La escritora María Laura Prelooker publicó el libro doble de poesía llamado Las viudas de la shegua / She was a través de la editorial Textos Intrusos y le contó a Entre Vidas acerca del proceso de selección de los poemas que aparecen en el libro. Además, adelantó que está escribiendo una novela sobre Lilith, un personaje de la mitología judía y dos cuentos infantiles.
¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Cuando me lo propongo, esto es cuando me levanto a la mañana y digo “hoy voy a escribir”, me aparecen toda una serie de complicaciones torturadoras. Preparo mi escritorio, hago mate, pienso en qué música me gustaría escuchar mientras escribo. Generalmente todo eso falla o sufre demoras y complicaciones. Me distraigo: miro internet, me olvido lo que iba a escribir. Se vuelca el mate en el teclado, me interrumpen. Así hasta que es tarde y se perdió el día. Entonces surge, como un trueno, la idea y sale todo bien, como por un tubo.
Distinto es cuando escribo espontáneamente en mi teléfono, o en espacios que le robo al trabajo, o de viaje. Ahí todo fluye mejor.
¿Con qué frecuencia escribís?
Escribir es sólo la parte final de un proceso terrible y permanente. Yo tengo una especie de voz en off todo el tiempo. Tengo varias líneas de monólogos interiores. Pienso en la política y en mis hijos, por ejemplo. Pienso en la música y sostengo diálogos con el amor o con la ciudadanía, todo el tiempo y al mismo tiempo. Después, hay momentos en los que puedo teclear eso que me pasa por dentro de una manera febril y permanente. Estoy muy agradecida a todo lo que critica la gente: vivo mirando mi teléfono y mi notebook todo el tiempo, escribo en el baño, caminando por la calle. Si hubiera nacido en una época menos tecnológica imagino que escribiría igualmente, pero con una libretita, y todo el mundo pensaría que estoy loca.
¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
La literatura forma parte de mi vida. Es algo anterior al amor. Soy hija de un escritor-editor y una profesora de castellano. La poesía es algo habitual en el paisaje de mis anécdotas, como la comida o los juegos de la niñez. También la prosa eh. De hecho empecé escribiendo cuentos y la primer obra a la que pude dar forma, ninguna tierra es firme, fue la novela corta que ganó el segundo premio Cortázar, allá por el 2003. Luego vinieron estos textos intermedios, como los que se reúnen en Buk33 y en Las viudas, que se entrecruzan entre microrrelatos y poemas.
¿Por qué decidiste que tu libro doble se llamara Las viudas de la shegua / She was?
Fue una decisión compartida con Hernán Casabella, mi editor. Había pensado en llamarlo LAS VIUDAS DE LA SHEGUA, que es un título con una clara connotación política, e histórica. De hecho, es como me llaman a mí y a un par de compañeras, en el trabajo, porque dicen que nos la pasamos llorando por la expresidenta. Pero en una corrección más fina descubrí que había muchos más textos que tenían que ver con lo femenino, no tanto con lo político. Es una característica que tengo: me doy cuenta de las cosas después que suceden, no antes. Releía y me decía a mí misma que el título no coincidía con el espíritu general de los textos, que eran profundamente femeninos, pero no todos estaban atravesados por la impronta política. Jugando con las palabras, fue a Hernán a quien se le ocurrió pasar de la Yegua a las She Was, lo que ella fue, que abarca mucho más, en lo significativo, que lo que se evoca desde la palabra Yegua, que es tan potente y clara en lo que pretende enunciar…me lo propuso y me encantó.
¿Cómo fue el proceso de selección de los poemas que aparecen en el libro?
Es intenso, y divertido. En general llevo un diario. Todos los años, el primero de enero, abro un documento que es mi diario anual. Ahí voy poniendo todo lo que se me ocurre escribir. Hay una mezcla de cosas personales, bocetos, discursos escolares, borradores de posteos políticos y poemas o textos más literarios. De a poco, a lo largo del año, voy copiando y pegando los literarios en un documento aparte. Así, como cosechando, se arma el documento de mi compu en donde reside la literatura. Después es cuestión de buscar los mejores, o los que me parece que están hilvanados de alguna manera.
¿Cuál es tu poema preferido del libro y cuál es la que eligen los lectores?
Varias personas me escribieron ponderando BEYA, que es el monólogo de una chica que es víctima de trata, que le enseña a otra que recién acaba de llegar cómo tiene que sobrevivir. Me gusta, pero es muy duro. Lo escribí, lo corregí y casi como que no lo vuelvo a leer porque me hace mal. A mí me gustan muchos poemas de SHE WAS porque retratan procesos muy íntimos, espacios de meditación, sensaciones que tuve en relación a mi trabajo con algunos mitos griegos. Son espirituales o filosóficos, aunque siempre ronden la temática de la mujer ( en ese caso el de las mujeres enamoradas). Y el que sale al público siempre, por militancia y convicción, es el que le dedico a Milagro Sala: será también publicado en una antología en Madrid, el año que viene.
¿De qué temas se nutre tu escritura?
Eso tiene sus épocas. Ninguna tierra es firme es una metáfora de algo que pasó, de manera muy diluida, en mi vida personal. Es una novela de corte policial, hay un narco, una mujer a la que le matan la hija, unas amigas. Esas cosas estuvieron en mi vida, en una época. Y sirvieron de abono. También el lugar, Itaparica, en donde estuve viviendo en un barco: es una mejor manera de guardar para siempre en mi memoria esos momentos increíbles, excepcionales.
El Buk fue un diálogo con la poesía de Bukowski. Estuve un año leyéndolo, casi con exclusividad. Muchas poesías mías tienen el mismo nombre que poemas suyos, pero vistos desde mi punto de vista. Ahora que lo digo, me da un poco de vergüenza, suena mersa y pretencioso. Pero estuvo bueno el momento y fue lo que me pasó.
Diario C fue un diario en tiempo real, escrito en un grupo cerrado de Facebook, durante la época previa a operarme de un tumor en el intestino. Posteaba todos los días para un grupo cerrado de amigos. El grupo fue creciendo y se fue convirtiendo en una experiencia de lectura y escritura colectivas. Fue una experiencia sanadora, y en tanto hecho literario, fue alucinante, lleno de vértigo y con devolución inmediata. En Diario C experimenté lo que le debe haber pasado a muchos bloggeros, palpar en tiempo real el efecto que provocan tus palabras, apenas son puestas a rodar. Con el ingrediente de que, además, hablaban de mi salud y de mi angustia, por lo que el diálogo estuvo cargado de emotividad.
En definitiva, todos los libros que escribí tienen una marca autobiográfica, resignificada, vuelta otra cosa.
¿Qué libros de poesía o autores recomendarías?
La semana pasada vi una obra de teatro que mezcla voces de Idea Vilariño, Alfonsina Storni y Alejandra Pizarnik. Las recomiendo con intensidad, a las tres. Es una zona plagada de buenos autores. De escritoras actuales, me encantó el último libro de Claudia Massin y el de mi maestra Susana Szwarc, la muertita o la novela que, que es absolutamente transgresor en las formas y bello en contenido. Emily Dickinson. Y haikus, siempre: ordenan y clarifican el alma y el pensamiento. Cada día me gustan y me importan más. En narrativa, estoy impactada con Samantha Schweblin. Y después recomiendo a los amigos queridos, cuyos libros son como hermanos o hijos a los que vi nacer y crecer con orgullo y amor: la poética de Hernán Casabella está cada vez mejor. Y Merluza Juarez no para de escribir y publicar una literatura que me deja sin aire. Hay tanto en la escena local que no tengo tiempo de leer extranjeros…
¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
No sé bien qué es el ambiente literario. No participo de vernisages. Tampoco de lecturas ni ciclos. A veces me siento culpable: pero después se me pasa. Me gusta escribir, me provoca una emoción casi infantil cuando alguien me lee o me hace algún comentario. Y me gusta leer, por supuesto, con el mismo candor e intensidad. Ahora me parece que hay un grupo de intelectuales que está preocupado por la libertad de expresión en América Latina. Creo que me voy a tratar de unir a ese tipo de actividades: no a alimentos de egos propios y ajenos. Creo que los escritores debemos leer y escribir. Y ser buena leche entre nosotros, si es que existe ese nosotros. Ayudarnos a escribir, a publicar, a ser leídos, a que el pueblo lea. Y estar atenta a cualquier amenaza en contra de la libertad de expresión, que parece avanzar peligrosamente, como una peste de época.
¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con la editorial Textos Intrusos?
Ui, es una historia muy linda y muy querida por mí. Yo gané ese segundo premio municipal en el 2004. El primer premio (Kataka, un librazo de Juan Bautista Duzeide) publicaba en Alfaguara. Yo quedé afuera. Así que gané el premio, a los seis meses me dieron un pequeño cheque y con eso pagué deudas y chau, no alcanzaba para costearme una publicación. Un poco por eso, y otro poco por convicción, mi novela durmió en mi compu durante varios años. No quería ir a una editorial y pagar para que me publicaran, me parecía algo relativamente absurdo y egocéntrico. Pensaba: si no le intereso a un editor… ¿para qué hacer un libro?
Mucho tiempo después, encontré la página de Facebook de textos intrusos. En esa época Hernán hacía unos juegos de palabras. Y yo me enganché. A mí internet me sirvió siempre para eso, para leer, para escribir, para conocer a otros/as que escriben y charlar sobre literatura. Un tiempo después de participar en su página me atreví a mandarle mi archivo con la novela y me ofreció publicarlo. Casi me desmayo: estaba tan acostumbrada al ninguneo y a la indiferencia. Creo que tuve algunas vacilaciones y entonces Hernán decidió no publicarme ese año: ahí casi me desmayo de nuevo, pero esta vez de pena. Finalmente me publicó en el 2013 y anduvo muy bien. Desde entonces, saco un libro por año, en textos intrusos. Siento que tenemos una verdadera relación escritor-editor, trabajamos en equipo. Y eso da para mucho, para explayarse en extenso y también para seguir teniendo planes.
¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Tengo un proyecto y dos sueños.
El proyecto: estoy escribiendo una novela sobre Lilith, un personaje de la mitología judía, la mujer anterior a Eva, la que se fue sola del Paraíso. Estuve investigando bastante y ahora estoy escribiendo una ficción en base a lo que leí y averigüé de ese personaje censurado de la Biblia, ícono del feminismo en varias partes del mundo, y símbolo del satanismo en otros. Trato de ver qué pasó, y qué me pasa con esa mujer que se manda a mudar sola, antes que empiece la Historia. Estoy muy movilizada con eso.
El sueño: también tengo en compás de espera dos cuentos infantiles. Uno está terminado, y otro a medias. No sé si voy a hacer un libro con varios cuentos o intentar sacarlos de a uno. Es un mundo nuevo para mí, y debe incluir ilustrador y una movida que todavía me resulta extraña. Pero Eric Blood, mi pequeño vampiro, tiene ganas de salir a la luz lo antes posible.
También volví a acercarme a la música. En la prehistoria de mi vida fui guitarrista y estoy retomando la costumbre de tocar. Si pudiera componer canciones sería muy feliz. Y si pudiera sacar un disco libro, mucho más.
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