Seguramente la influencia de sus padres, actores muy destacados, impulso para que René Bertrand se dedicara a al actuación y principalmente un consejo paterno lo catapultó a estudiar en el Conservatorio de Arte Dramático para tomarse la profesión muy en serio. Su exitosa trayectoria incluye numerosas obras de teatro, como actor y como director, y además, en su haber posee tres premios Carlos e igual cantidad de premios Estrella Concert. También, son recordadas sus participaciones en programas de televisión como “Poné a Francella” o “La peluquería de Don Mateo”. Actualmente está haciendo temporada en la provincia de Córdoba con la obra en la que actúa, dirige y produce, llamada “Feliz caño nuevo”. El elenco de la comedia está compuesto por Roly Serrano, Víctor Pollino, Adriana Brodsky, Mariana de Melo, Fernanda Neil y Belén Giménez. De sus inicios, parte de su trayectoria y su actualidad, René habló con “Entre vidas”.
¿En qué momento de tu vida decidiste dedicarte a la actuación?
Yo estuve ligado indirectamente por mis abuelos, mis tíos, mis viejos (César Bertrand y María Rosa Fugazot) a éste medio, desde el primer segundo de vida. El otro día los escuchaba a los hijos de Alberto Olmedo leyendo el libro que hizo el hijo de Alberto, desde su visión de lo que era el papá, un libro maravilloso. Cuenta cosas que uno que estuvo cerca sabe que fueron exactamente así y eso engrandece al hombre, por sobre la figura. Era lo que faltaba para que el pueblo sepa que Alberto Olmedo, más allá de una estrella, fue un gran hombre y un gran padre. Es un homenaje muy merecido. Volviendo a lo de los inicios, cuando era chico a mí molestaba que la gente se acercara a pedirles fotos a mis padres, en ese momento uno quiere que los viejos sean de uno. Ellos estaban diez horas grabando o en el teatro y en el momento de comer pasaban esas cosas y yo pensaba, esto no lo voy a hacer nunca. Y después la vida te inclina para un sitio. Cuando me encontré a los 18 años en una confusa situación de no saber para dónde ir me di cuenta que yo entre la gente de mi grupo tenía un liderazgo natural, sin proponérmelo. Hacía un chiste y se reía, tenía una pizca de gracia, obviamente heredada porque uno copia lo que admira. Después de pasar muchas noches con mi papá, con Javier Portales, con Olmedo y todo ese clan maravilloso, vas adoptando cierto tipo de respuesta, de réplica, de forma o de rapidez mental que entre gente de tu edad, es como estar un paso adelante. Cuando me di cuenta de eso y que evidentemente era algo que le gustaba y no le tenía miedo, hablé con mi papá, que era la parte más dura de aceptar, mi mamá es más de apoyar incondicionalmente y la respuesta de él fue que si quería vivir de esto fuera al Conservatorio de Arte Dramático. Me dijo que Averiguara, estudiara ahí y cuando me recibiera iba a actuar pero a chorear no. De esto no se chorea, se vive.
Te puso los puntos para que lo hicieras seriamente.
Me explicó que todo lo que cuesta vale y que todo lo que te regalan uno lo guarda en un cajón y no le da el valor porque no se lo ganó uno. Fue muy piola el aprendizaje. Di un exámen de ingreso, pasé el filtro, estaba Agustín Alesso como uno de los jueces del ingreso y entré. Encima yo me llamo Caumont de apellido, con lo cual ni el Bertrand me podía ayudar en ese momento. No tenía nombre artístico como tengo ahora. Me puse a estudiar y repetí el primer año y fue todo un proceso bastante complicado porque uno no está armado físicamente para afrontar una escuela de teatro de buenas a primeras. Me recibí en el ’89.
¿Tu primera obra para adultos fue “El que me toca es un chancho”?
Si, fue la primera obra para adultos que hice. El director era Alberto Drago, un gran tipo que después me lo crucé varias veces en el conservatorio, yo seguí yendo con algún seminario luego de haberme recibido. Hice un seminario de mimo, un seminario de dirección e iluminación, cosas que suman a la hora de la actuación.
¿Qué recuerdos tenés del personaje de Juan que hacías en esa obra?
Era un elenco de gente no conocida, se hacía en el centro cultural, no en las salas importantes del San Martín y me acuerdo que yo era un animal porque realmente no estaba preparado para eso. Me tiré a la pileta porque Drago me dio una confianza tremenda y le agradezco mucho. Me dijo que quería que hiciera un personaje muy difícil. Tenía una carga muy dramática, muy importante y no sabía como entrar de esa manera, el personaje entraba faltando siete minutos. Esperaba casi toda la noche para entrar unos minutos al final. La obra transcurría en una terraza de casa humilde, de una familia en una navidad. Una familia que tenía un hijo que estaba encerrado por el tema del proceso pero nadie hablaba de eso. De ese tema no se hablaba y yo era el hermano que había hecho todo mal, que era montonero. Era una obra muy costumbrista, muy bien escrita y el personaje mío entraba en el final y todo se paralizaba. Terminaba en una escena entre el personaje que interpretaba y su abuela. La gente lloraba mucho pero no lloraba porque yo actuaba bien sino porque la que hacía de abuela era una actriz increíble, Leonor Sanz. También trabajaba Eleonora Massa, que es la hija de Alicia Aller. Aller se nos fue hace poco, una actriz muy talentosa y sin embargo se fue sin el reconocimiento que se merecía.
Volviendo a la obra, ¿qué se te cruzaba por la cabeza al tener que entrar en los últimos minutos?
Era terrorífico, pensaba que si hacía mal mi papel le iba a cagar el trabajo a los diez tipos que se estaban matando durante una hora y media. Me llegaba a equivocar y se podía desmoronar todo. Era un compromiso terrible. Con el correr de las funciones me fui afirmando.
Luego vinieron otras obras.
Si, hice la obra Jetattore, con Alfredito Iglesias, hicimos algunas cosas serias en un teatro alternativo, no algo comercial. Lo que te meten en la cabeza en el conservatorio, aparte del teatro, es a dejar el alma por una elección y a no tranzar. Es como que es sagrado el teatro para el que lo enseña y yo aprendí que es sagrado el teatro. Yo trabajé con Gerardo Sofovich que pese a lo que muchos crean tiene el mismo concepto, lo que pasa que es más político que yo y yo al ser más joven hay cosas que tal vez no negocio y él ya sí. Yo dirigí ocho comedias de Gerardo en los últimos tres años y le agradezco profundamente el hecho de haber confiado de mi capacidad para hacerlo. Una persona de su carácter no delega salvo que confíe plenamente. Entonces para mi fue un gran empujón.
Contame de tu inicio en el teatro comercial.
Lo primero que hice de manera comercial fue cuando me convocó Luciano Garbellano, por intermedio de Daniel Fernández que es un coreógrafo conocido en el medio, para darme la posibilidad de estar un verano en Carlos Paz. Yo pensando como hoy, no tenía que haber hecho eso y sin embargo, no me quedaba otra porque no tenía más nada y tenía la necesidad imperiosa de laburar para morfar. Me senté con Garbellano, no me pareció ni jodido ni peligroso como lo pintan y después descubrí un gran tipo. Me ofreció ser el cómico del espectáculo. Estaba Marcelo Polino haciendo sus rutinas hablando de lo mediático, estaba Marixa Balli, Silvia Suller, Mariana Aria y Ethel Rojo, que era lo que más me atrapaba del negocio. Era sumarle a mi cortita carrera hasta ahí, haber trabajado con un mito de la revista. Me encontré con un muy lindo grupo. Yo salí a matarme, tal vez bajo de experiencia pero tengo una virtud, sin querer sonar fanfarrón, manejo muy bien los tiempos. Fue una temporada muy piola y por consiguiente, gané el premio Carlos a la revelación de la temporada. Al año siguiente, Pinky Rubano, que ahora es productor de Valeria Lynch, me llamó para coprotagonizar una comedia, también en Carlos Paz con Raúl Taibo y Beatriz Salomón y encima me dio la dirección de la comedia.
¿Cuál fue tu reacción cuándo te dijo que seas el director de la comedia?
Le dije que estaba en pedo pero que lo hacía porque yo tenía muchas ganas. Yo ya había dirigido a Gogó Andreu, en una obra de Roberto Cossa que se llama “Historia de varieté”, en el Konex. Me había gustado, había salido bueno y me gustaba lo del liderazgo. El objetivo del director es conseguir el resultado que quiere. Es difícil porque todos creemos que somos lo más importante de la obra, cada uno se preocupa por su personaje pero el director tiene diez personajes por los que preocuparse. Dirigí esa obra y me nominaron como mejor director. El premio lo ganó Lía Jelín, por Aryentains, pero a mí el hecho de haber estado ternado me dio a pensar que se puede. Me dio confianza para ir por más. Ese año me tocó ganar el Carlos como mejor actor de reparto ya que también estaba ternado y atrás de eso hice “La mesa está servida” con Sergio Gonal, que me gusta siempre lo que hace, labura muy parecido a mi desde el concepto, es un tipo muy generoso y justo me llamó para ofrecerme esa obra. Tenía una oferta de Gerardo en ese momento pero el papel era muy chico así que preferí aceptar el ofrecimiento de Gonal. Gerardo respeta mucho el trabajo de la gente que para él vale la pena pero no le va a temblar el pulso si te tiene que decir andate, me parece maravilloso. Espero ser el cincuenta por ciento de parecido en su forma de manejarse. Yo aprendí mucho al lado de él. Me dio una oportunidad actoral muy importante en el 2000, cuando me ofreció trabajar en “La peluquería de Don Mateo” con Miguel Ángel Rodríguez y después la oportunidad que me da a nivel dirección fue cuando me ofrece dirigir a Florencia de la V en “El champán las pone mimosas” que es el primer caño caliente que me tira, en paralelo con “Pobres pero… casi honradas”. Luego, las demás oportunidades me las gané yo. A Gerardo lo valoro no por las oportunidades, le valoro el conocimiento del género. Los demás hacen lo que creen que es el género. También le valoro mucho el haber aprendido a entender éste medio desde los noventa para acá porque el medio perdió toda esa rigidez de trabajo que tenía antes.
¿Por qué pensás que se lo critica tanto?
Porque es un hombre políticamente jugado y es un hombre al que no le ha temblado el pulso a la hora de echar a grandes de la historia nacional. No a mi, a mi me echó cuatro veces y me llamó cuatro veces más. Gerardo es un tipo que hace escuela, si mirás para atrás, los más grandes trabajaron con Sofovich.
También, ¿en general existe mucha competencia en el medio no?
Si, pero siempre existió la competencia. No hay nada más difícil que la función de estreno para un actor porque está llena de actores y son muy pocos lo que vienen de corazón a festejar lo que hacés.
¿Cómo te manejas dentro del ambiente?
Cada uno sabe lo que es, cada uno sabe cuales son sus límites, cuales son sus limitaciones, que no es lo mismo. Hasta ahora siempre me fui a dormir tranquilo porque a la hora de laburar di el ciento por ciento, si no alcanza, no tengo más. Yo nunca me fuí antes del escenario porque me sonaba el celular, lo apago antes de hacer la función.
¿Qué podés decir de la experiencia televisiva en el programa “Poné a Francella”?
Fue una experiencia maravillosa. Yo venía de terminar con Gerardo, en una de nuestras tantas separaciones, estaba sin trabajo y me llamó Guillermo Francella, con el que había estado en Los Benvenuto antes. El siempre tuvo hacia mí un cariño muy especial y siempre lo sentí genuino porque Guillermo no era amigo de mi viejo ni de mi vieja y no había trabajado tanto con ellos. Un día lo llamé, estuvimos charlando, le conté que estaba sin trabajo y a me dijo que iba a trabajar con él. A la semana me llamaron y me dieron un bolo. Lo hicimos, salió piola y empecé a grabar algunas participaciones. Me ayudaba a poder sostenerme y vivía de eso y de hacer animaciones en boliches. Estaba Horacio Erman también, que es un amigo. Me juntaron Horacio y Guillermo y me dijeron que al año siguiente iba a estar fijo todo el año. Me sentí maravillosamente bien cuando me dijeron que iba a continuar. Yo siempre hice casting antes de empezar y también conceptualmente como sabía que mis viejos no iban a golpear por mí, sabía que tenía el mismo derecho que cualquier otra persona a tener una oportunidad. Mirá como es la vida, nunca quedé en un casting. Una vez me dio una gran mano Javier Portales, estaba haciendo “Son de diez”, buscaban un personaje que jugara al fútbol y él me metió ahí. Estuve seis meses en ese programa.
¿Cómo surgió la idea de armar la productora “Big Globo”?
Cuando vuelvo del verano de hacer la obra “Le referí cornud” en la costa, llego acá y me encuentro con que Gerardo estaba con la revista de Florencia y no tenía comedia. Se produce el parate natural por la falta de proyectos, me pongo a ver qué hacer. Respecto a la televisión, ella no me busca y yo no la busco a ella. Cuando me puse a hablar con amigos, me fijé que yo tengo una comedia que se llama “Mi tío es un travieso” que es una comedia que produje en Carlos Paz allá por el 2006 y nos había ido muy bien. Es una obra escrita por Guillermo Camblor, que es un gran tipo y una persona que conoce el humor que me gusta hacer a mí. Me gusta hacer un humor estructurado, no me gusta el humor de Todo por dos pesos, me divierten algunas cosas porque son humoristas muy talentosos pero yo prefiero la estructura del pie y el remate. Elijo eso porque es lo que me hace reír. Volviendo a lo de la productora, me junté con un amigo, Ariel Ibáñez, que había sido mi asistente de dirección en “El champán las pone mimosas”. Armamos Big Globo con él porque ama éste negocio como yo y porque creemos que se puede hacer un teatro comercial independiente. Se puede tener la estructura para contar una linda historia con un buen vestuario, con una buena escenografía, con un buen caudal de iluminación y con la entrada a un costo para que la gente pueda ir y que salir a la noche no les cueste quinientos pesos.
¿De qué manera seleccionaste el elenco para la obra “Feliz caño nuevo”?
Yo sabía que después de haber trabajado y dirigido a muchas personas, algunas habían entendido como yo era y como pensaba. Si bien tuve que negociar con cada una de ellas, no quería quilombo. La idea fue armar un elenco con gente que le gustara ésto, más allá de una tapa de una revista de las de ocasión. Sé que trae el costo que vamos a pagar con algunas entradas no vendidas, justamente por no tener una persona mediática pero también sé que la gente a la hora de pasar por la marquesina iba a notar algo diferente. En una época que la gente tiene la plata justa, me la juego a que la gente decida ver un buen espectáculo, antes que ver a una persona mediática. Por ahí pasa la elección. El que venga a ver “Feliz caño nuevo” sabe, antes de entrar, que va a ver una obra contada por actores. No digo que las de los otros teatros no lo sean pero ni Florencia de la V es Roly Serrano, ni Roly es Flor, son dos cosas diferentes. Estamos hablando de una estrella como es Flor de la V y estamos hablando de un excelente y grandísimo actor como lo es Roly. Hay público para Florencia y público para Roly, te juro que no es el mismo público. Posiblemente Florencia sea la gran ganadora del verano pero también hay un público que no ve a Florencia, posiblemente sea el más chico pero si son diez mil personas que nos vean a nosotros, lo voy a celebrar. Yo tengo que contar una historia, jugada por actores y que la gente que se divierta. El tipo que no quiera ver a Florencia y quiera ver una comedia, que vea Feliz caño nuevo.
¿Qué expectativas tenés con la obra?
Las expectativas son las mejores, sino no lo haría. Gerardo me enseñó una frase que es “Esto no es un salto al vacío”. Todo tiene que estar sostenido por algo, por convicción, por talento, por entrega. Creo que nos tiene que ir bien porque estamos haciendo las cosas bien, porque vamos a ser serios y vamos a ser serios para hacer reír.
¿Por qué la gente que vaya a Córdoba los va a tener que elegir?
Nos van a tener que elegir los pocos o muchos que vean el teatro como lo vemos nosotros. Desde la puerta se dan cuenta. El que está a la bartola no nos va a elegir, va a ver lo que se ve en la tele. El que tiene ganas de ver teatro, no es que los otros no hagan buen teatro, aclaro, nos va a elegir por la sumatoria de gente importante que hay en el elenco. Creo que vamos a generar una duda. Un elenco con mucha gente del palo junta y de géneros distintos pero si los ponemos todos juntos, suena lindo. Para finalizar, creo que tendrían que elegirnos porque de ésto comen siete familias, como las de la gente que van a venir. No estamos por encima de la gente, estamos a la par. El escenario, lo único que marca, es la diferencia de profesión en nosotros. Es decir, nosotros somos gente que llega a fin de mes, tal vez, igual que la señora que viene a pagar la entrada y somos iguales que cuando nosotros vamos y le pagamos la consulta a un doctor. O sea, tienen que venir a vernos porque es un ida y vuelta. Porque lo mismo que yo voy a buscar de la gente cuando voy a su trabajo, la gente viene a buscar de mi cuando viene a verme.
martes, 22 de diciembre de 2009
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me gustó esta entrevida, Mauro. Siento Más simpatía por René que por el hermano, A René lo veo muy ubicado y humilde, sabe que lo importante es que nadie te regala nada y que hay que poner el hombro cuando uno quiere lograr algo.
ResponderEliminarsaludazos!
Hola Gus, un gusto que hayas vuelto a comentar en el blog. La entrevista con René fue muy interesante, duró mucho tiempo y la verdad que es una persona muy macanuda y con una rica historia. Se sintió cómodo en la entrevista y fue fundamental para lo que quedó de la nota.
ResponderEliminarSaludos querido!