sábado, 9 de mayo de 2020

Yanina Rosenberg: “La literatura es una gran maestra”




La escritora Yanina Rosenberg habló con Entre Vidas acerca de su libro La piel intrusa publicado por la editorial Páginas de espuma y contó lo que significó para ella ser premiada por un jurado de lujo  entre los que se encontraban Abelardo Castillo y Luisa Valenzuela.






¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
No estoy segura de que sea un ritual, pero me suelo sentar a escribir con una taza enorme de té. Y cuando digo enorme no exagero, es una taza-caldero de Harry Potter donde entra como medio litro de té, que voy tomando mientras escribo. Aunque odio el té frío, nada es más feliz que el momento en que veo mi taza fría y llena, eso significa que le gané a la procrastinación de cada día.

¿Con qué frecuencia escribís?
Me siento todas las mañanas frente a la computadora, pero mi cabeza escribe las 24hs. Me surgen frases o ideas en los lugares y momentos más inesperados: camino a la farmacia donde trabajo, mientras le hago mimos a mi hija para que se duerma por la noche, estando en el dentista con la boca abierta, mi cabeza me tira esos anzuelos y tengo que correr a anotarlos en el celular, en la mano, en la libreta que tengo en la mesita de luz, donde sea.

¿Cómo es el proceso que tenés antes de empezar a escribir una nueva historia?
Cada historia nace de una manera diferente y lleva consigo el manual de instrucciones de su propia escritura. Hay historias que me vienen a la mente de una forma tan clara que tengo que sentarme con urgencia a escribirlas, y esas son las mágicas que salen de un tirón (lástima que ocurren cada año bisiesto). Y hay también historias que son peores que un parto con inducción porque tengo la idea y a dónde quiero llegar, pero no tengo idea de cómo llegar a destino. Así, puedo estar meses dándole vueltas a un cuento, y de más está decir que al final siempre termina siendo totalmente distinto a lo que había pensado al principio.

¿Por qué decidiste que el nombre de tu nuevo libro sea La piel intrusa?
Fue difícil encontrar el nombre. La idea era hacer foco en lo que todos los cuentos tenían en común. Aunque, hasta entonces, para mí no era muy evidente el nexo entre mis cuentos. Las charlas con mi editor me ayudaron a ver esta conexión, que si bien la tenía frente a mis ojos, yo no la había tenido en cuenta a la hora de escribir, mi escritura suele ser más bien intuitiva. Y creo que lo que tienen en común mis cuentos es la sorpresa. No la sorpresa que la narración pueda generarle al lector, sino la que sufren los personajes. Ese momento de impacto donde hacen cosas que jamás hubieran considerado hacer. Esa sorpresa que los cachetea hasta el límite de preguntarse quiénes son en verdad. Es una sorpresa íntima, que viene desde algún lugar tan oculto pero tan propio a la vez, como nuestra piel, que es tan propia y, en ciertos momentos, cuando reaccionamos como jamás hubiéramos imaginado, nos resulta tan intrusa que no la reconocemos.

¿Cuál es el cuento que más te gusta y cuál es el favorito de los lectores?
Cuentos favoritos no tengo, a los hijos se los quiere a todos por igual, ¿no? En cuanto a los lectores, no sé, habría que preguntarles a ellos, aunque creo que tampoco hay un favorito unánime. Por lo menos, dentro de mi círculo cercano, familiares, amigos, no hay dos personas que se hayan puesto de acuerdo. Algunos son fans de Guapi y otros de Tavito, mientras que otros se mueren de miedo con Evelina o ven en Miss Berrinche una copia de sus hijos. Supongo que, al estar enmarcados en situaciones tan cotidianas, es lógico que distintas personas se identifiquen con distintos cuentos.

En los catorce cuentos que aparecen en el libro se mezcla lo cotidiano con lo fantástico o la ciencia ficción, ¿cuáles son tus referentes dentro del género?
Adoro a Etgar Keret, me confieso muy fan de sus cuentos, de cómo logra el pasaje de lo cotidiano a lo fantástico, saludando al absurdo con toda la naturalidad del mundo. Pero si tengo que ir hacia atrás, puedo hablar de Elsa Bornemann y los cuentos fantásticos y de terror de Socorro, que de muy chica leía una y otra vez con total fascinación. Y también se me ocurre mencionar a esos autores que me hicieron tener otra visión del mundo, como Cortázar y Bioy, por ejemplo, que me abrieron la cabeza hacia la poética de la desacralización. Me mostraron que la literatura, más allá del mensaje que transmita o quiera transmitir, tiene que mantener un costado lúdico. Que lo que se quiere contar, se cuenta mucho mejor si se logra meter al lector dentro del juego, ya sea desde la trama, desde el lenguaje o desde lo formal.

¿Qué pensaste cuándo te enteraste que el texto había sido premiado por la Fundación El libro, con un jurado de lujo entre los que se encontraban Abelardo Castillo y Luisa Valenzuela?
Los premios son siempre un mimo para el alma insegura del escritor. La palmadita en la espalda que dice, seguí por ahí, piba, que vas por buen camino. Pero como dije en la entrega de premios, el mejor premio para mí fue el haber sido leída por autores a la que admiro tanto. Jamás pero jamás hubiera imaginado que algún día Abelardo Castillo, Antonio Skármeta, Luisa Valenzuela, Pablo De Santis o Daniel Divinsky leerían mis cuentos. No puedo estar más agradecida.

¿Cómo se dio la posibilidad de publicar el libro con la editorial Páginas de espuma?
Admiraba (y admiro, por supuesto) muchísimo el trabajo de Páginas de Espuma. Todos los libros de la editorial que había leído hasta entonces me habían fascinado, y cuando surgió lo del premio enseguida me dije que sería un sueño que mi libro de cuentos fuera publicado por quienes yo consideraba (y considero) expertos en cuento. Así que le escribí a Juan Casamayor, gracias a la generosidad de Oche Califa, y casi dos años después de intercambio de mails y mails y mails y charlas, el sueño se hizo realidad.

¿De qué tema todavía no escribiste pero te gustaría hacerlo en un futuro?
Soy muy intuitiva en cuanto a la escritura y no me hago planteos sobre algún tema en particular a la hora de escribir. Sí reflexiono mucho en cuanto a las actitudes de los personajes, a sus personalidades, a sus posibles reacciones en diferentes escenarios, pero no es que digo voy a escribir un panegírico sobre el feminismo, y entonces invento una madre que quiere clonar a su hija porque siente la frustración de la maternidad. Por el contrario, la madre surge y le doy libertad de acción de mostrarse feminista y también la de optar por cualquier otro camino siempre que se mantenga fiel a sí misma y a lo que su personaje representa dentro de la historia.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Acabo de terminar un nuevo libro de cuentos, que me gusta mucho porque trabaja con la idea de cómo miramos y cómo somos mirados dentro de la sociedad, de cómo la mirada ajena nos moldea sin que nos demos cuenta. Y ya estoy de lleno metida en una nueva novela, que me está haciendo investigar como nunca. Ya de por sí, suelo investigar mucho para todo, hasta para el más mínimo detalle, pero esta novela me está haciendo sudar de tanto estudio. Siento que volví a la facultad, estoy aprendiendo muchísimo. La literatura es una gran maestra.



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