martes, 25 de septiembre de 2018

Leandro Surce: “Editamos ocho libros en un contexto sumamente hostil”





El escritor y Editor Leandro Surce habló con Entre Vidas acerca de su libro de cuentos Pormenores, publicado por la editorial que maneja llamada Kintsugi Editora. Además, habló de la gran cantidad de libros que publicaron este año pese al difícil contexto del país.





¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Ninguno. Yo asocio la escritura a las disposiciones anímicas. Soy bastante heideggeriano en esto.  Es algo que saco de la experiencia: cuando estoy muy triste o relativamente alegre es cuando más fácil me resulta escribir. Sospecho que cuando uno se encuentra en esos estados de ánimo la camisa de fuerza de las inhibiciones, de las inseguridades, se distiende un poco.

¿Con qué frecuencia escribís?
No soy una persona muy estructurada… No sabría identificar una frecuencia. Sólo sé que de tres años a esta parte he intensificado muchísimo mi ritmo de escritura.

¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
Como mi mamá es bibliotecaria, desde niño estuve en contacto con libros. Recuerdo que agarraba los rojos o los azules (esos de las colecciones de Hyspamérica: los clásicos de la literatura universal, los premios Nobel). Leía cualquier cosa: Homero, Shakespeare, Russell, Beckett. Diría que me la inculcaron los propios libros. Como mis primeras lecturas fueron clásicos, cuando empecé a leer cosas más contemporáneas me resultaba super chocante (casi un insulto) que esos autores no estuvieran muertos. Para mí los libros eran como un legado de los muertos.

¿Por qué decidiste que tu libro de cuentos se llamara Pormenores?
A veces las palabras, sobre todo cuando están en modo título, funcionan como “condensadores místicos”. No te dicen de qué va la cosa pero alguna pista te dan. Tenía varios cuentos cortos y un día se me ocurrió esa palabra. Recuerdo que la anoté en la anteportada del libro que estaba leyendo en ese momento, “Más allá del bien y del mal” (de Nietzsche). Me gusta porque está ligada al acto de contar algo, porque es una invitación a la profundización de una anécdota, por ejemplo. Esto es algo que se ve muy bien, por la negativa, en la expresión: “No quiero entrar en los pormenores de…”.

¿Cómo fue el proceso de selección de los cuentos que aparecen en el libro?
Solitario, hermético. Existen tres ediciones de “Pormenores”: La primera en e-book gracias a un concurso en el que participé (2014), la segunda la que hizo la editorial Qué diría Victor Hugo? (2016), la última la que me di el gusto de hacer a través de mi propio sello, Kintsugi Editora (2018). Para la segunda edición, Andrés Alvarado y Gastón Córdova (mis entonces editores), me dieron una mano con la selección. En los otros casos intervino meramente el criterio personal. En la última versión, además de hacer retoques, agregué tres cuentos más.

¿Cuál es tu cuento preferido del libro y cuál es el que destacan los lectores?
Mi preferido es “Por amor”. Siempre lo fue. No sé muy bien por qué. Quizás por ese Japón que desconozco. Quizás por cierta relación de sustitución entre el hijo perdido en la guerra y esa pobre criatura a la que Aiko e Ibuki no dejan crecer. Los lectores destacan “A galope” o “Campo de girasoles”.

¿De qué temas se nutre tu escritura? 
De cualquier cosa (en el buen sentido). Por ejemplo, ahora (ahora desde hace años) estoy fascinado con los monstruos. Exploré un poco. Escribí algunos cuentos, microrrelatos y hasta un ensayo bastante exhaustivo sobre el tema. Pero también me interesa mantener cierto diálogo con la literatura clásica y con la mitología pagana. Ahora (ahora ahora) estoy con eso. Pero como te decía, pude ser cualquier cosa. Acabo de terminar un libro de cinco cuentos. Cuando terminé de escribir los primeros tres me di cuenta de que, a pesar de que en cada caso los personajes cambiaban, el personaje principal siempre era el mismo, que operaba desde un fondo insospechado. Después escribí los otros dos. Pasó exactamente lo mismo. En todos es crucial el más grande de los seres inanimados. Como tema no sé de dónde salió pero ahí está, armando una constelación a su alrededor.

¿Cómo surge Kintsugi Editora?
Surge en noviembre de 2017, con la publicación de un libro bellísimo de cuentos de Mirta Ovsejevich (ella es la culpable): “Matar a los testigos”. También del deseo que tenía de armar un espacio más inclinado hacia la narrativa; un espacio que, además, hiciera lugar a la microficción.

¿Por qué se llama así?
Por su floreciente remisión. En su novela “Fractura”, Andrés Neuman la resume muy bien: “Cuando una cerámica se rompe, los artesanos del kintsugi insertan polvo de oro en cada grieta, subrayando la parte por donde se quebró. Las fracturas y su reparación quedan expuestas en vez de ocultas, y pasan a ocupar un lugar central en la historia del objeto. Poner de manifiesto esa memoria lo ennoblece. Aquello que ha sufrido daños y sobrevivido puede considerarse entonces más valioso, más bello”.

¿Cuáles son las próximas publicaciones de la editorial?
Este año fue un año tremendo. Editamos 8 libros en un contexto sumamente hostil. En este último semestre presentamos dos títulos: “Crónicas de infancia”, de Joaquín Vazquez (poeta, filósofo, hincha de central… nadie es perfecto) y “La piel de Judas”, de Martín Moureu (si el día de mañana San Pedro no me deja entrar es por culpa de Martín). El primero es un libro que, oscilando entre el relato breve y la crónica, da cuenta de la experiencia de un profesor de filosofía con niños. Joaquín tiene el gran mérito de haber logrado plasmar la voz de los chicos, sin distorsiones, mediante su prosa ágil, sensible y lúdica. El poemario de Martín es una locura. Se trata de un gran poema narrativo escrito en tercetos que abreva en varias tradiciones, como la gauchesca. Por último, estamos trabajando en el noveno libro: “Heroína – La guerra gaucha”, una novela de Nicolás Correa. No le falta nada. Tiene una trama muy original (vehiculizada por un lenguaje osado, atrevido) en la que la búsqueda de la identidad y del amor confluyen en un escenario trágico como lo fue la guerra de Malvinas. 

¿Qué criterio utilizan para la elección del material que publican?
El gusto personal es decisivo pero no el único factor. Sin cierto espíritu de apertura sería imposible construir un catálogo variado. Sin embargo, la originalidad, formal o temática, es algo por lo cual siento especial debilidad. Por lo general, si leo un libro que no me produce ningún impacto (ni emocional ni estético ni nada), aunque esté escrito superlativamente bien, tengo que desestimarlo.

¿Qué libros o autores recomendarías? 
Mario Levrero (en especial sus novelas “París”, “El lugar”, “La banda del ciempiés”), el último libro de Fernanda Trías, “No soñarás flores” (de cuentos), también el último de Yamila Bêgné, “Los límites del control” (me encanta su prosa elegante, su apertura cósmica),  “Hojas que caen sobre otras hojas”, de Miguel Sardegna (un libro precioso, poético. Brilla como el oro en la tiniebla reposada de un templo nipón), “Bengalas” o cualquier otro libro de Enrique Decarli (¡lean a este autor!), “No tenemos apuro”, de Carolina Bruck, “El loro que podía adivinar el futuro”, de Luciano Lamberti (kafkiano, stevensoniano, cortazariano), etc. 

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Cuidar el medio ambiente.

¿En qué nuevo proyecto estás trabajando actualmente?
Aparte del libro de cinco cuentos que mencioné, que se me impuso de repente y fue una gran sorpresa para mí, me falta poco para terminar un libro de cuentos que actualiza y reversiona temáticas mitológicas (tanto paganas como cristianas). Algunos cuentos están en fase corrección, otros escribiéndose. También estoy en proceso de hacer la selección definitiva de los microrrelatos que integrarán un libro que todavía no sé cómo titular. Muchos de estos microrrelatos andan actualmente desperdigados por antologías, revistas y blogs.





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