La escritora Sabrina Álvarez publicó el libro Piacenza con la editorial Modesto Rimba y habló con Entre Vidas del proceso de escritura y de sus inicios en la literatura. Además, la autora adelantó que está terminando de escribir una novela y unos cuentos con un tono que va desde lo erótico a lo perturbador.
¿Qué rituales tenés al momento previo a escribir?
Rituales, no, no tengo. Lo que hago, y es algo que ya se me impuso, es escribir a la mañana. Me levanto, enciendo la computadora, un café y el silencio. Necesito escuchar solamente esa voz narrativa. A veces con los ojos cerrados empiezo a palpitar a una persona que no habla como yo, que se mueve diferente, que siente de otra manera. Lo contemplo para después intentar capturar ese momento, esa persona que más tarde será un personaje.
¿Con qué frecuencia escribís?
Intento escribir todos los días, a la mañana, como dije. No siempre logro encontrar el silencio y la soledad que necesito. Admiro a las personas que pueden escribir en cualquier lugar, con música, o en un bar o en un colectivo. En mi caso eso es imposible, de repente puede ser que escuche una voz, una frase, que sirva luego, para crear una historia en mi pequeño espacio, aislada.
¿Quién te inculcó tu amor por la literatura?
Creo que la literatura fue parte de mi vida desde chica. Voy a contar una anécdota: Mi padre, todas las noches, me leía algún cuento, pero la mayoría de las veces los inventaba. Era muy gracioso, imitaba las voces de los personajes, los hacía crecer, les daba vida. No dudo de que esas historias me marcaran. Por otro lado, mis padres tenían una juguetería muy grande, tuve la dicha de tener todas las muñecas, y casitas, y cositos, que se me ocurriesen. Pero no había libros. A los nueve años abrí mi alcancía llena de monedas, me fui a la librería y me compré mi primer libro que no fuera ilustrado. Desde ese día no pude parar de leer. Si no podía comprarlos iba a la Biblioteca José Ingenieros. Soy una ávida lectora desde pequeñita.
¿Por qué decidiste que tu novela se llamara Piacenza?
A veces los títulos de las obras aparecen desde el principio. En este caso no fue así. Barajé varios nombres junto con Adriana Romano, mi mentora, y comenzamos a jugar con las palabras: Paciencia–Piacenza. Aparte de ser un lugar físico que está en la novela y en donde el desenlace crea fuerza, creímos que también el nombre Piacenza le daba un halo de misterio.
¿Cuál fue la imagen disparadora que da inicio a la historia?
Aurora apareció en un sueño. Soñé que descubría por las redes que tenía una hermana que se llamaba igual que yo y que vivía en Italia. Fue una pesadilla. Recuerdo que ese día me levanté y no puede parar de escribir. El personaje se me imponía, no podía dejar de pensar en Aurora.
¿Cómo fue el proceso de escritura?
El proceso fue largo. Entré a la casa de mi admirada y querida Adriana Romano, con todo el material: La nouvelle de Aurora, algunos de los cuentos que había comenzado a escribir en el taller de escritura creativa en Casa de Letras, y me voló la cabeza. Todo comenzó a tomar forma, los cuentos crecieron, la historia de Aurora comenzó a adueñarse de los cuentos, y el ritmo tomó otra dimensión. Fue mágico. Desde ese día mi escritura fue otra.
¿Qué tenés de la protagonista Aurora?
Si la pregunta se refiere a si me siento identificada, la respuesta es no. Lo que puedo compartir con Aurora es, tal vez, alguna fobia, la inseguridad, el miedo que le provoca exponerse. Eso es muy mío. Pero, como dice una amiga: “Los personajes tienen vida, son independientes de quien los crea”. Coincido con mi amiga, no pongo en dudas que Aurora exista. Yo solo la acompañé en ese viaje.
¿Cómo te llegó la posibilidad de publicar el libro con la editorial Modesto Rimba?
De la mano de Adriana Romano, ella me presentó en la Editorial y tuve la suerte de que aceptaran la obra siendo una escritora novel. Lo valoro y no quiero dejar de remarcar la atención y el cuidado que Modesto Rimba tuvo conmigo como autora y con Piacenza. Fue una experiencia maravillosa que transité junto con Adriana, Mauro Lococo y Mere Echague.
¿De qué temas se nutre tu escritura?
Algo se predispone en mí a hurgar en la intimidad, donde muchas veces no hay respuesta, rasgar hasta encontrar un sentido al sinsentido. Me refiero a esos actos que desgarran, parten, desbaratan la vida cotidiana. La angustia que me provoca esa marejada de historias, las canalizo volcándola en la escritura. Tal vez no sé si respondí bien la pregunta, porque mi escritura no se nutre de éstas historias que escribo. Solo intento poner algo de luz a través de la ficción.
¿De qué temas aún no escribiste pero te gustaría hacerlo en un futuro?
Me gustaría llegar a escribir algo sobre el humor y el absurdo. Isidoro Blaisten dijo: “El humor descorre el velo del absurdo y esto es la salvación en un mundo gobernado por la estupidez humana, donde la realidad es la mayor fantasía”. Sí, es un gran desafío. Quizás algún día me permita correr el riesgo.
¿Qué libros o autores recomendarías?
¡Uy, tantos! La lista sería larguísima. Actualmente estoy leyendo mucha literatura contemporánea. No voy a tirar un título o autor porque hay mucho talento argentino, y otra vez la lista sería más que larga. Cuando me gusta mucho un autor suelo comprarme el catálogo completo.
Puedo dar alguna referencia de los géneros literarios que me gustan, como por ejemplo, adoro los cuentos de Abelardo Castillo, me deslumbro con los diálogos de Manuel Puig: Cae la noche tropical. Todo de Clarice Lispector. Todo de Virginia Woolf. Desayuno en Tiffany’s de Truman Capote. El extranjero de Albert Camus. Superviviente de Chuck Palahniuk. Antártida de Claire Keegan. La trilogía de El gran cuaderno de Agota Kristof.
¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy terminando una novela, podría decir que está casi terminada. En este momento intento separarme un poco, darle aire y poder corregirla. Me pegué mucho a los personajes. También estoy escribiendo cuentos alejados de la voz de Aurora con un tono un poco erótico y otro poco perturbador. En fin, dejo que la escritura fluya y me lleve.
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