viernes, 31 de marzo de 2017

Karina Rodríguez: “Me parece que es más verdadero escribir sobre lo que te convoca, aunque no le interese a nadie, que escribir lo que se lee”




La escritora Karina Rodríguez publicó el libro Gente común a través de la editorial Peces de Ciudad, en el que se pueden encontrar veinte relatos breves. La autora habló con Entre vidas y señaló que trabajó algunos textos en el taller de Mariano Dupont y otros son los que habían quedado afuera de su libro anterior llamado Almas y karmas.




¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
El mate y el lugar. El espacio es, para mí, un ritual en sí mismo. Me gusta que el ambiente sea favorable, por capricho nada más. Un escritor escribe en cualquier lado, por eso llevo siempre una libreta encima; por si se cruza una imagen, una palabra, un diálogo, algo. A veces es cuestión de escuchar a la gente. Como dice Zelarayán: poner el oído ahí, en la calle. Pero fuera de eso, un ambiente favorable para mí es un ambiente silencioso y cómodo, con buena luz natural. Mi casa, mi living, con las ventanas abiertas y las cortinas agitándose con la brisa.

¿Con qué frecuencia escribís?
Escribo cuando surge algo. Una imagen, una frase, una palabra. Nunca una idea. Ideas no. Después se compone, toma forma, se arma una situación. Pero trato de captar eso que la genera. Leo muchas horas por día, eso sí. Todos los días. Novela, cuento o poesía, no hay ninguna preferencia. De más está aclarar que es una actividad muy solitaria. El material que leo lo elijo en base a las recomendaciones de otros escritores o, en su defecto, por intuición.

¿Cómo fue el proceso de selección de los veinte relatos breves que aparecen en tu libro Gente común?
Una parte fue el resultado de dos años de trabajo en el taller de Mariano Dupont y otra parte fue material que quedó sin publicar del primer libro, Almas y karmas. El material viejo lo reescribí, porque a medida que te enfrentás con el lenguaje, va mutando tu escritura. Cosas que escribiste hace dos años, considerás que no las podés publicar así y las reescribís o las descartás si son impresentables. Una vez dispuesto el material, tratás de encontrar un hilo, un eje conductor. Recién ahí el libro toma forma y volvés al proceso de corrección sobre cada texto.

¿Por qué decidiste ponerle ese nombre al libro?
Pienso que el título del libro te lo sopla el libro. Una vez que tiene cuerpo y lo internalizás (me refiero al contenido) el título surge, de una u otra manera. En mi caso, lo dije en voz alta en una charla de bar y la persona que estaba conmigo en ese momento (otra escritora) lo destacó y lo propuso como título. Fue Griselda Perrotta.

¿De qué temas te nutriste para escribir cada relato?
Te nutren la calle, tu laburo, tus amigos, la gente que pasa, el verdulero, vos mismo, una foto o un poema. No es tal o cual tema, es lo que pasa a tu alrededor. Lo que no tenés que hacer es traicionarte, lo que tenés que decir lo tenés que decir, encontrar la manera. No podés escribir sobre “temas en boga”. Me parece que es más verdadero escribir sobre lo que te convoca, aunque no le interese a nadie, que escribir lo que se lee. Porque si no es seguro que no es literatura. Y se nota.

¿Cuál es tu relato preferido del libro y cuál el que destacan los lectores?
El que más me gusta es el relato que es el eje central del libro, se llama Rebecca en el pozo. Es un relato que se comenta mucho y también es el más popular y el más “interpretado”. Se publicó en varias revistas, de acá, de México, de España, de Colombia, de Chile y de Venezuela. Cuando vos mandás tu material al comité editorial de una revista, ellos lo seleccionan y deciden qué publicar y qué no. Todas elegían ese.

¿Cómo surgió la posibilidad de publicar el libro con la editorial Peces de Ciudad?
Por una amiga, autora de la editorial. Ella me cuenta que están convocando autores nuevos. Mando el material, quedo seleccionada para leer en la fiesta de autores y esa misma noche las editoras me comunican que se va a publicar. Me tomé un tiempo para decidirlo y finalmente ocurrió.

¿Qué libros publicados por Peces de Ciudad recomendarías?
Peces tiene una colección de cuento donde los libros que más me gustan son Frontera de Griselda Perrotta, Que sea fácil de Bruno Poggi y El libro de Lucas Gelfo, que también me gustó mucho. Y en la colección de poesía, me gustó mucho el de Mary Scelta, Saber lo que se pierde.

¿Tenés pensado escribir alguna novela o preferís continuar con las historias breves?
No tengo pensado nada. Tengo claro no parar nunca de leer. La lectura, creo, es el estímulo más poderoso para escribir.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Escribir bien.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Se llama “Proyecto escribir” (risas) y tiene que ver con dejarse de joder y escribir, no dejarlo pasar. La falta de tiempo no es excusa, la inseguridad tampoco, la fiaca menos. Para escribir hay que escribir, decía Laiseca…


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martes, 28 de marzo de 2017

Jada Sirkin: “Me gusta dejar que las cosas se me escapen, que narrar sea más un intento que un logro”




El escritor Jada Sirkin habló con Entre vidas acerca de su flamante libro Todos queremos: relatos, publicado por la editorial Peces de Ciudad, que ya va por la tercera edición. El autor hizo una clínica de escritura con Romina Paula y Cynthia Edul en el que fue escribiendo casi todos los textos que aparecen en el libro. Además, contó que está escribiendo un guión de un largometraje con un amigo actor y preparando un nuevo libro para que sea publicado el año que viene.





¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
En una época escribía de noche. Después, para desarrollar el primer boceto de una novela, me puse un horario matinal. Y lo cumplí, cada día, durante el verano, me senté a la misma hora. Y parecía que el mundo sabía que a esa hora estaba todo dado para la escritura. A partir de ahí, creo, empecé a gustar más de las mañanas. Ahora, en la medida de lo posible, intento escribir como primera cosa del día, antes de enchufar las redes y el teléfono y todas esas cosas. Cuando le dedico los primeros ratos de vigilia a mis ficciones, después el día parece quedar acomodado, o yo me siento listo para encontrarme con el día. Algo así. Escribo muchos relatos a la vez, incluyendo teatro y guiones para cine, y tengo la impresión de que esos mundos que se están tejiendo piden mi atención. También, como si fueran criaturas inteligentes, los textos saben pedirme distancia. Necesito un tiempo, dicen los personajes y las situaciones. Y entonces me retiro y espero. Y vuelvo después de un tiempo a asomarme, y todo se ve diferente. Tengo una mesa plegable sobre la que apoyo el mate. Nada de líquidos cerca del teclado. Los gatos se acercan para pedir que los toque. Después duermen y es hermoso escribir mientras los gatos duermen cerca. También llevo un diario de escritura. Ahí voy volcando descubrimientos, dificultades, preguntas, ideas, y los relatos van dialogando con el registro de su proceso de escritura. Para mí eso es tremendamente valioso, me recuerda que la escritura es una suerte de investigación policial, un viaje de descubrimiento.

¿Con qué frecuencia escribís?
Tiendo hacia: todos los días. Pero es una tendencia, no escribo todos los días. Aunque de alguna manera sí, porque escribir no es sólo sentarse en la computadora. Las ficciones en proceso están siempre abiertas. Hay períodos. Los relatos mismos definen sus necesidades y sus tiempos de cocción. Y mi vida no sólo es la escritura así que hay momentos en que la atención se va para otros lados. A veces escribo veinte minutos y es un montón. A veces escribo horas de corrido. Siempre llevo el cuaderno encima, a la primera de cambio saco la espada y anoto, cosas que veo o escucho en la calle, registro detalles que después se entrometen en las ficciones en las que ando nadando.

¿Cómo fue el proceso de selección de los relatos que aparecen en tu libro “Todos queremos: relatos”?
En 2015 hice una clínica de escritura con Romina Paula y Cynthia Edul y fui escribiendo los textos durante el año. Después que terminó el taller escribí un cuento más y lo incluí, se sentía parte de ese compendio, y también puente hacia cosas nuevas. Chispa, se llama ese cuento. Creo que de esa serie de relatos sólo quedó afuera uno. O sea que no hubo tanto una selección, mientras escribía ya sentía que estaba armando algo, un libro. Y las profes y el grupo alentaban un montón y eso me daba energía para el laburo.

¿Por qué decidiste ponerle ese nombre al libro?
Todos queremos es una línea de diálogo de un personaje en uno de los cuentos. Al principio ese cuento se llamaba así, y cuando pasé el título al libro, el cuento cambió de nombre. Me gusta porque parece una frase a la que le falta algo. ¿Qué es eso que todos queremos? Valen todas las respuestas, y vale leer el libro para encontrar la frase. Me gusta que el título invita, tira un misterio, y funda un nosotros que puede incluír a los lectores. Abre una pregunta. Me resulta atractivo. Barthes decía esto de que los títulos tienen una función aperitiva: tienen que darte ganas de comer.

¿De qué temas te nutriste para escribir cada relato?
Más que de temas, creo, me nutrí de detalles. De percepciones. Imágenes que se aparecían en mi camino, un árbol lleno de hongos a la vuelta de mi casa, una madre y su hija haciendo mermelada, el recuerdo de una perra, un comentario de alguien, una anécdota contada por una amiga, elementos que pesco con la red, con el mediomundo narrativo, con el detector de relatos. Hay algo de lo que hablamos en mis talleres a veces, la idea de entrenar lo que llamamos el nervio relatoso, ese séptimo sentido, o lo que sea, que te da la señal de que por ahí hay algo. Esos hilos que la vida te deja servidos para tirar, puertas misteriosas. No escribo sabiendo sobre qué escribo. No me gusta la idea de escribir sobre cosas, de ponerme por encima de las cosas. Me gusta más la idea de escribir acerca de cosas, de acercarme a las cosas. Pero nunca llegar. Acercarme al otro, pero nunca llegar. No definir, no creerme que puedo entender el mundo, a las personas, sacarle la ficha a la gente, calcular causas y efectos definitivos para los acontecimientos, pretender ver de lleno y de una vez la motivación que mueve a alguien a hacer algo, pretender alcanzar el fondo del asunto. Me gusta dejar que las cosas se me escapen, que narrar sea más un intento que un logro. No matar el misterio. No arrogantear con que puedo saber de qué hablan “mis” cuentos. Dejar que las historias hablen, que las obras digan más de lo que yo puedo, quiero o me imagino que pueden decir. No intentar controlar el sentido de las cosas. Un alemán, nunca recuerdo su nombre, dijo: “la obra es siempre más inteligente que el autor.” Así que más que nutrirme de temas, me dejo excitar por percepciones, curiosidades, y los temas van apareciendo, se van tejiendo solos, con el tiempo, los elementos entran a relacionarse, hacen chispa entre sí, y yo me pego unos viajes tremendos, me sorprendo mucho de lo que aparece, cómo se van sumando capas, cómo los ingredientes colisionan y se funden y se combinan de maneras insospechadas. Es maravilloso, el mundo se vuelve mil mundos. Los acontecimientos dejan de ser una sola cosa, cada cosa es muchas cosas. Y además disfruto mucho el trabajo formal, la musicalidad de la frase, la plástica de los párrafos, la escritura como un esculpido. Algo de dejar que el sonido de las palabras dicte sus posibles sentidos. Dar forma a los objetos pero no a lo que significan.

¿Cuál es tu relato preferido del libro y cuál el que destacan los lectores?
En Chispa hay bastante coincidencia, es uno de los que a mí más me siguen cautivando, y uno de los que más me menciona la gente. Hay algo en el viaje de ese relato que me conmueve, el personaje de Rocky, que intenta, que quiere, que tiene buenas intenciones y a la vez hace cosas rarísimas, y nos lleva por unos caminos entre oscuros y absurdos y todo, parece, por amor. Me sigue sorprendiendo y conmoviendo. Y me sorprende que sea el más elegido por la gente que me hizo comentarios. Me gusta mucho escuchar lo que leen los otros. Sobre todo porque son textos que no tienen un sentido único y cerrado, claro, evidente, entonces me divierte ver qué leen los otros.

¿Cómo surgió la posibilidad de publicar el libro con la editorial Peces de Ciudad?
Cuando se acercaba el fin de 2015 vi que dos editoriales chicas abrían un concurso y terminé el libro, lo apuré, para mandarlo. En marzo 2016 me dijeron que no había sido elegido así que me puse a buscar editoriales. Apareció la posibilidad de publicar con la gente de La Libre, la librería de San Telmo donde doy algunos talleres, ellos me ayudan y apoyan un montón. También en ese momento tuvimos un proyecto con un grupo de armar una editorial. El proyecto no se desarrolló, pero me permitió asomarme un poco en el mundo de las pequeñas editoriales. Conocer algunas personas. Hice una lista y empecé a mandar mi libro y las editoras de Peces de Ciudad, Mariana Kruk y Soledad Blanco, respondieron que estaban interesadas. Así que ahí me mandé.

¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
No sé si tengo objetivos, sí tengo deseos, ideas que me pican, entusiasmos. Por ejemplo, quiero armar un congreso, por poner una palabra pomposa, de escritores de narrativa que además de escribir dan talleres de narrativa. Me interesa mucho el vínculo entre la docencia y la práctica personal. Los talleres como espacios de investigación. También me atrae mucho la escritura colectiva. Ahora estoy escribiendo un guión con un amigo, por ejemplo, y en mis talleres propongo mucho el laburo grupal, las mentes entran en resonancias locas y aparecen cosas que de la individualidad no surgirían jamás. Por un lado, quiero publicar, que mis cosas se lean; por otro, no me importa tanto. A veces me tiro a tomar sol y me doy cuenta de que no necesito más que eso. A veces aparecen fantasmas del ego, por decirlo así, y exigen logros, nombramientos, reconocimientos. Cuando sucede, dialogo con los bichos y nos organizamos para recordar que lo que importa, lo que yo elijo que me importe, es el viaje, la exploración, el juego, disfrutar, investigar. Disfruto muchísimo dar los talleres, acompañar a los alumnos y alumnas en sus viajes de exploración, proponerles caminos. También me estoy juntando con escritores de por acá a charlar, me gusta mucho compartir el entusiasmo por el arte narrativo, compartir miradas. Explorar las posibilidades de la narración. También estoy preguntándome mucho, y escribiendo algo, acerca de la relación entre la narrativa y la experiencia. La experiencia como una narrativa, cómo nos contamos el mundo, la vida, cómo nuestras vidas son tejidos de relatos, cómo construímos experiencia con las palabras, cómo la experiencia vital está ligada al lenguaje, a las creencias, a las formas de ver las cosas, los paradigmas, el pensamiento. Me interesa mucho esa investigación, la relación entre vida y narración.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Tengo otro libro de relatos bastante avanzado, tal vez para publicar en 2018. No hay apuro, son textos complejos, con muchas capas, que necesitan tiempo. Y disfruto de darles ese tiempo. Algunos cuentos ya llevan más de un año de laburo, y es impresionante cómo van creciendo, cómo se van densificando, engordando, abriendo. Es hermoso el proceso de escritura. También estoy escribiendo un guión de un largometraje con un amigo actor, y bocetando algunos guiones para cortometrajes, el cine me está llamando mucho, también cierta zona de la ciencia ficción. Con Peces de Ciudad estamos por publicar, en mayo o junio de 2017, un libro de antología de relatos de alumnos de mis talleres. Y mientras escribo mucho en mi blog, cosas más veloces, reflexión, teoría, crónicas... Y estamos por estrenar una película que escribí y dirigí, Escenas de una fiesta rota, y también sigo actuando y haciendo teatro.


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domingo, 26 de marzo de 2017

Raúl Haurat: “Escribir me compensa, me salva de la locura”





El escritor Raúl Haurat publicó los libros Relatos porteños con vista al mar y Al blues no se llega por felicidad, ambos a través de la editorial Textos Intrusos. El autor habló con Entre vidas acerca de sus rituales cuando escribe, del proceso de selección y de sus flamantes publicaciones. Además, adelantó que está trabajando en una antología de cuentos de San Lorenzo, club del que es hincha.





¿Qué rituales tenes al momento previo a escribir?
Escucho radio, me lleno de palabras y necesito volcarlas. Una entrevista o una canción pueden ser el disparador para comenzar a escribir. Escribo en cualquier lado. Me puedo abstraer y comenzar a escribir un párrafo pero al momento de corregir necesito estar solo. Tengo un playlist de canciones que me motivan a escribir. La música no me condiciona, por el contrario, es un disparador para abrir el cuaderno y comenzar a garabatear ideas.
Si estoy para abajo, voy más abajo con Chopin o el primer Neil Young y si necesito levantar no hay como Motorhead.

¿Con qué frecuencia escribís?
Escribo de manera continua, todos los días. Para mí no es un hobby, es una necesidad. Escribir me compensa, me salva de la locura. Escribo diarios desde muy chico. En terapia descubrí que es una necesidad física. Escribo todo el tiempo.

¿Cómo fue el proceso de selección de los cuentos que aparecen en tu libro Relatos porteños con vista al mar?
Me encantó el proceso de selección, fue volcar en un archivo todos los cuentos que publique en mi blog “De Rastrón” desde el 2008. Seleccionamos junto a Hernán Casabella, editor del libro, los cuentos que tenían una idea en común, los que respondían a un mismo concepto.

¿Por qué decidiste ponerle ese nombre al libro?
En realidad se iba a llamar “La Matanza con vista al mar”. La Matanza es el municipio donde me crie y Mar del Plata la ciudad que elegí para vivir en mi juventud. Lo decidí después de leer los relatos de manera corrida y encontrar que el escenario donde fueron contadas las historias (salvo en dos cuentos) se desarrollan en una Buenos Aires reconocible, identificable de los noventa y en Mar del Plata, donde viví muchos años y descubrí mi amor por escribir cartas de puño y letra a mis amigos y familiares. Buscando el hilo conductor, descubrí que todos los cuentos respondían a la idea de “porteños”, y de ahí surgió la idea de denominarlo Relatos  Porteños y “con vista al mar” por mi estadía marplatense, ciudad que pienso volver alguna vez. Ese mix de paisajes le dio nombre al libro.

¿De qué temas te nutriste para escribir cada relato?
Me nutrí de experiencias vividas, del rock, de amores, de desamores, pero sobre todo de la paternidad, siento que en muchos cuentos busqué redimir la relación con mi viejo a partir de ser padre. Al releer el libro de principio a fin puedo reconocer mucho de mí en los personajes. Las palabras viejo, papá y padre son una constante en muchos de los relatos.

¿Cuál es tu cuento preferido del libro y cuál el que destacan los lectores?
Mi cuento favorito es “El Vuelo”, un diálogo entre padre e hijo camino a Ezeiza. El que destacan los lectores es “Colores del amanecer” una pintura de Mar del Plata en invierno y “Marcas incipientes” un relato donde el soul, los discos y crayones son los intérpretes.

¿Cómo surgió la posibilidad de publicar el libro con la editorial Textos Intrusos?
La posibilidad de publicar el libro surgió a partir de un cuento: “El Duelo de Orly” fue seleccionado por la escritora y antóloga María Laura Prelooker para formar parte de una Antología “Seis cuentos Rioplatenses”. Ella me puso en contacto con Hernán Casabella y él me propuso publicar con Textos Intrusos.

¿Qué podés adelantar de tu próximo libro Al blues no se llega por felicidad, también editado por Textos Intrusos?
Al blues no se llega por felicidad es un libro de ensayos, poemas de distintas épocas y cuentos escritos recientemente. Ensayé sobre política, música, la radio, la amistad y el coraje.
Es un libro con más incertidumbres que certezas. Es el libro que siempre quise escribir.

¿Qué objetivos tenes dentro del ambiente literario?
Seguir escribiendo y publicando como autor y como antólogo. A su vez tengo un programa de radio llamado “Manual de Perdedores” en FM 107.1 donde tenemos una sección específica denominada Literatura de todas formas en la cual nos contactamos con diversos narradores, poetas y novelistas para que cuenten sus experiencias como escritores, o investigamos sobre textos no tan conocidos e intentamos acercar a los oyentes diversas formas de literatura. Mi idea es seguir creciendo literalmente, porque siento que la escritura me libera y me permite dejar plasmado lo que siento.

¿En qué proyecto estas trabajando actualmente?
Estoy trabajando en la selección de diferentes autores para una antología de cuentos de San Lorenzo, el club de mis amores. Ya en 2016 Textos Intrusos me dio la posibilidad de trabajar como antólogo de una compilación de relatos “Seis cuentos al filo”, un nuevo rol que disfruto y mucho.


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sábado, 18 de marzo de 2017

Salvador Biedma: “Tenía la idea de escribir una novela que transcurriese en un pueblo de la provincia de Buenos Aires”






El escritor Salvador Biedma habló con Entre Vidas acerca de su flamante novela Además, el tiempo publicada por Ediciones La Yunta, en la que el protagonista Manuel decide instalarse en el pueblo ficticio llamado Bahía Hermosa para realizar trabajos manuales.
El autor también es librero y uno de los dueños de Colastiné, una completa librería ubicada en el barrio de Belgrano en la que se pueden encontrar libros de infinidad de editoriales que van desde las más grandes a las más independientes.  Biedma estuvo comentando los obstáculos que tuvo al momento de abrir la librería y el momento actual del país que complica al ascenso del rubro debido a las decisiones del gobierno.




¿Qué rituales tenes al momento previo a escribir?
En general, escribo al levantarme, después de tomar mate leyendo el diario. Me parece que es un momento en que uno tiene la cabeza más despejada, por decirlo de algún modo, y leer noticias ayuda a evitar ciertos giros enrevesados en la escritura.

¿Con qué frecuencia escribís?
Si estoy escribiendo una novela, todos los días, aunque sea media hora. Se precisa cierta regularidad o, por lo menos, yo la necesito. Y soy bastante “lineal”, no es que escriba fragmentos o capítulos sueltos y después los una. Si es poesía o microrrelato, resulta bastante más azaroso, pero suele ocurrir que salgan varios poemas o microrrelatos juntos (incluso series, más o menos largas), como si uno estuviese en cierta sintonía o hubiese abierto una puerta. Después, puedo pasar meses sin escribir.

¿Cuál fue la imagen disparadora que dio inicio a la historia de tu novela Además, el tiempo?
Tenía la idea de escribir una novela que transcurriese en un pueblo de la provincia de Buenos Aires y ya varias cosas delineadas, pero todo adquirió algún “orden” o se hizo más concreto con la imagen que empieza el libro: el flaco que llega de otro lugar, en medio de la noche, golpea las manos para anunciarse en una casa y sale una mujer a recibirlo.

¿Por qué decidiste ponerle ese nombre?
Hubo varios títulos posibles en danza. Terminó cerrándome una frase que no tiene que ver estrictamente con la novela, que tal vez queda medio renga, que podría ser un fragmento de algo mayor. Me parecía importante, en una novelita en la cual el espacio está muy presente (ya desde los epígrafes), remarcar que también está el tiempo. E implica una suerte de broma para mí porque el tiempo nunca está “además”, sino que es la base de todo.

¿Por qué decidiste situar la historia en el pueblo ficticio Bahía Hermosa?
Quería que fuese en un pueblo de la provincia de Buenos Aires. Había hablado un par de veces con Manuel Moretti, el cantante de Estelares, de que no hay demasiadas novelas con escenarios así, en comparación, por ejemplo, con todos los libros semi-rurales de escritores estadounidenses. Creo que esas charlas me impulsaron a escribir algo con ese paisaje, cosa que tenía en mente, pero me parecía difícil. Y entonces había que decidir entre tomar un lugar “real”, que obliga a que las cosas sean de un modo y que a mí o a cualquier lector nos planteaba ya una referencia concreta, o poder jugar y mezclar cosas que muchas veces se repiten en pueblos o pequeñas ciudades bonaerenses.

¿Cómo trabajaste la construcción del personaje de Manuel?
Es un pibe de veintitrés años, ya bastante adulto para algunas cosas, medio quedado en otras, que decidió irse de la ciudad de Buenos Aires, del ámbito de la facultad y demás para recorrer la provincia haciendo trabajos manuales. En algún punto, ese recorrido va al revés de lo que suele pensarse como “progreso”. A la vez, Manuel publicó libros que apenas circularon y resulta que encuentra en Bahía Hermosa a gente que los leyó. Muchos aspectos del personaje están dados por lo que necesitaba la trama: él llega ahí porque lo convocaron para que arreglara una máquina, pero el tiempo va pasando y, por una cosa u otra, no llega el momento de que le expliquen bien cuál sería su trabajo. En ese contexto, Manuel no toma ninguna decisión demasiado firme; más bien, se deja estar y permite que otros decidan por él.

¿El haberte criado en Castelli te sirvió para poder desarrollar la historia dentro de un ambiente rural?
Sí, desde ya. Me crié entre Castelli y Buenos Aires y hay algo de esa ambivalencia, de estar entre dos lugares y no ser del todo de ninguno, que tiene una significación para mí, un peso en mi cabeza. A la vez, aparecen descripciones o detalles que están tomados vagamente de recuerdos; por ejemplo, para el viaje en camioneta a un velorio tuve en cuenta recuerdos de dos o tres viajes, los mezclé, los cambié. Y supongo que algo de conocer esos lugares de pibe ayuda a dar verosimilitud. Varias personas me comentaron que, al leer la novelita, recordaron su infancia en tal o cual localidad, eso me parece llamativo y está buenísimo.

¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con Ediciones La Yunta?
Había presentado Además, el tiempo en cuatro concursos. En ninguno quedó finalista ni nada, pero, antes de presentarla cada vez, hubo un proceso de corrección creo que importante. Yo estuve relativamente cerca de La Yunta desde el inicio porque uno de los editores es Andrés Allegroni, mi profesor de literatura del secundario, el primero que me dio taller literario, con quien quedó siempre un vínculo de amistad. De hecho, les recomendé, antes de que salieran los primeros títulos, que no encararan la distribución ellos, sino que trabajaran con una distribuidora. Era una opción cercana, los libros me parecían muy lindos, la apuesta de La Yunta me resultaba atractiva y sabía que, si a Andrés no le gustaba mi novelita, me iba a decir que no. Por suerte, le gustó.

Sos uno de los dueños de la librería Colastiné. ¿Cómo ves la situación actual de las librerías?
Es un tema súper amplio. Estamos atravesando una gran crisis económica a raíz de decisiones del gobierno actual y a todos los comercios se les hace cuesta arriba. En ese contexto, muchas cosas del sector de los libros todavía no se terminan de acomodar: la reapertura de las importaciones, por ejemplo, va repercutiendo de a poco, tal vez con más contras que pros. Siguen surgiendo en forma constante editoriales chicas que, en más de un caso, logran exhibición incluso en las grandes cadenas de librerías. El mercado del libro es complejo, todas las partes involucradas se quedan con un margen pequeño, la distribución –en un país con un territorio tan grande– está entre los grandes temas… Puedo decir que, desde el día que abrimos, mucha gente se acercó a Colastiné diciendo “qué bueno, una librería con libreros que conocen…”. Y, en realidad, si bien Alejandro había trabajado un tiempo, hace años, en una cadena de librerías y yo venía de otras áreas del mundo editorial, estábamos empezando (todavía estamos en eso) y la mayoría de los que afirmaban que “conocíamos” no sabían si habíamos leído siquiera tres libros o si podíamos entender un negocio de esta clase. Vamos aprendiendo y siempre es muchísimo más lo que falta o lo que uno ignora que cualquier otra cosa.

¿Con qué obstáculos se encontraron al momento de poner la librería?
El principal, sin duda, la crisis económica que atraviesa el país. Encaramos el proyecto sin saber los resultados de las elecciones. Después de meses y meses de charlas, averiguaciones, búsqueda de un local, la carpintería, obra y toda la “previa”, abrimos en noviembre de 2015. En 2016 hubo meses en los que llegamos a preguntarnos si podríamos mantener la librería en funcionamiento. Por suerte, pudimos. Después, hay obstáculos pequeños todos los días. Si querés traer libros de Rosario, de Jujuy o de Chile, por ejemplo, el costo de envío es un problema (los márgenes de ganancia de por sí son bastante más bajos que en casi todos los rubros) y muchas veces uno termina dependiendo de la buena voluntad de algún amigo que viaje. En líneas generales, fueron muchas más las cosas a favor que en contra. Aparte, estamos en un gremio muy chico en el que abunda gente valiosa que trata de darle una mano al que está iniciando un proyecto.

En Colastiné se pueden encontrar libros de editoriales grandes pero también de editoriales chicas o independientes. ¿Cómo definen con qué editoriales van a trabajar?
No siempre es igual. Desde antes de abrir, queríamos tener los libros de Caballo Negro (de Córdoba), por ejemplo, o de Baltasara (de Rosario) o de la editorial de la Universidad de Entre Ríos o de Mulita (de Chaco). También de editoriales de Chile, Perú, Uruguay, Bolivia… Tratamos de tener la oferta más amplia. Y, por ejemplo, estar atentos a las editoriales que aparecen. En cuanto nos enteramos de que iba a surgir Rosa Iceberg, que aún no sacó sus primeros libros, nos pusimos en contacto y, según nos comentaron entonces, fuimos los primeros. Así, hay editoriales que nos dieron su remito número 1 y eso también genera otra clase de vínculo. La elección a veces tiene que ver con gustos personales o con gente que uno conoce o con una propuesta que nos parece distinta o con algún libro que nos piden mucho o con una temática específica que está bueno tener porque cada tanto aparece algún interesado. Y, aparte, con la oferta: distribuidoras o editoriales que se acercan, en muchos casos chicas, pero también medianas o grandes.

Sos de postear en Facebook distintas situaciones que ocurren en tu librería. ¿Tenés pensando escribir un libro con anécdotas?
No. Se dan situaciones que a veces surge contar, compartir, pero son para Facebook nomás. Lo mismo que cualquiera puede contar algo que pase en la calle o en el subte. No hay ninguna intención oculta. En realidad, yo iba contando cosas así en un chat con amigos y Cristian Godoy un día me dijo: “Publicá esto en tu muro”. Y estuvo bueno lo que surgió. A veces se genera algo raro. Por ejemplo, hace poco vino alguien a quien conocía por Facebook y me dijo dos, tres veces, con cierta insistencia: “Ya veo que vas a publicar: Hoy vino a la librería…”.

¿Qué libros de los que hayas leído últimamente recomendarías?
Pueblo, de Julia Magistratti, es un libro de poesía que me gustó muchísimo. La antología Poetas japonesas, a cargo de Laura Crespi, sigue un criterio que permite, en pocas páginas, leer estilos variados y muy contundentes. Gracias a la editorial peruana Lustra, que lo está reeditando, leí poemas de Jorge Eduardo Eielson; creo que no se consiguen sus libros en Argentina, pero se pueden rastrear textos suyos en internet. La luz mala dentro de mí, de Mariano Quirós, escritor chaqueño que ahora vive en Buenos Aires y desde hace rato viene ganando premios sin parar; tenía muchas ganas de leer un libro de cuentos de él. Un pequeño militante del PO y Santiago, libros de cuentos súper interesantes de María Lobo, una autora tucumana. Los Cuadernos norteamericanos de Hawthorne, que reeditó hace unos meses La Compañía (la editorial arrancó ahora una nueva etapa, con otros dueños, después de un largo parate).

¿En qué proyecto estas trabajando actualmente?
Por un lado, estoy revisando-corrigiendo una traducción que hizo Eduardo Berti, un trabajo enorme suyo que demorará tres años en total y que saldrá en España; trabajar con Eduardo siempre es un lujo. Por otro lado, estoy traduciendo a una poeta brasileña. Y, a la vez, estoy terminando una vuelta de corrección de una novelita nueva que espero mandar en estos días a editoriales, a ver si gusta e interesa. Y tengo una serie de poemas que, con algo de suerte, tal vez terminen formando un libro.




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lunes, 6 de marzo de 2017

Christian Broemmel: “Nos gusta decir que la novela es una especie de épica loser urbana"





El escritor Christian Broemmel escribió la novela A morir junto con C. Castagna y la misma fue publicada a través de Factotum Ediciones. Entre Vidas habló con el autor acerca del proceso de escritura del libro a cuatro manos, los obstáculos con los que se encontraron y declaró que uno de los objetivos que se plantearon era el de crear dos personajes memorables.






¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Mis rituales son sagrados y secretos. No los revelo por miedo a que pueda sucederle algo terrible a los que lean esta entrevista.

¿Con qué frecuencia escribís?
Apunto a sentarme a escribir una hora por día antes de ir al trabajo. No siempre sucede y ahora, por distintas razones, ocurre menos que antes; estoy escribiendo más que nada los fines de semana. Pero fuera de sentarme, no hay día en que no esté rumiando la historia que tengo en la cabeza. No tengo el problema de la página en blanco.

¿Cómo surge la idea de escribir la novela A morir junto a C. Castagna?
Con Castagna nos conocimos cuando ambos publicamos relatos en una de las antologías que curaron Mariano Blatt y Damián Rios para Mondadori. Enseguida pegamos buena onda. Después solíamos encontrarnos en eventos literarios, y en uno de esos le propuse escribir una novela a cuatro manos. Como juego, por curiosidad. Teníamos (tenemos) estilos muy distintos, y esto para mí era algo positivo. Fue un caso de “¿y qué pasa si…?” Después él me dijo que tenía un ambiente y un personaje, como para empezar. Y me mandó el primer capítulo.

¿Cómo organizaron la escritura?
Con ese primer capítulo en mano yo escribí el segundo, y después del tercero nos sentamos a planificar el resto de la novela. La idea era escribir capítulos alternados desde dos puntos de vista, uno en presente y el otro en pasado, de dos tipos con personalidades bastante diferentes, que pasaran juntos por situaciones cada vez más extrañas, aunque ellos se las tomaran de manera natural. Nos propusimos escribir la novela en orden, y cada vez que uno terminaba un capítulo se lo mandaba al otro, que hacía lo mismo. Con el ida y vuelta, más allá de lo planificado, jugábamos también a sorprendernos y poner en aprietos al otro, a ver cómo salía adelante. Como un diálogo literario.

¿Con qué obstáculos se encontraron?
Al depender del tiempo de dos escritores, en vez de uno, la novela llevó más tiempo del que habíamos pensado. Pero salvo esto, todo fluyó. Aunque por momentos tuvimos que esforzarnos para que nuestros estilos no dejaran de ser distintos, porque nos influíamos constantemente el uno al otro.

¿Cuál fue la imagen disparadora que dio inicio a la historia?
La imagen disparadora fue la del ámbito de un cyber decadente al que de vez en cuando Castagna entraba por curiosidad, y uno de sus clientes, un gordo, que le llamó particularmente la atención. Empezó a verlo en todos lados: parado en la calle, en una pizzería, siempre como extraviado, fuera de lugar. Al momento de empezar la novela los cybers todavía eran mucho más frecuentes en el paisaje urbano de lo que son ahora. Los pocos que quedan hoy resisten como vestigios del cambio de siglo.

¿Por qué decidieron ponerle ese nombre al libro?
Nos gusta decir que la novela es una especie de "épica loser urbana". Los protagonistas son dos empleados de cyber, algo golpeados y sin objetivos claros pero con la necesidad de conseguirse alguno. A partir de determinado momento creen tener en sus manos “un caso” y se deciden a investigar. Los hechos se van dando de forma cada vez más vertiginosa, y para ellos la única posibilidad, la que los puede salvar de su desesperación, es darle para adelante a morir. El título apareció de casualidad cuando ya teníamos la novela casi terminada, pero creo que refleja de manera ajustada el ritmo y contenido que quisimos transmitir.

Cada capítulo intercala entre los protagonistas de la novela que se llaman como ustedes y desarrollan la historia en primera persona. ¿Por qué utilizaron sus nombres reales?
Los nombres reales los usamos como una forma de juego de semejanzas y opuestos. Pero ellos tienen una identidad autónoma que se termina de definir por el diálogo entre la mirada propia y la del compañero. Manejar dos primeras personas nos pareció importante porque queríamos darle peso a los puntos de vista. Uno de los objetivos que nos planteamos desde el principio fue el de crear dos personajes memorables. Espero que lo hayamos logrado.

Más allá de los nombres, ¿qué tiene de autobiográfica la novela?
En que se nos metió una idea en la cabeza y le dimos para adelante así, a morir.

¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con Factotum Ediciones?
Originalmente pensamos que la novela podía encajar bien en Interzona. Se la mandamos pero no la aceptaron. Varias otras editoriales la rechazaron con el argumento de que era “demasiado pulp”. A mí Interzona me gustaba, así que se la mandé dos veces más. A la tercera, un año después, Guido Indij se comunica con nosotros para tener una reunión en un bar. Ahí lo primero que hace es comentarnos la devolución de un colaborador al que se la había mostrado. Era una devolución tibia. Después Guido nos pregunta qué opinamos. Se lo decimos. Entonces nos contesta que él no está para nada de acuerdo con su colaborador y que quiere la novela para Factotum, un sello que está por relanzar. Y fuimos felices.

La historia tiene mucho de los 80’s, teorías conspirativas, cybers en los que jóvenes juegan partidas de Counter Strike, etc. ¿Tuvieron alguna novela o programa de televisión que haya servido de inspiración?
Philip K. Dick y la película Blade Runner, Miyazaki y el animé… En la novela se pueden rastrear todo tipo de influencias y referencias, explícitas e implícitas. Libros, películas, bandas de música, comics, series. Se me ocurre que podés pensar el libro como una araña y su tela. La primera vez que lo leés, lo ideal es que te coma la araña y ya. La segunda, si hay, con más cuidado podés entrar y recorrer la tela para ver cómo está construida. Es un entramado grande porque se suman los universos de dos escritores.

¿Qué libros de los que hayas leído últimamente recomendarías?
Leí hace poco y recomiendo El caballero del león, de Chrétien de Troyes. Escrita en el siglo XII, es quizás una de las primeras novelas. Un libro con muchos elementos míticos escondidos atrás de la apariencia de un romance de caballería.

¿En qué proyecto estas trabajando actualmente?
Estoy escribiendo una novela de suspenso y horror. Intento que la narración destile belleza.



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