lunes, 25 de junio de 2018

Debret Viana: “Deslinde fue un texto feliz porque pudo soportar todos los desvíos que se me aparecían”




El escritor Debret Viana publicó el libro Deslinde a través de la editorial Hojas del Sur y señaló que el nombre de la novela se dio porque esa palabra la escuchó en una canción de Spinetta. Además, señaló que el protagonista no solo acaba de separarse de M., una actriz diabólica, sino que empieza a separarse de la razón, de sus certezas hasta de sí mismo.




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Solía tener muchos, en una época más ingenua y más romántica. Pero no quedó nada de todo eso. Creía que era necesaria la noche para escribir cuando todo estuviese silenciado, o la absenta para inventar demonios que no me visitaban. Ahora me basta una mesa, tiempo y soledad. Hay adyacencias que pueden colaborar: el café, la cercanía de mi biblioteca, el bullicio de un bar. Pero nada me es necesario salvo lo indispensable. Fui un escritor de bares y ahora soy un escritor de balcones. No tengo idea qué seré después, pero supongo que voy a seguir escribiendo, y que mi circunstancia se adaptará a eso. En todo caso, sí puedo confirmar que si estoy escribiendo en un bar, y un enano pasa caminando por la calle, ya sé que esa tarde forjaré alguna página sublime.

¿Con qué frecuencia escribís?
Siempre. Mal o bien, poco o mucho, en vano o encausado, no pasa día en que no escriba. Escribir es mi manera de pensar, y, como decía Pessoa, mi manera de estar solo. No sé cómo no escribir. Pero sí es cierto que son pocos los días en que logro sentarme a escribir, en que logro hallar las dos o tres horas pertinentes para trabajar la escritura y dejar que el mundo no exista por un rato.

¿Cuál fue la imagen disparadora que dio inicio a la historia de tu novela Deslinde?
Si tuviese que hallar una sola imagen pura, diría que debe tener algo que ver con la concepción del amor como algo esencialmente solitario, algo que se hace de a uno, en el imaginario, y en sociedad con los espectros. Deslinde fue mi manera de explorar la vincularidad contemporánea y de hiperbolizar el tejido fantasmático a través del cual vemos al otro.

¿Por qué decidiste ponerle ese nombre?
Por culpa de Spinetta. Cuando escuché esa palabra en una canción de Spinetta, se quedó conmigo, rondando, anidada entre mis cosas. El texto ocurrió más tarde, pero estuvo imbricado a su nombre desde el principio, a pesar de que todo el mundo me aconsejó que lo cambiase: lo intenté, pero no pude. Deslinde remite al momento en que dos cosas que estaban juntas comienzan a ir por sendas diferentes. Y el protagonista no solo acaba de separarse de M., una actriz diabólica, sino que empieza a separarse de la razón, de sus certezas, de sí mismo.

¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con la editorial Hojas del Sur?
No lo sé del todo. Andrés Mego, el genio, gurú y CEO de Hojas del Sur, me escribió. Me dijo que estaba interesado en leer algo mío, y yo justo había terminado Deslinde. Andrés tiene un talento natural para hallar textos, y es un cazador incansable de futuros libros, cuando no está de safari por el congo belga. No sé qué lo llevó a sospechar que publicar Deslinde podía ser una buena idea.

Para el que todavía no leyó la novela, ¿con qué se va a encontrar?
Cada lectura es una magia singular. Es poco lo que yo puedo decir: estuve tan cerca de ese texto, durante tanto tiempo, que se me hace nebuloso y esquivo. Pero en todo caso podría decir que es un texto que ansía trazar un viaje singular, e ir por donde la narrativa local no está yendo. Es una novela de amor, y un tratado sobre el amor, pero más que nada versa sobre la experiencia delirante del otro: de cómo el otro es múltiple, irreductible y, en suma, literario, porque el amor no existe, y como no existe hay que inventarlo, y lo inventamos con lo que tenemos a mano: fábulas e historias, residuos de narraciones que se cristalizaron en nosotros mientras no nos dábamos cuenta. Y si digo que Deslinde trata sobre esto, sobre el amor, no lo digo porque crea que llegué a saber algo, sino por lo contrario, porque no tengo idea, porque escribir es para mí recorrer y prolongar un enigma, pero jamás intentar resolverlo. Escribir para comunicar un conocimiento me resulta tedioso. Escribir es para mí no  un procedimiento diurno, sino explorativo: una búsqueda por la búsqueda, sin el afán de certezas.
Entonces, ¿qué se van a encontrar? No sé. Una novela fragmentaria, con muchos géneros y muchas inquietudes. Y, si tengo suerte, con una voz que le hable al lector a la cara.

¿Qué repercusiones tuviste respecto de los lectores de la novela?
Asombrosamente, muy buenas repercusiones. No deja de maravillarme que alguien se tome el trabajo de leer lo que escribí en soledad y silencio durante años. Es una magia rarísima. En la escritura el mundo desaparece. Lo que se erige en su lugar es algo que no queda del todo claro, pero que la mayoría de las veces va a ninguna parte. Por eso poder escuchar o leer la perspectiva de un lector, y ver cómo fue que él completó a su modo el texto es un privilegio peculiar. Sobre todo porque Deslinde no tiene un final exacto, y me fascina entrever la historia que cada lector diseña para encausar todas las tramas que conviven.

¿Qué cambio en vos como escritor entre tu libro de cuentos Menos, tu nouvelle Otro y tu novela Deslinde?
Supongo que estoy más viejo. Y mi vínculo con el lenguaje es un poco menos insensato, o al menos es un caos más legible y más sereno. Por lo tanto, creo que Deslinde es menos barroca, menos innecesariamente lírica y tiene menos firuletes inconducentes que las anteriores. Pero continúa la senda tramada por los textos previos, y marca que todavía resta mucho por trabajar. Además, tengo más panza que en aquellos primeros libros. Pero es una panza voluntaria: una panza de escritor. Me la dejé crecer para que me tomen en serio.

¿Con qué género te sentís más cómodo?
Me siento en casa en la escritura. Y si tuviese que optar por un género, me inclinaría por el no-género. Prefiero jugar, erigir géneros y traicionarlos. No estoy cómodo en la previsibilidad. Deslinde fue un texto feliz porque pudo soportar todos los desvíos que se me aparecían.

¿De qué tema que todavía no escribiste tenés pensado hacerlo próximamente?
Estoy escribiendo mi primera novela policial con lógica de western mezclado con superhéroes. Y una novela de ciencia ficción. Los temas son excusas. Cuando la forma literaria ocurre, vaya a saber uno de dónde, no hay tema indigno de ser explorado.

¿Tenés pensado escribir algún libro con tus anécdotas como librero?
No por el momento. Ya escribió uno Luis Mey, y es excelente. Mi actividad como librero es diaria, y la disfruto mucho. El libro sería, en todo caso, la conclusión de una etapa que no me gustaría concluir todavía.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Mi ideal es generar confusión, sembrar la discordia, provocar trifulcas absurdas  y ser recordado como un sex symbol con rulos.

¿Qué libros de los que hayas leído últimamente recomendarías?
Oh, tantos. El último libro de cuentos de Mariana Travacio, “Cenizas del carnaval”, me pareció precioso. “La ilusión de los mamíferos”, de Julián Lopez, es exquisito. “La china Iron”, de Cabezón Cámara es tan bello y potente y como necesario. “El cuaderno tachado”, de Giacobone, me encantó. Me reí muchísimo con el último de Katchjadian. Y los últimos de Aira, “El gran misterio”, editado por Blatt y Ríos, y el libro de ensayos que salió por Random House, dos piezas brillantes. “Historias de nuestros perros”, del uruguayo Acevedo Kanopa, un gran libro de cuentos. También estuve leyendo mucho a Consiglio, no puedo dejar de recomendarlo muchísimo.
De los no locales, el último de Sam Shepard “Yo por dentro” es una delicia. Y el de Quignard, “Sobre el amor”, me dio un bife letal. Me pasé el último domingo junto al alucinante “Recuerdos de un instante”, una biografía perfecta sobre Nick Drake editada por Malpaso.
Leí también con sumo placer un par de inéditos que se vienen a fines de este año y a principios del que viene, como la nueva novela de Francisco Moulia, y “Los Ramones”, de Alejandro Agresti.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
La existencia es un proyecto inútil, por eso trato de distraerme haciendo muchas cosas. De momento, estoy trabajando en una antología de cuento breve para Hojas del Sur, en el regreso de Ficticios a la radio, y en tres novelas, y un libro de mini biografías de enanos célebres de la historia. En mi tiempo libre, secuestro gansos del parque centenario y pido rescate por ellos al gobierno de la ciudad, aunque no lo hago por dinero, sino por deporte.




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