La escritora Macarena Trigo habló con Entre Vidas acerca de su libro Rabia y relojería publicado por Qeja Ediciones y contó que su intención era que los poemas profundizaran la trama narrativa, que ofrecieran un punto de vista distinto sobre los hechos que se presentan. Además, como dramaturga y directora tiene dos obras en cartel en Espacio 33: Ser sin orillas / Ensayo sobre Ofelia y Todo lo que hice para no volverme loca / Vida y obra en tiempos de Macri.
¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Ninguno. Escribo en cualquier momento y condición. Jamás tuve rutina, horario o un espacio ideal. Tardé años en escribir directamente en la compu y nunca imaginé que escribiría en el celular, pero ahora lo raro es escribir en papel. A veces, si no puedo parar a teclear, grabo audios. Desgrabar es una buena criba para descartar cosas.
¿Con qué frecuencia escribís?
Todo el tiempo.
¿Quién te inculcó tu amor por la poesía?
Soy una lectora voraz y desordenada. Leo sin prejuicio canónico o genérico. Me licencié en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y ahí adquirí cierto instrumental quirúrgico para afianzar la lectura. Tuve buenos maestros que alimentaron mi amor por los libros desde muy chica, pero a la poesía fui llegando sola, por necesidad. El lenguaje poético me habilita a profundizar sobre situaciones a las que no puedo aproximarme de otro modo.
¿Por qué decidiste que tu libro de poesía se llamara Rabia y relojería?
Un lector cuya experiencia valoro, usó esa expresión para definir lo que él consideraba mi estilo. Me gustó la fórmula. Cuando terminé el libro me di cuenta de que había mucho de cuenta atrás, tiempo detenido y perdido. Y bronca, claro. Rara vez no hay bronca en lo que escribo. Mi bronca y mi pesimismo son constructivos. Me pareció que era una buena oportunidad para rendirle honores a esa fórmula.
¿Cómo fue el proceso de selección de los poemas que aparecen en el libro?
Los poemas son fruto de más de dos años de trabajo y en este caso, donde quise que se alternaran con prosa, tanto la selección como el orden resultaron complejos. Fue muy importante el laburo de edición de Leticia Martín. Hay un momento donde la corrección abruma y es imprescindible que el texto pase a ser leído por alguien en cuyo criterio se confíe. Establecimos un diálogo intenso, dinámico y muy divertido sobre el tono y los excesos de mi (mal) humor. Mi intención era que los poemas profundizaran la trama narrativa, que ofrecieran un punto de vista distinto sobre los hechos que se presentan. Necesitaba que fueran como las canciones de los musicales cuando no solo distraen, sino que proporcionan información sobre la trama. Creo que lo conseguimos.
¿Cuál es tu poema preferido del libro y cuál es el que destacan los lectores?
Esta pregunta me obliga a buscar el libro y, con él delante, afirmo que no tengo un poema preferido, aunque reconozco que me gustan esos que no sé cómo escribí. Este, por ejemplo:
Lo peor no es la idea.
La idea me la como
cruda
crece dentro
no salpica
no reparte miseria
va a lo suyo
y no me necesita.
Lo peor es la certeza.
Esa vieja insufrible
que escupe
sus razones
dichos hechos
maltrata cada estrofa
porque quiere
una herida
como punto final
a toda costa.
Los lectores vienen destacando “Pensaba / que el amor era / distinto”. Hay algo en el ritmo y en la imposibilidad de resultar concluyente sobre la idea del amor, que parece interpelarlos con frecuencia.
¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con Qeja Ediciones?
No llegó, la busqué. Conozco la editorial desde su inicio. Compartimos criterios. Sabía que si el libro no respondía a su nivel cualitativo, me lo dirían sin problema.
¿De qué temas se nutre tu escritura?
El amor, la muerte y el teatro. ¿Acaso hay otros?
¿Qué libros de poesía o autores recomendarías?
Elizabeth Bishop, Idea Vilariño, Leopoldo María Panero. Roger Wolf, Berta Piñán, Jaime Sabines… Y entre mis próximos prójimos Maximiliano Spreaf, Diego Lebedinsky, Carolina Giollo y Luciana Ravazzani, por citar algunos a los que llevo el apunte.
¿Qué objetivos tenés dentro del ambiente literario?
Ninguno. Mi relación con la literatura es más vital que práctica. Leo para escribir y escribo sin la esperanza ni la necesidad de que eso se convierta en libro. Cuando el libro aparece es porque (me) resulta inevitable. Mis libros materializan búsquedas, de algún modo cierran procesos.
¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Como dramaturga y directora en estos momentos tengo dos obras en Espacio 33: Ser sin orillas / Ensayo sobre Ofelia y Todo lo que hice para no volverme loca / Vida y obra en tiempos de Macri. El teatro es la forma de lo poético donde mejor resisto.
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