La escritora Camila Fabbri habló con Entre Vidas acerca de su libro de cuentos Los accidentes, publicado por el sello Notanpüan y luego reeditado en conjunto con Emecé. Además, la autora adelantó que está terminando un nuevo libro de cuentos y está trabajando en una novela-crónica que le exige entrevistar amigos y amigas de su ex colegio secundario.
¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
No tengo rituales al momento de escribir; quizás son más bien factores ajenos a mí que se van acomodando por sí solos y dan cuenta de que ese, ese mismísimo instante es el que corresponde para sentarse a trabajar. Por ejemplo, que mi gata Telma se acueste sobre cuadernos y pila de papeles o incluso encima del teclado. Correrla de ahí ya supone un contacto legítimo y comprometido con la computadora. En general si todo se acomoda de manera obligada para el trabajo, puede que escriba solamente dos líneas y las borre a la hora. Escribir, como leí alguna vez que decía D.F Wallace son ocho horas diarias en que unx camina alrededor de la computadora o del cuaderno sin poder bajar nada. Quizás la escritura son solamente diez minutos de todas esas horas que uno dedicó a esa nota que tiene que entregar, o ese cuento, texto, reseña. Se necesita muchísimo tiempo para escribir medio párrafo, y a veces en diez frenéticos minutos se aceleran tres páginas definitorias.
¿Con qué frecuencia escribís?
Escribo a diario. Chateo con amigos, respondo mails, extraigo frases de chats ajenos o propios, frases de esos mismos mails, escribo oraciones que me gustan, frases, imágenes que vi en la calle. Eso es escritura también, entonces podría decir que a diario. Ahora, escritura consciente de asegurar "estoy escribiendo un cuento", eso es una vez a la semana o menos. Son bastante espaciados esos momentos de escritura como tal.
¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
Difícil saber "quién" me inculcó el deseo de leer y escribir. Sospecho que está relacionado directamente con mi madre y mis hermanas, con esa herencia de los libros reunidos en la biblioteca y sin rasguños, e incluso con repetir esa costumbre de leer la misma historia más de una vez y aplicarla en discusiones. Usar lo leído para la conversación diaria, emplear la literatura para la comunicación, apropiarse de palabras de escritorxs que nos conmovieron. Esa herencia, tal vez tan silenciosa, es de las más profundas.
¿Por qué decidiste que tu libro de cuentos se llamara Los accidentes?
Me gustaba cómo sonaba "los accidentes", como una reunión de hechos trágicos o evitables. Es una palabra que no tiene plural, no es posible que varios accidentes sucedan al unísono. Siempre se lo considera como algo que está solo. Me interesó la variante, como un tendal o un ramo de hechos que escapan de las manos.
¿Cómo fue el proceso de selección de los cuentos que aparecen en el libro?
Entregué "Los accidentes" a editorial Notanpüan con un cuento más de los que quedaron en la edición final. Francisco Cascallares, editor primero de este libro, me recomendó que "Añejo" lo dejara para otro libro tal vez. "Añejo" era, más bien, una obra de teatro corta que había escrito y montado. Me interesaba mucho el universo que armaba y lo convertí en cuento, del mismo modo que hice con "condición de buenos nadadores" y con "mi primer hiroshima". Lo cierto es que "añejo" era inconvertible, la acción estaba sujeta al diálogo y no había conversión posible. El resto de los cuentos quedó como fue presentado, aunque alteramos el orden. Es lindo ese trabajo con el editor, editora. Ahora mismo estoy en esa instancia con un libro nuevo que tengo, que sospecho saldrá el año que viene. Todavía no tengo editor o editora, pero me genera mucho deseo esa instancia de corrección y reflexión sobre el primer armado. Creo que el libro se termina de definir todo ahí.
¿Cuál es tu cuento preferido del libro y cuál es el que destacan los lectores?
Mi cuento preferido, hoy, creo que es "condición de buenos nadadores". Es el último cuento que escribí. De los lectores, ¡no sé!
¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro?
Acerqué Los accidentes a editorial Notanpuan, tenía en ese entonces 25 años. Publicar me parecía algo imposible, un Everest de mi mundo privado. Dejé el libro y lo olvidé. Al mes me escribieron Francisco Cascallares y Fernando Pérez Morales que querían editarlo; Notanpuan estaba comenzando, tenían en ese entonces seis títulos. Ahora tienen más de diez y tres libros en la feria de Frankfurt. Con Los accidentes viajé, también, a la Feria del Libro de GUadalajara. Notanpuan crece y los autores crecemos a la par. Tenía 25 años y ahora 29. Me gusta pensarlo así.
¿De qué temas se nutre tu escritura?
Es difícil que uno mismo pueda nombrar sus propios temas. Están ahí, dando vueltas en silencio como en loop en la cabeza, constantemente. Identifico algunas cosas que se repiten, tal vez: la infancia, los niños, las niñas, los bebés, lo accidental, la catástrofe, los animales, el silencio animal y la inimputabilidad de engullirse entre ellxs, a veces aparecen cosas más caricaturescas o imposibles, tal vez más fieles a un género fantástico, la maternidad como pantano.
¿Qué libros o autores recomendarías?
Ahora mismo acabo de terminar la novela "Los niños" de la escritora colombiana Carolina Sasín, me gustó muchísimo. Hacía tiempo no señalaba tanto párrafo con el lápiz. Y siempre regreso a David Foster Wallace, ahora releyendo "el tenis como experiencia religiosa" e "incendios" de Richard Ford. Soy muy fanática de Sara Gallardo, Leila Guerriero, Patricia Highsmith. No quiero olvidarme de Stephen King como descubrimiento reciente o de Raymond Carver como hallazgo perpetuo.
¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
No tengo objetivos dentro del ambiente literario. Algún día me gustaría vivir de la escritura; seguir escribiendo durante años y años. Más libros de cuentos, alguna novela, también crónica, un poco de poesía. Que no se detenga el deseo.
¿En qué nuevo proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy cerrando un nuevo libro de cuentos, que sospecho será para el 2019, y hace unos meses estoy trabajo en una novela-crónica que me exige entrevistar amigos y amigas de mi ex colegio secundario. El género crónica fue un hallazgo que tuve hace un par de años cuando leí "Plano americano" de Leila Guerriero; a partir de ahí seguí indagando y encontré a tantxs y a nuevas e infinitas formas de narrar. La vida real tiene tanto encubierto que a veces la ficción pareciera ser una hormiga. Con esto no quiero desmerecer a nada ni a nadie, no es por nada que la ficción casi siempre es una deformación de la realidad, pero cuando se la escribe tal como es, puede llegar a niveles de construcción altísimos. Al menos eso creo hoy.
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