lunes, 14 de octubre de 2019

Silvina Gruppo: “A la escritura hay que darle lugar para que ocurra”


PH Bruno Szister


La escritora Silvina Gruppo acaba de publicar el libro Oeste a través de la Editorial Conejos y le contó a Entre Vidas acerca del proceso de escritura de la novela. Además, la autora señaló que los lectores se van a encontrar con una historia pequeña, doméstica que, a partir de detalles, narra el patriarcado que las generaciones que anteceden toleraron sin darse cuenta.



¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
El gran ritual es entender que lleva tiempo, que hay que hacerle lugar entre los otros trabajos, entre las lecturas, el análisis, las cuentas, las amistades y la vida familiar. Si estoy con un proyecto en marcha, me agendo tiempos que sean tan respetados como, por ejemplo, las horas de clase. A la escritura hay que darle lugar para que ocurra.

¿Con qué frecuencia escribís?
Tengo dos momentos muy diferentes. Hay etapas en las que tomo apuntes, notas, esbozos de escenas, ambientes, detalles de personajes. Eso es desprolijo y me puede llevar meses, me asaltan ideas en cualquier lado, saco una libreta y escribo lo que voy a querer escribir en otro momento. Cuando ya estoy muy metida en ese mundo, empieza la escritura propiamente dicha y la reescritura.  Ahí necesito más disciplina. En esa etapa escribo todos los días, al menos una hora.

¿Cuál fue la imagen disparadora que dio inicio a la historia de tu novela Oeste?
Hace unos años, en una exposición tuve una charla con Marcela D´Alessandro, una artista amiga. Me contó algo personal y pasaban los días y yo no me lo podía sacar de la cabeza. Tengo que escribir sobre esto, pensé. De esa charla saqué el germen de una imagen que fui transformando y que aparece al final de la novela. Quería narrarla, pero cuando trataba de escribirla tenía que contar primero otra cosa y otra cosa más. Así me di cuenta de que tenía una novela entre manos. Esa imagen insistía, era lo que le daba dirección al texto. Cuando por fin la pude escribir, había llegado al final. También en ese momento surgió el título: Oeste, que funciona más como una metáfora temporal que como un dato espacial.

¿Cómo trabajaste la construcción del personaje principal?
Elsa es una mujer de ochentalargos. Es un personaje ficticio que está construido como un collage de todas las mujeres de mi vida, sobre todo de las mayores. Las frases y las anécdotas de mis mujeres resuenan en el relato de la vida de Elsa transformadas en otra cosa. Cuando terminé de escribir la novela me junté con Beatriz Rivera Otero, una médica gerontóloga prima de mi abuela, y tuvimos una entrevista muy larga en el patio de un geriátrico. Le conté oralmente toda la novela y ella me escuchó hablar como si le estuviera contando un caso clínico. Eso me ayudó a ajustar algunos detalles del personaje y de la historia.

¿Por qué decidiste alternar el narrador en cada capítulo?
Empecé a escribir la novela en una tercera persona focalizada. El narrador hablaba de Elsa, pero muy pegado a sus palabras y a su perspectiva. En un momento pensé cómo contar a su vez una memoria que, probablemente, Elsa tuviera difusa, cómo mostrar la opresión, cómo narrar a un personaje que habría sido más pronunciado por los mandatos de los demás que por ella en primera persona. Y ahí apareció esta voz en segunda que podría ser el pasado mismo, una especie de voz de la conciencia y una fuerza imperativa que, en lugar de hablar sobre Elsa, le habla a ella. El narrador en tercera cuenta más el presente; el narrador en segunda le insiste al personaje para que vuelva sobre un pasado, para que haga, para que deje de hacer.

¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con la Editorial Conejos?
Hace muchos años que leo literatura argentina contemporánea, sigo de cerca la producción de los autores y también me fui familiarizando con los perfiles de las editoriales. Siempre supe que quería que mi primera novela se publicara en una editorial independiente, porque no trabajan con la urgencia del mercado: cuidan los libros que publican y los acompañan en el tiempo. Hice una lista de editoriales y Conejos fue una de mis favoritas. La conocí primero como lectora. Algunos de sus libros me gustaron tanto que los propuse en las clases que doy, o escribí reseñas, o entrevisté a sus autores. Editorial Conejos me interesaba, además, porque no camina sola, une fuerzas con otros sellos independientes en un colectivo que se llama La Coop, tienen una librería en el barrio de Almagro y se ocupan de la distribución y también llevan los libros a distintas ferias nacionales e internacionales.  Les mandé el manuscrito y cuando me respondieron que mi novela les interesaba para su catálogo me dio mucho orgullo, estaba segura de que era una buena decisión publicar con ellos.

¿Qué repercusiones estás teniendo de los lectores?
Salió de imprenta hace muy poquito, así que esto de recibir devoluciones es una novedad que me llena de alegría y me demuestra que el texto ya no me pertenece, muta en cada lectura. Parece que mi personaje les recuerda cosas de sus madres o abuelas. Alguien me dijo que ahora recordaba a Elsa como una persona que hubiera conocido y no como un personaje. 

Para el que todavía no leyó el libro, ¿con qué se va a encontrar?
Se van a encontrar con una historia pequeña, doméstica que, a partir de detalles, narra el patriarcado que las generaciones que nos anteceden toleraron sin darse cuenta.

¿Qué libros de los que hayas leído últimamente recomendarías?
De los últimos libros que leí recomiendo fervientemente La ruta de los hospitales (Alfaguara), de Gloria Peirano, para lectores sensibles al trabajo con el lenguaje y el cruce de perspectivas. Dos sherpas (Entropía) de Sebastián Martínez Daniell me maravilló por el desajuste entre el tiempo de la historia y el tiempo del relato y, además, logra que algo absolutamente ajeno como el Himalaya, se nos vuelva algo propio. Bicho taladro (Paisanita Editora), de María Insúa, además de ser una de las primeras novelas argentinas escritas en lenguaje no binario, crea un mundo roto con una narrativa que también se arma desde las astillas. Póker (Editorial Conejos), de Sergio Dubcovsky, construye la explosión de un personaje contenido, moderado. Historia de Roque Rey (Eterna Cadencia), de Ricardo Romero, crea un personaje con su historia y prehistoria, es un mundo completo que se cierra sobre sí mismo. De este lado del charco (Editorial Conejos) y Una nena muy blanca (Emecé), de Mariana Komiseroff son novelas muy potentes que, sin panfletos, abordan la lucha de clases y los temas urgentes de la lucha feminista.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy en el momento caótico de tomar apuntes para lo que será, muy probablemente, una nueva novela.




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