El escritor Diego Meret presenta su novela El niño bobo, publicada por Peces de Ciudad Ediciones, el día sábado 25 de agosto a las 20 horas en el Tano Cabrón, en Jean Jaures 715, CABA. El autor habló con Entre Vidas de la flamante publicación y de sus próximos proyectos entre los que se encuentran dos libros de relatos y la novela Los montes.
¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Tienen que ver con los objetos, con el tiempo y con algunos lugares. Libretas de hojas lisas y más bien gruesas, microfibras de tinta negra. Escribo a mano y me gusta pensar en una libreta para cada relato y salir a buscarlas. No mezclo ideas. Una libreta por relato. También me gusta perder el tiempo, provocarme espacios de ocio, así que, si por ejemplo consigo dos horas para escribir, a lo mejor estoy una hora sin hacer nada. Porque el ocio me permite, supongo, un mayor nivel de concentración. En cuanto a los lugares, suelo vincular relatos con bares. Si empecé un relato en un bar en particular, hago lo posible por continuarlo en el mismo bar. Ese tipo de caprichos.
¿Con qué frecuencia escribís?
Depende del momento del año. Puedo pasar de escribir todos los días a casi no escribir. Pero igual tengo textos en la cabeza desde que me despierto hasta que me acuesto. Pienso mucho en escribir. Acumulo.
¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
No estoy seguro. Pero siempre digo que fue mi abuela, que era artista plástica y poeta. Cuando murió mi abuelo, fuimos a vivir con ella y me gustaba verla escribir. Ella escribía nada más que para escribir poesía. Tenía un vínculo doméstico con la poesía. Yo creo que no pensaba en literatura. Pensaba en su casa, en su vida y en escribir poesía. De ahí me quedó la idea de que escribir es escribir poesía.
¿Cuál fue la imagen disparadora que da inicio a la historia de tu novela El niño bobo?
Un niño sucio sentado sobre la pared de un baldío.
¿Por qué decidiste ponerle ese nombre?
Lo bobo yo lo relaciono con la falta de competencia social, con una suerte de desconexión, con las dificultades del personaje para adaptarse a todo lo exterior. Y como además es una novelita sobre la infancia, pensé en ese título. La infancia como el momento en que se da el desprendimiento de los objetos, de la separación entre las personas de las cosas... y cuando lo social bombardea por todos los costados.
¿Cómo fue el proceso de escritura de la novela?
La escribí hace como diez años, casi en simultáneo con En la pausa (Mansalva, 2009). Después la fui retocando y le recorté un poco los bordes. Se la pasé a la poeta Belén Iannuzzi, que me hizo el favor de leer el manuscrito y la seguí corrigiendo. La abandoné y después de un tiempo se la volví a pasar a Belén, y la volvió a leer – lo que ya es una prueba de amistad–. Con el tiempo las versiones del texto se me fueron solapando y perdiendo y corregí versiones que ya había corregido y así. De cualquier manera, no pienso que haya cambiado demasiado esta versión de la primera.
¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Peces de Ciudad Ediciones?
El año pasado abrí una cuenta de Facebook y me contactó por ahí Facundo Mallonaro, que había leído En la pausa (Mansalva, 2009). Hablamos un poco de libros y me preguntó si eventualmente estaría interesado en publicar con Peces de Ciudad. Seguimos charlando cada tanto y una tarde le mandé el archivo de El niño bobo. Lo leyó, después lo leyó Angie Pagnotta y finalmente me escribió Sole Blanco para decirme que querían publicar la novelita.
¿De qué temas se nutre tu escritura?
Más allá de la lectura, se nutre del acto de escribir. De las ganas de escribir, de entrar en esa deriva. El otro día estaba leyendo un libro de Benjamin que me regaló una amiga, Infancia en Berlín... Al principio Benjamin dice algo así como que no es fácil perderse en una Ciudad, que es una actividad que requiere cierta destreza y que, cuando se logra, algo sucede, pero que eso que sucede –y que es lo único que importa– no se puede describir. Imagino que mi escritura se nutre de esa deriva, en abrir un canal y perderme en el texto y en una de esas algo sucede. Puesto así parece muy romántico, pero creo que se nutre más de esa búsqueda o necesidad, que de temas o de ganas de decir, porque además yo no sé nada de ningún tema.
¿Qué libros o autores recomendarías?
Franco Rivero, Francisco Garamona, Belén Iannuzzi, Fernando Callero, Fernanda Laguna, Inés Acevedo, Mariano Pages, Cecilia Pavón, Bernabé de Viscensi, Marina Mariasch, Sergio Bizzio, Daniel Guebel, Edgado Cozarinsky. Ahora estoy leyendo Cuadernos de infancia de Norah Lange, libro que leyó todo el mundo menos yo... una maravilla absoluta. También recomiendo a Sancia Kawamichi, Marcelo Rubio, Matías Bragagnolo, Romina Magallanes, Griselda Perrotta, Gonzalo León, Reinaldo Ladaga, Roberto Videla, Virginia Ducler. No sé... ¡Hay tanto para leer!
¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Ninguno. Creo que ninguno. Me gusta escribir.
¿Qué podés adelantar de la presentación?
Va a ser en Tano Cabrón, en Jean Jaures 715, CABA, por la zona del Abasto, el sábado 25 de agosto a las 20 horas. Va a haber algunas lecturas, entre las cuales una de Belén Iannuzzi. Pero más que nada aprovecharemos el tiempo para brindar y pasarla bien.
¿Tenés algún otro proyecto?
Varios. Estoy con dos libros de relatos en simultáneo, por lo que ando por todos lados con nueve libretas encima. Y corrigiendo una novela que se llama Los montes, para Mansalva, que resultó en un modo de escribir súper desbordante. Prácticamente la escribí gracias a algunos encuentros y charlas que tuve con Francisco Garamona, en tres o cuatro momentos, todos ellos atravesados de esas charlas.
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