La escritora Giselle Aronson publicó su primer libro de microrrelatos llamado “Cuentos para no matar y otros más inofensivos”, a través de Macedonia Ediciones. Actualmente reparte su tiempo entre la literatura y su trabajo como fonoaudióloga y terapeuta del lenguaje. La autora habló con Entre vidas acerca de sus comienzos, su impecable libro de microficciones y de los proyectos en los que trabaja actualmente.
¿Qué te inculcó tu amor por la literatura?
En mi casa se leía mucho, mis padres fueron los que me transmitieron la pasión por los libros. Creo que, de tanto verlos leer, empecé a interesarme y ellos fueron sugiriéndome las primeras lecturas. Hasta hace poco pensaba que en esa época mi inquietud se limitaba sólo a la lectura pero, meses atrás, mi madre encontró unas poesías guardadas que yo había escrito a los seis, siete años, espantosas por cierto. Entonces recordé que el germen de la escritura había estado en mí mucho antes de que yo tuviera conciencia de eso.
¿Qué fue lo primero que leíste y que te marcó para comenzar a escribir?
Cien años de soledad no fue lo primero que leí pero sí el libro que más me marcó aunque no puedo asegurar que haya influido en mi decisión de escribir. No directamente, al menos. No podría establecer un libro en particular, quizás haya sido el camino de lectura previo que hace cada escritor antes de animarse a contar sus propias historias. En ese caso, todos los libros que he leído son responsables.
¿Por qué te decidiste a escribir microcuentos?
Como les ocurrió a otros compañeros de género, no fue una decisión deliberada. Comencé a escribir y lo que más naturalmente me salían eran historias breves. En ese momento, no tenía idea de que eso que yo escribía era un microrrelato. A medida que fui profundizando y conociendo otros escritores y sus obras, me di cuenta que mis textos se ajustaban al género. Una vez que supe de qué se trataba, traté de aprovechar ese conocimiento para utilizar concienzudamente los recursos y las particularidades de ese tipo de literatura.
¿Cuáles son tus referentes dentro del género?
Kafka, Borges, Cortázar dentro de los clásicos. Luisa Valenzuela, Raúl Brasca, Ana María Shua, David Lagmanovich, Lilian Elphick, Gabriela Aguilera Valdivia, Diego Muñoz Valenzuela, Pía Barros, David Roas, Lauro Zavala. Y muchos escritores de muchos países a quienes conocí a través de blogs y redes sociales que hacen que el intercambio funcione como un combustible para la escritura.
En una entrevista que le hice un tiempo atrás a la escritora Ana María Shua ella señaló que el autoplagio es inevitable para los escritores, ¿Qué opinión tenés al respecto?
Coincido con ella. Pero agregaría (si es que ella no lo hizo ya) que es peligroso descansar en la comodidad del autoplagio. Es meritorio alcanzar una voz propia. Bien logrado, es lo que se constituye en un estilo personal en la escritura, pero, particularmente, creo que es recomendable animarse a ampliar esos márgenes, incursionar en otros géneros, otras formas. No quedarse en lo que nos sale fácil y naturalmente. Estar incómodos y no descansar hasta volver a encontrar nuestro límite corrido, un poco más allá.
¿Por qué le pusiste a tu primer libro Cuentos para no matar y otros más inofensivos?
La muerte es un tema recurrente en mis relatos. Aparece explícita, velada, intuida, sospechada, reprimida, ideada, deseada, inevitable. Se me ocurrió que, muchas veces, se hacen cosas para no matar y otras para dar muerte a etapas, estados, momentos, recuerdos, decisiones. Los más inofensivos se refieren a los cuentos de humor, los cotidianos.
¿A qué le atribuís que en varias de tus microficciones está presente la muerte?
Es un tema que intriga, sobre el que somos testigos o nos acercamos de lejos. Es uno de las grandes temáticas y no me siento ajena a la curiosidad que provoca. Además, la microficción es impune. Si vos, en una novela o un cuento largo, matás a alguien, lo más probable es que tengas que explicar por qué, cómo, dónde y luego ocultar el crimen, el cadáver, enfrentar un juicio, castigar. En el microrrelato no hace falta extenderse en esto. Sobre lo que no está escrito podés tener una sospecha, puede ser inferido pero no es necesario tanto despliegue ni justificativo. El microrrelato es el formato de género negro más impune.
¿En dónde encontraste inspiración para crear las historias que aparecen en el libro?
La inspiración puede tener con la realidad un lazo más o menos concreto, en mi caso. Algunos cuentos han surgido de historias que me contaron o de las noticias. Otros, de alguna frase o palabra que escuché o leí y me disparó otra cosa. Pero hay cuentos que no tengo idea de dónde salieron, termino de escribirlos y me pregunto ¿y esto de dónde vino?
Los microcuentos “La espera” y “Final” son dos de los tantos recomendables que aparecen en el libro, ¿cuáles son tus preferidos?
A “La espera” le tengo un cariño especial porque fue el primero que apareció en papel, en una antología. “Cambio de menú” y “Mejor no” tienen una recepción muy buena de parte de los lectores. En “La Biblioteca de Desechos Virtuales” me gustó la idea que subyace. Igualmente, no soy yo quien tenga que decir esto, me gusta escuchar las preferencias de los lectores.
¿Qué repercusiones tuviste por parte de los lectores?
Me llegaron buenas impresiones; las malas, no. Algunos cuentos fueron interpretados de distintas maneras, eso es lo que más me maravilla de la escritura, que se convierte en algo diferente a lo que habías pensado. Los textos se toman todas las libertades y no te consultan. Y es muy bueno que eso suceda.
¿Qué opinión tenés acerca de los concursos literarios? ¿Te has presentado en alguno?
Muchos. Nunca gané ninguno: eso es trayectoria. Me sirven para estimular la escritura. No niego que me gustaría ganarlos (por algo participo) pero aprendí (después de varios enojos de mi ego) que no son lo más importante y que hay tantas variables que intervienen que sería imposible ajustarse a todas.
¿Está en tus planes escribir una novela o textos más largos que las microficciones?
En Cuentos para no matar y otros más inofensivos hay relatos cortos que no son microficciones. He escrito varios cuentos cortos y algunos cuentos ni largos ni cortos y continúo produciendo esos textos.
Empecé a escribir dos novelas que abandoné. Ahora mismo, estoy escribiendo la tercera.
¿Por qué pensás que es un género no tan comercial?
Por puro prejuicio. No encuentro otra respuesta.
¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Tengo casi listo un segundo libro en el que conviven microficciones, cuentos cortos y otros más extensos. En algunos meses comenzaré a buscarle editorial que se interese en él. En este momento estoy escribiendo una novela, como dije anteriormente. Esta vez la historia se me presentó sólida y cerrada con moño, así que el proyecto está firme.
¿Cómo te organizás para poder trabajar de fonoaudióloga, terapeuta, hacer las cosas de la casa y encima escribir?
Uso un mecanismo de compensación de etapas: si una semana le dedico más tiempo y energía a la escritura, la semana siguiente compenso abocándome más al trabajo y la familia; o a la inversa. De todas formas, no me sale.
¿Qué sugerencias le darías a los escritores que están comenzando en el ambiente literario?
Serían sugerencias de un par porque podría decir que yo también estoy comenzando. Asistir a talleres, leer incansablemente, agruparse, intercambiar, no encerrarse y compartir los escritos. Saber escuchar, tener maestros. Rodearse de gente que te enriquezca desde todo punto de vista. Aprovechar las redes sociales; hace años era impensado el contacto con tantos escritores (imposibles de contactar en otras circunstancias) y la circulación de información. No abandonar si uno está convencido, insistir. Y escribir sin parar.
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