El escritor Mauricio Koch publicó el libro Cuadernos de crianza en el que relata los primeros años de su hija Gretel. Pasó de ser una libreta de apuntes, a un blog hasta llegar a materializarse en una publicación muy interesante para los padres primerizos. Además, el autor habló con Entre vidas de su flamante novela breve Los silencios cuya publicación está a cargo de la editorial Conejos.
¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Mate con limón. Siempre. Y silencio; suelo ponerme tapones de algodón en los oídos. Pero desde que está Gretel, mi hija, me acostumbré a escribir con interrupciones cada cinco minutos. Y ya no podría escribir sin ellas, se me hicieron indispensables. Si pasa un rato largo sin aparecer por mi estudio, me levanto y voy a ver en qué anda, juego un ratito con ella y sigo.
¿Con qué frecuencia escribís?
Si estoy muy metido en el texto, y veo que fluye, escribo todos los días, aunque sea unos minutos. Casi siempre de noche, cuando todos duermen. Si estoy cansado corrijo, reviso capítulos, situaciones, pulo frases. Y a los primeros borradores los escribo los fines de semana, cuando estoy más lúcido y sin cargas laborales encima. Y llevo siempre mi libreta a todos lados: la uso más que nada como ayuda memoria; ahí anoto palabras sueltas, nombres o pequeñas escenas que veo o imagino cuando voy por la calle y que me sirven al momento de sentarme a escribir.
¿Cómo surgió la idea de pasar del blog al libro Cuadernos de crianza?
Cuadernos de crianza nació literalmente en esos cuadernos o libretas que mencioné antes. Eran apuntes muy breves que, durante los primeros meses de Gretel, escribía en los viajes en tren o subte camino al trabajo. Como todo era novedad para mí, y todo me deslumbraba, no paraba de escribir. Y empecé a compartirlo en Facebook, que por su formato era ideal. Fueron los lectores los que me sugirieron que armara un blog. Con el blog ya en camino, me comprometí a escribir hasta que Gretel cumpliera un año. La idea era luego armar una edición pequeña, de autor, para compartir con los amigos. Lo que pasó fue muy sencillo: cuando llegamos al año revisé los textos, los ordené y envié el proyecto a editorial Planeta, que, para mi sorpresa, me respondieron enseguida para decirme que estaban interesados.
¿Por qué decidiste escribir un libro acerca de los primeros años de tu hija Gretel?
Fueron varias. La más importante tiene que ver con que los chicos olvidan todo, o casi todo, de esos primeros años, y yo quería que quedara un testimonio ‒en clave literaria y hasta humorística‒ de cómo fueron esos primeros momentos en el mundo de Gretel, y también cómo fuimos nosotros, Karina y yo, como padres. Una idea un tanto romántica pensando en el futuro: cuando ella ya no recuerde y nosotros empecemos a olvidar, quizás sea lindo tener este libro a mano para hojearlo juntos. Otra razón es que cuando nació Gretel yo estaba trabajando en Los silencios, una novela que saldrá en breve, y me di cuenta que por un tiempo largo no iba a poder escribir ficción (porque no podía pensar en nada que no fuera en ella), así que me enfoqué de lleno en el diario y el blog. Y creo que fue una buena decisión.
¿Cuál fue el momento que más te impactó de las situaciones que escribiste en el libro?
Uh, tantos. Yo intenté desde el primer día atrapar algo de la fugacidad y del vértigo que es convivir con un bebé y verlo crecer. Es maravilloso. Siempre hay algo con qué deslumbrarse, todos los días tienen una sorpresa, y ojalá algo de esa frescura se me haya contagiado. Pero si tengo que elegir uno, es sin dudas el día que llegamos a casa con ella y la acostamos en su catre por primera vez: nos miramos con Kari y supimos, sin necesidad de decirnos nada, que nuestra vida había cambiado para siempre.
En varios textos está presente tu mamá, que no llegó a conocer a Gretel, ¿cómo hubiese reaccionado al ser abuela?
Por coquetería, mamá siempre decía que no quería ser abuela. Lamento tanto que su deseo se haya cumplido. Porque sin dudas hubiera disfrutado mucho de Gretel. Y nosotros habríamos disfrutado también de verla abuela, y de llamarla así. Por eso está tan presente en el diario, porque forma parte de la historia de Gretel, de su identidad, y es una presencia constante en nuestras charlas, parte de esa memoria que quiero que quede resguardo en Gretel, como mamá se lo merece. Ojalá así sea.
¿Qué sentiste al tener en brazos a Gretel por primera vez?
Pánico. Antes de Gretel, no me animaba a tener bebés recién nacidos en brazos; estaba seguro de que les iba a romper un hueso. Con ella no tenía opción, así que luego de cargarla una hora en la maternidad, quedé con la espalda contracturada como si hubiera jugado un partido de rugby.
¿Qué repercusiones tuviste de los lectores?
Hermosas, todas. Tanto en el blog como en las redes la devolución era inmediata, y siempre positiva. Y si bien la intención de la editorial era ver qué pasaba con los hombres respecto a este tema, si se animaban a soltarse y a hablar de la paternidad, las que más me siguieron y comentaron fueron las mujeres. Ellas estaban muy atentas a mis torpezas, descuidos, olvidos, y me daban siempre un consejo útil. Eso sigue hasta hoy, porque no perdí el hábito de compartir momentos y anécdotas sobre la crianza de Gretel, y siempre el intercambio en muy amoroso y divertido. En estos días, sin ir más lejos, me pasó de tener que llevar a Gretel al baño en un lugar público y no saber cuál es el más indicado, si el de hombres o el de mujeres, porque de hecho los espacios no están preparados para padres que están solos con sus hijas, y las lectoras me dieron consejos muy sabios.
¿Qué podés adelantar de tu libro Los silencios?
Los silencios es una novela breve que narra dos historias que se cruzan. Una transcurre a mediados de los noventa, con el desmantelamiento de los ramales del ferrocarril y el derrumbe de los pueblos del interior como escenario, y otra en el presente, cuando el protagonista recibe un llamado de su padre para avisarle que su madre murió. Él viaja entonces al pueblo donde se había criado y que dejó muchos años atrás y, en medio del dolor por la pérdida, se reencuentra con un viejo amor. Y con su casa, sus amigos, las internas de la vida en un pueblo chico. Y, sobre todo, con su padre, con quien nunca había tenido una buena relación y ahora está obligado a convivir.
¿Cómo te llegó la propuesta de publicarlo con la editorial Conejos?
Participé del concurso Bernardo Kordon, que organizan las editoriales Conejos y Paisanita, recibí una primera mención y ellos decidieron publicarla. Va a salir en los primeros meses de 2017, es el primer libro del año de Conejos. Una gran alegría.
¿Qué libros de los que hayas leído últimamente recomendarías?
Dos libros de ensayos excelentes que recomiendo mucho: Facundo o Martín Fierro, de Carlos Gamerro, y Metáfora y memoria, de Cynthia Ozick. Son libros sobre sus lecturas y es apasionante ver cómo leen y cruzan las ficciones con otro tipo de textos, periodísticos, históricos, biográficos. El de Gamerro es ideal para pensar nuestro país desde la literatura que ha producido, desde Sarmiento hasta Kohan. El de Ozick para releer a Kafka, a Capote, a Tolstoi bajo una nueva luz. Y un libro de cuentos: Los árboles caídos también son el bosque, de Alejandra Kamiya. Una belleza.
¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy con las correcciones finales de Los silencios y empezando a vislumbrar lo que será mi posible futuro libro de cuentos. La idea es que con El lugar de las despedidas y Los silencios conformen una trilogía. Falta mucho, pero hacia ahí quiero ir. Y hacia ahí voy.
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