esa tensión y la búsqueda de un boxeador de quién no se sabe nada desde hace años, un policía que escribe haikus y una prostituta que cuida bonsáis de sauces llorones, funciona Lo que trae la niebla.

¿Qué repercusiones tuviste respecto de los lectores de la novela?
Muy buenas, en redes sociales hay comentarios muy positivos, comentarios que también se replican en mensaje privados y en charla de reuniones. Estoy contento por eso, por la aceptación que ha tenido.

¿De qué tema que todavía no escribiste tenés pensado hacerlo próximamente?
La verdad no tengo idea. El universo de temas es tan amplio que sospecho no haber escrito de casi nada, y ahora que lo pienso, terminé escribiendo de cosas poco trascendentales.

¿Qué libros de los que hayas leído últimamente recomendarías?
Muchos, Tres veces luz de Juan Mattio, Cruz de Nicolás Ferraro, Nostalgias de la Habana de Gabriela Guerra Rey. Como perro que ladra en la oscuridad de Goldman. Cenizas de Carnaval de Mariana Travacio. Ese pálido mundo mío de Martín Sancia. Y muchos más libros, de Juan Guinot,  Matías Bragagnolo, Agustina Bazterrica, Ezequiel Dellutri, Horacio Convertini, Claudia Sobico. En fin, varios más, usaríamos dos páginas de recomendaciones.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy corrigiendo dos novelas (Cuatro Versos y El Cristo roto) y terminando el rearmado de una novela, no me animo a decirle negra, pero con tintes, llamada “Tatuajes”. Y como siempre escribo cuentos, que es, en verdad, en el territorio que me siento más cómodo.



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Mercedes Victoria Mayol: “En cada momento importante de mi vida, siempre hubo un libro que me acompañó”







Mercedes Victoria Mayol, Directora Comercial de Malpaso Ediciones, habló con Entre Vidas acerca de los diversos e interesantes temas de los que se ocupa en la empresa y recomendó algunos libros del prestigioso catálogo de la editorial. Además, adelantó que están insertando las otras cinco editoriales que conforman el grupo en el mercado, con un solo objetivo: Llegar a todos los lectores de todos los géneros posibles.




Sos la Directora Comercial del Grupo Malpaso Ediciones para el Cono Sur, ¿cómo se dio tu llegada a la editorial?
Comencé como escritora en la editorial primigenia del grupo, Jus editores. Con el tiempo y debido a esas cosas de la vida que suelen ser causalidad, fui directora editorial de Jus Revista Digital, posteriormente me hice cargo junto a Alejandra Alvarado de la editorial misma en México y desde fines del 2016 manejo el área comercial del Cono Sur para todo el grupo.

¿De qué temas te ocupás?
Dirección, coordinación de acciones con nuestro distribuidor que es Océano, visitas a los libreros que son en definitiva la fuerza y la mejor alianza que podemos tener, son nuestros guerreros en el frente en un acto que es para mí de por sí, y en esta realidad, un acto revolucionario. Con ellos vemos en qué podemos mejorar, si les gustan nuestros libros, cual es el feedback con nuestros lectores. También estamos en contacto permanente con los periodistas a los que les hacemos llegar nuestras novedades ya que son una parte importantísima a la hora de dar una devolución de la calidad de nuestros libros con sus reseñas y sean buenas o malas, respetamos y aprendemos de su visión que suele ser el faro del lector. Vemos también marketing en redes y RRPP en general.

¿Cómo nace tu amor por la literatura?
De muy chica, te diría prácticamente desde que empecé a leer a los 5 años. Los libros fueron para mí un refugio y una ventana a una realidad diferente y esperanzadora que me ayudó a pasar momentos difíciles. En cada momento importante de mi vida, siempre hubo un libro que me acompañó. Tal vez por eso hoy, me siento tan feliz y privilegiada de trabajar en el mundo de los libros.

¿Cuáles son tus libros preferidos de Malpaso Ediciones?
Se me hace muy difícil elegir uno en particular, sé que suena cliché, pero en verdad nuestros libros son fáciles de querer por la calidad tanto en el diseño como en el contenido. Si me apurás un poco te diría que mis preferidos son: Los primeros editores de Alessandro Marzo Magno, Que levante la mano quién crea en la telekinesis de Vonnegut, Malerba de Grassonelli, Prosas reunidas de Szymborska, Cuentos completos de Doctorow, Cómo ser grosero e influir en los demás de Lenny Bruce, El fantasma del rey Leopoldo de Hochschild, Solterona de Kate Bolick, El pueblo sin atributos de Wendy Brown, Breve historia de siete asesinatos de Marlon James y las biografías que me vuelven loca. No sé, son muchos, estos son solo algunos de los que hemos lanzado en estos años, tengo varios más en mi biblioteca personal. De verdad se me hace difícil elegir.

¿Cuáles son las próximas publicaciones de la editorial?
Las novedades para octubre son ¡tremendas!:
En busca de aquel sonido, la biografía del genial Ennio Morricone escrita de manera poética y magistral de su puño y letra.
Los contrabandistas de libros de Joshua Hammer, una crónica que puede leerse casi como una novela de aventuras, de cómo el historiador y bibliotecario Abdel Kader Haidara, rescata y logra salvar de las manos de Al Kaeda 300.000 de los más valiosos manuscritos de la historia de la humanidad que estaban por ser destruidos por la ley Shaira, tradición que impone la mutilación a los ladrones, la lapidación de las parejas de hecho y la destrucción de cualquier texto que no cumpla con la ortodoxia islámica. Haidara se las ingenia para organizar una operación clandestina y a caballo, logra sacar y poner a salvo este tesoro arqueológico y cultural.  Una maravilla en sí misma, parece una aventura digna de Indiana Jones.
La última guerra de Daan Heerma van Voss, un periodista y escritor holandés que es de una belleza entre dramática y abrumadora.
Cuál es el peso que la historia tiene sobre nosotros, y cuál es la responsabilidad que estamos dispuestos a asumir. La lucha constante de la bondad contra la maldad inherente en el ser humano, el amor y la xenofobia atrapados en una misma historia que refleja con crudeza lo que sucede en la actualidad con los inmigrantes, nuestro trato hacia ellos y las conductas que vuelven a repetirse  a pesar de los horrores vividos en el tiempo.

¿Cómo ves el mundo editorial con todos los aumentos que se están dando en el último tiempo?
Es un momento complicado, desgraciadamente no es algo que no hayamos vivido, no una sino varias veces en los últimos treinta años. Pero sobreviviremos como los hemos hecho siempre. Argentina es la prueba fehaciente de que la ley del eterno retorno existe y persiste. Por suerte los argentinos somos resilientes y el mundo editorial lo es más. Nos acomodaremos como ya lo hicimos antes y seguiremos dando lucha junto a todos los lectores que nos acompañan y prevalecen a pesar de los gobiernos. Como dije antes, dedicarse a los libros en esta época, es más que nunca, un acto revolucionario y necesario. Sobreviviremos y seremos más fuertes.

¿Cómo fue la experiencia de Malpaso Ediciones en le FED?
Ya de por sí, poder charlar con los lectores, la hermandad con los editores y la sencillez de los autores en la feria fue impagable. La organización fue impecable y realmente se vio el enorme esfuerzo y sobre todas las cosas el amor y el idealismo que Victor Malumian y Hernán López Winnie le ponen al evento. Vendimos mucho gracias a Dios, pero más allá de eso, nos llevamos con nosotras las ganas de volver a ser parte de este sueño que ellos hicieron realidad. Lo lindo es ver lectores con tanto conocimiento y tanto entusiasmo a la hora de buscar libros de editoriales independientes, eran como sommeliers en busca del sabor perfecto. Maravillosa experiencia que esperamos poder compartir siempre.  Nos llenó de esperanza. 

¿Qué libros o autores recomendarías? 
Lo que me pedís es muy difícil, no todos tenemos los mismos gustos literarios y personalmente no dejo ningún género fuera. Podría recomendarte Los últimos editores, libro del cual me enamoré y que me hizo viajar a Venecia en un pasado distante como me pasó con El escarabajo de Mujica Lainez o Más que humano de Sturgeon. Podría decirte que lean a Doctorow, Lispector, Vonnegut, Kundera, Borges, Marechal, Sturgeon, pero también a Patricia Cornwell,  Larsson,  Rowling o Tolkien. Tengo una mente muy abierta a la hora de leer. Creo que lo importante realmente es que se tomen el tiempo de leer, lo que sea, lo que les guste, que no se sientan juzgados ni avergonzados por el género que elijan porque todo vale. La opinión de cada lector es subjetiva. Incluso hasta te diría que no solo por el gusto, sino por el momento personal por el que está transitando.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Llegar a la mayor cantidad de lectores posibles con nuestros libros, lograr que cada vez haya más y más gente enamorada de los libros, conseguir que leer sea algo tan indispensable como comer para sobrevivir, porque como diría Murrow, un pueblo de ovejas engendra un gobierno de lobos y yo me resisto a que seamos ovejas.

¿En qué otro proyecto estás trabajando actualmente?
Estamos insertando las otras cinco editoriales que conforman el grupo en el mercado, todas de altísima calidad y con un solo objetivo: Llegar a todos los lectores de todos los géneros posibles. A modo de broma solemos decir que tenemos un libro para cada ocasión y es lo que  estamos logrando.
Por ejemplo, Dibbuks es para los fans de la novela gráfica, comic, cuentos para chicos y no tan chicos. Salto de página para los lectores de nicho, los que buscan joyas literarias de autores revelación, Biblioteca Nueva de libros académicos que pasan por psicología como Las obras completas de Freud, hasta filosofía, política, economía, etc.  Lince novelas de suspenso, intriga, romance, thrillers psicológicos y por último, Jus que son joyas de rescate literario e inédito en español, especial para lectores exquisitos. 



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Miriam Molero: “Para mí escribir es disfrutar y sufrir porque tengo un nivel de exigencia horrible y hermoso”






La escritora y periodista Miriam Molero habló con Entre Vidas acerca de su primera novela El rapto publicada por la Editorial Vestales y comentó que lo primero que se le ocurrió fue escribir una novela policial o de suspenso en homenaje, en honor o por amor a Raúl Barreiros, el hombre que le abrió las puertas al mundo de la semiología.




PH Sergio Vázquez para Nuevos Vientos Studio



¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Supongo que voy variando en cuanto al lugar, la hora. Depende de la época, de mis ocupaciones en ese momento, de si es invierno o verano. Lo que sí puedo asegurar porque se repite desde que tengo memoria es que para ponerme a escribir soy como los perros: antes de sentarme doy por lo menos tres vueltas alrededor, hago cualquier cosa con tal de posponer la escritura.

¿Con qué frecuencia escribís?
Con muy poca frecuencia. Es algo que amo hacer pero también algo a lo que me resisto sistemáticamente. Para mí escribir es disfrutar y sufrir porque tengo un nivel de exigencia horrible y hermoso. Nada me da lo mismo. Nada. Ni una palabra. (Ojo que lo mismo me sucede cuando leo. Soy una lectora despiadada). Ahora, una vez que arranco en la locura, una vez que estoy en la ruta, escribo entre ocho y diez horas seguidas. Menos no me alcanza. Cuando paro porque volqué hasta la última línea de historia que tenía en la cabeza, o porque llegué a ese punto de la corrección en que ya no leo con ojos nuevos sino con la memora caché del cerebro, levanto la cabeza y pasaron ocho o diez horas. Me pasa lo mismo con cualquier otra cosa, una vez que me pongo con una tarea y una vez que me concentré en el trabajo se me desaparece la noción de tiempo o el tiempo, directamente. Es como estar en otra dimensión.

¿Cuál fue la imagen disparadora que dio inicio a la historia de tu novela El rapto?
Lo primero que se me ocurrió fue escribir una novela policial o de suspenso en homenaje, en honor o por amor a Raúl Barreiros, el hombre que me abrió las puertas al mundo de la semiología. Falleció este año. Lo quise y lo sigo queriendo mucho. La idea no sé por qué se me puso en la cabeza y una noche estábamos charlando y le dije: "Voy a escribir una novela con vos y con Sebástián (su hijo)". Los personajes, por supuesto, después cobran su propia forma y se alejan de las personas reales pero el objetivo está cumplido. Cualquiera que lea El rapto se enamora, admira y detesta a Roberto Hernández, el semiólogo secuestrado, en idénticas proporciones. Después, al momento de poner todo a andar, apareció el cura porque quería, de paso, encargarme de un par de temitas de la Iglesia.

¿Cómo se dio la elección de escribir una novela negra?
Desde el principio estaba convencida de que la novela iba a ocuparse de cuestiones que operan sobre todo a nivel del pensamiento y no se puede escribir un texto que obliga a pensar poniendo por delante esta función. Hay que enmascararla. Así que tenía que venir dentro de un género popular. Un envoltorio amable para una carga pesada. Lo que no planifiqué es que el policial se convirtiera en comedia policial pero así resultó siendo. Se ve que también quería reírme.

¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con la Editorial Vestales
Esta es una pregunta hermosa. La respuesta que te voy a dar es larga y verdadera porque creo que vale la pena. Ya conté varias veces esta primera parte pero está bien recapitular para entender el proceso y por qué se dieron las cosas como se dieron y qué descubrí en los sucesivos fracasos. Escribí El rapto en 45 días no seguidos y con el último aliento la mandé al premio Biblioteca Nacional y salió finalista. Cuando me llamó Carlos Bernatek para decírmelo pensé que era joda. No podía creerlo porque sabía que la novela necesitaba edición, que no estaba terminada. Ser finalista fue, sin embargo, un espaldarazo: si podía llegar hasta ahí con una novela a medio trabajar, cómo sería con algo terminado. El problema es que había escrito la novela en tan poco tiempo que había quedado fóbica, sabía que había que editarla pero no podía leer una sola línea y estaba en desventaja para capitalizar el asunto del premio. No obstante, se la mandé a varias editoriales, a algunas porque quise y a otras porque me solicitaron el original. A todos y a cada uno les dije que era una novela que necesitaba edición, así, sin eufemismos ni vueltas. Escuché los comentarios más diversos, algunos desde el vamos me hacían dar cuenta de que quien estaba opinando de la novela no la había entendido. Ahí se rompió mi primera ilusión sobre el mundo editorial: yo tenía la idea loca, la fantasía de que los editores trabajaban de editores, no de seleccionadores de textos o coordinadores de la línea fordista de producción. Habrá excepciones pero no es la regla. Tuvo que romperse ese espejismo en mi cabeza para que, años después, mientras me duchaba se me viniera esta idea: "Voy a editarla yo como si fuera de otra persona. A la novela hay que modificarle esto, aquello y lo de más allá". Y así me puse a trabajar, nuevamente de modo frenético, pero sólo un veinte por ciento de la novela, lo suficiente para poder mostrarla. Le mandé ese tramo de nueva versión a un par de amigos como para testear y después le pasé el word a Editorial Vestales y sin conocerme, por mail, me contestaron que sí, que les interesaba, que la publicaban. Vestales es una buena editorial, fuerte en romántica y en suspenso -si yo tuviera una editorial haría lo mismo porque son géneros que venden y te bancan los trapos-, pero también tiene publicados otros autores que ahora son descubiertos por editoriales más grandes como Juan Carrá, Ezequiel Dellutri, Andrea Milano, que es la escritora más dúctil que conozco, un caso de locos, una genia...

Para el que todavía no leyó la novela, ¿con qué se va a encontrar?
Es una comedia policial que arranca con una casa vacía donde sólo se ven los rastros de lo que no está. Un profesor de semiología ha sido secuestrado. Su hijo sospecha y busca ayuda en una vieja amiga de ambos, una mujer de pensamiento lateral quien, a su vez, no puede procesar el fallecimiento de su marido y se está hundiendo en la soledad. Ahí comienza la aventura: en el mundo exterior la de estos dos personajes tambaleantes que siguen pistas inciertas con más pálpito y suerte que cabeza; en el mundo del encierro, víctima y victimario mantienen un largo diálogo para intentar sacarse información mutuamente a cuento de un estudio inconcluso sobre sexualidad encargado por la Iglesia. Es un duelo verbal en el que el lector sabe que ambos mienten o esconden secretos pero no se sabe cuáles ni por qué ni para qué.

¿Qué repercusiones tuviste respecto de los lectores de la novela?
Muy buenas! Cada uno lee lo que quiere. Para algunos la protagonista es Catalina, la viuda. Para otros, los protagonistas son el semiólogo y el cura secuestrador. Algunos se engancharon con el perfil peronista del semiólogo y otros con el destripe de la Iglesia Católica respecto de la sexualidad y, sobre todo, del ocultamiento de los actos pedófilos de sus sacerdotes. A muchas mujeres les divirtió el catálogo de prácticas sexuales y parafilias que debe estudiar el semiólogo para entregar un estudio sobre consumo sexual.

¿De qué tema que todavía no escribiste tenés pensado hacerlo próximamente?
Mi próxima novela la escribí hace dos años y se va a tratar de un tema que se va a discutir dentro de cinco, con suerte.  Explico: la base fundacional de El rapto es la siguiente pregunta: ¿Alguna vez te pusiste a pensar qué pasa por la mente de un sacerdote honesto, vocacional, que cumple con los preceptos religiosos, cada vez que lee que la Iglesia a la que pertenece protege a sacerdotes pedófilos? ¿Qué siente, qué piensa? No puede darle lo mismo, se le tiene que revolver el estómago. Mi segunda novela parte de otra pregunta fundacional que no voy a revelar acá ni ahora pero que está en El rapto en palabras del semiólogo. Así como hoy el tema de la pedofilia y la intervención de la Iglesia en la sociedad civil, como es el caso de oponerse fieramente al ley de aborto legal y gratuito, es algo que explota hoy pero antes no estaba tan en la superficie, creo que esta otra pregunta fundacional que es la base de mi segunda novela va a reventar dentro de un tiempo.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Dentro del ambiente, ninguno. ¿Qué es el ambiente literario? Tengo amigos escritores a quienes quiero mucho y amigos editores y amigos libreros. Me gusta que Pablo Braun, dueño de Eterna Cadencia, haga asados en casa e ir a comer locro a lo de Antonio Santa Ana donde lo más probable es que vayas a conocer otros escritores y editores. Me encanta ir a la pileta a la casa de Claudia Piñeiro y matarnos de risa al sol sobre pavadas graciosas que nos pasan y que no podemos contarle a nadie. Leo Calderone, que es guionista de televisión y se mandó esta novela divina que es El falso camote -ya hubiera querido escribirla Nora Ephron-, es mi compañero de lectura de clásicos y nos juntamos los miércoles en grupo para comentar libros con el entusiasmo y la pasión con que otros hablan de fútbol. Mi vida es un ambiente bastante literario pero de ese tipo. No del tipo de ambiente de integrar la lista del ministerio, ni invitaciones para aquí y para allá, ni la red de te doy una mano y vos me das la otra aunque lo tuyo no valga nada y lo mío menos. No integro ninguna runfla y no tengo carácter para hacerlo. Me muevo casi exclusivamente por fervor. Por otra parte, como dice Julián López, a quien adoro, soy "resolutiva, económica, altiva, con a bit of justificado desprecio por el nivel general" que son características imperdonables en una runfla.

¿Qué libros de los que hayas leído últimamente recomendarías?
Me volví loca con Florentina, de Eduardo Muslip (Blatt & Ríos). Ahí tenés un escritor. No a alguien que escribe; un escritor, una escritura, un estilo, una idea, una concreción, trabajo de pico y pala, cementado, pintura, molduras, terminaciones con pincel fino. Es perfecta.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Siempre hago cosas. Trabajo bastante y soy ocurrente así que con frecuencia tengo ideas. Ahora tengo una que no depende sólo de mí. Veremos. Los ritmos del mundo no son mis ritmos. En la vida en general tengo la sensación de ser perezosa y hacer poco, que los demás hacen mil cosas mientras yo estoy como paralizada, pero cuando trabajo en equipo suelo ver al otro como moviéndose en cámara lenta y tengo que sentarme a esperar. Mientras espero pienso y pienso. No está mal. También tengo que sentarme a reescribir la segunda novela de la que hablamos recién pero, bueno, estoy en la etapa del perro, dando vueltas en círculo sobre la cucha antes de acomodarme.



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lunes, 10 de septiembre de 2018

Bea Lunazzi: “El deseo es el motor”





La escritora Bea Lunazzi habló con Entre Vidas acerca de su libro Hormigas publicado a través de la editorial Modesto Rimba y de sus próximos proyectos entre los que se encuentran una serie de cuentos que tienen que ver con el pulso de la ciudad, con la alienación y a la vez la soledad de los grandes centros urbanos, y unas variaciones eróticas.





¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
El deseo es el motor. Siempre. Los ritos, el perro que gira sobre sí hasta echarse en la posición más conveniente, pueden cambiar, adaptarse. No siempre la coreografía es frente al ordenador con un vaso de whisky, las colillas rebalsando el cenicero. A veces, muchas, se escribe en latencia, observando, atesorando casi sin ser concientes, escenas, percepciones, curiosidades. Y leyendo, desde ya, que es para mí lo que más marca a un escritor. Quizás el momento previo, el más fructífero a la hora de sentarse a escribir, sea esa extrañeza vivida en alguna hora incierta que por alguna razón, también incierta, sigue durando y termina por escaparse de la mano.     

¿Con qué frecuencia escribís?
Como corrijo mucho, a alumnos o por pedido de editoriales, me queda poco tiempo para mí; entonces improviso algunas noches alargadas, sobre todo cuando tengo que entregar material a alguna revista o preparar una lectura bajo una consigna nueva. El verano sí es mío, es el tiempo de concretar la experiencia acumulada en las lecturas y las correcciones que es otra manera de escribir.   

¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
Todo empieza con la madre. La mía me leía todas las noches, desde muy chica, antes de que yo supiera leer; no necesariamente poesía en el sentido conservador de la palabra, sino textos poéticos. Como te darás cuenta, no me gusta acomodarme a formatos previos, por el contrario pienso que hay que ser desprejuiciados a la hora de crear, sumar los recursos, los procedimientos, cruzar la voces, innovar, dar en definitiva la posibilidad al lector de crear su propio recorrido.   

¿Por qué decidiste que tu libro de poesía se llamara Hormigas?
Era el único título posible. Es un trabajo donde se intenta clausurar la subjetividad, la “mirada“. De más está decir que está destinado al fracaso, que es un simulacro.  Todo ocurre en presente que, en este caso, es un “afuera del tiempo”. La materialidad se impone, la palabra es sonido primero y en segunda instancia, denota. Liliana Heer, en el prólogo habla de “siluetas de comportamientos sin yo”.  Es una apuesta que va en sentido inverso a la escritura dominante del momento. 

¿Cómo fue el proceso de selección de los poemas que aparecen en el libro?
Con mi editor, Mauro Lo Coco, lo leímos y se produjo una especie de comunión, un momento único para mí. Ahí decidimos el orden de los poemas y algún cambio en la puntuación. Detalles que eran, o son, montañas. Creo que un buen editor es quien puede empatizar profundamente con cada uno de los textos que edita, y Mauro tiene ese don. 

¿Cuál es tu poema preferido del libro y cuál es el que destacan los lectores?
A mí me gusta el último:
La hoja de tilo
mordida en su centro
abre otro camino
revierte
el paso
oculta
el minuto siguiente.

Sobre la cara áspera de la hoja,
el lado de la luz.

El que más citan es uno que habla de las hormigas como autómatas.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
Se nutre del paisaje. Del paisaje perdido en la ciudad.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Modesto Rimba?
Mauro escuchó mis poemas en una lectura y me insistió para que se los mandara; yo todavía tenía pocos de la serie y di varias vueltas, como el perro ese de la primera pregunta, hasta acomodarme y sentarme a escribir el resto de los poemas. Finalmente cumplí, gustó  y Modesto se encargó del resto. El diseño es muy bello. 

¿En qué nuevo proyecto estás trabajando actualmente?
En este momento estoy escribiendo cuentos que tienen que ver con el pulso de la ciudad, con la alienación y a la vez la soledad de los grandes centros urbanos, y unas “variaciones eróticas”, especie de poemas narrativos en torno al deseo. Todo lo contrario a Hormigas.




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miércoles, 5 de septiembre de 2018

Sebastián Fonseca: “Me gustaría escribir acerca de la fragilidad de las relaciones sociales”





El escritor Sebastián Fonseca publicó su libro de poesía Los oficios con Halley Ediciones y comentó que decidió ponerle ese nombre ya que siempre sintió una profunda admiración por quienes tienen la capacidad de ganarse la vida interviniendo la materia con sus manos. Además, contó que está corrigiendo una novela y un libro de poesía.





¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Rituales ninguno, hábitos sí. Preparo mate o café antes de apretar una tecla. En general, al momento de sentarme a escribir ya tengo una idea de lo que me gustaría hacer, aunque la mayoría de las veces es muy diferente lo que sale.

¿Con qué frecuencia escribís?
Escribo cada día un par de horas en la computadora o en el celular, pero la verdad es que pienso en el texto durante la mayor parte del día, así que podría decir que escribo todo el tiempo que la realidad me lo permita.

¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
No sé si lo llamaría amor, sino más bien interés que a través de la práctica se ha transformado en necesidad. Escribiendo narrativa noté que había llegado a un punto en el que producía y producía, pero no creaba. Me descubrí leyendo más poesía, empezaron a llegar a mí libros de poesía que me resultaban cada vez más amigables. Entiendo que eso despertó mi interés por establecer un diálogo con los tonos que me conmueven y de ahí surgió la necesidad de encontrar un tipo de registro que produzca una vibración, un algo que conmueva. Ahora que lo pienso, como interés que a través de la práctica se transforma en necesidad también puede verse al amor.

¿Por qué decidiste que tu libro de poesía se llamara Los oficios?
Siempre sentí una profunda admiración por quienes tienen la capacidad de ganarse la vida interviniendo la materia con sus manos. Es bien sabido que lo único que produce riqueza es el trabajo humano, además de ser uno de los principales espacios de socialización, y se me ocurrió que podía señalar eso si intentaba un registro poético desde las voces de diferentes oficios. Voces construidas desde la intuición, en base a un ejercicio no de imaginación sino más bien de empatía. Porque escribir es eso, ¿no?, un ejercicio de empatía.

¿Cómo fue el proceso de selección de los poemas que aparecen en el libro?
A partir de la idea central (armar un registro poético de lo que entiendo como oficios), pensé en una estructura básica de ocho oficios con diez poemas cada uno. Me propuse escribir al menos un poema al día y ver qué pasaba. Al principio fue caótico, se me ocurría una frase, un tono, y desarrollaba el poema siguiendo esa pista que conducía a un oficio. Después, cuando tuve más claridad, pude cuidar un tono para cada oficio y escribir completando secuencias.

¿Cuál es tu poema preferido del libro y cuál es el que destacan los lectores?
Mi preferido creo que es Penumbra, de la serie Costurera, pero las devoluciones coincidieron en señalar Bosque, de la serie Leñador.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
La vida cotidiana es una cantera inagotable para la escritura.

¿Qué temas de los que todavía no escribiste te gustaría hacerlo en un futuro?
Me gustaría escribir acerca de la fragilidad de las relaciones sociales.

¿Tenés pensado escribir algún libro de cuentos o novela?
Tengo la intención de escribir una buena novela, de esas a las que no le sobra ni le falta, y mientras tanto salen otros textos. Es decir, quería escribir una buena novela, pero pasaron cosas.

¿Qué libros o autores recomendarías leer? 
Recomendaría lo poco que conozco en poesía: Graciela Cros, Cecilia Fresco, Diego Reis, Cristian Aliaga, Melissa Bendersky, Diego Bu, Raúl Mansilla, Mariana Kruk, Carlos Battilana, Elena Anníbali, Fabián Casas, Leónidas Lamborghini, Marcelo Díaz, Watanabe, Giannuzzi, Gelman, Tuñón.

¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Halley Ediciones
Los oficios fue premiado en dos certámenes,  pero ninguno de esos premios consistía en la publicación. Yo le había echado el ojo a la editorial Peces de ciudad y el nombre de Mariana Kruk me sonaba desde que escuché una entrevista que alguna vez le hiciera Tom Lupo. Cuando me enteré de que ella lanzaba un nuevo proyecto editorial, no dudé en mandarle el texto.

¿Qué sugerencia de la editora Mariana Kruk considerás que fue importante para tu libro?
Que no está mal el gerundio cuando funciona como adverbio.

¿En qué nuevo proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy con las correcciones de una novelita acerca de una chica que vive en la Bariloche de principios del siglo XX y se obsesiona con un color. Y también voy por la mitad de un librito de poesía que tiene como título de trabajo Malvín, que es el barrio de mi infancia.



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Valentina Vidal: “Hay que escribir hasta que se ablande la mano y salga algo interesante”





La escritora Valentina Vidal habló con Entre Vidas acerca de las antologías en las que participó y adelantó que el año que viene saldrá una novela suya por Tusquets Editores en la que las protagonistas serán dos chicas que trabajan en una clínica. Además, contó  que junto a Pablo Méndez, siguen al frente de la web de reseñas Solo Tempestad.




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
En general doy muchas vueltas, porque necesito que no haya nada pendiente que me disperse. Una vez que logro acomodar mis cosas, prendo la computadora, pongo música en inglés o clásica, me sirvo algo de tomar, camino un rato alrededor de la mesa hasta que me siento y arranco. Primero de manera torpe, después si la cosa quiere, las palabras se acomodan una al lado de la otra y empieza el trabajo más hermoso del mundo. Esto pasa en lo premeditado, porque me ha pasado de escribir en el block de notas del celu parada en un vagón del subte o en un bar en el horario de almuerzo del laburo y está buenísimo.

¿Con qué frecuencia escribís?
Casi todos los días. Puede ser una idea, un párrafo o un capítulo, no importa la extensión, algo siempre sale.

¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
Mis primeras lecturas fueron gracias a mi papá, un día bajó Rayuela de su biblioteca y me la regaló. A partir de ahí, el amor por la literatura me lo inculcó la literatura misma, con esa biblioteca a mi disposición, pude descubrir autores y autoras que me emocionaron tanto que terminaba dándole besos a los libros y no es una metáfora. Por suerte me sigue pasando.

¿Qué podés contar de las antologías de las que formaste parte?
Fueron experiencias super enriquecedoras, porque me hicieron incursionar en géneros a los que no suelo ir, como en el caso de la antología de “Pelos de punta”, donde participé con el cuento “El purificador”, dónde la propuesta era escribir bajo una consigna de terror y me pasó que, al alejarme de la seguridad de lo conocido, me relajé y me divertí un montón.

¿Cuál es tu cuento preferido de los que publicaste y cuál el que destacaron los lectores?
Mi preferido es “Rojo california” y de los lectores también, lo cual agradezco muchísimo. Trata de un pintor un poco extraño que poco a poco va pintando cada vez más partes de una casa en el medio del campo, muy a pesar de la dueña, porque sólo tenía que pintar las paredes de la cocina. También hay una laguna que es como un imán y una chica que se quiere escapar pero vuelve una y otra vez a ver como el pintor avanza con la brocha.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
De lo sutil, de los movimientos que detienen el tiempo, que te sacan el aire. De observar, de escuchar, de tocar el suelo con toda la planta de los pies. Si no podemos percibir la electricidad en el aire, entonces mucho menos podremos contar una historia interesante a quien generosamente se toma el tiempo de leernos.

¿Qué cambió en vos como escritora desde tu libro de cuentos Fondo blanco publicado en 2013 por Llanto de mudo ediciones?
Todo, la forma, la voz, la manera de armar una historia. La forma en la que leo. Leer es lo que más me enseña a escribir. Contemporáneos y clásicos, leo todo lo que puedo. También aprendí que hay que escribir hasta que se ablande la mano y salga algo interesante, como cuando hace frío y agarras una guitarra que está demasiado tirante.

¿Qué podés adelantar del libro que vas a publicar el año que viene con Tusquets Editores?
Trata de dos chicas que trabajan dentro de una clínica. Una de ellas toma el puesto de la otra y las dos transitan momentos diferentes de un negocio que se cae a pedazos: una como paciente, la otra como empleada y de cómo las relaciones de poder provocan que algunas personas se transformen. Entre otras cosas, porque también hay algún misterio que dejo para cuando gusten leerla.

¿Qué libros o autores recomendarías? 
Que difícil. Son muchísimos. Roberto Bolaño, Hernán Ronsino, Mariana Enríquez, Gabriela Cabezón Cámara, Mariano Quirós, Sara Gallardo, Silvina Ocampo, entre tantos y tantas. Edouard Levé, Kafka, en fin, me puedo pasar el día entero y van a seguir quedando autores impresionantes afuera. Ahora acabo de leer un libro que me gustó muchísimo de Ángeles Salvador que se llama “El papel preponderante del oxígeno” que tiene una voz nueva, super fresca. Hay una literatura contemporánea increíblemente poderosa. Me pone muy contenta cuando me encuentro con algo así.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Escribir buenas historias.

¿Tenés algún otro proyecto?
Empecé a escribir una nueva novela, estoy juntando textos que van a formar parte de un libro de cuentos y junto a Pablo Méndez llevamos adelante la web Solo Tempestad, que se dedica puramente a reseñas literarias, en su gran mayoría de autores y autoras de editoriales independientes. Es un proyecto hermoso al que me sumé a fines del 2015 y tratamos de darle un giro descontracturado que sale un poco de lo que habitualmente se entiende como reseña. Tal es así, que en algunos casos terminan siendo crónicas o ensayos de estilo. La idea es hablar de libros porque nos encanta leer y nos pone muy contentos si con una reseña alguien se interesa en leer algo que no conocía.




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lunes, 3 de septiembre de 2018

Fernando Figueras: “Pagar para editar o que te editen gratis no tiene nada que ver con la calidad de tus textos”






El escritor Fernando Figueras habló con Entre Vidas de su novela Quepobrestán publicada por la Editorial Muerde Muertos y planteó la inquietud de si hay que pagar o no para que a un escritor lo editen. Además, contó que terminó un libro de cuentos para público infantil y está terminando tres libros más para diferente público.





¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Mate y silencio. Puede ser cerveza y silencio.

¿Con qué frecuencia escribís?
Casi todos los días. Puede ser por la mañana o por la tarde. Solo escribo de noche si se trata de un cuento que ya tengo muy encaminado.

¿Cuál fue la imagen disparadora que dio inicio a la historia de tu novela Quepobrestán?
La página inicial, con la ceguera del protagonista.

¿Por qué decidiste ponerle ese nombre?
Hace unos años, cuando mi hijo era chiquito, dedicábamos la vida a jugar y a inventar cosas. Un día se nos dio por crear un mundo con países nuevos. Les hicimos las banderas, los dibujamos en un mapa con nuevos continentes, los definimos con una característica y les pusimos un nombre acorde. A él se le ocurrió un país muy pobre, con una bandera que era un trapo todo roto y cuyo nombre era Quepobresán. A mí me gustó la idea y se la afané, pero para no pagarle derechos de autor lo cambié un poquito y quedó Quepobrestán, que además me sonaba más a país, como Afganistán, Pakistán, etc.

¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con la Editorial Muerde Muertos?
Muerde Muertos es una creación de los hermanos José María y Carlos Marcos. Conocí a José María en el taller de Alberto Laiseca. A mí me gustaba lo que escribía él y a él lo que hacía yo, así que cuando empezaron con la editorial decidieron sacar un libro de cada uno de ellos (Los fantasmas siempre tienen hambre, de José; e Inmaculadas, de Carlos), más Ingrávido, mi primer libro de cuentos. Años después escribí Quepobrestán y lo mandé a un concurso de nouvelles en España, y también se lo mandé a José para que me dijera qué le parecía. Le gustó y me ofreció editarlo. De España no tuve noticias, claro.
Concretamente, la posibilidad surgió de la amistad. A propósito de ediciones y posibilidades, voy a aprovechar este espacio para dejar plasmada una de mis tantas teorías, en este caso sobre este tema, pero tengo teorías sobre muchas verduras más. La cosa es más o menos así: ¿Pagar o no pagar para que te editen? Yo hasta ahora no pagué porque encontré amigos que pusieron la plata por mí, pero eso no hace ni mejor ni peor lo que escribo. En otras ocasiones me editaron porque quedé finalista en concursos, pero eso tampoco me hace ni mejor ni peor. Pagar para editar o que te editen gratis no tiene nada que ver con la calidad de tus textos. ¿Qué se les reconoce a los Redonditos de Ricota? Que son independientes, que no transaron con ninguna discográfica. O sea, que se pagaron sus ediciones. Y se los elogia porque les fue bien, si no hubiesen tenido éxito serían considerados unos hippies boludos que fueron rechazados por todas las discográficas. Como les fue bien, son unos capos. Pero Ji ji ji es la misma, pagando o no. La obra la tenés que tener hecha, después se verá. Y también hay que tener cuidado con esto: a veces no te pagás una edición porque no tenés plata, pero otras no lo hacés porque no creés en lo que hacés. No tendría problema en pagar una edición con mis cuentos (¡salvo el problema económico!).

¿Cómo surge la idea de definirla dentro de un nuevo género de novela divague?
Era una novela corta, lo que se llama una nouvelle. Y por el contenido delirante se me ocurrió lo de divague, jugando un poco con la nouvelle vague (nueva ola) del cine francés de la década del 50, con la cual Quepobrestan no tiene nada que ver, pero no importa.

Para el que todavía no leyó la novela, ¿con qué se va a encontrar?
Con una historia de amor.

¿Qué repercusiones tuviste respecto de los lectores de la novela?
De todo un poco. Hay gente a la que le encantó, se divirtió, se cagó de la risa y hasta encontró algunas ideas sobre el amor que le dieron qué pensar. Otros me mandaron a la mierda, directamente, pero “sin violencia”, como diría el impresentable senador Urtubey.

¿De qué tema que todavía no escribiste tenés pensado hacerlo próximamente?
Sobre contaminación ambiental. Basado en hechos reales que se volverán ficción para no comerme un juicio. Y sobre cualquier tema que vaya surgiendo. Soy de leer de todo un poco y de estar atento a temas nuevos. Aunque uno siempre hable de lo mismo.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Escribir un buen libro de cuentos después de los 80 años. Y que me lo premien. Y después de recibir el premio ir a comer pizza y a tomar cerveza con amigos y seres queridos. De postre, tarta tibia de manzanas con helado. Después a casa. Al día siguiente, lectura tranquila de algún libro pendiente. Y después ver si se me ocurre algo divertido para escribir.

¿Qué libros de los que hayas leído últimamente recomendarías?
Cualquier cosa que escriba Martín Sancia Kawamichi, El Manual Sadomasoporno, de Alberto Laiseca, reeditado hace poco por Muerde Muertos, Presagio de Carnaval, de Liliana Bodoc, Mondo Cane de Pablo Martínez Burkett,Yo nena, yo princesa, de Gabriela Mansilla, Conflictos del alma infantil, de Carl Jung, Los extrañamientos, de Martín Blasco, Lo que trae la niebla, de Marcelo Rubio, Koi, de Ezequiel Dellutri, Interdicciones, un libro sobre intersexualidad escrito por varios autores, No cuentes pesadillas en ayunas, de Pamela Terlizzi Prina, Antes del encuentro feroz, de Agustina Bazterrica, Inmaculadas, de Carlos Marcos (cada tanto lo releo), Frikis Mortis, de José María Marcos y La danza de la realidad, de Alejandro Jodorowsky. Y dos libros que están por salir pero ya leí en pdf: El destino de las cosas últimas, de Matías Bragagnolo e Inzombio, de Sandra Gasparini y Hernán Bergara. Agrego otro: Contra-pedagogías de la crueldad, de Rita Segato, que todavía no leí pero está basado en charlas que dio en la facultad Libre de Rosario y las escuché en Youtube. Para mí es una de las voces más interesantes sobre feminismo y violencia de género. Tiene una mirada que abarca aspectos que otros y otras dejan de lado. Muy recomendable para hombres que quieran entender el mal que nos ha hecho el machismo.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Terminé un libro breve de cuentos para público infantil entre 9 y 12 años. Estoy terminando otro juvenil para público entre 12 y 14 años. Otro de cuentos para adultos y una novela juvenil relacionada con la contaminación ambiental. Me gustaría hacer historietas con algún dibujante. Tengo algunas ideas, pero primero hay que terminar todo lo otro.
Y ya escribí una línea para uno de los cuentos que me van a premiar después de los ochenta años. Dice así: “Que la muerte nos encuentre con las botellas vacías”.




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