El escritor Cristian Acevedo habló con Entre Vidas de su libro Matilde debe morir, publicado a través de la Editorial Bärenhaus. Además, adelantó que está corrigiendo su última novela en la que la historia transcurre en el oeste y se trata de un western.
¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
No tengo rituales. Hago anotaciones en un cuadernito, o en el block de notas del celular. A veces escribo a mano —y últimamente descubrí que escribo más y mejor cuando lo hago así—; otras, lo hago directamente en la notebook. Los rituales son un lujo que, hoy por hoy, no puedo darme.
¿Con qué frecuencia escribís?
Escribo menos de lo que quisiera. Pero como soy consciente de eso, vuelvo sobre lo escrito y me dedico a corregir. Así, la culpa por no escribir a diario es menor.
¿Cuál fue la imagen disparadora que dio inicio a la historia de tu novela Matilde debe morir?
La imagen aquella del primer capítulo, la de la advertencia. Un personaje de ficción que, en un bar cualquiera, espera a que el lector dé vuelta la página y tome su lugar. Esa imagen me dio vueltas mucho tiempo. El tipo esperando, inmóvil, a que yo me decidiera a escribirla.
¿Cómo fue el proceso de escritura de la novela?
Fue un placer. La escribí para mí, nunca creí que a alguien más podría gustarle. Y digo que era para mí, porque yo, a la vez era el autor, el narrador y el primer lector. La novela está escrita en segunda persona (De momento, aquel hombre que usted ocupará no se mueve, pero sólo de momento: sigue esperando a que usted dé vuelta la hoja), y ese lector a quien el narrador interpela, era yo mismo. Así que no pude más que disfrutarla. Ese desdoblamiento me permitió sorprenderme con mis propias ocurrencias como si fueran ajenas. Es extraño. No volvió a pasarme.
¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con Editorial Bärenhaus?
Quien me avisó que Bärenhaus estaba recibiendo material fue un escritor a quien admiro: Pablo Laborde. Él sabía que yo estaba buscando editorial para una antología que más tarde sería publicada por Baltasara Editora (Sommelier de infiernos). Le hice caso a Pablo y les mandé Sommelier. De la editorial me contactaron y me dijeron que en ese momento buscaban publicar una novela. Así que no me quedó otra que mandarles Matilde. Nunca creí que podría editarse. Definitivamente, los editores de Bärenhaus están locos.
Para el que todavía no leyó la novela, ¿con qué se va a encontrar?
Es una novela que está a mitad de camino entre el Policial y la Novela Experimental. En ningún momento me propuse ni lo uno, ni lo otro. Pero salió así. Creo que es una novela diferente, lo que es decir mucho. En ella, el lector es uno de los personajes, el lector forma parte de la acción, él deberá evitar la muerte de Matilde, descubrir al asesino.
Me gusta lo que alguien dijo por ahí de Matilde: “Con mucho de juego teatral, humor y situaciones absurdas y grotescas, el autor se propone una mirada distinta al lector, y el resultado es una novela diferente”.
¿Qué repercusiones tuviste respecto de los lectores de la novela?
Es increíble, pero Matilde debe morir me contactó mucho con los lectores. Por alguna razón, aquellos que la leían (algunos, claro), sintieron la necesidad de contactarse conmigo, de escribirme, de comentarme cómo se sintieron al leerla. Además, gracias a Matilde, me invitaron a participar de ciclos de lectura, de talleres de Novela Policial, etc. Todavía no caigo.
¿De qué tema que todavía no escribiste tenés pensado hacerlo próximamente?
Me gustaría tomar a un héroe, tal vez de los mitos griegos, tal vez un superhéroe, y mostrarlo viejo. Un viejo como cualquiera de los nuestros que supo ser grande, el más grande de los hombres, y que hoy nadie lo recuerda. Creo que sería una historia con mucha nostalgia. Y eso me asusta, porque es fácil caer en efectismos. Si todavía no me senté a bosquejarla, creo que es por eso.
¿Qué libros de los que hayas leído últimamente recomendarías?
Recomiendo:
El nombre del juego es muerte, de Dan Marlowe (traducción de Carlos Gardini).
Madre Noche, de Kurt Vonnegut (también traducida por Carlos Gardini).
Mac y su contratiempo, de Enrique Vila-Matas.
Cosas de chicos, de Jorgelina Etze.
La víctima, de David Goodis.
¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy terminando de corregir mi última novela, que transcurre en algún lugar del oeste y que en mitad de camino me di cuenta de que se trataba de un Western. Mientras la corrijo y pasa por manos de durísimos amigos literarios, voy diagramando la segunda parte.
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