PH Pablo Scavino
La escritora Victoria Cáceres habló con Entre Vidas acerca de su libro Doméstico banal publicado por Azul Francia Editorial y adelantó que el que lea la novela se va a encontrar con una historia muy intensa, que no da respiro. Además, la autora contó que está escribiendo sobre la vida de su abuelo materno, Juan Carlos Mauri, que era carnicero y escritor.
¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Necesito estar sola muchas horas para entrar en la atmósfera de la novela que estoy escribiendo. En esas horas, por lo general del fin de semana, hago actividades mecánicas, como lavar la ropa, ver series, escuchar música; para conectar con el nivel de imaginación que requiere escribir.
¿Con qué frecuencia escribís?
Escribo todo el tiempo. Durante la semana no escribo literalmente, pero un sector de mi cabeza está constantemente trabajando en eso, como una pestaña de internet que está siempre abierta. En el fin de semana es cuando lo vuelco al papel. Fuera de los años en que cursé Letras en UBA, no recuerdo un momento de mi vida en que no escribiera.
¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
Los libros. La casa de mis padres estaba llena de libros y yo leía uno tras otro. Mis padres son lectores y mi abuelo era escritor, aunque murió cuando yo era muy chica, pero sin duda contribuyó con esta predisposición.
¿Cuál fue la imagen disparadora que da inicio a la historia de tu novela Doméstico banal?
En el verano del 2001, cuando fue la crisis argentina, tomaba clases de tai chi en la zona de Primera Junta. La ciudad era un caos, calles cortadas, gente protestando con cacerolas, neumáticos en llamas; y en especial, ese triángulo donde está la estación de subte es un lugar normalmente plagado de gente, olores, negocios, libros usados. Todo eso quedó grabado en mis sentidos simultáneamente, y dio comienzo a mi novela.
¿Con qué se va a encontrar el que todavía no leyó el libro?
Con una novela muy intensa, que no da respiro, sobre tres canales simultáneos que son: la ciudad de Buenos Aires (y sus habitantes, los porteños); un viaje a la psique de las mujeres que están atascadas entre el amor y el odio; y un análisis clínico de la soledad.
¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Azul Francia Editorial?
Seguí la actividad de su editora Francisca Mauas desde que comenzó con su emprendimiento, y me entusiasmó ver el cuidado, acompañamiento y profesionalismo que pone en cada libro, cada autor y cada presentación, no solo al momento de editarse, sino en su continuidad, algo que es muy difícil de encontrar en editores independientes aquí.
¿De qué temas se nutre tu escritura?
Lo que escribo habla de las experiencias que vivo y las emociones que siento, pero aplicadas a historias ficcionales, o sea que a medida que avanza mi vida, los temas cambian. Puedo decir, promediando mi noveno libro, que me seducen las ciudades, las relaciones humanas, y su interacción horizontal con el presente vivido, y vertical, con la historia que han atravesado.
¿De qué tema que todavía no hayas escrito te gustaría hacerlo próximamente?
Tengo un proyecto de ensayo sobre dónde se sitúa el mejor “ecosistema” para escribir, desde el punto de vista de la creatividad y la originalidad. Tiene que ver con investigar sobre dónde, en el mundo geográfico y biológico, se produce la mayor diversidad de especies animales y vegetales, y trasladar esos conceptos al mundo sociocultural, no solo dentro de una misma ciudad y-o nacionalidad, sino en relación a otras culturas, países, lenguas. Me parece importante como escritora no quedarse solo con lo local, en cuanto a lo que se lee y escribe, sino interactuar con escritores de otras nacionalidades y culturas, que en mi caso ha sido enormemente enriquecedor.
¿Qué libros o autores recomendarías?
Pregunta difícil si las hay, ya que en mi genealogía de amores literarios hay de todo, desde Mark Twain y Emilio Salgari hasta Coetzee. Pero siendo escritora mujer en Argentina, recomendaría la obra de Virginia Woolf, no solo sus novelas, sino su ensayo “Un cuarto propio”. Ella me enseñó que una mujer necesita sus propios ingresos y un lugar físico donde escribir y encerrarse para adquirir la disciplina y continuidad que exige la literatura.
Por lo demás, en el plano internacional, recomendaría a Coetzee, todas sus novelas son magníficas; Amelie Nothomb, especialmente “Estupor y Temblores” y “Biografía del hambre”, Don Delillo, JG Ballard, Enrique Vila-Matas, nunca me han decepcionado. En lo nacional, Juan José Becerra, en especial “El esplendor del tiempo”, Juan José Saer, todas sus novelas, Ricardo PIglia, un crítico y novelista fundamental. En un contexto latinoamericano, Bolaño, sobre todo “2666” y “Los detectives salvajes” y Mario Levrero, “La novela luminosa”.
¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Me interesa dejar por escrito todo lo que vive mi generación sobre el momento histórico que nos toca vivir, y también, a través de la lectura de otras generaciones literarias, poder dialogar con esos escritores que ya no están vivos, pero que hablan a partir de sus textos. Algo que me parece necesario y urgente es la interacción entre escritores en la ciudad de Buenos Aires, que exista como en otros tiempos, un sitio geográfico donde llevar a cabo tertulias, diálogos con otros escritores en pos de superar esta desconexión que, en mi opinión, produce la tecnología, de estar escribiendo cada uno en su guarida, y no lograr saber dónde ir cuando se quiere intercambiar opiniones con colegas.
¿En qué nuevo proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy escribiendo sobre la vida de mi abuelo materno, Juan Carlos Mauri, que era carnicero y escritor. Es un desafío porque nunca escribí sobre alguien real, y esto implica investigar mucho y descubrir versiones distintas de los mismos hechos. Es mucha la responsabilidad del escritor que actúa como biógrafo al elegir una opción de todas esas posibilidades. Mi abuelo murió cuando yo era chica, y este libro me ha dado la posibilidad de conocerlo a través de sus textos, las cartas de sus colegas escritores, y todo lo que aparece en la prensa de su época. Fue miembro del Grupo de Boedo, el primer movimiento obrero de escritores en Buenos Aires, amigo de Elías Castelnuovo, César Tiempo, Roberto Arlt, y leer no solo las obras de estos escritores, sino la correspondencia con mi abuelo, me abrió los ojos sobre hasta donde los escritores que no venimos de familias acomodadas podemos hoy en día decidir ser escritores libremente gracias a este movimiento que creó un lugar para que, en Argentina, alguien que no venía de la élite sociocultural, tuviera el mismo derecho a escribir, publicar y dedicarse a la Literatura que los que pueden permitirse el lujo de vivir de renta.
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