El escritor mexicano Luis Arturo Ramos habló con Entre Vidas acerca de su novela Los argentinos no existen publicada por Evaristo Editorial y contó que terminó otro libro en el que repite personajes de otra historia pero enfatiza protagonismos distintos.
¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Simplemente me siento a escribir. La posición me tiene sin cuidado. Podría, como en el Kamasutra, hacerlo de cualquier modo. Escribo cuando tengo algo que escribir. Esperar frente al escritorio a que se me ocurra algo, me parece más ridículo que sentarme a la mesa para que me dé hambre.
¿Cuál fue la imagen disparadora que dio inicio a la historia de tu novela Los argentinos no existen?
Durante y luego de la Segunda Guerra Mundial, hubo en México mucha simpatías, no por los nazis, sino por la Alemania que ponía en jaque a potencias hegemónicas y colonialistas con las que México había tenido diferendos. Algo similar pasó en Irlanda. La Revolución Mexicana, eminentemente anti-estadounidense, imponía criterios y enemistades. La primera edición en español de Mi lucha, se hizo en México, con prólogo de un connotado intelectual mexicano: José Vasconcelos. Los grupos de extrema derecha, sinarquistas, anticomunistas y de un capitalismo emergente, prohijaron multitud de panfletos, artículos y publicaciones varias, apoyando la causa alemana porque veían en ella el contrapeso a la expansión marxista y al capitalismo internacional. El México de la post-guerra, estaba lleno de inmigrantes de todas las tendencias: republicanos, franquistas, judíos, nazis y ex-nazis, comunistas, anticomunistas, intelectuales y farsantes que aprovecharon el río revuelto en un país políticamente ingenuo. México era un horno adecuado para bollos de todo tipo. Siempre me ha llamado la atención y me diviierte, la idea de que en un país con fuerte presencia indígena, existan estas tendencias más cómicas que demenciales.
¿Cómo trabajaste la construcción del personaje del doctor Bulmaro Zamarripa?
Bulmaro Zamarripa es un personaje típico y representativo de las tendencias antes aludidas. Un profesionista educado en el México de los años 30, todavía agitado por una Revolución radical que iba perdiendo potencia. Zamarripa es un individuo que por historia y sensibilidad personal, es seducido por las propuestas políticas extremas dominantes en el mundo. Por otra parte, mi obra novelística está llena de médicos (los únicos que pueden aspirar a cometer el crimen perfecto, dice un personaje). Su oficio me permitía añadir la metáfora del huevo del mal, en el vientre de un matón neo-nazi. (El nazismo está vivito y coleando y Trump le está dando respiración de boca a boca). Con el nombre intenté un juego de palabras que, por sí mismo, reflejara esta zarzuela propia del momento histórico.
¿Por qué decidiste ponerle ese nombre título tan provocador? ¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro en Argentina con Evaristo Editorial?
El título es precisamente eso: una provocación. Tan efectiva, que los editores de Evaristo cayeron en ella y me invitaron por iniciativa de Ezequiel De Rosso, a publicarlo en Argentina. Su propuesta fue una gratísima sorpresa, aunque ya varios amigos argentinos me habían dicho que el libro tendría posibilidades en este país. Espero que tengan razón.
¿Cómo fue tu experiencia en la Feria del Libro 2018?
La Feria de Buenos Aires es impresionante. Bien organizada y cómoda para caminarla. Me hicieron algunas entrevistas para radio y platiqué con varias personas. Pero la mayor parte del tiempo lo dediqué a caminar Buenos Aires. De Recoleta a Puerto Madero. Es una ciudad que me encanta, y comparada con la Ciudad de México, es un portento de organización y buen comportamiento.
De las nueve novelas que tenés publicadas, ¿cuál es la que más te gusta?
Perdón por el lugar común, pero me gustan todas. Cada una de ellas representa una etapa en mi vida y en mis intereses literarios. Pero si tuviera que quedarme con alguna sería con Este era un gato... Técnica, temática y estilísticamente es la más acabada. Ganó el Premio Latinoamericano de Narrativa “Colima” para Obra Publicada y hasta ahora la más celebrada por la crítica precisamente por esos motivos.
¿Estás manejando la posibilidad que otros libros tuyos sean publicados por una editorial argentina?
Ojalá hubiera editoriales interesadas en otras novelas mías. No tengo agente literario. Me manejo a la antiguita. Soy escritor para tienda de abarrotes y no para supermercado. Pero no me quejo. La falta de presión editorial me ha permitido escribir acerca de lo que me viene en gana y como me da la gana.
¿Qué libros de los que hayas leído últimamente recomendarías?
Acabo de releer a Junger: Tormenta de acero y voy muy adelantado con una novela de Pamuk: El museo de la inocencia. Leí 4321 de Paul Auster, pero no es una de mis favoritas.
¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Terminé una novela que puede leerse como una secuela de la inmediatamente anterior: De puño y letra. Reaparecen algunos personajes y se suman otros. El contexto de las acciones es el mismo y se montan sobre la prolongación de la trama anterior: la relación entre atípica y perversa del Intelectual mexicano con el Estado, en un país donde escasean los lectores. Con esta novela intenté algo que resulta frecuente en los autores norteamericanos: repetir personajes pero enfatizar protagonismos distintos. Uno de mis amigos leyó el inédito y la calificó como novela polifónica. Me gusta la palabrita.
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